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Antes de referirnos a las mujeres que en España llevaron a cabo una importante labor en el campo de los estudios folklóricos, es conveniente recordar que, si en nuestro país existieron en los pasados siglos generaciones de hombres y mujeres interesados y con verdadera vocación por la tradición popular, se debe a los amplios caminos que en estos estudios dejó trazados Antonio Machado y Álvarez (Demófilo) con la fundación en Sevilla, en 1881, de la Sociedad del Folklore Andaluz; y también al protagonismo que en ella dio a la mujer. Esta Sociedad fue creada a imagen y semejanza de la Folklore Society, que Willian Thoms fundó en Londres en 1870, y comenzó su andadura recogiendo y publicando todo lo relacionado con las leyendas y las tradiciones inglesas. La Folklore Society de Londres fue el modelo y guía por el que posteriormente se irían configurando las demás Sociedades del folklore en el resto de Europa y en todo el mundo de habla española.
Por las razones expuestas, creemos necesario hacer una breve semblanza de la vida y la personalidad de Antonio Machado y Álvarez –padre de Antonio y Manuel Machado– al que en justicia se puede considerar como el primer folklorista contemporáneo.
Machado y Álvarez nació en Santiago de Compostela en el año 1846, en cuya Universidad su padre, Antonio Machado Núñez, desempeñaba la Cátedra de Física.
Trasladado muy pronto a Sevilla realiza sus primeros estudios y se licencia en Filosofía y Derecho, comenzando al mismo tiempo su colaboración en periódicos y revistas de la capital, en donde funda el periódico La Juventud.
Acuciado por sus inquietudes culturales Machado viaja, en1868 a Madrid, coincidiendo con el proceso revolucionario que acabaría con el reinado de Isabel II. En la capital de España funda el periódico Un obrero de la civilización.
Será por estos años cuando escribe sus primeros trabajos sobre literatura popular y adopta definitivamente el seudónimo de Demófilo con el significado de “amigo del pueblo”. Sus trabajos verán la luz en la Rev. de Filosofía, Literatura y Ciencias de Sevilla. A esta publicación seguirán otras muchas en las que recoge el saber tradicional que tan vivo estaba en aquella época, reflejado en las leyendas, las costumbres y las tradiciones.
Una serie de acontecimientos familiares van a llenar de felicidad la vida de Machado y Álvarez: en 1873 contrae matrimonio con Ana Ruiz, y en 1874 nace su primogénito Manuel, el que sería escritor, junto con su hermano Antonio, de obras costumbristas como La Lola se va a los Puertos, y Julianillo Valcárcel. También es nombrado administrador de los Duques de Alba en el Palacio de Las Dueñas de Sevilla, a donde se traslada con su familia. Precisamente, allí vio la luz su segundo hijo Antonio, quién inmortalizaría en sus poesías el inolvidable huerto claro del palacio de los Alba en donde madura el limonero, que tan bien supo cantar Juan Manuel Serrat.
Una vez establecido en Sevilla, Demófilo se entrega de lleno a los estudios folklóricos que tanto le apasionaban, colaborando en La Enciclopedia, revista recién fundada, en su sección de literatura popular.
Se acercaba 1881, año clave para la vida del folklorista. En este año tiene lugar un acontecimiento de gran trascendencia para la sistematización y la recogida a niveles nacionales, de las tradiciones populares: la fundación del Folklore Español, “Sociedad para la recopilación y estudio del saber y de las tradiciones del pueblo”. El objetivo y el alcance del pensamiento de Demófilo queda reflejado en las nueve bases que articulan sus principios programáticos. De ellas, seleccionamos por su interés la 1ª y la 2ª donde se pone de manifiesto el amplio abanico de actividades que dicha Sociedad se proponía realizar:
1ª: Esta Sociedad tiene por objeto recoger, compilar y publicar todos los conocimientos de nuestro pueblo en las diversas ramas de la ciencia, medicina, botánica, agricultura, proverbios, cantares, adivinanzas, cuentos, leyendas, tradiciones, fábulas, en suma, todos los elementos constitutivos del genio del saber y del idioma patrios contenidos en la tradición oral y en los monumentos escritos como materiales indispensables para el conocimiento y la reconstrucción científica de la historia y la cultura españolas.
