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A Irene, Almudena y Raquel, tres extraordinarias rapazas con la fuerza y la belleza de la naturaleza gallegas por sus cuerpos; a Carlos y a Javier, alumnos todos del Instituto de Maceda. Juntos realizamos a lo largo de todo un curso una bonita investigación de campo
Carboneros: Santiago Alonso Prieto, 63 años, de Veiga de Nostre. Residente en Campo Becerros (Castrelo do Val).
Eliseu Bumo Otero, 72 años. De Veiga de Nostre.
Antonio Fernández Sierra, 63 años. De Veiga de Nostre.
Entrevistas y trabajo del carbón: Mayo, Septiembre y Octubre del 2.001
Dibujos: Ana Isabel Cerrato y Carmen Contreras
1.- LA VIDA DE LAS GENTES DE LA SIERRA
Introducción: El pequeño presente reportaje quiere dar a conocer la vida de unos pueblos cercanos a la Sierra Seca, macizo perteneciente al complejo montañoso del S.E. de la provincia de Orense y lindante con las Sierras de S. Mamede, Sierra del Invernadeiro, Fial das Corzas, Serra dos Entirnos, Sierra das Teixeiras y Chandreixa de Queixa. Unos pueblos que pasarán a la historia por el trabajo secular del carbón.
La población: Hoy en día, las aldeas y pueblos que trabajaron el carbón en otros tiempos, están habitadas por 1, 3, 15, 20, 30, personas. Campobecerros cuenta hasta con 70 -80 personas. Antaño vivía un promedio de 30-40 vecinos por poblado; cada vecino poseía una copiosa prole. Las familias eran más que numerosas. De los tres informantes, uno tuvo 16 hermanos y otro 8. La familia gallega se componía, aquí como en otras partes, de abuelos, tíos, sobrinos, parientes lejanos, que era frecuente que habitasen la misma vivienda.
Los ancianos vivían largos años. Hacía poco que había muerto un hombre de 102 años. La abuela de Eliseu murió con 93 años, y el día anterior aún remendó unos pantalones y preparó el caldo (1). Se curaban con hierbas del campo.
Las mujeres daban a luz en casa, no había médico, y no recuerdan que nadie muriera de parto. Tenían una partera de siempre. Su misión era "quedar sana" a la parturienta, "limpiarla por dentro, desocuparla". Con eso sanaba.
A la parturienta se la daba caldo de gallina, carnes y dulces -las célebres lambetadas-, preparados para el caso. Amamantaban a los niños aún con dientes. Si a una mujer se le había ido el pecho, otra parturienta amamantaba a la criatura. Nacían los hermanos de leche, que en términos afectuosos, entraban en el mismo círculo familiar que los hermanos de sangre. Si el poder nutritivo de la leche de otras mujeres no era suficiente, se añadían las comidas de harina tostada. Todo este sistema era universal. (2)
Por estas tierras no eran frecuentes las muertes por apendicitis, los trágicos cólicos misereres, o por hernias. Ninguno de los tres informantes recuerdan muerte alguna por estos motivos.
Cuando se necesitaba un médico, venía de Verín en caballería. Podía tardarse 6 horas en avisar y 4 en venir. Cuando alguien moría había que llevarlo a enterrar a la parroquia, que por aquellas tierras sólo había dos. En tiempos de nieve era un serio problema. Se le llevaba a hombros o en una carretilla. O había que esperar a que la nieve cediera.
Los tres hombres recuerdan con escalofríos, la terrorífica peste de los años 1.936-37.
- Llamábanla el tifus. Morían quemados y reventados por dentro y rojos por fuera. Otros quedaban en carne viva. La muerte arrebató a viejos, viejas, padres, madres, hijos, hijas, novios y novias. Había días que enterraban a 4 y 5 personas. Otras veces tenían que esperar.
La población conoció tiempos mejores con la construcción del Ferrocarril Zamora - Puebla de Sanabria Orense, del 1.926-7 al 1957, y con la repoblación de la Sierra del Invernadeiro y la obtención obligada de carbón por los años 1.940 al 1.960. Pero a un precio muy alto.
- El trabajo en el ferrocarril enfermaba mucho (3) y en el trabajo de la repoblación hubo que dormir sobre los tojos o encima de charcos de agua. El trabajo de la reploblación fue duro sobre todo para las mujeres. Pero algo se ganó.
Clima: Las tierras de cultivo del presente trabajo se encuentran en una altitud que va desde los 600 a los 800 mts. y más. Están enclavadas y rodeadas en pleno macizo de las sierras citadas. Las heladas llegan pronto. A finales de septiembre de los años 1.999 y 2.000 los pozos se habían helado. Por noviembre del año 2.001 se habían reventado los pozos y las conducciones. Las lluvias abundan a lo largo del año. Los vientos acompañan a las lluvias, las nieves y las heladas. Vientos y lluvias que tuvieron que soportarse los días de la cocida del carbón. Con todo hay gran variedad de árboles frutales: manzanos, perales, nogales, cerezos, ciruelos, castaños... Los castaños cubren una tupida red de extensos terrenos a pesar del porcentaje no pequeño que ha sido destruido por los incendios en los últimos 20 años. Va de Riós, Vilar de Bós, La Gudiña, Parada da Serra, Vilariño de Conso, Cerdedelo y llegan hasta el Barco de Valdeorras (4).
El bosque es de robles, el célebre carballo, abedules, fresnos, servales o álamos negros; los alisos abundan en las orillas de arroyos, regatos y pequeños ríos. Hay mimbreras como mojones de separación de las tierras.
