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Al pisar, por vez primera, en 1935, esta bendita villa cervantina, hogar de labriegos y cuna de hidalgos, observé que un silencio como de muerte reinaba por el Campo de Montiel y Calatrava y, entonces, surgieron en mi alma, los recuerdos y vivencias de mis aficiones al folklore español, iniciadas, siendo niño, en la tierra del Mío Cid...
Entonces, hice el propósito de recorrer los pueblos enmarcados en la famosa Ruta de Don Quijote, persiguiendo las huellas líricas en las voces casi apagadas ya de los viejos aldeanos, entrevistándome con gañanes, pastores, mayorales y campesinos, artesanos y productores, viviendo su propia vida, la vida del campo, Única forma del pueblo trabajador.
De este modo, he tenido la gran oportunidad de conocer, a fondo, a más de mil campesinos, entre los cuales se encuentran verdaderos trovadores de su canción popular, como el "hermano" Bocarrana, de Argamasilla de Alba (en la Mancha quijotesca se sustituye la palabra tío de Castilla por hermano); la Liebre, de Montiel; el Niebla, de Campo de Criptana; Mazantini, de Ciudad Real; el Pacorro, de la Mota del Cuervo, y tantos otros campesinos anónimos, fieles depositarios del folklore cervantino. ¡Todos ellos nelfabetos en solfa, como dicen ellos! Pero. ..¡todos muy aquitetos (es decir, listos) inspirados por el numen típico y tradicional de su ambiente! ¿Para qué llamarles por sus propios nombres y apellidos, cuando todo el mundo los conoce con su apodo a las mil maravillas en sus respectivas localidades?
Este constante peregrinar por los Campos de Montiel y Calatrava me ha dado la facilidad de poder conocer, en su propia salsa, diversidad de canciones populares de varias clases, como las típicas seguidillas, vulgo manchegas, de las que ya nos habla Cervantes, en su obra universal (parte 2.a, cap. XXXVIII), que ya se usaban entonces en Candaya, en cuyo baile dice: " Allí era el brincar de las almas, el retozar de las risas, el desasosiego de los cuerpos y, finalmente, el azogue de todos los sentidos".
Allí también las torrás manchegas, rondeñas, epitalamios, romances, fandangos, boleras o meloneras, canciones de quintos, rondas, villancicos, llamados, en estos Campos de Montiel y Calatrava, Aguilanderos, canciones de, laboreo, trilla, siega, vendimia, arar, desgranar, gañaneras o gañanadas, que, según el ilustre escritor y embajador, mi querido amigo Giménez Caballero "saben a almortas, a titos, a pringue, a migas con vino morato, a aceite, y a pellejo, a viento, a molinos, a mulas, a tierra", canciones de muleras, recogida de aceituna, acarreo de mieses, canciones de cuna, cerner la harina, en esos molinos de viento -"gigantes bríareos"-, que, algunos, según el propio Cervantes, "son verdaderos símbolos de la Mancha, la más grande creación que los ojos vieron; canciones de bodas, mayos, pregones, cantos de sereno, rosarios de la aurora, rogativas, cánticos de romería, pasiones y calvarios, brindis manchegos, propios de las bodegas o cuevas, modismo fonético cervantino, coreografía, costumbrismo, refranero, etc, etc.
Con motivo de haberse celebrado, en 1947, el IV Centenario del Nacimiento de Cervantes, me propuse recorrer la Ruta de Don Quijote y dedicar al Príncipe de los Ingenios este trabajo, fruto de mis andanzas por el Campo de Montiel y Calatrava, como homenaje a su obra inmortal, a la cual supo llevar toda la gama musical posible, a través de su rico y exuberante folklore, entendiendo por tal vocablo no sólo la música, los cantos, bailes y danzas populares, sino también todo cuanto esté relacionado con las artes populares, incluso las artes plásticas y, como es natural, con el saber científico o técnica popular y hasta los actos de sociabilidad.
