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El mes de septiembre, en Tordesillas, es el mes por excelencia, es el mes de los meses, el mes que ningún tordesillano, por desarraigado que se haya visto obligado a estar por circunstancias de la vida, jamás podrá olvidar: Septiembre es el mes de la fiesta de las fiestas, el mes de sus fiestas patronales.
En ellas, uno de los festejos tradicionales y únicos, sin parangón en muchas leguas a la redonda, por su originalidad, colorido, tradición y origen es el denominado Estradillo o Soldadesca.
Un hallazgo reciente ha sido el culpable de haberme embarcado en este estudio, mezcla de etnológico e histórico, cuyo gusanillo me ha enganchado durante algún tiempo hasta haber concluido, con todo lo que al día de hoy puede concluirse, esta aproximación al origen, evolución, desarrollo y pervivencia de este fenómeno cultural en la Villa.
La Soldadesca era una representación cómico-satírico-taurino-burlesca, personificada por el pueblo para solaz de sus monarcas, cuyo desarrollo argumental de lo más simplista, se toma de la propia vida de la corte, relajada, colorista, desordenada, con grandes dosis de crítica social en clave de humor, de la que ellos, el común, eran testigos de excepción.
En ella aparecen los siguientes personajes: El rey en su trono, protegido por su guardia personal de alabarderos; la reina en su sitial, rodeada de su corte de damas; la Fregona, personaje femenino de modales desproporcionados y llamativos, provista de una escoba y una chocolatera; dos personajes más que representan al hidalgo de la Triste Figura y su rollizo escudero, en sus respectivas cabalgaduras; el oportuno don Tancredo; y por supuesto el protagonista: un becerro.
Necesariamente había de estar ambientado en una escena cuya decoración había de simular a una de las amplísimas dependencias de los reales palacios, para que el protagonista pudiera desenvolverse a su antojo entre tan adusta excelsitud.
Pero vayamos por partes y no adelantemos acontecimientos.
Del Libro del Corregimiento, en la sesión correspondiente al 13 de junio del año de 1548, cuyo extracto se reproduce, se explícita lo siguiente: "El Castillo para quando viniere su alteza / que por la benida del principe nuestro señor se haze una fiesta de soldadesca e se ha de facer un castillo, se haga a costa de la villa como a los señores Luis Vázquez, de Çepeda e xptobal Rodríguez girón Regidores desta villa les paresçiere".
Poco pero jugosísimo.
Para el día de San Juan junio de 1548 se espera que el príncipe, el que años más tarde será Felipe II, venga a Tordesillas a visitar a su abuela la reina doña Juana. Como luego veremos no es una visita de cortesía propiamente dicha, sino una entrevista de Estado, una toma de contacto con las realidades y problemas del Reino.
Con llamativa simplicidad se comisiona a los regidores más influyentes en la corte, don Luis Vázquez de Cepeda y Cristóbal Rodríguez de Girón (al primero puede vérsele en el palacio de la reina como asentador mayor del reino de Castilla; el segundo, por su parte, está ligado por línea colateral con el marqués de Denia), regidores también de la Villa, para que manden construir un castillo, un decorado escénico que lo simulara, sin límite presupuestario contra lo preceptivo en todas las comisiones municipales semejantes.
El castillo ha de entenderse como un montaje de madera decorada que en ocasiones constituía verdadera obra de artesanía, como las que se montaban para ornato y magnificencia de las procesiones del Corpus Cristi. Su vida, evidentemente, era efímera. ¿Castillo? Sí, porque la escena ha de representar el patio de armas del mismo. Se colocaría en la pequeña plaza existente delante del palacio real (corte-prisión de la reina D.a Juana I de Castilla), con vistas al Duero. Más tarde derivaría y toda la parafernalia se situaría en la Plaza Mayor de la Villa, pero, como es obvio, con un montaje escénico menos ampuloso mas no por ello menos colorista y alegórico.
De la misma manera, en el acuerdo municipal, se hace referencia a una fiesta de Soldadesca como algo tan común, tan conocido, que no precisa la más mínima explicitud para los organizadores.
Dada la importancia del personaje visitante, el festejo no sólo tiene que parecer, sino que ha de contar con todos los condimentos y garantías de éxito e interés por cuanto se trata de agasajar, de halagar, al futuro rey de Castilla (llamativa fecha ésta de la visita el año 1548 del príncipe Felipe a su abuela la reina; en unas fechas en que su padre, Carlos I, ya había redactado el testamento político siete años antes de proclamar la abdicación del padre en el hijo. La visita a la abuela no es, claramente, de cortesía).
Se aprecia, por tanto, que el festejo de la Soldadesca, no es novedoso, montado sólo para el momento, sino que es sobradamente conocido por todos, patrocinadores y actores (no se comisiona la contratación de ninguna compañía de cómicos ambulantes o títeres o teatro de las que, como residencia palaciega, hemos de pensar pudiera haber alguna, para justificar la participación de actores profesionales).
Tras este dilatado pero necesario preámbulo, hemos de preguntarnos: ¿A qué fechas nos retrotraeremos para aproximarnos lo más posible a la de la aparición del fenómeno como tal? Hay un dato tan insignificante y simple que por sí mismo puede, sin embargo, aportarnos, si no la clave definitiva, sí la de su existencia previa. Nos referimos al hecho siguiente: Sabido es que la reina ha de salir a escena acompañada de las "madamas". Pues bien, en Castilla jamás se utilizó tal vocablo, tal galicismo (de origen francés), sino tan sólo durante un corto periodo de tiempo. Siempre había de decirse: doña, dama (del latín domina), dueña, señora, ama, doncella, criada, etc., pero nunca madama.
El año 1504 muere la reina doña Isabel. Don Fernando, por razones de Estado se casa con la heredera al trono de Navarra, doña Germana de Foix, de origen francés, el año 1509. El nuevo matrimonio viene a Tordesillas y "... madama Germana..." como se la nombra en todos los círculos cortesanos, sociales, populares y cronísticos del momento, conoce a la "saturnina" hija de su marido. Los tordesillanos, que mantienen vivo el recuerdo de su señora doña Isabel, no aceptaron de grado ninguno a la nueva señora.
A la muerte de doña Germana nadie vuelve a acordarse de ninguna madama sino en el espectáculo satírico-cómico-burlesco de Tordesillas que, jocosa, despectiva y suspicazmente, lo había incorporado a la figura de la reina y su cortejo de acompañantes. Más allá de tal año de 1509 todo entra en el resbaladizo campo de las suposiciones, y sin el refrendo de documentación me veo obligado a dejarlo ahí: La Soldadesca, como festejo satírico-cómico-burlesco-taurino, ya se celebraba en Tordesillas en el año 1509.
En cuanto al personaje de la Fregona, personaje en apariencia un tanto quimérico, para comprender su presencia aquí habríamos de adentrarnos en la España de La Celestina, exquisitamente retratada por el autor de la obra, Fernando de Rojas. Tal personaje, cómico y enigmático a la vez, tan abundante en una sociedad medieval como la de entonces, en una sociedad como la tordesillana, acostumbrada a ser parada y fonda de reyes y reinas, condestables y duques, condes, marqueses y prelados de alto rango, tan observadora como muda, tan impasible como crítica con la relajada vida cortesana, no podía dejar de introducir su cómico figurín, satírico y mordaz en la farsa del divertimento cortesano.
La Celestina, la alcahueta, la que con la escoba (que ha de ser de matas silvestres verdes y lampiñas de floración varia, porque la de palma atada al extremo de un palo aún no se ha pensado en inventar), barre aquí y lleva allá, simula barrer de entre las madamas para llevar hacia el sector del rey y su guardia, o viceversa, con indisimulados aspavientos, lo que hemos de entender lo más íntimo y personal de la vida de todos. Pero, eso sí, atenta a los mil ojos ocultos y perspicaces de la Inquisición. De aquí que sus gestos lo sean con la intención, con la que pretenden distraer, como es evidente en la simbología de la obra, la verdadera actividad de su rol social.
Hasta bien entrado el s. XVIII no se introducirá en los signos celestinescos la chocolatera; la toma del chocolate fue, sin duda ninguna, el argumento más socorrido entre las disculpas que los amantes o sus coberteras utilizaron para conseguir sus deseos amatorios. A tal extremo llegó esta "inocente" costumbre de la invitación a la toma de chocolate, que en el "Libro de acuerdos de los Intercapítulos de la Provincia de Santo Domingo de N.° P. San Francisco de los franciscos menores" que trienalmente se celebraban aquí, en Tordesillas, las altas jerarquías de la Provincia franciscana, insistían reiterada y severamente en la prohibición de salir ningún fraile a tomar chocolate fuera del cenobio correspondiente, por razones de claro riesgo disciplinario, relajación de la moral y las costumbres.
La Fregona, la comadre, ha de tratar de hacer tomar vehementemente chocolate al becerro, en presencia de unos y otros sectores cortesanos. Clarísimo lenguaje de sarcástica insinuación.
Otros dos de los personajes dentro de la pantomima cómico-burlesca de la Villa, son los correspondientes a Don Quijote y Sancho Panza. A comienzos del s. XVI, como estamos, hace mucho tiempo ya que los cruentos y sanguinolentos torneos medievales, entre nobles, príncipes e incluso reyes, habían ido cayendo en desuso y dado paso, de manera paulatina, a otra variante con menos riesgo de accidente mortal: Ahora el linajudo señor y el desocupado hidalgo habían de vérselas con un cornúpeta de mayores o menores proporciones o bravura, a quien tendrían que abatir con sus propias armas y sobre su cabalgaduras. Es el tránsito del torneo medieval, del hombre contra el hombre, al festejo taurino, del hombre contra la bestia, al que se pretendió dotar de toda una serie de leyes y normas como las tuvieran las primitivas lizas.
Por lo que tengo comprobado, Tordesillas gustó siempre de la inclusión de alguna pieza teatral entre los divertimentos de sus fiestas, bien patronales u organizadas por cualquiera de las numerosas cofradías; no es extraño, pues, que a medida que pasa el tiempo, sobre todo a partir de la polémica suscitada en torno a la autoría de la segunda parte apócrifa del "Quijote", por la relación del autor con nuestro pueblo, sus protagonistas, el cómico e hilarante don Quijote y su no menos teatral escudero Sancho Panza, sustituyeran a los ya caducos y olvidados palaciegos de la corte. No sería descabellado establecer la cronología de este hecho, entre los años 1615 a 1620, momentos en los que la crisis económica y social, que sumirán a Castilla en la más absoluta de las miserias, justamente cuando, con estos ingredientes, el ingenio y la sátira mordaz más se agudizan.
El papel de estos personajes no se reduce más que al de instigar al novillejo en los momentos en los que pretendiera embestir a cualquiera de los miembros de la corte real. La lanza del primero, de factura quebradiza y endeble, así como la torpe intervención del orondo escudero, consiguen el general regocijo de los espectadores.
Con la transmutación de estos personajes y sus imprevistas quijotadas, se había conseguido por encima de todo mantener vivo, en la memoria del pueblo, el espíritu caballeresco, comprometido y primigenio de la defensa del rey y la reina cuando, el más bien asustado becerro (símbolo de cualquier otro enemigo) pudiera poner en peligro la integridad física de "... sus magestades..." (Tordesillas fue celosa en la guarda y respeto así como en la exigencia y cumplimiento de los privilegios que, desde 1293 a 1474, le habían concedido diversos monarcas de no enajenar nunca la villa y permanecer siempre dentro de la condición de villa de realengo, ni establecer en ella hombres de guerra permanentes -acuartelamiento militar-, a cambio de ciertos compromisos militares y defensa de las personas reales). He aquí, parodiados, tales privilegios y tal defensa de los mismos.
Para terminar: en el personaje de Don Tancredo no puedo por menos de ver en él más que al "bufón", que de una u otra manera no faltaba en ninguna corte europea. Su misión en ellas, como en la escenificación satírico-cómico-burlesco-taurina, de todos es bien sabida.
Las referencias documentales a la Soldadesca, sobre todo en los Libros de Actas del Ayuntamiento, son esporádicas; en alguna ocasión se realiza de manera rápida y fugaz, como cosa conocida, como algo que no precisara mayores atenciones, de la misma manera que se especifica la celebración de toros el día de San Roque: sin más.
De lo que sí tenemos evidencia, aunque bastante reciente, es la periodicidad de su celebración. A diferencia de cualquier otra, ésta se acostumbra representarla cuatrienalmente. Hemos de relacionarlo con el tiempo de duración del Corregimiento, trienal, y la pretensión de agasajar al nuevo "funcionario", o el mismo motivo y la misma pretensión para el nuevo alcalde, tras la desaparición de aquellos, y cuyo periodo de mandato será cuatrienal.
Como en todo fenómeno social, esta celebración tiene sus altibajos, su desnaturalización y su genuina puesta en escena; pero en cualquiera de los casos la celebración de "La Función", "El Estradillo" o "Soldadesca", que de las tres maneras se la conoce, es un fenómeno cultural celebrado ya a comienzos del s. XVI.