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(JUANA I DE CASTILLA EN LA TRADICION ORAL DE BURGOS Y PALENCIA)
(JUGANDO CON LA HISTORIA)
Con la última efervescencia vivida en torno a la reina Juana I de Castilla, a quien la siquiatría de los intereses e intrigas políticas de su época (esquizofrenia, se llama ahora) y después la popular, adornaron con el sobrenombre de "la Loca", parecería que todo estuviera ya dicho. Mas nunca podrá ser bastante lo vertido sobre este singular, expoliado, enfermo y sufrido personaje, porque siempre su aureola trascenderá más allá de la propia Historia. A este ocasional cronista, qué quieren que les diga, le impresiona mucho más la vida y milagros de esta reclusa eterna que los que se supongan a otras célebres mujeres de nuestro "santoral" histórico que no fueron "esquizofrénicas". Sobre todo después de haber devorado las apasionantes páginas que el académico Manuel Fernández Álvarez ha dedicado recientemente a la "prisionera de Tordesillas". Agradezco profundamente a don Manuel que haya escrito un relato tan lleno de datos con rigor histórico como de emotividad, y aprovecho esta ocasión para expresarle que, tras su lectura, yo también he quedado cautivo de Juana. Permítaseme un pero, sin embargo, a su espléndida obra, o si se quiere, una pequeñísima laguna que he observado en ella. Como en otros trabajos que he consultado, el famoso peregrinar de doña Juana I de Castilla con el cadáver de su esposo por campos y aldeas de Castilla, tras haber ordenado sacar sus restos de la Cartuja de Miraflores, no es descrito con la amplitud y exactitud que el extraordinario caso, en mi opinión, requeriría. El itinerario fúnebre es señalado por Manuel Fernández con cinco etapas, a saber: Burgos-Torquemada, Torquemada-Hornillos, Hornillos-Tórtoles de Esgueva, Tortoles de Esgueva-Arcos de la Llana y Arcos de la Llana-Tordesillas, todas ellas, excepto la última, al parecer justificadas por puntuales deseos de la desventurada reina. Y así también, estos mismos lugares nos son señalados por Juan Albarellos en su obra "Efemérides burgalesas", y por Miguel Ángel Zalama en su muy documentada "Vida cotidiana y arte en el Palacio de la reina Juana I en Tordesillas", aunque bien es cierto que estos dos autores añaden un lugar más en la relación, el de Cabia.
En mi modesta opinión, la importancia y singularidad de este viaje, mítico ya, después de tantas veces mencionado y tratado a lo largo de los años, requeriría un análisis más detenido en todos sus aspectos. Y creo también que uno de esos aspectos ha de ser el de la descripción exacta de la ruta que siguió la reina desde la Cartuja de Miraflores, donde recogió el cadáver de su esposo con intención de llevarlo a Granada, hasta su ingreso definitivo en Tordesillas. Completar en la medida que sea posible este itinerario, incluida su salida de la Casa la Vega, en cuyo lugar se instaló tras la muerte de su marido, vendría no solo a ayudar a descifrar un pequeño enigma, sino también a crear una ruta histórica que bien podría ser aprovechada como un elemento más de lo que hoy se ha dado en llamar turismo cultural. Mi parte en este bonito juego, asumiendo todos los riesgos de errar en los planteamientos, consistiría en intentar hilvanar la ruta en Burgos y el Cerrato palentino, dejando para otros el viaje de la reina a Tordesillas desde Arcos de la Llana. Espero y deseo que este trabajo sirva de revulsivo y provoque una reacción en otros estudiosos más competentes para, al final, disponer en su integridad de la ruta cultural pretendida.
Hasta ahora, el trayecto Burgos-Torquemada, de más de sesenta kilómetros, se ha despachado con la explicación de que fue cubierto en cuatro jornadas nocturnas ("se iniciaban al caer la tarde y culminaban cerrada la noche"). Nada se dice, sin embargo, de los lugares en los cuales descansó y se hospedó la reina en las necesarias paradas de dichas jornadas. Si aquella etapa fue así, y no hay por qué dudarlo, ya que la fuente manejada ha sido siempre la del protonotario Pedro Mártir de Anglería, que acompañó a la reina en su extraño viaje e hizo relación del mismo en su Epistolario, podría deducirse que las cuatro jornadas pudieron estar repartidas, aproximadamente, en tramos de quince kilómetros cada una. Visto así, todo parecería sencillo, pero no lo es, como se irá viendo.
Albarellos y Zalama -se ha dicho ya-, incluyen Cabia en la relación, y por tanto, esta inclusión vendría a resolver una de las paradas incógnita para el descanso en la ruta fúnebre. Pero aún quedarían otras dos por conocer en el camino que siguió hasta llegar a Torquemada, si es que en verdad fueron cuatro las jornadas empleadas, como dejó escrito Anglería.
Hay, además, otras muchas interrogantes en los movimientos que hizo la que más tarde sería cautiva en Tordesillas por los campos y aldeas de Castilla con el cadáver de su esposo, como por ejemplo, los que, por distintos motivos, llevó a cabo por el Cerrato palentino. Bien conocido es que encontrándose la reina en Torquemada, hubo de salir de la población como consecuencia de haberse declarado la peste en ella, y que se dirigió a Hornillos del Cerrato, en cuyo trayecto pasó una noche al raso, tras su negativa a hacerlo en un convento de monjas.
También es sabido que desde Hornillos se dirigió a Tortoles de Esgueva para reunirse con su padre, que había llegado de Italia y venía desde Valencia. Pero a partir de estos hechos documentados, los enigmas se multiplican. Se desconoce, por ejemplo, el emplazamiento exacto del mencionado convento, aunque no su nombre (Santa María de Escobar) o los itinerarios que siguió para llegar a Tortoles de Esgueva y a Santa María del Campo, o el que siguió desde Tortoles a Arcos de la Llana, donde habría de permanecer más de un año. ¿Ocuparía en su viaje fúnebre casas en las que ya había pernoctado en viajes anteriores? Todas éstas, y otras interrogantes, conforman, sin duda, un cuerpo digno de ser investigado.
