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–¿Que piensas hacer?– le preguntó Iturrioz.
–¡Yo! Probablemente tendré que ir a un pueblo de médico! […]
Unos días después nombraban a Hurtado médico titular de Alcolea del Campo.
Era éste un pueblo del centro de España, colocado en esa zona intermedia donde acaba Castilla y comienza Andalucía”.
(Pío Baroja, El árbol de la ciencia)
Pocas localidades quedaban ya por recorrer para terminar la encuesta –cuyos resultados van a configurar el Romancero de la provincia de Huelva que el Área de Literatura Oral de la Fundación Machado va a editar próximamente–, entre ellas estaba la pequeña población de La Nava. Así que el traslado de mi hermano Miguel como médico a esta zona onubense, y la posibilidad de hospedarnos en su casa fue la feliz coincidencia para no retardar más el rastreo de la tradición oral de esta población que nos permitiría cerrar el mapa romancístico de la provincia de Huelva.
Las jornadas discurrían durante el mes de junio de 2001, en los primeros días del agradable verano que empezaba a enseñorearse de la Sierra de Aracena, en las riberas del Múrtiga, de tardes frescas y noches incluso frías.
La Nava se alza entre dos antiguas vías romanas que cruzaban las cercanías de este pueblo cuyos mínimos restos aún sobreviven, calzadas que iban de Ayamonte a Mérida, de Mérida a Itálica. Tras el período musulmán perteneció, conquistada por Sancho II, a la corona lusitana, hasta que por el Tratado de Badajoz, Alfonso X trocó el Algarve portugués por las fortalezas de Aracena y Aroche, repoblando la zona con astures y leoneses. Vivió La Nava momentos de bonanza económica a lo largo del siglo XVIII llegando a ser importante nudo comercial entre las tierras sevillanas y extremeñas, y el reino de Portugal. La explotación minera y la inauguración del ferrocarril Huelva–Zafra marcarán el auge económico del período decimonónico en el que el carbón extraído de sus explotaciones mineras se bastaba para atender las demandas de carbón de esta línea férrea, antes de sumirse en la crisis que la despobló a lo largo del siglo XX.
Nuestra primera entrevista la mantuvimos con Aurelio Domínguez, que había nacido hacía 72 años en el cercano pueblo de Valdelarco; a pesar de sus serios problemas pulmonares, la botella de oxígeno como testigo de nuestra charla, Aurelio rememoró con buen humor su repertorio de poesía tradicional mientras su mujer trajinaba en la casa a la vez que ayudaba a Aurelio a refrescar su memoria desde el pozo hondo de sus recuerdos.
No había olvidado nuestro informante, las hermosas fiestas de quintos en su pueblo natal: “una semana los mozos y sus amigos conviviendo solos en una vivienda”, que marcaban con estos festejos el ritual de paso de la pubertad a la edad adulta. La quinta o el sorteo de los mozos ha constituido uno de los ritos de paso de la juventud a la madurez. A la vuelta, el soldado licenciado normalmente iba derecho al matrimonio, a la creación de una nueva familia. "Volvió de la mili para casarse" era una frase tópica y habitual. La "mili" suponía una primera separación de la familia y también de la novia. En muchos casos suponía una prueba para el noviazgo: el tiempo y la distancia dirían si aquello iba en serio o no, si los novios se guardaban lealtad y fidelidad durante la forzada ausencia.
El abanico temático de las coplas que nos entonó Aurelio va desde las alusiones al enemigo en la guerra, al “moro” y a las plazas fuertes del norte de África (Melilla, Tetuán) y al famoso monte Gurugú, todo ello en medio del escenario que proporcionaba la guerra colonial de Marruecos.
Todos le temen al moro (1)
como si en El moro hubiera
un torito de Miura
que a los hombres se comiera.
Las campanas de Melilla
las fundieron pa cañones,
para matar tós los moros
los soldados españoles.
Si te toca te jodes
que te tienes que ir
a luchar con los moros
al frente de Madrid.
