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Herrera de Valdecañas es un pueblo del Cerrato palentino, que queda a escasos kilómetros, a mano derecha, de la carretera nacional Madrid-Irún y del ferrocarril de la misma dirección. A mediados del siglo XVIII era vil la de señorío perteneciente al Conde de Torrepalma. Contaba con 120 vecinos que vivían de la agricultura: trigo, cebada, centeno, avena...y ganadería, preferentemente lanar. También sembraban titos y lentejas, cultivaban viñas, criaban colmenas y cortaban leña del páramo para ayudarse en su economía doméstica. Contaba con 5 eclesiásticos (1). Un siglo después apenas había cambiado, reunía 129 vecinos (661 habitantes) y dos beneficiados (2).
Como en el resto de los pueblos del Cerrato, existió una Cofradía de Ánimas que gozó de pujanza en el siglo XVIII y ejerció gran protagonismo durante los carnavales. Aunque la devoción a las Ánimas fue, a partir del Concilio de Trento, nota común entre la catolicidad, con el fomento de numerosas cofradías que en el mundo rural mantenían el celo por los difuntos y la tensión ante la muerte, llama la atención el desarrollo y organización que las cofradías bajo esta advocación adquirieron en el Cerrato palentino, pues consolidaron una serie de rasgos festivos carnavalescos de gran interés etnográfico y antropológico que marcaron los tres últimos siglos de esta peculiar comarca situada al sureste de la provincia de Palencia (3).
La documentación conservada en el Archivo Histórico Diocesano de Palencia referente a ella se reúne en dos libros (4). Uno recoge las cuentas comprendidas entre los años 1713 y 1763 y el otro los nombramientos y cuentas comprendidos entre 1726 y 1841. En el primero de ellos, además, se hallan los capítulos de la Regla refundida, mediante la cual la cofradía se organiza paramilitarmente como Soldadesca a partir de 1726.
No hay duda de que existió otro libro anterior que se perdió, pues en alguna ocasión se hace en sus continuadores alusión. El que da comienzo en 1713 se abre con una «Memoria de los hermanos confrades de las benditas Animas del Purgatorio traducidos en este Libro de el Viejo en este año de 1713 Y son los siguientes...», nominando a continuación a 5 licenciados y 32 seglares. Ese año entrarían 2 más y 4 el siguiente.
Y en el apunte de la visita realizada el año anterior, 1712, en Palenzuela por el Visitador del Arzobispado de Burgos, dice este que los capítulos de la Regla de la Cofradía están al principio del libro antiguo «...y se hallaron en buena disposición y arreglados al servicio de Dios, por lo qual Su Merced les aprobó (excepto el capítulo 21) que no permite se use de el y quanto ha lugar por derecho sin perjuicio de la Jurisdicción Ordinaria y constituciones synodales de este Arzobispado y cesan para usar dellos exhortándoles a su puntual observancia como también a que distribuían sus averes en misas y sufragios para el alivio de las intolerables penas que padecen las benditas Ánimas atendiendo a lo mucho que se de esta devoción en el servicio de Dios Nuestro Señor...»
Al final de los apuntes del segundo libro conservado, cuando la relación de las noticias empieza a ser fragmentaria y caótica, se incluye una que es de sumo interés para aclarar no sólo el contenido del vedado capítulo 21 de la primitiva Regla, sino también el año de su aprobación, que muy probablemente tenga mucho que ver con la fundación de la cofradía como tal. Parece ser que, como la soldadesca pasaba ya por malos momentos y había dificultades para su mantenimiento hacia 1840, se trae a colación el célebre capítulo 21 de la primigenia Regla aprobada en 1675 (5). Se glosa así este capítulo en la nota:
Que si para las Carnestolendas, los confrades quisieren hazer alguna fiesta o soldadesca, se haga sin que se gaste nada de la confradía, sino que cada uno lo gaste de su casa y se nombre capellán, el qual sea el Abad o el sacerdote que los ofiziales de esta confradía eligisen = Y también se nombre un capitán, un alférez, y un sargento, que sean seglares, y todos los demás oficios que combengan; y esta elección se haga veinte días antes de carnestolendas, y el día de zeniza se haga un ofertorio por todos los soldados. Y lo que se cojiere de limosna se distribuiese en sacrificios por las animas de purgatorio a voluntad de el Abad = Y en Virtud de que para la permanencia de dichas reglas y capítulos era preziso pasarlas por el ordinario de este Arzobispado, lo que con efecto se hizo; y para esto fueron vistas y reconocidas por el fiscal eclesiástico, que entonzes era a quien se las remitieron los Señores Priores; quien es visto su parecer; que fue dezir que todas las dichas reglas, a excepción de la veinte y una, que es la que aquí ba inserta no tienen cosa contra Ntra Sta. Madre Yglesia y buenas costumbres. Y que sin perjuizio de la Jurisdición ordinaria se pueden aprobar, pero que la dicha regla que habla de soldadesca se debe quitar, por las pendencias que suelen de semejantes fiestas originarse y causar discordias...
1. LA SOLDADESCA: ESCENOGRAFÍA Y REPRESENTACIÓN
Cincuenta años después de que les fuera desaconsejado aquel capítulo sobre la soldadesca, lo llevan a la práctica sin que se encuentre mayor explicación en el libro de cuentas. Lo que se lee es esto, como encabezamiento a la nueva redacción de su reglamento:
Libro de la Soldadesca que se empezó a formar en esta villa de Herrera de Valdecañas el año pasado de 1724 en el qual se ponen los capítulos de Regla y otras cosas tocantes a dicha Soldadesca. Empieza en 25 de marzo este año 1726.
Parece ser que se puso en práctica el festejo antes de recoger por escrito la disposición de su compleja actuación y jerarquía, en 1724. Efectivamente, este año se anota la entrada de 15 nuevos cofrades (muchos de ellos con sus mujeres); al año siguiente 12, y en 1726, 16, algo inhabitual en los años anteriores. Estas nuevas y masivas incorporaciones denotan la aceptación que tuvo la nueva fórmula celebrativa y el empuje que entonces tomó la cofradía (6).
Antes de la nueva distribución de oficios que exige la Soldadesca, los cargos oficiales estaban representados por el abad, el prior y el mayordomo. Estos se reunían anualmente al término de su mandato para nombrar sus sustitutos, junto con dos contadores, para tomar las cuentas, y dos andadores, que serían los encargados de pedir por el pueblo las limosnas.
En la nueva Regla se copian veintidós capítulos, avalados con la firma de Manuel Prieto Rebollo y Gabriel Prieto Prieto. La redacción de los mismos es desordenada y adolece de falta de precisión y claridad, convirtiéndose con frecuencia en farragosa y enmarañada la exposición de determinados capítulos, proclives a la ambigüedad en algunos aspectos, dada la falta de puntuación. De su lectura trataremos de hacer una relación lo más ordenada posible para precisar la forma y función de la Soldadesca, con cuya organización paramilitar dicen pretender dos cosas: recoger limosnas para las Benditas Ánimas y apartar a las que están en este mundo de los vicios.