2ª: Esta Sociedad constará de tantos centros cuantas son las regiones que constituyen las nacionalidades españolas, estas regiones son: la castellana, gallega, aragonesa, asturiana, andaluza, extremeña, leonesa, catalana, valenciana, etc. Todos estos miembros del Folklore Español contraerán la obligación de dar cuenta de sus trabajos anuales a todos los centros regionales análogos, a los que remitirán también un ejemplar de todos los libros, periódicos y revistas que publiquen.
La base 3ª trata de la fidelidad que han de observar los recolectores en las transcripciones de los materiales folklóricos. Así continúa Machado exponiendo los principales objetivos en los que se cimentaría la Sociedad del Folklore Español.
La repercusión de esta Sociedad fue tal, que de ella se hicieron eco Francia, Italia, Inglaterra, Alemania, y también América, Cuba, Puerto Rico y Manila. Por lo que respecta a España, se fundaron en otras provincias Sociedades del mismo estilo que la andaluza.
En Extremadura se establece en Fregenal de la Sierra, el 11 de junio de 1882, la Sociedad del Folklore Frexnense bajo la presidencia de Luis Romero de Espinosa, que tendría una brillante trayectoria. Según cuenta el historiador Alejandro Guichot y Sierra en “Noticia Histórica del Folklore”, otros centros fueron haciéndose paulatinamente en toda Extremadura: en 1882 surgen los centros de Bodonal, Segura de León, Burguillos, Higuera Real. En 1883 nacen los de Valverde, Olivenza, Jeréz de los Caballeros, Zafra y Fuente De. Y en 1884 se crean los de Don Benito, Alconera, Medina de las Torres, Almendralejo, Salvatierra, Nogales y Puebla de Sancho Pérez.
En 1883 se funda también la Sociedad del Folklore Castellano, bajo la dirección de Gaspar Núñez de Arce; y al siguiente año, 1884, tiene lugar la creación del Folklore Gallego bajo la presidencia de la ilustre escritora doña Emilia Pardo Bazán.
En 1885 se establece la Sociedad Gaditana del Folklore; a la vez que lo hacía el Folklore Catalán. Entre sus integrantes encontramos, ya en esa fecha tan temprana, a dos mujeres folkloristas recopiladoras de repertorios populares: M.ª Pilar Maspons, que publicó, con el seudónimo de María Bell-lloch en 1875, Narraciones y leyendas catalanas, y en 1883 “Costumbres y Tradiciones del Vallés. Otra folklorista fue Ana de Valladaura que recogió en 1877 las Tradiciones religiosas de Cataluña: la labor de Machado estaba dando sus frutos.
Otro acontecimiento tiene lugar en 1881 en la obra de Demófilo: se publica la Colección de Cantes Flamencos, que el folklorista dedica a la Institución Libre de Enseñanza. Por primera vez en la historia de la música, un estudioso de lo popular se interesa en la recogida sistemática de coplas flamencas tomadas de labios de sus propios creadores e intérprete; no hay que olvidar, que antes hubo interesados que recogieron las coplas y los cantares del pueblo: Lafuente Alcántara (Cancionero Popular, Madrid, 1865) y Segarra; pero es a Machado y Álvarez a quién se puede considerar, con toda justicia, el precursor de esta clase de estudios en España, o lo que es igual, el primer flamencólogo.
En el último tercio del siglo XIX Machado era ya colaborador en numerosos periódicos y revistas de gran tirada: El Globo, El Progreso, El Día, El Liberal, El Imparcial, La Época, y la Revista de España, entre otros. Precisamente en ésta, publica un artículo titulado: Breves indicaciones acerca del significado y alcance del término folklore; trabajo fundamental para conocer su pensamiento acerca del sentido y la interpretación de dicha palabra. Debido a su interés el artículo fue traducido al francés y al inglés.
Simultáneamente a estas colaboraciones, el folklorista empieza a dirigir la Biblioteca de Tradiciones Populares, de la que sólo se llegaron a publicar once ejemplares; en ella se iban recogiendo los materiales que aportaban las diferentes Sociedades regionales recién fundadas. En la Colección llegaron a colaborar las plumas más cualificadas en el campo de la música, las danzas y las costumbres tradicionales. La escritora y folklorista doña Emilia Pardo Bazán y Luis Montoto, colaborador de Machado y socio fundador del Folklore Andaluz, fueron algunos de los que firmaron artículos.
Una de las últimas apariciones que hizo Demófilo en público fue su asistencia al I Congreso Internacional de Tradiciones Populares celebrado en 1888 en París; precisamente, de él partió la idea de crear el Folklore Europeo, adelantándose más de un siglo a la “globalización cultural”.
