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SAN ANTÓN (17 DE ENERO)
El día de S. Antón teníamos costumbre en Abastas, antes de empezar la misa, de llevar en un cajón u otro recipiente, cereales, legumbres secas, un panecillo de una libra llamado “oblata”, harina, conejos, perros, gatos, corderos, gallinas y demás animales, y en algunos sitios, hasta caballerías, para que el Sr. Cura lo bendijera. Una vez terminada la bendición, empezaba la misa, a la que asistíamos la mayor parte de los vecinos, para, una vez terminada, recoger nuestras pertenencias y llevarlas a casa, con la satisfacción de que estaban benditas, y a continuación, comentar algunos refranes del Santo: “S. Antón en enero, gasta corbata, como no bebe vino, no se la mancha”; “por S. Antón, la gallina pon”, aludiendo con ello que las gallinas jóvenes, empezaban a poner huevos por dicha fecha, dejando de ser “pollas” para pasar a ser gallinas. Por la tarde, si es que el tiempo lo permitía sacábamos a las caballerías de paseo, cosa que agradecían mucho, debido a que en dos meses no habían podido salir de la cuadra, por el mal tiempo y las heladas e incluso la nieve, que no permitía ninguna clase de trabajos agrícolas, y con eso, terminaba la fiesta, rogando al Señor que nos librara de los peligros y enfermedades que pudieran afectar a nuestros animalitos, los cuáles veíamos crecer bajo su santa protección, para nuestra satisfacción, ya que eran la parte principal de nuestra existencia.
En otras ocasiones el ayuntamiento o los vecinos compraban un cerdito pequeño para ser mantenido entre todos los vecinos, parando cada día en una casa, (de ahí viene el dicho: “Andas cada día en una casa como el “marrano” de S. Antón). Y se daba el caso en muchas ocasiones de que el animalito en sus correrías diarias, en las casas que le trataban bien siempre quería quedarse, en cambio, en las que le trataban mal había que llevarlo a la fuerza, demostrando con ello el agradecimiento que sentían hacia sus benefactores. Cuando ya era grande, en la época de la “matanza” lo sorteaban en una rifa, para conseguir el dinero necesario para el sostenimiento del culto a su S. Patrón.
(En tono jocoso):
¡Oh glorioso San Antón!:
el diecisiete de enero
fui a dar agua a mi borrico
y se atestó en el reguero.
Quise tirarle del rabo
y soltome un fuerte pedo…
VESTIMENTA
La vestimenta que usábamos era de lo más corriente, destacando únicamente, las capas en los hombres, y en las mujeres el mantón, la toca y el pañuelo negro para cubrirse la cabeza, que tantos resfriados evitaban.
Las capas eran de dos clases: la ordinaria o de Astudillo para salir a trabajar al campo, y la fina o de cordellate, que era de un tejido muy fino, y las usaban únicamente en los domingos y días de fiesta, en plan elegante, la gente acomodada. Los pastores usaban unos “zahones” de piel de oveja y una chaqueta de la misma piel, con la lana para fuera, siendo los “zahones” parecidos a unos pantalones, abiertos por detrás y acompañados de unas polainas de lona o becerro sobre el calzado para proteger y abrigar las piernas.
También usaban la popular capa de Astudillo, que tantas mojaduras les evitaba, ya que era poco menos que impermeable en cuanto olía la humedad, y los sombreros “chambergos” y el paraguas familiar, que les acompañaba en todas las estaciones del año: por el invierno para combatir la lluvia, y por el verano, para contrarrestar los rayos solares. Todas estas cosas fueron desapareciendo con el tiempo, siendo sustituidas, las capas, por el tapabocas o manta fina las ordinarias, y por la pelliza o chaquetón las finas, que solo usaban los acomodados terratenientes. Poco tiempo después las pellizas pasaron a ser usadas por los trabajadores y el abrigo o gabán por los patronos. El traje de faena de los obreros estaba compuesto por: chaqueta corta, chaleco y pantalón de pana o dril, y para los domingos o días de fiesta, tenían otro traje de pana nuevo, pasando lo mismo con los zapatos “gordos”, unos nuevos y otros a medio uso para ir a trabajar. Los pastores también usaban el zurrón o zurrona, una bolsa de piel de oveja, donde llevaban las provisiones para todo el día que permanecían en el campo, y guardar sus instrumentos musicales, a los que eran bastante aficionados la mayoría de ellos. Ya en mis mocedades cambiaron las cosas bastante, tanto es así que los obreros o trabajadores los domingos o días festivos vestíamos nuestro traje de paño parecido al que usaban los Señoritos, llegando, en ocasiones a rivalizar a los más elegantes de lo que única y exclusivamente dependía del tipo de cada cual, para poderlo lucir.
LA VENDIMIA La vendimia se realizaba a finales de septiembre y primeros de octubre teniendo una duración de una semana (aproximadamente). Para ello, se empezaba por engalanar el carro que había de transportar los cestos de uva al lagar, como igualmente, las caballerías que arrastrarían dicho carro: el día que empezábamos, después de almorzar y estando preparado el carro, montábamos en el mismo chicos, chicas y los mayores, y entonando canciones de la época, emprendíamos el camino de los “majuelos” que íbamos a vendimiar. Las canciones preferidas que cantábamos eran principalmente las Montañesas, Asturianas, Bilbaínas y Navarras, por estar más en candelero, pues como éramos poco aficionados al cante, apenas si podíamos interpretar alguna a nuestro aire, que, en la mayoría de los casos, resultaban completamente desafinadas y faltas de toda melodía.
Una vez empezada la faena, los jóvenes desafiábamos (los chicos a las chicas) para hacernos la “lagareta” que consistía en lavarnos la cara los unos a los otros con un racimo de uvas de las llamadas “tinta Madrid” que soltaban un líquido parecido a la pintura de bermellón, la cual era muy consistente. Esto lo hacíamos por las buenas cuando empezábamos, pero al poco tiempo pasábamos a las malas, debido a los arañazos que nos ocasionábamos tanto con los rampojos del racimo, como los producidos por las uñas de los contrincantes, terminando todo ello en una batalla campestre, en la que tenían que intervenir las personas mayores para apaciguar los ánimos de todos, y poder reparar los destrozos ocasionados durante el combate: tales como camisas rotas, arañazos en las manos y caras orejas mordidas y demás contusiones propias del desmadre a que nos habíamos dedicado sañudamente. Ya restablecida la calma (para bien de todos, especialmente para los dueños del majuelo), seguíamos la faena con toda normalidad hasta la hora de la comida, que hacíamos en el campo, y que consistía en un estupendo estofado de patatas con carne de oveja, cocido a juego lento, y del que dábamos buena cuenta de ello, a pesar del sofocón.
Por la tarde, si no volvíamos a las andadas, seguíamos con la recolección de racimos, a veces con bastante prisa, para terminar la viña antes de que se hiciera de noche, y poder ir a otro majuelo al día siguiente. La cena la hacíamos en casa del patrón o propietario de la viña, yéndonos a continuación a dormir cada uno a su casa, siguiendo las canciones de rigor.
He aquí las canciones que mal interpretábamos:
MONTAÑESAS
Al olivo al olivo,
al olivo subí,
por cortar una rama
del olivo caí
Del olivo caí
¿quién me levantará?,
esa es la chimorena
que la mano me dá.
-que la mano me da
-que la mano medió,
esa es la chimorena
que es la que quiero yo.
