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Revista de Folklore número

242



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UBALDO PASCUAL: EL OFICIO DE CANTERO

CERRATO ALVAREZ, Ángel

Publicado en el año 2001 en la Revista de Folklore número 242 - sumario >



1.- INTRODUCCION La madera y la piedra fueron dos de los elementos que más influencia decisiva tuvieron en la evolución de la Humanidad. Si se añade la ingestión de carne y las diversas estrategias para obtenerla, el dominio del fuego, de los cereales, del barro y de los metales, se puede tener un cuadro muy aproximado de las bases de la Evolución

La utilización de la piedra ha sembrado la Humanidad de prodigiosos monumentos: pagodas, estupas, templos, palacios, puentes y acueductos, castillos, catedrales, mezquitas, pirámides, tumbas... Este es el uso superior, el que ha creado arte en sentido tradicional.

Siempre han causado asombro aquellos hombres que tenían suficiente inteligencia como para arrancarlas y ordenarlas en manifestaciones de una sabiduría fuera de lo común.

Aquí se trata de algo más humilde, del trabajo de aquellos hombres del pueblo que con sus solas manos y con la tradición de milenios a sus espaldas realizaron obras que también asombran, con medios hasta pobres y elementales, pero seguros y firmes. Con problemas básicos y con soluciones parecidas: conocimiento del subsuelo, equilibrio, vanos, horizontalidad, verticalidad, trabajo del material, instrumental, adaptación al medio...

El habitat de las tierras del Sr. Ubaldo Pascual es rico en una materia prima esencial: la piedra. Los páramos y las laderas ofrecen yacimientos soberbios. Los hombres aprovecharon este recurso y dejaron obras maestras de aquitectura popular. Obras que son todo un monumento en miniatura: ahí están Yudego, Castrillo de Murcia, Vallejera, Pedresa del Páramo, Cañizares de Argaño, Iglesias... como ejemplos.

Los valles cerrados ofrecen tierra, madera, espadañas; o piedra si los páramos que los rodean poseen vetas apropiadas para la cantería: es el caso de Yudego.

Los valles abiertos son menos propicios para el uso de la piedra y sus construcciones son abundantes en la utilización del adobe, de la madera, del carrizo, juncos o espadañas. Es el caso de las poblaciones del valle del Hormazuela, por ej.

2.- UBALDO PASCUAL, CANTERO

La profesión de cantero comenzaba por la familia. Por los pueblos de grandes canteros, Yudego, Iglesias, Sasamón, Olmillos, Itero, Melgar, Castrillo de Murcia... el trabajo se hacía en familia y la familia heredaba la profesión.

Si no se tenían antecedentes, se intentaba por simple afición; éste fue el caso de Ubaldo Pascual, de Yudego, 75 años, de abuelos ajenos al trabajo de la piedra, cuyo padre comenzó por su cuenta, de quien el hijo adquirió unas habilidades innatas que dejó asentadas por Yudego y los alrededores.

Parece que el manejo del instrumental no estaba cerrado a nadie. Sólo se precisaba completarlo por "humor", por gusto o por necesidad.

Hasta los 12 años se echaba una mano. A los 15 se comenzaba a escantillar. Seguía adquiriéndose destreza hasta que se descolgaba algún contrato por cuenta propia. El trabajo de cantero era un trabajo colectivo aunque algún miembro buscara fortuna personal.

La piedra se encontraba por los páramos y laderas. Se prefería excavar la de los páramos por la mayor comodidad de arrastre y de acarreo con bueyes.

La mejor de todo, de todo el habitat, no estaba precisamente en él. Estaba a bastantes kilómetros de distancia, más allá de Burgos, camino de Salas de Los Infantes, en Hontoria de la Cantera. De allí se arrancaron las piedras para la Catedral de Burgos y para todas sus iglesias. El topónimo le cuadra bien a la villa de Hontoria. Era imposible trabajarla allí desde la tierra de los pueblos citados, pero parece que fue siempre una referencia necesaria y un imposible deseo.

"La piedra de por aquí no era mala, y era la que había. Tenía un puro color de piedra más duro que la de Hontoria. Tenía más vetas, «más pelo», y creaba el añadido de cuartearse con facilidad. Pero todo valía".

"La piedra de estos páramos presenta otro problema, es que está por banzos frecuentes, en estratos muy repetidos, y acabado uno hay que volver a profundizar hasta dar con el siguiente. A veces, el excavado no da la capacidad conveniente... y vuelta a empezar".

Los trabajos de la piedra en el páramo se realizaban en invierno. Cuanto más frío mejor. La piedra en invierno está más uniforme porque el frío de fuera cuaja bien con la temperatura de dentro de la tierra.

"El verano es criminal; se suda demasiado y el calor te agota. El calor de fuera reseca la piedra que favorece el trabajo de esquinas y escuadres, porque cuanto más dura está la piedra mejor se trabaja, pero por el interior está fresca y se van de las manos los mejores retoques".

Buscada la cantera se picaba a pico y martillo. Se introducían las cuñas como centímetro y medio, de la largura y anchura que se quería extraer "y abría como serrada". La piedra cantaba y el martilleo se escuchaba hasta a dos kilómetros de distancia. Cuando la piedra no cantaba, había que dejarla. La piedra aparecía por debajo con una toba blanca. Se la extraía con barras potentes.

El manejo del instrumental tenía sus riesgos: una china que saltaba a los ojos, el pico que se disparaba de la piedra y que podía parar en la canilla de las piernas. Los brazos cansados... Y la columna.

Había que reparar el instrumental continuamente. Se necesitaba un herrero que fuera un maestro consumado en la "templa".

No se utilizaba apenas el serrón, el tronzador. El tronzador hay que manejarlo por dos hombres. Las canteras de Hontoria le toleraban bien. Cuando se hacía era tan efectivo como los otros.