Machado y Álvarez muere en Sevilla en 1893, en el mismo barrio en donde había nacido su inquebrantable vocación por la vida del pueblo.
Hasta aquí, unos apuntes que pretenden ser un modesto homenaje al padre de los estudios folklóricos en España; hombre de talante liberal y animado por el espíritu que presidió la Institución Libre de Enseñanza, mantuvo siempre estrecha relación con su fundador Francisco Giner de los Ríos. Precisamente ese talante fue el que le inclinaría a dar participación y protagonismo en la Sociedad del Folklore Español a los estudios realizados por mujeres, empezando por su propia madre doña Cipriana Álvarez Durán, a la que podemos considerar una de las precursoras en España, en la recogida sistemática de materiales folklóricos.
Así glosa Demófilo su actividad en el tomo IV de la Biblioteca de Tradiciones Populares (pp. 273- 74): “Inserto a continuación algunos materiales referentes a nombres, sitios y localidades extremeñas, recogidos por mi señora madre, en una temporada de seis meses que pasó en Llerena: tan fructífera fue ésta, que los materiales recogidos durante ella darán para un tomo de esta Biblioteca. Sólo los cuentos pasan de 50, y eso que mi madre limitó sus excursiones foklóricas a la huerta y a varias casas de la Ollería (uno de los barrios de Llerena). Las gentes de estas casas y estas huertas la llamaban y se apresuraban todos a decirle cuanto sabían. Los chiquillos que también le enseñaban juegos y cuentecillos, la bautizaron con el –para mí muy poético– nombre de “la mujer de los cuentos”. Con este testimonio Demófilo da fe de la actividad recopilatoria por Extremadura de su madre.
En la Revista del Folklore Andaluz doña Cipriana también publica dos cuentos recogidos por ella misma en la provincia de Huelva: El barquito de oro, plata y seda, y La sirena.
En 1885 también ven la luz en la Biblioteca de Tradiciones Populares (tomo VI): Juegos infantiles de Extremadura y Cuentos Populares de Extremadura; y otras dos más, recogidas en esta región: Tradiciones del pueblo de La Reina, o Descripción de la huerta llamada de La Higuera, en Llerena; en la que se describen aspectos de la vida y la casa de los hortelanos, sus objetos, adornos, útiles del campo, cocina, alimentos, etc. Doña Cipriana también colaboró activamente en la fundación, en 1885, de la Sociedad del Folklore de Llerena.
SIGLO XIX: PRIMERAS FOLKLORISTAS
Una de las primeras mujeres que brilló con luz propia en los estudios folklóricos fue la escritora Cecilia Bhöl de Faber, más conocida por el seudónimo de Fernán Caballero, con el que se vio obligada a publicar sus obras, debido al ninguneo y el machismo imperante en su época contra las mujeres escritoras; en otras ocasiones también usaba el alias de “León Lara”, con el que también firmó sus trabajos.
Fernán Caballero nació en las Navidades de 1796 en Morgues (Suiza), una localidad vecina al lago Leman. Era hija de Juan Nicolás Böhl de Faber, de origen alemán, y de la gaditana Francisca Larrea (Frasquita), de quién heredó el amor por las coplas populares. Esta señora, antes que su hija, ejercía de folklorista en su tierra de Cádiz; también lo hacía Catalina Böhl de Faber –hermana de Fernán Caballero –, de la que se conserva una curiosa obra con el título: Recuerdos de Cádiz y Puerto Real... por Fulana de Tal (Edic. Garnier. París, 1899).
Cecilia Böhl de Faber pasó su infancia en Hamburgo junto a sus abuelos paternos, y su juventud en Cádiz, frecuentando los salones de su madre en los que alternaba con políticos, intelectuales y hombres de letras.
Instalada definitivamente en Andalucía contrae matrimonio con el Marqués del Arco, estableciéndose en Sevilla; allí reúne, en su propia casa, un cenáculo de selectos escritores, artistas e intelectuales, entre los que se encontraba el norteamericano Washington Irving, autor de Cuentos de la Alhambra.