Mi desideratum, en aquel entonces, ahora y siempre, es dar a conocer, en el Mundo Hispánico, esta gran riqueza lírica cervantina, cuyos pueblos se alegraron al escuchar nuevamente aquellas voces y canciones populares de sus descendientes; canciones y danzas que, sienten y comprenden intensamente, porque están arrancadas de sus entrañas, para serles ofrecidas en forma de consuelo y esperanza. Las tardes grises de sus campos y llanuras también cantaron al son de las viejas cantigas resucitadas, mientras la Mancha entera, a la cabeza de España, juntamente con sus hijas de Hispanoamérica celebraba solemnemente, con ansias de paz y amor, el IV Centenario del Nacimiento de Cervantes al grito rebelde de ¡¡VIVA el FOLKLORE MANCHEGO!!
ETNOGRAFIA MUSICAL DE LA MANCHA
La Mancha, tierra seca, que llamaban los árabes, "tierra salobre y triste, lisa y monda, sin accidentes ni contornos", según Concha Espina -¡qué equivocada estaba la ilustre escritora, desconocedora, por lo visto, de la gran borrachera que llevan en sí mismas las alegres seguidillas!- es, en la actualidad, la mayor de todas las regiones de España y, a juicio de Rodríguez Marín, el gran exégeta de Cervantes, "tiene cerca de 31.000 kilómetros de extensión superficial".
La provincia de la Mancha ocupaba antiguamente gran parte del centro de la Península, pero debido a su gran extensión, fue repartida entre las conocidas de Ciudad Real, Toledo, Cuenca y Albacete, siendo la primera casi toda ella manchega. Por esta causa, es muy difícil, mejor dicho imposible, poder identificar las escenas y parajes de la Ruta de Don Quijote, porque, como dice muy acertadamente el escritor y geógrafo Antonio Blázquez, en su librito La Mancha en tiempo de Cervantes, "el único mapa de España que circula desde 1550, y cuyas ediciones fueron muy numerosas y casi todas anteriores al Quijote, sitúa el Campo de Montiel, no en el lugar que le corresponde, sino al E. de Alcázar de San Juan y al N. de Minaya, Roda, Gineta, Albacete y Chinchilla, y al S. de Cañabate (Cuenca), y como es indudable que este mapa estuvo en manos de Cervantes, pudiera explicarse algunas dudas y contradicciones del "Quijote", por este error del cual no era Cervantes responsable".
Así vemos, pues, que, en 1605, por ejemplo (año en que se publicó la primera edición del Quijote) la Puebla de Almuradiel y Quintanar de la Orden, pertenecían a la Mancha de Aragón, de la que nos habla también Cervantes, pero sin afirmar que sea esta Mancha la patria de Don Quijote, en lo que afecta a la primera parte de su libro inmortal; Socuéllamos, por el contrario, era de la Mancha de Toledo; y El Toboso -"tierras de Dulcinea, campos de vino y pan", como dice el poeta Lope Mateo-, lo encuentra en la Mancha de Castilla, según las relaciones topográficas de aquel tiempo.
Sin embargo, está demostrado que el autor de Novelas Ejemplares hace referencia a la provincia de la Mancha, a la cual pertenecían, en aquel tiempo, los Campos de Montiel y Calatrava, el Priorato de Campo de Criptana y la Orden de San Juan, que tanto elogia Cervantes cuando llama a sus miembros "Caballeros de una Orden santísima". A este territorio se le suele llamar Mancha Baja. Esta Mancha "por donde cruzaba "Don Quijote", seguido poco tiempo después de un escudero, también manchego, es llamada, y se llamará siempre, la Mancha de Cervantes", afirma el citado ilustre folklorista Rodríguez Marín.
La razón es bien patente, ya que figuran en ella los dos únicos pueblos que cita Cervantes en su obra de un modo terminante y claro, Quintanar y El Toboso, como pueblos de la región en que Don Quijote opera, y por estar en ella los únicos molinos de viento manchegos, donde se cuenta el " buen suceso que el valeroso " Don Quijote" tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura, que, indudablemente, tuvo que acaecer en los Campos de Criptana, Mota del Cuervo y el Pedernoso, enclavados en el partido de la Mancha.