Que es la que quiero yo
que es la que he de querer,
esa es la chimorena
que ha de ser mi mujer.
-Que ha de ser mi mujer
y mi mujer y mi mujer será
esa es la chimorena
que la mano me dá…
ASTURIANAS
Asturias Patria querida
Asturias de mis amores,
quién estuviera en Asturias
en algunas ocasiones.
Tengo de subir al árbol ,
tengo de coger la flor,
y dársela a mi morena
que la ponga en el balcón.
Que la ponga en el balcón
que la deje de poner,
tengo de subir al árbol
y la flor he de coger…
BILBAÍNAS
Desde Santurce a Bilbao
vengo por toda la orilla
con la saya remangada
luciendo la pantorrilla.
Vengo de prisa y corriendo
porque me oprime el corsé,
voy gritando por la calle: ¿Quién Compra?
¡Sardinas frescues!
La del primero me llama,
la del segundo también
la del segundo también
la del tercero me dice:
¿a cómo las vende usted?.
Y yo le digo que a cuatro
y ellas me dicen que a tres
cojo las cesta y me marcho
gritando: ¿quién compra?
¡sardinas frescues!…
Mis sardinitas que ricas son,
son de Santurce, las traigo yo!
JOTA NAVARRA
Las golondrinas cantaban
a las orillas del Arga,
las golondrinas cantaban
y en sus trinos repetían:
¡Hermosa tierra es mi Navarra!
Y si no se le quitan bailando
los dolores a la molinera
y sino se le quitan bailando
déjala que se vaya y se muera.
Y son y son unos fanfarrones
que cuando van por la calle
Van robando corazones.
MONTAÑESAS
Al coger el trébole el trébole
al coger el trébole la noche de S. Juan
a coger el trébole el trébole .
Al coger el trébole los mis amores van,
¡Ay morena los mis amores van!
¡ay salada en la noche de San Juan!
Tente que me caigo que me caigo,
tente que me caigo y no me puedo levantar
Tente que me caigo que me caigo,
tente que me caigo y no me puedo levantar
¡Ay morena la noche de S. Juan!
¡ay salada los mis amores van!…
RONDAS Y ROMANCES:
Las rondas durante nuestra juventud, las solíamos hacer por cuadrillas, y consistían en recorrer las calles del pueblo cantando a nuestro modo canciones que eran siempre muy mal interpretadas por la falta de conocimientos de música y las malas cualidades armoniosas de lo ejecutantes, que más que cantar parecía que berreábamos a garganta batiente, (como hacen ahora los punquis y demás que se dedican al rock con todas sus ganas, llegando hasta quedar extenuados y casi desnudos los fanáticos ejecutantes). Nosotros no llegábanos a tanto por la falta de los instrumentos musicales, pues apenas si disponíamos de una modesta guitarra, manejada por un inexperto, que no hacía otra cosa que romper las cuerdas sin poder conseguir ninguna nota musical por la total falta de conocimiento de las mismas, lo que resultaba desagradable y aburrido, teniendo que recurrir a las consabidas “latas” para poder hacer algo de ruido y demostrar que andábamos por la calle, ya que las canciones iban desapareciendo a la medida que se disipaban los gases alcohólicos de los ejecutantes.
Las canciones que solíamos interpretar eran de lo más variado y sin ninguna relación, puesto que nos daba lo mismo que fueran asturianas que montañesas que bilbaínas que castellanas.
LAGARTERANA
Lagarteranas somos
venimos todas de Lagartera,
ricos encajes traigo de
Lagartera de Talavera.
A bailar, que por las escaleras
baja el padre Juan
pidiendo limosna para predicar,
y baja diciendo:
agáchate Pedro y agáchate Juan.
Este es nuestro cantar popular
el que su gracia hace al bailar.
La mujer feliz que en Toledo nació
este es nuestro cantar popular.
A bailar, que por las escaleras
baja el padre Juan.
pidiendo limosna para predicar,
y baja diciendo:
agáchate Pedro, agáchate Juan.
LA ESPIGADORA.
La espigadora con su esportilla
sigue espigando tras la cuadrilla.
Esta mañana muy tempranito
salí de casa con el hatito
Y como entonces la aurora venía
yo la recibía cantando como un pajarito:
Esta mañana muy tempranito.
Por los caminos y los rastrojos
soy la hormiguita de los despojos
y como tengo tan buenos ojos
espigo a veces de los manojos.
¡Ay ay ay! qué trabajos nos manda el Señor
levantarse y volverse agachar
todo el día a los aires y al sol.
¡ay ay ay! qué trabajos nos manda el Señor
en memoria de mis segador
no arrebañes los copos de miés
que detrás de las hoces voy yo.
Estos fragmentos pertenecen a las Zarzuelas de aquella época que resultaban tan agradables e interesantes debido a la exquisitez de su coros y al esplendor de sus representaciones, cosa que resultaba inolvidable en su totalidad. ¡QUE HERMOSURA DE INTERPRETACIÓN!…
Una vez que ya habíamos dado la “LATA” en cantidades comerciales, (si es que no nos habían espantado los papás de las chicas con anterioridad) nos retirábamos a descansar de los excesos cometidos antes y después de la contienda, y a los pocos minutos de estar acostados dormíamos plácidamente a pierna suelta y cabeza destapada para que acabaran de salir de nuestro organismo los gases acumulados en el mismo por ingestión lo que en varias ocasiones provocaba algunas expulsiones estomacales (vía bucal)… siendo las causantes de que al poco tiempo no nos pudiéramos levantar para acudir al trabajo, lo que indignaba a nuestros progenitores…
Como podrás apreciar era la única forma de podernos divertir sin otras aspiraciones más rocambolescas, ya que, para nosotros, no existían.
Referente a las bodas solo te puedo decir que teníamos la costumbre de no dejar en paz a los recién casados, procurando que no pudieran estar juntos la noche de boda ( si es que se quedaban en el pueblo), pues de lo contrario, nada podíamos hacer, y si querían engañarnos estando en el pueblo, eran descubiertos inmediatamente y castigados a estar vigilados a todas horas, lo que les resultaba muy desagradable.
Si los contrayentes pasaban de los 50 años, les preparábamos un CENCERRADA, la cual consistía en hacer mucho ruido con latas, bidones, cacerolas y demás utensilios a nuestro alcance, con el objeto de no dejarles tranquilos en toda la noche, y así con los que no reunían los requisitos legales para el matrimonio.
También teníamos la costumbre, cuando llegaba San Juan y la Ascensión, (los que tenían novia), de colocar en la casa donde habitaba (en la ventana ó en el tejado) un ramo de bastante tamaño que cortábamos de los pocos árboles que existían en los alrededores (que eran contados.) La colocación del mismo resultaba complicada si se trataba de ponerlo en el tejado, lo primero por el escándalo que preparábamos, y lo segundo que casi siempre no lo podíamos colocar de pié por carecer de los apoyos adecuados, a más de romper tal cantidad de tejas, que el progenitor de la novia se despertaba enfadado y salía a la calle con una gran ESTACA para ahuyentarnos a los que estábamos atareados en nuestros trabajos, los que teníamos que abandonar precipitadamente, ya que el que se descuidaba recibía un ESTACAZO que le daba cuerda para que no parara hasta las inmediaciones de Añoza o Abastillas… según la dirección que tomara a su salida. La colocación sobre la ventana era más fácil, ya que se podía sujetar simplemente con un cuerda a las rejas de la misma, aunque el follón que preparábamos también despertaba a los moradores, con los resultados parecidos a los anteriores, teniendo más facilidades de poder salir corriendo por el motivo de que no teníamos que bajarnos de la escalera, como ocurría antes, que el que tenía que valerse de la misma, casi siempre era el que tenía que aguantar el ESTACAZO, que le quedaba ladeado durante varios días… Las canciones que entonábamos en tales menesteres, eran las que casi siempre cantábamos, como las que siguen a continuación.