En pos de la memoria: crónica de un viaje alucinante
PRIMER RECORRIDO
(CASA LA VEGA - CARTUJA DE MIRAFLORES TORQUEMADA - HORNILLOS DE CERRATO TORTOLES DE ESGUEVA - SANTA MARIA DEL CAMPO - ARCOS DE LA LLANA)
Este cronista ha intentado una aproximación al tema a través de la tradición oral de los pueblos por los que, a priori, pensaba que la comitiva tuvo que pasar e incluso pernoctar, y ha emprendido un largo y extraordinario viaje. Uno a uno, siguiendo el viejo Camino Real, ha visitado todos esos pueblos, de Burgos y de Palencia, los que estaban en el mismo camino y los que se hallaban muy próximos a él, y ha entrevistado a muchos de sus vecinos. Y el resultado no ha podido ser más positivo.
Soy consciente, sin embargo, de que la tradición oral, casi siempre vaga e imprecisa, no puede sustituir a los documentos escritos, y que, por ello, la ruta que salga finalmente de este trabajo, que tiene una buena parte de juego, no puede ser ni mucho menos definitiva. Aunque también creo que al sumar alguna población más a la relación que siempre se ha ofrecido de este alucinante viaje, se puede estar contribuyendo al enriquecimiento de una bellísima página de nuestra Historia.
Cierto es que la ruta seguida por la comitiva fúnebre pudo haber sido distinta a la del Camino Real de Burgos a Valladolid, dado el extraño comportamiento de la reina, pero lo lógico, en un principio, era pensar que siguiera ese camino. Por eso me atreví a hacer un cálculo, distribuyendo los 60 kilómetros largos que separan Burgos de Torquemada entre las cuatro jornadas, para ver cuáles eran las poblaciones con más probabilidades de que albergaran a la comitiva. Pero, como se verá, esta fórmula no dio los resultados apetecidos.
Cabía y el castillo de los Rojas, primera parada
Cabia no se encuentra en la relación de poblaciones que Juan Villaluga hacía en 1546 cuando describía el Camino Real de Burgos a Valladolid, pero sabía, por J. Albarellos y por la obra de Miguel Ángel Zalama, que esta población ribereña del Arlanzón y del Ausín, tan arrimada a ese camino, fue una de las paradas de la comitiva. Esta localidad se encuentra a unos diez kilómetros de Burgos, a los que habría que sumar otros dos kilómetros que hay desde Burgos a la Cartuja de Miraflores, más otros dos desde este cenobio a la Casa de la Vega, donde la reina estaba residiendo desde la muerte de su marido y desde la cual salió hacia la Cartuja, lo que hacen un total de catorce kilómetros, los suficientes para rellenar una jornada. Esta etapa, con toda probabilidad, debió ser la primera llevada a cabo por la comitiva fúnebre, por eso Cabia fue el primer punto en visitar y en investigar. Las primeras indagaciones en este lugar me llevaron en el verano de 2002 al castillo de los Rojas, que se alza en uno de los costados del pueblo, lo que no fue un mal comienzo para creer en lo dicho por Albarellos. Ángel Carcedo, el primer informante encontrado, de 44 años, me había conducido a la fortaleza con su relato:
"Yo he oído que [Juana la Loca] estuvo ahí [en el castillo] encarcelada. Yo nada más he oído que ahí vivió. Estuvo en alguna habitación cerrada, encarcelada. Estaba loca, pues la tenían que tener cerrada, ¿no?".
Dirigiéndome al mencionado castillo, tuve la gran suerte de contactar con uno de sus actuales propietarios. Se trata de Ascensión Calvo, una mujer de 47 años que guarda en su memoria una gran parte de la tradición familiar. Entre esa tradición figura con luz propia el capítulo de la reina Juana descansando con el cadáver de su esposo en una de las habitaciones de este castillo. Ascensión, siempre atenta a lo que en vida le contó su madre, cuando todavía vivían en el castillo, puede relatar ahora todo lo que desde niña había podido oír. El día de mi visita, a la entrada a la fortaleza, y mostrándome una ventana enrejada que se alza sobre ella, hizo este hermoso y conmovedor relato:
"Esa ventana es el Cuarto de las Rejas, que llamaba siempre mi madre. Juana la Loca pasó aquí una noche con su marido, Felipe el Hermoso, muerto; que le iban a enterrar a Valladolid. Yo se lo he oído a mi madre toda la vida, desde chica pequeña; no sé si será verdad o mentira. [...] Siempre decíamos la Habitación de las Rejas, la Habitación de las Rejas de doña Juana la Loca. Yo solo sé que en esa habitación durmió con el muerto. Y Las chicas [de la familia], que éramos cuatro, dormíamos en ella, que había tres o cuatro camas; y aquí [en una pared de la habitación] había un nicho, todo de piedra, que le tapó mi madre porque entraba agua. ¡Y teníamos un miedo! Al venirnos a la cama siempre mirábamos la cortina [que tapaba el nicho]; decíamos: ¡Igual está Juana la Loca ahí! Y una hermana mía se llama Juana, [y] cuando nos enfadábamos decíamos: ¡anda. Juana la Loca! [...] Todas las chicas del pueblo querían jugar [en el castillo, y] decían: ¡anda, la habitación de Juana la Loca! Y mi madre decía: "no jugar, que lo mancháis", porque mi madre tenía esto [de repulido]...; no como ahora, porque aquí se lleva sin arreglar pues treinta años.
[...] Y esto era la sala; la llamaban la Habitación del Señorito del Palacio. Cuando yo era pequeña, la oí a mi madre que había una cama de oro ahí, y que esa era la habitación del señorito, y que tenía muchos libros; tenía butacas antiguas y eso... A Felipe el Hermoso le dejarían en esa habitación, digo yo [se refiere al Cuarto de las Rejas], aunque es posible que le dejaran en la antesala del señorito. Yo la he oído a mi madre que una noche, que iban de camino a Valladolid para enterrarla en Tordesillas, que hicieron noche aquí.
[...] Cuando vivíamos aquí [en el castillo], nevando y [con gran frío] subíamos al dormitorio; vivíamos abajo pero dormíamos arriba. Entonces, yo me acuerdo que un año que hubo 24 grados bajo cero, que se helaron todas las tuberías, estaba yo sola con mis padres y un hermano (que mis hermanas no estaban), tuve que pasar aquel invierno durmiendo en la gloria, en un sofá, porque mi madre me ponía una botella de agua caliente, de esas de [gaseosa] Casera, y se helaba en la cama. [Además], no podía dormir sola [en el Cuarto las Rejas] porque me daba muchísimo miedo".
