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La importancia de textos con varios siglos de antigüedad para el conocimiento de la historia cultural en su vertiente etnográfica, no ha pasado inadvertida para los especialistas en la materia. Así, podemos citar a Julio Caro Baroja: ¿Qué folklorista profesional puede presumir de haber interpretado la vida del pueblo mejor que un pintor como Brueghel e] Viejo? ¿Qué investigador moderno puede competir con Lope de Vega en su amor y comprensión por las costumbres populares y su vigor al descubrir las pasiones y conflictos promovidos dentro de sociedades rurales? ¿Quién habrá dado una descripción más integrada y llena de observaciones agudas que las que dio Cervantes, acerca de creencias supersticiosas y brujerías, en El coloquio de los perros?.(1)
En esta línea, hemos encontrado en la famosa crónica medieval, concretamente del siglo XII, titulada Historia compostelana algunas noticias interesantes desde el punto de vista etnográfico, que recogeremos y analizaremos en estas líneas.
El primero que comentaremos será el siguiente:
Mientras sus soldados [los de Diego Gelmírez] examinaban a su entrada los vanos augurios, según costumbre de la tierra, y como hubieran observado con mayor atención un águila bastante grande que atravesaba en sentido contrario, impresionados todos por este único presagio, una y mil veces le gritaron que no fuera allá. El obispo, prestando atención con los benignos oídos de su corazón a sus palabras, porque no procedían tanto de la abundancia de sensatez cuanto de la madre de todos los errores, es decir, de la ignorancia, se dice que se dio tal respuesta: «No perturbéis [...] el propósito de una buena intención con estas tonterías y vanas observaciones, sabed que el Señor [en modo alguno, ha confiado sus secretos designios a las aves y a los brutos animales». (2)
El recurso a los augurios, y especialmente a los derivados de la observación de las aves, es algo común a otros territorios de la península Ibérica de la misma época aproximadamente. Porque es sabido que no sólo en este texto se recogen noticias sobre esto, sino también, por ejemplo, en el archiconocido Cantar de mío cid:
A la exida de Bivar ovieron la corneja diestra / y entrando a Burgos ovieron la siniestra vv. 11-12)
al exir de Salón mucho ovo buenas aves (v. 859)
Violo en los avueros el que en buena ora çinxo espada (v. 2615). (3)
Es evidente que las prácticas adivinatorias precristianas pervivían, aunque mal vistas por la Iglesia, y además de un modo generalizado desde el punto de vista geográfico, como lo prueban los ejemplos gallego y castellano. Estas costumbres han dejado, como resulta obvio, en el refranero, la conocida expresión «pájaro de mal agüero».
El segundo pasaje que comentaremos de la Historia compostelana refleja una costumbre multisecular:
Todos los sábados, excepto en Pascua y Pentecostés, los presbíteros, caballeros y campesinos, que estén libres de cualquier otra ocupación, persigan a los lobos hostigándolos y prepárenles trampas que el vulgo llama «hoyos»; además cada iglesia pague siete chuzos de hierro. (4)
La necesidad que las gentes del campo tenían de la caza del lobo es una tradición que, obviamente, ha ido a menos, al retroceder los lugares donde este animal se encuentra presente y al perder importancia económica las actividades primarias. Pero sin duda la lucha contra la amenaza que constituía es algo que ha perdurado durante siglos, e incluso todavía hoy plantea problemas, como, por ejemplo, en determinados lugares de la provincia de Zamora. Esta cuestión del lobo está bien sintetizada en el siguiente texto, referido a León:
Sin duda el animal más odiado de la fauna leonesa es el lobo, temible depredador de la cabaña ganadera de nuestros montañeses. De ahí que el ingenio del hombre haya creado distintas artes para cazarlo, por medio de trampas como el calecho o los chorcos; con simples batidas organizadas; o gracias a la labor de los alimañeros, cuyos servicios eran contratados por el Conce)o [...]. Esta vinculación negativa del lobo con el hombre aparece en distintas expresiones folklóricas. (5).
Un tercer pasaje de la Historia Compostelana que ha llamado nuestra atención (6) es referido a la imagen de los vascos que se indica al narrar una vuelta del obispo de Oporto desde tierras extrapeninsulares hacia Santiago de Compostela:
Entonces, después de despojarse [el obispo de Oporto] de los ropajes pontificales, junto con dos servidores, acompañado además de un indígena, que conocía la lengua de los vascos y la ruta a través de caminos apartados, entró por los Pirineos y de allí pasó por Guipúzcoa, Navarra, Vizcaya y Asturias, junto al mar que rompe contra las últimas rocas de España [...]. En aquellos lugares remotos y apartados de los montes viven unos hombres montaraces de lengua desconocida dispuestos a cualquier maldad, y no es raro que en lugares tan ásperos y poco agradables vivan hombres fieros e indómitos, pues esta apartada senda discurría a través de rocas, malezas y lugares desiertos.
Es interesante este testimonio del siglo XII sobre los vascos, no sólo por la indicación de su «lengua desconocida» y la existencia de intérpretes, sino especialmente por los calificativos dados a sus costumbres, aunque no debe extrañar (8), pues debemos tener en cuenta que en esa época la cristianización de estas zonas estaba todavía lejos de haber cristalizado .