LA DEL SOTO DEL PARRAL (fragmento de Zarzuela)
Tiempo nos queda zagala
en poder en la boda pensar,
disfrutemos la vida de mozos
que para amarrarnos
siempre habrá lugar.
Siempre me dices lo mismo,
tus consejos no quiero escuchar
porque sabes decir muchas cosas
cariñosas, engañosas, pero
nunca te quieres casar.
Me casaré cuando tu quieras mujer,
tuyo será todo mi amor.
Bien mío, en tu querer confío
y pronto será tu casa
un nido para los dos.
Dudas de mí y no debieras dudar
que yo por tí, sabré luchar.
Bien mío, en tu querer confío
Y el día que nos casemos
se acaba la desazón…
Donde estarán nuestros mozos…
QUISIERA VOLVERME HIEDRA ( Jota Navarra)
Quisiera, quisiera volverme hiedra,
y subir y subir y subir por las paredes
y entrar en tu habitación
por ver el por ver el dormir que tienes,
por ver el dormir, por ver el dormir
que tienes,
quisiera, quisiera volverme hiedra.
“A MI MORENA”:
Labradora es mi morena,
labradora y con salero,
es que en el campo se cría
lo mejor del mundo entero.
(Esto lo hacíamos recitándolo cada cual como podía, ya que tampoco éramos TROVADORES) acreditados.
APEROS DE LABRANZA: (Ya en desuso).
Los aperos de labranza que empleaban en todos los campos de Castilla durante más de 50 años, eran los que usaban las caballerías que se dedicaban al trabajo agrícola siendo la más destacada la collera de pico, por ser la que se venía empleando para uncirlas al yugo, para arrastrar toda clase de aparatos tales como: el carro, el arado, el trisurco, la máquina de sembrar, la de segar, la trilladera para moler los “tabones” y preparar el terreno para la siembra y otros. Consistía en la collera propiamente dicha y el sudadero que iba sujetado a la misma por una correa de cuero fuerte y servía para aguantar el yugo sobre el cuello del animal, teniendo en su parte inferior dos enganches en forma de patillas para cerrarla, después de haberla colocado sobre el cuello de la caballería con una cuerda fuerte de cáñamo llamada sevillana. A sus lados tenía unos enganches de hierro en forma de anillas para enganchar en ellos los tiros o cadenas que venían desde los balancines tanto del carro como de los demás aparatos. También se usaba la esteva del arado, sobre todo en el arado “romano”, teniendo entonces, únicamente el puntal que iba desde el arado hasta el yugo, sujetándolo con una clavija o pasador al mismo, no teniendo necesidad en este caso de emplear cadenas o tiros, como en el caso de usar los balancines, que eran los más empleados por ser más apropiados para toda clase de aparatos. Después vinieron los “collerines” que eran más ligeros y se cerraban por la parte superior con unas correas de cuero, llevando también las anillas laterales para enganchar los tiros o cadenas. Estos se empleaban para enganchar los tiros o cadenas, para enganchar las caballerías al arado, al trillo, a las máquinas y otros artefactos, menos al carro, ya que no tenían soporte para aguantar la bolera o yugo que se sujetaba a la viga del mismo. Luego vinieron las colleras “catalanas”, que eran más ligeras que las de pico por no llevar sudadero, y estas ya se podían emplear para enganchar las caballerías a todos los aparatos en general. También existían los “rolos” que solamente se empleaban para uncir al carro, cosa que resultaba muy complicada por tener que adiestrar a las caballerías para poderlas enganchar al mismo, a más de que se manejaban con dificultad por no encontrarse a gusto los animales, ya que se encontraban demasiado oprimidos por el ventril que los sujetaba al yugo, consistente en una maroma de cáñamo, que pasando por debajo del vientre del animal, se sujetaba por el otro extremo al yugo o bolera del carro. Fue desapareciendo poco a poco a medida que se adoptaba la “collera catalana”.
UTENSILIOS EMPLEADOS EN LA AGRICULTURA.
Los utensilios y herramientas empleados en la agricultura, eran bastante variados y consistían en: horcas de distintos tamaños y clases, unas para el abono, otras para el “parvazo” o sea el trigo o cebada después de haber sido molido sin separarlo de la paja, otras de madera que se empleaba: las de cinco dientes para la paja, y las de dos dientes para dar la vuelta a la trilla y extenderla cuando se descargaba la “mies” del carro Para estos menesteres se le colocaba un “armaje” consistente en cuatro picos de madera de una longitud de 2 metros sobre el “desojado” cuerpo del carro y reunidos por unos largueros en la parte superior formando un rectángulo de donde pendían unas redes de cuerda “sevillana”, las cuáles se recogían en forma de bolsa, una a cada lado del carro, sin tropezar en las ruedas, y colgadas por un “barandal” de los picos laterales; (esto se hacía con el fin de poder cargar más cantidad de “mies” sin que se pudiera caer por el camino durante el transporte). Luego vienen los “garios” y los “bieldos”, los primeros para cargar la paja en los carros y tirar la paja al bocarón” o sea, al pajar para guardarlo durante todo el año para dar de comer a las caballerías y atenderles en sus necesidades, estos se componían de un mango de metro y medio de largo y una cabeza de cincuenta centímetros y una anchura de seis en su parte más ancha, los cuáles terminaban en punta, y los “bieldos” se empleaban para “beldar” (separar el trigo de la paja) y eran más pequeños que los “garios” para poder ser manejados con facilidad. Las otras herramientas eran las azadas, picas, zoletos y zoletas (éstos eran más pequeños que los anteriores y se empleaban par “escardar” como igualmente los “hocinos”, en cambio las “azadas” y las “picas” eran para cavar la tierra).
JUEGOS : “LAS CHAPAS”
Este juego viene a ser como las “TABAS” y también se ventilaban los cuartos en el mismo siendo perseguido por la Guardia Civil. Constaba de dos monedas de 10 céntimos las cuáles se tiraban al aire por el que hubiera obtenido la prioridad en lanzarlas y los jugadores podían ser los que quisieran entre los reunidos. Consistía en apostar, el que las manejaba, con los otros, las cantidades convenidas al efecto, y una vez terminado lanzar las monedas a unos 2 metros de altura.
Si al caer al suelo aparecían de “cara” las dos monedas, ganaba el tirador, y si salían “cruces” perdía recogiendo cada uno de los apostantes la parte que hubiera apostado y pasando a tirar la “CHAPAS” el siguiente, el cual repetía la misma operación que el anterior, siguiendo tantas veces saca “caras” la misma, hasta sacar “cruces”, que pasaba a otro que le siguiera.