"El Palacio de doña Juana", de Celada del Camino
Animado por el éxito de mi primera visita, continué indagando en los pueblos que yo creía candidatos a ser alguna de las paradas en el camino de doña Juana hacia Torquemada. Y mis pesquisas me llevaron a Celada del Camino, población situada en pleno Camino Real y distante de Burgos 23 kilómetros. No era una distancia prometedora, pues desde Cabia a Celada apenas si hay siete kilómetros de separación, pero no había que desestimar ninguna posibilidad, ya que las etapas de la comitiva podrían haberse visto alteradas por distintos factores, como por ejemplo las inclemencias del tiempo, viaje de noche, caminos cortados, visitas a leales amigos que tenían su residencia en la ruta, sin olvidar que la reina hacía aquel viaje en avanzado estado de buena esperanza. Visité, pues, Celada, e interrogué a algunos vecinos, y el resultado fue también muy positivo.
Piedad Moral Martín, nacida y criada en Celada, tenía algo más de sesenta años cuando resumió para este cronista, el 25 de junio de 2002, lo que tantas veces había oído a sus mayores:
"Pues [se dice] que Juana la Loca vivió aquí. Estuvo casada con Felipe el Hermoso. Porque dice la canción:
En Granada don Felipe
sueño de malva reposa.
En Castilla vive presa
la locura de su esposa.
Yo esta canción la he aprendido de niña, cuando íbamos a la escuela, de una profesora que teníamos muy buena. Yo le oí a nuestra madre que [Juana] pasaba por aquí, que venían de viaje -no sé de dónde vendrían- y pernoctaron aquí.Y vivió aquí un tiempo, no sé cuánto tiempo. Y siempre decían [refiriéndose a un palacio que hay en Celada]: el Palacio de Juana la Loca".
Consuelo Moral, de 66 años y hermana de la anterior informante, completó el relato:
"¡Sí, hombre, sí! [Estuvo] en la casa que hay frente a la iglesia; allí estuvo [Juana]. ¿Tú sabes que oía misa desde el balcón? En el último balcón, en lo que va usted a la derecha, frente [a] la puerta de la iglesia. Desde el balcón, oía misa. Decían misa en la iglesia, pero se abría la portonera, se ponía en el balcón y desde allí oía la misa, en el altar que aún está de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Pues mire: eso se lo oíamos a nuestra madre, [y] a nuestros antepasados".
Con las jugosas noticias recibidas era obligada la visita al susodicho palacio, que se encuentra, efectivamente, enfrentado a la iglesia parroquial y a la entrada de la población llegando desde Burgos. Se trata de un edificio noble, blasonado y con fachadas de buena sillería, en cuya parte trasera, sobre un rústico portón y separados por un escudo de piedra, lucen dos sillares con larga inscripción que recuerda el paso por este palacio del rey Felipe IV y de su hija, la infanta María Teresa, en 1660 y cuando iban en dirección a Irún.
María Jesús Muñoz, propietaria actual del palacio, confirmó también la presencia de la reina Juana en Celada del Camino, y concretamente el alojamiento en su casa:
"[Yo sé] que se hospedó en esta casa, porque lo he oído contar. Desde muy pequeña yo he oído que aquí en esta misma casa se hospedó Juana la Loca.
Antes, la entrada principal [del palacio] era por atrás".
Cabe la duda, no obstante, de si la reina Juana, con su lúgubre comitiva, sólo compuesta por hombres, hizo un alto en este pueblo antes de llegar a Torquemada o si lo hizo cuando se dirigía a Arcos de la Llana procedente de Santa María del Campo. Ahí podría entrarse, aun más, en el terreno de las especulaciones. Pero la fuerte tradición arraigada entre los vecinos de Celada parece querer demostrar que su presencia en este lugar fue una realidad. Tendríamos así, por tanto, un nuevo nombre que añadir a los de siempre mencionados, y un punto más en la ruta cultural que se pretende.
Continuando por el Camino Real de Burgos a Valladolid y siempre buscando cualquier huella de la reina Juana en estos campos desolados de Castilla, que la vieron pasar llena de dolor, me acerqué a Villazopeque, lugar muy arrimado a dicho camino. Allí nadie dio señales de que doña Juana hubiera estado o pasado, pero, asombrosamente, pude escuchar un precioso romance popular dedicado a la desdichada reina. Fátima González, informante de 51 años, lo recitó de esta manera:
De Isabel tuvo la sangre poderosa,
el sentir de su buen padre Don Fernando.
La belleza de Granada dio a sus ojos,
el talismán de un corazón enamorado.
Burgos clama por su reina, Valladolid le da un palio,
y un mesón que hay en Tudela, acecha al enamorado.
A los pies del rey hermoso, sin descanso noche y día,
la nobleza de Castilla, por su reina le pedía.
Celos del amor y el viento, qué tormento.
Celos del amor y el aire, qué fatiga.
Doña Juana está dormida, que no la despierte nadie.
Reina Juana, por qué lloras, si tu pena es la mejor,
porque no fue un mal cariño, que fue locura de amor.
Encerrada entre paredes de un castillo,
la locura de su amor se desboca,
y los altos torreones de la Alhambra,
suspirando rezan por su Reina loca.
Burgos llora su locura, Valladolid se lamenta,
Tordesillas la recoge, ya de celos medio muerta.
En Granada don Felipe, sueño de amor reposa,
y Castilla vive presa, la locura de su esposa.