"Muchas veces no dormía. Cuando se tenía una contrata había que luchar contra la lluvia, la nieve, el viento, el frío o el calor. Si estabas en el páramo había que buscar el abrigaño de tus propias piedras. Era un trabajo al margen del tiempo. Era muy duro. No había seguridad social".

Las piedras se labraban a pie de la obra que se habría de edificar. Pero las piedras soleras de puertas y ventanas se trabajaban en la cantera. Eran de medidas convencionales: 2 metros, 1.90, 1.80, 1.40. Las medidas mínimas para una solera de ventana eran de 1.40 que correspondía a una ventana de un metro. Las soleras de las puertas variaban de 1.60 a los 2 metros. La piedra para la construcción en sillería se llevaba en bruto a la obra; lo mismo se hacía para la construcción de mampostería.

Una vez arrancadas, las piedras se cargaban en un carro de bueyes; resistían y tiraban como dios manda. Los machos y las mulas no aguantaban el peso.

Para arrastrarlas al carro o moverlas en cualquier dirección se hacía sobre rodillos de madera.

Para cargar la piedra solera de 2 metros, se pingaba el carro, se la sujetaba con dos estrinques, uno por delante y otro por detrás de la misma piedra. El carro se levantaba un poco, dejaba la parte delantera de la piedra en el aire, se la ayudaba con potentes barras de hierro y se la metía por debajo del carro, debajo del eje.

El resto de las soleras se las echaba encima del carro. Para cargarlas se ponían tablones del suelo a la parte trasera y se las arrastraba hacia arriba con maromas. Solían llevarse 6 -8 soleras por viaje. El resto de piedras para la sillería o mampostería se las cargaba a mano.

La labra de la solera era a cincel, maceta y pico; también la de las develas. Se ayudaban de escuadra. Muchas veces se hacía a ojo. Los buenos canteros controlaban my bien el equilibrio y el nivelado. Les iba mucho en que no labeasen. El labeo de un solo centímetro de una piedra trabajada desgobernaba todo el edificio. La sillería o la mampostería se unían con cal y barro. Los riesgos del trabajo eran los mismos que los del trabajo del páramo.

El contrato para un cantero abarcaba el trabajo de la piedra y la colocación en el cuadro de la construcción. Se añadía y se entendía que había que cerrar el techo y eso era obra también del cantero. El material del techo lo ponía el dueño (1).

Los tipos de construcción que empleó el Sr. Ubaldo, fueron la sillería: "un estilo lineal, bonito y seguro". La mampostería, "una sillería desconcertada", y el sillarejo: "unas piedras juntas, otras cruzadas, el resultado final es muy bonito".

Técnicamente no utilizó planos. Para la obra miraba el terreno que le daban, la fachada, la profundidad, el entorno de las calles y la construcción iba saliendo de su cabeza.

Las medidas a ojo imponían el trabajo de la piedra al pie de obra.

Para la unión de las hiladas utilizó un centímetro de masa de arena y cemento. Nunca se sirvió de piedra menuda para ajustes o apoyos.

Las puertas y ventanas se hacían a pie de obra según las dimensiones globales estructurales que nacían del terreno del que se disponía o de la altura que se pedía. Las piedras soleras citadas se tenían que acomodar a las proporciones que había. Era un aspecto esencial. Las medias de puertas y ventanas se trataban antes de comenzar cualquier obra.

La piedra se subía con una polea: un gancho acabado en una rueda acanalada, y sujetado en un trespiés de fuertes maderos que soportaban el peso del tirón. La polea se administraba con fuertes maromas. El trespiés podía ser sustituido por una fuerte maroma corredera, tal como se muestra en la ilustración.

La fachada y los vanos era el resultado, pues, del terreno, del entorno de las calles, de las dimensiones de la "fachada" —distancia lineal de la pared delantera— y de la altura convenida, que solía atenerse rigurosamente a lo que ya existía en el pueblo. De ahí la uniformidad a veces monótona de la arquitectura popular.

"Lo más difícil eran las esquinas".

La obra rematada había dependido también del tiempo exigido y del dinero contratado.

La obra se contrataba de palabra, o por escrito. Una firma privada del contrato era suficiente y tenía toda la fuerza legal del mundo. No se pagaba mal, pero siempre había sus peros.

Por una edificación de 10 mts. de fachada, 12 de profundidad y 10 de altura, cobró el año 1953-54: 22.000 ptas.

Por otra de 27 mts. de fachada, 10 de profundidad y 6 de altura, cobró 27.000 ptas. el año 1956.

Los precios rondaron entre las 32.000 ptas. a las 40.000, por obras de parecidas características por aquellos años.

"Hace 30 años cobraba 500 ptas. al día. Hace 18, las 500 ptas. eran ya por hora, y trabajaba 10 horas diarias".

Los contratos en dinero se redondeaban con aportaciones en vino u otras especies. Eran igualmente pagables.

3.- INSTRUMENTAL

4.- LA TIERRA Y LA VIDA DEL HABITAT DEL Sr. UBALDO PASCUAL

La vida de estas tierras fue una vida agrícola y pastoril.

La agricultura se trabajó con bueyes y vacas hasta los años 50 del siglo XX. El Sr. Ubaldo y su mujer recuerdan la muerte de una hija aplastada por el carro de las vacas. Bueyes y vacas eran símbolo de gran prestigio

Se disponía también de animal caballar, mular y asnal. Estos animales eran buenos para los largos valles y los prolongados páramos. Los caballos y las yeguas se tenían también como objeto de recría para mulas y machos (2) y el negocio que creaba en las ferias anuales (3).

El ganado asnal era el animal típico de los que tenían poco como se cita una y otra vez en el Madoz del siglo XIX, y ya venía de antiguo.