JUEGOS DE “PELOTA”
En el frontón que todavía existe en el barrio de abajo, se celebraban las partidas de pelota cuando no se trabajaba en las faenas agrícolas y los domingos y días de fiesta, por los jóvenes y “CHIGUITOS” cuando estos nos dejaban, y consistía en jugar por parejas o tres a tres (también mano a mano) o sea dos concursantes, siendo las partidas a 15 tantos, a 21 y 25, llegando hasta 30 si es que alargaban los participantes, una vez empatados antes del final. Aquí el dinero no corría por lo general, siendo el medio cántaro de vino el que se ventilaba, y en algunas ocasiones la “merienda” para los concursantes a más del vino consumido durante la partida con la comida, la cual resultaba “opulenta” en la mayoría de los casos. esta costumbre está en decadencia debido a la escasez de concursantes y a que no hay aficionados a la misma, ya que ahora la “juventud” no piensa en nada de lo que pudiera proporcionarles un poco ejercicio físico para fortalecer un poquito su maltratada salud, con las manías que están cogiendo de irse acostumbrando a los estupefacientes y drogas que tan perniciosos efectos están ocasionado a la humanidad, los cuáles no pueden ser más funestos para la vida en común de la sociedad. De la forma que van las cosas esto: ¡NO TIENE ARREGLO!…!UNA PENA!!!
JUEGOS DE “TABAS”
El juego de “tabas” está compuesto por 3 tabas, (si es posible), de la misma mano, para que casen bien al cogerlas con la mano para lanzarlas hacia arriba a una altura de 2 metros, por el jugador de turno que haya hecho la apuesta o apuestas al resto de los jugadores.
Para que te puedas hacer una idea más completa del contenido del juego, empezaré por detallarte desde el principio lo que es la “TABA”: la taba es un hueso pequeño que tienen todos los cuadrúpedos en las patas delanteras, de forma que las permita doblar las rodillas por lo que hace el servicio de bisagra de las mismas. En la parte superior tiene una hendidura alargada llamada “CARNE”, y en la inferior, una superficie casi plana, llamada “CULO”; en la parte derecha cuenta con una superficie cóncava, llamada “PENCA”, y en la izquierda con otra denominada “SUIN”. Para empezar el juego, se establece el orden de prioridad entre los concurrentes al mismo, y a continuación se establece la cantidad que ha de apostarse con cada jugador (esto lo realiza el que tira las tabas), y una vez hechas las apuestas, tira las tabas al alto. Si al caer sobre la tierra, alguna de las 3 tabas aparece pinada con la “CARNE”, el casador recoge las cantidades que ha apostado y vuelve a casar otra vez con los apostantes, y así sucesivamente, hasta que aparezca alguna taba pinada de “CULO”, puesto que, entonces ha perdido el que las manejaba, recogiendo entonces la cantidad apostada, cada cual la suya, y pasando a jugar las “TABAS” el siguiente de los que ha intervenido en el juego. Este juego estaba perseguido por la Guardia Civil debido a que, a veces, se originaban serias disputas (debido a que las apuestas eran bastante crecidas), llegando a generar alguna pelea por la forma de lanzar las “TABAS” o por creer que estaban “falsificadas” las mismas, para lo que en el primero de los casos, existía la palabra “VOILO” pronunciada cuando se encontraban las tabas en el aire, por cualquiera de los jugadores que tenían apostado por creer que no las había elevado lo suficiente. (Las “TABAS” que empleábamos eran de oveja o carnero por lo general).
Para burlar la presencia de los GUARDIAS, teníamos establecida una vigilancia a distancia, la que nos avisaba tan pronto como él los viera venir, recogiendo cada uno sus monedas con la mayor rapidez posible.
JUEGOS. “LA RANA”
El juego de la “RANA” consistía en introducir por la boca de una “rana” de hierro fundido del tamaño de un sapo grande de 10 centímetros de alta por 8 de ancha en su cuerpo y estaba colocada sentada en dicha posición (con la boca abierta) sobre una plataforma soporte de un metro de altura.Para empezar el juego (que podían jugar tantos como quisieran) se sorteaba el orden de prioridad tirando una moneda al aire, y a continuación se daba comienzo al mismo; las piezas de hierro del tamaño de un duro de los de plata un poco más gruesas eran 10, las cuáles las tiraba cada concursante cada vez que tenía que actuar y cada vez que introducía una por la boca de la “RANA” sumaba un tanto, ganando la partida el que hubiera metido más veces la mencionada pieza. Aquí ya se ventilaban cuartos aunque algunas veces también solía ser la consabida cuartilla de vino. La distancia a que tenían que tirar las piezas era de dos metros aproximadamente. Este juego era bastante complicado por el motivo de que tenía que estar el jugador tranquilo para poder acertar a meter la pieza, cosa que resultaba bastante difícil. Los tantos que se conseguían en el remolino que había delante de la “RANA” también se agregaban a la cuenta y los que entraban por los arcos laterales solamente valían la mitad; estos estaban a la entrada del soporte de la “RANA” por lo que resultaba más fácil poderlos acertar.
JUEGOS: “LA BARRA”
Este juego consistía en una barra de hierro de 80 centímetros de larga por 4 de diámetro la cual terminaba en punta en uno de sus extremos; para manejarla los “mozos”, la tenían que agarrar con la mano derecha o izquierda (se era zurdo el que la tiraba) y levantándola a la altura de la vista, lanzarla lo más largo posible de forma que la “barra”, en su recorrido por el aire, conservara la posición vertical, y el que más larga y mejor colocada la lanzara, era el que ganaba la partida, siendo los mejores “tiros” los que quedaban marcados al caer por haber incidido con el suelo verticalmente cosa que se premiaba con el doble del valor en el tanteo. De ahí que dice la jota: El que quiera ser buen mozo que coma buera lechuga y buen tirador de barra, y beba buen trago de agua…
JUEGOS: EL “PALMO”
Para este juego nos reuníamos de cuatro a seis “CHIGUITOS”, palabra que empleábamos entonces para nombrar a los niños desde los 5 años hasta los 14, que era cuando pasábamos a ser “MOZOS” (si la talla lo permitía) después de haber pagado la “PATENTE”, la cual consistía en invitar a los MOZOS de verdad a tomar medio cántaro de vino en la plaza, pasando a engrosar el número de ellos y teniendo, por lo tanto, derecho a estar presente en todas sus reuniónes y conversaciones de los mismos, cosa que, antes, nos estaba prohibida.
Consistía en establecer el orden de prioridad del juego, para lo cual trazábamos sobre el suelo una raya de un metro de longitud, la cual era cortada a sus extremos por otra más corta, que llamábamos “GALLEGO”. Se tiraba una moneda de 10 céntimos sobre ella a una distancia de 2 metros y la que quedara más cerca de la raya, era el “MANO”o primero en tirar, la que quedara más próxima a continuación, la segunda y así sucesivamente, pero si alguna moneda salía por el extremo o “GALLEGO” de la raya principal aún cuando estuviera más cerca de ella, pasaba a ser el último.
La medida de la distancia que habían de tener las monedas de una a la otra para que el que tiraba la podía recoger, era el “PALMO” el cual consistía en una varita delgada del grosor de una mimbre pequeña de 12 centímetros de larga, y para empezar el juego el “MANO” tiraba una moneda de 5 céntimos o de 10 (según lo acordado) sobre la pared escogida al efecto, la cual al tropezar contra la misma, salía proyectada hacia fuera sin que rebasara la raya establecida como máxima, que era una semicircunferencia de 3 metros de diámetro, y en caso de rebasarla, el que seguía en el orden preestablecido, la recogía para él, teniendo que tirar otra moneda el mismo que lo arrojó fuera, tantas veces incurriera en la misma falta. Una vez tirada la primera moneda, el segundo tiraba otra, y si al ser proyectada quedaba cerca de la del primero, o sea, a la mediad del “PALMO” la recogía, y así sucesivamente con todas las monedas que se encontraran en el suelo, teniendo que abonar el dueño de la moneda si es que el que tiraba llegara a poner la suya encima de la otra, con otra de las mismas características, tantas veces como llegara a realizar la maniobra.