Por las laderas y cumbres hay una tupida almohada de cárpalas, xestas, toxos, silvas, uces, queirugas, carqueixas y fentos (5).
Es infinita la gama de productos que las gentes de estas tierras sacan de cada uno de los árboles y del manto de "monte bajo". Se adelanta que de la uz, urz en castellano, sacan el carbón.
Se comunicaban por atajos y caminos carreteros. Hace años se trazó una carretera que unía La Gudiña con Vilariño de Conso, pero fue para la ida y venida de los camiones que intervenían en los pantanos. Luego se hicieron pistas y alguna pista se remató a finales de los ochenta.
Sólo Campobecerros tuvo maestro. El primer maestro que llegó a Veiga de Nostre fue por los años 50 y huyó más que de prisa. Años después llegó una maestra, joven entonces, que confiesa: "llegué llorando y salí llorando. Nunca me trataron tan bien". Esta maestra está hoy día en los inicios de los mejores cuarenta de una exuberante gallega.
Araban con vacas y con arados de madera -el célebre arado de pau-. Los carros eran tirados por vacas. En ocasiones uncían un buey a una vaca para que la vaca tirase más. Había entonces que ingeniárselas para equilibrar las fuerzas.
- Cando o bol tiraba, subianlle os carabullos e enraheábase aínda máis.
El carro se usaba para acarrear la hierba, el centeno -que en Galicia llaman "el pan", porque el de trigo fue prohibitivo para el pueblo-, piedras, estiércol (6), tojos, escobas... Los caminos eran tan empinados y con tan fuertes pendientes que en las bajadas ataban detrás una o dos yugadas de vacas para frenar el tiro. Las roderas de siglos de trasiego han quedado marcadas para siempre en las rocas de los caminos.
La caza más frecuente era: conejos, liebres, perdices, "pájaros" -entre ellos metras e pigarras-. Había corzos, jabalíes, garduñas, zorros -el mejor momento de la caza de la zorra era la luna llena del mes de Enero-. No había ciervos. También llegaban las codornices (7), y había un dicho: cuantas veces canta, tantos ferrados tienes en las tierra.
Otro recurso era la pesca: lo que más se pescaba eran las truchas. La caza y la pesca eran libres; no había veda. Se cazaba y se pescaba todo lo que caía, y había un dicho: Todo o que cae na rede, é peixe (8).
Y existía el lobo.
Había las aguas comunales, o aguas partidas. Se repartían el 15 de Junio hasta el 15 de Septiembre. El agua que se repartía venia de un solo regato. El agua que tocaba estaba en función de las necesidades de las casas y del terreno. Tiempos ha, el reparto lo hizo un perito y dejó todo escrito. Cada uno tenía asignada la cantidad, los días y las horas, tanto de día, de tarde como de noche. En función del agua del regato común, la distribución total se hacía por roldas con las que cada vecino disponía de agua en el verano al menos tres veces. Cuando en el mes de Julio comenzaba ya a escasear el agua, se hacían pozas -lagas- en el regato madre y se almacenaba para ser mejor aprovechada. Los vecinos no necesitaban reunirse a los comienzos de Junio para tratar el tema. El agua del río era distinta del agua del regato. El agua del río no se repartía. El río era para todos y sin control a lo largo de todo el año. Con el agua del río se regaban los prados. Con el agua partida se regaban las huertas, las patatas, el maíz -o millo- y los terrenos plantados de lino; todo, a los alrededores del pueblo. Estos terrenos se llamaban la vega -a veiga-
Tenían otros terrenos, los prados, -as praderías, os lameiros - para la hierba del ganado; o secano, zonas altas o de media ladera, para el centeno; y o monte para leña, caza, carbón, y pastos para llevar en común ovejas y cabras, la res que llamaban, que cuando salía, y salía siempre, se llamaba veceñada, a veceira. La veceñada ha sido una solución perfecta para sacar adelante el ganado entre agricultores y pastores, las dos sociedades tradicionales del campo, sin perjuicio de ninguna de las dos (9). El monte era comunal. Había montes comunales de varias aldeas.
Existe todo un rosario de hermosos y ancestrales topónimos que se repiten por todos los pueblos y aldeas: Son nombres que hacen referencia a la geografía, a los cultivos, a los árboles, animales, pájaros, sucesos, personas o carácter sagrado de la Tierra, del Cielo, los Ríos, las Aguas, las Piedras o los Arboles... (10)
Los animales que vivían con ellos eran los bueyes, las vacas, los burros; cabras, ovejas y cerdos. Las caballerías eran escasas y los que mejor las manejaban eran los Camba de Arriba para el transporte de las teas al batán de Veiga de Nostre. Más conejos y gallinas. Con los bueyes y vacas trabajaban la tierra. De las vacas obtenían carne, leche, becerros y pieles. De la leche extraían además mantequilla según un proceso casero pero eficaz. Las pieles las vendían a las curtidurías que había en Vigo. El Barco de Valdeorras y Allariz. De las cabras obtenían leche para queso -sólo hacían queso de cabra-; pieles para alfombras, zahones, -os zagós-, pellejos de vino, -os pelexos-, y fuelles de Gaita (11), más los cabritos. La curtición de las pieles de cabra la hacían ellos mismos. De las ovejas sacaban carne, lana, y alfombras de las pieles; la leche era sólo para los corderos. Los corderos se vendían para las carnicerías de Ventas de la Barrera y de Verín, y venían compradores a por ellos; era una labor de contrabando que llamaban o trapicheo (12). El burro lo utilizaban para ayudas secundarias del campo y para llevar el carbón a las ferias de Verín y La Gudiña. De los cuernos de las cabras hacían badajos para los cencerros de los animales, y de los cuernos de bueyes y vacas hacían el cuenco para el agua y la piedra de afilar de las guadañas. El cerdo era, y sigue siendo, un elemento esencial en la alimentación de las familias; los jamones no les comían y les curaban para venderlos en las ferias y comprar ropa, aceite, aperos de labranza, cerdos, corderos... La matanza del cerdo creó todo un entramado social de ayudas y de relaciones humanas y familiares. Era una de las muchas vivencias comunitarias del pueblo.