Las pieles del ganado mayor crearon toda una pujante de industria del cuero (4).

Por estas villas y pueblos había extensos rebaños de ovejas y en menor medida de cabras (5).

La mayor parte de las casas criaban sus cerdos para el sustento propio o para pequeños negocios. Fue el caso del Sr. Ubaldo, cantero (6).

Las aves de corral eran esencial de las familias.

El estiércol de los animales mayores y menores era fundamental para abonos de los campos.

La comida y la vida misma se complementaban con la caza y la pesca. Los páramos, laderas y valles eran el paraíso de la caza.

Hoy día ha desaparecido de los valles, ríos y arroyos, la pesca de antaño (7).

El trigo era el producto rey, y la clase más afamada era el trigo candeal. Se cultivaba para harina de "pan trigo", y paja de las cuadras.

La cebada y la avena se cultivaban para pienso de los animales, y para paja también de los animales y "cama" de las cuadras, que acabaría todo en el codiciado estiércol.

Para pienso de las ovejas se cultivaban yeros, arbejas, alholbas.

Para el puchero del hogar se cultivaban garbanzos, titos, algunas patatas, y si el terreno era propicio se sembraban lentejas.

El centeno también se trabajó; decayó y hasta se olvidó en los años 50-60 del siglo XX. Hoy en día vuelve a reverdecer.

Un cultivo hoy en día en proceso de recuperación fue el lino. Los derivados del lino eran un componente esencial de ferias y mercados. Si con los cereales se alimentaban, con el lino se vestían. El instrumental del lino y de la lana y la máquina de hacer ropa con lino y lana transformados, el telar, venían desde hacía milenios; se fue perfeccionando a través de los siglos y su transformación definitiva creó una de las bases de la Revolución Industrial fuera y dentro de la Península (8).

El ciclo agrícola se completaba con el cultivo de la vid y con todo el proceso del vino. Hoy día han desaparecido prácticamente, pero quedan los testimonios de las bodegas, una singular arquitectura popular de toda la geografía de Castilla-León, y un centro esencial de vida social del varón (9).

El instrumental del trabajo del campo era variado. Cada proceso: aradas, sembraduras, cuidados posteriores, siega, acarreo, trilla, bielda y recogida en casa, tenía sus propias herramientas. Algunos útiles han pasado como elemento-mito del trabajo de milenios: un arado, una hoz, un carro, un trillo, una horca, un azadón, un molino...

El bosque era un componente estructural del habitat. Los bosques de encinas y robles predominaban en los altos páramos, en los montes. De él salía la leña para los hogares, partes estructurales de diversas herramientas y mangos de otras muchas. Era centro importante de trabajos comunitarios, y una fuente de recursos imprescindible de familias necesitadas. Era, así mismo, centro de pastos para los ganados del pueblo. Sin olvidar el gran número de plantas medicinales que se daban en él. El bosque mantenía un poderoso equilibrio de las relaciones del Hombre con la Naturaleza.

El arbolado que predominaba por valles y arroyadas era el sauce, el olmo, el fresno, las mimbreras, los chopos, los alisos, hayas en terrenos muy singulares. Aún quedan vestigios aislados de ejemplos citados. Se completaban con gran variedad de árboles frutales. También quedan vestigios.

La madera era un derivado necesario para la vida del campesino (10).

Las herramientas del campo, los utensilios de las distintas profesiones, los mismos oficios, el mundo de creencias que los sustentaban, el rico y variado vocabulario como componente estructural de una lengua... todo ello forma el Patrimonio del Pueblo, que ha de ser estimado con la misma fuerza que se aprecia el legado literario, el científico, el paisajístico o el artítistico.

Esos seres humanos del pasado soportaron una dura explotación del poder superior que no podían controlar, que se estructuraba de tal forma que era imposible sacudírselo; que tenían de tal manera asimilado, que se llegó a pensar que derrumbar aquel tinglado era derrumbar el mundo. Pascual Ubaldo, cantero, tiene oído algo de eso. Y sabe muy bien, y se explica mejor, qué significaban aquellas obras de cantería, los cruceros (11).

El siglo XIX fue suprimiendo los títulos nobiliarios, pero no el carácter de explotación del campesinado. Impuestos, desamortizaciones de montes públicos y tierras comunales, mantenimiento de una nube de burócratas, servicio militar excluido para unos y obligado para otros, guerras...

Añádanse los ciclos de sequías o lluvias excesivas, las hambres y epidemias naturales que pegaban en hombres y animales... y dígase si estas gentes no tuvieron que desarrollar ingenio suficiente para sobrevivir, imponerse e incluso aumentar (12).

Mas la década de los años 60 del siglo XX significó el comienzo del fin para esa población campesina. No hace falta acudir a catastro ninguno o listas de empadronamientos. Sólo se necesita pasear por las calles y hablar con las gentes. Poblaciones como Yudego aún tenían 500 habitantes. "Ahora quedamos 150-160. Y dentro de poco quedaremos 10 vecinos" (Sr. Ubaldo). Poblaciones populosas como Castrogeriz o Melgar de Fernamental, son hoy día un conjunto irreversible de marcha atrás, casas vacías, cansadas o derruidas y población envejecida. En un pequeño pueblo, modélico por su arquitectura de piedra, Vallejera, del partido de Castrogeriz, que antaño tuvo sus 112 habitantes, quedan ahora 30 personas. Recórrase el valle del Hormazuela, y se verán los estragos de la despoblación. Sólo los veranos hacen resucitar a los pueblos. Parece que Sasamón y Villadiego mantienen el tipo.

Parte de las tierras se cultivan sin embargo, valles y páramos; en otras partes también las laderas. Las trabajan hombres por encima de los 40-50, o jubilados que aún resisten. También se trabajan por personas que residen en Burgos. Otros las arriendan, como el Sr. Ubaldo, cantero.

