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1.-INTRODUCCIÓN
Las tierras del rincón del S.O de la provincia de León, las Cabreras, Cabrera Alta y Cabrera Baja, quizá sean unas de las tierras más cargadas de pasado genuinamente popular. Un pasado de olvido y silencio de la Administración, de admiración general para casi todas las gentes de a pié que las atravesaban, y un pasado de lucha de personas persuadidas del hondo valor positivo que se oculta en los valles profundos, en las cumbres poderosas, en los limpios ríos, en las escarpadas laderas, en la geografía impresionante que sobrecoge y estremece.
Y comenzó un movimiento de percepción, de respeto y de recuperación del soberbio paisaje y de la sabia compenetración del ser humano con la tierra.
Un ser humano humilde, hecho roca y raíces del suelo, pero cargado de la sabia y ancestral sabiduría del paso del tiempo, de la vida y de la muerte de las generaciones que sobrevivían en un habitat agreste, fuerte y duro, envolvente y maravilloso.
Aquellos seres humanos, aparentemente desvalidos, fueron capaces de doblegar y de someter el medio, compenetrarse con el bosque, los animales, el clima y las aguas.
Ligados por el entorno y con escasas aportaciones del exterior organizaron el trabajo de los montes, de las laderas, de los valles y de las riberas de los ríos: dos, el Cabrera y el Eria, las dos arterias de la tierra.
El duro e inteligente trabajo de los tiempos sobre la tierra está hoy día casi muerto y agotado. Sólo quedan vestigios.
Pero permanece una de las manifestaciones más puras de la sabiduría, de la organización vital y del lenguaje, que el hombre se ha creado para nacer, sobrevivir, amar, descansar, ayudarse colectivamente y morir: su propia casa anclada en el conjunto de otras construcciones que crean el entramado global del poblado. Un pilar esencial del Patrimonio del Pueblo.
Sería un error juzgar cuanto se ha dicho con los criterios de competitividad, negocio, producción, consumo, técnica o "progreso" que nos impone la sociedad burguesa de nuestros tiempos. Ni que decir tiene que se patinaría lamentablemente cuando se les aplicara el rasero de la belleza y de la estética de los libros universitarios o de las últimas formas de los centros de trabajo de tantos equipos de arquitectos.
A los lugares como la Cabrera o sus continuaciones geográficas, sociales, ambientales o antropológicas como son Los Ancares leoneses y gallegos, El Caurel Gallego, o ambas vertientes de la raia seca de Galicia y Portugal, hay que acercarse con humildad y mentalidad abierta, respetuosa y entregada y empezar a reconstruir su mundo desde ellos mismos.
Detengámonos hoy en varios de los muchos lugares de la ancestral arquitectura de la Cabrera: Pozos, Truchas, Truchillas, Iruela, La Cuesta y Quintanilla de Yuso, poblaciones de la Cabrera Alta. Iruela merece mención a parte: a la fuerza vital de la arquitectura tradicional se suma el extraño interés de haber sido la patria de uno de los cabreireses más notorios, el relojero Losada, un ejemplo de cómo se es capaz de hacer fructificar los gérmenes del genio cuando se ofrecen las condiciones idóneas para salir a flote; hay que resaltar por otra parte, la sintonía de algunas recuperaciones actuales con el habitat de siempre. Con todo, creemos que el centro número uno es Villar del Monte; consideramos oportuno dejarle al margen de estas páginas por ser objeto ya de una bien atinada campaña de concienciación y de recuperación.
Para el conjunto citado, habrá que remitirse a los estudios de los grandes investigadores. Pero lo que es imprescindible es empaparse del paisaje, patear los pueblos, observarlos, imbuirse de los volúmenes, de la variedad de "fábricas", de las estructuras internas, del material, de los colores, y por encima de todo rastrear la vida de las personas.