Si te toca te jodes
que te tienes que ir
a luchar con los rojos
al frente de Madrid.
La quinta del 41
se sortea en Juan Lucas
y le tienen preparado
un biberón y una chupa.
O las referencias al dolor de la madre ante la inmediata ausencia del futuro soldado:
No llores tú, madre mía,
que mi madre no eres tú,
que mi madre es la bandera
de la sierra el Gurugú.
Sorprende la gran cantidad de coplas de quintos que recordaba Aurelio que agotan el espectro temático de las canciones de soldados: el adiós a la amada, el regocijo del veterano, la resignación, la protesta, el humor, la chocarrería; sin olvidar el elogio de la patria chica, el orgullo del quinto por sus raíces, dando al aire el triunfo de su lugar de nacimiento sobre los otros. Coplas que en muchos casos se entonaban en las rondas bajo las frías noches serranas. Cantos de quintos en los que se alterna el "yo lírico" distintos personajes: el recluta, los quintos como colectivo, la doncella, la tercera persona objetiva:
Los quintos de Valdelarco
cuando van a Jabuguillo
se dicen unos a otros
mi novia tiene un chiquillo.
En La Nava hace tiempo que ya no se celebran los quintos. Es de suponer que la tendencia social que se advierte hacia un ejército profesional suprima pronto el recuerdo mismo de estas canciones que, sin embargo, aún quedan muy frescas en la memoria de nuestros informantes actuales, que sí fueron reclutas y vivieron sorteos y ocasionales lejanos destinos: Cuba, Marruecos, Sahara. Entre sonrisas nos contaba Aurelio: “Los quintos comíamos y dormíamos allí donde lo celebrábamos. Se hacía una caldereta y los quintos éramos dieciséis pero comiendo había doscientos… Los quintos se celebraban más que el patrón”.
Tras las coplas de quintos, Aurelio recuperó el ámbito de sus noches de ronda en Valdelarco –de empinadas cuestas y horizontes sorprendentes –, de ventana en ventana pretendiendo a las mozas en la clara noche serrana: Por esta calle me voy, por la otra doy la vuelta, la niña que a mí me quiera que tenga la puerta abierta.
Por esta calle me voy,
por la otra doy la vuelta,
la niña que a mí me quiera
que tenga la puerta abierta.
En esta calle vivía
la que a mí me despreció.
Mira si el mundo da vueltas
que ahora la desprecio yo.
A tu madre le meto
el as de copas,
a tu padre, el caballo
y a ti la sota.
A tu madre le llaman
troncón de encina,
a tu padre, bellota
y a ti cochina.
Tiene mi novia un bichito
más negrito que una mora
y por falta de alimento
gotitas de sangre llora.
Asómate a esa ventana,
cara de sardina frita,
que cada vez que te veo
me se revuelven las tripas.
Dicen que te has alabado
que me cerraste la puerta,
yo también me alabaré
que me revolqué en tus tetas,
en tu barriga bailé
y te toqué la pandereta.
Del toronjil que cuelga
de tu ventana,
niña, que voy de ronda
dame una rama.
Una teja te quito
y otra te pongo,
para que sepas, niña,
que soy tu novio.
No sólo fue capaz de revivir, a pesar del efecto destructor del paso del tiempo, rondas y quintos, sino que a su presente acudieron algunos romances tradicionales –romances procedentes de la tradición antigua, algunos publicados en los grandes cancioneros de los Siglos de Oro– como el de Don Bueso: la historia del caballero que regresa sin suerte tras buscar a su hermana, y cuando la encuentra en una feliz anagnórisis, sus sentidos lo extravían y la confunde con una futura esposa sin que sus lazos de sangre la delaten en un principio. Esta versión de La Nava no tiene rasgos especiales y responde al patrón de las versiones “vulgatas” meridionales.