En la cúspide de la jerarquía se hallaba el capellán, que correspondía al Abad de la Cofradía, es decir, a un cura o beneficiado de la parroquia de la villa. Su insignia era un bastón que debía recibir de manos de su antecesor al tomar posesión de su cargo y le obligaba a decir y aplicar la misa del domingo de Carnestolendas por la milicia y a desfilar por el pueblo con el resto de oficiales y el batallón cuando fuere la ocasión, siempre que sus deberes religiosos no se lo impidieren. El supervisaba las obligaciones que tenían contraídas los demás oficiales con el culto de los días de carnestolendas (cap. 2).
El capitán portaba como distintivo una bengala y mandaba sobre el alférez, que era quien portaba la bandera, que guardaba en su casa, y debía enarbolar cuando aquel se lo señalase. Ambos, a su vez, tenían poder sobre el sargento, que se significaba con una alabarda y era el encargado de reunir el batallón y ordenarle tras el tambor para dar vuelta por el pueblo siempre que estuviera prescrito (cap. 4).
Estos constituían la oficialidad y su cargo conllevaba una carga monetaria, pues a sus expensas corría el predicador de carnestolendas-los treinta reales de limosna por el sermón, su alojamiento y manutención- y seis libras de cera para alumbrar al Santísimo (cap. 2). Además, junto con el capellán debían comprar el vino con que en los días de carnestolendas se acostumbraría a obsequiar a la cofradía. No podían sobrepasar las diez cántaras, bajo penalización de 16 reales para la limosna de una misa con vigilia por las Ánimas, y el coste se repartía a partes iguales entre los cuatro (cap. 3).
Para entrar a formar parte de estos cargos, debían pagar al menos dos reales de limosna para sufragios (cap. 13). Y el día en que son propuestos para servir tales oficios «an de firmar la obligación de servirlos según las calidades, condiciones y penas puestas en los capítulos que pertenecen a dichos ofiziales». Nadie que no fuera cofrade podía servirlos, a no ser que, llamado a serlo, antes de un mes pagase la correspondiente entrada o se la pagase otro u otros oficiales (cap.11).
En agradecimiento a su servicio, se contemplaba que, a su muerte, se les diría una misa con vigilia, para lo cual los cofrades vivos estaban obligados a dar dos cuartos de limosna (cap. 9) Al poco tiempo, esta disposición se reformaría, pues el resto de cofrades pidió que, pagando la correspondiente entrada, la misa al morir se les aplicase a todos, para que todos recibiesen los mismos sufragios. Por este motivo efectuaron el pago de dos quartos en 1731.
Había otros oficiales de segundo grado, como el espontón, así llamado porque portaba esta arma (7), y el cabo de escuadra, que llevaba una pica, cuya misión era comandar el batallón en ausencia de los otros oficiales, mantenerlo en orden y dividirle en escuadras para enviarlos a sus casas a recogerse una vez cumplida la misión de dar las vueltas por el pueblo (cap. 5). Servir estos oficios suponía, aunque en menor escala que los oficios mayores, tributar en pro de la cofradía:
Se establece que el que quisiere llebar dicho espontón no pueda alargarse más de doze reales de limosna quando mucho y esto lo tenga conferenciado con los ofiziales actuales antes que se llegue el caso de entregar las insignias, y si no ubiere quien diere tanto dichos ofiziales actuales rematarán este exerzizio en el mayor postor sin que nunca esceda a los doze reales; y lo mismo se entiende de dicho cabo de esquadra, eszepto que el prezio mayor suyo se establece sehan solos ocho reales de limosna y a uno y otro se les manda estén muy obedientes a sus ofiziales reformados actuales en las cosas que les mandaren que sehan de su cargo, pena de diez y seis maravedís para dichos sufragios (cap. 1O).
Si bien no se recoge en la regla, pronto aparece en las pujas un nuevo oficio, llamado venablo por la insignia que lo distingue, que seguía al cabo de escuadra, pues aporta menos que este.
Sometidos a la férula de los oficios superiores, cada cargo tiene establecida su pena si desobedece y no cumple con lo que le es asignado. La pena aumenta en correspondencia con el cargo, y así, para el sargento se estipula en doce cuartos y para el alférez en dos reales (cap.4).
Oficio importante, si no por su autoridad sí por el servicio real que hacía, y también por el trabajo que conllevaba, es el que denominan cajero, que no es otro que el encargado de tocar el tambor o la caja. Su obligación era «dar buelta todos los días por noche y mañana acompañado de el espantan y cabo de esquadra, el uno por la mañana y el otro por la noche, según se compusieren y de orden del capitán, desde el primer día que haya que salir la compañía hasta el martes de Carnestolendas, que dicho primer día que ha de salir dicha compañía y batallón ha de ser, sino ha llegado el domingo de la Septuagésima, el día de la Purificación de Nuestra Señora, y si fuere antes desde este día, para que se encomienden a Dios las Venditas Animas por todos los que oyeren la caxa». Cada vez que dejase de tocar sin justificación se le impondría un cuarto de pena para sufragios. Cuando, por causa justificada, el no pudiese tocar, tenía que avisar a los oficiales para que estos encargasen a otro la encomienda de tocar la caja, pues consideraban que era este un servicio importante de cara al bien y alivio de las Benditas Ánimas (cap. 7).
También de gran rendimiento para los fines de la congregación era el oficio de pedidor, que realizarían dos cofrades y estaba reservado para el capitán y el alférez cesantes del año anterior. Estaban obligados a pedir todos los domingos y fiestas comprendidos entre la Candelas o el primer domingo de Septuagésima y el primer domingo de Cuaresma. Y los días de Carnaval, desde el sábado al martes. En caso de hallarse impedidos, por enfermedad o ausencia, para salir a pedir, habían de poner un sustituto, que fuese de los reformados y no de los soldados sueltos, bajo pena de dos cuartos para sufragios (cap 8).
Acabados los cargos, el resto eran soldados, que tenían por misión formar a las órdenes de los oficiales y dar la vuelta al pueblo cuando estuviere dispuesto por regla. Podían llevar una pica, con algunas condiciones. Los reformados, que por tal se sobreentendían capitán, alférez y sargento, podían salir con pica, la cual se las tenía que proporcionar la Milicia. Los no reformados, es decir el resto de cargos y soldados sueltos, podían, si quisieran, sacarlas, pero de su propiedad, y habiéndolas registrado los oficiales para que fuesen como debían ser y quedando ya incorporadas a la Milicia. Y si queriendo sacarlas no las tuvieren, pueden pedirlas a dichos oficiales para que se las suministren entregando un real de limosna para sufragios, teniendo que devolverlas para su custodia durante el tiempo que no se usan (cap. 15).