“La Casa de Juana La Loca” en Presencio
La reina podría haber seguido por el Camino Real en su descenso, pero, al parecer, no debió hacerlo, seguramente porque sus movimientos se escapaban a toda lógica, dado su estado de abatimiento por la muerte de su esposo. ¿Qué aire pudo llevarla a Presencio, haciendo un pronunciado desvío de la ruta que llevaba? ¿Pudo ser porque en esa localidad vivía gente de su confianza y que esa gente tenía alojamiento digno para ella? ¿Deseaba tal vez contemplar la casa fuerte de Torrepadierne, en aquellos tiempos propiedad del maestresala de sus padres, y por eso cruzó el Arlanzón? Son preguntas que quedan en el aire. El hecho es que, desde Celada del Camino, doña Juana debió dirigirse a Presencio, en cuyo lugar, según tradición oral, se hospedó en una casa palaciega de la Plaza Mayor. Es, en efecto, creencia generalizada que en este pueblo se hospedó la Reina en su viaje con el cadáver de su marido, y que, además, tenía por costumbre hospedarse en la misma casa siempre que "iba de paso".
La noble y blasonada casa, probablemente del siglo XVI, es popularmente conocida por todo el vecindario como la "Casa de Juana la Loca". Está situada en una esquina entre la Plaza Mayor y la iglesia, junto a un bellísimo rollo de la misma época, y ha sido dividida en dos mitades, encontrándose una de ellas totalmente restaurada y la otra en lamentable estado de abandono y a punto de derrumbarse, lo cual sería una tragedia, dado su alto valor histórico y artístico.
Los testimonios recogidos en Presencio son abrumadores. He aquí algunos:
"Yo se lo oí a mi tía, que aquí vivió Juana la Loca, y tal"
"De toda la vida [la conocemos como] la Casa de Juana la Loca'
"Que cuando venía por aquí Juana la Loca, que se quedaba en esa casa, [que] de aquí iba a Santa María [del Campo] Creo que sería la dueña. Tenía una casa aquí. Y en Santa María, otra".
"Dicen que pernoctaba aquí, en esta casa".
"La última vez que vino [Juana la Loca] fue pa enterrar a su marido, que le enterráron pa'llá bajo".
"Pues que yo he oído -que no lo sé-, que si bajaban con el Felipe el Hermoso y que entraron aquí a posar un rato, a descansar".
"Demostrada" también la presencia de la reina y su sombría comitiva en Presencio, no habría que descartar, sin embargo, la posibilidad de que la parada en esta población hubiera tenido lugar en el viaje de Santa María del Campo a Arcos de la Llana y no en el de bajada. Tratando de resolver este enigma exploré todos los pueblos del Camino Real existentes hasta llegar a Torquemada, incluso muchos de los que estaban algo apartados de esta ruta, con resultado negativo. La parada más cercana localizada en la línea recta hasta la localidad palentina es la de Palenzuela, de la que más adelante se dará cuenta, pero ésta se halla demasiado lejana de Celada del Camino, por lo que habría que considerar como muy posible una parada intermedia, y ésta bien pudo ser la ya descrita de Presencio, o la de Santa María del Campo, donde hay también cumplido testimonio de su presencia y residencia.
"La Casa del Cordón" de Santa María del Campo
Desde Presencio y fuera ya del Camino Real, la comitiva fúnebre debió seguir su loco camino hacia Santa María del Campo, aunque no parece muy probable que descansara en este lugar, habida cuenta el corto espacio recorrido desde su salida de Presencio.
Cierto es que nadie de esta llamada "Corte trashumante" podía obligar a la reina a cumplir escrupulosamente un itinerario, pero las cuatro jornadas citadas, parecen delimitar los tiempos y las paradas del viaje. Se ha visto ya cómo se detuvo en Cabia, en Celada del Camino y, probablemente, en Presencio, sin abandonar la posibilidad de que lo hiciera también en Santa María del Campo. No quedarían ya, pues, más paradas hasta llegar a Torquemada, y eso es algo que resulta extraño, dada la gran distancia entre ambas poblaciones. De modo que, o bien fueron más jornadas las empleadas en cumplimentar el viaje a la población palentina que las citadas por Anglería, o la ruta hasta ahora propuesta es equivocada y, como consecuencia, falla la tradición oral, en cuya disciplina había depositado este cronista su confianza. Si esto último fuera así, habría que volver de nuevo a Cabia y desde allí proponer la alternativa del Camino Real en su integridad, lo que conllevaría el desconocimiento de las otras posibles paradas hasta Torquemada, de las cuales no hay, o no conozco, constancia oral ni escrita.
Continuaremos, pues, con este juego histórico, haciendo abstracción de las famosas cuatro jornadas, y llegaremos a Santa María del Campo, lugar con sabor medieval y renacentista en el que existe fuerte tradición de la presencia de Juana de Castilla. Consultado un buen número de vecinos, todos señalaron la Casa del Cordón como lugar de residencia de la reina. En un tiempo, esta casa, situada en la parte baja de la población y junto a uno de los arcos de acceso a la misma, pudo ser un solemne palacio, pero en la actualidad y después de una fuerte transformación, conserva sólo parte de la fachada principal, donde luce un bello cordón de piedra que enmarcaba la antigua portada, un escudo y dos medallones característicos del siglo XVI, lo que no es poco.
Que Juana la Loca estuvo en esta casa parece un hecho evidente, a juzgar por los numerosísimos testimonios orales recogidos. También se sabe, esta vez por noticias escritas, que la reina, su padre don Fernando, y toda la Corte, estuvieron en Santa María del Campo durante una temporada, coincidiendo en el tiempo con la celebración del primer aniversario de la muerte de su marido y con la imposición del capelo cardenalicio al regente Cisneros, hecho que tuvo lugar en la cercana Mahamud el 23 de septiembre de 1507. Es bien conocido que doña Juana, con su luto extremo, no quiso moverse de Santa María para asistir al último evento por no tener ánimo para los grandes fastos y por estar dedicada en cuerpo y alma al celoso cuidado del cadáver de su esposo.
Todo esto ocurría después de haber abandonado la reina Tortoles de Esgueva, pero no aclara si con anterioridad, es decir, en el viaje de descenso que la llevó a Torquemada, donde alumbró a su hija Catalina, se detuvo o pernoctó en Santa María del Campo. Eso es algo con lo que habrá que especular también a falta de más pistas. De lo que no cabe la menor duda es de que Santa María del Campo es un hito importantísimo en el viaje fúnebre.
En la residencia de ancianos de esta población pude recoger los siguientes testimonios:
"Yo, lo que oí, [es] que, antiguamente, trajo el marido de Juana la Loca hacia aquí, y que le llevaban muerto por los pueblos de por aquí, y que se detuvo una noche aquí. Venían de Lerma, [o de] por ahí. Yo se lo he oído a los antiguos", (sic. anciano de 80 años).