2.- NOTAS SOBRE FORMAS Y TIPOLOGIAS
En las poblaciones citadas de la Cabrera Alta encontramos dos tipos de construcciones bien diferenciadas, las de la vivienda y las construcciones como cuadras, pajares, fraguas y molinos En las construcciones de la vivienda se observan dos plantas, la planta alta y la planta baja. Parece que las de planta única dejaron de construirse a principios del siglo XX.
El centro de la planta alta era la cocina, y el corazón de la cocina era el "llar", la célebre lareira gallega o el fogón de la meseta. Alrededor se ordenaban los escaños. La cocina contenía todo los utensilios imprescindibles. A uno de los extremos de la cocina podía montarse el horno del pan que se proyectaba hacia fuera, hacia la calle, en un abombamiento exterior de la pared. El horno podía fabricarse en una punta del corredor, y el abombamiento se encerraba en el volumen del corredor. El horno podía hacerse como un elemento más, añadido al bloque de la vivienda, por ejemplo, en Iruela, en Truchillas o en Quintanilla de Yuso. En este caso se accedía desde el interior de la planta baja de la casa. El volumen exterior recorría la planta baja y alta o sólo la planta baja. El horno podía estar construido como edificio aislado de planta rectangular, era "la casa el forno". El interior del horno contenía la masera y la bóveda de la cocida. Mención especial merecen los hornos que existen en Quintanilla de Yuso, un bello conjunto de volúmenes y material enraizado en el medio ancestral que los creó. No parecería conveniente avasallarlos con construcciones ajenas totalmente al entorno.
En la planta alta estaban las habitaciones para la familia al completo. Se aprovechaba el calor del llar. Las habitaciones, o la habitación, estaban separadas por un tabique de paja-barro o de finas varas encestadas recubiertas.
El corredor es una ampliación estructural hacia fuera de la planta de arriba. Suele "correr" en paralelo a la calle a lo largo de toda la fachada principal y puede dar la vuelta a la casa. Se apoya en las prolongaciones de las vigas del suelo de la planta alta. Para más seguridad suele apuntalarse con apoyos de madera que pueden arrancar del suelo, de la pared o de la escalera. Se cubre con la prolongación del tejado de la casa. En La Cuesta, casi todas las pilastras de madera de los corredores se rematan con una zapata trabajada. La vertical del corredor se cubría casi totalmente en la mayor parte de ellos, y se dejaba un ventanuco o una ventana. El que se impone es el clima. Otros corredores se abrían completamente en forma de balconada -Truchas-. El corredor es algo tan estructural en la Cabrera Alta, que las viviendas se han dado en llamar, "casa-corredor" (García Grinda, 1991 ).
A la planta alta se subía por la escalera, que arrancaba de la calle. Subía hasta la cocina, o hasta el corredor y del corredor se entraba a la cocina. Para el movimiento de las personas las escaleras podían dar un suave giro circular o hacer un codo en forma de "L" invertida. Cada vivienda tenía su escalera pero hay escaleras que tienen un arranque común para dos viviendas, -Truchillas, La Cuesta-... La escalera exterior de las viviendas de dos plantas "es algo genuinamente característico de la arquitectura popular de La Cabrera Alta" (Casado Lobato, 1948).
Al humo se le daba salida por la chimenea. Las chimeneas de estos pueblos se han convertido en un auténtico toque de la orografía de los tejados. Son de breves volúmenes rectangulares, piramidales, truncados, protegidos por escamas de pizarra escalonadas y rematados por un sombrero de lajas. Siempre hay excepciones.
En las viviendas, las ventanas se abren en la pared lisa. El marco es de madera. Las ventanas de las cuadras sólo alcanzan la categoría de ventanucos y el marco es de piedra. Se impone el clima. -La Cuesta, Pozos, Truchillas-...
La planta baja ocupa todo el espacio inferior de la alta. Se la destina a cuadra; también se meten allí los aperos de labranza. Se entra por una puerta grande con categoría de portones muchas veces. Esta entrada suele estar protegida por el voladizo del corredor situado en el arranque de la planta de arriba y sirve también de "alpendre" para guardar el carro, las herramientas, o apilar la leña. En el hueco del inicio de la escalera podía estar el gallinero -La Cuesta-. Del interior de la planta baja podía arrancar una escalera interior. Era un lujo de las familias acomodadas. Estas familias también tenían una salida a un corral.