Todos los componentes de la Milicia habían de ser listados para proceder a su control siempre que su presencia fuera necesaria, so pago de la pena de seis cuartos los reformados y cuatro el resto, si antes no habían comunicado a los tres oficiales la necesidad de la ausencia (cap. 1).
El batallón de la compañía formada por todos los cofrades salía por las calles los días de fiesta y domingos desde el día de las Candelas o primer domingo de Septuagésima hasta Carnavales, incluidos los tres días de Carnestolendas, empezando el sábado a tiempo de vísperas, y también el primer domingo de Cuaresma. Iban en perfecto orden, precedidos por el estandarte, que correspondía portar a los que el año anterior habían sido pedidores, y el tambor. Cada cual con la enseña distintiva del oficio que representaba (caps. 8, 12 y 14). Era esta una forma de que, a la vista del estandarte al que seguían, los devotos se animasen a dar limosna (8).
Formado en la plaza el batallón de soldados por el espontón y el cabo de escuadra, iban a la casa del sargento a por este, y luego a la del alférez y a la del capitán, a recogerlos, incorporando en último lugar al capellán. Una vez que han dado vuelta por las calles del pueblo, en orden inverso van dejando a los oficiales en sus casas: el capellán primero, y luego capitán, alférez y sargento, hasta acabar de nuevo en la plaza. Una vez allí, espontón y cabo envían por escuadras (de cuatro en cuatro) a los soldados a las suyas, advirtiéndoles para que vayan quietos y pacíficos por las calles sin perjuicio de nadie, pena de dos cuartos para sufragios (caps. 4 y 5). Finalmente, despedido el batallón, espontón y cabo de escuadra irán con el tambor a sus casas, siendo el cajero el último en retirarse (cap. 6).
Antes de desfilar los días de carnaval por la tarde, desde las vísperas del sábado en que se empezaba, se tocaba un clamor de cuatro campanas y el capellán, acompañado del cabildo eclesiástico, cantaba un responso por las Benditas Ánimas (cap. 8).
Los soldados en todo momento debían permanecer obedientes a los jefes y oficiales y acatar sus órdenes «como es hazer cuerpo de guardia, estar en centinela y otras que conduzgan al estado militar y conservación de esta milicia y pueden hazer sin grave detrimento suyo, por convenir así al real servicio de su divina Majestad y ser como es dedicada dicha milicia en el alivio sacro y descanso de las Venditas Animas y cada vez que faltaren a la obediencia dicha se les multe doze maravedís para ayudarlas con sufraxios a salir desde la iglesia purgante a la triunfante, donde han conseguido toda vitoria y rendido a sus enemigos en todas las batallas que las an opuesto» (cap. 20). Y por el mismo argumento teológico, se ordena
...que los días que se juntare el batallón se haga algún exerzizio en las armas y disposición de guerra, y en esto se sujetarán los soldados a los que de ellos supieren como se aze dicho exerzizio, que serán los que los ofiziales actuales nombraren por tener alguna experiencia de que lo pueden enseñar a los demás... (cap. 21)
La cofradía realizaría salvas y detonaciones con las armas, pues ya en un capítulo de atrás se establecía cómo habían de disparar los soldados con el arcabuz, que lo habían de hacer «hacia arriba y no en otra forma» por los inconvenientes que pudieran ocasionarse, estipulando penas para los sufragios que van en aumento a medida que se reincide en el mal uso del arma (cap. 17).
El primer domingo de Cuaresma todos habían de acudir al llamamiento y asistir a la misa en honor de la Benditas Ánimas. Al acabar esta, tenía lugar la ceremonia de entrega de insignias, que corría a cargo del capellán saliente, el cual, entregaba a cada uno, por orden y en razón de su cargo, la enseña correspondiente a medida que eran llamados por lista, con la consabida pena si no se acudía, que era de seis cuartos para los reformados y de cuatro para el resto (cap. 9) (9) El año antes de escribir esta regla, en 1725, los cofrades habían hecho un ofrecimiento especial de 300 reales para la adquisición de estas insignias.
Se les recomienda a los soldados la hermandad entre ellos, evitando rencillas y riñas, y el ser corteses con los reformados (cap. 18) También se les recomendaba el beber con moderación en las juntas donde se diese refresco, «porque no se sigan algunos desórdenes y en lugar de agradar a Dios con esta milicia, sea ofendido por los muchos pecados que del eszeso en beber se pueden originar» (cap. 19) En resumidas cuentas, que era importante en la cofradía, dada su organización militar, la disciplina y el orden, y la obediencia a las disposiciones de cada momento y a la autoridad.
2. LAS CUENTAS DEL CULTO
Revisando las cuentas del año 1712, que es el primero del que se tiene constancia documental, se pueden establecer las fuentes de los ingresos que percibía la cofradía en estos años, así como el empleo que hacía de ese dinero destinado a los sufragios para almas de los difuntos. Estas cuentas se tomaban al mayordomo, generalmente en el primer domingo después de Reyes.
Primeramente hay unos ingresos proporcionados por ciertos bienes que tenía la cofradía con miras a sacar de ellos una rentabilidad: dinero en préstamo, algo de ganado, cereal y viñedo.
Por un censo a un vecino de la villa, percibieron 33 reales de rédito.
Por el ganado entraron ese año las siguientes cantidades: 77 reales de la venta de cuatro ovejas y cinco corderos, 30 cuartos de alquilar el carnero para echar, 40 maravedís de la venta de un pellejo de res, 47 reales de la venta de dos arrobas y tres libras y media de la lana de ese año, a 22 reales arroba, y 31 reales de seis libras y media de queso.
Del viñedo, 424 reales y 32 maravedís, valor de 129 cántaras de vino a un precio de 28 cuartos la cántara. Más 60 reales de la renta de una cuba que sería de su propiedad.
En la cuenta de granos consignaron 15 fanegas, descontado el diezmo, aunque no lo valoran; sí la paja vendida, que les añadió 7 reales.
Otro dinero viene como limosnas por distintos servicios. Así, 30 reales por la entrada de dos hermanos, 88 reales de cuatro personas que se encomendaron a la cofradía y 7 reales por la cera puesta en tres entierros.
De limosnas directas ingresaron 46 reales y 4 maravedís que se acumuló en el cepillo durante el año, más 19 reales que se sacaron en los tres días de carnestolendas. A ello hay que añadir la limosna en grano que sacaron de pedir por las eras en la recolección: 4 fanegas y 3 celemines.
El total, contando 1244 maravedís del alcance de año anterior y sin contar el valor del grano, 34.149 maravedís, es decir, 1004 reales y 13 maravedíes.