El cultivo fundamenal es la cebada y el trigo, reverdece el centeno y se ensaya el lino. El viñedo ha pasado masivamente a la historia. Las laderas se repueblan de pinos.

5.- UBALDO PASCUAL, CANTERO: RASGOS DE SU VIDA

Ubaldo Pascual nació hace 75 años (13).

Su padre era cantero, pero no provenía de canteros. Su abuelo fue zapatero y su padre comenzó haciendo zapatos. Por la Primera Guerra Mundial se encareció de tal forma el cuero, que abandonó y tentó la piedra. Y acertó. Cuando casó se había impuesto en el nuevo oficio y sus hijos comenzaron a echarle una mano con 12 años.

Ubaldo Pascual fue a la escuela, aprendió a leer, las cuatro reglas, la doctrina, y algo de Historia.

"La escuela me gustaba, sabía y aprendía con facilidad. Pero no había para más. A los 12 años, a trabajar. Y nadie nos decía que éramos esclavos".

Las primeras obras las hizo con su padre en Yudego y Villandiego. Con su padre y su hermano, a tres. Formó luego sociedad con su hermano. Años después se buscó cada uno su negocio.

Se casó a los 21 años con Leandra Galerón. "No pude regalarla ni un anillo. Leandro tenía 19 años recién cumplidos".

"Eramos pobres, y me fui a vivir a casa de ella". Años después la subió un piso y amplió el interior.

Tuvo 7 hijos. Cuatro le viven, tres hijas y un hijo. De los otros tres, dos murieron de las enfermedades de la infancia, y otra fue aplastada por el carro de vacas. Tenía 10 años.

Los hijos están situados en Burgos y en Madrid. El hijo varón practicó la cantería, pero abandonó. Se le dio muy bien.

Los hijos han pensado hacer un reportaje familiar sobre el patriarca. Tienen su trabajo en gran aprecio, saben lo que hizo y no quieren perder su memoria.

El Yudego actual, un prodigio de equilibrio y de permanencia en piedra del pasado y del presente, es en buena parte el resultado del trabajo de los Pascual, pero de entre las obras del padre, del hermano y de Ubaldo, destacan las de Ubaldo: más serias, más profundas, más equilibradas.

Trabajó solo siempre que se pudiera, o con peones. Si era preciso, su mujer le echaba una mano.

Su mujer sacaba a flote a los hijos, un molino eléctrico, unos cerdos y unas vacas, más el trabajo de una huerta y del campo. Porque las necesidades obligaban a tener la pequeña labranza.

"El molino daba mucho trabajo. No podías hacer esperar al cliente viniese a la hora que viniese. Pasados unos años, cerramos. ¿Y las vacas? Mi marido me echaba una mano en la cuadra... He trabajado como una burra".

"Y cuando no teníamos molino, añade su marido, el trigo se llevaba al valle del Hormazuela, de noche, y se volvía de noche. Eran muchos los peligros, y los tiempos difíciles. Se llevaba en los carros de vacas".

Comenzó a desplazarse en bicicleta "que me costó 1.000 pts. Qué dura me salió". Nunca hacía noche fuera. Después compró una mobilete, luego una moto, luego un 4-L, y por último un R-6.

Fue aficionado a la caza con escopeta de un caño. Tuvo sus más y sus menos con el Guarda Jurado y con la Guardia Civil. Con la Guardia Civil fue por no delatar a unos mozalbetes que también cazaban. Fue llevado al cuartel y golpeado.

"Pasé enfermo todas las Navidades. Aún me escuece... A mí, que ni mi padre me había levantado la mano".

Las obras que más ama son las construcciones de Villanueva de Argaño y en el pueblo que más a gusto trabajó fue en Pedrosa del Páramo.

Nunca utilizó los utensilios más modernos de cantería. Trabajó a pico y cincel. Sobre todo a pico.

"El trabajo de sierra eléctrica no le da esencia a la piedra. No tiene esa vista, no tiene gracia. No hay nada como la piedra picada. En la piedra, el picado lo es todo". Debió de ser una práctica muy metida en su alma. Fueron muchas las veces que salió de su boca (14).

Las hiladas de piedra de sus obras están unidas por un cmt. de cemento y arena.

No sé dibujar. No aprendí. Tampoco lo necesito. El acabado lo llevo aquí -señala la cabeza-. Todo va saliendo según tanteo, miro, contemplo y remato. Se me da el terreno, observo los metros cuadrados, lo que hay de fachada, de profundidad, me dan la altura, un piso, dos pisos... y el resto corre de mi cuenta: el número de piedras, la capacidad de las ventanas, las molduras, las puertas, el tejado. Lo que más hay que cuidar son las esquinas. A veces hago un breve trazado en el suelo" (15).

El contrato era una firma ente dueño y cantero. El pliego era un simple papel, sin membrete, sin póliza, sin firma ante notario... Allí constaba el tiempo y el precio. El tiempo fue siempre cumplido a rajatabla, en crudos inviernos o en terroríficos veranos. La obra quedaba bien, de ahí la fama que cogió. Fama y admiración que pude constatar antes de conocerle: El cantero de Yudego -y el herrero de Castrillo de Murcia muerto en el 96- serán dos personajes que marcarán la tierra.

La gente pagaba bien: prefería en dinero. Siempre caía algo en especie: cántaras de vino, fanegas de trigo, tocino... Recuerda y cuenta que sólo un amo hizo oídos sordos al contrato. El Sr. Ubaldo no se paró en marras para hacerle entrar en razón.

Desde el primer momento, el Sr. Ubaldo Pascual transpira energía, claridad de ideas y de acción y una honradez con la que no se debe jugar.