El enemigo natural de los animales fue el lobo. Cuentan que no atacaba a dos hombres juntos, pero si veía a uno solo con la res, arremetía sin importarle todo el ejército de perros que llevase. Era temible en tiempos de hambre. Si un hombre solo tenía que salir al monte, ir a la feria, a las aldeas de los alrededores, adaptaba la solución de ir hablando en varios tonos para semejar que caminaba con una tropa entera (13).
El trabajo de la mujer era tan importante como el del varón. Cuidó las huertas, los prados y los animales. Trabajó en el carbón. Trabajó en la vía del ferrocarril. Trabajó en la repoblación de las sierras. Iba y venía a las ferias. Su labor en las ferias era la compraventa de animales menores: conejos, gallinas, ovejas, cabras y cerdos. Trabajó codo con codo con el varón en las labores del campo, desde las aradas, la siega, el acarreo del centeno y las faenas de las eras. También limpió regatos y prados, era lo que llamaban escaldeirar. Consistía en dejar libre de terrones y malezas el curso del agua, lo que llamaban a caldeira, para que el agua orillara bien por los prados -os lameiros-. Y también taponar los agujeros de los prados. Había prados lagoeiros, es decir, con sumideros que podían hundir las patas de las vacas o colarse el que segaba la hierba. Estas pozas -as lagañas-, reventaban de agua y empujaban la tierra hacia arriba formando montones de tierra - lo que llamaban unha vella de auga (14). Todo esto era un duro trabajo. Añádese el trabajo de casa, - casas ruinciñas- los embarazos, el proceso todo del liño, las fornadas del pan, y los cuidados de la a veces infinita prole...
Parece que las mujeres de Campobecerros disfrutaban de una posición un poco mejor. En Campobecerros vivían maestros y maestras, algunos que vinieron de américa, y daba al pueblo un aspecto más distinguido.
- Aquí eran más efectivas para la casa. Andaban más pulidas (15).
Las ferias fueron siempre un punto esencial de relaciones de los hombres. Por las tierras citadas sólo estaba la feria de Campobecerros... Estaba todo tan metido en las montañas que tenían que ir a las de La Gudiña, Ventas de la Barrera, Riós, y sobre todo a las de Verín que se celebraban, y se celebran, tres veces al mes. La feria de Campobecerros murió. Se creó otra en la Mourisca, lugar elevado de la sierra camino de La Gudiña, se montó el mismísimo día de Navidad y murió pronto; sólo hay una persona que la recuerda, el viejo cartero de Porto Camba. Había un camino siniestro que todos temían: El Malpaso, el cruce por la mismísima cumbre de la Sierra Seca; a derecha y a izquierda bajaban las laderas peladas, escabrosas y vertiginosas a los profundos, cerrados y oscuros valles. El camino lo tenían que cruzar los de las ferias, y los segadores que iban, y volvían, a Castilla desde los valles de Maceda, la Limia, Bande, Celanova, y Allariz (16). Allí aguardaban salteadores y pandas de atracadores. Los hombres ya se protegían volviendo en grupos, con estacas y navajas. A veces era perfectamente inútil. Alguna mujer se echó a rodar ladera abajo, entró destrozada en casa, pero salvó los cuartos. Las ferias y sus sucesos, los peligros, las idas y venidas, los atrancos, los asaltos, los encuentros, las comidas con el obligado pulpo... fueron siempre objeto de leyendas que se transmitían de padres a hijos en las largas noches de invernía de pueblos y de aldeas de la sierra. Fue un gran ejercicio de Memoria Colectiva y de conservación de la hermosa lengua gallega.
Existían trabajos añadidos y absolutamente necesarios: el de los herreros, el de los molineros, el de las tejedoras, el del batán (17) y el del carbón.
2. - EL TRABAJO DEL CARBON - Tenías que dar de comer a los hijos y a los otros de la casa. Tenías que vestirlos, tenías que tener unos cuartos. Es lo que responden cuando se les pregunta por la actividad que más que ninguna otra, caracterizó a los hombres de estas tierras. Y siempre fue así, rematan; muchos años antes del trabajo en el ferrocarril. Cuando el trabajo del ferrocarril, bajó un tanto el trabajo del carbón; pero siguió unos años más. Ahora se hace por placer, por demostración, por encargo. La última aldea que mantuvo el trabajo fue La Venta de Bolaño (18).
La Naturaleza les ayudó con sus grandes bosques de uces albariñas de las que extraían la cepa, -os torgos-. La sierra de uces más importante es la Sierra Seca, y vienen desde La Gudiña, incluso desde las sierras de Sanabria.
Las uces de las sierras eran de todos y la explotación era libre.
Por la Sierra de S. Mamede, donde se encuentra una de las cumbres más elevadas de todo el macizo, no se hace casi carbón, dicen los de Veiga de Nostre. Mas por las vertientes Oeste del macizo, por los valles de Maceda y de la Limia, los mayores cuentan que se veían con frecuencia hogueras por las laderas de la Sierra. También recuerdan a los hombres que venían con un burro con sacos de carbón a las grandes ferias de la llanura de la Limia y venían desde 80 kmts de distancia.