En el de Don Bueso, cuyas versiones se encuentran en toda la geografía del romancero, los transmisores del romance disfrutan con la ignorancia en la que los protagonistas se mueven bajo la confusión de su propia identidad, primero guerrero y mujer enemiga, extraña; más tarde, conquistador y cautiva rescatada, enamorado y enamorada, por último, encontrarán su verdadera identidad. Menéndez Pidal considera que su conservación entre los judíos de Oriente y Marruecos prueban su antigüedad, a pesar de que ninguno de los editores áureos parece que lo editara. Para el maestro podría derivar de la balada paneuropea de Kudrun. La temática germánica se adaptó al entorno andaluz –cristiana cautivada por los moros– y quizás deba su éxito a su estructura narrativa arquetípica: cautiverio, sufrimiento, rescate, regreso a la tierra y reconocimiento (2).
Pedro M. Piñero, en su acercamiento al Romancero en Andalucía, lo clasifica entre los romances novelescos sobre la reafirmación de la familia, y dice de él que es un romance que “ha perdido toda dimensión épico–heroica de los textos del pasado para adquirir otra preferida por la tradición moderna: la dimensión lírico –novelesca. Se ha prescindido de los elementos heroicos que le daban el aire del poema medieval y de las baladas que de él se derivaron (reyes, ejércitos, naves, batallas, asaltos, castillos, etc.), quedando el relato reducido a una mera de conflictos personales” (3).
DON BUESO
Al salir de los torneos
pasé por la morería
y vi a una mora lavando
lavando en el agua fría:
–Retírate, mora bella,
retírate, mora linda,
que va a beber mi caballo
agua pura cristalina.
5 –No soy mora, que soy bella,
que soy de la España nacida,
los moros me cautivaron,
día de Pascua Florida.
Los moros me cautivaron
diecisiete años tenía:
–Si quiere venir a España,
aquí en mi caballo iría.
–¿Y mi ropa caballero,
a quién se la dejaría?
10 –La mejor, se recogiera,
la peor se tiraría.
–¿Y mi honra, caballero,
a quién se la dejaría?
–Por la espada te lo juro
que en mi pecho va ceñida
que no te he de dar palabra
hasta llegar los montes Hungría.–
15 Al llegar los montes de Umbría
la mora que suspiraba:
–¿Qué suspiras, mora bella?
¿Qué suspiras, mora linda?
–Que mi padre y mi hermano don Alejo
a cazar los montes venía
–Abra mi padre la puerta,
ventanas y celosías
20 que en vez de traer una mora
traigo una hermanita mía–.
Le echó los brazos al cuello:
–Hija mía de mi alma, hija mía de mi vida.
Los ojos me se han secado
de llorar de noche y día.
Aún intentó Aurelio recobrar otros romances, de todos los que debió conocer en sus años mozos. Pero sólo pudo añadir a su versión de Don Bueso, una versión trunca del romance que nos relata los amores del paje Eginardo y la infanta. Romance, quizás el más difundido de todo el romancero hispánico, y que figuraba ya en la Tercera Silva y que Durán editó, en 1849, en su Romancero General.
GERINELDO
Gerineldo, Gerineldo,
mi camarero pulido
………
Levántate, Gerineldo,
mira que semos cogido
que la espada de mi padre
está sirviendo de testigo.
–Gerineldo, Gerineldo,
tú con la infanta has dormido.
No te mato, Gerineldo,
porque te crié desde niño.
A la princesa no mato
porque mi reino será perdido.
Tras dejar a Aurelio, entrevistamos a José González Moreiras, que había nacido en La Nava hacía 70 años. Rememoró para nosotros algunas de las canciones de ronda (4) con las que cortejó a las mozas en sus años juveniles:
Una ronda vengo a echarte
pero no traigo guitarra,
pa la moza que tú eres
sobra con esta chengarra.
Y tras las canciones de ronda, nos regaló una hermosa versión de Los mandamientos de amor, un tema romancístico, épico–lírico que, como sabemos, ya era recogido en la edición de 1511 del Cancionero General de Hernando del Castillo, en una versión de Juan Rodríguez del Padrón, y que no es muy frecuente que se recoja en los trabajos de campo recientes que hemos desarrollado en la provincia de Huelva:
El primer mandamiento
si mirays como dirá
cuanto bien que vos será
de mi poco sentimiento.