Tuvo discípulos, pero abandonaron. También se siente orgulloso de ver imitada su obra. Se siente muy orgulloso de que no se haya abandonado la piedra. Frunce el ceño sin embargo, cuando ve las máquinas aserradoras y las nuevas laminadoras.

Se jubiló a los 65 años. "Estaba realmente cansado", afirma con rotundidad.

Ahora vive una vida serena, pacífica, tranquila, con los inevitables achaques, unos naturales, otros sobrevenidos: la caída de un cerezo... él, que anduvo por paredes, andamios, espadañas, tejados, y sólo de uno estuvo a punto de caer, del tejado de la iglesia de Pedrosa del Páramo y se detuvo al mismo borde con ayuda del sacristán. "Aquello fue un milagro".

"La gente aprecia lo que hice. No me tiene mérito. El mérito fue el trabajo. A veces me han preguntado si esos señores de arriba no me han propuesto de maestro cantero... Nada. Nunca".

Conoce palmo a palmo el páramo, las vetas, las hondonadas, la piedra. Y fue un gran placer recorrerlo con él, en coche; el maldito cerezo...

Pero cuando anda se muestra enérgico, pujante, fuerte. No muy alto, ni bajo, pero robusto y correoso; una inteligencia nata, una fuerza de la naturaleza.

6.- OBRAS DEL CANTERO UBALDO PASCUAL

Decir que cada uno es hijo de la tierra en que nació, es decirlo todo, y en pocas palabras. Y de modo especial de una persona que confiesa que para trabajar nunca salió fuera de la suya.

La obra de cantería y construcción las desarrolló en once poblaciones ancladas todas en una geografía común

Valles "abiertos", el del Hormaza, Sasamón, Castrillo de Murcia, Villasandino

Valles "cerrados", Yudego y Villandiego.

"Altos páramos": Pedrosa del Páramo y Villanueva de Argaño final de páramo y comienzo de abierto valle

Cada una de estas tierras imponía sus medios, que eran los que había, y disponer de otros hubiera supuesto detraer recursos de las familias que si algo tenían era el ser escasos.

En las poblaciones de valles más abiertos domina una construcción de adobe y madera; la piedra puede convertirse en un artículo de lujo que se destinaría a la Iglesia, a la torre, a la plaza, al Ayuntamiento, a las puertas de las bodegas, al puente si lo había, y a casas pudientes. Castrillo de Murcia puede ser una expcepción: enclavado en un valle más amplio, el conjunto es una hechura modélica de uso mayoritario de piedra.

Las poblaciones casi atrapadas en cerrados valles, cuentan con una arquitectura de material variado: en Yudego domina la piedra en su totalidad o existe combinada con el adobe en el caso de Villandiego. El caso del Yudego de hoy puede deberse, sin lugar a dudas, al sello que le impusieron Los Pascual, padre e hijos, o los hermanos trabajando en sociedad o por separado.

El sello definitivo es el de Ubaldo. Las casas de piedra de Villandiego llevan la marca de la familia Pascual.

Los extensos y correosos páramos, sobrios, recios, silenciosos e inamovibles, en estado casi de naturaleza pura tocada por la mano del hombre, crean necesariamente un entorno constructivo distinto que se acerca a lo exclusivo. El páramo que se encuentra por encima de Yudego y corona la rápida ladera del estrecho valle en dirección N.E., benefició al pueblo, que se juntó a la sabia mano de Los Pascual. Pedrosa del Páramo, Villanueva del Argaño, o Cítores del Páramo... tenían que dar una arquitectura de piedra, y la dieron. Es más, hoy día se están reconstruyendo viviendas con un encomiable sentido del entorno digno de todo aplauso. En ninguna de estas villas, ni en ninguna de las que se citará se ha roto el equilibrio.

Estas son las obras de Ubaldo Pascual, cantero. Se reseñan en el orden en que fueron recorridas. El recorrido obedeció al trazado de las carreteras desde Yudego.

Yudego: escuelas, parroquial, viviendas privadas.

Olmillos de Sasamón: Caja de Ahorros, Vivienda privada.

Sasamón: vivienda privada.

Villasandino: reparación del puente sobre el Odra; reconstrucción del arco de salida al puente.

Villandiego: cuatro viviendas; cerco de piedra de la plaza de la iglesia.

Villanueva de Argaño: dos viviendas, una de ellas es una construcción alargada y bellísima que abarca tres; prolongación de un hostal.

Tardajos: cantería de dos primeros metros en altura de la pared de la iglesia de los paúles, y cantería de los contrafuertes.

Pedrosa del Páramo: columnas del atrio de la iglesia; columnas de la mesa del altar, columnata de la estatua del obispo fundador de la Villa; arreglo del tejado.

Hormaza: merendero de bodega.

Castrillo de Murcia: colaboración en dos viviendas privadas.

Cortes, Burgos, al pie de la Cartuja: cerco de piedra de la plazoleta.

Se le pidió que restaurase parte del Castillo de Sotopalacios, Burgos. Se negó por las distancias. Nunca hizo un trabajo que le supusiera dormir fuera.

7.- VALORES PERMANENTES DE LA ARQUITECTURA POPULAR

Los seis puntos citados a continuación no están extraídos de ningún tratado. Son las anotaciones ordenadas, escuchadas en los días de entrevistas y observadas en el recorrido que se hizo por los pueblos por los que el cantero Ubaldo Pascual dejó su huella. Mas los recuerdos de las conversaciones con otros canteros, o la observación de la arquitectura popular.

Siempre se tuvo la arquitectura popular como un arte menor. Estamos deslumbrados por las grandes edificaciones: catedrales, castillos, palacios, altas iglesias, majestuosos conventos, torres, fortificaciones, largos puentes de numerosos ojos, rascacielos... todo deslumbrante, aparatoso y sensacional. Todo un cúmulo de trabajo, ingenio, sabiduría, esfuerzo, inteligencia, riesgo y hasta desafío a las fuerzas de la naturaleza.