Dejando ya la Historia compostelana, los últimos testimonios que analizaremos en este artículo se refieren a Galicia y fueron escritos el primero a mediados del siglo XV, y el segundo en la primera mitad del siglo XVI. El segundo consiste en el relato que el alemán Sebald Örtel escribió de su peregrinación a Santiago de Compostela. Al final del mismo, aparece lo siguiente:
Al día siguiente, día de las ánimas, al mediodía, salimos de Santiago y cabalgamos hacia Padrón, a cuatro millas. Allí está la fuente de Santiago y su lecho y la roca por la que Santiago se arrastró tres veces cuando le persiguieron los campesinos (10)
En relación con este pasaje, escribe Ana R.Pascual Velázquez:
La roca aquí citada debe ser la misma que describe detalladamente Tetzel [1465-1467], otro de los acompañantes de Leo von Rozmital: «la roca con la que navegó que aún se ve en el agua. Tiene su huella gravada. Su cuerpo y su cabeza se quedaron gravados como en cera»
En trabajos anteriores ya hemos prestado atención a estas marcas pétreas, pero aquí nos encontramos con algo tan maravilloso para el estudio de las tradiciones y leyendas de transmisión como su testimonio escrito, en este caso a mediados del siglo XV.
Aunque este tipo de trabajos no es nuevo (13), como ya hemos indicado, el análisis de textos escritos que, aparentemente, no contienen materiales etnográficos revela no pocos datos para el estudio de las creencias, costumbres y leyendas de siglos pretéritos, muchas de las cuales han perdurado hasta el presente. Queden aquí estas páginas escritas con la intención de ser una pequeña aportación a esta línea de la investigación antropológica.
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(1) Julio Caro Baroja, Lo que sabemos del folklore, Madrid, 1967, pp. 11-12.
(2) Emma Falque Rey [introducción, traducción y notas], Historia compostelana, Madrid, 1994, pp. 158-159. En nota indica la profesora Falque: «Es interesante esa observación sobre la consulta de los augurios ("según costumbres de la tierra"), escrita por Giraldo, un francés al que le son ajenas muchas costumbres gallegas.» Todas las citas a la Historia compostelana se realizan sobre la edición citada.
(3) Empleamos la edición de Colin Smith (Madrid, 1983). Remitimos a los comentarios que sobre este tema realiza en la p. 274. Vid etiam Lorenzo Martínez Ángel, «Reflexiones sobre el paganismo y la cristianización», Medievalismo, n.°8, 1998, pp. 19-33.
(4) Historia compostelana, pp. 227-228.
(5) Francisco J. Rúa Aller y Manuel E. Rubio Gago, La piedra celeste. Creencias populares leonesas, León, 1986, pp. 137-138.
(6) Huelga decir que la Historia compostelana no sólo contiene estos tres pasajes interesantes para la etnografía. De hecho, en otro artículo comentaremos algún otro.
(7) Historia compostelana, pp. 337338.
(8) Parece como si las despectivas palabras de Prudencio « [...] bruta quondam Vasconum gentilitas» hubieran resonado en la mente del responsable de este pasaje de la historia compostelana.
(9) «[...] en torno a 1200, cuando Guipúzcoa se incorpora al reino de Castilla, aún no se había cumplido este proceso de cristianización [-..]» (Carlos Estepa Diez, intervención en la discusión sobre el trabajo de Manuel Sotomayor titulado «Penetración de la Iglesia en los medios rurales», en «Cristianizzacione ed organizzacione ecclesiastica delle campagne nellálto medievo: espansione e resistenze», Spoleto, n.° 2, 1982, pp. 671-685 (la discusión concretamente en pp. 670-680).
(10) Ana R. Pascual Velázquez, «"Das Reisetagebuch" de Sebald Örtel», Iacobus, n.º 7-8, 1999, pp. 365-383, concretamente pp. 379.
(11) EAD, ibidem, p. 383.
(12) Lorenzo Martínez Ángel, «Sobre la Patadica de la mula», en Colle (Boñar, León). Revista de Folklore, nº 211, 1998, pp. 32-33.
Idem, «Sobre mitología vasca: comparación y repetición». Revista de folklore, n.o 229, 2000, pp. 33-36.
Una interpretación que hemos conocido recientemente de las marcas pétreas con marcas de herradura es la de Francisco Javier Rúa Aller: «La explicación de las virtudes que adornan la herradura, y su situación en las piedras puede estar, por una parte, en la creencia antigua de que el hierro es metal de influencias benéficas, y, por otra, en el simbolismo religioso ancestral que encierra la herradura por su semejanza con el creciente o media luna, representación de la divinidad. Las «piedras de ferradura», indicarían rocas dedicadas al ídolo funerario, piedras en las que probablemente se grabase una representación de éste, siempre que muriese alguno de la tribu que poblaba aquellos lugares, y se invocara la protección del muerto por parte de este ídolo. La cristianización de antiguos lugares de religión parece clara por medio de las leyendas de Santiago y otros santos patrones del lugar». (Francisco Javier Rúa Aller, «Piedras de ferradura», Diario de León, 15-XI-1985, p.32.)
Estamos de acuerdo con lo de la cristianización, y no tenemos problema en aceptar esta interpretación como una hipótesis más, tan válida y difícil de demostrar como el resto de las explicaciones dadas. No obstante, la cuestión de las pisadas no se limitan a las de imágenes de herraduras, pues también las hay con otras formas, como la que nos ocupa en Padrón, o las que son similares a la de un pie humano. Con relación a esto, consideramos que debería tenerse en cuenta una interesante pieza expuesta en la octava muestra de Las Edades del Hombre, celebrada en la catedral de Astorga, concretamente un exvoto de mármol con el dibujo de unas sandalias, datado en el siglo II d. C., procedente de la localidad zamorana de Rosinos de Vidriales (ficha de Rosario García Rozas, pp. 222-223, del catálogo de la exposición).
Por último, diremos que hace poco fue noticia un lugar de nuestro país donde se encontraban pisadas de dinosaurio y que eran identificadas según la leyenda con Santiago.
(13) Es suficiente recordar la obra de Julio Caro Baroja para constatar esto.