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Revista de Folklore número

283



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SERPIENTES: NI DIOSES NI DEMONIOS

CHARRO GORGOJO, Manuel Angel

Publicado en el año 2004 en la Revista de Folklore número 283 - sumario >



Me aparté del sendero,
donde estaba la víbora,
escribiendo en el polvo arabescos enigmas,
como negra embrujada por los rayos del sol.
Sentí sobre mi carne peso de escalofrío
y un vago pensamiento de los hombres y Dios.

(Víbora, F. García Lorca).

Las serpientes a causa de sus movimientos de reptación, su habilidad para desaparecer repentinamente, el brillo, la fuerza fascinante de sus ojos, y especialmente a consecuencia de su fatal mordedura, han sido la fuente de numerosas leyendas en las que el temor ancestral llevaba a deidificarlas para aplacar su furia, o a ser consideradas como el origen de todos los males, la encarnación del demonio.

Pero más allá del miedo sobre la serpiente existe una gran admiración, pues el hombre primitivo la consideraba como un ser poderoso, e incluso hoy, se la venera. Su verdadera naturaleza se ve deformada y disfrazada por la superstición. La presencia simbólica de la serpiente aparece en culturas primitivas actuales, en el Egipto antiguo, en la mitología griega y romana, en la Biblia, en la América Precolombina y en el folklore actual. Las numerosas alusiones al símbolo de la serpiente en todas las culturas, hace pensar que este reptil constituye uno de los arquetipos fundamentales que la humanidad haya inscrito en su memoria.

¿DENIGRADAS O IDOLATRADAS?

En la Biblia hay nueve vocablos distintos para designar a la serpiente; el más generalizado es el hebreo npahoas. No se sabe qué clase de serpiente indica cada uno de esos nombres. Hay numerosas especies de serpientes en Palestina y en la región del Sinaí, entre las cuales hay varias que son venenosas y cuya picadura es mortal. La mayoría se encuentran entre las piedras (Am 5,19) y rocas (Pr 30,19) o en la cálida arena del desierto; pero algunas escogen terrenos húmedos, por esta razón entre los semitas la serpiente está con frecuencia relacionada con alguna fuente (Neh 2,13).

Pocos animales han alcanzado en las tradiciones míticas y religiosas un significado tan diverso y ambivalente como la serpiente. Según la opinión popular, la serpiente comía polvo (Gen 3,14, Miq 7,17 e Is 65,25). Es temida (Sab 17,9) por su astucia (Gén 3,1) y por su veneno (Sal 140,4) y como símbolo de falsedad (Gen 48,17), maledicencia y difamación (Sal 140,4) astuta malignidad (Mt 3,7; 23,33), peligro mortal (Eclo 21,2; Prov 23,32) pero también caracterizada por su sagacidad. Al decir que la serpiente es el más astuto de todos los animales del campo que Yahvéh Dios había creado, el hagiógrafo da a entender que en la elección de este animal, cuya astucia era proverbial (Mt 10,16) han sido causas determinantes sus costumbres y su aspecto externo (Prov 30,19).

La serpiente era considerada en el folklore popular como animal maligno, astuto y traidor por excelencia. En muchos pueblos antiguos, como describiremos a continuación, era objeto de culto como diosa de la fecundidad. El autor bíblico elige a la serpiente como figura de un ser inteligente y malhechor, enemiga de Dios y del hombre y que la revelación posterior y la tradición cristiana han identificado con el demonio. Esta herencia simbólica negativa queda plasmada en el relato donde la serpiente tienta y engaña a Eva (Gén. 3, 1-5) y Dios se presenta como juez que inquiere lo sucedido (Fig. 1). Al hombre y a la mujer los castiga imponiéndoles penas correlativas a su misión y naturaleza. En la pena impuesta a la serpiente hay que distinguir la expresión externa tomada de las características de la serpiente y de la espontánea aversión que hacia ella se siente y el contenido metafórico que va directamente contra el demonio tentador (Gén. 3, 14).

La sentencia divina contra las serpientes: “Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás del polvo de la tierra todos los días de tu vida” será motivo de inspiración de una de las más insólitas fábulas cristianas donde se narra que cuando la Virgen huía hacia Belén intentando salvar la vida del hijo que llevaba en su vientre, Jesús, y siendo acompañada por José, iba ella montada en mula cuando en el camino una serpiente se atravesó a los pies del cuadrúpedo provocándole un susto tal, que comenzó a brincar y a punto estuvo de caer María de ella. Por aquel entonces las mulas podían tener descendencia y las serpientes poseían patas como el resto de los reptiles que conocemos. La Virgen, una vez repuesta del susto, señaló a la mula y le dijo que por no tener cuidado ni saber lo importante que lleva una madre en el vientre tendría como castigo no saberlo jamás quedando estéril para siempre. Luego, se volvió a la serpiente que continuaba junto a la mula y le dijo que por haber jugado entre las patas de la mula perdería las suyas y por no valorar la maternidad arrastraría su vientre por siempre como castigo, comiendo polvo del camino a cada paso como ella al caer de la mula desbocada.

Los indios chiriguanos, que todavía pueblan una extensa zona de Bolivia, mantienen la creencia de que cuando una niña por primera vez experimenta el ciclo menstrual, no duda en manifestarlo a una vieja hechicera con la seguridad de que ésta, con una numerosa compañía armadas de garrotes, no vacilarán en internarse en los campos para dar golpes a diestra y siniestra hasta hacer pedazos a las serpientes causantes del mal. En muchas zonas del Brasil se participa de idéntica tradición y, en la época de la pubertad de las mujeres, se les prohíbe internarse en los bosques, temerosos de que las serpientes abusen de ellas.