"Pues Juana la Loca estuvo aquí, en la Casa el Cordón, que tiene un cordón la casa", (sic. anciano de 92 años).
"Dice que no estaba en condiciones, que estaba algo ida. Tenía aquí la casa; vivía aquí, en la Casa del Cordón, que decimos. Que dormía varias veces en esa casa cuando pasaba. Ahí, en esa casa, estuvo varias veces; yo no sé si estaba fija o de paso. Y estuvo con él [con el marido] muerto algún tiempo", (sic. Mariano García, de 87 años).
Villahoz, pueblo muy cercano a Santa María del Campo, y por tanto próximo también a la ruta fúnebre, debió agitarse igualmente con la memorable jornada que se vivió en la vecina Mahamud con ocasión del cardenalato de Cisneros. Toda la Corte que estaba en Santa María, excepto la entristecida reina, se desplazó a la localidad de los "gorretes", y los habitantes de Villahoz, que desde su cercanía podían oír el repicar de las campanas vecinas, es más que probable que no quisieran perderse el pomposo acontecimiento. En esta población, además, pude recoger este bello testimonio, lleno de frescura popular.
"Juana la Loca... Era yo un chaval cuando se oía eso. No lo recuerdo bien... Ah, espere, espere: sí, ¡coño!, [se decía] que pasaba con el marido muerto por los pueblos y por las ciudades. Por aquí [por Villahoz] no pasó doña Juana la Loca, llevaba otra ruta. El caso es que la pusieron Juana la Loca porque paseó mucho tiempo con el marido muerto por los pueblos. Yo se lo oí a los viejos. Le llevó muchos años, muerto. Estaría trastornada" (sic. Florentino Ballesteros, de 95 años).
El cortejo fúnebre en Palenzuela
Si nos atenemos a los testimonios orales encontrados, después de Santa María del Campo la siguiente parada de la triste comitiva, antes de entrar en Torquemada, debió tener lugar en Palenzuela. Esta fortificada y señorial población, situada ya en los valles del Cerrato y que en un tiempo vio pasar por ella el Camino Real, guarda entre sus tradiciones la visita y hospedaje de la reina. Y aunque existe entre los vecinos más mayores división de opiniones sobre el lugar donde se alojó, la opinión más generalizada es la de que lo hizo en el palacio de los Herrera. Conviene recordar aquí, que uno de los dueños ilustres de este palacio fue Alonso de Herrera, el que más tarde se convertiría en fray Alonso de Palenzuela, que fue confesor de Isabel la Católica, madre de doña Juana. En este sólido palacio, situado al borde de un precipicio que mira al río Arlanza, "se hospedaban en muchas ocasiones las reinas", según cuenta el investigador de esta villa, Lázaro de Castro, aunque nada dice sobre que lo hiciera la reina Juana I de Castilla.
La tradición oral es tozuda, sin embargo:
"Yo sí que he oído que Juana la Loca pasaba por aquí, y que la venían persiguiendo, y que pasó una noche en el palacio" (sic. anciano sin identificar de unos 80 años).
"Pues de Juana la Loca sabemos que pernoctó aquí, pero que yo sepa, no sé adonde", (sic. anciano sin identificar de unos 70 años).
"[Juana la Loca} se hospedó en ese palacio [en el de los Herrera] Toda la vida lo he oído contar. Venía pues con su marido y amistades que tenía. [...] ¿Por qué se volvió loca?: pues porque él se iba con todas, y tanto le quería, la pobre, que vio esas escenas y se volvió loca. Yo [eso] es lo que he oído decir a mi abuela" (sic. Dolores de los Mozos, de 76 años).
Palenzuela debe ser, pues, otra de las paradas obligadas para todo aquel que quiera seguir la ruta cultural que nos lleva.
Torquemada, un descanso de cuatro meses
Con el inseparable cadáver embalsamado de su esposo, y en estado avanzado de gestación, la reina llega a Torquemada, en cuyo lugar, el 14 de enero, da a luz a su hija Catalina. Aquí permanece por espacio de cuatro meses, con continuas visitas a la iglesia parroquial, donde había dejado el cadáver de Felipe el Hermoso, hasta que a mediados de abril de 1507, con motivo de haberse declarado la peste, tiene que abandonar el lugar y se dirige hacia Hornillos.
Las noticias escritas en esta fase del viaje son abundantes y muy jugosas. Fray Prudencio de Sandoval ("Historia del Emperador Carlos V") se refería así a la estancia de Juana en Torquemada:
"Llegó viernes a Torquemada acompañándola el cardenal y otros grandes. Trajo consigo el cuerpo del rey, su marido, que mandó sacar de Miraflores, y púsolo en la iglesia de Torquemada, acompañándole muchos frailes franciscos que cada día le decían vigilias y misas; y vino el prior de Miraflores con algunos monjes cartujos [...].
Posó la reina en Torquemada, en las casas de un clérigo que estaba cerca de la puerta que sale a la puente sobre el río, que ha pocos años se hundieron y servían en nuestros días de mesón".
La tradición oral de Torquemada, sin embargo, desdice al historiador benedictino en lo concerniente al lugar en el que se instaló la reina, pues es creencia generalizada entre los vecinos de esta población ribereña del Pisuerga que lo hizo en una casa de la actual calle mayor, la cual se conoce como "Casa de Juana la Loca". Existe en la parte trasera de esta casa la que se conoce como Plazuela de la Reina, lo que vendría a apoyar la hipótesis de los vecinos, pero a estas alturas parece difícil averiguar cuál de las dos versiones tiene razón. Hágase caso a la versión popular y consérvese el número 57 de la calle mayor, ya que no se supo conservar la otra parte que, al parecer, correspondió al mismo edificio y que fue derribada recientemente.
Entre las narraciones que he podido recoger sobre esta casa merecen destacarse las siguientes:
"La llaman la Casa de Juana la Loca. Hay tres bodegas debajo. Yo he oído que venía de paso y eso, y que tuvo ahí [en esa casa] el hijo [su hija Catalina]. Yo, eso es lo que he oído a las personas mayores". (sic. mujer sin identificar de unos setenta años).
"Hay una plaza aquí que llaman la Plazuela de la Reina, que está muy próxima a la casa que se cree fue [donde se instaló la reina]. Pero no está muy claro tampoco. Por tradición popular se dice que [la casa estaba] en la calle mayor, la que se ha derribado ahora y la otra que está todavía en pie" (sic. Ana María de la Cruz., de unos cuarenta años).
Antes de llegar a Hornillos, la reina comprueba si su marido está en el ataúd
A finales de abril de 1507 Juana sale de Torquemada, donde se había declarado la peste y ésta había causado bajas entre sus acompañantes. No dice donde va, y su objetivo era llegar a Granada con su marido. Al poco de cruzar el extraordinario puente sobre el Pisuerga y en dirección a Hornillos, se encuentra con un monasterio, el de Santa María de Escobar, donde manda detener la comitiva para oficiar funerales por su marido, no está claro si dentro o fuera del convento, aunque lo lógico es suponer que fuera dentro. Al enterarse de que éste es de monjas, manda alejar a su marido de allí y, a campo abierto, ordena destapar la caja mortuoria para comprobar si el cadáver todavía se encontraba en ella. Mártir de Anglería se refiere así a estos hechos:
"Cuando supo que era fémina la comunidad, inmediatamente dio órdenes para que trasladasen el féretro de allí y a campo descubierto, a cielo raso, mandó que sacasen el cadáver durante la noche, a la débil luz de las hachas, que apenas si dejaban arder la violencia del viento. Unos artesanos venidos al efecto abrieron la caja de madera y la de plomo. Después de contemplar el cadáver del marido, llamando a los nobles como testigos, mandó de nuevo cerrarlo y que a hombros se trasladasen a Hornillos" (sic. Pedro Mártir de Anglería, "Epistolario").
El cortejo fúnebre se dirige entonces al cercano Hornillos, a cuyo lugar llega hacia el alba. Desprecia al parecer el castillo de este "villorrio" y se instala en la casa de un clérigo cercana a la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel. Y aquí se queda durante cuatro meses, "resuelta a esperar la llegada de su padre".
Esta parte es bien conocida documentalmente. Se conoce el nombre del clérigo y los daños que le fueron ocasionados en su casa con motivo de las transformaciones habidas durante la estancia en ella de la reina. Se conoce incluso la indemnización que hubo de pagarse a dicho clérigo por los daños ocasionados por un incendio dentro de la iglesia y por la pérdida de ofrendas al empeñarse doña Juana en que ninguna mujer entrase en la iglesia mientras estuviese su marido en ella. Pero todo esto supera las pretensiones de este trabajo, que, como ya se ha advertido, no son otras que las de, a través de la tradición oral, dejar señalada, lo más ampliamente posible, la ruta fúnebre de la reina por los campos y aldeas de Castilla.
La memoria oral, sin embargo, no es tan precisa en Hornillos, diría que es excesivamente confusa. Se empeña en situar a la reina en el castillo de este pueblo, en lugar de en la ya referida casa, motivo por el cual este baluarte es conocido como "Castillo de doña Juana la Loca". Hay quien, incluso, sitúa el nacimiento de la reina en este castillo:
"El Castillo de doña Juana la Loca, se llama. Pues que vivió de niña [en él] y después se marchó. Ya no me acuerdo a donde marchó. Ella es de aquí; yo siempre [he oído] eso, que aquí nació, [que] aquí estuvo, y [que] después se marcharon pa'llá. Yo les oí a mis padres siempre eso", (sic. Basilio Vaca, informante de 77 años).
La Cruz de la Muñeca y El Torreón, en el páramo de Antigüedad
Tras pasar cuatro meses en Hornillos, la reina, por fin, recibe la noticia esperada: su padre ha llegado de Italia y va a reunirse con ella en Tortoles de Esgueva, un lugar algo más adecuado para instalar ambas comitivas que el de Hornillos. El día 24 de agosto, otra vez la extraña corte se pone en camino, de noche, con una reina, una infanta de siete meses y un cadáver real arrastrado por cuatro caballos negros. Camina por los campos, toma el camino de Antigüedad y, sin parar en esta población, continúa por un desolado páramo hasta llegar a Tortoles. En este viaje es cuando, según la tradición oral, el féretro de Felipe el Hermoso cae al suelo y la reina quiere perpetuar la memoria de este lance mandando poner una cruz de piedra en el lugar exacto de la caída. Esta cruz, de unos setenta centímetros de alta, se conoce como la Cruz de la Muñeca, y aún puede verse junto al viejo camino de Tortoles, dentro de una finca de labor y en medio del sobrecogedor páramo cerrateno. Sobre este asunto, pude recoger en Antigüedad los siguientes relatos:
"[Juana la Loca] sí que pasó por aquí, [por Antigüedad]. Y tiene una cruz por aquí, por un páramo de por aquí. Ella venía de por allá, de no sé por dónde, y pasó por aquí para ir a Hornillos, que es donde tenía el palacio. Y pasó por aquí, y donde le dejó a su marido un poco de tiempo, pusieron la cruz; y ahí está. Yo a mis padres se lo he oído toda la vida" (sic. María Sanz, informante de 81 años).
"[A Felipe el Hermoso]le llevaban en hombros, y al llegar a cierto sitio pararon para descansar. Y ella dijo: "No, no, que sigan, que sigan, que tiene que llegar vivo, que mi marido no está muerto, que está vivo!". Eso [lo sé], pues anda, de leyendas que hemos oído, de historias que nos han contao. Venía de la parte [de] Burgos o por ahí y tuvo que pasar por ahí [por el páramo].
No, dormir no durmió, nada más que como le llevaban a hombros a Felipe el Hermoso, pues los que le llevaban se cansaban y descansaron un poco en un término; sí, ahí, en la Cruz de la Muñeca, descansó, seguro. Iban de paso y pararon un momento porque se cansaban, y doña Juana iba como una loca diciendo que "¡no le hagan daño, cuidado, que está vivo, que no se ha muerto, que está dormido!", (sic. Trinidad Mena, informante de 86 años).
"[Yo he oído] que pasó por ahí, por unos caminos. Creo que venía de Tortoles a Hornillos. Pues que pasó por allí Juana la Loca [por la Cruz de la Muñeca] [...]. No hace falta pasar por Baltanás para ir de Hornillos a Tortoles. Entonces no había carretera cuando esa [Juana] pasó, y vino por el camino que es de Tortoles. Yo se lo he oído contar a los viejos que pasó por aquí", (sic. Marcelino Losada, informante de 75 años).
Resulta curiosa la coincidencia en los relatos de los tres informantes sobre el hecho de que la comitiva fúnebre hacía este trayecto de regreso de Tortoles a Hornillos y no al revés. Eso podría ser interesante para las conjeturas que más adelante habrán de hacerse sobre el camino que tomó el cortejo fúnebre para dirigirse a Santa María del Campo desde Tortoles de Esgueva. Por ahora habrá de continuarse en el páramo de Antigüedad, pues hay otro asunto que, según las viejas leyendas, ocupó a la comitiva y que tiene como protagonista añadido a un viejo torreón perdido en el páramo, situado a poca distancia de la señalada Cruz de la Muñeca y del camino de Carratórtoles.
Dice la tradición que en dicho torreón descansó doña Juana en su viaje a Tortoles, aunque eso es algo que resulta difícil de creer, dado que la construcción aparenta ser una torre de señalizaciones más moderna. En todo caso, he aquí lo que sugiere una informante de Antigüedad:
"La leyenda dice que, en el páramo, cansadas las mulas del largo y áspero camino, una de ellas tropezó, cayó, y el féretro de don Felipe tocó el suelo. Y en el punto donde cayó, doña Juana mandó poner una cruz: Y vinieron al Torreón, decididos a pasar en él la noche, porque todavía les quedaba [mucho] para llegar a Tortoles. Dormiría doña Juana, los demás pues por aquí, alrededor, era verano y daba igual", (sic. Sarito Mañueco, informante de 71 años}.
La Cruz de la Muñeca y El Torreón, pues, han de ser dos visitas obligadas para quien quiera seguir la triste ruta de doña Juana y su fallecido esposo.
"La Casa de Juana la Loca" en Tortoles de Esgueva
Dejando a un lado Cevico Navero y el monasterio de San Pelayo, cuyas venerables ruinas merecen la visita del peregrino, el cortejo fúnebre llegó a Tortoles de Esgueva. Aquí la reina se encontró con su padre, el 28 de agosto de 1507, cuatro días después de haber salido de Hornillos, y pudo descargar con él, por fin, toda la amargura que llevaba dentro.
Convertida temporalmente en Corte de Fernando el Católico, Tortoles de Esgueva, que por aquel tiempo tenía un floreciente monasterio de religiosas benedictinas y varios palacios, vería su población aumentada notablemente. Todo lo cual, como era de esperar, generó un poso de creencias populares, entre ellas la de que doña Juana pasaba muchas veces por Tortoles y la de que tenía una casa en la que se alojaba siempre. Esta casa, que según alguna versión recogida era una posada, estaba dentro de lo que hoy parece la calle mayor de Tortoles, frente a un gran palacio del siglo XVI que existe en la misma calle. Tal vez por esta circunstancia la tradición oral recoja que en un sitio estuvo doña Juana y en el otro el cadáver de su esposo. Pero, con todo, lo más llamativo y conmovedor de esta tradición es que aún se crea que en dicha casa, que a lo largo del tiempo ha sufrido diversas transformaciones, existe la que se conoce como "la habitación donde dormía la reina". Un fragmento del arco de acceso a la casa, por lo demás, es el único resto antiguo que parece quedar de ella; puede verse por encima de la puerta actual y debajo de la balconada.
Entrevistada la actual propietaria de dicha casa, esto fue lo que contó: "[Juana la Loca] tenía una alcoba en la casa. Era la casa de Juana; La Casa de Juana la Loca, decían. Iba a Tordesillas [...] Una prima mía decía que tenía un retrato en la alcoba", (sic. Julia Alvaro, informante de 95 años).
Otras versiones recogidas en Tortoles, muy confusas, refieren también el episodio de doña Juana en este lugar del sudoeste de Burgos:
"Según venía o se iba a Tordesillas, ahí se quedaba [la reina], en esta casa. Dormía aquí cuando bajaba a Tordesillas. Yo siempre la he oído a la suegra de mi hermana, dice: "esta era la habitación donde se quedaba Juana la Loca". [...] Que iba el arco [de la puerta] así, pero que luego, al haber particiones... [...] Porque ella donde dormía era aquí, en una habitación que da atrás, (sic. Consuelo de la Cruz, informante de 63 años)
"[Decían] que vivió en Tortoles, que tenía un palacio antiguo. Hay un palacio que dicen que era de doña Juana la Loca. Pero ese no era -decía mi tío siempre-, ese es posterior. Pero hay otro, y ahí vivió.
[Decían] que se murió el marido, y [que] al atravesar por el monte de Tortoles, para ir a Palencia, que iba ella siempre detrás, y cosas así. Ella todo el tiempo detrás del cadáver; iría una caravana, se había muerto el rey, pues mira.
Sí, sí que tenía un palacio; dicen que sí, que allí vivió. [Pero decían] otra cosa: hay una posada o un eso, y dicen... Estuvieron viviendo en Tortoles doña Juana la Loca y Felipe el Hermoso. Entonces, el uno estaba en la posada y el otro en el palacio. [Eso era] estando vivo [Felipe], cuando vivían en Tortoles. Yo lo he oído de to la vida a los mayores", (sic. Raimundo Maté, informante de 82 años).
A partir de Tortoles, desconozco el camino que siguió el cortejo fúnebre para llegar a Santa María del Campo. Intenté seguir su pista en la línea recta que une Tortoles con Santa María, escarbando en la memoria de Torresandino, Villafruela, Espinosa, Royuela de Río Franco, Cobos del Cerrato, Torrepadre y Villahoz, con resultado totalmente negativo; nadie en estos pueblos recuerda el paso de la comitiva real de doña Juana -tal vez porque pasara de noche-, ni la de su padre, don Fernando el Católico. Lo intenté también por Lerma y Tordomar, con el mismo resultado negativo. La conclusión a la que habría de llegarse, entonces, es de que volvió por el mismo camino andado, es decir, retrocediendo hacia Hornillos y desde aquí, por la ruta ya descrita, a Santa María del Campo, en cuyo lugar se estableció la corte durante una temporada, como ya se ha dicho.