A estos ingresos se les daba salida, de acuerdo con los fines para los que la cofradía se había constituido. Además, mantener y hacer producir los bienes propios tenía también su contrapartida. Por ejemplo, tenían que pagar al guarda o guardas de las 38 cabezas de ganado más el marón, en dinero y en granos; comprar el centeno (3 fanegas y 8 celemines) para alimentarlo, sal y pez, y esquilarlo. Las labores del viñedo y el cereal tenían también sus gastos: cavar, vinar, vendimiar, lagarear, lavar y llenar las cubas; o hacer la senara, escardar, segar, trillar, beldar y meter el trigo, trabajos todos cuya paga se especifica.
El resto se destinaba al culto. La mayoría se empleaba en misas: 328 reales a los beneficiados se pagaron como limosna de 23 misas celebradas en el año, de esta forma: 12 de los 12 meses del año, 2 de carnestolendas, 2 de pobres, y el resto de hermanos fallecidos. La cera gastada en estas ceremonias, 14 libras, supuso 108 reales y medio. Por el sermón del martes de carnestolendas se pagaron 24 reales de limosna al religioso predicador, incluida una polla de regalo. Al sacristán, 22 reales por el toque de clamor a lo largo del año
Todo ello, con el añadido de algún gasto extraordinario como la compra del libro de cuentas que estrenan (18 reales), supuso 30.499 maravedís, es decir, 899 reales y 24 maravedís. Restado a los ingresos, arroja ese año un saldo positivo de 4220 maravedís, 125 reales.
A través de los apuntes de las cuentas que dan año tras año, se deducen las costumbres habituales de la cofradía, las alternancias y cambios. Así sabemos que la limosna que se sacaba en carnestolendas se hacía pidiendo los tres días, domingo, lunes y martes, obstiatin (sic), o lo que es lo mismo, de puerta en puerta. El año 1724, en que se estrenó la soldadesca, la limosna recogida durante esos días por los oficiales y pedidores Agustín García y Joseph García supera con creces lo habitual de años anteriores. Reúnen por este concepto 63 reales. A ello se añadía lo que se acumulaba en el cepillo durante el año y la limosna en grano que se recogía al final de verano por las eras.
Con la soldadesca se introduce entre los cofrades una limosna nueva, la que ellos habían de depositar en una salvilla en el ofertorio del día de la fiesta del martes de carnestolendas. El año 1725 se realizó por primera vez, y salieron 37 reales y 14 maravedís.
De las subastas de los oficios menores, así como de las propinas de bodas y bautizos y de rifas y actos de carnestolendas, sacan también una parte. Se lee en 1935:
Mas se le cargan quarenta reales y veintiséis maravedís que salieron de los oficios, rifas y limosnas de la soldadesca, como son el espontón, que estubo a cargo de Andrés Pastor Mozo, diez reales y medio = del cavo de esquadra, que estubo a cargo de Joseph Pérez López, seis reales = del venablo, que estubo a cargo de Joseph Lope González, quatro reales y medio = del bauptizo de Manuel de Pereda Antigüedad, de los padrinos, que fueron tres reales y treinta maravedís = de la boda de Manuel Zilleruelo, de los padrinos, cinco reales y veintiséis maravedís = y de quatro rifas diez reales y quatro maravedís, que todo haze dicha cantidad
Estas cantidades no siempre se entregaban al mayordomo para su contabilidad oficial, sino que los oficiales se las daban directamente al abad y al cabildo eclesiástico para que las invirtiese en misas y sufragios. Por ello se leen varias advertencias en estos años del mayordomo en las cuentas, hasta que desaparece su mención por considerarse en otra contabilidad paralela.
A las misas del lunes y martes de Carnestolendas había que sumar la del primer domingo de Cuaresma y las de los cuartos domingos de cada mes, más las de los hermanos difuntos y las de recomendaciones. Eran misas cantadas, con su vigilia, y su limosna era de 16 reales. También pagan la misa de honras por los pobres que no tienen para enterrarse, sean vecinos de la villa o, siendo forasteros, mueran en el hospital
Era costumbre que todos los día del año el sacristán hacía de noche el toque de clamor de la Ánimas; a las ocho en invierno y en verano a las nueve. Por ello la cofradía le abonaba 22 reales. En el año 1760 aparece por vez primera el pago de «tres reales que se dieron por tocar la noche de los difuntos». Esto tendría ya continuidad, aunque se rebaja la cuota a un real (10).
A medida que avanzan los años, los oficios religiosos de carnavales se van aumentando. En 1758 empiezan a celebrar las cuarenta horas, con tres sermones y cuatro misas. Es este el año en que ya disponen de un retablo dedicado a las Ánimas (11).
En este tiempo, también se empieza a quebrar la rigidez de la regla en lo que a la aportación en carnestolendas de los oficiales se refiere. En 1756 el cofrade y vecino Jerónimo Prieto dijo en la Junta General del 2 de marzo que tomaba a su cargo y obligación todos los oficios de soldadesca para el año venidero, tomando las insignias del primer domingo de cuaresma de un año a otro, y por ello corría a su cargo con los tres sermones de las carnestolendas de 1757 y con la cera y todo lo demás de costumbre. Añade además el importe al cabildo de las dos misas de lunes y martes. A partir de entonces es habitual que los oficiales asuman el gasto de los tres sermones de esos días, además de la cera que arde en ellos ante el Santísimo y del refresco a los hermanos. Y a medida que pasa el tiempo, se van particularizando las ofertas del pago de otros conceptos: sermón del primer domingo de Cuaresma, cera de otras funciones, misas sueltas..., de modo que ya no solo los oficiales, sino otros soldados contribuyen a los gastos del culto, repartiéndose estos con más equidad.
En el siglo XIX las ofertas se atomizan sobremanera. Eran tiempos difíciles, de economías muy castigadas, y quizás no fuera fácil encontrar oficiales dispuestos a correr con los importantes gastos que conllevaba la insignia. El libro recoge de forma fragmentaria los apuntes de los últimos años. Así, el 28 de febrero de 1841 sólo se ofrecen dos oficios para los carnavales siguientes. Del que coge el de capitán, Bruno Rojas, se dice que no puede considerarse válido «por ser menor de edad y su padre no permitirle cumplir con el cargo que había tomado». A partir de aquí, la documentación calla y ya no es posible saber cuál y cuando fue el fin de la congregación de la soldadesca, que en estos años, a tenor de lo que se puede colegir de las cuentas, había perdido iniciativa y vigor.