También resultaba interesante y divertido, ya que tenía que colocar el tirador muy bien moneda.
JUEGOS: “LA CHANA”
La “CHANA” está compuesta por dos trozos de raíces de encina, bastante gruesas y en forma de cuerno de una longitud de 60 centímetros, las cuáles se colocan a una distancia de 10 metros la una de la otra. Pueden participar en el juego hasta 6 u 8 jugadores (por parejas) y cuando juegan mano a mano, lo hacen solamente 2. Para empezar, sortean quiénes han de ser los primeros tirando una moneda al aire y a continuación, empieza la partida, que puede ser a 15 tantos, y si es que antes llegaran a empatar podían alargarla hasta 25, si es que estaban de acuerdo. Para derribar la “CHANA” lanzaban un “morrillo” o sea una piedra alargada en forma de barra de unos 14 centímetros de largo por unos 5 de diámetro, que llamábamos “canto pelón”, el cual tenía que derivar a la “ CHANA” directamente, o sea, a “ can seco”, sin haber tropezado antes en el suelo, puesto que de los contrario no era válido el tanto. Generalmente en estas partidas no se ventilaba dinero siendo lo que se disputaba una cuartilla de vino (4 litros), y a veces más, ya que tenía la costumbre de beber, además de los jugadores, los admiradores y los que pinaban la “ CHANA” una vez derribada.
JUEGO “DE BOLOS”.
El juego de “BOLOS” lo llevaban a cabo las “mozas” y las mujeres casadas, y consistía en derribar alguno de los 9 bolos que se componía el juego, más otro bolo más pequeño que llamaban “ cura” por tener un gorro en forma de “bonete” en la cabeza, el cual tenía doble valor en la cuenta para la que lo derribara a mas de los que hubiera conseguido en el recuadro anterior. Los “ BOLOS” normales valían uno por cada bolo derribado; la distancia que había desde el grupo de bolos hasta el “cura”, era de unos 8 metros, y las bolas que manejaban para el derivo tenían que salir de esa distancia, ya que de lo contrario, no valía la tirada, tirando otra concursante contraria; también este juego era por parejas y constaba de dos bolas del tamaño de un balón pequeño como los que emplean para el Futbito y eran de madera maciza.
Las partidas eran a 30 tantos.
JUEGOS: “ LA TANGUILLA”
El juego de la TANGUILLA consistía en un trozo de madera cilíndrico de 15 centímetros de longitud y 4 de diámetro, que se colocaba vertical sobre el suelo, en la parte superior se colocaban la monedas de 10 céntimos o “perra gordas”, tantas como jugadores y en otros casos, si la apuesta era mayor, la cantidad acordada.
Para empezar el juego los concursantes teníamos que tirar a “MANO” para saber el orden que te correspondía en el juego: con el acuerdo tomado los cuatro o más jugadores, establecíamos la prioridad de cada uno trazando sobre el suelo una raya de un metro, la cual era cortada a sus extremos por otra raya corta que llamábamos ”GALLEGO”, y todas las monedas que tirábamos desde una distancia de 2 metros la que más se aproximaba a la raya, era el MANO o primero en tirar, la que la seguía en proximidad, el segundo, y así sucesivamente con arreglo a la distancia, pero si alguna de las monedas salía por el extremo o “GALLEGO” de la raya aún cuando estuviera más cerca de la raya principal, pasaba a ser el último.
Para derribar la “TANGUILLA” a una distancia de 8 ó 10 metros, lanzábamos unos TEJOS o pizarros de hierro, de unos 8 centímetros de diámetro y un centímetro de grueso; si al derribarla, las monedas que caían de la “TANGUILLA” quedaban más próximas a la misma que al TEJO, entonces era “CAMA”, pero si quedaban más cerca del TEJO, entonces las recogía el jugador y se volvía a poner de pié la “TANGUILLA”. Para seguir después de producirse la “CAMA”, el jugador no quería, entonces la levantaba con la palabra “ARRIBA”, con la cantidad que el quisiera, (10,20 o treinta céntimos, y cuando más, una peseta), colocando, todo lo acordado, junto con lo que ya tenía, encima de la “TANGUILLA”, siguiendo el juego (como extraordinario) el que seguía en el turno establecido al empezar el juego, el cual se le podía dar por satisfecho en el caso de que tuviera la suerte de llevarse todo, cosa que a veces ocurría, con la consiguiente alegría del afortunado, ya que había sacado en aquella “TANGUILLADA”, más que durante toda la tarde o mañana de juego.
Como podrás apreciar era muy emocionante y entretenido, por lo que era uno de los más populares para todas las edades.
CEREMONIAS RELIGIOSAS: (I)
MISAS: Las misas que se celebraban eran “MISA REZADA” “MISA DE REQUIEM”, “MISA CANTADA”: la primera se celebraba diariamente, la segunda cuando había algún fallecimiento o cabo de año, (estas eran cantadas), la tercera se decía cuando querían recordar algún difunto, después de haber transcurrido más de un año, (también cantada), y la cuarta, en todos los domingos y días de fiesta, cantada con más ostentación festiva que las anteriores. Tanto las misas como las vigilias que se entonaban antes de empezar en las misas de REQUIEM y Memoria, lo hacíamos siempre en Latín, por lo que resultaba bastante difícil el adaptarse a la letra y a la música , ya que el pronunciamiento del Latín, fuera del Sr. Cura, no lo conocíamos, teniendo, teniendo que improvisar, la mayoría de las veces, cualquiera palabra, para salir del paso. Las vigilias y el canto de las misas de Difuntos o REQUIEM, nos resultaban las más complicas, por el motivo de tener que cambiar de tono y de música a cada momento, cosa que desentonaba para el auditorio, que lo comprendía y quedaba conforme.
También celebrábamos las Vísperas, y estas eran el día anterior a la fiesta que se celebraba al siguiente día , como ocurría con el Patrón del pueblo, el Corpus, San Isidro la Octava, o sea las más sobresalientes del año. Durante la Cuaresma, celebrábamos el Calvario dentro de la iglesia, y los viernes, además del calvario cantábamos el “MISERERE” ante el Santo Cristo que estaba al lado derecho nada más entrar, en la iglesia que se quemó en el año 1958, (todo en Latín) y cuando llegaba la Semana Santa montábamos el “MONUMENTO” en el mismo altar que se encontraba el Santo Cristo, para celebrar allí todos los oficios de la misma y terminar el día de la Pascua, desmontándolo a continuación. Las “TINIEBLAS” tenían lugar en los días: miércoles, jueves y viernes santos, y durante las mismas se encendían unas velas colocadas en un atril en forma de triángulo equilátero en los dos laterales (14) en total, 7 a cada lado y en el vértice superior, otra vela que era la última que apagábamos, para que, una vez de quedar la iglesia completamente a oscuras, empezar a tocar las carracas y matracas que llevábamos todos los “CHIGUITOS”, haciendo un ruido estremecedor debido al silencio y la oscuridad reinante en el templo.