La estructura global de la vivienda es rectangular. El tejado es a dos aguas. Cuando el horno fuera del corredor sobresale de la vivienda, se le cubre a un agua.
Cuadras, pajares, fraguas y molinos son construcciones separadas de la vivienda. Hay cuadras, como se ha visto, dentro de ella. Para el campesino nunca tuvieron el sentido de secundarias
Las cuadras y pajares tienen de alguna manera una estructura similar. Son de planta rectangular. La cumbrera, la espina dorsal del tejado, corre paralela a la largura rectangular de la construcción. Pero muchos detalles les hace diferentes: los fines, la ubicación en el pueblo o los toques del material. -Truchillas, Iruela, Pozos-...
Las cuadras se hallan situadas como a una distancia media entre viviendas y pajares. El pueblo acostumbró a construirlas con tejados de pizarra, a veces de cuelmo -paja-. El tejado de pizarra no ofrecía peligro de incedios. La trabazón interior del techo era de madera.
Los pajares se hallan más retirados del pueblo por el peligro de incendios. Una de las paredes corre a lo largo de la calle. En esta pared está la puerta de entrada. La pared de atrás puede correr a lo largo de una elevación del terreno. Desde esta pared se descargaba el carro de hierba que se metía por el boquerón que se abría en el tejado retirando unos haces de cuelmo. El techo visto desde dentro ofrece una estructura de vigas perpendiculares que recorren el espacio de la cumbrera a la pared, -las costillas-, y de vigas trasversales que refuerzan las otras. Se ataban con los velortos. Los huecos se llenaban de cuelmo y se ataban entre sí. Al exterior, el tejado también está rellenado de cuelmo.
En La Cuesta existe el exterior de la fragua: por dentro está vacía. Es de estructura casi cuadrada tirando a rectangular. La cubierta es a dos aguas. No es pequeña. De existir los diferentes elementos esenciales del interior, serían: fuelle, fogón y pila, más otros complementarios como lugar para el carbón y para las herramientas. Fragua y herrero había en casi todos los pueblos.
Otra construcción que formaba parte esencial del paisaje era el molino. En el siglo XVIII había 82 en La Cabrera Alta. La planta suele ser rectangular cercana a cuadrada. La estructura superior contiene la tolva y las muelas, mas espacio para dejar los sacos del grano primero y después, de la harina. Hay un ventanuco. En la parte inferior se sitúa lo que en Galicia se nombra de forma tan expresiva, "el infierno". Aquí está la salida violenta y oprimida del agua que choca contra el rodezno que mueve el eje. El eje arranca también de aquí y engancha en las dos muelas. Habrá que hacer notar que sólo mueve la muela superior. Del molino forma parte esencial el canal de traída del agua y el camino de ida y vuelta. También forma parte esencial la prodigiosa naturaleza que envuelve el camino, el molino y el canal. Uno de los mejor conservados está en Pozos. El molino de Truchillas cuenta con un proyecto de recuperación integral.
3.- EL MATERIAL
El material número uno es la piedra: esquisto, pizarra y cuarzo. Se utiliza en las paredes de viviendas, cuadras, pajares y muros de caminos fraguas y hornos; en el tejado, en las chimeneas, en las losas del llar de las viviendas, en las escaleras, y rara vez en marcos de puertas y ventanas.
La estructura de la colocación es de mampostería.
Los esquinales están trabajados y son más grandes. Destacan los cuidados y bien ordenados de La Cuesta.
La piedra se traía en carros de las laderas de los montes o de los antiguos lechos del río y de los arroyos. Para levantar las más gruesas se utilizaría la roldana. No existía la profesión de cantero. Recuerdan que por los inicios del siglo XX aparecieron cuadrillas de "pedreiros" del interior de Galicia que levantaron o repararon casas.
