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El juego (jocus) y sus derivaciones etimológicas (jocundus, por ejemplo) parecen llevar implícito el sentido de diversión. Divertirse significa distraerse, es decir salir de uno mismo, y también apartarse. Verter, con la preposición inseparable "di", puede significar origen (se vierte desde uno mismo), puede significar extensión (uno se amplia o se vierte al exterior y ese contacto con lo externo nos distrae) y puede significar oposición (diverso a uno mismo). En todos los casos el centro es el individuo y su movimiento, y esto conviene no olvidarlo pues significa que cualquier deporte debe partir del principio o la necesidad del ser humano de salir de sí mismo y relacionarse con los demás. El jocus, que podría circunscribirse solamente al yo, se convierte así en ludus y adquiere el sentido de un movimiento controlado hacia fuera del que se deriva un entretenimiento. Ese movimiento, esa salida de la individualidad es, a nuestro juicio, una de las características determinantes del verdadero progreso, y su revisión o su anulación interesada estarían cuestionando todo el desarrollo del hombre como especie. Para muestra actual que denuncie su utilización desviada, hasta un botón: no hay mas que entrar hoy día en cualquiera de los salones que anuncian con grandes rótulos "JUEGOS" para comprobar que todos ofrecen diversiones individualistas del mismo modo que lo son casi todos los juegos domésticos con los que se entretienen los niños de hoy. El dato no es desdeñable pero tampoco es moderno: el robot se vuelve contra su inventor en muchas novelas ya consideradas clásicas.