El carbón se hacía cuando uno quería y a lo largo de todo el año. Actualmente hay que hacerlo en invierno y con permiso de los forestales. Cuando llovía, y llovía mucho, se protegían con un "impermeable" de paja -a coroza-, con un saco, con una chaqueta o con pieles de cabras.
El carbonero podía trabajar con leña de urz -uz.-; la parte de la urz que se hacía carbón eran las cepas, -o torgo-, era mejor que estuviesen recién cortadas porque quemaban mejor; salía entonces el carbón de urz. Las ramas se utilizaban para encender la hoguera. El carbón de urz también se llamaba carbón de chispa; el carbón de chispa cuajaba y se apagaba muy bien. También se hacia carbón de la madera de roble -o carballo-, salía entonces el carbón de roble. El carbón de roble necesitaba otro proceso más lento, más tedioso y más peligroso.
El proceso del carbón de urz:
1.- la búsqueda de la leña: La leña del carbón podía ser de solana o de umbría
La leña de solana era muy buena para el carbón de los herreros, era la que más pedían porque daba el mejor temple. Porque el carbón de umbría era blando y no les servía. Los herreros distinguían muy bien cada uno de los carbones. El carbón de solana es un carbón de brillo negro auténtico; el brillo negro del carbón de umbría es más apagado.
- La leña de umbría daba un carbón muy bueno para las planchas de los sastres, para los braseros y para las cocinas de los ricos de Riós, Verín, La Gudiña o Ventas de la Barrera. Para todos estos también les valía el carbón de solana, apenas les distinguían. Los que lo hacían no gastaban el carbón ya hecho.
Había que buscar los torgos y los torgos de urz albariña; la urz "albariña" es muy abundante, no tira tanto para arriba, es de un verde casi oscuro, las cepas son superficiales al suelo y cuecen bien; se llama "albariña" por sus flores blancas. Las de urz reáliga no son buenas, y no son buenas porque son más duras de arrancar, tienen más agua y se consumen muy mal en la cocida; la urz "reáliga" crece en lugares frescos, húmedos y de suelo profundo; son de ramas verdes, frondosas, vivas y brillantes, parecen pulidas; es poco abundante.
Había que empezar por cortar las ramas de la urz, se hacía a mano o pisándolas y deslomando la doblez con la macheta del eixadón. Había que limpiar después los alrededores de los troncos, cavando la tierra con el sacholo y dejando la cepa libre. Para arrancar el cepo se metía a pá do eixadón por debajo de la raíz, se hacía palanca hacia arriba y se cortaba con la macheta do eixadón. Las cepas cortadas se recogían para llevarlas al hoyo de la cocida y se llevaban en cestos, a mano o en sacos. Tres sacos de cepas -también llamadas raiceiras- daban, menguaban, un saco de carbón. El terreno no se prestaba para utilizar el carro para llevar las cepas, pero era una referencia de cantidad. Así, decían: medio carro de cepas da 2-3 sacos de carbón, y un carro, 4-6 sacos. En el aprovechamiento total de las cantidades de troncos verdes era fundamental la pericia en la cocida, lo que llaman atemperar, que dependía de la habilidad del carbonero.
Los cepos se podían preparar el día anterior, pero era mejor arrancarlos el mismo día de la cocida porque quemaban mejor.
El sacholo y el eixadón, los hacía el herrero; cuando se desgastaban también les afilaba. Los mangos les hacía el propio carbonero
2.- La búsqueda del lugar de la cocida: "o eido". El eido es el sitio donde harán el hoyo para quemar los cepos. Se miraba las zonas de monte donde más torgos hubiera, tenía que ser cómodo y llano. No se miraban los lugares tortos e incómodos. Pero si la leña que había era buena, era igual. El eido tenía que tener una tierra blanda para sacar con facilidad los terrones.
3.- hacer el hoyo, "a burata, a buraca". Se hacia según la cantidad de carbón que se quisiera sacar, 2 sacos, 4 sacos, 10 sacos... Solía tener no menos de 1 m. de diámetro por unos 40 cms, de profundidad.
Con frecuencia se utilizaban las que ya estaban hechas por el trabajo secular. Si se montaba sobre una ya hecha, se limpiaba. Si se hacía de nuevo, se cavaba. En uno y otro caso se usaba el sacho, y la tierra o los terrones que se extraían se cuidaban muy mucho para reutilizarlos en la cocida.
4. - hacer la cocida, "a queima". Se echaba en el hoyo un haz de ramas secas de MZ, carqueixas, xestas, toxos,... y se prendía fuego. Se echaban más haces y se esperaba a la fuerza de las llamas -as lapas-. Los problemas del viento se solucionaban colocando haces de urces verdes alrededor del hoyo haciendo abrigo. El problema de la lluvia era difícil de solucionar. Exactamente, no tenía solución. En todo caso se echaban más haces de urces verdes para aminorar la fuerza de la lluvia. Con todo, con lluvia o sin lluvia, las urces verdes cogen el fuego con verdadera fruición. Sueltan chispas y pavesas con ruido suave y estrepitoso. Estabilizado ya el fuego, se le echaban los cepos poco a poco, paseniñamente, bien controlados, sin atosigar. Así iba subiendo entonces la pila,- o pión-, un círculo de troncos de base amplia que se estrechaba sistemáticamente. O pión podía alcanzar a lo largo de la cocida, 1 m. de altura para 2-3 sacos de carbón ya hecho, y 2 metros para 8-10 sacos. Antes de echar los troncos al pión, había que limpiarlos bien, -cumpría coañalos
Tenía que arder todo de abajo arriba. Se iba poniendo todo rojo, y había que controlarlo muy bien -había que atemperalo-, hasta que los troncos quemasen bien; la lumbre iba mejor sobre los cepos grandes puestos en el centro del pión, y alrededor se colocaban los troncos pequeños, -os carabullos- que además taponaban los huecos. Si algunas cepas eran demasiado gruesas, se les partía allí mismo. Uno partía y otro echaba a la lumbre. Después de un largo tiempo, el pión era un conjunto de brasas densas, rojas, vivas, transparentes y fuertes
Quien controlaba y atemperaba no paraba. El carbonero que templase bien sacaba más carbón con menos torgos que cualquiera que témplese mal con muchos torgos. Si los torgos no estaban rojos quedarían crudos por dentro, y el carbón que sale echa humo y le rechazarán los herreros y los ricos de los braseros.
Había que mirar el aire para que no arrasara el pión y para que el fuego no se extendiera por los alrededores de la buraca. En algunas ocasiones se dejaba que prendiera unos metros fuera para la limpieza de una próxima cocida. Si la lluvia no era recia al único a quien creaba problemas era al carbonero.
5. - Ir cubriendo el "pión", aterrar. Se extraían con el sacho terrones de los alrededores y se echaban con lo verde hacia el fuego. Se hacía una primera vuelta bien cuidada a ras de suelo; otra, y otra, sin prisas. Cuidábase muy bien que no hubiera fisuras. El remate era a cogollo que se cerraba con una buena cepa, -unha choca-, que se dejaba cocer a conciencia. Desde que se echaron los primeros torgos hasta que se puso el último terrón podían haber pasado dos horas y media, dependiendo todo del tiempo y de la cantidad. Había que dejarlo cocer 5-6 horas más. Jamás se podía levantar antes de tiempo. En esas 6 horas los carboneros volvían a casa si se estaba no relativamente lejos.
6.- La retirada del carbón. Para extraer el carbón, tenía que estar todo muerto. Se comenzaba por retirar la choca de la cogulla, y se sacaban los terrones con un azadón, o con una horca, -unha picaña-, siempre de arriba abajo. Se extendía el carbón por los alrededores bien limpios y se le sometía a una mano de limpieza de pequeñas piedras, tierras y hojas. Era frecuente que aún estuviera caldeado; entonces se amortiguaba revolviéndolo con las manos, con un palo o con un rastrillo -cun engazo-. Se echaba en unos cestos y de los cestos se metía en los sacos. También se metía a mano en los sacos. Antes de atarlos se cubría el carbón con ramas de carqueixa y se les ataba cun una cuerda, si había, o con ramas de uz.
El proceso completo del carbón llevaba todo el día. Si no había mucha prisa, se retiraba al día siguiente, que no era el caso del carbón que se hacía para llevarlo a las ferias de Verín. Se empezaba de madrugada -cedo- y se remataba de noche. Habían intervenido tres hombres, entre los que podían estar algún rapaz -que fue el caso de Santiago Alonso- o algún anciano. Las mujeres también lo trabajaban. Se daba el caso de que una sola persona también se lanzaba a hacer su hornada y si las cosas se le daban bien podía obtener 3-4 sacos de carbón. El trabajo era familiar, aunque cualquiera del pueblo echaba una mano.
el proceso del carbón de roble
Los carboneros de las tierras citadas se especializaron en el carbón de urz e hicieron menos carbón de roble. El proceso era más duro, más complicado, más esclavo. Claro que se ganaba más. Se cita la enumeración de los tiempos de todo el trabajo, pero no se detallan, dada la brevedad del artículo.
1. - Hacer los troncos; lo llamaban atorar a leña. El instrumental eran escaleras, sierras y hachas fuertes para cortarlos.
2.- Preparar el terreno, que llamaban facer a aira, a chairiña. El lugar era bastante diferente del lugar del carbón de urz. Se precisaba un lugar con agua para echarla en la quema en caso de fuertes llamas. Las medidas de anchura y profundidad también eran mayores. Sobre la aira se montaba el pión y no se le prendía fuego hasta estar rematado. El montaje era todo una sabia colocación de los troncos.
3.- Primera quema. Se empezaba de arriba abajo. El combustible era el mismo que para el carbón de urz.
4.- Perforación del "pión". Había que hacer unos agujeros según bajaba la lumbre que reducía la pila de troncos. Se tapaba el agujero de la cima y se hacían los agujeros cada vez más abajo. Según se bajaba se tapaban los de arriba.
5.- Atacar. Había que ir colocando leña menuda para que la pila no se derrumbase. Se necesitaba una escalera. Era cosa de dos personas. El comienzo del ataque empezaba cuando más roja estaba la hornada
6.- Taparlo con terrones, "aterrar". Se empezaba de abajo arriba. No se podían cegar los agujeros hechos en la operación 4. Se podían dejar unos agujeros de más para una mejor respiración. Cuanto más tiempo estuviera "aterrado", mejor cocía. Una buena cocida podía durar 6-7 días. Los carboneros se reemplazaban cada 6-8 horas. Si hacía viento fuerte o lluvia fuerte se protegían los agujeros con ramas de urces para que filtrasen el viento y la lluvia; ellos se protegían con corozas, sacos, pieles, manturrias... Cuando iban y venían de noche se acompañaban de candiles o de faroles.
7.- La retirada del carbón. Antes de retirar el carbón se preparaba una era, -a aira- para extenderlo bien. La retirada de los terrones se comenzaba de arriba abajo, Y también la del carbón. El carbón de roble -de carballo- era traicionero. Parecía que todo estaba muerto, y salían carbones encendidos. Había que estar prevenidos con calderos de agua porque se corría el riesgo de provocar un incendio. Por eso se hacía también una era amplia. Se extendía, se limpiaba y se metía en sacos a mano o con unos cestos.
Como se dijo más arriba, para hacer una cocida, una hornada..., se salía de casa muy pronto, sobre las dos o las tres de la mañana y se volvía cuando ya había anochecido, en el caso de que la "hornada" se hiciera para venderla al día siguiente en Verín, que era casi siempre. Se reposaba unas horas en casa y se ponían de camino en plena noche para llegar a Verín sobre las 10 - 11 de la mañana, porque desde el interior de la sierra se podía estar 6-8 horas de caminata. De vuelta por la noche se alumbraban con hachones, con haces de paja retorcida de centeno -os fachós-. No recuerdan que tuvieran encuentros con lobos, tan abundantes por la sierra, ni apenas con los salteadores - gentes de los pueblos amigos de lo ajeno en los tiempos aquellos de las idas y vueltas de los segadores a las tierras de Castilla-. Quizá no les merecía la pena a los salteadores. Sus objetivos eran más sustanciosos cuando intimidaban y limpiaban a los que volvían con la faja más abultada por la venta de una vaca, de un buey, de un becerro o de unos cerdos.
El transporte del carbón
Recogido el carbón en sacos de esparto y al final de plástico, bien atados como se ha dicho, se montaba en las caballerías, es decir, en burros. Cada burro podía llevar dos, tres sacos, o como mucho cuatro, no se les cargaba más, ni había aparejos convenientes ni tampoco estaban sobrados de fuerzas. Cada saco llevaba 20-25-30 kls.
En Campobecerros el transporte se hacía a medias: uno ponía la caballería y otro el carbón; el que prestaba el animal se quedaba con la mitad del saco.
Más tarde cambiaron las condiciones del transporte, fue cuando llegaron los camiones y recogían al pie de los caminos la producción hecha en la sierra. Cuando llegaron los camiones la producción era mayor y más si la "hornada" era de roble.
En La Gudiña se compraba carbón para revenderlo, y se hacía a puro trapicheo, de contrabando. La compraventa se realizaba cerca de los lugares de las buratos del carbón de urz o de las airas del carbón de roble. Los de Parada de la Sierra hacían su carbón y lo vendían allí mismo
Los caminos todos carboneros iban a parar a Verín. Verín era una gran población. Poseía tres ferias al mes, y tres días de mercado a la semana: Domingos, Miércoles y Viernes. Venían gentes de todos los alrededores y también portugueses. En aquellos tiempos había gentes adineradas, casas ricas, apellidos de abolengo, posadas, fondas y hoteles. Verín era el centro de un intenso tráfico hacia el interior de Galicia, Castilla y Portugal. A Verín llegaban grandes manadas de ganado de todo tipo. El valle de Verín, regado por el Támega, incrustado entre montañas, con un clima templado, era tierra buena para los viñedos, la fruta, el centeno, y los productos de huerta por la zona de Oimbra. Los mejores días de venta de carbón eran los días de mercado. En las ferias se vendía menos.
El ramal central del camino de los carboneros salía de Veiga de Nostre, llegaba al Alto do Foxo por la vertiente suroeste (19), se iba a las Cargas do Calabazo, de las "Corgas do Calabazo" se llegaba a la Fonte de Oz., de la "Fuente e Oz" se iba a las Chairas, -llanuras-, de Fonte Fría de "Fonte Fría" se llegaba a la Fonte de Reboredo, de la "Fonte de Reboredo" se llegaba a los Friles, que están al fondo de "Reboredo" y antes de llegar a Gondulfes, y de los "Friles" a las llanuras del valle de Verín. El tiempo oscilaba entre 6 y 8 horas de caminata.
De Porto Camba se llegaba Fonte Fría, de "Fonte Fría" a las Chairas, de las "Chairas" a la "Fonte de Reboredo" ya citada, de la "Fonte de Reboredo" a los "Friles" y de los "Friles" a Verín por todo el Valle.
De Campobecerros se llegaba al "Alto do Foxo", en el Alto se juntaban con los de Sanguñedo que tenían la ventaja de que el camino carbonero les pasara al pie de su aldea, y desde el Alto seguían el camino de los de Veiga de Nostre.
De cada aldea salían caminos secundarios hacia el único camino: El Camino de Verín. Las gentes buscaban incluso sus atajos De Cástrelo do Val no salían caminos carboneros. El camino que se seguía era el que iba a Verín para todo.
En tiempos recientes el Ayuntamiento ha creado su "ruta dos carboeiros".
Desde el Alto do Foxo, se ve muy bien la confluencia de varios ramales.
El Camino Carbonero y los que confluían en él no llegaban a la categoría de caminos carreteros, ni mucho menos de pistas actuales. Cuatro personas recorrimos tramos de él en compañía de Santiago Alonso, y son estrechos, oscuros, con piso de todos los niveles, subiendo y bajando, rodeados de zarzas, urces, -muchas urces-, carpazas, xestas, tojos, helechos, carqueixas en las tierras altas, matos de robles, pinos jóvenes y castaños, algunos bravos. Hoy día se han adecentado de cara al turismo rural, hay que ir preparados, y merece la pena recorrerlos. Hasta se puede uno cruzar con el Camino de Santiago.
Un saco de carbón se vendía a 10-20 céntimos de peseta. Por aquellas épocas y cuando fue del tendido del ferrocarril y de la perforación de los túneles, un obrero ganaba 3 ptas y un minero, 5 ptas. Ya se han citado los tiempos en que sucedió esto. Más tarde, cuando los obreros del tendido ganaban 5 ptas y los de los túneles, 7 ptas, el saco de carbón dejaba 3-4 ptas. Estos eran los precios del carbón de uz, que también llamaban de chispa.
El laborioso carbón de roble -o carbón de carballo- valía como mínimo el doble, porque era más difícil cortar la leña, tronzarla y llevarla a la aira y la "fornada" daba un duro trabajo. Si los robles de los que se cogía la leña eran del pueblo, había que pagar. Con todo, cada paisano tenía sus propiedades, sus touzas, no había nada baldío. Y por los tiempos en los que llegó la Televisión por las tierras de estas sierras -1960...- el saco de carbón de roble subió a 2.000-3.000 ptas. Ahora está por las 5.000 ptas.
En el monte se comía pan con sardinas. En La Gudiña tenían fama de ser mas tacaños y se decía: "Na Gudiña, cada catro, unha sardiña". Y se contestaba: "Cada tres, que cada catro, moito é". Antes y después de la guerra escaseó el vino. Años después ya se tomó algo, bebido en botas de piel de cabra. El vino se traía en pellejos de las tierras de Verín.
Para los caminos, llegaba con un mendrugo de pan con un trago de agua en las muchas fuentes de los caminos, allá por Reboredo, Fonte de Oz, Corgas do Calabazo, Fonte Fría...
El vino se bebía en Gondulfes. En Gondulfes había una cantina donde los carboneros tomaban un jarro de vino en rolda. Los de la cantina no abrían a un hombre solo. Y se cuenta que llegó uno en solitario, imitó las voces de varios: " Abre, que aquí venimos Fulano, Fulano y Fulano", el cantinero abrió, y el caminante pagó por uno y bebió por tres.
La ropa era pobre y poca. Lo que más se llevaba era la capa de burel, tejida de lino y lana. Los pantalones, camisas chaquetas y demás eran también de tejido de lino y lana. En el trabajo directo del carbón se cubrían con corozas, con sacos, manturrias, o con pellejos de cabra...
A veces se rasgaba en el trabajo con el roce de la leña, los tojos, las xestas y demás. Allí mismo la remendaban con raíces finas o tallos de ramas verdes o húmedas de urz y de carqueixa. Eliseu Bumo me hizo una buena y contundente demostración.
Calzaban las chancas y los zocos. Se hacían con madera de abedul -bidu- o de aliso -amieiro-. Se preparaban en casa, pero se prefería comprarlos en las ferias y últimamente en Orense, porque quedaban mejor rematados hechos por los prefesionales, -os chanqueiros y zoqueiros-. La chanca es una bota con planta de madera y en la sierra los cordones eran de finas raíces de urces o carqueixas, y el zoco es paralelo a la almadreña de otras tierras. En lengua gallega es símbolo de humildad y pobreza. Pero eran eficaces.
Los pueblos que hacían carbón eran los siguientes: Ayuntamiento de La Gudina: Parada da Serra, O Bolaño, A Capilla, que también pertenece al Ayuntamiento de Vilariño de Conso, Carracedo da Serray la misma Gudiña.
Ayuntamiento de Cástrelo do Val: Veiga de Nostre, Sanguñedo, Porto Camba, Campobecerros y Fontefría.
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NOTAS;
(1).- Cuenta Elixio Rivas, gran estudioso de estas tierras, la sana longevidad de que disfrutan sus gentes.
(2).- Las madres llevaban al campo a las criaturas, las sostenían en las espaldas o los cuidaban en un cesto al pie del trabajo, o colgado de un árbol para evitar las acometidas de los lobos. Hubo mujeres que parieron en el campo o en las eras en plena faena del verano. Un médico, hoy jubilado, de las tierras de la Sierra de Baltar, por el S.E. de Orense, tendría mucho que decir acerca de los partos en las cuadras, con el calor de las vacas, a la luz del candil, y de la valentía de las mujeres que si era preciso parían de pie. El hombre no intervenía, " que si cuadraba, andaba en el campo y cuando volvía, tenía ya un hijo".
(3).- El mismo Eliseu fue a trabajar a los túneles de Zamora y se retiró pronto. Yo mismo conocí a un hombre de la Gudiña que había estado en los túneles de Requejo -ZA-, estaba acabado, una piltrafa de persona. Respecto del trabajo de la repoblación de la Sierra del Invernadero y de la obligada obtención de carbón en esos parajes, recuerdan los días y noches que había que pasar con vientos, lluvias, nieves, y comer y dormir al pie de las hornadas. "-Lo peor eran las noches durmiendo sobre ramas de carqueixas, malamente tapados, y en ocasiones con agua debajo de la "cama", hombres y también mujeres, rapaces y rapazas. Cargabas con las herramientas camino arriba, con la ropa, con los sacos, con la comida, es decir con las patatas, las castañas, que era la comida fundamental, y con el pan. Con las castañas hacíamos allí mismo descomunales magostos-"
(4).- Se ha creado la Ruta Europea de la Castaña. Hasta un Ayuntamiento ha inaugurado un Museo de la Castaña al calor de las elecciones autonómicas de oct. del 2.001. Es que la castaña, por estas tierras, da mucho de sí.
(5).- Se da el nombre gallego que es como suena. En castellano, suena pero no tiene vida.
