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La bibliografía folklorístico musical española realizada o publicada fuera de nuestras fronteras durante la centuria decimonónica ha sido ignorada y olvidada por quienes han recopilado todo cuanto se ha hecho en nuestro país, que no es poco. Este repertorio europeo no es abundante, pero su conocimiento nos es imprescindible, puesto que así sabremos qué imagen han dado nuestros vecinos, viajeros infatigables, del folklore español, qué han pensado de nuestras manifestaciones populares musicales, y cómo las han trabajado. El desconocimiento de estas fuentes extranjeras ha sido motivado principalmente por la rareza de este tipo de publicaciones, que en la mayor parte de los casos han aparecido en colecciones de bibliófilos y en tiradas limitadísimas de ejemplares. Aparte, la presencia de este tipo de trabajos en nuestras bibliotecas, públicas y privadas, es puramente ocasional.
Este trabajo lo consagraremos a la obra que Achille Fouquier dedicó al estudio acerca del folklore español, no sin antes repasar una serie de interesantes publicaciones relacionadas con nuestra materia, la mayor parte de las cuáles han sido obviadas por los musicólogos españoles. Sus Chants populaires espagnols, quatrains et séguidilles, avec accompagnemet pour piano fueron publicados en París en 1882, por la imprenta de Jouaust. El volumen, dedicado a la baronesa de Bellera, apareció acompañado de cuatro bellos grabados alusivos a nuestro folklore, obra de Santiago Arcos. El hecho de que el libro apareciese en una colección de bibliófilos condicionó que pasase con el correr del tiempo completamente desapercibido por los investigadores.
Una de las primeras referencias al folklore español editadas en Europa la encontramos en unas colecciones de piezas de aires españoles con acompañamiento de guitarra o piano. Su autor, Narcisse Paz, fue un ferviente divulgador de la música española en los ambientes acomodados de la capital francesa. Sus cuadernos, que gozaron de una gran aceptación entre los aficionados, no son propiamente compilaciones de música popular, ya que en su mayor parte contienen piezas de autores conocidos inspiradas en nuestro folklore. En París publicó cuatro series: Collection des meilleurs airs nationaux espagnols: Boleras et tiranas avec accompagnement de guitarre et de piano ou harpe (Benoist, ca. 1812-13); Deuxième collection d’airs espagnols avec accompagnement de piano et guitarre (Benoist, ca. 1815-17); Trosiéme collection d’airs espagnoles avec accompagnement de piano et guitarre y Les Beaux de Seville. Collection des plus jolis airset boleros nationaux espagnols avec accompanement de piano ou de guitarre (ca. 1845). El éxito de esta serie de publicaciones fue tal que en Londres publicó en 1823 otra colección de estas características titulada: A collection of popular spanish songs, arranged for the guitar with an accompagnement for the piano forte. En esta misma urbe aparecería años más tarde, en 1838, otra obra de semejante configuración, en esta ocasión amenizada con toda una serie de remembranzas románticas. Su autor, Henry Wilkinson, miembro del Real Colegio de Cirujanos y médico militar de la legión británica, incluyó numerosas piezas bañadas de inspiración popular y tituló su obra: Sketches of scenery in the basque provinces of Spain, with a selection of national music, arranged for piano forte and guitar.
La primera obra teórica en la que encontramos datos acerca de nuestras tradiciones musicales populares es un gracioso manual de danza y ballet escrito por M. Blasis, primer bailarín del teatro del rey de Inglaterra y compositor de ballets. La obra, ilustrada con unas graciosas laminitas plegadas que muestran ochenta y cinco posiciones y pasos diferentes en diversos bailes clásicos, y publicada en París por Roret en 1830, lleva por título: Manuel complet de la danse. Comprénant la theorie, la practique et l’histoire de cet art depuis les temps les plus réculés jusqu’a nos jours, à l’usage des amateurs et des profeseurs. La obra está dividida en seis partes, siendo la más interesante para nuestra materia la primera, en la que expone el origen y progreso de la danza, dedicando especial interés a los bailes típicos españoles, como el fandango, el bolero, las seguidillas y el zapateado.
La siguiente aportación folklórico musical extranjera en la que se aborda el estudio de materiales españoles es la obra de Tomás Segarra, “español nativo, profesor de su lengua maternal en el Real Instituto el Maximilianeum y lector de la Universidad de Munique (Baviera)”, donde nos presenta una curiosa y muy interesante recopilación de poesías populares. Su libro titulado Poesías populares, apareció publicado en Leipzig por F. A. Brockhaus en 1862. En las cincuenta y una páginas musicales plegadas que aparecen al final de la obra incluye veintitrés piezas de música escritas ex profeso por F. Rosner, compositor, director de música y profesor de canto y piano.
Como dato curioso para nuestra bibliografía, señalaremos que la recopilación folklórico musical realizada por Eduardo Ocón entre 1854 y 1867 y titulada Cantos españoles, apareció publicada en Leipzig, en 1874 por la editorial alemana Breitkopf & Hartel. La obra apareció en español y en alemán. El hecho de que ésta se publicara en Alemania fue por motivos familiares.