Un romance que por sus características estilísticas guarda relación con Los primos romeros, La baraja o Los sacramentos de amor, y que está muy ligado a las antiguas celebraciones primaverales de marzas y mayos. De marzo a San Pedro y San Pablo –29 de junio– alrededor del árbol de mayo, y de la elección de la maya, se sucedían cantos y celebraciones que desde su origen pagano terminaron entecruzándose con el culto católico al sagrado madero –las cruces de mayo–. Festejos que aún revisten enorme fuerza en el Andévalo onubense, sin olvidar que la fiesta del Pino tan extendida en distintas comarcas de la provincia de Huelva guarda evidentes concomitancias con los cultos ancestrales al árbol de mayo:
Por un árbol que perdimos.
Y por otro nos salvamos,
éste que hoy adoramos,
es otro árbol mejor (5).
En una vuelta a lo divino a la inversa, las estructuras de los mandamientos de la ley divina se usan para expresar las obligaciones de la ley amorosa, emparentándola con la sumisión casi divina a la dama de la lírica provenzal. Los mandamientos de amor son desde el punto de vista del estudio del ciclo festivo hispánico, un mayo, esto es, una de las canciones, una canción seriada del tipo enumerativo, en este caso, que se articula en una secuencia de estrofas de estructura y formulística repetitivas, ordenadas y a veces numeradas –el primer mandamiento, el segundo, el tercero…– como lo son también Los Sacramentos de amor, El reloj de los enamorados o Los sentidos corporales que tiempo atrás se entonaban alrededor de este árbol sagrado.
LOS MANDAMIENTOS DE AMOR (6)
Los diez mandamientos santos
te vengo a cantar, paloma,
por ver si me das el sí
pues te traigo en la memoria.
Sobre el primer mandamiento,
la primer cosa es amar,
te tengo en el pensamiento
que no te puedo olvidar.
5 El segundo es no jurar,
que yo he jurado querer
más que a mi bien,
que es mi querido y mi amado.
El tercero es oír misa,
no la oigo como debo,
porque estoy pensando en ti,
hermosísimo lucero.
El cuarto, honrar padre y madre,
yo el respeto le perdí,
10 en público y en secreto,
sólo por quererte a ti,
El quinto es no matar,
pues ha nadie he muerto yo
que soy el muerto, señora,
y también quien lo mató.
……… (7) (8)
El séptimo es no hurtar,
pues yo no he robado a nadie,
sólo robaría a esta niña
si no me la da su madre.
15 El octavo no levantar,
falso testimonio a nadie
como a mí me lo levantan,
varias gentes de esta calle.
……… (9)
El décimo no codiciar,
yo siempre estoy codiciando
cuando llegará el día
que nos unan tiernos lazos.
Los diez mandamientos santos
sólo se cierran en dos
20 en quererte y que me quieras
y en seguir y amar a Dios.
El repertorio meridional, y por tanto, el onubense, no sólo atesora textos líricos y romances tradicionales, sino que otros textos menos tradicionales, y más urgidos por la necesidad de narrar oralmente sucesos truculentos: asesinatos, violaciones, incestos, etc., se recogen todavía en esta comarca de la Sierra de Aracena.
Nuestro segundo informante, José González de 70 años, nos narró la triste historia de una joven que asesina a su novio tras quedar embarazada y ser abandonada por éste:
“SE TRATA DE UN MATRIMONIO”
Se trata de un matrimonio
de profesión regular
de una hija y un hijo
de hermosura sin igual.
La tal Isabel se llamaba
con veinte años de edad
y un mocito la rondaba
con mucho amor y ansiedad.
5 Al enterarse su padre
con cariño paternal
le dice: –Debes dejar a ese hombre
es un canalla sinvergüenza
y si de él no te apartas
mu mala suerte te espera.–
Isabel no hizo caso
del consejo de su padre
y al poco tiempo
se comprendió que era madre.