También la arquitectura popular tiene profundos valores, y la "Arquitectura" se sustentó en el trabajo de los centros anónimos del pueblo.

1.- Integración en el medio y adaptación al habitat

En el entorno de los pueblos hay lo que hay: piedra, tierra, madera, paja, juncos... y no se pueden exigir milagros. La habilidad y la necesidad de los hombres del pueblo consiste en transformar la humildad del material en comodidad, agilidad y posibilidad, no en "belleza" que se aprende en los libros, sino en adaptación a las necesidades elementales del trabajo del campo. Tampoco carecen de sentido común, al contrario. Porque hoy día se sabe por ejemplo, que el adobe y la paja son un excelente regulador térmico. Pero no luce, ni los palacios de los ricos se construyeron de adobe, en Europa...

No cabe duda que la piedra da seguridad, estabilidad, fortaleza y belleza; pero no se tienen por más atrasadas a las poblaciones de adobe, cuyos interiores están tan bien acomodados como las viviendas de piedra, o acaso mejor. El exterior puede engañar, y pueden vivirse sorpresas. Visítense Tierras de Campos -mayoritariamente de barro- y puebos del Norte -mayoritariamente de piedra-, cuando se trata de construcciones de gentes humildes apegadas a la tierra.

2.- Funcionalidad

La expresión es típicamente culta, y quiere decir que la casa se hacía para lo que se hacía, para el trabajo del campo, el cuidado de los animales, resguardo de los aperos de labranza, protección del cereal y otros productos, agua a mano...

En la vivienda de un campesino, no podía haber salas de recepción, salas capitulares, refectorios, salas de armas, salón de baile, salón de música, biblioteca... Lo que había era una cuadra, un corral, un pozo, un fogón, la gloria -inteligente y antiquísima solución de la calefacción de la habitación central, "¡la gloria!"- las habitaciones, alcobas, y el desván con lastrojes normalmente. Junto a la cocina podía estar el gallinero; si no estaba allí estaba muy cerca, en el corral. Y en el corral o en la cuadra, podía estar la cochiquera. Esa era la línea general. Y si podía estar orientada al sol, mejor.

Que se aprovechase la cuadra y el calor de los animales para calentar también, eso no es símbolo de atraso. Porque podría ser una fórmula práctica de controlar el ganado y mantener una temperatura estable para el material constructivo.

No se sabe por qué tiene que ser más sana la pestilencia y el riesgo del butano o del gas ciudad, o el insoportable espeso aire enrarecido de las cajas de escaleras, pasillos y entradas y salidas de viviendas de bonitos bloques de ciudad o de horteradas de pueblo, que nadie ventila, con la guarrería de los patios interiores, o los nauseabundos contenedores de las ciudades en pleno sol de Castilla. "El olor del campo y de los animales, eso es sano. Pero los contenedores de las ciudades...".

La funcionalidad de la arquitectura popular hay que mirarla también en su conjunto global. Hay aldeas del Norte que tienen planteada una auténtica estructura planificada del pueblo, tal como suena, según los trabajos comunitarios y según las necesidades comunitarias de los grupos vecinales. Quedan auténticos restos antropológicos. Hoy día, el "progreso" los ha barrido. Los trabajos comunitarios han desaparecido y al hombre social del campo le ha sustituido la autosuficiencia de un tractor y de una cosechadora.

En el Informe del Madoz corazón del siglo XIX, sobre un pueblo del entorno de Yudego, el secretario se escandalizaba de los hombres, que celebraban sus reuniones en las cuadras.

Si hubiera ido más al Norte, el escandalizado secretario se hubiera metido bajo tierra. Si escuchara hoy a los ancianos y ancianas que vivieron esa experiencia necesaria, vería que no hay traumas, al contrario. Y si existiera hoy, hubiera ido encantado a la cafetería a chupar humo, y sus hijos volverían sordos de la discoteca, y en lugar de las vacas tendría que aguantar la televisión, la radio o la música del vecindario, sin hablar de los chirriantes y castigadores fines de semana. En vez del olor a estiércol tendría que aguantar la espesa contaminación del día y de la noche. Contaminación de papeleras, químicas, depuradoras, madereras, granjas de animales, mas pestilentes desagües...

3.- La sobriedad

En la arquitectura popular hay pocos adornos, o no los hay, o los hay que no sobran: no hay barroquismos ni góticos floridos...

Se ha pensado a veces en la escasa sensibilidad del hombre del campo. Es pura sandez... El hombre del campo siente y vive la belleza, y la expresa si tiene medios.

La sobriedad, el equilibrio, la seca elegancia dura y desnuda de muchas viviendas de piedra, de adobe, ya es en sí belleza, una profunda belleza; una belleza que no grita, cuyo silencio puede hasta herir. La belleza de la aquitectura popular se insinúa con potencia firme, callada.

En las construcciones campesinas entran las líneas esenciales estructurales para que la casa sea casa y cumpla sus funciones de centro de trabajo y de vida del labriego, nada más. Líneas verticales y horizontales, paredes fuertes, vanos imprescindibles, soportes de paredes y techos con material de la tierra... Esto no es belleza al estilo clásico, renacentista o burgués. Pero la belleza clásica, renacentista o burguesa, no son las únicas bellezas que se conocen. Una de las revoluciones del "arte" del siglo XX fue romper con los academicismos de siglos pasados.

El hombre del campo fue capaz de crear complicaciones artísticas, pero no solían orientarse hacia la construcción de la casa. Porque lo que necesitaba su casa, heredada generalmente ya de antiguo, era firmeza, resistencia y protección de aperos, animales y personas. Y ya le llegaba para mantenerla económicamente.