3. UNA REPRESENTACIÓN DRAMATICA PARA LA OCASION
Al final del segundo libro, en los folios 159 a 161, se halla copiado un texto dramático en verso. Este texto, sin título ni otras marcas que permitan identificarlo, se copia desordenadamente en las distintas caras que ocupa. Aunque hemos hecho una trascripción literal del mismo e intentado una reconstrucción coherente, el resultado no es del todo satisfactorio, pues aparte de que, inicio y final parecen abruptos y poco claros, como si faltara algo en ambos extremos, la trabazón de los parlamentos ordenados no siempre ajusta convincentemente. Todo ello nos lleva a pensar que la copia ofrecida, por las razones que sean-pérdida de algún folio, modelo de copia amputado o incompleto, trascripción de memoria, etc— tiene carencias y no coincide íntegramente con el original.
El hecho de que se recoja esta copia en el libro de actas de la cofradía indica que pudo ser usado por la misma en alguna representación. Ningún indicio de cómo y cuándo pudo ser se encuentra en este libro ni en el anterior. Nada se dice en ningún momento de representación teatral y nunca aparecen gastos o entradas por este concepto, pues, de acuerdo con lo que era habitual en las representaciones teatrales que en el siglo XVIII se hacían a cargo de algunas cofradías, no consta que se pagase a los comediantes o se gastase en utillaje y vestidos, ni nada se consigna como colecta o limosna por haberse hecho representación alguna. Nada, por tanto, puede aventurarse sobre si fue representación habitual al inicio de la cuaresma—el miércoles de ceniza o el primer domingo de cuaresma— , dónde se representaba, ni quiénes -miembros de la cofradía, alguna compañía ambulante, de quien tomaron el texto- , ni su procedencia o autor, etc.
A pesar de las deficiencias del texto, es fácil deducir que salió de una pluma culta, versada en retórica, que domina los artificios del verso y sabe plasmar contenidos teológicos y doctrinales básicos. El tema al que se da forma dramática: el arrepentimiento de un pecador que vendió su alma al diablo por el amor de una mujer, hace pensar en una loa destinada para ilustración de los fieles en la cuaresma, todo lo cual encaja con los fines religiosos de la cofradía, cual era apartar a las almas de los peligros del carnaval y recordarles los caminos del buen vivir de cara al juicio de Dios el día de la muerte.
Eran las loas breves composiciones escénicas que en este siglo XVIII solían representarse en los pueblos o ciudades con ocasión de diversas festividades patronales, auspiciadas por las cofradías. Tenían un marcado carácter, doctrinal, religioso, acorde con los fines devocionales de cada cofradía (12).
En esta loa dialogan cuatro personajes: Felisardo, el protagonista, pecador arrepentido que implora la clemencia de Dios; el criado de este, cuyo nombre parece ser Mandil (puede también ser abreviatura); el Ángel y el Demonio, figuras ineludibles en este tipo de composiciones, que entablan la contienda dialéctica por el alma del protagonista, actuando como coadyuvante y oponente respectivamente a los deseos de este. Además, en esta loa interviene la Música, a quien se da voz para que exprese el pensamiento central, doctrinario, del planteamiento dramático.
La estructura dramática del texto no está muy clara, quizás por las causas anteriormente apuntadas de defectos o carencias en la copia. Estas deturpaciones son avisadas por la métrica, que busca su propia forma en cada escena y se hace, por ello, cambiante. De lo que consta, se puede hacer el siguiente esquema:
- Empieza con la presencia del ángel que, en cuanto «defensor del hombre que es, anuncia su intención de «amparar a Felisardo». Es un romance de catorce versos.
- Una acotación indica que Felisardo aparece en traje de penitente y la música entona unos versos de petición de misericordia (cuatro versos romanceados). Felisardo implora perdón, aunque aquí parece ser que sólo se dan el primero y el último verso de su parlamento, pues, iniciada su intervención, se pone «etc», lo que puede hacer pensar que tal intervención de Felisardo no era la primera en la representación.
- Sin marca alguna que indique el cambio, se pasa a la disputa entre el Ángel y el Demonio. Aquel le increpa a este por que quiera disputar el alma del justo arrepentido a Dios. El diálogo forma un romance con ruptura en su final, poco claro.
- A continuación viene un largo parlamento del criado de Felisardo que puede dividirse en dos partes o motivos: primero lanza una retórica y tópica diatriba contra la veleidad de la Fortuna y a continuación narra el caso de su amo, que siendo joven estudiante pactó con el diablo para que este le facilitase el amor de Marzela, no pudiendo, a pesar de su suerte y prosperidad tras el matrimonio, sosegar, por lo que inicia su penitencia para impetrar el divino perdón. Si en la exposición del primer motivo se observa cierta jocosidad, un tanto tosca y palmaria con el socorrido motivo de la misoginia —la Fortuna es «una nezia muger / que se muda el parecer / mas que la inconstante luna»- , con lo que recaería en la figura de este criado la somera distensión burlesca de la obra, la exposición del segundo motivo no resulta muy lograda, pues la relación temporal es confusa y hay algunos fallos en la rima, lo que hace pensar en un fragmento imperfecto y distinto del original. Siete redondillas con rima abrazada ocupa el primer motivo, todas enteras, y cinco el segundo, algunas de ellas cojas e imprecisas.
- Escapa el criado para no encontrarse con su amo Felisardo, que aparece solicitando el perdón para huir del enemigo (ambos con sendas redondillas de rimas cruzadas). Interviene la Música ensalzando el valor del hombre contrito (redondilla de rima abrazada). De inmediato se produce un diálogo entre Felisardo y aquella. La música contesta como un eco a las preguntas y requerimiento del hombre sobre lo que les espera, respectivamente, al arrepentido y al contumaz. Este diálogo lo componen tres ovillejos con sus correspondientes pareados -el primer verso octosílabo y el segundo de pie quebrado en eco- y sus redondillas con rima abrazada en cuyo último verso se recogen los tres breves versos de pie quebrado anteriores (13). Acabado el diálogo, y antes de irse, Felisardo, tiene un parlamento de catorce versos romanceados en el que pide una vez más a Dios perdón.
- Es entonces el turno de Luzbel con un largo parlamento iniciado con un serventesio y continuado en forma de silva de pareados consonantes en los que se entremezclan heptasílabos y endecasílabos, con algún par sólo de endecasílabos. Lleno de enojo advierte que, ante el arrepentimiento de Felisardo, ha de tentarle de nuevo para hacerle olvidarse de sus buenas intenciones y llevarle al estado de réprobo.
- Se retira el Demonio y vuelve el Ángel para, en tres redondillas de rimas abrazadas, dirigirse a Felisardo animándole en su lucha y ofreciéndole su protección. De nuevo se copia sólo un verso de Felisardo dirigido a Dios, como si se cortase su parlamento.
- Que la continuidad de estas escenas últimas deja que desear, lo confirma el que se indique, de nuevo y sin que medien otras intervenciones, la salida del Ángel, que entabla, ahora sí, un diálogo con Felisardo, al que dice que viene de parte de Dios a sacarle de su «cautiverio y le invita a hacer penitencia. Este diálogo toma forma romanceada, y, sin transición, continúa con dos redondillas imperfectas que serían, en vistas del texto conservado, el final. Esta escena final, debido a ciertos rayones verticales que lo surcan, como si fueran tachaduras que lo invalidasen por añadido o inconveniente, deja, con más razón, en suspenso la originalidad, validez y verdadero remate del texto.