Todos estos territorios constituyen, hoy día, la ETNOGRAFIA MUSICAL DE LA RUTA DE DON QUIJOTE, tomando como base o corazón de esta demarcación de pueblos a la antigua Alces romana, conocida por Alcázar de San Juan y, durante la guerra civil de 1936, por Alcázar de Cervantes. Por esta causa, es de todo punto imposible afirmar, con toda exactitud, dónde está el "verdadero indigenismo primitivo de un canto", como afirma el Maestro de Capilla de la Santa Iglesia Catedral de Palencia, señor Castrillo, "debido a esas fluctuaciones de gentes, dispersas por los pueblos, originadas por la diversidad de tipos y razas de sus pobladores".
Por lo tanto, lo único que puedo hacer, en este sencillo artículo, es presentar al lector una clasificación histórico-literario-musical, acerca del empleo que dan los pueblos pertenecientes al Campo de Montiel y Calatrava, a través de la copla popular.
LA COPLA A TRAVES DE LAS SEGUIDILLAS
El pueblo manchego posee una feliz y espontánea inventiva, y, en un periquete, saca coplas a cuanto le viene en gana, a todo bicho viviente, como veremos más adelante.
En mis repetidas andanzas, por la Ruta de Don Quijote, han sido muchos los campesinos que, al acercarme a ellos, para recopilar sus canciones, me han contestado con estas o parecidas palabras: "Con "toas" las coplas que sabemos los que trabajamos en esta "Quintería" (casa de campo), al "contau" llenaba usted un par de costales llenos". Y así es, en efecto, y sin exageración alguna. Para los que conocemos a fondo, el modo de vivir de estas sencillas gentes del campo, sabemos muy bien que, desde que sale el hermano Sol hasta que asoma la Luna, están siempre, con la copla en la boca.
Por algo decía Rodríguez Marín, gran catador de la lírica cervantina, que "a todo le sacan Coplas en la Mancha". Por esta causa, no es extraño que se haya hecho tan popular, en estos Campos de Montiel y Calatrava, esta coplilla:
Tengo mi cuerpo de coplas,
que parece un avispero,
se empujan unas a otras,
por ver cuál sale primero.
Y te dicen muchas veces, haciéndose los distraídos y rascándose la cabeza (como queriendo recordar algo) que ellos no saben ná; pero. ..si les estiras de la lengua, en seguida te dirán que, en tiempos del hermano Melenas, o cuando vivía la hermana Esgarramantas, se cantaba una copleja al son de las manchegas, que decía así:
Si quieres saber coplas,
vente a mi pecho;
que s'a güelto poeta
mi pensamiento.
Ya que hemos citado una seguidilla, vamos a hablar, muy brevemente, acerca de su origen. Que yo sepa, nunca se han puesto de común acuerdo los historiadores sobre el origen de, las seguidillas, vulgo manchegas. Mientras unos afirman que pertenecen el siglo XVI, otros, en cambio (y yo disfruto también de esta opinión), sostienen que tuvieron su origen en la Mancha, durante el siglo XV, siendo un aire, de canto y danza muy popular, cuyo compás es de tres tiempos, de un movimiento muy animado.
Tampoco concuerdan los historiógrafos musicales sobre si su origen es puramente indígena o, por el contrario, son producto de la influencia morisca, como resultado de, las invasiones que padeció la Mancha, sobre todo en los pueblos de Alcázar de San Juan (la capital geográfica de la Mancha), Almagro, Almedina, Alhambra, Almodóvar del Campo, Carquer, Cózar, Daimiel, Luciana, Montiel, Piedrabuena y otros muchos pueblos. Lo cierto es que, desde muy antiguo, se bailaba la seguidilla en la región central de España y, desde allí se extendió por toda la Península Ibérica, experimentando, como es natural, otras modificaciones y modalidades, en tiempo y en ritmo, según las regiones, como las sevillanas (muy semejantes a las torrás manchegas), malagueñas o rondeñas, el fandango, las boleras, como las llaman en La Solana, o meloneras, según dicen en Daimiel, de un movimiento más reposado y señorial; las seguidillas jaleadas, características de la región andaluza, como Cádiz y Jerez de la Frontera, y, por último.. las seguirillas gitanas, que se ejecutan más lentamente, impregnadas, casi siempre, de un sentimentalismo quejumbroso, que huele a flamenco puro.