Como podrás apreciar en todos los detalles, expuestos con bastante claridad, esto era debido a que fui “monaguillo” durante siete años, o sea, (desde los 7 a los 14 años) que ya tuve que abandonar mi “carera eclesiástica para dedicarme por entero a trabajar y también porque resultaba demasiado ALTO para ser “monaguillo”, ya que, a esa edad, tenía casi la misma talla que alcancé durante mi existencia. Además de “monaguillo” hacía muchas veces de Sacristán, debido a que el titular de dicha plaza fallaba con bastante frecuencia debido a que se embriagaba y no podía acudir a ayudar al Sr. Cura en sus actos religiosos, por lo que tenía que hacerme cargo del cometido indicado cómo de tocar las campanas, cosa que se me daba a la perfección, pues he de decirte que desde que yo deje de hacerlo, las campanas de la torre de Abastas no han vuelto a sonar de la forma y manera que yo las tañía, puesto que combinaba los sonidos de las cuatro o cinco que existían de tal forma, que resultaba muy agradable la música y al mismo tiempo, indicaban el acto que se iba a celebrar, ya que no era el mismo toque para un entierro que para unas vísperas, ni el de la misa diaria como el de la misa de día de fiesta, lo mismo que el toque de gloria que el toque de misa de “MEMORIA”. Por todo ello, me daba el Sr. Cura, 5 pesetas al mes, y por ayudarle a misa diaria, 5 céntimos, o sea, el uno por ciento de lo que cobraba él por decir la misa a los parroquianos diariamente, siendo de 10 céntimos las misas de los domingos y días de fiesta, y los bautizos y bodas lo que nos quisieran dar los padrinos de los mismos, a más de llenarnos los bolsos de caramelos y confites a todos los monaguillos. Cuando llegaba el mes de mayo, las HIJAS DE MARÍA, por tocar las campanas durante todo el mes para las “FLORES” de la Santísima Virgen, me daban 5 pesetas, y en el mes de diciembre en la novena a la misma, 2 pesetas y cincuenta céntimos, así que con unas cosas y otras nunca me faltaban 2 reales = a 50 céntimos de peseta en el bolsillo, lo que me permitía, cuando llegaba por aquellos pueblos el “tío Diógenes” vendiendo cacahuetes, aceitunas, galletas y demás comestibles, el poder comprar un cuarterón de cacahuetes (125 gramos) por 20 céntimos(2 perras gordas), y, con un trozo de pan ir a la bodega para merendar con entera satisfacción y toda tranquilidad. Los días que tenía que tocar a “ORACIÓN” que casi era diariamente, tenía que subir a la torre a las 7 o las ocho de la noche (según la estación) por lo que, a poco que me entretuviera en mis menesteres, cuando terminaba, era de noche, con el inconveniente de bajar las escaleras a oscuras, ya que las mismas, eran peligrosas debido a que los banzos estaban mal colocados y solamente se trataba de un trozo de madero. Había de guardar constantemente el equilibrio, a parte del miedo que algunas veces me producían los animales nocturnos que allí habitaban a más de las palomas, las cuáles no se asustaban con el ruido de las campanas. En el interior de la torre estaban instaladas las dos campanas mayores o “campanones” como les llamábamos, los cuáles producían unas notas graves y muy sonoras, siendo estas las que empleábamos para tocar a “muerto”, y en los campanarios exteriores estaban las campanas más pequeñas, que empleábamos: la mediana, para tocar a misa diaria, y las otras dos para hacer las combinaciones necesarias para los demás actos a más de emplear la mediana y una de las pequeñas para tocar a “gloria” cuando fallecía algún niño, (cosa frecuente en aquella época) por la falta de atenciones médicas… Cuando fallecía alguna persona mayor, avisaban al Sr. Cura, y enseguida me avisaban a mí para que fuera a tocar a “muerto”, para que se enteraran los vecinos y pueblos limítrofes del fallecimiento y pudieran acudir al día siguiente a los funerales o entierro. Los días de fiesta, si es que había procesión, los “mozos”, durante la misma, subían a la torre para tocar todas las campanas a la vez durante el tiempo que nos encontráramos en la calle, lo que daba al acto una nota característica de “día de fiesta” (echando las campanas al vuelo, como se suele decir) y haciendo un ruido espectacular, en todos los contornos, ya que se oían en todos los pueblos limítrofes, perfectamente.
En Abastas había dos cofradías: la del Santísimo y la de San Isidro; la primera celebraba todos los segundos domingos de mes una misa que denominábamos: MINERVA” y en ella, como en las demás de las fiestas sobresalientes del año, se oficiaba el “incienso”, para lo cual tenía que ir, antes de empezar la misa, en casa del Sr. Cura para recoger en el incensario, los carbones encendidos, los cuáles tenían que permanecer en el mismo estado durante toda la misa, para que cuando se aplicara el incienso sobre los mismos produjera el humo aromático. Se esparcía por toda la iglesia, perfumándola, y despertando a algún sonámbulo que se estaba quedando dormido, sobre todo cuando la iglesia se quedaba sin la claridad del día debido a que cuando empezaba el “sermón” la luz que penetraba por las ventanas había desaparecido al correr las cortinas rojas, lo que, con el frescor del interior del templo y la monotonía del “sermón”, el que más y el que menos sentía la imperiosa necesidad de dar alguna que otra cabezadita, la cual se veía interrumpida cuando el orador levantaba la voz para acentuar algún pasaje del mismo y proporcionando algún susto a los durmientes, que se despertaban haciendo muecas graciosas y ademanes chocantes… Como quiera que a mí me tocaba cuidar del “incensario” tenía que estar dándole un movimiento pendular de izquierda a derecha, constantemente para tener las ascuas encendidas, pero como algunas veces me descuidaba de mantenerlo a la altura suficiente para que no tropezara contra el suelo, cuando esto ocurría, al tropezar, las brasas caían del mismo, sobre la alfombra, y entonces, sin otros medios a mi alcance, que los “limpios dedos”tenía que aplicarlos con toda celeridad para recogerlas y volverlas a su destino lo antes posible, para evitar un incendio alfombril, que me hubiera costado una gran regañona del Sr. Cura y a caso tener que sufrir una “multa” por los desperfectos ocasionados, por lo que: ¡había que espabilar!… Las procesiones las celebrábamos según la fiesta, o sea, las del día de “MINERVA”, alrededor de la iglesia y las de los demás días señalados para las mismas por todo el pueblo, saliendo por la calle mayor y regresando por la calle que va a la iglesia después de pasar por la plaza, y, cuando llegábamos hasta la ermita del barrio de abajo seguíamos el mismo itinerario hasta el rincón de abajo, y de allí, atravesando la carretera, y pasando el puente, llegar a la misma, siendo el regreso en sentido contrario hasta llegar a la plaza, para seguir después, hasta la iglesia.
En todos estos actos religiosos, entonábamos, cantos casi siempre, en latín, que el mayor número de feligreses sabía de memoria, pero que no se enteraban de lo que contenían, ni por asomo. Cuando bajábamos la Virgen del Carmen a visitar a la Virgen de Mediavilla entonces entonábamos cantos marianos tales como el AVE MARÍA y la SALVE MARINERA con mucha devoción todos los asistentes. Cuando algún vecino se encontraba enfermo de gravedad, el Sr. Cura le iba a llevar el Santo VIATICO, y le acompañábamos, además de los familiares, todos los niños de la escuela con el Sr. Maestro al frente, cantando preces al SEÑOR, por el enfermo.