De acuerdo con todo ello, hay que afirmar que estamos ante un texto de carácter culto, mal conservado en esta copia, con algunas deformaciones métricas visibles y un grado de fragmentación que no es posible precisar, aunque evidente. Hay variedad métrica, pues usa cuatro formas diferentes: en cinco ocasiones distintas se vale de romances y en otras cuatro de redondillas de rima abrazada, más otra ocasión en que la redondilla es de rima cruzada, un triple ovillejo para otra escena y una silva de pareados consonantes precedida de serventesio en otro parlamento. En total, algo más de doscientos versos de construcción y forma regular y una docena de versos descolocados, deformados o no encajables en el texto.
El análisis léxico ofrece el mismo carácter culto, pues aun teniendo en cuenta la escasa originalidad de la materia dramatizada, es fácil advertir ciertos rasgos -siempre dentro de los tópicos de composición de la época- que implican un oficio retórico. Pueden señalarse los juegos conceptuales en el parlamento del criado al tratar de la Fortuna con imágenes librescas: la mujer, rueda «boltaria», el recuerdo de Cicerón..., o el regusto clásico que hay en el hecho de poner a Felisardo como estudiante en Atenas o las flechas de Cupido. O las metáforas para nominar a Lucifer - «soberbio Dragón», «infernal Dragón», «cruel faraón» — o a Dios - «Sol de Justicia», «Rey del alcázar eterno»...- u otras como esta: «es muí fácil empeño / doblarle la cerviz a un tierno leño». Y también palabras que pertenecen a un nivel elevado.
4. EL CULTO A LAS ANIMAS: LA TEATRALIDAD DEL BARROCO
La teatralidad propia del barroco adquiere su máximo desarrollo y exacerbación en el siglo XVIII. A las zonas rurales se traspasan una serie de ritos y actuaciones que en el siglo anterior habían nacido y alcanzado su esplendor en la Corte y grandes ciudades. Las comitivas eran un elemento capital de las fiestas barrocas, ya fueran religiosas o profanas, y los simulacros militares estaban a la orden del día (14). En los pueblos del Cerrato florecen las soldadescas, siempre mantenidas y alentadas por las cofradías de Animas, que trasladan su fiesta de noviembre, como sería lo propio en otros lugares, a los días de Carnaval (15).
No sólo hacen del templo, lugar preferente del culto, el espacio simbólico y capital de la cofradía, sino que durante una serie de días señalados en los estatutos, la cofradía recorre las calles del pueblo y deja sentir su presencia con el desfile organizado y paramilitar, en un auténtico ritual simbólico de conquista (16). Se muestra como milicia al servicio de Cristo dispuesta a combatir a las fuerzas del mal, del pecado, las que apartan a los hombres de alcanzar la Gloria tras la muerte. Fuerzas del mal que en esos días señalados de Carnestolendas eran proclives a la inducción de actos perniciosos debido a la tradicional licenciosidad de estas fiestas de inversión. Para ello, la cofradía toma también el espacio profano sirviéndose de elementos y compostura profanos que, sin embargo, se revisten de un significado religioso, santo, al servir de signo alertador para el pueblo ante la muerte y las ayudas espirituales de que pueden estar necesitadas las almas de los antepasados difuntos que todavía penan en el Purgatorio sin haber alcanzado el descanso definitivo. Con su presencia, invitan a participar en el ritual del culto en que se ofrecen los sufragios por las almas -en el espacio sagrado del templo y a sostenerlos con sus limosnas, siempre de acuerdo con los fines devotos para los que se fundó la cofradía.
Esta devoción, reforzada y extendida en el Barroco, muy acorde con la mentalidad religiosa de esta época tenebrista y dramática, se reviste en sus celebraciones de una arrogante y abigarrada teatralidad. A través de sus manifestaciones externas, de sus elementos significantes, trata de plasmar y transmitir a los fieles todo un complejo ideológico, densa y vistosamente simbolizado. Como ya mostró Víctor Turner, el componente ideológico y abstracto de una fiesta se impregna de emocionalidad y entusiasta vibración en el momento en que se traduce en representación plástica a través de signos y estímulos sensoriales. Colores, sonidos, aromas, luces, sensaciones, movimientos... ayudan a integrar las ideas en vivencia emocional más profunda (17). En estos días en que el recuerdo de los difuntos debía estar muy presente, como si la ceniza de la cuaresma quisiera adelantarse al carnaval, desplegaba la cofradía su recio simbolismo de organización paramilitar en una representación que tenía todo el pueblo por escenario, con códigos muy marcados y elementales que, siendo a veces muy diversos, confluían hacia un mismo fin. El estruendo del tambor y el estampido de los arcabuces se mezclaban esos días con el lúgubre tañido de las campanas y el gregoriano de los réquiem; estandartes e insignias, ostentosos en la marcialidad de los desfiles, estaban igualmente presentes en la grave liturgia eclesiástica; el aroma de la pólvora en la calle no podía hacer olvidar el olor del incienso y la cera del presbiterio; en fin, todo lo que adquiría vistosidad a la luz del día, conducía a la mortecina luz de las velas, el negro de los paños y casullas y las penumbras del templo.
La fiesta de la cofradía era espectáculo y reclamo. Si representaba la loa, era para invitar a la penitencia y al arrepentimiento en vida; cuando desfilaba ordenada y ruidosamente como soldadesca, era para recaudar dinero y mover al pueblo a participar en los sufragios por las Animas. De una y otra forma contribuía a fijar en la mentalidad de los fieles las dos principales consecuencias que, según Jacques Le Goff, trajo entre la catolicidad la creencia en el Purgatorio: la vigilia de la propia vida ante la muerte y la solidaridad entre los vivos y los muertos (18).
APENDICE
Angl.
Como defensor del hombre
en los casos mas adversos
vengo amparar a felisardo
por divino mandamiento,
para que sirva de escudo
la defensa que prevengo
sin que pueda la flaqueza
oponerse al ardimiento
con que en la fe permanece
como soldado del suelo.
aqui quiero retirarme
que es el mas seguro medio
para que alegre consiga
inspiraciones del Áielo.
aparecerá felisardo vestido de penitente. Y cantara la música lo siguiente.
Musica.
Misericordia, Señor,
ten de tu Pueblo, y tus fieles:
no permitas que tus iras
su castigo experimenten.
fel.
Señor aunque os ofendí, etc.
fel.
se acabe en este conflicto
Angl.
detente espera.
Demº.
ai triste de mi!
Angl.
Sobervio
Dragón de traición armado
que aguardas? dime tu intento?