(6).- En gallego se distinguen dos procesos: uno, el del estrume, que es el conjunto de toxos sobre todo, que se cortan, se dejan al aire y se les pone de cama en las cuadras; de aquí sale o esterco, el estiércol.
(7).- La codorniz tiene en gallego un hermoso nombre onomatopéyico: paspayás..
(8).- Algunos han pensado que era un desastre ecológico.
Pues no. La destrucción y el exterminio de peces, pájaros, árboles, plantas, hierbas, y acuíferos, se está realizando a conciencia en plena fiebre del "progreso".
(9).- La veceñada en sus múltiples variantes fue general en Galicia, El Norte, Castilla, Aragón... Aun se podían ver a finales de los setenta y comienzos de los ochenta por las Sierras de la Demanda, de Los Cameros... Hoy en día existe por las Sierras de Baltar y del Larouco. Campobecerros aún la conserva.
(10).- El gran estudioso del tema en lengua gallega es Elixio Rivas, nativo de la Limia, con un método único, profundo, personal y original que busca la Palabra relacionada con la vida, los hombres, los pueblos, las tradiciones, la unión con la tierra... En el libro del reparto de las aguas de Castro de Escuadro, al pie de San Mamede, -Maceda- firmado hace 100 años, yo mismo pude ver nombres antiquísimos, hermosos y prácticos.
(11).- A Eliseu Bumo le llaman el gaitero -o gaiteiro-, aprendió de niño y en la mili fue "turuta"
(12).- Los límites de Verín hacen frontera con Portugal. Esta frontera -a raia-, que abarcaba toda Galicia, fue siempre célebre por el contrabando de todo aquello que se pudiera pasar: madera, ganado, café, estupefacientes, ropa, antigüedades, personas, trastos... Todo dios estaba implicado: maestros, guardia civil, curas, alcaldes, aduaneros, simples paisanos... Y el anecdotario es infinito. Casi desaparecido con la supresión de las fronteras, es referencia obligada en las tertulias de familiares y de amigos. Y reir a mandíbula batiente.
(13).- Existían batidas de pueblos enteros y juntos contra el lobo hasta arrastrarlo a la trampa mortal, el foxo o curral. En Arnuide, -Vilar de Barrio-, quedan vestigios de los senderos de las batidas y los recuerdos de las gentes. Lo mismo ocurre por las Sierras de Baltar y del Larouco. En la prolongación del macizo Galaico por las tierras de La Canda y El Padornelo, está Lubián, un pueblo que ha recuperado su "curral del lobo". Aún pude hablar a finales de los noventa con hombres que hicieron las batidas. También se ha recuperado o foxo en las tierras de Camariñas -La Coruña-. Pero la mejor conservación y exposición de todo el proceso se halla en Posadas de Valdeón camino de Caín -León-. Aquí le llaman "El Chorco". Se sabe que el lobo fue siempre temido y perseguido. Por las Sierras de Baltar y del Larouco, por las tierras de Bande y de Celanova, fue donde encontré vestigios de dos terrores casi ancestrales e igualados: el terror al lobo y el terror a la inquisición. Tal cual. No hace mucho, un lobo despistado llegó hambriento a un estercolero de Lamas -Xinzo de Limia-. Para qué lo haría. Fue muerto a palos y sin contemplaciones. Era el mes de mayo. Que nadie se escandalice, pero el exterminio del lobo y de tantas especies está llegando, y no a palos precisamente, con nuestro reciente "progreso". El mayor conjunto de leyendas y tradiciones sobre el lobo las encontré por las aldeas y pueblos de la vertiente oeste de la Sierra de S. Mamede.
(14).- Hermosa transposición de la lengua, porque en el campo gallego se ve con mucha frecuencia a las ancianas -as velliñas inmóviles. pequerrechiñas, cavando encorvadas, limpiando la huerta o sentadas vigilando una vaca, cuatro ovejas y un burro.
(15).- Esto me lo dijeron en Campobecerros. Había que haber preguntado a las de las otras aldeas.
(ló).-En los años 1 998 -99 se celebró una brillante exposición de la siega gallega por tierras de Castilla. Se montó en Cuenca de Campos, Valladolid. Intervino la Cátedra de Antropología, Cátedras de Historia, organizaciones culturales, el Museo do Pobo Galego...
(17).-El batán o pisón, es un caso de ingeniería popular tan sabia como el molino, la fragua, las curtidurías, las serrerías de agua el carro o el telar. Existen abundantes topónimos por ríos, arroyos, pueblos, o nombres de aldeas enteras. Pero el "taller" ha desaparecido de la geografía hasta tal punto que preguntar por un batán es buscar un resto paleolítico. Y esto ha sucedido a nivel nacional. En Veiga de Nostre no quedan ni las paredes. En Vimianzo -La Coruña- se tienen recuperados los llamados del Mosquetín. En Paredes del Rio -El Barroso portugués- se conserva el edificio que alberga un molino, una serrería de agua y el batán, los tres bien cuidados y movidos por la misma agua, En Val de San Lorenzo, tierras de la Maragatería, Concha Casado Lobato logró reconstruir el viejo batán con la maquinaria de comienzos del siglo XX.
(18).- En esta aldea sólo queda una persona.
(19).- Hoy en día está ocupada la cumbre por antenas de televisión y de telefonía móvil. La cara Sur cobija una reciente ermita. A bastantes metros de la pulida ermita han montado una cruz de piedra, gruesa, brusca y fuerte, que resulta una agresión al paisaje y una solemne bofetada al sentido común.