En la noche anterior a todos los SANTOS, subíamos a la torre los mozos y yo, y encima de la bóveda del coro encendíamos una hoguera para calentarnos y al mismo tiempo, asar las castañas que llevábamos, las cuáles acompañadas de pan y vino, nos servían de cena puesto que teníamos que estar toda la noche tocando las campanas mayores o “campanones” con un intervalo de 5 minutos a “muerto”, para que los habitantes del pueblo al sentirlas, se pusieran a rezar junto a la vela que tenían encendida en cada casa durante la misma. Al día siguiente celebrábamos la misa de “REQUIEM” y por la tarde íbamos acompañando al Sr. Cura hasta el cementerio para rezar los responsos por las almas de los difuntos que allí reposan, para lo cual cada familia, le daba uno o dos pesetas cada responso al Sr. Cura, abandonando el sagrado recinto con mucha tristeza y recogimiento todos los asistentes al acto. Las procesiones más importantes eran las de Corpus, la Octava y la del Patrón, sacando a la misma, 4 ó 5 santos y otros tantos estandartes además del pendón parroquial que era un asta de madera de más de 4 metros de larga a la cual se sujetaba una tela de 3 metros de ancha por 4 de larga de forma de la vela de un barco, de los colores negro y encarnado, con el escudo de la parroquia en el centro . Este pendón era muy difícil de manejar, por lo que tenía que ser el que lo portaba, además de fuerte, bastante ducho para que no lo derribara el viento, ya que cuando era fuerte, tenía que desenrollar solamente la mitad de la tela, para poderlo mantener verticalmente, cosa que resultaba muy difícil debido a su tamaño.
Además de éste teníamos otro más pequeño que era el de las “ANIMAS”, pero le usábamos poquito, por el motivo que todas las ceremonias que celebrábamos en sufragio de las mismas, eran dentro de la iglesia. En el mes de noviembre tenía lugar la novena por las benditas “ANIMAS” para lo cual montábamos sobre unos caballetes el ataúd del túmulo de la iglesia, quedando a una altura de metro y medio y lo recubríamos con un manto negro donde figuraba una cruz y dos tibias cruzadas con una calavera en la parte superior. Se colocaban en los laterales cinco cirios que encendíamos durante la novena, la cual, y una vez terminada, nos dirigíamos al “TÚMULO” llevando el calderillo del agua bendita y el incensario, para rociar el mismo y ofrecer incienso tanto al “túmulo” como a los asistentes después de echarles la bendición.
CANCIONES QUE ENTONÁBAMOS.
Las canciones que entonábamos ante el “Túmulo” antes de poner fin a la novena eran las siguientes: Romped romped mi cadenas Esto se y alcanzadme libertad, Repetía cuan terribles son mis penas cada verso piedad cristianos, piedad.
Romped romped mi cadenas
Esto se y alcanzadme libertad,
Repetía cuan terribles son mis penas
cada verso piedad cristianos, piedad.
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Soy tu padre, hijo querido
Sacerdote quien tu compasión reclama,
y compa- penando en horrible llama
ñante no me dejes en olvido,
no las ternezas me pagues
con desmor y crueldad.
Pueblo: Romped, romped mis cadenas….
Sacerdote y acompañante
Mira que no son extraños
os que sufragios imploran,
Ay, son amigos y lloran,
sin alivio luengos años
fue por ventura, fingida
nuestra primera amistad.
Pueblo:
Romped, romped mis cadenas…
Sacerdote y acompañante
Una chispa que saliera
de ese fuego tenebroso,
montes y mares, furioso,
en un punto consumiera,
ya que podéis, nuestras llamas,
compasivos, apagad.
Pueblo:
Romped, romped mis cadenas…
Sacerdote y acompañante
Tus huesos y tu memoria
Sacerdote pronto también losa fría
y acompa cubrirá nuestra alegría
ñante cuando en los reinos de gloria
al descanso y luz eterna
a todos conducirás.
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Como podrás apreciar, todo esto resultaba, a pesar de que lo cantábamos, bastante deprimente para los ejecutantes y los demás, ya que nos entristecía en grado sumo, al recordarnos a todos los seres queridos que se fueron de nuestro lado para siempre.
“SOCIEDAD EXCURSIONISTA ABASTENSE”
Capítulo a parte merece la sociedad que habíamos constituido los “ mozos” de Abastas en su mayoría auspiciada y organizada por Luis y Eleuterio Mayorga (tío y sobrino respectivamente) aportando para su sostenimiento cada socio la cantidad de TREINTA CÉNTIMOS los domingos y días de fiesta, siendo tu abuelo Juan, el tesorero de la misma.
Durante el invierno nos dedicábamos a representar obras de teatro o comedias con el fin de recaudar fondos para poder hacer, (después de verano) alguna excursión como la que hicimos a Velilla de Guardo para poder visitar y conocer el pantano que allí existe, la cual resultó ¡maravillosa! y saludable para los 22 “mozos” de Abastas, que llamábamos la atención donde quiera que llegáramos por nuestra compostura y corrección en todo momento, a más de que dábamos ambiente en los salones de baile que visitamos, lo mismo en Guardo, que Saldaña, ya que visitábamos todos los salones que encontrábamos a nuestro paso.