El cuarzo se coloca en el arranque del cimiento sobre el roquedal o en las paredes. Las vetas de la pizarra hacen más delicada el corte y el uso.
El segundo material en abundancia y versatilidad es la madera. Es el esqueleto del interior de las construcciones en el entramado de suelos de la primera planta y de techos. Es el material del corredor, y de balconadas recientes. Está presente en los marcos de portones, puertas y ventanas. Destacan con frecuencia las gruesas vigas de una sola pieza de los dinteles que sostienen el peso de la pared. No suele existir en las jambas, que son de piedra. La viga, apenas trabajada, contrasta poderosamente con la piedra. De madera son las puertas, portones y ventanas que cierran los vanos. Suele ser raro ver en ellas obra de cerrajería. De madera son las pesebreras que aún pueden verse, por ejemplo, en La Cuesta. Donde más se la cuida es en las balconadas recientes, que presentan filigranas y juegos de ondas, o arambeles finamente torneados -Truchas-. La viga cumbrera, la espina dorsal, de cuadras y pajares, presenta una gran robustez y firmeza, mientras que las restantes del entramado de los techos suelen ser largos troncos o gruesos palos sin trabajar. Se sujetaban con velortos, los dos finos haces de centeno atados por las espigas para alargarles aún más. No había clavos ni puntas.
Existía la profesión de carpintero, pero era el propio campesino el que salía a flote por sus propios medios.
La madera más abundante es la de roble. Se utilizaban también el chopo, el abedul y el humero. Nogales había en abundancia, y el castaño era más raro; mas rara vez se usó la madera de nogal o de castaño.
Otro material abundante en el cierre de corredores y en los tabiques interiores es la combinación de finas varas de madera con paja-barro. Es un encestado que da a la obra un carácter marcadamente antiguo y severo. El encestado puede ir revocado de una mano de barro o de yeso. (García Grinda, 1991). La fuerza, la seguridad y una cierta indefinida sensación de debilidad actual constructiva de algunos edificios, es lo que da al material de la Cabrera hecho arquitectura, esa poderosa comunión con la tierra.
El adobe es prácticamente inexistente en La Cabrera Alta. Parece insinuarse como tabique de separación en alguna casa más evolucionada de Truchas por ej.
4.- VALORES DEL PATRIMONIO ARQUITECTONICO
Hace ya años recorríamos las tierras de Juarros (Burgos). Éramos cuatro personas. Acabadas las jornadas, uno de los participantes exclamó: sólo cuando vi las casas de estos pueblos aprendí soluciones arquitectónicas.
No hace tanto tiempo, un arquitecto, compañero de trabajo, comentaba: el pueblo lleva 5.000 años construyendo y yo lo tengo que aprender en ocho de carrera.
Se trata de sacar a la luz algunos de los valores que subyacen en la aparente monotonía y adustez de las construcciones de los pueblos, en este caso concreto de los seis citados de la Cabrera Alta.
La obra de F. Benito Martín, "La Arquitectura Tradicional de Castilla y León" -1.998-, lleva una introducción que es un hermoso y contundente alegato en defensa de la obra del pueblo como Patrimonio. Defensa y valoración que ya recogió en su momento la Ley de Patrimonio Histórico Español -1985.
Carlos Fuentes -2.001- esbozó hasta 26 connotaciones de la arquitectura popular. Muchas de ellas tienen plena vigencia para los lugares citados.
Una de las visiones que más poderosamente llaman la atención es la adaptación a la tierra, al suelo, que es roca, esquisto, pizarra, cuarzo y paisaje. La piedra pasa de los yacimientos de laderas, espigones o vegas a la construcción ordenada o sabiamente desordenada en las paredes. El roquedal limpio se transforma en cimientos.
El paisaje se hace madera, barro o paja, los otros elementos esenciales que se suman a la piedra. De modo especial la madera. El ladrillo o el cemento son elementos absolutamente extraños; cuando se incorporan a las "fábricas" mal amalgamados, rompen la armonía de austera belleza secular que nace de las raíces de la tierra.