Cuando alcanzan la pubertad las jóvenes de algunas tribus del África del Sur celebran una ceremonia en la cual las niñas danzan hasta caer rendidas en torno a una gran serpiente de madera o de barro cocido. Pero si la menstruación se retrasa, estas jóvenes no vacilan en frotar sus genitales contra la cola del ídolo produciéndose hemorragias que atribuyen a la menstruación que ha retornado. Para algunas mujeres de Madagascar, la sangre menstrual es un precioso y delicado manjar de serpientes, y para precaverse de posibles y dolorosas mordeduras en tales épocas, acostumbran a usar elementos mágicos.

En las zonas rurales alemanas se mantiene la creencia de que enterrando los cabellos de una mujer menstruante, nacen serpientes, y en distinta forma esta superstición está enraizada en los campos de América donde se afirma que las trenzas de una mujer untadas con grasa de ampalagua, para que se conserven fuertes y brillantes, se convierten en serpientes apenas traspasan los umbrales de una iglesia.

En el sur de Birmania, cuando una mujer se peina durante el período debe quemar los cabellos que se le caen para evitar que éstos se transformen en serpientes venenosas. A gran distancia geográfica y cultural se mantiene similar creencia en el noroeste argentino y en Chile lo que prueba la relación con mitos religiosos de la creación del mundo.

A lo largo y ancho de Mesoamérica, la serpiente posee un sentido fertilizante y anuncia a las lluvias bienhechoras que producirán abundantes cosechas. En los muros de Bonampak (México) se ven pintadas algunas danzas de tipo ceremonial. Se ejecutaban para influir favorablemente en los resultados de la caza y para obtener buenas cosechas, y tenían un carácter religioso ya que los que participaban observaban periodos de continencia y de ayuno. Igualmente sobre los muros de los juegos de pelota, en Chichen-Itza, un bajorrelieve muestra la decapitación de un jugador; los chorros de sangre que brotan se transforman en otras tantas serpientes que vienen a fertilizar la Tierra. Era un juego religioso y es el capitán del equipo victorioso quien era decapitado, pues se consideraba un gran honor ser inmolado al dios sol contribuyendo a renovar la fertilidad de la Tierra.

Los tchokwé de Angola aseguran la fecundidad de sus mujeres colocando una serpiente de madera en la cama matrimonial. Los tupí - guaraníes del Brasil consideran que nada puede asegurar mejor la fecundidad de una mujer que los golpes en las nalgas utilizando una piel de serpiente. En el norte de Sudáfrica, la tribu Benda, todavía practica un antiguo rito de fertilidad basado en la veneración de las serpientes y simboliza a una pitón desenroscándose. Los Ashanti de Ghana creen que cada persona tiene un alma (ntoro). Cuentan que la primera pareja no podía tener hijos y que la pitón roció con agua los vientres del hombre y de la mujer, hizo un hechizo y les recomendó que regresasen a casa y yacieran juntos. A su debido tiempo nacieron los hijos y por esta razón los descendientes de Fig. 1.- La tentación de Adán y Eva (Durero) sexo masculino mostraron su gratitud enterrando a toda pitón muerta que encontraban.

Actualmente, en la ciudad india de Silaba, todos los veranos se celebra una festividad para conmemorar su especial relación con las serpientes. Los días anteriores a la fiesta se da una cacería de serpientes en los campos y alrededores de la ciudad y con un desfile de serpientes comienza el festejo. Todo el gentío acude a admirar a las cobras y a presentar sus respetos, de esta forma los habitantes de la ciudad renuevan el pacto con el dios Shiva. Después de la fiesta se deja a la cobra donde fue encontrada y se las libera con gran gratitud y así las cobras no le harán daño en el resto del año. Las serpientes son consideradas como símbolo de la fertilidad en toda la India y las mujeres hindúes que desean ser fértiles adoptan a una cobra hembra.

En las tradiciones orales de los vascos se cuenta que una deidad masculina de serpiente, el Sugaar, protege los rebaños, aumenta la fertilidad de los animales domésticos, tiene poderes curativos y ahuyenta tanto a la muerte como a la enfermedad.

En A Pedra da Serpe de Penalba (Pontevedra), se efectuaba un rito de fecundidad, que consistía en que los casados sin hijos, debían ir de noche a la piedra del petroglifo y realizar allí el acto sexual. Para que la ceremonia tuviese éxito, debían llevar un cuartillo de leche sin hervir de vaca, que estuviese criando a un becerro, mientras la pareja yacía allí, la serpiente bebería la leche. En este mito la leche sirve para desencantar a la serpiente, conjurarla para recibir su favor y conseguir que la pareja estéril pueda procrear hijos.

Referencias bíblicas y de los autores de la Antigüedad clásica, contribuyeron a la imagen medieval de la serpiente como un ser asociado al mal y a los vicios. Los naturalistas antiguos aceptaron la idea de que las serpientes son malvadas, por su aspecto repulsivo se le asocia generalmente como genio de mal, con las tinieblas, con la tierra. Solamente Aristóteles advirtió que la serpiente era una criatura temible y formidable y, a la vez, maligna y repulsiva. Sin embargo, para Plutarco algunas serpientes mostraban a veces una extraña ternura por los humanos y habla de reptiles enamorados de jóvenes vírgenes que les mostraban maneras y actitudes lúbricas, viciosas, impúdicas y carnales. Cita la leyenda de la virgen Aetolia, amada por una serpiente, que venía a buscarla cada noche, reptando suavemente sobre su cuerpo y que acariciaba su seno sin hacerle el menor daño.