Dema:
Torcer procuro la diestra
intención de este grosero
Angl:
Como emprendes tal locura
si ves que le aiuda el cielo?
Dem°:
no puede el cielo quitarme
que hasta el ultimo momento
del vivir persiga al Justo.
Angl:
es por mas merecimiento
suio, quando a si lo haze;
pero que puede, es mui cierto.
Dem°.
La licencia que una bez
Dios me concedió supremo
fue para siempre, y sino
podre dezir con a Aierto
que bien se puede llamar
mudable su sacro pecho.
Angl.
Como contra Dios blasfemias
esgrime tu labio fiero?
Dem°:
o pese al coraje mio!
iras abriga mi pecho.
Angl.
infernal Dragón, no sabes
desenojar la presenzia
Man.
Quien dirá que la fortuna
no es una nezia muger
que se muda el parecer
mas que la inconstante luna?
quien dirá que no es boltaria
la rueda en que errante yaze
ia conpone, ya deshaze
lo que hizo su fuerza baria?
ia patas ariva tiene
a los hombres, ia de bajo
y sin costarla trabajo
haze, y no lo que conbiene.
Da enfermedades al pobre
al rico salud, entera
a unos Plata en gran manera
a otros ni Plata, ni cobre.
a unos haze corcovados
a otros, tuertos de ambos ojos;
aquellos les pone anteojos
y a estos haze quebrados.
Da a la fea entendimiento
a la hermosa indiscreción
haze al tosco un Cicerón
y al cortesano un jumento.
es muger; ¿así es mudable;
pues según mi parecer
la mudanza a la muger
pareze en lo poco ( )able.
Gran Prueba de esta Verdad
es lo que a mi amo passo
pues después que se cassó
se halla en gran prosperidad.
aviendo sido estudiante
de atenas ( ) socorrido
una flecha de Marzela
le tiro el traidor Cupido
con que bino a ser esposo
de Marzela vien querido
y ahora anda sin reposso
como que anda aturdido
No se lo que sucederá;
mas lo que tengo en mi mente
que ha de ser gran Penitente
pues la palma alcanzara
de una gran culpa que ha hecho
pues al demonio le ha hecho
una zedula que di( )e
(no mirando ai infelize!)
que el alma le entregara
si de Marzela le haze.
mas por aqui mi amo viene
por aqui quiero escapar
porque a mi no me conbiene
con mi amo el encontrar.
fel dame tu auxilio Señor
por salir de la prisión
con que me enlaza el rigor
de aquel cruel faraón
Canta la música un versso
Music.
dichoso el hombre que llora
con corazón muí contrito
pues vendrá alcanzar de christo
su grande misericordia.
Y dize después felixardo.
Bien decís:
pues Señor ya mis culpas vendí
procuro por vuestro zelo
quiero con ansia y desvelo
padecer, penar, sufrir.
fel.
que concedes al que deja sus culpas
pena importuna?
music.
fortuna
fel.
y es morir por ti desdcha?
music.
dicha
fel.
y es el seguir descontento?
music.
Contento.
fel.
dichoso el hombre que atento
por ti llora codicioso
pues viene alcanzar dichosso
el y mus.
fortuna, dha (dicha), contento.
fel.
que comunicas al hombre
que flaquea en sus fervores?
mus.
rigores
fel.
Y al que olvida tus contentos?
Mus.
tormentos
fel.
Y al que siente tus cadenas?
Mus.
Penas
fel.
almas felices que llenas
de amor estáis tened fuertes
pues Dios castiga con muertes
Rigores, tormentos, penas
fel.
q causas a qn odioso
tibio sus Vdes deja?
Mca.
Queja
fel.
Y al que sufrir le
haze espanto?
Mca.
Llanto.
fel.
Y al que se oibida del zielo
Mca
Desconsuelo
fel:
padecer quiero en el suelo
afrentas oi por tu amor
porque no me des Señor
quejas, llanto y desconsuelo
Onipotente Señor Soberano Jesuchristo
a quien solo el alma adora:
Por Dios Supremo y Benigno
a quien te llama con fe,
muestras gratos tus oidos
pues ia que sordo a tus vozes
y ziego hasta qui he vivido
quiero postrarme a tus plantas
y azeptadme lo que os pido.
pues eres sol de Justicia
que alumbras como Divino
Dame le Luz por que consiga
tu perdón arrepentido
< Vase
Luzb:
de mi habitación fiera cr. y espantosa
salgo al rigor de una atrevida nueba
que ha sido para mi tan rigurossa
como mi rabia en su rezelo prueba:
pues felisardo ia procura
passar de desdichada criatura
al estado eminente
de quien solo es verdad lo penitente.
felisardo pues se mira
(o rebiente mi pecho con la ira)
de Dios tan bien tratado.
q. presumo en este lanze me ha burlado
de que propizio el zielo
de su fervor se goza, y de su zelo
dando mil parabienes
al Señor de quien nazen estos bienes.
mas ia el infierno armado
oi en mi sus furores ha empeñado
para alcanzar que tuerza
el camino empezado a pura fuerza
que por ser tan valiente
vitoria ha de alcanzar mi raio ardiente
que es mui fácil empeño
doblarle la cerviz a un tierno leño.
Lizenzia Dios me ha dado
para que le destruia y reganado
harelo pues de modo
que puron el sufrimiento al verlo todo
a mis manos deshecho
sin quedar mi corage satisfecho
aquí de mis angélicos ardides
pues no puedo omitir tan fuertes lides.
alli presumo llora tiernamente
sus culpas y maldades fuertemente
donde pienso tentarle.
siendo el último asalto que he de darle
o puedan sus sentidos
dar a mi tentación gratos oidos!
Vase el Do y sale el Angl.
Ang
Felisardo ten valor
que al demonio as de venzer
como sepas ofrecer
tus fatigas al Señor;
ten esfuerzo y resistencia
pon en Dios tu confianza
mira que el perdón alcanza
aquel que haze penitencia
y asi felisardo amigo
sed firme constante y fuerte
que io saldré , defenderte
de tu cruel enemigo
felisardo a Dios:
penitencia te encargo
Sale el Ángel
An.
felisardo
Fe.
quien me nombra?
An.
tu defensor
Fe.
gran portento!
que intentas Ángel Divino?
An.
Sacarte de cautiverio:
vengo de parte de Dios
Rey del alcázar eterno
a que agas penitencia
de tus gran culpas y ieros
Y en especial de una zedula
que al Demonio tienes dada
y de tu mano firmada
y oi he de azer por romperla
porque salgas del dominio
de luzbel, tu adversario;
de quien soi siempre contrario
oi ha de quedar venzido.
____________
NOTAS
(1) Catastro de Ensenada. APP, rollo 277, 477/Fol. 593 ss.