De las lecturas de autores españoles arranca su interés por fijar en escritos lo que oye de la gente del campo. Al mismo tiempo, había establecido en el piso bajo de su casa un taller en el que trabajaban campesinas y mujeres del pueblo a las que remuneraba generosamente con el fin de escuchar sus coplas, los cuentos y los romances que la escritora apuntaba cuidadosamente, incluyendo los vocablos populares que luego inspirarían novelas como La Gaviota o La Familia de Alvareda, por citar las más conocidas. La mayoría de sus libros están plagados de cantos, relatos o refranes procedentes del habla popular; por esta razón Menéndez Pelayo reconocería a Fernán Caballero como la creadora de la novela costumbrista española.
Los documentos folklóricos cosechados por la autora en los alrededores de Sevilla, abarcan todas las categorías del folklore: mitos, adivinanzas, juegos infantiles, refranes, coplas de todas clases (jocosas, chuscas, burlescas, de cuna, romances, rosarios de la aurora), etc.
Estos materiales cristalizaron en las siguientes obras de carácter folklórico:
— Cuentos y poesías populares andaluzas.
— El refranero del campo y poesías populares.
— Cancionero de coplas y romances populares.
— Cuadros de costumbres populares andaluzas.
— El Pueblo andaluz, sus tipos, sus costumbres, sus cantares (en colaboración).
La iniciadora de los estudios científicos del folklore falleció en 1877 a los ochenta y un años de edad, en unas dependencias del Alcázar de Sevilla que la generosidad de los Duques de Montpansier le habían cedido para que allí viviera y trabajara con total libertad.
A esta admirable mujer le cabe el honor de ser la primera recolectora de materiales folklóricos en España, con una técnica, que para su época, y en el estado en el que se encontraban estas investigaciones en aquellos momentos, fue lo mejor que se realizó a pesar de los errores que andando el tiempo le encontrarían sus críticos. Culminó esta labor con su participación en la Sociedad del Folklore Andaluz.
Aunque en menor medida que Fernán Caballero también fue una estimable folklorista, la escritora decimonónica, creadora de la novela naturalista en España, doña Emilia Pardo Bazán, recopiladora de las tradiciones de su Galicia natal. Fue presidenta de la Sociedad del Folklore Gallego desde su fundación en 1884, publicando el resultado de sus investigaciones en la Biblioteca de Tradiciones Populares, (tomo IV). En esta Sociedad se adopta un reglamento semejante en sus bases a las del Folklore Andaluz fundado por Demófilo.
Hasta aquí la nómina de mujeres es más bien escasa, si bien, sus trabajos alcanzaron gran nivel y altura científica. Será preciso adentrarnos en el siglo XX para encontrar un nutrido grupo de folkloristas, musicólogas y etnólogas, que individualizadamente emprenden la tarea, ardua en ocasiones, de recorrer las aldeas y los pueblos de la geografía española.
SIGLO XX
Empezaremos por las extremeñas que con auténtica vocación dedicaron su tiempo al estudio de las tradiciones.
Una de las primera, Isabel Gallardo Rodríguez, nace en Orellana de la Sierra (Badajoz) en 1879. Escritora y folklorista, desarrolla la mayor parte de su actividad entre Villanueva de la Serena, Portugal y Badajoz, ciudad en la que fallece en 1950.
Desde muy joven sintió una fuerte vocación por la literatura y el folklore extremeños que investiga y divulga en numerosos trabajos. También fue colaboradora, entre otras, de la Revista de Estudios Extremeños, con artículos como: Danzas rituales, La Navidad en Extremadura, Medicina Popular y supersticiosa, y El día de San Juán. Participó activamente en asambleas y jornadas de estudios: 1ª Asamblea de Estudios Extremeños, celebrada en 1948 en Badajoz, o la segunda celebrada en 1949 en Plasencia.
También tuvo la fortuna de recopilar, conjuntamente con Bonifacio Gil García, parte de las piezas del Cancionero Extremeño.
De sus actividades literarias nacieron los libros: El fakir, El pavo real y la fuente, o Cuentos de la abuelita.
Otra estudiosa extremeña fue Ángela Capdevielle; desde muy jovencita ya organizaba coros y zarzuelas infantiles en la escuela de Casar de Cáceres, donde su madre era maestra. Angelita, como era llamada cariñosamente, nació en Cáceres en 1890, y en esta ciudad aprendió los fundamentos musicales, convirtiéndose en una virtuosa del piano. Consolidada su vocación ejerció la docencia musical en el Ateneo de esta ciudad en donde pone en marcha distintos coros. Finalmente pasó a ser profesora de música en la Escuela de Magisterio.