Las manchegas, tal como les llama el pueblo, se escriben siempre, en tono mayor. En cambio, las seguirillas gitanas en tono menor, pues, como afirma Tomás Borrás, "son el origen, el brote del alma de un pueblo en su maceta propia". Las seguidillas que más han trascendido en la coreografía española han sido, sin duda alguna, las manchegas, aromatizadas de sana e inconfundible lozanía, de las que se conservan, en el archivo- biblioteca del Ayuntamiento de Madrid, curiosas melodías, correspondientes al siglo XVIII, una de las cuales, compuesta por Antonio Guerrero en 1761, se hizo muy popular, por haberse interpretado en el sainete titulado Los celos de Rosa, y cuya coplilla decía así:
"A bailar seguidillas
salió mi guapo,
aunque son de la Mancha,
no le mancharon".
La composición métrica de las manchegas consta de cuatro hemistiquios (vulgo versos), en el que el cuarto es asonante del segundo, los cuajes son de cinco sílabas, y el primero y el tercero de siete. Ahora bien: hay seguidillas con estribillo y sin estribillo. Veamos un ejemplo de estas últimas:
Dicen que andan ratones,
niña, en tu cuarto;
deja la puerta abierta,
yo seré el gato.
El autor de En un lugar de la Mancha, el citado Rodríguez Marín, en su colección de Cantos Populares Españoles, afirma que "el estribillo de la copla, que llegó en tiempo posterior, es, como suele decirse, otro cantar o no anda muy distante de serlo". A mi juicio, viene a ser, como una especie de sentencia o moraleja, que el pueblo, siempre inventivo, añade, per se ipsum, a otras coplas, principalmente cuando bailan, ya que no saben cómo van a terminar, y, para alargarlo más, con tal de que la velada siga p'alante, cantan una copla tras otra, hasta que rendidos ya todos de tanto tocar y bailar, echan la despedida. He ahí, pues, un ejemplo de seguidilla con estribillo:
La mujer y la cuerda
de la guitarra,
es menester talento
para templarlas;
flojas no suenan,
y suelen saltar muchas,
si las aprietan.
La copla de las manchegas, a las que el malogrado y admirado Joaquín Turina llamaba "expresión típica de la danza española", es, por regla general, socarrona, liviana, loquesca, en versicos fáciles, espontáneos, picardeados de imágenes lascivas, con una "miaja" de pica y repica como la pimienta, tal como la canta el gañancillo tras de la besana:
Arandillo, arandillo,
en tu huerto, Juana,
apretando el pescuño,
saltó la cama.
El fondo de la canción popular cervantina es la propia Naturaleza: la vida del campo. Sus actores suelen ser gañanes, pastores, campesinos y mayorales. La rondalla es sustituida, en muchas ocasiones, por la sartén de guisar las gachas (comida típica del campesino manchego, preparada con harina de almortas, muelas o titos, especias, hígado de cerdo y mucha pringue o aceite), acompañándose con el mango de la almirez, las cucharas y el cubo de dar agua al ganado. Así empieza esta fiesta campestre, en la que los mozos, recios como fuertes robles, se lanzan a bailar, al contau, según frase indígena del país, seguidillas y fandangos.
Con justificadísima razón afirmaba el llorado folklorista, Rogelio del Villar, que "las fuentes de la poesía (lenguaje) y de la música hay que buscarlas forzosamente en el pueblo". Por eso, ¡qué delicioso, qué agradable es, para los que nos dedicamos al estudio e investigación de la canción popular española, saborearla en su propia salsa, como me ha ocurrido a mí por el Campo de Montiel. y Calatrava! ¡Bendita Copla cervantina! Tú eres la musa indígena, por medio de la cual nuestro señor Don Quijote inmortalizó su gran amor a la simpar Dulcinea de El Toboso, que, en justicia, la llamaba Emperatriz de la Mancha, a través de esta seguidilla:
Toledo me da voces,
Madrid me llama;
y El Toboso me dice:
que no me vaya.