(2) MADOZ, Pascual; Diccionario Geográfico- Histórico— Estadístico 1845- 1850, Diputación Provincial de Palencia, Valladolid, 1999, p. 111.
(3) MARCOS MARTIN, Alberto: Economía, sociedad, pobreza en Castilla; Palencia, 1500- 1814, Diputación Provincial, Palencia, 1985, cuadro 107, p.427, recoge .36 cofradías de Ánimas en el Cerrato (entre 37 poblaciones), tantas como de la Vera Cruz, guiándose por el Censo de Cofradías mandado hacer por el Conde de Aranda en 1771.
Ya en el nº 223 de esta misma Revista de Folklore recogimos la historia de la Cofradía de Ánimas de Antigüedad, pp. 23- 26.
(4) AHDP, Herrera de Valdecaña.s, 63 y 64. Ambos se encuentran en buen estado y están encuadernados en pergamino. El primero tiene 290 folios. El segundo, inacabado, tiene escritos 100 folios, y se le ha añadido un cuadernillo de 4 hojas de oficio, que sobresalen un poco por sobrepasar el tamaño de las del libro, y contienen apuntes fragmentarios y desordenados de los años 1841, 1839 y 1842.
El segundo estuvo expuesto en la segunda edición de Las Edades del Hombre, la celebrada en Burgos en 1990 bajo el título «Libros y documentos en la iglesia de Castilla y León". Ficha 204 del catálogo de la exposición a cargo de S.F.L,.iniciales de Santiago Francia Lorenzo, que ya se había ocupado del primero en su obra Notas de Archivo. Anecdotario para la pequeña historia de un pueblo, Caja de Ahorros de Palencia, Palencia, 1986, pp, 137139.
(5) Se aprueba con fecha 19 días del mes de enero de 1675 por el Provisor Licenciado don Martín Pérez Rodríguez Segura. Era el Abad don Juan Manuel Calleja.
(6) Unos años después, en 1729, fue la cofradía del vecino Villahán la que se constituyó en Soldadesca (AHDP, Villahán, 54). De la suerte que por este tiempo corrían las cofradías homónimas de otros pueblos del contorno, nada se puede decir, porque no se conserva documentación -caso de Torquemada, Quintana del Puente, Palenzuela, pueblos muy castigados por las tropas francesas— , o, si la hay, es posterior a estos años -caso de Cordobilla, Hornillos, Valdecañas- . De Tahanera sí que consta que funcionaba con los oficios de Soldadesca en los carnavales desde principios de siglo (AHDP, Tabanera de Cerrato, 62). Lo mismo ocurría en algunos pueblos del Cerrato Sur, como Cevico de la 'forre (AHDP, Cevico de la Torre, 99), el único que hasta ahora hemos comprobado de esta segunda zona.
(7) El espontón es una especie de lanza con el hierro en forma de corazón que usaban los oficiales de infantería. La bengala era una insignia militar, a modo de bastón.
(8) Para la compra del estandarte se destinaron las cuatro ovejas que en ese momento quedaban en la cotradía de las seis que se mandaron de entrada.
(9) El espontón era quien, por orden del capitán, avisaba del cobro de las multas. Lo hacía dos veces, y si así no se las pagaban al capitán, este daba parte al capellán, para que las cobrase por justicia (cap. 9)
(10) No se puede decir, por esta anotación, que este sea el inicio de una nueva costumbre en el pueblo: el toque de la noche de ánimas, porque bien pudiera ya existir pero no estar sujeto a remuneración.
(11) El 2 de febrero de 1755 en Junta de Cofrades deciden, con el alcance que tenían en esa fecha -32.397 maravedíes- , hacer un cuadro de Ánimas. El 4 de diciembre de 7957 en otra Junta General deciden adornar el cuadro ya realizado con orla y retablo «para su mayor culto y dezencia". También deciden estofarlo y dorarlo. Para ello los cofrades realizan una manda especial en dinero y trigo que llega a la suma de 502 reales. En la data de 1758 se consigna el coste del retablo y cuadro de Ánimas que se hizo para la iglesia de la villa en el altar de San Sebastián y Santiago, donde fue la colocación en virtud del acuerdo de la cofradía y por mandato del tribunal. Asciende el gasto a 2082 reales, repartidos así; 1500 de la hechura del retablo y madera, 500 del cuadro y 82 del transporte desde Valladolid y gasto del maestro que lo asentó. En 1760 aparecen 2600 reales que supone el dorar el retablo por parte de los doradores Cipriano y Ángel de la Peña, naturales de Mazuelas.
En el Inventario Artístico de Palencia y su provincia, Tomo I, Servicio de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1977, p. 179, se habla de este «retablo rococó del tercer tercio del siglo XVIII con lienzo de las Ánimas"; y de este último se dice que está firmado y fechado: "José Pastrana fac. Valladolid 1775". A la vista de las anotaciones de las cuentas de la cofradía, esta claro que hay que adelantar la datación y dar como trucadas las dos últimas cifras del lienzo de Ánimas, que corresponde, en realidad, a 1757.
(12) La loa fue en un principio un saludo en verso que un actor de la compañía que iba a representar la comedia hacía al público, antes de dar comienzo a esta, pero ya en la segunda década del XVII había dejado de echarse, pasando a ser, a mitad de este siglo, con Quiñónez de Benavente, un entremés con varias figuras y su propio decorado. Ver FLECNIAKOSKA, J. L: La loa, SGEL, Madrid, 1975, pp. 11- 12. También COTARELO Y MORI, «Estudio preliminar" a Colección de entremeses loas y bailes, jácaras y mojigangas, Bailly— Bailliere, Madrid, 1911, 2 vols. P. CLXIV.
(13) Ver NAVARRO, Tomás: Métrica española, Guadarrama, Barcelona, 1974.
(14) Ver CORREA BONET, Antonio: Fiesta, poder y arquitectura. Aproximaciones al barroco español, Akal, Madrid, 1990, pp 22 ss.
(15) Las soldadescas eran habituales en las fiestas de las cofradías de La Mancha, y aunque predominaban entre las de Ánimas, no eran exclusivas de estas. En algunos sitios la soldadesca de Ánimas y recolección de limosnas para los sufragios se hacía en Navidad, en otras -las titulares de Almadén, Ciudad Real y Daimiel— era en los días de Carnestolendas, como en el Cerrato. Ver RAMÓREZ, Ma del Prado: Cultura y religiosidad popular en el siglo XVIII, Diputación de Ciudad Real- Área de Cultura, Ciudad Real, 1986.
(16) BRISSET, Demetrio: «Proceso evolutivo de los rituales de conquista en España», en Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, LII, 1, Madrid, 1997, pp. 66 ss.
(17) La selva de los símbolos, Siglo XXI, Madrid, 1980, pp. 25 ss.
(18) El nacimiento del Purgatorio, Taurus, Madrid, 1985, pp. 335 ss.