La Naturaleza, también es clima, es decir, lluvia, niebla, viento, sol, agua y nieve. Obsérvense la orientación de las casas, o de los corredores; el recubrimiento de los tejados; las ventanas, el emplazamiento de cuadras y pajeras, el emplazamiento de los molinos de La Cuesta y Truchillas o los humildes riegos de agua que recorrían el pueblo -Truchillas- y se comprenderá hasta qué punto han tenido que doblegarse y someterse a la Naturaleza sin destruirla o aniquilarla, y realizar una simbiosis de respeto y de acoplamiento.
Estas observaciones de la arquitectura popular provocan una especie de lavado de cerebro cuando se vuelve al mundo de nuestras ciudades y se observa que lo que predomina en nuestras confortables viviendas es el negocio, cueste lo que cueste; y después, los Ayuntamientos o las Asociaciones de Vecinos se encargarán de hacer más habitable el entorno.
Una segunda visión que impacta es el conjunto articulado de viviendas y construcciones para las necesidades del trabajo agrícola. Pueden estar juntas, separadas o pegadas. Pero es un todo estructural. Y una vivienda, y otra y otra más, mas las construcciones para animales y para la guarda de la hierba; las construcciones para las necesidades vitales del trabajo, las fraguas, por ejemplo; las construcciones para las necesidades del pan, los molinos, o los hornos si eran comunitarios, forman un conjunto que enraizado en el suelo y en los materiales de la tierra, transmiten esa sensación de sabia armonía, compenetración, dependencia, articulación, sobriedad y sentido común que es difícil olvidar.
Los sustantivos empleados no son un alarde de cascada literaria de palabras. Cada uno de ellos aclara un matiz diferente. Pero hay que detenerse en uno: sobriedad.
La sobriedad la estructuran de modo especial los escuetos volúmenes y las líneas. Cuadrados, rectángulos, líneas verticales, líneas horizontales, o líneas curvas que cuando aparecen son pervivencias del pasado o adaptación a las necesidades del terreno y al movimiento de las personas, animales o carros.
La sobria belleza la configuran también los materiales extraídos del paisaje y del hábitat. La sobriedad decorativa nace de los toques plásticos de la variedad estructural de los materiales. Y hay que hacer notar que los anónimos constructores supieron armonizarlos magistralmente. El esquisto, la pizarra oscura que parece que aún mana, el cuarzo vivo y fuerte que asemeja como recién extraído de la tierra, la madera añosa, dan al conjunto una de las bellezas más sobrias, sorprendentes y vistosas de la arquitectura popular. Y se comprueba que los hombres que levantaron una, y otra y otra más de las construcciones del pueblo, tuvieron una idea clara del juego de colores que podían arrancar del material colocado y combinado en inteligentes hiladas horizontales y verticales. Varios autores gustan hablar de colores rojizos, oscuros, dorados, negros, verdosos, lechosos o de "vibración de texturas". Es lo que un artesano calificó como "la obra de la mente, de las manos y del sentimiento". Este fenómeno se da en los seis pueblos observados, pero sobre todo en Iruela. Y se amplía también por los muros de calles, caminos y huertas. Por eso no sería correcto elevar construcciones de materiales, formas y colores ajenos y beligerantes con el entorno, un entorno de expresiones ancestrales de belleza popular. -Pozos, Quintanilla de Yuso-...
Esa sobriedad se convierte en firmeza, resistencia protección y seguridad personal, de animales y de aperos. Que es lo que el campesino necesita.