El gran naturalista, Linneo, las describió de la siguiente forma: “cuerpo frío, color pálido, esqueleto cartilaginoso, piel sucia, aspecto feo, ojo calculador, olor ofensivo, voz ronca y veneno temible”. Francis Buckland escribió en 1858: “Las serpientes son las criaturas menos tiernas y bárbaras”. Esta visión negativa y temerosa hacia las serpientes es evidente desde los escritos de los primeros exploradores y colonos australianos, ya que el papel de las serpientes en la literatura australiana ha sido generalmente la de un intruso malévolo. Tal vez porque Australia no tiene ningún mamífero carnívoro grande que amenace la vida humana, ésta es la razón por la que los animales más temidos y odiados sean las serpientes.

Esto contrasta con los relatos y leyendas en las que se habla de la actuación benefactora de las serpientes, que protegen a aquellos que son atacados defendiéndolos y muestran sus sentimientos de afecto y fidelidad. Pausanias hace mención a la intervención milagrosa de una serpiente en la guerra entre los arcadios y helenos. El poeta Homero, refiriéndose a la serpiente, dice que es un ser que puede transmitir a los mortales la voluntad de los dioses.

En Epiro, habitaban serpientes domesticadas en un bosquecillo de Apolo y, cuando la sacerdotisa les daba de comer y su apetito era bueno, podía predecirse una buena cosecha. Según Propercio (Eleg. IV. 8, 555), una vez al año, cuando se oía a la serpiente silbar para comer, se hacía a las muchachas descender por el camino sagrado hacia una obscura cueva. Ellas no podían ver nada, pero sentían la cabeza de la serpiente cuando arrebataba la comida de la cesta. Si la serpiente aceptaba la comida, era señal de que las muchachas eran castas y los agricultores gritaban: “El año será provechoso”.

Para la mentalidad popular de los pueblos antiguos, la serpiente era un animal considerado inmortal, ya que aparecía en primavera renovado, tras el largo letargo invernal, y por tanto era considerado como símbolo de inmortalidad. Y los escritores romanos como Ovidio, Plinio y Eliano recogen la curiosa creencia de que la médula espinal del hombre sobrevive en la tumba en forma de serpiente.

En un país como Egipto, donde los animales han sido objeto de culto, sorprende a menudo la figura de una serpiente, presente en diversas manifestaciones de la vida diaria y religiosa desde época prehistórica. La serpiente es ante todo la cobra que figura como símbolo del poder real. Se trata de la diosa egipcia más representada, porque acompaña a la monarquía y forma parte del tocado de los faraones. Pero la cobra no solamente significaba el poder del faraón, sino que su fuerza destructora que libraba al rey de sus enemigos servía a los hombres que usaban su imagen para preservarse, mágicamente, de las picaduras de las serpientes y otros animales venenosos. El Libro de los Muertos se refiere a este animal como guardián de las necrópolis, tal vez porque para los naturales del país eran consideradas inofensivas y protectoras, no sólo de los muertos, sino también de los vivos y de sus bienes al destruir los roedores que comen sus cosechas.

En la India prevédica las serpientes eran los dioses y guardianes de las aldeas. El culto de las serpientes está tan difundido en este país que cada año, en diferentes regiones, poblaciones enteras adoran al dios Serpiente, como en el caso de los mirasans del Punjab. Se entregan a su culto durante una decena de días, durante los cuales se pasea una inmensa serpiente de pasta, pintada de todos los colores, con la cual se penetra en las casas pronunciando sortilegios y dando bendiciones que aseguran la prosperidad. Cuando han visitado todas las casas, entierran la serpiente de pasta y erigen una sepultura.

Las culturas precolombinas de Centroamérica, maya y azteca, estaban muy unidas a las serpientes. En los grandes templos, los mayas veneraban a Cuculkan, un dios serpiente emplumado, que era representado en la tierra por una serpiente cascabel tropical. El calendario maya estaba basado en el número de escamas que estas serpientes tenían en su cascabel. Trece escamas de arriba hacia abajo en cada lado, cincuenta y dos en total, número que correspondía a los ciclos de tiempo de los mayas. Entre los aztecas la serpiente (cóatl) desempeña un papel como signo del día quinto del calendario. Su valor de augurio para todos los nacidos bajo este signo es negativo, ya que a este reptil se le considera pobre y sin hogar.

En algunos lugares de África, como Dahomey, a la pitón se la ha considerado como animal sagrado y se la ha cuidado con esmero en templetes rústicos, especies de jaulas cilíndricas hechas de barro con un techo cónico de paja donde jóvenes agraciadas eran destinadas a su servicio y se consideraban como sacerdotisas y esposas de la serpiente (Fig. 2). Pero no en todos los sitios corre la misma suerte, en Fernando Poo, la pitón que aparece a la vista del hombre se la persigue hasta la muerte, porque su carne es apetitosa para los indígenas y para quitarle la piel. Sin embargo, para los bubis, este ofidio creen que es un enviado de sus antepasados para anunciarles un acontecimiento feliz o desgraciado en la familia. Será buen presagio si se la encuentra entera, sin ningún defecto natural, herida o cicatriz, y si a la vista de la persona no escapa ni opone resistencia a ser cogida, sino que saca la lengua, levanta la cabeza o da otras muestras que ellos creen de afecto, en este caso se la coge a mano, y a continuación se la estira fuertemente para dislocarle los anillos de las vértebras, con el fin de que, si se arrolla al brazo o cuello, no pueda hacer daño, pues ellos creen que tiene tal vigor en sus anillos que puede fácilmente romper el cuello o cualquier miembro a otra persona. El que la ha cogido tiene obligación de presentársela a su padre, o, en defecto de éste, al mayor de la familia, el cual la recibe gozoso, llenando de bendiciones al capturador y recompensándole con algún donativo. Después de hacer con ella algunas ceremonias, el jefe de familia la mata, cortándole la garganta, pero sin separar la cabeza; y a continuación le quita la piel. Ésta la ponen a secar, y el cuerpo lo cuelgan junto a un nido de hormigas carnívoras, las cuales, en dos o tres días dejan limpio el esqueleto. Entonces recogen las anillas de las vértebras y las ensartan en una cuerda, que será luego usada como cinturón de gala en los días de gran solemnidad. De la piel seca hacen tiras, que se emplearán como cordones para sostener unos pequeños estuches en que se han metido diversos amuletos y que llevarán al cuello como antídotos contra enfermedades o desgracias.