10 Al ver su honra perdida
se fue en busca del novio
pa contarle lo que había.
El novio era un tunela
le dice de esta manera:
–Arréglate como puedas
que yo no pienso casarme.
Además también te digo
que te tengo olvidada.–
15 Isabel no contestó
y se marchó a su casa,
cogiendo una pistola
que su hermano tenía.
Se marchó en busca del novio
para pagar su ignomía.
Trabajando en una sierra
su amante se encontraba,
cuando llegó Isabel,
nerviosa y sobresaltada.
20 Dos tiros le disparó
y el mozo cayó por tierra
dando gritos de dolor.
Al ver su amante tendido
dijo con serenidad:
–Tú te vas pa el otro mundo
y yo te voy a acompañar.–
En las ropas de Isabel
encontraron una carta,
25 la cual contenía estas palabras:
–Con Dios, mi padre y mi madre,
y con Dios toda la familia
que del mundo se despide
vuestra desgraciada hija.
Por ser una mala hija
y no cumplir sus promesas
he llegado a este extremo
pero lo hecho no hay remedio.–
30 Aquí termina la historia
de una valiente mujer
que antes de verse perdida
quiso vengar su querer.
En los pliegos de cordel se editaban composiciones truculentas y novelescas, de estilo entera- mente distinto del tradicional, que cantaban los ciegos que transitaban de pueblo en pueblo y que después eran vendidas en pliegos o cuadernillos.
La temática de estos romances giraba alrededor de los crímenes y sucesos célebres, hazañas de bandoleros y rufianes, aunque también vidas de santos y apariciones milagrosas. Tradicionalmente preteridos y despreciados, los romances de ciego han sido objeto de estudio y revisión por eruditos como Julio Caro Baroja o Joaquín Marco. Pero, en cualquier caso, debe recordarse que no deben confundirse con los romances tradicionales y populares. Así, en el XIX, el ilustre colector de romances Agustín Durán decía de ellos que eran “…cenagal de corrupción, de falsa ciencia y de fe extraviada, sirvió de materia a los romances que los ciegos empezaron a propagar desde mediados del siglo XVII, y que simpatizan tanto con el vulgo alucinado, que constituye su catecismo, su encanto, sus delicias, y puede decirse que hasta su único modelo ideal y su verdadero retrato…” (10).
EL CRIMEN DE DON BENITO (11) I
Inés María tenía
unos ojos tan bonitos
que estaba enamorado
el pueblo Don Benito.
Se clavan en la pared
a ver si alguna vecina
la quería socorrer.
¡Qué vecinas tan infames!
¡Qué vecinas tan ingratas!
5 Que no quisieron oír
los gritos de Inés María.
………
Las hijas de Castejón
ya no salen a la calle
porque están avergonzadas
del criminal de su padre.
Nadie mejor que un médico, tan cercanos a la vida de las personas, para servir de introductor ante los posibles informantes, que se mostraron siempre amables y deseosos de colaborar en esta encuesta de La Nava, tan parca, aparentemente, en número de versiones, pero rica en resultados, porque refleja las características fundamentales de toda la lírica y el romancero tradicionales recogidos en las distintas comarcas onubenses, desde que iniciamos, ya hace algún tiempo, las tareas que nos han conducido a la próxima edición del Romancero de la provincia de Huelva.
Nos despedimos de La Nava (Huelva), en la espera de futuras visitas para profundizar en su patrimonio de literatura oral, pero los textos que recogimos son lo suficientemente significativos para pergeñar el retrato de la tradición oral en La Nava en el paso del siglo XX al siglo XXI, y por extensión aproximativa a la provincia de Huelva. Las versiones grabadas nos permiten responder a la pregunta de cuáles son los rasgos que caracteriza a la literatura oral en esta comarca onubense en los umbrales del siglo XXI, y la respuesta es que el corpus de literatura tradicional está integrado por romances tradicionales cuyas primeras versiones pueden datarse en los Siglos de Oro y romances épico líricos como Los mandamientos de amor; junto a los romances tradicionales los romances vulgares, romances de ciego que quedan fuera de la tradicionalidad. Las coplas de rondas y las tonadas de quintos conforman el cancionero lírico más típico de la provincia onubense y como lógica consecuencia el cancionero tradicional de La Nava.