COREOGRAFIA DE LAS SEGUIDILLAS
Dentro de la Etnografía musical cervantina, el baile de las seguidillas tiene diversas variantes, en la Ruta de Don Quijote. Sin embargo, puede decirse. que, hoy día, Manzanares, La Solana, Campo de Criptana, Pedro Muñoz, Argamasilla de Alba y Tomelloso, con la capital de Ciudad Real, son las poblaciones donde mejor se baila, sin que, ,por esto, podamos olvidar a otros muchos pueblos de la mencionada Ruta, donde hemos visto vibrar, en toda su ,pureza y desnudez, esta clase de bailes.
A este respecto, merece la pena que el lector conozca a la más fiel representación de este baile, en la malograda viejecilla María Catalina Ángel Moreno, alias la hermana Caeta, de La Solana, conocidísimo pueblo por la famosa zarzuela La rosa del azafrán, original de mis llorados y queridos amigos maestro Jacinto Guerrero y Federico Romero, en cuyo pueblo solanero se bailan de la siguiente manera:
Este baile tiene tres tercios, con sus nueve coplillas o cantares. Cada tercio consta de tres frases de ocho compases, seguidos de música, y otros cuatro o cinco, indistintamente, según las comarcas, de toque de guitarras, mandurrias y laúdes. La posición de los bailadores, antes de iniciarse el baile, es ésta: los mozos, puestas las manos en las caderas, se colocan frente a las mozas, mientras éstas, sujetando las castañetas con las manos a fin de marcar los movimientos permanecen con la mano derecha en la cadera, y colgando la izquierda, quedando, de esta forma, preparados, hasta que, preludia la Rondalla a tocar, compuesta, generalmente, de guitarras, mandurrias, panderetas, platillos y el típico y tradicional Tiplillo, que, en algunas comarcas, tiene el nombre también de Requinto.
Seguidamente, los cantores hacen la salida o introducción, que consiste en lanzar un ¡ay...! muy prolongado, o en cantar el primer hemistiquio de cualquier seguidilla, con lo cual puede decirse que se inicia ya el baile de las manchegas, terminando dicha salida o introducción con una ligera inflexión de los bailadores, que se arrodillan hasta tocar en tierra, con la pierna derecha.
En el primer tercio, bailan las parejas mirándose de frente, y, al terminar cada copla de cada tercio, se dan la espalda, .para mudarse en forma contraria, durante la cual siguen bailando las otras dos coplas que faltan para terminar el primer tercio. Cada copla o cantar de este tercio tiene doce pasos de los bailadores, y el cambio de posición ocho.
Segundo tercio.-La Rondalla (que no cesa de tocar hasta finalizar los tres tercios) continúa marcando el ritmo de las manchegas, y las parejas, cuando les parece más oportuno, rompen a bailar con vueltas de al revés, quedándose de frente. Cada copla o cantar de este tercio, tiene dieciséis pasos, y, al terminar de cantar, se cambian los bailadores con vueltas de al revés, quedándose en dicha postura hasta empezar el tercer tercio, pero sin que cese de tocar la Rondalla.
Tercer tercio.-Este empieza bailándose con vueltas de al revés en la forma siguiente: la primera de al revés y la segunda de haz; la tercera de al revés y la cuarta de haz. Cada copla o cantar de este tercio tiene treinta y dos pasos, y la mudada dos vueltas de al revés con ocho pasos. Al terminar cada tercio, las parejas se quedan mirándose de frente, en la misma posición que empezaron a bailar las manchegas.