Cuando la serpiente es encontrada con algún defecto natural o herida se la deja ir en paz; pero si más tarde vuelve a presentarse con los mismos defectos, se considera como un presagio de desgracia en la familia, y entonces se acude a los adivi- Fig. 2.- Interior del templo de las serpientes en Veida (Dahomey) nos para que inquieran la voluntad del alma de los antepasados y qué es lo que desean de la familia.

Si apareciendo sana, intenta huir, el que la ha visto la llama dulcemente con los nombres de visitadora, portadora de la paz, feliz mensajera otros parecidos, y le dice, si verdaderamente ha sido enviada por los antepasados para anunciar prosperidades, se esté quieta y se deje coger pacíficamente a lo cual ella parece acceder.

No suele morder, pero en caso de hacerlo, los bubis la considerarían como la mayor de las desgracias que pudiera ocurrirles, porque no sólo moriría el mordido, sino varios miembros de la familia en un tiempo breve; y sería señal cierta de lo muy irritados que estarían los difuntos familiares, seguramente por no haber cumplido con ellos algunas ceremonias religiosas necesarias para poder llegar pronto a la bienaventurada mansión de sus padres.

A principios del siglo XIX en Lituania, Malta y Grecia estaba extendida la creencia en las serpientes como diosas del hogar: son las guardianas de la familia y de los animales domésticos, especialmente de las vacas; aseguran la fertilidad, la prosperidad y la salud; cada familia y cada animal tiene como protectora a una serpiente, cuya energía vital le transmite al hombre o animal al que protege lo que se pone de manifiesto en la superstición de que si se mata a una serpiente, morirá el dueño de la casa, uno de sus hijos o una vaca. Aún hoy en día, los campesinos bálticos decoran con serpientes las esquinas, ventanas y tejado de las granjas.

Entre las antiguas supersticiones, podía prolongar la vida, resucitar a los muertos, asegurar la fertilidad y combatir los venenos. Los antiguos griegos mantenían a las serpientes en los templos con fines curativos y las hacían lamer las heridas de los enfermos. Pero, tal vez, la historia más fascinante de la antigüedad es la del profeta hebreo Moisés (Núm. 21,9) que salvó al pueblo de Israel de una plaga de víboras haciendo levantar sobre un palo una gran imagen de una serpiente de bronce para que con sólo mirarla se viera libre de la mordedura mortal de estos reptiles; y el mismo Moisés convierte su báculo en serpiente para demostrar al faraón Ramsés II que era el enviado por Dios.

Los negros de Isapu, en la isla de Fernando Poo, cuelgan la piel de una serpiente con la cola hacia abajo en la rama del árbol más grande de la plaza. En cuanto termina la ceremonia, llevan a todas las criaturas nacidas desde el año anterior para que con sus manos toquen la cola de la serpiente, a fin de poner a las criaturas bajo la protección del dios tribal. De modo análogo en Senegambia se espera que una serpiente pitón visite a los niños en los ocho primeros días de su nacimiento; y los psylli, un clan de la serpiente de la antigua África, acostumbraban colocar a los niños ante las serpientes con la creencia de que éstas no harían daño alguno a los niños del clan.

Una de las manifestaciones más típicas de la literatura popular pamue son las fábulas de animales. En una de ellas relatan que todos los animales sufren hambre y buscan un árbol que dé un fruto comestible que pueda resolverles la situación, quien les da la clave con el árbol adyap es la boa, lo que hace pensar que a este reptil se le atribuyen cualidades de sabiduría y adivinación.

En múltiples narraciones míticas del folklore angoleño, la culebra se muestra como un animal monstruoso, que atemoriza una determinada zona. Los negros de Angola tienen miedo de las culebras, y cuando se las encuentran, la fantasía y el terror dan cuenta de ello, como en algunas leyendas a las que nos vamos a referir.

Los indígenas angoleños mantienen la creencia de que la culebra arroja un chorro de veneno a los ojos de las personas y éstas quedan irremediablemente ciegas. Dada la tendencia a escupir a las cosas que brillan, dicen ellos, que cuando los negros trabajan en faenas agrícolas como la recogida de hierba llevan atados a sus piernas unos pedazos de lata que brillan a la luz del sol sobre las que la culebra echará saliva y no a los ojos de los trabajadores. Otra leyenda cuenta que una culebra (Olvânga) tiene la terrible capacidad de matar con el soplo cuando está a favor del viento. El antídoto contra este poder es la grasa del cabrito que por este motivo los cazadores indígenas utilizan para untar todo su cuerpo así como el de sus perros. La acción de esta culebra es tan maléfica que según afirman los nativos sino hubiera grasa de cabrito ya no habría gente viva.

DESMITIFICACIÓN DE LAS SERPIENTES

Antes de que desaparecieran los dinosaurios, las serpientes se habían adaptado a la vida en nuestro planeta. Su antigüedad, su desconocimiento, la forma de arrastrar su vientre anillado sobre mil geografías diferentes, y por supuesto su rugosa y lubricada piel multicolor, les convierten en víctimas de la adversidad por parte de los humanos, siendo perseguidas y casi exterminadas de forma implacable. Sin embargo, es hora de hacer justicia a estas singulares criaturas tratando de desarraigar prejuicios con profunda raigambre milenaria a la luz del conocimiento científico.

La leyenda más persistente, sobre las serpientes, quizás sea el poder que tiene la música para encantarlas. En realidad, las serpientes no presentan oído externo como los humanos, aunque si tienen oído interno y son capaces de percibir en él las vibraciones que se transmiten por el movimiento del suelo. De modo que algunas cobras no pueden escuchar la flauta del encantador, sino que es el movimiento del instrumento lo que las fascina. Según los herpetólogos nada hay de extraordinario en el encantamiento de las serpientes, por la sencilla razón de que no oyen la flauta del presunto encantador. Sucede, simplemente, que al quitar la tapa del cesto en que se halla el animal, éste se siente medio cegado por el repentino resplandor de la luz del día y, nada más erguirse, ve como ondula el encantador al ritmo de la música. Lo toma entonces por un rival que le disputará el territorio, y hace ondular análogamente su cuerpo. Muchos encantadores de serpientes cosen los labios de sus ofidios, así que el riesgo de que les pique es muy pequeño. Otra explicación asegura que los encantadores adhieren un órgano de sapo en un tramo interno de la flauta y que al soplar, el efluvio capta la atención del peligroso ofidio. Esta es la razón por la que las cobras tienden a seguir los movimientos del instrumento, es decir, que siguen la dirección de esa corriente de aire que lleva el olor de uno de sus manjares predilectos. Una variante de esta teoría sostiene que lo que utiliza en las flautas es pimienta, o ramas de una planta con un aroma similar, que desagrada mucho a las cobras, pero en realidad lo que hacen es esquivar los soplidos cuando parece que están balanceándose (1).

Lo mismo ocurre con los cantos para las serpientes destinados a alejar a los reptiles de los cultivos, sobre todo en África; no son las emisiones vocales, ni siquiera los tam-tam los que asustan a las serpientes, sino el martilleo del suelo por los pies de los danzantes, porque los ofidios perciben muy bien esas vibraciones a través de la parte ventral del cuerpo y a la altura del oído interno.

Se ha especulado también sobre la capacidad de hipnosis de los ofidios, que con mirada fija y penetrante, inmoviliza a sus víctimas para facilitar su captura. Esta sensación aparente guarda relación con la estructura de los ojos –cuyos músculos asociados al globo ocular se han reducido y la carencia de párpados– y con una arraigada estrategia utilizada por cualquier presa para pasar inadvertida ante la presencia de un depredador, la de permanecer inmóvil. Naturalmente, las serpientes permanecen toda la vida con los ojos abiertos, estén dormidas o no. La consecuente apariencia de concentración en su mirada fue la responsable de sembrar en la fértil imaginación popular la idea de que las serpientes hipnotizan a sus presas antes de tragárselas. Una placa ocular transparente cubre toda la superficie del ojo y se renueva periódicamente al mismo tiempo que realiza la muda, por este motivo podemos decir que la serpiente había inventado antes que nosotros la lentilla de contacto.

En las poblaciones de varios ríos angoleños existe la creencia de que una gran culebra acuática (Êpoula) puede atacar a personas que se acerquen a los ríos donde ellas viven. También señalan que la culebra tiene cabellera y cara de mujer, que son atraídas por el jabón, y cuando quieren verla basta con deshacer el jabón acercándose el ofidio. Cuando la culebra nada en superficie con sus grandes ojos mira fijamente a las personas quedando hipnotizadas e imposibilitadas de resistir la atracción diabólica acaban cayendo en el agua y son tragadas por dicho monstruo que no aparece nunca más. El rasgo que identifica la culebra con la mujer quizás este relacionado con la influencia del relato del génesis a través de misioneros católicos.

Una curiosa leyenda popular, muy extendida por casi todos los pueblos del orbe, acusa a las culebras de que maman las ubres de las vacas o los pechos de las madres que están amamantando, con el objeto de alimentarse de leche (2). Por supuesto, ésta es una creencia sin fundamento, ya que la configuración de sus fauces les impediría que mamen, como sucede con los mamíferos, los cuales tienen la capacidad de succionar la leche de las mamas mediante sus carnosos y móviles labios, además no pueden asimilar la leche porque no poseen lactasa, una enzima necesaria para digerir la leche. Posiblemente este mito tiene su origen en el hecho de que cuando las vacas están pastando en el campo o en el establo, pueden pisar a la culebra por lo que, como defensa, ésta trata de subir por una de las patas traseras y morder la ubre de la vaca. Al observar esto a cierta distancia, parecería que la culebra esta mamando o tratando de mamar de las ubres. También se cree que la serpiente mama del pecho de las mujeres lactantes que están amamantando a su hijo y que se quedan adormecidas, retirando el pezón materno, introduciendo la punta de la cola en la boca del bebé para que éste siga notando que chupa algo y no llore. Las consecuencias de esta acción, realizada noche tras noche, son que el niño enflaquece y a la mujer se le seca el seno. Para percibir su rastro los campesinos ponen harina en la casa. Esta referencia de la leche como alimento de las serpientes es una simple fabulación (3), pues el hecho cierto es que hay especies que se introducen en los establos en busca de calor y para poner los huevos en el estiércol, pero no maman de las vacas porque no les gusta la leche. La creencia se debe al hecho de que, cuando se aplasta una serpiente debido a su régimen de alimentación los excrementos del reptil son de un color blancuzco y es que contienen gran cantidad de calcio como consecuencia de los restos óseos de los pequeños animales que engullen y luego trituran en su estómago. El campesino supone que estos excrementos contienen restos de leche bebida poco tiempo antes de la muerte del ofidio y eso da pábulo a que la leyenda se perpetúe.

Una de las diosas más antigua que se relacionan con la leche y con las vacas y que aún se conserva en el folklore, es la Marsa de las canciones mitológicas de Letonia. Aparece en los establos como una serpiente negra, cuya presencia trae fertilidad a las vacas y les proporciona partos fáciles y abundancia de leche; cuando se la invoca, puede crear buenos pastos, así como vacas sobrenaturales que poseen inagotables fuentes de leche.

La relación de estos reptiles con el hombre ha quedado reflejada en muy diversas leyendas de la geografía vasca, principalmente en zonas de pastoreo. En la sierra de Aralar es muy conocida una leyenda en la que un pastor cría una serpiente, logrando domesticarla y acude a su encuentro cuando emite un silbido. Pero lo que le impulsaba a realizar tal comportamiento, era la leche que le traía. Por eso, cuando quiso demostrar a sus compañeros su habilidad llamándole con el silbido característico, el animal, viendo que no traía leche, se lanzo al cuello del hombre y lo mató.

La tradición gallega recoge la creencia de que las serpientes buscan a las mujeres para disfrutar de ellas y la mujer puede concebir una serpiente; cuando esto ocurre se cuelga de una viga a la mujer por los pies y se le coloca debajo de la boca una palangana con leche para que la serpiente, que se muere por la leche, salga a beber y poderla así matar.

Las serpientes perciben el entorno de una manera diferente a la nuestra. Mientras que para nosotros el sentido principal, el que más información nos da del medio, es la vista, para los ofidios adquiere fundamental importancia el órgano de Jacobson, una pequeña cavidad sensitiva en el techo de la boca y la lengua bífida que recoge partículas olorosas del aire y del suelo, transportadas luego al interior del órgano. De esta diferencia ha surgido entre el vulgo la creencia de que las víboras pican con la lengua, lo cual es simplemente falso, ya que su lengua es blanda y flexible y el frecuente lengüeteo que muestran se debe a que los ofidios han desarrollado la capacidad de oler y saborear las partículas que se encuentran en el ambiente.

Otro mito muy difundido sobre las serpientes, es que cuando alguna persona se topa con una, el ofidio se dedica a perseguirla insistentemente para morderla. La realidad es que el solo encuentro con el reptil despierta en el hombre una especie de instinto atávico que le impulsa a atentar contra ella. La experiencia personal me ha demostrado que son animales bastante tímidos y el primer recurso que utilizan siempre para defenderse es huir de cualquier potencial enemigo, incluido al hombre; solamente cuando se sienten acorraladas presentan pelea tratando de defenderse, tendiendo a morder a la persona que las está molestando. La función primordial del veneno de las serpientes es la obtención de presas para alimentarse y el papel que juega en la defensa es secundario.

En la Costa de la Muerte (Corme), se encuentra una piedra grabada que representa la figura de una serpiente alada. Con motivo de la cristianización surge una leyenda relacionada con San Hadrián, según la cual estas tierras estaban invadidas por serpientes, y que estando predicando por allí el santo, pisó fuerte con su pie el suelo y todas las serpientes escaparon encantadas por debajo de la piedra, desapareciendo así la terrible plaga que afectaba a la zona. Relacionada con esta leyenda en otro lugar próximo, se cuenta que este mismo santo, con su pie impidió que pasaran a las islas Sisargas. Por este motivo, según la tradición popular en estas islas no hay ningún tipo de reptil. Como señal de este hecho, en unas piedras que hay a la orilla del mar, se encuentra grabada una serpiente que dejó petrificada el santo, así como la huella de su pie. En ambos lugares se practicaba algún culto pagano y estas piedras podrían ser antiguos altares druídicos simbolizando el culto a la serpiente.

A San Patricio se le atribuye la expulsión de las serpientes de Irlanda, mediante exorcismos, para librar al país del mal, pero puesto que jamás ha habido ninguna serpiente en Irlanda, su hazaña fue más legendaria que mágica. En Bretaña como en Irlanda monumentos religiosos de piedras gruesas del país llevan todavía la señal del culto de la serpiente. En el caso de los druidas, los magos y los adivinos atribuían el poder mágico no solamente a ciertas plantas, sino a los huevos de serpientes sagradas.

En la India, donde las serpientes forman parte indisoluble de sus tradiciones, algunas especies protagonizan historias relacionadas con un religioso respeto. Se cuenta que Buda se quedó dormido en medio del campo y una cobra que pasaba por allí, al comprender el peligro de insolación que corría el Maestro, se apresuró a elevar su cuerpo y extender su característica caperuza a fin de proporcionarle sombra. Al despertar el Maestro y comprender el favor recibido, decidió recompensarla posando sus dedos sobre su caperuza e imprimiendo una señal en forma de anteojos, que según la creencia popular, asusta a sus enemigos. Una variante narra que Buda mientras meditaba y para que no fuera perturbado, una cobra lo cubrió del sol desde un árbol. En agradecimiento, el elevado ser le tocó la cabeza al reptil para que tuviera una especie de ojo mágico con el cual divisase a las aves de rapiña que le pudiesen atacar. Ese ojo es la mancha que presenta en la parte superior de la cabeza.