Al margen de estas actividades musicales Ángela Capdevielle fue una folklorista que tomaba directamente el documento musical del cotidiano vivir en los pueblos cacereños, cuando en las plazas públicas, en las fiestas y romerías, bodas o procesiones, todavía se cantaba y bailaba con acompañamiento de pandero, flauta y tamboril. De esta forma recogió abundante y rica documentación musical con la que realiza el Cancionero de Cáceres y su Provincia, publicado en 1969 por la Diputación Provincial y prologado por el Conde de Canilleros. En dicho cancionero las tonadas y bailes están clasificadas siguiendo un orden regional, desde la Raya de Portugal a las Hurdes, llegando a la comarca de Cáceres, sin omitir ninguna región natural; abarca cada uno de los momentos del ciclo vital del pueblo, desde los más trascendentes hasta los más nimios: bodas, quintos, Navidad, Semana Santa, cosechas, vendimias, romances, etc. El Cancionero de Cáceres y su Provincia es un clásico de la bibliografía folklórica de esta región.
Interesante colección para el estudio de la musicología en Extremadura, es un curioso Cancionero Popular de Cáceres que publicó en 1932 Magdalena Mata, otra folklorista extremeña. de la que se conocen pocas noticias.
Más moderno en el tiempo es el Cancionero Arroyano (Arroyo de la Luz), recogido por Francisca García Redondo, y publicado en 1985 por la Institución Cultural el Brocense. De la misma autora son también: El círculo mágico: Antonia Mercé, Vicente Escudero, Pastora Imperio, (I. C. El Brocense. Valladolid, 1988), La Música en Soria y La Música en Extremadura.
Pasando a otras regiones españolas hay que resaltar, en esta primera mitad de siglo, las trascendentes investigaciones llevadas a cabo por la folklorista Nieves de Hoyos Sancho, polifacética trabajadora, que ahondó en la arqueología musical, la antropología y la etnología españolas. Nacida en Madrid a principios de siglo, era hija del ilustre maestro don Luis de Hoyos Sainz, de él bebió su experiencia y sabiduría en la investigación folklóricas, así como la preparación científica que definirían sus trabajos. Con su padre colaboró en el, ya clásico, Manual del Folklore de España, (Madrid, 1947) y en el Refranero Agrícola. También fue su compañera en múltiples ocasiones con motivo de conferencias y congresos como el Congreso Internacional celebrado en Praga en 1928, al que asistieron representando a España. Su labor intelectual se concentra en más de un centenar de trabajos y monografías publicados en periódicos, semanarios y revistas especializadas. Son algunos:
— Una Boda en Lagartera. Noticiero Español. 1947.
— Costumbres referentes al noviazgo y la boda en La Mancha. Rv. de Artes y Oficios, nº. 41.
— Ginecocracia o mando de las mujeres en España. Rv. de Las Ciencias. 1947. Nº. IX.
— Los Picayos en Santander. Diario A.B.C. agosto, 1946.
— El traje regional en Extremadura (Rv. de Dialectología y Trad. Populares). Madrid, 1955. T. XI.
La mayor parte de la obra de esta infatigable trabajadora estuvo centrada en la indagación y el estudio de la indumentaria y el traje regional, y en el análisis de la casa popular en las diferentes provincias de España. Siguiendo el método etnográfico ha realizado valiosas aportaciones al estudio de las técnicas constructivas: materiales y formas de caseríos, pazos, ventas, masías catalanas, cortijos andaluces, alquerías, castros gallegos, etc. valorando a la vez sus aspectos antropológicos y etnográficos.
Contemporánea de la anterior es Pilar García de Diego, hija del famoso lingüista y lexicógrafo Vicente García de Diego, director de la revista de Dialectología y Tradiciones Populares; revista que ella misma dirigió. Asidua colaboradora de esta prestigiosa publicación, ha editado numerosos trabajos sobre etnología peninsular: Algunas fiestas de Llanes (Asturias) en 1946; El Testamento en la tradición; Canciones Asturianas, o Romances (El piojo y la pulga), son ejemplos de su polifacética actividad.
En nuestras indagaciones por otros repertorios musicales hemos hallado ejemplos de mujeres que han recogido su música tradicional con verdadera dedicación; es el caso de M.ª Dolores de Torres. Nacida en Jaén en 1901 aprendió desde muy joven música y piano con el maestro de la Catedral, cursando estudios superiores en el Conservatorio de la ciudad de Córdoba. El Ayuntamiento de Jaén la nombra profesora de la Escuela Municipal de Música; y cuando se crea el Conservatorio es designada también profesora de piano, a la vez que funda el Coro Santa Cecilia con el que obtuvo numerosos premios en Valencia, Zaragoza, Sevilla, Torrevieja (el de habaneras), etc.