Antiguamente (aún, hoy día, se hace también en algunos pueblos enmarcados en la Ruta de Don Quijote, como Montiel, Campo de Criptana, El Toboso y Argamasilla de Alba) una vez finalizados los tres tercios, era costumbre.. al rematar este baile, que la Rondalla interpretase seguidamente, dentro de la misma tonalidad, una jotilla, que bailaban también los presentes al acto.
Los movimientos del baile de las manchegas son vivos, en cuanto al movimiento del cuerpo, de los brazos y de los pies. Estos últimos se mueven en trenzados rápidos, pisando de tacón y de puntillas.
Los trajes típicos de los danzantes, en La Solana, son de la forma siguiente: las mujeres suelen usar faldas largas, corpiños y manilas, con alpargatas blancas o de color, peinadas con moño de la estrella o de picaporte. Los hombres, pantalón negro o de color oscuro, de pana, camisa blanca, almidonada, llevando en la frente un pañuelo de seda doblado, de diversos colores, con un nudo aliado.
En la capital de Ciudad Real este baile tiene algunas ligeras variantes, como el típico baile bien parao, que, con tanta gracia y salero, bailaba el popular Mazantini (Francisco García Márquez, de Ciudad Real), el mejor tocador y bailador de esta clase de bailes dentro de la región manchega. Muchos creen que el bien parao es un baile, como el de las manchegas, rondeñas, fandangos y meloneras. Nada de eso. El bien parao forma parte integrante de una de tantas posturas como tiene el baile de las manchegas, y consiste en lo siguiente:
Una vez que ha finalizado el primer tercio de las mismas, se hace una ligera pausa o parada, durante la cual los intérpretes quedan totalmente quietos, oyéndose solamente el rasgueo de las guitarras. Seguidamente se inicia el segundo tercio, con ligeras modificaciones o cambios de pasos, y, al terminar éste, cada bailador vuelve otra vez a ocupar el mismo lugar en que se encontraba al comenzar el baile, y entonces es cuando se produce el bien parao, que puede considerarse, sin duda alguna, como el momento más gracioso, emotivo y original de este baile, y cuyo gesto consiste en suspender la terminación de la figura, para volver a comenzar otra nueva.
La antigua Villa-Reale, fundada por el músico-poeta Alfonso X el Sabio, puede considerarse como la esencia de este baile.. que tenía su mejor y más fiel interpretación en la fiesta de la típica Pandorga. Según los datos históricos, que hemos podido recoger acerca de esta fiesta, parece ser que, desde el siglo XVI, los ciudarrealeños tenían la buena y santa costumbre de celebrar en la noche última del mes de julio y primera madrugada de agosto, la fiesta de la Pandorga. Esta consistía en saludar, con canciones populares, a la Santísima Virgen del Prado, Patrona de Ciudad Real, actuando, además de la tradicional serenata, un cuadro formidable de bailes regionales. Esta antigua costumbre, ha desaparecido ya, por desgracia, y el pueblo ciudarrealeño ya no canta a su virgencita la Coplilla que dice:
En la pompa de un árbol
te presentaste,
y a todos los manchegos
los amparaste.
Así rezaba y cantaba antiguamente la muchachada ciudarrealeña en las serenatas nocturnas, allá por el año 1860, cuando las Rondallas recorrían las calles de la ciudad. Para dar una idea del amor y cariño que el pueblo de Ciudad Real profesaba a su queridísima virgencita del Prado, se cuenta que, por el año 1789, en cuya fecha era alcalde o corregidor mayor don Vicente Maldonado, el primogénito de los Marqueses de Castellanos, de rica casa solariega salmantina, valiéndose de un fútil pretexto, deslució las fiestas de agosto de aquel año, suspendiendo la típica fiesta de la Pandorga, cuyo festejo corría a su cargo. La que se armó no es para describirlo. El pueblo, en masa, vio con desagrado y pésima impresión esta determinación del corregidor y "no una -dice el cronista de aquel entonces Gómez Moreno-, sino varías Rondallas callejeras salieron por la noche, entonando coplas alusivas a la alcaldada, como esta que dice:
Este año no hay Pandorga,
Virgen del Prado,
por las cicatearías
de Maldonado".