LAS SERPIENTES Y LA MEDICINA POPULAR

Compañera de los curanderos y de las brujas, la serpiente ha estado asociada siempre a la ciencia del conocimiento del bien y del mal y a la salud. Las esencias vitales contenidas en su cuerpo han sido consideradas una fuente inagotable de remedios soberanos para la medicina tradicional en toda clase de enfermedades y de afecciones patológicas. Las serpientes pagan su condición de animal mágico, pues, según el vulgo dicen que no hay dolor que un bálsamo de serpiente no cure.

La carne de víbora gozaba de renombre universal, como fortificante y remedio preventivo de la peste en la antigüedad y en tiempos relativamente modernos. Desde la época de Mitrídates constituyó un importante ingrediente en muchos compuestos medicinales, y el caldo y la grasa de víbora, así como su vino con pan se empleaban todavía en algunas regiones de Europa, mientras que en el siglo XVII se incluían pedazos de víbora en la farmacopea de Londres. Se cuenta que Antonio Musa, médico de Octavio César, fue uno de los primeros facultativos que recomendaron el uso de la carne de víbora en medicina, y en la época de Galeno se consideraba ésta un nutritivo régimen para ciertas enfermedades consuntivas.

Charas, famoso farmacéutico francés, escribió un tratado sobre el uso medicinal de las víboras en el año 1669. En él se asegura que comiendo la cabeza de una víbora asada se curaba su mordedura, y si se colgaba ésta del cuello se curaba con ello las anginas. Afirmaba que la piel de esta culebra, arrollada al muslo derecho de una mujer era un valioso medicamento aplicado para la gota y los tumores.

En 1724, Quincy, al ensalzar las virtudes de las víboras, dice: “Restauran ellas la libre transpiración y vuelven el cutis suave y hermoso, mientras que son un excelente remedio para la sarna, la lepra y las más malignas erupciones de la piel”. El vino de víboras era un popular tónico en el siglo XVIII, y se creía que curaba la esterilidad.

Posteriormente se extendió la creencia de que ciertos órganos de animales beneficiarían a similares órganos en el hombre. De este modo la aplicación de una culebra muerta a la mordedura inflingida por otra viva neutralizaría el efecto de la ponzoña, y esto condujo a creer que la carne de culebra curaba las enfermedades. Así la carne de víbora fue empleada como remedio para la gota, los cálculos, la lepra, el escorbuto y la tisis, hasta el siglo XVIII.

En Puerto Rico todavía existe la creencia de que la manteca de boa (Epicrates inornatus) tiene efectos curativos y es de especial ayuda para la artritis. Éste es el motivo por el que algunas personas las capturan, las abren y luego extraen la manteca para usos personales o para la venta.

También se cree que la carne de la serpiente cascabel tiene efectos curativos milagrosos sobre algunas enfermedades como el cáncer. En algunos lugares del sur de México se recomiendan para ése y otros males cápsulas de carne macerada del mismo reptil.

La antigua piel de las culebras abandonada durante la muda que fueron recolectadas por los campesinos de toda España, y guardadas en bolsitas de lienzo, constituyeron la base de un sinfín de remedios medicinales y de prácticas mágico religiosas (4). Fraile Gil recoge algunos testimonios de la Comunidad de Madrid donde se reflejan las más variadas virtudes de la aplicación de los trozos de piel desprendida tanto para los humanos como para los animales. A modo de ejemplo, el resto de la piel mudada atada como una diadema alrededor de la cabeza, liberaba a su portador de jaquecas y dolores. En el caso de los animales, se aplicaba troceada y revueltas en la comida, para evitar el celo de las cerdas.

Las propiedades medicinales atribuidas a varias partes u órganos de las serpientes, no tiene un fundamento racional, y sus supuestas virtudes curativas se basan principalmente en legendarias supersticiones. Algunos autores creen que el uso del animal o de sus órganos tuvo su origen en el totemismo, creencia en virtud de la cual una tribu se considera descendiente de un animal escogido y atribuye a él la continuidad de su existencia. Se ha hallado que casi todos los remedios utilizados tenían su origen en la magia y la religión.

En algunas partes del mundo la serpiente es solamente comida. Las pitones son un plato caro en África. Las serpientes de agua son un manjar exquisito en Japón y la cobra se come frita en Tailandia. Lo más probable es que las serpientes hayan formado parte de la dieta del hombre durante varias centurias. Son fáciles de cazar y al comerlas se satisface la creencia primitiva de que al consumir un animal conseguimos poseer sus cualidades.

Vilipendiadas en muchas ocasiones, divinizadas en otras, las serpientes han sido víctimas de la adversidad por parte de los humanos y han estado sometidas a un infame proceso desde los tiempos bíblicos en que fueron condenadas no sólo a arrastrarse, sino a ser perseguidas y exterminadas sin ningún miramiento. Fragmentos de estelas pertenecientes a las más antiguas civilizaciones, nos muestran que el hombre primitivo las temía y las veneraba. Los poderes que el hombre les atribuía las elevaron al más alto rango entre las divinidades. Pero la imagen de las serpientes está cambiando, en vez de exterminarlas y dejarnos seducir por los viejos mitos y tabúes que ponen en peligro la supervivencia de estos apasionantes animales, debemos protegerlas, pues, desempeñan un papel fundamental dentro de los ecosistemas contribuyendo a mantener el equilibrio de las poblaciones de roedores, y por ende son fuente de belleza e inspiración.