Quedaría también por saber el camino que siguió esta corte itinerante para llegar a Arcos de la Llana después de haber salido de Santa María del Campo. Lo más probable es que este trayecto se cumpliera con tan solo una parada, y ésta bien pudo ser en Presencio, donde, ya se dijo también, existe la llamada "Casa de Juana la Loca", en la que, según la tradición oral, paraba la reina "siempre que iba de paso". Pero eso es una elucubración más en este juego.
La reina Juana en Arcos de la Llana
El 29 de octubre de 1507 Fernando el Católico deja a su hija en Arcos de la Llana, y aquí permanecería hasta febrero de 1509, en compañía de su hija menor, la infanta Catalina. La Reina se había negado a ir con su padre a Burgos por los malos recuerdos que de esta ciudad tenía, y no hubo modo de convencerla de que pasara de aquella población. Así, la pequeña y amurallada villa de Arcos, que por entonces debía estar bien dotada de casas palaciegas, entre ellas aquélla en la que veraneaban los obispos, fue testigo durante año y medio del aislamiento político de su reina y de su profunda amargura.
Hay sin embargo un aspecto que no está suficientemente claro, y es el que se refiere al lugar en el que se alojó doña Juana durante su estancia en la localidad arqueña. Si hay que atenerse a los autores que han escrito sobre este aspecto, parece que ese lugar pudo ser el mencionado Palacio Episcopal, aunque ello podría estar en contradicción con el ánimo de la reina, ya que, como bien es conocido, prefería en su triste viaje lugares más humildes para esconder su pena. Esa contradicción estaría, además, confirmando lo que la tradición oral de Arcos se ha encargado de transmitir a lo largo de los siglos, que "Juana la Loca" vivió en un palacio que había junto a la puerta norte de la villa. Ese palacio ya no está; sus ruinas, desgraciadamente, desaparecieron hace pocos años, y en su lugar se alza ahora un bloque de viviendas de ladrillo caravista. De todos modos, tratándose de una estancia larga no puede resultar extraña su residencia en el palacio de verano de los obispos.
Hay constancia documental de los arreglos y modificaciones que fueron hechos en la casa en la que vivió la reina, así como de numerosas compras que se hicieron para su servicio, como por ejemplo diversos braseros y una lámpara, pero no de cuál fue la casa. En cualquier caso, fuera en el palacio de verano de los obispos o en cualquier otro, lo que está probado es que la reina se trasladaba todos los días a la iglesia arqueña para velar el cadáver de su marido y asistir a los oficios fúnebres que en su honor se celebraban por su mandato.
Sobre lo que la tradición oral dice de la permanencia de la reina en Arcos, y del palacio en el cual se instaló, he aquí las versiones recogidas:
"Ahí no había nada, era una finca de cultivo. Fue un palacio que se llamaba El Palacio de doña Juana la Loca, dice[n] que si llegó a vivir ahí [...]. Pues como no estaba bien de eso [de salud mental], la tenían ahí. Porque dicen que algunos días iba a Burgos a por una caja de cerillas; se lo oí yo a mis antepasados, a mi abuelo y a mi padre. ¡Coño, pues porque no estaba bien! ¡Como si se le hubiese ocurrido otra cosa! Yo no he oído más que eso. Dicen que cogía el anda niños y [se iba] hasta Burgos. Hubo un palacio cuando ella vivía; he conocido piedras por donde la tapia ésa, se ve que sería aquello [el palacio]. [...] Por lo visto, aquí no venía más que ella [doña Juana], (sic. Pío González., informante de 83 años)
"Yo he oído que la tuvieron encerrada, me parece. Me acuerdo que había aquí un terreno que me parece que era donde estuvo el palacio de la Juana. Este pueblo estuvo amurallao, y este arco le llaman El Arco de Abajo. Había otro [arco] y le tiraron los camiones. Es que ahí debía ser...; en esa finca que tenía encima del arco, [en] esa es [en] donde estuvo la Juana, pero ahora está toda edificada. [...] Yo he oído que se volvió loca por eso, porque se le murió el marido", (sic. Vicente Saiz Ibáñez, informante de 79 años).
"Yo no conocía más que la tierra y las piedras [del palacio] que había. Yo siempre [he oído] que Juana la Loca vivió aquí. Decíamos: "la finca del Palacio de doña Juana la Loca". Siempre me han dicho los padres: "aquí vivió Juana la Loca", (sic. Pilar Saiz, informante de 82 años)
La tradición de los arqueños, pues, es contraria a la versión de que la reina se aposentó en el palacio de los obispos, como se ha escrito.
Doña Juana sale de Arcos, rumbo a su cárcel de Tordesillas
Habiendo realizado una detenida y emocionada visita a Arcos, este cronista da por finalizada su ruta y espera del viajero curioso que complete el recorrido continuando hasta Tordesillas, lugar en el que doña Juana sufrió el más horrible de los cautiverios durante casi medio siglo. Eso podría ser una segunda parte del juego que nos lleva.
La reina, por imperativo de su padre, salió de Arcos el 14 de febrero de 1509, y tardó en llegar a Renedo, cerca de Valladolid, once días. Según M.A. Zalama ("Vida cotidiana y arte en el palacio de la reina Juana en Tordesillas"), que se basa en los "guías de caminos que se contrataron", el trayecto seguido por la mudanza de la Corte pudo haber sido Villahoz, Villafruela, Tortoles de Esgueva, Castroverde de Cerrato, Renedo, Simancas, Tordesillas. Pero ya advertí que al menos en la tradición oral de los dos primeros lugares no existe nada que recuerde el paso o pernocta de la comitiva real. Tal vez, al tratarse esta vez de un viaje rápido, como quería su padre, se dejaran de lado los pueblos y se descansara a cielo abierto, en pleno campo. Pero, como he dicho, el viaje final de la reina, en dirección a su cárcel de Tordesillas, es otra parte de este juego, de esta ruta cultural que aquí ha quedado sugerida.