EL ROMANCERO CERVANTINO O MANCHEGO
Siempre se ha dicho o se ha oído decir que España es el país del Romancero. ¿,Pero es esto verdad?, se preguntaba el ilustre polígrafo don Ramón Menéndez Pidal. ¿Quién no recuerda a los primeros juglares, en la corte de León, por Sahagún, allá por los años de 1116 y siguientes, cuyo nombre se daba "a los que hacían profesión de divertir a los hombres bien por medio de la música, literatura o charlatanería, bien con juegos de manos, mímica, acrobacia, etc, etc.?
Estos juglares, heraldos de las noticias, son los que iban de pueblo en pueblo, de plaza en plaza, de aldea en aldea, de ciudad en ciudad, cantando romances, nuevos y viejos, en las horas de solaz esparcimiento, siendo, a la vez, músicos, titiriteros, saltimbanquis, versadores, poetas, que llevaban las canciones, los cuentos, chistes, anécdotas, versos y demás por todo el mundo, al servicio, casi siempre, de un trovador o de una corte, acompañándose de vihuela, rabel y zanfona.
De estos juglares ya nos habla ,la reina Isabel la Católica, Cervantes, Gonzalo Fernández de Oviedo, el goliardo arcipreste de Hita, quien escribió cantares "para juglares, juglaresas, pobres, ciegos y mendigos".
También había, en aquel tiempo, juglaresas o juglaras, que representaban su arte en los palacios reales o episcopales, así como en las diversiones del pueblo, entre la gente rústica. Eran los tiempos en que la soldadera y el soldadero, verdaderos jornaleros del canto y del baile, cobraban el jornal (antiguamente llamado soldada) por sus actuaciones. Pero ante el cariz que tomaban las cosas, como resultado de las canciones tan lascivas de las juglaresas, el Concilio de Trento, del año 1324, tomó el acuerdo de condenar a las soldaderas, por la osadía que tenían al ofrecer dichas canciones en los palacios expresados anteriormente.
No es nuestro propósito, como puede suponer el lector, hacer un estudio, a fondo, del origen del Romancero. Sin embargo, merece, la pena orientar al lector en aquellos romances, que tuvieron su origen o se desarrollaron sus escenas en esta bendita tierra de Don Quijote, especialmente en el Campo de Montiel y Calatrava, como el famoso romance Rocafrida o Rochafrida (como suelen decir los más ancianos) que me recitó una viejecilla de 104 años, natural de Alcubillas, la antigua aldea de Montiel, y el popularísimo romance Villa-Reale.
En los pueblos pertenecientes a la Ruta de Don Quijote hay diversidad de romances, que se han hecho muy populares, como Gerineldo, la Loba Parda, la Pelegrinita, las Tres Cautivas, Don Bueso y, principalmente, el de Rochafrida, junto a las famosas lagunas de Ruidera, muy cerca de la histórica cueva de Montesinos, que está en el corazón de la Mancha, de la que. nos habla Cervantes, en la segunda parte de su inmortal obra, capítulo XXIII, situada en el término municipal de la Ossa de Montiel (Albacete), sobre el río Guadiana, "a cuyo pie -afirma Menéndez Pidal- brota la llamada Fontefrida". Ya lo dice claramente esta cuarteta:
En la Mancha hay un castillo,
que se llama Rochafrida,
al castillo llama Rocha,
y a la fuente llaman Frida.
El pueblo manchego canta el romance cuando le viene en gana: en el campo.. en las Quinterías, junto a los famosos Bombos (casas labriegas del campo), en tiempo de matanza, vendimia, siega, en las fiestas caseras, en los velatorios, en las romerías... ¡en cualquier época del año! No obstante, suelen cantarlo, preferentemente, en las temporadas de Navidad, hasta Cuaresma, al calor de la lumbre, acompañándose del tradicional rabel, zambombas y almireces. En la interpretación de muchos romances, es muy corriente finalizar el último verso con estas palabras: sí, si; olé; adiós, salero y otras expresiones.