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NOTAS
(1) Cfr.: “Todos le temen a Francia, / como si en la Francia hubiera / algún animal feroz / que los hombres se comiera”, (Lafuente, II, p. 400).
(2) BENMAYOR, Rina: “Oral Narrative and the Comparative Method: The Judeo–Spanish Ballad Chapbooks of Yacob Abrahan Yoná”, RPH, XXXI, 1978, pp. 501–502.
(3) PIÑERO, Pedro M.: ed. Romancero, Madrid, Biblioteca Nueva, 1999, pp. 418–419.
(4) Versión de La Nava (Huelva), p. j. Aracena, com. La Sierra, de José Gonzalez Moreiras (70a). Recogida por Antonio José Pérez en julio de 2002. Música registrada.
(5) GARRIDO, M.: “La fuente y el llano. Almonaster la Real (Huelva)”, Revista de Folklore, nº 129 (1991), p. 82.
(6) Versión de La Nava (Huelva), p.j. Aracena, com. La Sierra, de José González Moreiras (70a). Recogida por Antonio José Pérez en julio de 2002.
(7) “En el sesto no he deseado / mujer en toda mi vida// ahora te deseo a ti, / adorada prenda mía” leemos en la versión que publicó José Manuel Fraile.
(8) Cfr.” El sexto, no fornicar; / yo a naide he fornicado; // si alguna cosa he comido, / eso es porque me lo has dado // […]// Noveno, no desear, / eso es por vida mía; // que yo te deseo a ti / como el pan de cada día”. (PEDROSA, José Manuel: Cancionero de las montañas de Liébana (Cantabria), Santander, Centro de Documentación Etnográfica sobre Cantabria, 1999, p. 123.
(9) Cfr. “En el noveno no desear, / yo no vivo deseando, // sólo lo que veo deseo / es un matrimonio santo”. Versión de Hinojales (Huelva) de Severo Romero (48a). Recogida por Antonio Jesús Romero en 1993. Archivo Fundación Machado.
Ya Demófilo publicó en El Folklore Andaluz otra versión onubense de Los mandamientos de amor, recogida en El Cerro del Andévalo; en ella leemos: “Noveno, no he deseado / mujer en toda mi vida// y ahora te deseo a ti, / prenda del alma querida” (El Folklore Andaluz, ed. De José Blas Vega y Eugenio Cobo, Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla–Editorial Tres-Catorce-Diecisiete, 1981, p. 36).
(10) CARO BAROJA, Julio: Ensayo sobre la literatura de cordel, pp. 27–30.
(11) Versión de La Nava (Huelva), p. j. Aracena, com. La Sierra, de José González Moreiras (70a). Recogida por Antonio José Pérez en julio de 2002.
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BIBLIOGRAFIA
BENMAYOR, Rina: “Oral Narrative and the Comparative Method: The Judeo–Spanish Ballad Chapbooks of Yacob Abrahan Yoná”, RPH, XXXI, 1978, pp. 501–502.
CARO BAROJA, Julio: “Ensayo sobre la literatura de cordel”, Madrid, Revista de Occidente, 1969.
GARRIDO PALACIOS, Manuel: “La fuente y el llano. Almonaster la Real (Huelva)”, Revista de Folklore, nº 129 (1991), pp. 82–84.
MACHADO Y ÁLVAREZ, Antonio, Demófilo: El Folklore Andaluz, ed. De José Blas Vega y Eugenio Cobo, Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla–Editorial Tres-Catorce-Diecisiete, 1981.
PIÑERO, Pedro M.: ed. Romancero, Madrid, Biblioteca Nueva, 1999.