Al año siguiente, después de haber celebrado varias comedias, en las que actuábamos como actores tus dos abuelas, tu abuelo Juan y yo, que hacía el papel de “barquillero”, teniendo que fabricarme el “bombo” de los barquillos y la “rueda” giratoria, (la cual andaba por la panera de la casa vieja, no sabiendo donde fue a parar), nos fuimos, por las ferias de San Mateo, a visitar Valladolid. Asistimos a los “ toros” y al “teatro” en el teatro CALDERÓN, a la obra titulada “CATIUSCA LA PARRANDA”, resultando, tanto los toros como el teatro ¡ESTUPENDO! a más no poder, puesto que en la plaza toreaban los mejores espadas de aquella época, tales como: Marcial Lalanda, Machaquita Pastor, Belmonte, y el Algabeño.¡Casi nada!…
En el teatro (cosa para nosotros nunca vista) cantaba el tenor Marcos Redondo, el mejor dentro de Europa y fuera de ella, el cual hacía de MIGUELON y decía en medio de sus actuaciones: ¡Aurora, no temas! Miguelón te ampara!. Cuando empezó la función, nada más apagar las luces, el silencio era ¡Sepulcral!, y al poco tiempo empezó la orquesta a sonar unos acordes fantásticos que nos hicieron vibrar a todos los asistentes, de emoción, la cual iba aumentando a medida que se iban sucediendo los actos, sobretodo, cuando empezó Marcos Redondo a cantar “CATIUSCA” y siguiendo cuando los coros entonaban la “PARRANDA” los cuáles, una vez terminada la primera parte y encendidas las luces, hubieron de salir al escenario varias veces a saludar al público que les aplaudía y vitoreaba hasta más no poder…! De delirio!…
Una vez que hubo terminado la fiesta nos fuimos a recorrer las casetas de la feria (que ya estaban cerradas por lo intempestivo de la hora) y cuando empezaron a abrir las tiendas que servían desayunos nos llegamos allí para desayunar unos churros con chocolate, y después de dar unas vueltas por los distintos tenderetes, nos fuimos a la estación para tomar el tren de regreso, llegando a la estación de Villalumbroso a las diez y media de la mañana, y a casa a la hora de comer con la cara compungida con pocas ganas de broma por habernos resultado insuficiente nuestro desplazamiento, a más de que ya nos estaban esperando para que fuéramos a trabajar por la tarde, aún cuando fuera de mala gana, Fue una excursión que jamás olvidaré , lo primero por lo bien que lo pasamos y lo segundo, por el impacto que causo en nuestras mentes el conocer cosas que jamás nos pudimos imaginar. ¡MARAVILLOSO!… Cuando esto ocurría tenía yo 18 años y muchas ganas de bailar, cosa que se me daba bastante bien, por el motivo de que tenía un oído estupendo para la música, ya que tan pronto sonaban las notas, ya sabía de que se trataba, si era un tango, un chotis, una rumba, una habanera, o cualquiera otra pieza, lo que me permitía, con conocimiento de causa, empezar nuestros primeros pasos con cierta soltura y elegancia, lo cual agradecía la chica que me tocara en dichos desplazamientos a más de quedar invitado para seguir en la próxima pieza o piezas que tocaran, ya que interpretábamos cual quiera de la colección o repertorio, con la misma facilidad que habíamos empezado, no pasando desapercibidos para las demás parejas, que se admiraban de lo bien que lo hacíamos, brindándose las chicas para bailar conmigo tan pronto como estuviera disponible, y terminando la faena sudando a poro suelto, y con la ropa interior empapada cual si me hubieran metido en un charco…! QUE TIEMPOS AQUELLOS!…
LA MÚSICA
La música que era típica en aquel entonces, era la dulzaina, instrumento que emitía unas notas muy vibrantes y agudas, y el tamboril que la acompañaba en todas las ocasiones en las fiestas de San Isidro, el Corpus, Santiago y demás fiestas del buen tiempo y recuerdo que los “tamboriteros” venían por la tarde el día anterior, para poder acompañar al Sr. Cura desde su casa, hasta la iglesia tocando por las calles y haciendo lo mismo al terminar las vísperas al regresar a su casa, para después poder empezar el baile al aire libre si el tiempo lo permitía. Duraba hasta las 10 de la noche, en que nos íbamos todos a cenar cada uno a su casa, y al día siguiente, a las 8 de la mañana salían a tocar la “alborada” por las calles acompañados por el alguacil del pueblo, para después acompañar nuevamente al Sr. Cura hasta la iglesia para celebrar la Santa Misa, tocando en la misma en el momento de la consagración la marcha real, que resultaba imponente en medio de tanto silencio. Una vez terminada la misa, acompañaban hasta su casa al Sr. Cura, y después, a los hermanos de San Isidro o del Santísimo ya que cuando se trataba de Santiago era el alcalde y ayuntamiento los que le acompañaban en los actos religiosos. El baile empezaba poco después hasta la hora de comer, para seguir después de comer hasta las 10 de la noche, y algunas veces después de cenar, hasta la madrugada, si los asistentes aguantaban.
Por el invierno, si disponíamos de 4 pesetas cada mozo, alquilábamos un “pianillo” manubrio, por meses, y todos los domingos y demás fiestas teníamos baile desde las 5 de la tarde hasta las 10 de la noche en un salón o “panera” que era en la casa que vive en la actualidad el hijo de Rufino antes de hacerla nueva, la cual se encontraba en estado ruinoso y sin ninguna ventilación, cosa que nos perjudicaba a la respiración, pero cuando hacía frío nos favorecía para poder entrar en calor hasta que el baile se iba animando que al mismo tiempo se iba caldeando el ambiente. El pianillo constaba de diez piezas musicales 9, “agarrados” y 1 jota, suelta, la cual se bailaba casi siempre al empezar le baile y se terminaba con la misma para irnos a cenar. En el repertorio musical había: tangos, habaneras, rumbas, foxes, danzones, pericones, mazurcas, chotis, boleros, valses y pasos dobles, siendo estos últimos los que más aceptación tenían por ser los que mejor interpretaban la mayoría de los bailarines, ya que había muchos que apenas sabían mover los pies cuando tenían una chica delante, por lo que si tenían que bailar otra pieza difícil, la que salía perjudicada era la chica, que terminaba con los pies echando chispas debido a los muchos pisotones recibidos durante la danza, que muchas veces tenían que interrumpir por falta de resistencia y aguante. ¡Una verdadera pena!.
Los jóvenes o mozos los domingos por la tarde después de salir del rosario, íbamos a merendar a la bodega, tunándonos cada domingo, y después al baile un tanto contentos por vino que habíamos bebido en demasía, lo que ocasionaba algunos altercados lo mismo con los chicos que con las chicas, hasta que se iban apaciguando los ánimos a medida que desaparecían los gases alcohólicos de cada cual, para poder empezar a bailar con un poquito de orden, siendo estas y poco más las diversiones con que contábamos durante todo el año, excluyendo el verano, que bastante diversión teníamos teniendo que trabajar durante 20 horas del día desde que empezaba hasta que terminaba. Dos meses aproximadamente.
PASODOBLE DEL TORERO MARCIAL LALANDA:
Marcial eres el más grande,
se ve que eres madrileño,
rival de Belmonte José,
Machaquito, Pastor y el Algabeño.
Por ti vamos a los toros,
por ti crece la afición,
Marcial, si tú te retiras,
perderá la fiesta toda la emoción.
Era popularísimo por aquel entonces, ya que se le oía por todas partes, tanto en boca de jóvenes, como de personas mayores.
REFRANES.
A Dios rogando y con el mazo dando.
No des a los demás lo que para ti no quieras.
Con viento se limpia el trigo, y a los malos, con castigo.
Haz bien y no mires a quién Genio y figura hasta la sepultura.
Viento, fama y fortuna, pronto se mudan.
Andando se quita el frío.
Antes de que te cases, mira lo que haces.
Si tu mujer se empeña en que te tires de un tejado, procura que éste sea bajo…
Para los jovencitos: no aspires a los amores que se muestran placenteros, porque encierran sus temores de que nunca son sinceros.
No aspires a los amores que se muestran placenteros, porque encierran sus temores de que nunca son sinceros.
No niegues tu pan al pobre que de puerta en puerta llama; Quizá te enseñe el camino que tú seguirás mañana!
DECIRES.
Abastas, Abastillas, Villarramiel y Capillas, Villafrades y Gatón, se juntaron todos los ayuntamientos para matar a un ratón…
Becerril y Paredes, Fuentes de Nava, los mayores ladrones que hay en España…
EN PLAN DESPECTIVO E INSULTATIVO:
Abastas, caga las canastas.-Abastillas, caga las canastillas.- Villanueva del Rebollar, abre la boca que quiero cagar.-Cervatos, arrebaña los platos, tocan los perros y bailan los gatos.- Riberos, arrebaña los pucheros.- San Román de la Cuba, piojos y pulgas, corral de vacas, donde encierran a los mozos y a las muchachas.- Añoza, raposa.- Villatoquite, guarda la capa que no te la quiten.- Villalumbroso, raposo.- Y así sucesivamente, pues no vale la pena el seguir con tales procacidades y maledicencias por lo desagradables que resultan todos sus términos.- ¿ No te parece que todo suena a muy poca cultura?… Desgraciadamente durante muchos siglos los pueblos rurales en su mayoría, teníamos que sufrir y aguantar todo lo que supone el no poder adquirir una educación y conocimientos suficientes para podernos desenvolver en la vida decorosamente.- ¡QUE DESGRACIA!…