A la estructuración arquitectónica de los diversos espacios de las necesidades materiales, hay que añadir la respuesta a las necesidades de vida en común, las calles y las plazas. Y la respuesta a /as necesidades espirituales, la iglesia. Este último aspecto encierra respuestas especiales como tuvimos ocasión de ver en Truchillas y en La Cuesta. La Cuesta encierra un osario de gran valor arquitectónico y dos imágenes escrupulosamente restauradas, una de la Ascensión y otra de la Trinidad. La imagen de la Trinidad son las tres figuras exentas que arrancan de un mismo tronco. Una bella metáfora plástica. La iglesia posee una original rueda de esquilones para uso interno de los oficios.
Cuando se contempla el paisaje y el trabajo de los hombres que lo somete y controla, los pueblos o los caminos, vemos la emanación de un soplo que llega de siglos o de milenios. Y el viento del pasado puede traernos connotaciones múltiples: todo un proceso histórico de poblamiento, el trabajo y la lucha por la adaptación a la tierra, la diversidad o permanencia de los cultivos, los avalares sociales y organizativos de la vida, los profundos sentires de la comunión del hombre con la tierra o la manifestación del amar, nacer y morir. Todo un profundo mundo que enriquece nuestro pasado. Y que se puede leer e investigar al aire libre.
5.- LLAMAMIENTO FINAL
En todos los lugares de la tierra la arquitectura popular es una honda manifestación de la adaptación del hombre al entorno, es la manifestación de la protección del ser humano de las fuerzas de la Naturaleza y de la convivencia con ellas. Las construcciones del pueblo en Las Cabreras, Cabrera Alta por ejemplo, deben de ser tenidas como uno de los grandes reductos de esas manifestaciones. Y deben de ser protegidas como un profundo y potente legado. Más aún si se tiene en cuenta el hábitat y las gentes que lo trabajaron y el tiempo irreversible del pasado. Porque lo que parece también irreversible es el deterioro, la amenaza real de destrucción y de aniquilamiento que se cierne sobre ese ancestral mundo, que no fue un mundo de miseria humana, antiguo, y poco menos que vergonzante. Pero lo que sí causa sonrojo es la ignorancia, la incultura, el menosprecio, el pasotismo o la agresión despiadada omnipresente. Y los factores globales culpables y evidentes son la Administración, los Ayuntamientos, los políticos, los particulares, o el folklore del turismo de un día.
La Tradición profunda no destruye el Progreso. Pero el "progreso" puede destruir la Tradición. El progreso serio incorporará técnicas y confort, pero lo correcto sería que se respeten las raíces de la tierra Es intolerable escuchar manifestaciones como tuvimos que escuchar este verano a visitantes en manada de Taramundi (Asturias); aquello era para ellos, "Cacamundi". Estas posturas vitales debieran de ser enjauladas.
Las Cabreras empiezan a emerger como centro de estudio, de concienciación, de respeto y de recuperación. Se debe a la lucha de pocas personas pero con las ideas claras. Escúcheselas antes de que sea tarde. Y entiéndase que el progreso no es precisamente la destrucción de la potente cultura popular, un pilar indiscutible de nuestro Patrimonio, que encierra además hondos valores humanos.
Este pequeño trabajo no hubiera sido posible sin la ilimitada hospitalidad de Severino Carbajo y Pilar Ortega.
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BIBLIOGRAFIA:
- Casado Lobato. Concha. El habla de la Cabrera Alta. Madrid, C.S.I.C. 1.948
- Carnicer, Ramón: Donde las Hurdes se llaman Cabrera. 1.964. Varias edics. Diputac. Provincial de León.
- Garda Grinda. J. L.: Arquitectura Popular Leonesa. T. I. 1.991 Diputación Provincial de León
- Benito Martín. F.: Arquitectura Tradicional de Castilla y León.
Volumen I-II. Junta de Castilla y León. Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio. 1.998
- Museo de la Cabrera. Instituto Leonés de Cultura. 1.999
- Sánchez Palencia. R. F. : Las Médulas (León). Un paisaje cultural en la "Asturia Augustana". Instituto Leonés de Cultura. Dip. de León. 2.000
- Un itinerario por las artes y los oficios tradicionales. Fundación Hullera Vasco Leonesa. Varios; (artículo de Carlos Fuentes).