Sin duda, su aportación más interesante al campo folklórico es el Cancionero Popular de la provincia de Jaén. Recogió sus letras y músicas por los pueblos de la provincia, con pasión y ahínco, y en el Concurso convocado por el Instituto de Estudios Jienenses fue premiado por unanimidad. Como la mayoría de estos estudios abarca el calendario de trabajos, fiestas o celebraciones propias de las comunidades rurales: canciones infantiles, romances, de ánimas, de baile, etc. De esta folklorista se ha dicho que: “vivió en y para Jaén prendada de la tierra que la vio nacer”.
En lo referente a otras regiones españolas, aquéllas en las que la mujer se ha destacado por su competente tarea en la recopilación musical se localizan en el oeste y el levante peninsulares; las más significativas son: Sara Llorens de Sierra: publicó en Barcelona, en el vol. I del Cançoner de Pineda de 1931, El Folklore de la Maresma. Interesante cancionero que contiene materiales musicales de primera mano.
También en Cataluña, Inmaculada Caballé recoge, en colaboración con Pere Ibern, El Folklore Tradicional en el Carnaval de Areyns de Mar.
Rosa Armiñana y Navarrete recopila una colección de canciones populares de la Comarca de La Plana (Castellón), incluyendo canciones religiosas, de trabajo, infantiles, humorísticas y otras varias. Está editada por el Instituto de Estudios Valencianos, en 1983.
M.ª Teresa Oller, una activísima mujer de la región valenciana, publica en la Colección de Cuadernos de Música Folklórica Valenciana, en los años 1951, 1960 y 1967: Danzas y canciones danzadas, Canciones y danzas de la Sierra de Mariola, y Canciones y Danzas del Valle de Albaida.
En esa misma colección Dolores Sendra saca a la luz, en 1951, Canciones y Danzas de la Comarca de Pego.
Una de las obras folklóricas más importantes que se han hecho en Albacete, la ha llevado a cabo una mujer en 1967, la estudiosa M.ª Carmen Ibáñez Ibáñez con su Cancionero de la Provincia de Albacete: canciones recogidas de la voz popular en su más puro ambiente, así reza el título.
En la región de Murcia, Pascuala Morote Magán recoge en 1993 el Cancionero Popular de Jumilla.
También Teruel tiene su folklorista, Lucía Pérez G.ª-Oliver, que se ha preocupado por recoger la tradición del Dance de Alcalá de Selva. El Dance es un ritual muy extendido por todo Aragón; la estudiosa profundiza en el significado del vocablo en los personajes que intervienen, y los instrumentos musicales que le son propios.
En las regiones castellanas abundan los estudios femeninos. En Segovia, Claudia Sanz de Santos recoge en tres volúmenes su folklore: infantil en uno, estudia la jota en otro y dedica un tercero a la danza de la Rueda.
La literatura de tradición oral de la región del Bierzo ha sido investigada por Alicia Fonteba López en un estudio erudito publicado en 1992; analiza seguidillas, nanas refranes, cantos religiosos y otras especies de esta arcaica región leonesa.
La primera obra que abarca ampliamente la música tradicional de la provincia de Guadalajara se debe a M.ª Asunción Lizarazu. La autora incluye en su Cancionero Popular Tradicional de Guadalajara más de 907 documentos de gran interés. Editado por la Diputación dedica el volumen I a los bailes y danzas, y el II y III a las canciones.
En Ávila encontramos a M.ª Teresa Cortés Testillano, musicóloga que ha recopilado el Cancionero Abulense (1991).
Hay que mencionar, además, algunos cancioneros realizados por mujeres orientados a un objetivo pedagógico: el de Manuela García Navarro editado en Madrid (1982), y el de Inmaculada Quintanal, Oviedo (1980).
Hasta aquí, unas rápidas notas que ponen de manifiesto la valiosa aportación llevada a cabo por las folkloristas para el mejor conocimiento de las tradiciones musicales de España. Posiblemente sea incompleto, y pueden haberse omitido algunas de las que esperamos dar noticia en una segunda parte.
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BIBLIOGRAFÍA
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