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De un tiempo a esta parte parece que algunos conocimientos que han llegado a nuestros días gracias a la transmisión verbal, comienzan a ser considerados por archivos y museos como material inventariable. Esto supone, afortunadamente, una oportunidad espléndida para revisar conceptos o teorías acerca de dichos conocimientos y su forma de comunicarlos, ya que las circunstancias en que se había producido hasta ahora la entrega y valoración de toda esa sabiduría complementaria e intangible, han variado considerablemente durante el último siglo. Se impone, pues, un planteamiento riguroso de la cuestión que tendría que comenzar por un análisis de la naturaleza de aquello que se quiere estudiar. Podría decirse que la mayor parte de los conocimientos a que nos referimos son expresiones verbales, complementarias de una cultura patrimonial almacenada por el individuo a lo largo de períodos de tiempo dilatados; esa complementariedad viene dada por la posibilidad de que tales expresiones le ayuden a comprender mejor o contextualizar aquellos conocimientos.
Hoy día parece que hay una tendencia a hacer uso de esa cultura patrimonial verbalizada y tradicionalizada para complementar el estudio de la historia, para ayudarse en los trabajos de sociología o antropología o para sustentar teorías lingüísticas o filológicas. Se ha encontrado, haciendo uso de las versiones facsimilares grabadas directamente de la boca de los especialistas y almacenadas en diferentes soportes más o menos duraderos, la posibilidad de convertir ese material inerte en fuente de estudio y comparación, de ahí la importancia que se da actualmente a la recuperación de grabaciones históricas.