Las expresiones artísticas solían orientarse hacia la primura del ganado y de sus arreos, y a los útiles de labranza; una mulida de vaca o de buey, una cabezada, un carro, un trillo, la finura de las redes del carro, una ligera cachaba, un florido esquileo... llevaba más carga de belleza, pasión y sentir para el campesino que la catedral de Burgos.

"Cuando veía a los hombres del pueblo en la procesión con sus boinas y al alcalde con el bastón de mando, me parecían reyes", comenta un médico gallego hoy jubilado que ejerció por tierras de Benavente, allá cuando sus viviendas no eran precisamente palacios ni sus gorras penachos de conquistadores.

Los canteros de las antiguas poblaciones no habían pasado por cursos de arquitectura grecorromana, renacentista o barroca... Pero sabían muy bien lo que querían y los medios con que contaban. Que se lo digan a Ubaldo Pascual, cantero.

4.- No agresión al entorno

Por eso pueden parecer monótonos los pueblos. Una casa es igual a otra y a casi todas las del pueblo. Parecen nacidas de las mismas entrañas. No suele haber traumas de transiciones. Solía respetarse el conjunto; había libertad dentro de la uniformidad que no acogotaba. Puede haber expresiones imaginativas, pero no hieren. Es la tónica general de las tierras del entorno de Yudego y de otras poblaciones de Castilla, del Arlanzón al Carrión que el autor conozca.

Y las que se salen del cuadro general fueron obras de nuevos ricos, desarraigadas, con expreso deseo de apabullar y aparentar.

No se necesita ser excéntrico para pasar a la posteridad. La Tradición como Patrimonio Popular es un gran valor de la cultura del pueblo.

Hoy día no tiene por qué sonrojar hacer un exterior respetando el pasado, o recreándolo, y para muchos es un orgullo, con interiores que contengan todas las comodidades actuales, sin expolios, sin destrucción, sin contaminación, hasta con humildad y los materiales de siempre.

Y se dice con pleno conocimiento de causa. Hay pueblos que han destruido su pasado arquitectónico y su habitat. Y sigue arrasándose. Muchas construcciones sólo demuestran una faltriquera llena y una cabeza vacía, y un vacío deseo de grandeza... Pero lo que apabulla suele ser el desprecio del pasado, la falta de sensibilidad con los materiales del entorno, la estridencia chapucera que hiere el alma.

La arquitectura popular tradicional sabía respetar, y lo hacía bien, los lugares esenciales de la vida de la Comunidad: una plaza, una iglesia, un abrevadero, un horno comunal, el arroyo, el río si lo había, una fuente, un árbol secular, el puente (16), la plaza mayor, la salida de un camino. Era la tónica general, sin que faltaran desaprensivos que arrasaban con todo.

5.- Conservación y transmisión de milenarias tradiciones constructivas

"El pueblo lleva aprendiendo 5.000 años y yo lo aprendo en 8 de carrera" (1997), decía un arquitecto amigo. Y otro: "sólo cuando vi las casas de los pueblos perdidos aprendí soluciones arquitectónicas" (17).

El pueblo es verdaderamente maestro en resolver el espacio, en manejar el material, en adaptarse al medio y en economizar recursos.

Y esa práctica se la debía al sentido común, que fue algo que precisamente nunca faltó. También a hombres fuera de lo común , dotados por la Naturaleza, nacidos de la Tierra secular, hijos del pueblo, que encarnaban lo mejor del pasado y lo transmitían al futuro: El material, ya fuese piedra, tierra, paja, madera; el instrumental; las ideas claras de geometría y de fuerzas físicas; el conocimiento del medio; el conocimiento y las vivencias de las estructuras vitales de la familia, del campo, de los animales; el reaprovechamiento del material...

Las construcciones penetraban secularmente en la retina de las generaciones de hombres y mujeres. Se veían reflejados desde la infancia en las estructuras de las humildes viviendas o en las, para ellos, extraordinarias de iglesias, castillos si los había, torres, puentes... Todos, eran su pasado, su niñez, su mocedad o su madurez, y el recuerdo seguía incrustado en el alma fuesen donde fuesen:

"La torre de mi pueblo / / no la puedo olvidar;
no la puedo olvidar / / porque la tengo amor.
La torre de mi pueblo / / no la puedo olvidar"

Decía una vieja canción del Norte.

Una torre y su obra de cantería, era el reflejo de tiempos pasados, era la síntesis permanente de lo antiguo oscuro y vivo. Era el testigo inamovible de generaciones muertas y el lazo del futuro.

6.- Centros de trabajos colectivos y comunitarios.

Todas las culturas han echado una mano en la construcción de la vivienda particular. En algunas existía la costumbre de levantar la casa a la pareja recién casada. En casos de derrumbamiento, el pueblo se volcaba en la reconstrucción de la vivienda. Los familiares cercanos o lejanos estaban siempre dispuestos a prestar ayuda en circunstancias especiales. El pueblo se repartía la familia siniestrada, de modo especial a los niños y ancianos, mientras se "subía" la vivienda.

En las edificaciones -símbolo del pueblo, tales como la plaza, la iglesia, el puente, una fuente, una ermita, el molino comunal, la fragua, el lavadero, la casa del Concejo, el horno...- se había desarrollado un concepto de trabajo común arraigado y profundo, tan arraigado que aún late y surge, cuando tantos hechos comunitarios de la vieja vida campesina han sido arrasados.

Las viejas gentes de los pueblos agradece que se les restaure, se les recupere, a veces que sólo se les recuerde, su fuente, su plaza, su horno comunal, su ermita, su iglesia... No es infrecuente hoy día ver que las viejas gentes echen una mano desinteresada en la reconstrucción o en las obras de conservación. Y se sabe muy bien que las viejas gentes son una excelente fuente de información y de orientación.