Muchos mitos y leyendas han contribuido a la destrucción irresponsable de muchos ofidios al atribuirles cualidades medicinales o dañinas que no poseen, además de la grave alteración de su entorno por el hombre. Para muchas personas, las serpientes son criaturas poco atractivas, y en muchos casos las califican de repugnantes, sin embargo estos vertebrados han formado parte de nuestras tradiciones y cultura a través de los siglos.

Las creencias que anteriormente quedaron reseñadas para épocas pretéritas tienen una perfecta continuidad transmitidas por vía oral a través de generaciones y que son difíciles de extirpar de la mente de las gentes, pues el peso de la tradición es muy fuerte. En nuestra cultura, de tradición judeo- cristiana, se las ha asociado con siniestros poderes malignos y en la mirada fría de una culebra parecen sublimarse la astucia y la maldad.

El hombre siempre ha tenido aversión a las serpientes, en parte por un temor reverencial mezclado con una cierta fascinación. Pero la protagonista de este trabajo se merece un bello final: un ser humilde que de arrastrarse por la tierra húmeda en época prehistórica subió a la frente de los reyes y de los dioses egipcios.

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NOTAS

(1) Entre las teorías que tratan de explicar el secreto de los encantadores de serpientes, unas afirman que el encantador obliga a morder a la serpiente diariamente pedazos de fieltro o de cualquier material blando para que expulse el veneno que contienen sus glándulas. De esta forma, una mordedura imprevista de serpiente no sería de gravedad, dada la escasa cantidad de veneno que tendría la serpiente. Otra sugiere que el dominio del encantador sobre la cobra reside en una pequeña ramita que se coloca en la corva de manera que pase desapercibida por los espectadores, pero no para la serpiente, ya que su olor le desagrada y trata de evitarlo. Podemos concluir que no hay nada de mágico ni de sobrenatural en la labor de los encantadores: sólo valor, habilidad, un profundo conocimiento de los hábitos de las serpientes y una tradición milenaria celosamente conservada de generación en generación. Ya entre los israelitas había encantadores de serpientes (Sal 58,55; Jer 8,17; Ecl. 10,11; Eclo 12,13 y Sant 3,71), como hay todavía en Marruecos, Egipto y la India.

(2) En otras versiones cuando los niños de pecho pierden peso y languidecen a pesar de chupar con ganas de la teta, se considera que es debido a la avidez de las culebras por la leche humana que por la noche cuando la madre duerme se introducen sigilosamente por una ventana atraídos por el suave aroma de la madre lactante y guíadas por dicho aroma se enrollan sobre la teta de la madre y con mucho cuidado consiguen vaciar todo el contenido de la glándula sin que la madre, plácidamente dormida, se percate de ello. Witkwoski relata una variante más espeluznante en la que la culebra metía la cola en la boca del recién nacido cuando éste dormía tras haber mamado, y haciéndole vomitar se tomaba la leche arrojada por el niño.

Hasta tal grado se aceptó dicha creencia por parte de las gentes del siglo pasado que llegó incluso a publicarse como cierta (El Heraldo de Madrid, 28/08/1896) y el escritor gallego Fernández Flórez la inmortalizó en su libro El bosque animado.

En el noroeste argentino persiste el mito, con el agregado que mientras la culebra mama le mete la punta de la cola en la boca del bebé para que no llore, de allí derivó una superstición entre las mujeres muy difundida que cuando escuchan la palabra culebra o víbora, se tocan la mama izquierda.

(3) En el folklore alicantino se recoge la idea de que los que toman leche de culebra adquieren capacidades especiales de inteligencia y presciencia. Este hecho es narrado por el poeta griego Píndaro, en su Olimpica VI, tercera tríada donde Yamo es abandonado por su madre nada más nacer. “De sus entrañas, entre amorosos/dolores de parto, Lamo/al punto la luz del vino, con amargura/lo abandonó en el suelo y dos serpientes/ de ojos verdosos, por divina decisión/ lo criaron solícitos con el inocuo/ veneno de las abejas”. La intervención de la serpiente en la alimentación de Yamo, le otorga, además de la salvación, el don de la profecía… Un relato procedente de Eliano nos cuenta que entre el pueblo de los psilos, un individuo que sospechaba de adulterio de su mujer, sometió a una prueba al hijo que acababa de nacer de ella, metiéndolo en una urna llena de serpientes cerastes, los reptiles se mostraron amenazantes hasta que la criatura los tocó. Como los animales se tranquilizaron, el hombre dedujo que el hijo era legítimo. Protección, don de la profecía, confirmación de la legitimidad son, pues, los beneficios obtenidos de la intervención de este animal (4) Blasco Ibáñez recrea estas prácticas mágico-religiosas en La bodega, de ambiente rural andaluz al hablar de los yegüeros y boyeros: “…buscaban las pieles viejas de culebra, abandonadas entre los guijarros al cambiar de envoltura el reptil, y festoneaban los caños de las fuentes con estos pellejos oscuros atribuyendo a su ofrenda influencias misteriosas”.

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SERPIENTES: NI DIOSES NI DEMONIOS

CHARRO GORGOJO, Manuel Angel

Publicado en el año 2004 en la Revista de Folklore número 283.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz