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La fiesta de San Juan del Monte se celebra el lunes siguiente al Domingo de Pentecostés, fecha en la que culminan los actos y festejos programados, con la celebración de la más grande romería del norte de España.
Esta fiesta data del año 1885, que fue cuando comenzó a organizarse la partida o marcha de los romeros hacia la Laguna de San Juan del Monte, desde la salida de la población de Miranda de Ebro, discurriendo la festiva comitiva por el antiguo camino de Fuencaliente.
Los romeros eran acompañados de un vistoso y alegre cortejo, en el que formaban parte los imprescindibles gaiteros, dos bandas de música (las del Borde y La Lira) y multitud de carruajes, convenientemente engalanados con verdes ramajes, que tomaban de la chopera de La Laguna y de los romeros y tomillares del agreste monte que la rodea.
La Laguna, el pintoresco paisaje de incomparable belleza natural, era y es el lugar elegido por los romeros para acampar después del ameno y agradable paseo de cinco kilómetros, con fuertes repechones que hacía que las repletas botas de vino paseasen de mano en mano, dando nuevos bríos a los caminantes para continuar la ascensión.
Esta romería y fiestas de San Juan del Monte tuvieron su origen en el gran fervor religioso reflejo de las creencias religiosas del pueblo mirandés, heredadas de anteriores generaciones. Ese fervor religioso ha sido en la actualidad igualmente la motivación principal de esta celebración que tiene lugar todos los años, en plena primavera, con la naturaleza circundante en su esplendor como el mejor marco para que los devotos de Miranda y sus alrededores se den cita en la rústica gruta en que se venera a este santo.
Según una tradición muy antigua, San Juan del Monte era un santo al que el pueblo atribuía especiales influencias curativas, considerándolo como abogado de la vista, teniendo como medicamento para la curación de las enfermedades de los ojos, el aceite procedente de las lamparillas con que su imagen era alumbrada el día de su fiesta.
San Juan del Monte se venera en una rústica gruta, socavada en la roca, en lo más agreste del monte a la que se llega por un empinado camino abierto desde la Laguna, con un recorrido de dos kilómetros desde ésta, que transcurren en medio de un paraje de salvaje e incomparable belleza natural que ofrece al caminante y romero la oportunidad de aspirar el fragante olor de los tomillares y de otras plantas aromáticas silvestres. Hoy las dificultades de acceso siguen siendo notables, pero la ascensión se ha suavizado notablemente.
Una vez llegados los romeros a la cima del monte, se oía misa en la gruta, se ofrecía la vela al santo, se almorzaba, se cantaba y se bailaba, iniciándose el regreso a la Laguna, donde continuaba la fiesta, número cumbre de todos los festejos. Durante la jornada, los romeros tenían ocasión de extasiarse ante la grandiosidad del panorama y magnífica vista que desde allí se ofrece a sus pies, bajo los que se descubre el extenso y fértil valle, cruzado por las aguas de los ríos Ebro, Bayas y Zadorra; la formidable red de carreteras y ferrocarriles que pasan por Miranda de Ebro, y allí, como al alcance de la mano, las verdes y fértiles tierras burgalesas, alavesas y riojanas.
Poco o nada ha cambiado en este aspecto la fiesta, porque el centro de la misma y la culminación de los grandes festejos siempre tiene lugar en la ermita del santo, que no sólo es visitada en la fecha de su festividad, sino que durante todo el año es lugar de devoción y cita para los mirandeses, especialmente para los montañeros.
El primitivo esplendor de la romería de San Juan del Monte comenzó a decaer hacia 1895 y durante casi un cuarto de siglo la decadencia creciente amenazó con la casi total extinción de la fiesta popular.
No obstante, la fiesta se siguió celebrando no con el esplendor anterior, sino más bien como una excursión campestre de escasa concurrencia. Quedaron un grupo muy reducido de mirandeses que acudían fielmente y en ese pequeño grupo de continuadores estaba la esencia misma de Miranda, un grupo de entusiastas mirandeses que siempre estaban a la cabeza de todo el acontecer popular mirandés.
Y comenzó, gracias a ellos, el resurgir de la romería, comenzando a celebrarse, con este motivo, unas tientas de vaquillas en la plaza del Rey (hoy Plaza de España) que fueron muy populares.
Aquellos mirandeses, además de su entusiasmo, dejaron no pocas muestras de su gracia y originalidad, como aquella copla que decía:
El lunes a Cabriada,
el martes a San Antón,
el miércoles a Bardauri,
y el jueves la Ascensión
que hasta San Juan del Monte
diez días son...
La visita a la gruta del santo, la santa misa, el rezo del rosario, las sabrosas meriendas rociadas con chispeante chacolí, el baile amenizado por la Banda de La Lira, eran los principales y casi únicos números del programa de esos años de decadencia.
Hasta el año 1917. En este año unos cuantos mirandeses se reunieron en un banquete íntimo, junto a la venerada cueva, y en esa ocasión se hace la luz entre los asistentes y se inicia la idea de restaurar la fiesta mediante la formación o fundación de una sociedad. La idea encuentra eco rápidamente en el alma popular y con entusiasmo juvenil se unen al grupo iniciador otros varios mirandeses, quedando casi inmediatamente formada la primera junta directiva de la Cofradía de San Juan del Monte, que sin perder tiempo comienza a organizar las fiestas y la romería.
Los cohetes y bombas estallan alegres en el cielo mirandas celebrando la buenanueva del resurgir de la fiesta sanjuanera.
A partir de este momento, con la fundación de la Cofradía, se ponen los cimientos para que la fiesta tenga continuidad y se vaya enriqueciendo año tras año con los elementos populares que la han caracterizado.
Como ayuda para la incipiente Cofradía se celebran las primeras veladas teatrales a beneficio de la misma.
En este año, al regreso de la Romería, los romeros, felices y contentos comienzan a gritar: ¡Viva San Juan del Monte! La fiesta y la romería estaban salvadas. Y uno de los principales y primeros acuerdos de la naciente Cofradía fue el arreglo del camino para facilitar la subida de los romeros hasta la ermita del santo.
En el año 1920, ya con paso firme y decidido, el resurgimiento de la fiesta se notaba a todas luces y ya sonaba fuerte la Cofradía de San Juan del Monte. En este año por primera vez se instalaba el altar al aire libre celebrándose la santa misa fuera de la gruta. La Cofradía está fuertemente consolidada con un importante número de cofrades con la organización que le imprime su carácter de asociación cívico religiosa.
El programa de actos también refleja ya el nuevo impulso de la Cofradía y se incluyen numerosos festejos, siempre conservando aquellos que dieron origen a la fiesta y manteniendo el tipismo y sabor popular; la partida y regreso de los romeros es ordenada y organizada convenientemente y se empiezan a organizar concursos de carrozas y carros engalanados que sirven de tronos a las bellas mirandesas que lucen su juventud y sus encantos en agradable armonía con los mozos constituyendo juntos el alma de la original y simpar romería sanjuanera.
Por otra parte se advierte el loable propósito de ampliar la fiesta con arreglo a la importancia que ha ido adquiriendo para atraer a los forasteros, completándose el programa con solemnes funciones religiosas, conciertos y bailes, a cargo de brillantes bandas de música, chistularis y dulzaineros, novilladas, partidos de pelota, fuegos artificiales, iluminaciones y un gran desfile de carrozas y romeros.
Ese mismo año el compositor de Haro, D. Basilio Miranda, captando la importancia de la renovada fiesta, compone la zarzuela "San Juan del Monte" a la que pone letra don Tomás Nozal. Se estrenó con un éxito impresionante. De esta zarzuela se entresaca el pasodoble que desde entonces es considerado como el Himno de la Romería de San Juan del Monte y a sus acordes comienzan y terminan todos los años los populares festejos. La Banda de Música local, precedida de la Bandera Nacional y de la Junta Directiva de la Cofradía, es la encargada de este menester todos los años y a sus acordes la ciudad estalla de júbilo iniciando sus fiestas.
En el año 1932 se eligió por primera vez Reina de las Fiestas de San Juan del Monte, estableciéndose como condición para poder ser elegida Reina de la fiestas que la señorita sea nacida en Miranda de Ebro o residente en la misma ciudad.
Entre los años 1930 y 1935 es cuando la fiesta alcanza su mayor esplendor de toda la época anterior a la guerra.
Durante este período alcanzan gran éxito y esplendor los concursos de carrozas, y las Juntas directivas se distinguen por su entusiasmo y colaboración.
Se han realizado trabajos y arreglos en el camino y en la plazoleta de la gruta del santo, se han plantado árboles en la Laguna y todos se han afanado por hacer más cómodo y acogedor, más bonito y alegre el lugar en el que se celebra la romería.
La Cofradía en aquellos años crece al mismo ritmo que la ciudad y los asociados comienzan a contarse por centenares.
La romería, que es el número cumbre de los festejos en honor de San Juan del Monte, ya por esos años ha adquirido ya tal renombre que es considerada como una de las más importantes de España y desde luego la más alegre y original. La salida y llegada de los romeros se realiza en una animada y bulliciosa caravana y cada año son más numerosas las bandas de música, chistularis y gaiteros que intervienen en ella.
El año 1936 las fiestas se celebraron normalmente del 29 de mayo al 2 de junio. Iniciada la guerra, la Cofradía de San Juan del Monte se disuelve y en los años 1937, 1938 y 1939 no se celebra la romería oficialmente, aunque se organiza una pequeña excursión campestre entre aquellos que particularmente lo desean.
Después de la guerra, en el año 1939 vuelve a reorganizarse la Cofradía de San Juan del Monte, pero en aquel año no se celebró la romería en su fiesta tradicional, sino que se incluye en el Programa de las Fiestas Patronales de septiembre en honor de la excelsa patrona Nuestra Señora de Altamira, del 15 al 18 de septiembre. El último día se celebró la gran romería de San Juan del Monte.
A partir de este momento va recobrando poco a poco el esplendor pasado, van superándose las programaciones de actos poco a poco, año tras año y se van haciendo mejoras. Mejoras en la gruta y en el entorno. Se construye en la Laguna el templete para los músicos, un templete fuerte y pintoresco.
El año 1941 se inicia la costumbre de costear el día de San Juan del Monte la comida de todos los ancianos residentes en el Hospital de Santiago, costumbre que ha prevalecido desde entonces, siendo presidida dicha comida por la Reina de las Fiestas y sus damas de honor, autoridades y Cofradía.
En el año 1945 se produce un espectacular despegue de las fiestas sanjuaneras con la introducción por primera vez, del concurso de escaparates como novedad en el programa.
Se da por aquellos años un gran impulso a las Peñas Sanjuaneras de Blusas. Como dato curioso recordamos algunas cuadrillas de entonces como "Los de Siempre", "Los Hijos de la Antonia", "La Pantoja", "El Bullicio", "Los Barullos", "La Cucaracha", "El Rayo", "Los Piripis", "La Piedra", "Los Cachorros", "La Caraba", "Los Chapelandis"...
Gran impulso adquirió la fiesta en el año 1953. El programa es pródigo en festejos y se amplían a cinco los días festivos. A partir de este año se constata un lustro de decaimiento, que en 1958 vuelve a resurgir nuevamente con el empeño de todos los directivos y responsables en seguir aumentando los atractivos de esta romería. Y se constata una observación: "Las autoridades eclesiásticas muestran su recelo hacia la fiesta".
En el año 1963, el día tres de junio, festividad de San Juan del Monte y día de la celebración de la monumental romería, amaneció gris, lluvioso con intervalos de sol. Suenan los disparos de cohetes, las alegres dianas recorren la ciudad y todo el pueblo se apresta a subir a la Laguna. A primeras horas de la mañana, la Reina y sus damas, autoridades y cofradía inician la subida, seguidos de una gran riada de romeros, unos a pie y otros en autocares. A las 10 tiene lugar la tradicional misa en la gruta del Santo. Más de 20.000 personas disfrutaban de la alegría de la fiesta. Para las horas del mediodía, pese al tiempo intempestivo, la animación en la romería era impresionante. Todo era buen humor, bailes y risas. Por la tarde la Laguna presentaba un aspecto impresionante. Jóvenes y viejos, incansables, no cesaban de saltar y bailar. Entonces surgió la noticia: "El Papa ha muerto".
