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BREVE HISTORIA DE UNA POPULARÍSIMA CANCION INFANTIL
Creo que, con más o menos estrofas, todos habremos escuchado alguna vez la siguiente canción que transcribo en versión recogida por mí en Sotillo del Rincón (Soria):
¿Dónde vas, Alfonso XII?,
¿dónde vas triste de ti?
Voy en busca de Mercedes
que ayer tarde no la vi.
Si Mercedes ya se ha muerto,
muerta está que yo la vi.
Las farolas del palacio
ya no quieren alumbrar,
porque se ha muerto Mercedes
luto le quieren guardar .
Merceditas, Merceditas,
quién te lo iba a ti a decir ,
que a los dieciocho años
te tenías que morir.
Los zapatos que llevaba
eran de puro charol;
se los regaló Alfonsito
el día que se casó.
Recitó Purificación López, 82 años, nacida en Sotillo del Rincón.
La recopilación se hizo el 10-VI-8l.
Estamos ante uno de los muchos ejemplos de "actualización" de un tema que se han producido en nuestro romancero oral. Sobre parecido asunto que el de "La aparición" y utilizando el primer verso (¿Dónde vas, el caballero?) nació una cancioncilla, aún hoy muy popular, refiriéndose a la muerte de la reina Mercedes y al desconsuelo del rey don Alfonso. Es un buen síntoma, sin duda, para un monarca -y para cualquier gobernante- que el pueblo le cante y se haga partícipe de sus tristezas. Alfonso XII -al margen de méritos políticos que siempre pueden ser cuestionables supo ganarse el aprecio de la gente. Por supuesto que tal simpatía estaba propiciada por la leyenda que sus partidarios acertaron a difundir: su juventud al acceder al trono, el matrimonio por amor, la romántica aureola de la pareja real...
Cuando tiene lugar, en 1878, el fallecimiento de Mercedes de Orleans, corre de boca en boca, y basándose en la melodía más extendida del viejo romance de "El palmero" -también llamado de "La aparición"-, un dolido cantar que los niños perpetuarán como acompañamiento de sus juegos. Pérez Galdós menciona en sus escritos esta tonada infantil: "Una tarde de julio, paseando por el Prado, oímos estas coplas, cantadas por las tiernas niñas que jugaban al corro:
"-¿Dónde vas, Alfonso XII, / dónde vas, triste de ti? / Voy en busca de Mercedes / que ayer tarde no la vi, / cuatro duques la llevaban / por las calles de Madrid". La simplicidad candorosa de estos versos -prosigue el autor en boca de inocentes criaturas se me metía en el corazón, avivando la doliente memoria de la reina sin ventura, muerta en la flor de la edad. Otro día, en Recoletos, oí las mismas coplas continuadas de este modo:
"-Su carita era de virgen, / sus manitas de marfil, / y el vuelo que la cubría / era rico carmesí. / Los zapatos que llevaba / eran de rico charol, / regalados por Alfonso, / el día que se casó". Recreándonos con tan ingenua cantata, dimos la vuelta al corro y pudimos enriquecer el poema infantil con esta otra cuarteta:
"-El manto que la cubría, / era rico terciopelo, / y en letras de oro decía: / Ha muerto cara de cielo" (1).
Si comparamos los textos recogidos por Galdós con el nuestro veremos que no aparecen en él coplas muy difundidas como la que empieza: "Cuatro duques... ". Sin embargo, en la muestra soriana aparecen versos de corte también muy popular como: "Las farolas de palacio / ya no quieren alumbrar. ..". Esta copla figura en otras recopilaciones del tema (2) y junto a la estrofa ya comentada que hace alusión a "los cuatro duques" -recuerdo del verso similar de "La aparición"- pude escucharla en la voz de una informante de Olvega (3).
Coincide en muchos aspectos con las versiones que ofrece el novelista, un poema, publicado en 1885 por Juan Menéndez Pidal ,en torno al mismo asunto. Dicho autor había contribuido ya con su inspiración en la gestación de otras composiciones que pasarían a cantarse dentro de la tradición oral; así, por ejemplo, el caso de "Lux Aeterna", canción a la que, en su tipo de versión más popularizada también se le da el nombre de "La pobre Adela".
El poeta, a caballo entre la creación colectiva y la individual, entre lo popular y lo culto, escribió en una época aún muy reciente a los hechos de que habla:
¿Donde vas, rey Alfonsito?
¿Dónde vas, triste de ti?
Voy en busca de Mercedes
que ayer tarde no la vi.
Merceditas ya se ha muerto,
muerta está, que yo la vi,
cuatro condes la llevaban
por las calles de Madrid.
Al Escorial la llevaban
y la enterraron allí,
en una caja forrada
de cristal y de marfil.
El paño que la cubría
era azul y carmesí,
con bordones de oro y plata
y claveles más de mil.
Ya murió la flor de mayo,
ya murió la flor de abril,
ya murió la que reinaba
en la corte de Madrid (4).
Hay pasajes en el poema que recuerdan al romance del siglo XVI, sobre todo en la descripción del sepelio. Por lo demás parece que poeta y pueblo contribuyeron a eternizar el tema histórico, vertido en moldes tradicionales y solemnes. El texto de Juan Menéndez Pidal mantiene la asonancia constante en -í mientras que las coplas que hoy se cantan utilizan otras rimas como -á y -ó; tales estrofas (una de ellas en -ó comentada ya por Galdós) son para mí claramente populares. Había en la muerte de Mercedes elementos favorables a lo legendario: la muerte en plena juventud, la desesperación del enamorado rey, la mítica presencia del hado fatal...
Con pocas variantes, pues el período transcurrido desde aquel suceso -poco más de cien años- es para el devenir de la tradición un corto camino, se canta hoy el romance por toda la Península. Hubo en 1905, cuando Alfonso XIII y su prometida fueron objeto de un atentado anarquista, un intento de "reactualizar" la composición, si bien, en esta oportunidad, la nueva invención no alcanzó fortuna.
El milagro, tantas veces hecho realidad en nuestro folklore, ya había tenido lugar anteriormente, al encarnar el viejo asunto de la amante que encontramos en los Cancioneros de Sepúlveda y de Londres en un episodio y personajes concretos de la Historia de España, en una leyenda de amor y de muerte tejida sobre la realidad de dos nombres propios: Alfonso y Mercedes.
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(1) BENITO PÉREZ GALDOS, Episodios nacionales, Volumen III, Aguilar, Madrid, 1945, pp. 1349-1350.
(2) Véase la muestra de J. DIAZ en Cien lemas infantiles. Valladolid, 1981, p. 128.
(3) lamberta Tello me cantó esos mismos versos mezclados con otros referentes a Alfonso XIII.
(4) J. MENÉNDEZ PIDAl, Poesía popular, Madrid, 1885, p. 349.