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El presente artículo tiene como objetivo ofrecer una serie de canciones recopiladas la mayoría en el Partido Judicial de Medina de Rioseco. Entre los informantes predominan las personas mayores de 80 años; algunos ya pasaron a la otra orilla, por ello quiero que sirva de homenaje póstumo a: Juana Cerecinos, Alejandrina Magdaleno, Jacinta Herreras, Martiniano Fimia, G. Alegre, M. Panizo y C. Rodríguez.
Del análisis de las citadas canciones se desprenden una serie de características que aluden al mundo rural: Ventana, balcón, pastor, labrador, ruiseñores, pajarillos, golondrinas, rosas y claveles.
A vocativos afectivos: Corazón mío, cielo, estrellitas y luceros, niña, Dios de los cielos.
Abunda fundamentalmente el léxico religioso que indica la fe cristiana del agro en otros tiempos, mucho más profunda que en la actualidad, por ejemplo: Pila del agua bendita, altar, Misa Mayor, cielo, Iglesia, Serafines. La virgen aparece bajo las advocaciones del Pilar, del Carmen, del Rosario y de la Esperanza. Entre los santos destacan San Antonio, Santo Tomás, San José, San Francisco y San Agustín.
El canon de belleza femenina es la mujer morena con ojos negros.
Aluden al cosmos: Estrellitas del cielo, luceros (referidos a los ojos), sol y luna.
En cuanto a los verbos predominan: querer, casar, amar, cantar y decir.
Ábreme la puerta, cielo, que no te vengo a reñir, que si me quieres te quiero y eso te vengo a decir.
A la Virgen del Pilar le he pedido que me quieras. Ya que no lo haces por mí, hazlo por ella siquiera.
A las puertas de la Iglesia que te vayas a casar no pierdo las esperanzas. ¡Mira qué temeridad!
A mi novio le aconsejan que no se case conmigo, que soy pobre, y él contesta: La quiero por eso mismo.
Anda diciendo tu madre que tienes un olivar, y el olivar que tú tienes es que te quieres casar.
Apenas entré en tu calle cuando me dio el resplandor, le dije a un amigo mío: En esta calle está el sol.
Aquel pajarito, madre, que canta en aquel romero, dígale usted que no cante, que está mi amante dormido.
A tu madre se lo dije, a tu padre no me atrevo. Díselo, corazón mío, que por tus amores muero.
Aunque tengas más amores que flores tiene un almendro ninguno te ha de querer como yo te estoy queriendo.
¡ Ay, quién tuviera la pluma de Santo Tomás de Aquino, para escribir a su novia una carta con cariño!.
Ayer en Misa Mayor me miraste y sonreíste. Así parecías a Dios como a mí me pareciste.
Cada vez que paso y miro y a la ventana no estás, voy acortando los pasos, por ver si te asomarás.
Cada vez que voy a arar y tiro de los ramales, me acuerdo de aquella niña que anda por los arrabales.
Como Cristo amó a los hombres, lo mismo te quiero yo; puede que me quede corto, ¡ya ves qué comparación!.
Corazón de piedra humana de diamantes embutido, no pierdas las esperanzas que yo no las he perdido.
Cuando dos se quieren bien y no se pueden hablar, los ojos sirven de lengua, para más disimular.
¿Cuándo querrá Dios del cielo que tú caigas y tropieces, y que yo sea la losa donde tú los ojos eches?.
¿Cuándo querrá Dios del cielo y la Virgen del Pilar que tu ropita y la mía vayan juntos a lavar?.
Cuida que Dios no te vea esos ojitos tan bellos; creerá que le has robado dos estrellitas del cielo.
De San José quiero el ramo, de San Fancisco el cordón, de la Virgen la corona, de mi amante el corazón.
Debajo de tu ventana me entró el sueño y me dormí; me despertaron los gallos cantando el quiquiriquí.
Dicen que tus manos pican, para mí son amorosas; también los rosales pican y de ellos salen rosas.
Dios ha dado a mi morena además de mucha sal, pimiento, clavo y canela; por eso es tan especial.
El amor que por ti siento no sé cómo puede ser, que él es mi mayor tormento y él es mi mayor placer.
El corazón te daré, tambien te daré la vida. El alma no te la doy porque no es tuya ni es mía.
El día que seas mía, te tengo de regalar una medallita de oro y una Virgen del Pilar.
El día que tú naciste nacieron todas las flores y en la pila del bautismo cantaron los ruiseñores.
En casa de mi cariño ponen nido en el portal, que las golondrinas vienen y las golondrinas van.
Entre claveles y rosas te he visto asomada a la reja, lo mismo que está la Virgen en el altar de la Iglesia.
Es tanto lo que te quiero que te quisiera llevar en el ojal del chaleco como Virgen del Pilar.
Estrellitas y luceros, salid a favorecedme, que la novia que tenía dice que ya no me quiere.
Gracias a Dios que he llegado al portal de la hermosura, donde se han criado el sol, la estrella y la luna.
He visto unos ojos negros en una cara morena, y si no son para mí me voy a morir de pena.
La cama donde tú duermes parece un confesionario; la cama el altar mayor, tú la Virgen del Rosario.
La luna cuando va llena no lleva tanto rigor como lleva mi morena cuando va a Misa Mayor.
La Virgen de la Esperanza, aquella que está en San Gil, aquella señora sabe, lo que yo te quiero a ti.
Las estrellitas del cielo cuéntalas de dos en dos, y si te parecen muchas, mucho más te quiero yo.
Las estrellitas del cielo están venerando a Dios; tú, como eres estrella, te estoy venerando yo.
Las golondrinas que anidan en el hierro de tu reja, en cuanto llega el invierno sólo por verte se quedan.
Las morenas son de Dios y las rubias de un platero, morena me la da Dios, que yo rubia no la quiero.
Los ojos con que le miro te ofrezco, Virgen María, porque no miran a otra, los ojos con que me mira.
Los ojos de mi morena Santa Lucía los guarde, y si no son para mí, venga un león y los rasgue.
María de los Dolores se llama la prenda mía, María de los Dolores me mata de noche y día.
María sé que te llamas y por sobrenombre Rosa. Vale más tu sobrenombre que el Pilar de Zaragoza.
Marinero, marinero, ¿qué llevas en la chalina?. Llevo rosas y claveles y el corazón de una niña.
Milagritos hace Dios, Milagros hace la Virgen, y un milagro hiciste tú el día que me quisiste.
Ni tu padre ni tu madre, ni San Antonio bendito, me pueden quitar a mí el quererte a ti un poquito.
No sé que tienen tus ojos que cuando me estás mirando, una dulce simpatía de mí se está apoderando.
Ojos de color de cielo tiene aquella labradora. Ojos de color de cielo son los que a mí me enamoran.
Ojos negros, cara blanca, tiene aquella labradora. Ojos negros, cara blanca que a todo el mundo enamora.
Ojos negros son traidores, azules escandalosos. ¡Vivan los de mi morena, que son castaños graciosos!.
Para que yo te olvidara era menester que hubiera otra tierra y otro cielo y otro Dios que dispusiera.
Parece que te estoy viendo, de rosa en la cantarera; la mujer que tiene buen marido parece moza soltera.
Por corales y por perlas no bajes, niña, a la mar. De tus dientes y tus labios se puede hacer un collar.
Por los domingos en misa nunca estoy con devoción; siempre estoy pensando en ti pa´darte mi corazón.
Por una María muero, por María moriré, y en las ansias de mi muerte a María llamaré.
¡ Qué ojos más risueños tienes; qué cara tan peregrina; qué mirada tan salada: qué carnes tendrás tan finas!.
¿Qué tienes con San Antonio que tanto te acuerdas de él? San Antonio está muy alto no te puede valer.
Quisiera subirme al cielo y estampar tu nombre allí, para que el alzar los ojos, pensaran todos en ti.
Salga el sol si salir quiere y si no que nunca salga, que para alumbrarme a mí, la luz de tus ojos basta.
San Antonio, que me muero, Virgen del Carmen bendita, al lado del corazón tengo una puñaladita.
Señorita de lo verde, ¿quiere usted ser mi pastora?, que el ganado que yo guardo de lo verde se enamora.
Si el abanico se pierde, daremos con el ladrón, ya verás como lo guarda encima del corazón.
Si me quieres dímelo, y si no di que me vaya, no me tengas al sereno, que no soy cántaro de agua.
Si quieres que yo te quiera, dama bonita, has de ser como pila de agua bendita.
Si quieres que yo te quiera, ha de ser con condición, que en haciéndote la seña, has de salir al balcón.
Si San Antonio bajara y la vida me pidiera, al santo se la negara y a ti te la concediera.
Si te casas, yo me caso, si te estás moza, yo mozo, si te metes religiosa, yo me meto religioso.
Si tu madre no me quiere le echaré una maldición: que se le pierda la hija y que me la encuentre yo.
Te quiero más que a mi madre, más que a la tierra y al cielo, te quiero más que a mí mismo: quererte más ya no puedo.
Te quiero más que a mi vida, más que a mi padre y mi madre, si no fuera pecado, más que a la Virgen del Carmen.
Te quiero porque te quiero y en mi querer nadie manda. Te quiero porque me sale de los raigones del alma.
Te tengo comparada a la Virgen Carmencita: que tiene los ojos negros y la cara morenita.
Tengo que mandar hacer un San Antonio de plata, y le tengo que poner: “Antonio, tu amor me mata”.
Tengo que subir al cielo para decir al Señor que me dé pa´que me quieras una recomendación.
Tengo una cajita de oro del tamaño de un guisante donde yo tengo encerrado el corazón de mi amante.
Tengo yo mi corazón como el de San Agustín, vertiendo gotas de sangre cuando me acuerdo de ti.
Tienes los ojitos grandes como piedras de molino, que parten los corazones como granitos de trigo.
Tienes unos ojos, niña, que parecen los luceros; alumbran de noche y día lo que no hacen los del cielo.
Todas las Marías son dulces como el caramelo, y yo como soy goloso, por una María me muero.
Todos los días de fiesta vas a Misa con tu madre. Tu madre parece el sol y tú la Virgen del Carmen.
Tus ojos y los míos se encierran en dos, como las Mandamientos de la Ley de Dios.
Un pajarillo volando lleva en el pico un letrero con letras de oro que dice “De tu amor soy prisionero”.
Una azucena es pureza, un clavel es la pasión, una rosa es la belleza y tú, mi constante amor.
Vale más la mi morena cuando viene de servir, que todas las señoritas que trae el ferrocarril.
Válgame, Dios de los Cielos, que hasta los Santos se alegran al ver que también se crían serafines en la tierra.
¡Virgen del Carmen bendita! Al lado del corazón tengo una puñaladita.
¡Viva ese garbo, morena!, ¡Viva Dios que te lo ha dado!; que entre grillos y cadenas me tienes aprisionado.
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BIBLIOGRAFÍA
ALONSO CORTÉS, N.: Cantares de Castilla, Valladolid, Institución cultural Simancas, 1982.
PANIZO RODRIGUEZ, J.: Habla y cultura populares de Castilla y León, Valladolid, Gráficas Andrés Martín, es propiedad del autor, 1999