Murió el Papa Juan XXIII y la alegría natural y consustancial de la fiesta se trocó en consternación y dolor. El regreso se hizo en silencio. Un escalofrío recorrió como un relámpago todo lo largo de la carretera. Fue una masiva manifestación de dolor, espontánea y sincera, protagonizada por los sanjuaneros. Días después, en los templos mirandeses, se reconocía públicamente que la muerte del Papa Juan XXIII había servido para poner al descubierto todos los valores de un pueblo alegre, bullanguero, que oculta bajo la apariencia frívola de sus ropas sanjuaneras, unos corazones generosos, unos sentimientos cristianos y una sensibilidad poco común. Y la fiesta de San Juan del Monte ganaba una batalla más: la de la incomprensión de algunos sectores. Desde aquel luctuoso tres de junio de 1963, los sanjuaneros disipaban todas las dudas, ponían al descubierto todo cuanto de tradición y religiosidad tiene la fiesta en el fondo. Virtudes heredadas de padres a hijos a través de los tiempos. Aquel día se suspendieron todos los actos festivos.
En el año 1965 es nombrado presidente de la Cofradía de San Juan del Monte, Don Jaime Ruiz Bilbao, que ya no encuentra ningún obstáculo. Es necesaria una reestructuración que encauce el ya fuerte potencial de la Cofradía y de las Peñas y se prepara la celebración de las Bodas de Oro de la Cofradía.
Poco a poco se han ido incorporando al programa de actos festivos, ya muy amplio, no sólo los festejos tradicionales sino también competiciones deportivas, exposiciones de pintura, campeonatos de ajedrez, motorismo, balonmano, carreras ciclistas...
1966.- Bodas de Oro de la Cofradía. Las cuadrillas de Blusas aumentan de forma espectacular, doblando el número. Diez peñas participan en las fiestas: "Los Chachis", "Los Barbis", "Bebe y Saca", "Los Rondas", "El Escándalo", "Los Caprichosos", "Los Revoltosos", "Los Solitarios", "El Humo", "Los Veteranos". Estos últimos son hombres todos casados, algunos abuelos y su ejemplo serviría para que otros muchos componentes, ya casados, volvieran a formar en sus antiguas cuadrillas. Se calculó en más de 25.000 personas las que participaron en la romería. El hielo se había roto; ya no era obstáculo la condición civil para seguir participando en la fiesta. Esto había de tener unos resultados sorprendentes en los años siguientes.
Este año se presentan cinco hermosas carrozas, que unidas a las figuras grotescas y a las revitalizadas peñas, hacen que el desfile del domingo de fiestas sea algo extraordinariamente espectacular. Numerosas autoridades nacionales y provinciales envían trofeos para el concurso de blusas. Asiste como invitado de honor el Excmo. S. D. Alejandro Rodríguez de Valcárcel, presidente de las Cortes Españolas. Preside las fiestas el entonces Capitán General de la VI Región Militar, Excmo. Sr. D. Antonio Pérez Soba. Es nombrado socio de honor de la Cofradía el Sr. Rodríguez de Valcárcel.
En el año 1967 se produce un asombroso crecimiento, cuando parecía imposible superar lo conseguido el año anterior.
Este año destaca porque todos los actos de las fiestas, incluida la gran Romería, fueron filmadas por Televisión Española.
Aumenta el número de Peñas y cuadrillas. Se observa este año que en todas las cuadrillas participan tantos o más niños que mozos. Esto asegura la continuidad de las Peñas. Durante siete días Miranda es el centro de atracción de todas las capitales y ciudades de la región y en la Romería vuelve a darse una formidable asistencia de romeros y se experimenta el problema de la falta de espacio para contener a tantos participantes.
Se cierran las fiestas y ya, las cuadrillas, perfectamente uniformadas, cada una con potentes orquestas, pasan del millar de componentes, además de un número igual de niños de todas las edades...
Parece algo muy difícil de superar, pero en los años siguientes nacen nuevas cuadrillas y aumenta la afluencia de forasteros a la Romería. Las cuadrillas a la llamada de la directiva, llevan ya varios años realizando una magna concentración en la Plaza de España, en la mañana del domingo de fiestas para, a continuación, asistir a la misa en Santa María de Altamira. Con más o menos continuidad muchos años se han celebrado novilladas o corridas de toros, como actos del programa festivo.
Ante el problema del sitio en la Laguna, las Peñas comienzan a trabajar por su cuenta socavando en las laderas del monte. Comienzan a desaparecer los toldos de protección y van surgiendo barracones bajo los que las Peñas montan sus reales.
En 1968 merece especial mención la iniciativa de Don Félix Alonso Moneo-Palacio que, como Delegado de "El Correo Español - El Pueblo Vasco", organiza el I Festival de la "Canción del Blusa", en el que intervienen los "ochotes" de las 19 peñas. Como recuerdo a esta efemérides, el poeta y preclaro sanjuanero José Melgosa compuso la letra del paso doble que lleva por título "La Canción del Blusa", con música de D. Manuel Celdrán, Director de la Banda de Música de Miranda.
1971. La tónica es el crecimiento del número de Peñas y el volumen de éstas pues siguen recibiendo nuevos componentes y son ya 24. Se desarrolla normalmente el programa, destacando la celebración del III Festival de la Canción del Blusa, que se reafirma y afianza su andadura. En la Laguna de San Juan del Monte continúan las innovaciones y ya van surgiendo pabellones metálicos desmontables, habilitándose zonas de los alrededores para dar cabida a todos los romeros.
En el año 1972 se produce una innovación importante: surgen dos nuevas peñas y las dos son integradas por mujeres, son las llamadas "La Alegría" y "Las Rebeldes". Casi dos mil blusas y otros tantos niños participan en el formidable desfile del domingo de fiestas. Bandas de música, grupos folklóricos y comparsas forman el complemento de esta gran manifestación popular. Más de cuatrocientos músicos son contratados por las Peñas y la fiesta, siempre alegre y bulliciosa, alcanza este año su punto culminante. La asistencia es abrumadora. No se cabe en las calles mirandesas. Cientos de máquinas fotográficas y tomavistas no se pierden una sola secuencia de la fiesta y las imágenes sanjuaneras marchan a todos los puntos del mundo, de mano de cuantos turistas asistieron a la fiesta.
En el año 1973 siguen participando 25 peñas. Y se considera como algo muy importante que las Peñas comienzan a constituirse como sociedades recreativo-culturales, con domicilios propios. Esto significa una firme base que garantiza la continuidad de estas "peñas" sanjuaneras.
Hasta aquí hemos ido detallando la constante evolución y enriquecimiento, crisis y explendores de la fiesta y romería de San Juan del Monte. Todos los detalles y datos los he tomado de las Memorias de la Cofradía de San Juan del Monte, escritas por Jaime Ruiz Bilbao y AmosSalvador Moneo Gómez, que en varias entregas publicó el Diario de Burgos del 31 de Enero de 1975 al 9 de Febrero de 1975, en días consecutivos, formando el conjunto de las memorias 9 capítulos densos de la historia de esta Cofradía.
En el capítulo VIII de las mismas se ofrecen estos
OTROS DATOS DE INTERES DE LA COFRADIA DE SAN JUAN DEL MONTE
La Cofradía de San Juan del Monte representa, en su más amplio sentido, la anhelada unión de todos los mirandeses sin distinción de edades, ideas o condición social. Bajo la bandera de la Cofradía todos los mirandeses son iguales e iguales se hacen aquellos forasteros que acuden a nuestras fiestas como dice la copla de Salvador Moneo:
En la alegre romería
nunca existieron forasteros,
que unidos por la armonía,
todos son ya sanjuaneros.
O esta otra del mismo autor:
Siempre alegres, siempre ufanos,
sin diferencias sociales,
que a todos nos hace iguales
el Santo que celebramos.
Las fiestas de San Juan del Monte se distinguen por su bullicio y colorido, por esa hermandad que aflora a los rostros alegres de los romeros, por el incansable saltar de las "peñas", alma y vida de la fiesta. De una fiesta que es el sentir del alma popular mirandesa, tan llena de matices. De unos hombres que saben del rudo trabajo y del abrirse camino con su propio esfuerzo. Es una fiesta distinta a todas, donde debido a los orígenes de la población y a su situación geográfica, se mezclan armoniosamente todos los estilos, donde la abarca se une a la alpargata y el chistu suena al lado de la gaita y las trompetas. Todo cabe, nada sobra en esta simpar romería que tiene como base y fundamento la devoción a San Juan del Monte. Una romería en la que no se baila, porque se salta acompasadamente al son de los mil instrumentos musicales. Saltos viriles, de un pueblo siempre joven en el que se mezcla la rudeza del carácter castellano, con la alegría de la Rioja y la templanza alavesa.
Cualquiera que no conozca estas fiestas, pensará que se fundamentan en un enorme barullo en el que cada cual hace lo que le parece. Nada más lejos de la realidad, porque todos los festejos son estudiados hasta el más mínimo detalle. Cada "peña" tiene su propia organización y después todas juntas, bajo las directrices de la Cofradía aportan sus esfuerzos y su potencial a la fiesta, con lo que resulta todo perfecto.
Como detalle diremos que además de las fuerzas del orden (Guardia Civil y Policía Local) que se encargan de que las fiestas transcurran normalmente, en particular en lo que concierne a la circulación, el día de la Romería toda la directiva y los jefes de las "peñas" llevan unos brazaletes acreditativos convirtiéndose en auxiliares de la autoridad y de esta forma en todo momento y en cualquier lugar de la Laguna, hay alguien que se encarga de velar por el buen desarrollo de la fiesta.
Y excepto en aquellos casos en que algún romero, por exceso de alcohol o por alguna caída, debe ser atendido, en cuyo caso interviene el puesto de socorro, instalado por la Cruz Roja, nunca se han dado incidentes desagradables.
La Laguna, donde después de hacer la visita al Santo, se celebra la Romería, es un pintoresco lugar formado por una depresión entre los riscos y montes. Desde los altozanos que la dominan, es verdaderamente impresionante contemplar los miles y miles de romeros en continuo movimiento, mezclados mil colores que las típicas blusas sanjuaneras ponen caprichosamente por doquier. Luego, cuando cae la tarde, comienza el regreso a la ciudad, casi todos a pie, recorriendo los cinco kilómetros largos de descenso hasta llegar a las puertas de Miranda. Entonces se organiza un monumental desfile. Cientos de músicos y aparatos de percusión entran en acción de nuevo. Las canciones tradicionales, los ritmos nuevos, las marchas, se suceden continuamente y entre miles y miles de espectadores se recorre todo el centro de la ciudad para finalizar en la Avenida del Generalísimo. Nadie se siente cansado, pese al continuado ejercicio y, tras un pequeño refrigerio, vuelven los blusas a las calles, comienza la verbena y, ya de madrugada, se dice adiós a la fiesta, a la más bonita fiesta popular española, como lo vienen proclamando cuantos forasteros la han visitado.
Al día siguiente vuelven las jornadas de trabajo, pero la Cofradía y las "peñas" no descansan, porque el resto del año también se cuenta con ellas para otros menesteres, sea construir carrozas para las fiestas de Septiembre, sea para colaborar en otras manifestaciones populares.
Los sanjuaneros asociados en "peñas" constituyen una fuerza colosal en la sociedad mirandesa.
En el año 1974, las "peñas" sanjuaneras fueron invitadas a participar en las fiestas mayores de Burgos. Un tren especial partía de Miranda a las ocho de la mañana del 29 de junio con 1.500 blusas, mil niños sanjuaneros y más de 300 músicos.
La entrada en Burgos causó asombro y alegría hasta entonces desconocida en la ciudad. Grupos de majorettes, de danzas, Bandas de Música y Fanfarrias, dieron escolta al ejército sanjuanero hasta la misma catedral, donde la multicolor formación fue recibida oficialmente por el Ayuntamiento en Pleno y autoridades.
Los dos días pasados en Burgos sirvieron para que públicamente y por todos los medios informativos, se proclamara que no se habían conocido fiestas en la capital con tanta alegría. San Juan había conquistado Burgos. Y todos pensaban en repetir la experiencia en el futuro. Se vio que faltaba algo en las fiestas de San Pedro y San Pablo y los sanjuaneros demostraron qué era. Tanto es así que, como consecuencia de esta visita, inmediatamente se formó una "peña" burgalesa que lleva el nombre de San Juan del Monte, que en el año siguiente ya participó, como una más, en las populares fiestas de San Juan del Monte, en Miranda.
Unas fiestas populares como las de San Juan del Monte y una Romería de tal importancia a lo largo de los años ha sido obra de numerosas personas, en principio encuadradas en la Cofradía de San Juan del Monte y en las "peñas". Lo importante no son los nombres concretos y personales, preferimos decir que estas fiestas son creación y obra de Miranda, de todo el pueblo de Miranda de Ebro unido.
Miranda, todos a una, año a año, salvando dificultades, superando crisis, con ilusión, entusiasmo, constancia y creatividad ha conseguido crear, mantener y llevar a la cumbre de sus posibilidades a estas fiestas declaradas de Interés Turístico Nacional y reconocidas generalmente por su alegría y participación ciudadana.
Como en todas las fiestas populares vivas, en las de San Juan del Monte se han introducido gradualmente y cuando se ha creído oportuno, elementos que enriquecieran esas fiestas. Unos han persistido por su aceptación popular y otros han desaparecido porque no han contado con la aceptación plena.
En la actualidad (año 1995) a parte de la celebración de las fiestas y romería tradicionales, tiene su originalidad la inauguración de las mismas. La Reina de las Fiestas es la encargada de dar el bombazo que inaugura las fiestas.
La Plaza de España y sus aledaños se convierten, el sábado anterior del domingo de Pentecostés, en un auténtico hervidero humano.
Miles de sanjuaneros se concentran desde las primeras horas de la tarde en el casco viejo de Miranda para ser testigos, como cada año, de la resurrección del bombo, que continuando con la tradición, emerge del Ebro, saliendo de sus aguas para ser trasladado a continuación hasta el Ayuntamiento, desde donde se procede a ejecutar el primer "bombazo" (toque de bombo) por parte de la reina de las fiestas, actos que marcan el inicio de las fiestas de San Juan del Monte.
La tradición se cumple al pie de la letra y los miembros de la Orden del Bombo llevan a cabo el rito de portar el bombo, sacado minutos antes de las aguas del Ebro, hasta el puente de Carlos III, donde se imponen a los dos leones que presiden este puente los preceptivos pañuelos sanjuaneros que lucirán en sus cuellos hasta el final de las fiestas.
Como mandan los cánones, la Reina de las Fiestas es la encargada de dar el primer "toque de bombo" o bombazo desde el balcón de la Casa Consistorial, ante la multitud que abarrota el recinto. Así se inauguran estas populares fiestas en las que participan todos los mirandeses.
El puente de Carlos III, la iglesia de Santa María y la Plaza de España son los tres escenarios que cada año son el arranque de estas fiestas, lugares próximos que durante varias horas reúnen a miles de mirandeses. Desde primeras horas de la tarde, prácticamente todos los mirandeses, convenientemente ataviados con el uniforme sanjuanero transitan hacia el casco viejo para asistir a la inauguración de las fiestas. En la Plaza de España no cabe un alma más y mientras dura el acto es una locura auténtica.
El tradicional grito "¡Ese bombo!" coreado por la multitud multicolor encuentra la respuesta en el bombazo que da la Reina de las Fiestas, abriendo tres días festivos, plenos de colorido, alegría y bullicio que son agotadores.
Miles de personas saltan enfervorizadas en ese momento y la fiesta estalla para continuar toda la tarde y parte de la noche.
Los bombistas de las peñas sanjuaneras, presentes en la plaza, contestan al bombazo de la reina, momento en el que se descorchan cientos de botellas de champán.
La multitud se desparrama posteriormente por el puente de Carlos III, las calles Real Aquende, San Juan y otras muchas llevando los aires de la fiesta a toda la ciudad.
Uno de los actos centrales de la jornada siguiente es la misa solemne que se celebra en la iglesia de Santa María y a lo largo de la jornada se celebra el desfile del Blusa, con el recorrido del itinerario de siempre: Sale del Puente de Hierro, para recorrer la calle de la Estación y concluir en la calle de Concepción Arenal.
El viernes anterior por la noche se celebra tradicionalmente el Festival de la Canción del Blusa, que en 1995 alcanzaba la edición XXVII, acto que es habitual en el programa de las Fiestas de San Juan del Monte.
FIESTA DECLARADA DE INTERES TURISTICO REGIONAL
No es un secreto para nadie que desde que Miranda, representada en sus "blusas" vino en pleno a celebrar las fiestas de San Pedro y San Pablo en Burgos, los burgaleses con su ejemplo, con su alegría festiva, con el estilo mirandés de celebrar las fiestas, salvaron "los sampedros" que llevaban camino de morirse de tedio, aburrimiento y rutina. Desde aquel año comenzaron a revitalizarse las "peñas", a popularizarse las blusas y las fajas y corpiños.
Miranda sabe divertirse. Lo tiene demostrado y ha enseñado a divertirse a Burgos, demasiado serio y circunspecto.
La diferencia es que en Miranda, por ejemplo, durante las fiestas de San Juan del Monte se divierten todos, participan todos, la alegría la comparten todos. En las fiestas de San Pedro y San Pablo de Burgos se divierten las "peñas" y los demás las ven desfilar, son espectadores. Esa es la diferencia.