Pero el país que más pasión ha despertado por nuestro patrimonio musical popular es Francia. En 1871 Paul Jean Jacques Lacome publicó en París, en la casa Durand, su obra Échos d’Espagne, chansons & danses populaires, donde hallamos toda una serie de materiales populares como seguidillas, tiranas, habaneras, jotas, etc. El éxito de la obra fue tal que a los pocos años, en 1875, en esta ocasión en la casa Choudens, volvió a lanzar una nueva colección bajo el mismo título, que comprende 24 canciones populares, algunas de ellas procedentes de Lisboa, México y Perú.
La obra de H. Gaidoz y E. Rolland titulada Mélusine, recueil de mythologie, littérature populaire, traditions et usages, publicada en 1878, fue incluso utilizada por Rodríguez Marín en su monumental y clásica obra Cantos populares españoles. La melodía número seis, una nana guipuzcoana de Zarauz, que aparece en la página 363, fue copiada tal cual por el folklorista español.
Otras obras clásicas son las escritas por Gabriella Ferrari y Von H. Schuchard. La primera, profesora de canto, publicó en París en 1880 una serie de melodías españolas que cantaba el marqués de Alta Villa, a las que puso acompañamiento pianístico. La obra, titulada Chansons espagnoles, fue publicada por León Grus. El segundo, autor de Die Cantes Flamencos, impreso en Halle por Druck von E. Karras en 1881, es igualmente obviado por muchos investigadores del flamenco.
Centrándonos en el trabajo de Fouquier, diremos que aparece estructurado en diez capítulos y un apéndice, donde incluye once partituras musicales. Fouquier, que con anterioridad había publicado diversos libros de viajes como, por ejemplo, Hors de Paris: Canal de Suez, le Caire, Jerusalem, Damas; A propos de Chasses: à l’ours et au sanglie; De tout un peu: Caractères, figures, paysages, y Macédonie: En Tunisie, anecdotes de voyages, observations, croquis, pensées, concibe su obra dedicada al folklore español como si de un compendio de impresiones se tratara, acompañándola en todo momento de coplas populares, en español y traducidas al francés, que sirven de ilustración a los temas propuestos. Así es que, no es de extrañar que nos presente constantemente los típicos retratos decimonónicos de escenas de la vida cotidiana del pueblo español. Tras el primer capítulo puramente introductorio, donde el lector ya se puede hacer una idea del libro que tiene entre manos, nos habla de las circunstancias por las que el pueblo español canta y compone coplas. En él hallamos cuartetas y seguidillas, coplas religiosas alusivas a la vida de Jesús y a la Virgen, navideñas y, por último, saetas. El tercer capítulo comienza con comentarios acerca de las procesiones, que son seguidos por una recopilación de coplas sentenciosas y filosóficas, bañadas con relatos acerca de las exigencias de las mujeres, epigramas, tristezas, melancolías y dolores. Mejor coctel explosivo, imposible. En el cuarto capítulo nos describe el genio particular del pueblo español, alaba a nuestras mujeres y nos ofrece toda una serie de tiernas coplas amorosas. En el quinto capítulo continúa con discretas y sentimentales declaraciones de amor, diversas expresiones de amor, discretas e indiscretas, y nos presenta la pasión lúgubre de nuestro país. El siguiente capítulo gira entorno a las penas del corazón, dolor y resignación, reproches amargos y picantes, agitados y tiernos, etc. En el séptimo capítulo nos presenta diversas coplas alusivas a los celos, sabios consejos, lamentos graciosos contra los hombres y las mujeres, y nos habla del amor maternal. En el siguiente incluye reflexiones amenas, alegres y satíricas, infortunios conyugales, fantasías joviales y malignas, regadas de coplas alusivas a los yernos, las suegras, contra los maridos, mujeres y viudos. En el siguiente incluye fanfarronadas, y describe los rasgos característicos de ciertas villas de nuestro país, acompañándolo después de coplas de soldados, de marineros, de toreros, bandidos y ladrones, contrabandistas, bailarines y estudiantes. En el último diserta acerca de las costumbres andaluzas y nos habla de las típicas serenatas.
La música que acompaña la obra la incluye toda al final, indicándonos perfectamente sus fuentes: la Colección de cantos españoles, recogidos, ordenados y arreglados para piano por don Lázaro Núñez-Robres (Madrid, 1867) y una serie de aires andaluces remitidos por Federico de Liñan, “compositeur distingué de Sëville”. Las piezas incluidas en la colección son: Soledad, malagueña, seguidillas murcianas, jota aragonesa, zapateado, canto sevillano, rosario de la aurora, seguidillas sevillanas, canto popular andaluz, peteneras, y malagueña. Las ocho primeras proceden de la colección de Núñez- Robres y no presentan variación alguna con respecto a esta publicación y equivalen a las piezas 3, 5, 18, 20, 24, 25, 29 y 33 de la primera edición. El resto de materiales folklóricos fueron proporcionados al autor por el director y compositor gaditano Federico Liñan. Esta recopilación nos era desconocida hasta la fecha, probablemente porque no llegara nunca a publicarse.
El modo de presentar la música es la habitual que se solía hacer durante toda la época romántica, escritas para poder ser interpretadas en el piano y acompañándolas del texto, por si se prefería ofrecer una versión cantada. Únicamente encontramos una pieza que carece de texto: el zapateado. Mientras que las piezas procedentes de la colección más antigua están escritas en dos pentagramas, las que le facilitó el maestro Liñan están concebidas obligatoriamente con voz, motivo por el que son presentadas en tres pentagramas, con el acompañamiento del piano