Tampoco es infrecuente reconstruir el pasado a base de la ciencia de raigambre popular, con el instrumental de siempre, y que restauran viejas y soberbias edificaciones.

Las construcciones comunales fueron a su vez centros importantes de relaciones sociales y lugares de reunión y esparcimiento del pueblo tales como bailes, juegos, música... que celebraban en plazas, junto al puente, la ermita, la iglesia, la torrre...

Los hombres se relacionaban en la plaza, en el molino, en la bodega -la bodega fue siempre privada—, en la taberna, en la fragua... y las mujeres, en la plaza, en el lavadero, en la fuente, en el horno, por los caminos de la ermita...

La arquitectura comunal nos muestra una variada antropología colectiva, tan variada como la vivienda pueda mostrar la antropología familiar.

A las construcciones populares se las aprecia y se las tiene por lo que son: manifestaciones del Patrimonio Popular, un recurso de primera magnitud, riqueza cultural y social que hasta puede generar riqueza económica.

Conservar o recuperar el Patrimonio Arquitectónico Popular, es quizá recuperar las pocas manifestaciones vivientes que el pueblo nos legó no mezcladas del folklorismo de charanga y pandereta.

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NOTAS

(1) En Galicia, por ejemplo, era obra exclusiva del carpintero.

(2) "Paradas" importantes fueron las de Melgar de Fernamental, Castrogeriz, Villasandino, Villamayor y Herrera de Pisuerga ya muy alejada de estas tierras. Existía la profesión de "pardista", la persona encargada de echar una mano en el apareamiento, si era necesario.

(3) Fueron célebres las ferias de Villadiego y sobre todo las de Melgar de Fernamental. A las ferias de Melgar llegaban del Sur de Francia, del Norte de la Península, de Castilla la Vieja y de la Mancha, de las tierras llanas de Galicia. El ajetreo de estas ferias comenzaba 10-15 días antes y se movían por un rosario de feriales antes y después de la fecha de celebración ( Informes de las gentes de Melgar).

(4) Los centros importantes estaban ya alejados de estas tierras, pero Castrogeriz en el siglo XVIII y Melgar en el XIX tenían sus propios centros de curtidos, que a su vez se prolongaban en una_gran gama de actividades: pellejeros, guarnicioneros, albarderos, zurradores, talabarteros, zapateros... y una nutrida red de comunicaciones comerciales (Fernando Ramos).

(9) El mundo pastoril creó también una variada gama de actividades: pastores, esquiladores, hilanderas, tejedores, queseros, pellejeros, cardadores y todo el movimiento comercial de ferias y mercados.

(6) El centro tradicional de ferias y mercado de cerdos fue Castrogeriz.

(7) El Madoz, —corazón del siglo XIX- se recrea en la cantidad de "artículos" que se obtenían de ríos y arroyos: tencas, anguilas, bermejas, cachas, truchas, barbos, bogas, lampreas, cangrejos y hasta ratas de agua y mejillones de río.

(8) Tanto el Catastro de Ensenada —siglo XVIII- como el Madoz —siglo XIX- hacen hincapié en el número de "puestos de trabajo" que creaban la hilatura y la tejeduría del lino y de la lana a mujeres humildes, viudas, solteras, mozas, jóvenes, hombres de vez en cuando, y hasta críos del pueblo.

(9) La conservación del vino creó oficios como el del cubero, el botero o productos derivados del cestero.

(10) Para estructuras de la casa, para mobiliario, para bodegas y lagares, para los pajares, para instrumentos de labranza como carros, trillos, arados...; para molinos, para telares, para batanes...Y de la madera salieron dos oficios que también forman parte del "paisaje" de las tierras campesinas: el carpintero y el ebanista.

(11) 33 pueblos del entorno inmediato o lejano de Yudego, eran controlados por 8 diferentes títulos nobiliarios en el siglo XVIII. El conjunto sumaban 4.231 vecinos.

(12) Cien años después de los datos del siglo XVIII, daban un censo de 4.860 vecinos. Véase Madoz.

(13) Las entrevistas se hicieron en Agosto de 1999 y en Enero de 2000.

(14) Opinión recogida también en canteros de las tierras de la Limia (Orense, 2000).

(15) Esto mismo me confesaba Braulio, gallego de Congostro (Rairiz de veiga, Orense), oriundo da Barcial de la Loma, Valladolid; nunca supe leer ni escribir, pero de mi cabeza salieron muchas quintas y chalets en Venezuela, y cinco edificios de muchos pisos. La idea se tiene en la cabeza o no se tiene (1996).

(16) Un mal ejemplo fue la chapuza del desagüe de Villasandino que socavó los cimientos del arco de entrada al puente. El puente se derrunbó y fue reconstruido por mano de cantero, el Sr. Ubaldo Pascual; y lo reconstruyó rememorando una ancestral tradición.

(17) Se refería a las poblaciones del Valle del Ibeas (1970).

FUENTES:

Entrevistas al Sr. Ubaldo Pascual, Agosto de 1999-Enero de 2000.

Entrevistas a canteros de la Limia (Orense).

"Os oficios", Museo do Pobo Galego, Santiago de Compostela, Caixavigo, 1999.

Os oficios, X Lorenzo, Galaxia, Vigo, B.B.de C.P. 1982.

Felipe II. Los Ingenios y las Maquinas, Conmemoración del V Centenario, 1998.

Museo da Limia. Sala "os canteiros". Vilar de Santos (OR).

Lethes. Cadernos Culturáis, 1999, N.° 1, Centro de Cultura Popular do Limia, Xinzo de Limia, (Orense)



UBALDO PASCUAL: EL OFICIO DE CANTERO

CERRATO ALVAREZ, Ángel

Publicado en el año 2001 en la Revista de Folklore número 242.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz