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PRESENTACIÓN
Este artículo recoge y presenta la historia vivida por una mujer de 49 años llamada Cristina Paloma, que procede de Real de la Jara (Sevilla), pero que en la actualidad reside en Brihuega (Guadalajara), con su marido, su cuñado y su hijo pequeño.
Los sucesos que relata en las páginas siguientes son hechos ocurridos, según ella, durante los últimos seis años. La informante manifiesta una gran sinceridad al narrar sus experiencias y se muestra encantada de que su historia pueda ser conocida por otras personas que puedan comprenderla.
Es importante señalar que goza del apoyo y el reconocimiento de su familia, vecinos y amigos. Todos éstos aseguran que han presenciado acontecimientos que coinciden con los vividos por la protagonista de la historia, y creen firmemente en su realidad y en su verosimilitud. Sin embargo, también es cierto que, en el pueblo de Brihuega, Cristina se ha sentido rechazada por algunas personas que, en muchos momentos, han criticado sus experiencias y descripciones y que han llegado a acusarla de abandono de sus responsabilidades familiares.
Sin embargo, ella se muestra tranquila, porque cree firmemente en lo que le ocurre e, incluso, afirma que en el pueblo quedan aún por suceder más hechos que pueden cambiar las mentalidades incrédulas, según ella, de los briocenses.
Los acontecimientos descritos en este trabajo parten de la extraordinaria curación que vivió su protagonista a la edad de 38 años, y del giro que esta experiencia dio a su vida, hasta entonces tranquila y anónima, de ama de casa y madre de familia.
Las visiones que se sucedieron después, de manera vertiginosa, ocupan la segunda parte del artículo, y en ellas se puede ir apreciando la personalidad de la vidente, pues no sólo narra las manifestaciones reveladas, sino que también va comunicando los múltiples sentimientos que se agolparon en su interior cuando sufrió estos fenómenos.
La narración aborda también las apariciones vividas en presencia de otras personas, incluida la familia, que ha sido partícipe de una experiencia onírica compartida con Cristina.
Por último, tras el relato de sus nuevos encuentros con Cristo bajo distintas apariencias (mendigo, mariposa...), podremos saber sobre los secretos que el Señor y la Virgen han compartido con la vidente y que ella espera que sean revelados cuando sus inspiradores crean conveniente.
Es éste, por tanto, el relato de un tipo de fenómeno -la videncia- que sigue manifestándose en múltiples lugares del mundo y que debe llevar a la reflexión sobre la importancia del hecho religioso y de sus relaciones con lo paranormal, que siguen dejándose sentir de forma clara en la vida de los hombres de todas las latitudes. Se puede dudar de la "veracidad" empírica de las apariciones que se cuentan más abajo, pero no del convencimiento de la informante en su "realidad", no se debe olvidar que este tipo de hechos y de relatos están íntimamente ligados a la experiencia cultural e histórica del ser humano.
1. LA CURACIÓN
Yo, hace once años, el día 29 de enero, me caí aquí en mi casa; tuve una caída muy mala, me quedé muy mal, incluso temiendo quedarme en una silla de ruedas. He estado nueve años llena de dolores, pero con unos dolores terribles. A mí, mi marido me tenía que dar de comer y me tenía que vestir y levantarme y acostarme.
Después salía a comprar y, cuando llegaba a mi casa, soltaba la compra y me tenía que sentar porque mi cuerpo no podía más. Y el doctor Paniagua, el doctor Flores, la doctora Ramiro, el doctor Pimpinela, el doctor Vidal, todo nombres, nombres te doy que han estao conmigo y me han llegado a decir que no me podían hacer nada. El doctor Paniagua me dijo: "Ha sido una caída de mala leche, y la medicina en tu cuerpo no puede hacer nada porque no se puede operar, no hay un desgaste de huesos para poner una prótesis sino que esto es una deformación que se te ha hecho en la caída, se dio la columna la vuelta". Los médicos estaban asombraos: "¿Cómo puedes andar o estar de pie?". Entonces le dije a mi marido: "Yo me quiero morir, porque no puedo vivir". Me estaba quedando como un vegetal. Entonces me dijo mi marido: "Eso nunca. Entre los chicos y yo se llevará la casa adelante y tú también; pero eso no lo vuelvas a decir más".
Eso es duro. Lo que pasa es que esto, como la gente no lo sabe, claro, pues quien me ha conocido y sabe lo que he pasao. A mí me ha dicho la gente: "Pero, Cristi, ¿cómo puedes bajar las escaleras?". Y han subido a mi casa y han dicho: "Hija mía, cómo tienes todo, ¿cómo puedes limpiar?". Digo: "No sé. No sé cómo puedo limpiar, que me cuesta mucho trabajo". Que a mí me quitaron todo, me quitaron fregar, quitar el polvo, coser, planchar, el hacer las camas, me quitaron todo y yo me sentía con 38 años, hecha un vegetal. Dije: "Yo no me puedo quedar así; tengo mi marido, mi cuñado vive con nosotros, mis hijos...". Me dijo el médico: "Es igual, ellos que se hagan sus camas cada uno y que hagan cada uno lo que puedan; pero tú no lo puedes hacer". Entonces, viendo que a mí no me podían hacer nada, porque a mí hasta me daban ultrasonidos, me daban masajes, me daban rehabilitación... Me iba todo fatal, iba a peor.
Entonces me enteré de un curandero, el de Gárgoles. Entonces cuando yo entré por la consulta, a este chico se le empezó a torcer el cuerpo. Yo, hoy me ves derecha, pero mi cuerpo era éste [pone un gesto de cuerpo torcido]. La columna había tirao de la cadera y me había sacao la cadera de su sitio. Entonces yo fui y cuando entré por la puerta me dice este chico y cuando le vi torcido le dije: "¡Anda, si tú estás como yo!". Y dice: "No, éste es tu cuerpo". ¿Y tú sabes la impresión que da? ¡Cómo aquella persona se está desfigurando como tú estás! Y yo dije: "¡Madre mía de mi vida!". Es que es como para escribir un libro. Me dijo este chico: "A ti te han visto cinco médicos. Están siempre los cinco médicos contigo. Te han dicho que no tiene solución". Digo: "Sí". Me dijo todo lo que los médicos me habían dicho y le dije: "Oye, si tú no me conoces ni yo a ti tampoco, ¿quién te informa a ti de tanto?". Y me dijo: "El" y me señaló el Corazón de Jesús y me dijo: "El".
Entonces, pues, una persona que está tan mala y encima ves a una persona que no conoces y te cuenta esto, te agarras como a un clavo ardiendo porque tú dices: "¡Dios mío de mi vida! ¿Qué es esto? ¿Cómo sabe esta persona tanto?". Bueno, pues a raíz de ahí yo estuve bajando a él, y en el año 93, bueno a los veinte días de bajar allí abajo (a mí me tenía que acostar y levantar mi marido que yo no podía) pues, me entero de él, llamo por teléfono, me sube el número y bajo, y a los veinte días voy a Guadalajara otra vez -porque cada tres semanas, todos los meses me volvían a hacer otra vez dos o tres radiografías para ver cómo iba yo, aunque lo único que dijo el médico es que a peor sí, pero a mejor que yo nada, que de ninguna de las maneras. Entonces, cuando llego allí, pues estaban los médicos ya preparaos, porque me mimaban. Tengo que decir que me mimaban. Y me dicen: "Venga, no subas andando a la planta de radiografía, que te suba el camillero". Me subí a la camilla, acostada y todo, y entonces me la hacían, me daban la radiografía, y yo me la bajaba al médico otra vez. Y cuando llego, estaban todos esperándome. Llego con la radiografía, me visto y cuando salgo me dice: "Pero, hija. ¿Qué te ha pasao en la espalda?". Dije: "¿Otra cosa más?". Yo me asusté: "¿Otra cosa más?". Dice: “No. ¡Qué evolución ha tenido tu espalda! ¿Quién te ha tocao?”. Y entonces yo le dije: "Pues mire. Yo estoy en manos de un curandero". Y me dijo: "Yo, en tu puesto, hubiese hecho lo mismo, porque la medicina aquí no puede hacer nada".
2. DESCUBRIMIENTO DEL PODER DE LA VIDENTE
Así he estao hasta el año 93. Bueno, yo he estado bajando allí hasta hace 2 años. En el año 93, estoy un día allí, y bajé con una ciática que me dio de todo. Y me terminó de dar el masaje en la espalda, y él se volvió de espaldas a coger una silla que tenía pequeñita para cogerme la pierna, darme el masaje en la pierna; y en ese momento, me tocaron la espalda. Sí, aunque suene fuerte, esto es así. [¿QUIEN TE TOCO EN LA ESPALDA?] Jesús. Entonces yo hice así: "¡Ay!". No me dio tiempo a hablar y él volvió otra vez de segundas donde yo tenía todo el daño. Entonces me puse en cruz. Y grité: "¡Dios mío, ¿quién me ha tocao?”. Y entonces me dijo este chico: "Cristi, te ha tocao Jesús". Y le dije: "No puede ser, no puede ser". Te puedes dar una idea de lo que es. Entonces me dijo: "Sí, porque me ha dicho que no te quiere ver ni con dolores, ni coja, ni como estás". Digo: "¿Te lo ha dicho?". Dice: "Sí. Y tú no vas a tener dolores. Lo que tienes te lo va a quitar". Efectivamente, así he estao allí y ha ido muy despacito todo, muy despacito. Pero yo he estao bajando durante nueve años hasta que me dieron los mensajes y ya un día me dijo: "Pero si es que yo no te puedo hacer na. Tienes más poder que yo". Y yo no me lo creí. Yo le dije que no era verdad y me dijo: "Sí, porque si las personas que han venido aquí hubieran tenido la mitad de la fe que tú tienes, la mitad, habían salido con las muletas...".
3. VISIONES
Claro, yo, ante eso, me vine a casa y sentí... bueno, pues que, no sé, una alegría inmensa, pero al mismo tiempo una responsabilidad muy grande. Porque no te viene de la gente de la calle, te viene de quien te viene. Y, bueno, pues seguimos así y, en el año 93 me pasa esto, en el 94, al año justo, pues una mañana, era miércoles, y me disponía, eran las 9,15 de la mañana; no me había duchao y me disponía yo a ducharme, iba en pijama, termino mi desayuno y me meto para el pasillo para ducharme, y al llegar a la puerta del cuarto de baño, me dejaron clavada en el suelo y el cuerpo mío se mueve muchísimo (yo en cuanto estoy de rodillas mi cuerpo no lo puedo sujetar, es una velocidad la que tiene tremenda). Entonces yo, cuando vi que mi cuerpo, yo no podía ni andar ni para atrás ni para alante ni nada, empecé a decir: "¿Qué me pasa?. Pero ¿qué me está pasando? Si yo no me mareo...".
Yo pensé que estaba hablando con alguien, pero estaba hablando sola y yo dije: "Pues ¿qué es lo que me pasa? Si yo no me mareo, si he desayunao bien". Entonces me puse en cruz y dije: "¡Dios mío, qué me pasa!". Me vuelve la cabeza y ahí justo, en la silla donde está el cenicero, delante estaba ahí de pie. Estaba Jesús de pie. Entonces yo me quedé mirándolo, me extendió las manos. Es de lo más guapo que te puedas figurar. Es un hombre guapísimo, porque es que tiene una cara guapísima. Me sonrió y me extendió los brazos y se fue. Entonces, cuando a mí se me pasó (claro, porque en esos momentos entras en trance) entonces yo dije: "¡Dios mío! ¿Qué es lo que me ha pasao?] Pero si es que he visto a Jesús de Medinaceli".
Yo siempre he tenido mucha fe al Gran Poder. Yo, en Sevilla, he tenido mucha fe al Gran Poder y a la Macarena, mucho; de siempre, desde muy niña a mí me ha tirao mucho el hábito ese morao. Y entonces dije: "Esto no puede ser, Dios mío. ¿Cómo voy a ver yo a Dios? ¡Dios mío, pero que es que era Dios! Es que yo he visto a Dios". (...) Me dejó la mente en blanco. Yo me duché, salí cantando de la ducha; pasaba por ahí y no me daba miedo para nada porque no me acordaba de nada. Entonces puse la comida, recogí la cocina y, esto sobre las 10,15, y yo venía con el trapo del polvo, la mopa y el cepillo en la mano para arreglar las habitaciones y la casa, cuando me deja clavada justamente detrás de la butaca. Yo suelto contra la pared el cepillo y la mopa y el trapo del polvo lo llevaba asín, en la mano cogido, y lo dejé caer, la mano en el respaldo de la butaca. No hice na más que dejar caer la mano, se me dio, Isabel, el brazo la vuelta y se me puso el codo aquí, sin dolor de ninguna clase. Y quiso El que viera el manto de su madre que estaba en el suelo. Entonces yo pegué un chillido muy fuerte y me quise ir a la calle porque me asusté. Es que yo ya dije: "pero ¿qué es lo que me está pasando? ¿Cómo es que ha venido?". Sé que es él porque sé que era Dios. Y me quería ir, pero no podía. Estaba pegada en el suelo, clavada y el cuerpo ¡con una fuerza! ¡y las manos! Las manos a la frente y al pecho, to'l tiempo. Y yo decía: "No me hagas esto a mí. No me hagas esto a mí que yo estoy sola y me da miedo. ¡Que me da muchísimo miedo! No me lo hagas". Me volvió la cabeza y estaba aquí. Dije: "¡Dios mío!". Pero las manos sin poderse soltar (entrelazadas), las manos no se soltaban, Entonces yo dije: "Esto no puede ser, no me hagas esto a mí; por favor, que yo estoy sola y me da miedo". Pues yo no me podía mover.
Vino la segunda vez y yo exclamé: "¡Los cristales!". Aún pensando yo que se iban a romper los cristales y que se iba a cortar; tú fíjate. Y la tercera vez ya no me dejó hablar. Me cerró la boca y él se quedó aquí y yo ahí y desde ahí estuve hablando todo el tiempo y estuvo conmigo y estuve con él durante veinte minutos más o menos y luego se fue. [¿Y de qué hablaste?] "Cosas". [¿No se puede contar?] "No".
Estuvimos hablando. Si algún día tengo permiso, lo hablaré. Entonces, bueno, pues yo ya vine, le dije: "No te vayas, no me dejes aquí". [¿Son cosas que van a suceder o son cosas de tu vida?]. Eran cosas que yo le pregunto a El cuando la estampa que yo tengo de El. Y yo le preguntaba cosas en la estampa antes de pasarme nada, y entonces se conoce que cuando vino dijo: "Si tú en la estampa me quieres, y me quieres tanto como me estás demostrando todos los días, y me besas tanto y me abrazas tanto, si me ves, tú fíjate hasta dónde no vas a llegar". Pero todo lo que le estaba hablando a El en la estampa, me lo estuvo recordando aquí.
Estuvo, pues, como veinte minutos. Había un silencio en mi casa sepulcral. Aquí no se oía nada, aquí ni una mosca. Yo no oía el reloj, yo no oía nada, yo na más que le oía a El. Y cuando El se quiso ir, le hicieron así los ojos [Hace un gesto con los ojos hacia arriba] y yo le dije: "No te vayas". Claro, a mí ya no me daba miedo. Yo ya lo que quería era tenerlo, pero me dijo: "Ya me has visto bastante".
4. CONTINUAN LAS VISIONES
Esto en el 94. Esto me pasó en septiembre, el 17 la primera vez y el 27 de septiembre la segunda. Pero al año justo. O sea, lo que va del 17 al 27, esos días. Y luego, pues, en el 96 me pasaron muchas cosas fuertes. Sí, porque si una es fuerte, otra es más.
Se me apareció en la habitación mía; una noche, en la puerta de la habitación. Yo estaba con mi marido. Mi marido roncando como un tronco. Pero yo lo vi en la puerta de la habitación. Estaba todo oscuro; le salían dos luces tremendas de los ojos, tremendas; me sonrió y entonces, yo le dije: "¿Cómo comprendes tú que después de yo ver esto me voy a poder dormir? Yo no me puedo dormir". ¡Pum! Me hizo la cabeza así, hasta por la mañana y luego me despierto otro día, estaba dormida y tengo la mano izquierda fuera de la cama y me tiene la mano cogida. Esto lo sabe D. Ángel [Es el párroco del pueblo] porque se lo he contao. Como le dije: "Ahora a su elección lo dejo. Que me quiere creer, bien; que no, me da igual. D. Ángel me dijo: "cuando quieras vienes, que yo te sigo escuchando. Porque si El viene es porque quiere algo de ti".
Me tenía la mano cogida y entonces yo le dije: "Esta noche ¿qué pasa, que no me vas a dejar dormir?". Y en aquel momento El empezó a soltar la mano despacio, despacio, despacio, y luego cuando al día siguiente me levanto yo, me pesaba la mano y yo le dije: "Es que me tenías que haber dejado la mano señalada en la cara, pero no aquí que tengo que fregar, tengo que meterla en lejía...". Hablaba yo con El porque yo hablo con El como contigo. O sea, con una naturalidad que diría la gente, "habla eso porque está medio tonta".
Yo no estoy tonta ni depresiva, ni estoy loca; yo soy una mujer normal y corriente. Lo único que pasa es que me están pasando cosas muy fuertes, que me están pasando y ahí están, claro. Y bueno, yo luego ya cuando supe lo que era y quién era pues a mí ya no me dio miedo para nada. El pues si viene y me lo encuentro sentao, pues porque El se sienta, y no te creas que es que la gente se piensa que siempre está como en Espíritu, yo lo he visto al natural. El tiene su melena que le descansa en los hombros; tiene la capa morada que le sale de aquí, de los hombros como si fuera una trabilla metida aquí en la capa pa que no se le caiga; o sea, viene normal, como un hombre; o sea, se te presenta con el hábito. Porque el hábito no sé si sabrás que ése se lo hice yo y con ése se me ha aparecido. Ese lo estrenó en el año 96 (...) Yo le dije: "Tú sabes que mi traje es muy humilde, mi traje no tiene nada, no lleva oro ni plata, ni lleva nada; lleva el trabajo de las manos y el cariño". Y con ése está El muy orgulloso y piensa la gente que es una tontería.
5. CRISTO LE PIDE QUE CUENTE LO SUCEDIDO
Y luego me pidió que lo que me estaba a mí pasando, que El me estaba dando, yo lo tenía que contar. Y le dije que yo no iba a contarlo, que yo no me podía meter en un pueblo, y se lo dije, y palabras textuales: "En un pueblo que hay poca fe no me puedes hacer esto porque no me van a creer y yo no quiero hacerlo". Y El no me dijo nada.
Pero al día siguiente, muy madrugador (porque El siempre... antes era por la mañana, ahora me pasa a cualquier hora del día) pues dijo que lo tenía que decir. El segundo día le volví a decir que yo no lo decía. Y, al tercer día que vino, me dijo: "Lo que te pasa lo tienes que contar". Y entonces le dije: "Ayúdame, que con tu ayuda haré todo lo que sea. Sola no puedo, pero con tu ayuda, sí".
Y bueno, pues me tiré al ruedo, como se suele decir. Me tiré al toro y lo empecé a contar todo lo que me estaba pasando. Empecé a contarlo en una reunión del cura. Yo, cuando menos me esperaba que me lo iba a pedir, cuando más tranquila estaba, pues entraba con una persona, y esa persona dijo estas palabras: "No sé a qué venimos aquí, si a El no lo hemos visto". No tenían sentido las palabras, ¿a que no? No tienen sentido las palabras porque si tú quieres ir a la reunión, vas, pero que tenga sentido de decir eso, no. Pero El la eligió y dijo: "Tú, que tienes poca fe y crees poco, te van a salir estas palabras". Porque El coge a la gente y le pone en la boca todo lo que tiene que decir cuando El cree oportuno y cree el momento que esa persona le tiene que hacer lo que tenga que hacer.
Entonces yo contesté: "Tú no lo has visto, pero yo sí. En mi casa se me ha aparecido y no una vez, unas pocas veces". Todo el mundo me escuchó. Ahí no habló nadie. La única que hablé fui yo. Y de ahí, esto fue en el mes de octubre, eso tomó transcendencia. Dije yo: "¡Dios mío de mi vida, lo que se me ha venido encima!". Porque de ahí, hasta quitarme la gente el habla y mirarme cuando pasaba y se reían. Yo, ya te digo que yo llegué a decir: "Tierra, ábrete, trágame porque yo esto no lo puedo soportar".
6. REFLEXIONES DE LA VIDENTE SOBRE LA REACCION DEL PUEBLO
Pero hoy me doy cuenta que mientras más he sufrido, más le he tenido a El; más cerca lo he tenido, más cerca lo tengo, y más me ha ayudado. Y no solamente me ayuda a mí para que yo ayude también a los míos, sino también para que ayude a los demás, y esto es muy grande. Esto es muy grande, sí, por lo que sea no lo sé. Lo que pasa es que es muy difícil, porque hay mucha gente, hay muchos profetas falsos que vienen: "y yo he visto, yo tengo, yo hago...", y nos sacan dinero. Unos que vienen a quitar la fe, la poca o la mucha que haya; vienen a quitar la fe porque, claro, porque si llega una persona y dice: "Pues, claro, yo tengo una gracia en las manos que las pongo y curo.". Es que esas cosas no son así, porque lo que yo tenía en las manos, yo jamás he salido a la calle a decir: "Oye, yo te...". A mí nunca me lo ha oído nadie decir. Y ahora me enorgullece que me grabes porque yo estoy abierta a hablar; de hecho, me encuentro muy feliz, y creo que esto, pues que lo sepa más gente es importante, pero muy importante.
7. APARICIONES EN PRESENCIA DE OTRAS PERSONAS
Pues, a raíz de todo esto, el año pasado, ahora en noviembre ha hecho un año, estábamos en el cementerio el día de los santos; estábamos rezando el rosario y estaba con mi cuñada y con mi hijo José Manuel; estábamos los tres en la tumba de mi suegra, un montón de gente en el cementerio, y llegamos y resulta que las manos mías es que se me iban [Las puso en actitud de implorar al cielo], y yo no quería ponerlas así porque no quería dar notorio y yo quiero pasar desapercibida, no llamar la atención en ningún sitio.
Entonces tenía las manos así y la cabeza pa 'rriba, y yo la cabeza quería bajarla y las manos soltarlas, pero que no podía. Digo: "Parece que me va a caer algo del cielo". Y sí me cayó. Mira, de la parte del campanario vino una nube, pero una nube que no era negra sino agrisada, como si fuera humo espeso, pero preciosa, era preciosa y con una velocidad... y me solté y dije: "¡Cómo corre eso!". Es que yo no sabía lo que era.
Cuando se me paró entre la capilla del cementerio y la tumba de mi suegra. Entre la capilla y un árbol de esos que hay allí raros de unos seis o siete metros, se me para la nube enfrente de mí, y yo no podía bajar la cabeza porque no me lo permitían, y parece tontería, pero a mí no me lo permitían. Cuando en aquella nube, que era una preciosidad, se me aparece la cara de la Virgen y digo: "Madre mía, pero ¿qué quieres?". Me asusté muchísimo porque creí que a alguien de mi familia le había pasao algo, y dije: "Dios mío. Virgen Santísima, ¿qué quieres?". Todo el mundo rezando, y yo hablando con la Virgen.
Entonces yo me quedé, no sé, no sé, y se fue. Bueno, a mí me entró un frío, un sudor, una cosa que dije: "Pero Dios mío, ¿qué es lo que ha pasao, qué nos va a pasar?". Y era el día 1 de noviembre. Porque te entra un ansia tremenda de saber qué quiere. Pues termina el rosario (...). Cuando me quedé sola, vienen dos nubes preciosas, y la salida mía fue: "¿Otra vez?". Te quedas, mira. Se abren las nubes y me baja una cruz blanca. Eso era una maravilla, pero una preciosidad.
Yo no vi ni manos ni cuerpo ni nada. Bueno, luego vi el cuerpo, porque me presentaron la Santa Hostia delante de la Cruz en el centro. Yo no sé dónde estaba yo, ni nada, porque ahí se entra en trance, y yo sé que lo que vi fue una maravilla. Cuando se fue, es como algo que sale de mi cuerpo y me quedo hueca. Sí, yo digo que si será el espíritu, que será lo que le interese a El, porque tampoco lo sabemos y me quedé como hueca. Y me puse a llorar.
Me dice la Paqui, "la Pernalera", que estaba al lado: "Cristi, ¿qué te pasa?". "¡Ay, Paqui! ¡Lo que he visto!". "Pues, ¿qué te ha pasao”. Y cuando se lo conté, dice: "Alabado sea Dios, ¡qué cosas más fuertes te pasan, hija mía!". Digo: "No sé lo que pasará, pero hoy la Virgen y la Cruz, el Cuerpo de Cristo; ¿qué va a pasar?".
Bueno, desde allí me subí a San Felipe a oír misa y le pregunté: "Padre, yo no le puedo preguntar a nadie, ni aún al cura qué es lo que yo he visto, porque tampoco el cura me lo sabe decir, no sabe". Al día siguiente, el domingo, me voy a misa otra vez, y le pregunto: "Padre, dime lo que yo vi, porque qué es aquéllo, es que yo no lo sé; he visto una Cruz, a tu Madre, te he visto a ti; pero, ¿qué significa, qué va a pasar, va a pasar algo malo? Dímelo". Nada.
El domingo por la tarde me voy otra vez a misa con el ansia de saber y me dijo: "No. Hasta que yo no crea conveniente, no te vas a enterar". Y no me lo dijo. Pero el lunes, en Santa María, en el momento de la consagración, estoy allí y me dice: "Lo que viste significa ésto". ¡Me entró una alegría, una paz, un bienestar! Y yo dije: "Gracias Dios mío, gracias". Llamé a mi hijo a Zaragoza, que había ido a ver a Laura. Y yo: "Laura, hija mía, mirad lo que me ha pasao". Y dice mi hijo: "Mamá, ¡qué fuerte!". "Sí, hijo mío". Entonces mi hijo le comentó a Laura: "Yo creo que lo que ha visto mi madre es que yo voy a tener un accidente". Dice ella: "anda, anda; ella lo ha visto y ya está". Todavía cuando hablé con ellos no sabía yo lo que significaba.
8. REACCIONES DE LA FAMILIA
A partir de ahí, te digo que ha hecho dos años. Yo le dije: "Tú no pienses nada de eso, porque El nos protege, y cuando nos tenga que pasar algo ya vendrá porque somos mortales y ya está". Bueno, pues mis hijos lo llevan todo muy bien, me apoyan muchísimo; tengo el apoyo de mi familia; mis hijos me comprenden, de hecho ellos, lo mismo uno que otro, han visto. Ellos y mi nuera han visto la transformación de mis manos; se me ponen igual que las de Jesús sin clavos; se me ponen igual que las que tiene el Cristo de Medinaceli, se me quedan de una forma especial: frías y blancas.
La primera vez que me pasó estaba con Laura aquí, y me dijo: "Tengo un dolor de tripa...". Digo: "Anda, ven pa'cá que siempre te pasa algo". Y le puse las manos, y se relajó muchísimo, que hasta sueño le entraba. Digo: "Anda, que eres una dormilona". Y de buenas a primeras, empezó ella a gritar. Esto fue a la 1,30 de la noche. "¡Tus manos, tus manos, tus manos!". Y me las tocaba y me decía: "¡Que no son tus manos!". Me dio un miedo verme las manos y dije: "Laura, déjame. Vamos a la cama, hija mía, vamonos". Nos fuimos a la cama y le dije: "Ayúdame a dormir, porque si no, esta noche no voy a poder". Se me cierran los ojos y al día siguiente pues ella se lo contó a mi hijo Ángel.
Otro día, cuando bajaba a comer, en este cojín (porque en este cojín se me aparece mucho; entonces ellos saben que este cojín, cuando ellos se echan aquí lo tienen que quitar, se puede tocar pero no poner los pies).
Acaba mi hijo de comer y le digo: "Ángel, a ver lo que ves en el cojín". Y bueno, dice: "¡Madre mía, qué fuerte!". Estaba Jesús. Perfectamente lo vio. También lo vio mi hijo pequeño. Estaba un día el pequeño estudiando en el cuarto de estar y me bajé a misa. Entonces mi hijo pues fue a salir, no sé si iba a la nevera a tomar la leche o algo. Desde su habitación a la mía vio al Espíritu de Jesús cómo se cruzaba de su habitación a la mía, y dice que era una luz preciosa. Dice: "Me dio miedo. Cerré la puerta". Le dije: "No lo hagas más. Ponte de rodillas y le dices que qué quiere, que El te contestará".
A mí, ahora ha hecho tres años, me pidió la Virgen que tenía que rezar los rosarios los miércoles y los viernes. De hecho, estaba aquí Sonsoles y otras que se habían ido ya. Acabábamos de rezar el rosario, que es a las cuatro, y me pidió de viva voz que siguiéramos rezándolo. Dijo: "El Santo Rosario, -los miércoles y los viernes". Y estuvo como diez minutos pidiéndomelo, y yo diciéndole: "Que te quiero ver. ¿Dónde estás, que te quiero ver? Pero ¡que te quiero ver!". Bueno como un ansia... De verdad, me gustaría que le pasara a todo el mundo algo como un ansia de cogerlas, de tenerlas, y entonces, pues recé aquí en casa los rosarios porque fue petición de la Virgen.
9. ENCUENTRO CON CRISTO BAJO LA APARIENCIA DE UN MENDIGO
Y, luego, pues hace dos años, resulta que te voy a contar una cosa que es preciosa. Resulta que en el 94, cuando El se me aparece a mí, bueno se me aparece en el 93, pero en el 94, el mes de julio vine yo un día de comprar. Yo, cuando muchas veces vengo cargada, le digo: "Cari, ¡ojo cómo pesa!". Y me sale como una luz en la pared; yo subo las escaleras con una fuerza tremenda. Esto son energías que me da para subir. Pues yo llego de comprar, y la puerta de abajo de la calle, cerrada. En el portal, ni un ruido; silencio, silencio, silencio. Llego aquí; abro la puerta, suelto las bolsas en la cocina, cierro la puerta y me tocan el timbre. Digo: "Si no ha venido nadie detrás de mí". Y veo a un hombre y me dice: "Vengo pidiendo".
Llevaba una chaqueta a cuadritos; el pelo le caía en los hombros, los ojos azules: era guapísimo; pero ¡una bondad! ¡una dulzura! Y le digo yo: "No tengo dinero, pero comida la que quiera, la compartimos". Y le digo: "Pues ahora mismo te pongo un bocadillo". Y cierra la puerta, "que está la vida muy mala". Me meto pa'dentro y le pongo el bocadillo. Pero a mí los ojos me lloraban; mis ojos lloraban. Y salgo y le doy el bocadillo y le digo: "Ahora te sientas en la escalera y te lo comes, porque hay muchos que lo tiran". Pero era una dulzura... que a mí, con tanta gente que llega a la puerta, no me ha pasado eso nunca. Me meto para dentro y me asomo por la mirilla, y está así como ofreciéndoselo a alguien. Me meto pa'dentro y le pelo no sé si era una naranja o dos manzanas. Y antes de salir yo, ya estaba en la puerta otra vez. Cuando abrí se sentó otra vez. Se termina aquello, y le pongo un vaso de café con leche. Y ya se iba a ir y le digo: "Mira, tantas veces como quieras, tienes hambre y vienes, que de lo que tenga yo, lo comparto". Y me dijo: "No. De eso nada". Esto, en el mes de septiembre.
¡Tú sabes la impresión que me dio a mí, Isabel, cuando se me aparece a mí en septiembre y le veo la cara, y era el hombre que yo había tenido en la puerta! Hoy tengo un remordimiento por no haberlo dejao pasar... Pero cómo le dejaba pasar. Esto me pasa a mí en junio, y el 27 de septiembre se me aparece aquí. En cuanto le vi la cara dije: "¡Dios mío!". Y cuando se fue, dije: "Pero, si esta cara la he tenido ya delante". Porque la cara no cambia. A El le cambian sus vestiduras. Claro, que a la puerta vino como un hombre normal vestido, pero aquí... Le dije: "Pero soy tan inútil que ni te conocí". ¡Cómo iba a imaginarme yo que era El!
Por eso, cuando llega alguien a la puerta, no me gusta decirle que no, porque es que digo... "Ya se me ha aparecido en una mariposa preciosa en la iglesia. Entonces yo no puedo decir a nada que no, porque no sé cómo se me aparece, no lo sé. Nadie ha podido ver una mariposa tan preciosa como ésa".
10. APARICIÓN BAJO LA FORMA DE UNA MARIPOSA
Habíamos limpiao la iglesia y resulta que, cuando salíamos, pues hicimos la limpieza gorda, pero luego, ya de lámparas para arriba, ya eso ya no se había hecho. Digo yo: "En esa lámpara debe de haber una cantidad de mierda...". Pero de esos brazos que están pegados a la columna del Cristo yo miré allí. El me dio la respuesta.
Esto eran las seis menos veinte, cuando subíamos de Santa María. Y digo: "pues yo tengo que bajar a misa".Me lavé un poco, me tomé un café, y otra vez pa'bajo. Pues llegué al rosario, rezamos el rosario y empecé la misa y, en el momento de la consagración, se me aparece de la columna que está en el banco donde yo me siento, pues de una de las lámparas que es de brazo, pues empieza a salir humo, y la que estaba sentada conmigo lo vio. Y digo: "Dios mío, ¿qué es esto?". Y dice la otra: "Anda, eso es que está ardiendo algo". Y digo: "No, no. No está ardiendo nada". Pero lo dije con tranquilidad, no de estas veces que te pones nerviosa. Mira, tenía el cuerpecillo en redondo, era más grande que mi dedo; las alas todas doradas y entró en la cazuela de la lámpara y hacía un movimiento con las alas y sacaba el polvo que había.
Entonces ya me viene: "Esto es lo que hay, hija". Y yo digo: "No me digas. Padre, que te has metido, te has convertido en una mariposa para que viera la mierda que había en la lámpara". Y se me quedaba mirando, y yo eclipsada mirándolo, y digo: "¡Madre mía de mi vida!". Unas alas que eran preciosas, porque el cuerpecito era todo dorado con una raya y las alas transparentes.
11. EL HIJO Y ALGUNAS VECINAS VEN AL CORAZÓN DE JESÚS
Como sé que se te puede aparecer en lo que quiera, pues yo ya me da, veo una mariposa o otra cosa, y soy incapaz de matarla ni de hacerle daño porque sé que se te puede aparecer de muchas maneras.
Y luego, en octubre, el día 1, era martes y había venido mi hijo del instituto; estábamos comiendo, y eran ya pues las cuatro y cuarto cuando terminamos. Veníamos ya para afuera y venía yo limpiando un cenicero con un paño blanco para ponerlo aquí. Y al llegar allí, dije: "¡José Manuel! ¡El Corazón de Jesús!". Digo: "José Manuel, ¿qué ves?" Dice: "Lo que tú: el Corazón de Jesús".
Estaba el Corazón de Jesús aquí, y el corazón aquí arriba, sólo el corazón, pero así de grande. Se lo dije a D. Ángel. Eso imponía. ¡Qué latidos pegaba! Entonces yo llamé a las vecinas, y subieron y lo vieron. Bueno, eso fue una procesión. ¡Cómo lloraban! ¡Cómo lloraba la gente!". Pero, "¡Dios mío. Corazón de Jesús, con lo que te queremos!". "¡Ay, Dios mío, gracias a Dios que te estamos viendo!". Le decía una hija a su madre: "Madre, madre, ¡lo que estamos viendo!". (...) Bueno, entonces yo me puse de rodillas, porque me estaba pidiendo que cogiera el corazón, y me decían: "No toques el cojín, que se va". Digo: "No, si es que me está pidiendo que lo coja y le dé un beso". Entonces yo cogí el cojín y lo estaba elevando despacio y decía: ¡Mirad qué hermosura! ¡pero qué hermosura lo que tenemos!". Era una cosa como flotando; era una cosa que yo no lo puedo explicar lo que yo sentía. En ese momento se iluminó todo el cojín y se apareció el Corazón de Jesús todo en color aquí, todo en color. Pegaron un chillido; ellas pegaron un chillido y yo me abracé a Angelines. "Angelines, ¡qué fuerte lo que me pasa!". La Angelines, con unos nervios que no se tenía. Bueno, esto el día 1 de octubre y el día 6 se apareció en la madera. Se iluminó toda la madera de arriba abajo, y allí están los ojos de él, en la madera están los ojos de él. Se ven perfectamente.
12. PREDICCIONES Y VISIONES DE LA VIRGEN
Estaba hablando por teléfono, era domingo. Me volvió la cabeza, se iluminó, pegué un chillido y me dijo Alicia: "Cristi, ¿qué te pasa?". Digo: "El Corazón de Jesús". Porque cada uno viene vestido y les conozco; me pasa como a la Virgen que se me ha aparecido la Virgen de la Peña, que lleva tres años apareciéndoseme en la procesión. [Yo había oído que habías predicho lo de las lluvias del día 15 de agosto]. Sí, lo dije antes de que llegara lo de ese año. Esto hace tres años y dije: "Vais a conocer en Brihuega lo que no habéis visto nunca el 15 de agosto". Y me dijeron: "¿Y qué es?". Digo: "Tiempo al tiempo". Y ese día ya la Virgen te acordarás que no pudo salir; al año siguiente llovió y este año ha llovido. Está muy disgustada.
A mí la Virgen me ha hablado cuando me pidió los rosarios; luego, hablarme, hablarme para pedirme...viene con distinta vestimenta, pero es la misma Virgen. En Zaragoza, me tuve que ir a Zaragoza, me llamaron. Sí, hace dos años fuimos también; vinieron mis amigas conmigo y me dijeron: "Cristi". Yo les dije: "Mirad lo que me ha pasado, me ha llamao la Virgen del Pilar".
Bueno, pues igual, yo estuve hablando con Laura aquí para enero y me dijo: "¿Cuándo vas a venir para Zaragoza?". Y dije: "Yo, pues para octubre, que sale una excursión al Pilar". Y en febrero me pide la Virgen que vaya allí, a Zaragoza (...). Le dije a Laura: "Tengo que ir a Zaragoza". Y me dice: "Ya era hora de que te decidieras". No, si no me he decidido. Es que me lo ha mandado la Virgen del Pilar".
Tú no sabes cómo lloraba ella, cómo se emocionó. Dice: "¿Te ha llamao la Pilarica?". Digo: "Sí, me ha llamado la Pilarica". Y fui el día 22 de marzo. Allí se me apareció en el reclinatorio, que es blanco. Y entonces me quedé muy sorprendida, porque yo sabía que tenía que ir, pero no sabía que se me iba a aparecer. Y luego, pues estuvimos dando una vuelta, oímos misa, confesamos y dimos una vuelta por toda la Basílica; Laura nos explicaba los hechos que había..., los milagros. Entonces ellas se quedaron viendo un cuadro de un milagro, y a mí me separaron del grupo. Y entonces yo me fui de rodillas delante de la Virgen.
En aquel momento la Virgen sí me habló, y me dijo que me tenía que dar un mensaje. Pues te puedes suponer cuando te vas de rodillas, que crees que te vas por tu propia voluntad y no, sino que te llevan. Entonces, yo voy y me pongo de rodillas, y estoy así, y en aquel momento baja la voz de la Señora y me dice: "Tengo un mensaje que darte". A mí me entró una cosa por dentro que yo me quedé sin aire, sin respiración dije: "¡Dios mío de mi vida! pero ¡qué es esto!".
Yo no me lo esperaba, y ya me levanto de allí y a Ana, la madre de Luis, pues le entró un dolor de cabeza muy grande y dice: "¡Qué mala estoy!". Yo dije: "Ana, ¿de verdad que te encuentras mal?". Me entró una angustia, porque te acompaña y... Nos sentamos junto al Santísimo, y yo le puse la mano en la frente, y, a los diez minutos no tenía dolor ninguno. Ella dijo: "Se me ha quitao"'. Vamos a rezar un rosario aquí en el Santísimo. Rezamos el rosario y, estando rezando el rosario, Laura se desmayaba, sudaba, las manos le sudaban y llega aquí a casa, lo reza conmigo y le pasa igual. Se conoce que le transmito yo la energía o lo que sea.
Y aquel día estuvimos, llegamos al Pilar, le compramos un centro de flores a la Virgen entre todas, fuimos a comer. Serían las tres menos veinte o cosa así, y a las cuatro menos veinte ya estábamos otra vez dentro. No salimos de allí para nada, hasta las seis de la tarde que llegaba mi hijo allí. Dijo mi hijo: "Mamá, no te vayas a ir sin decirme qué te ha dicho la Virgen". Y le dije: "Si te lo puedo decir, te lo diré (...). Si es un secreto entre ella y yo, no te lo puedo decir. Ella me dirá si lo tengo que decir o no". Y nos vinimos a Brihuega.
13. LOS AVISOS DEL CRISTO
Después me ha pasado mucho. Un día se me apareció el Cristo aquí; me presentó la cogida del Romera (EN LAS FERIAS DEL PUEBLO). La vi y lo dije.
Yo ya le he dicho a mi hijo, que está en la Cruz Roja, el lugar dónde se van a producir cogidas... Y ya mi hijo va derecho. Efectivamente, sucede así. Y la cogida del Romera me la presentó por la mañana. Entonces yo la vi, vine de comprar y bueno, pues lo primero que me presenta así como una cosa grave ¿no?. La cara no me la dio. Es que es mejor que casi no te den la cara, porque sino tú ves algo que pasa a personas que conoces y cuando yo vi aquello, llamé a Ana y le dije: "Ana, ¿dónde te pones a ver los toros?". Y me dijo: "Yo, en la puerta de Marión abajo". Y le digo: "Pues ten cuidao porque me acaba de dar una cogida. Dice: "¿El qué?". Digo: "Que me acaba de dar una cogida; hoy coge a alguien en Brihuega, pero muy grave".
Aquella tarde me dice mi marido: "¿Vamos a los toros?". "¿A los toros? Ya sabes que me ponen nerviosa". Y nos pusimos por donde tenemos la peluquería, y resulta que estábamos, y subieron los toros, y se quedan. En ese momento delante de mí... Mira, la cabeza me explotaba porque como yo estaba recordando todo lo que había visto por la mañana y que era grave... Es que encima el hombre fue al toro y los ojos míos se fueron hacia allí. Digo: "Ya está. Que le ha cogido en la pierna". Estuvo gravísimo.
14. LAS PREMONICIONES DE LA MUERTE
Y luego me ha dao la muerte de dos primos míos de treinta años. Estábamos un sábado rezando el rosario y se me presentó la muerte en la puerta del salón. Entonces yo, según rezábamos el rosario, yo no quería mirar y seguía rezando y decía: "Dios mío, ¡lo que estoy viendo!". Porque es que era la muerte joven.
Te presenta a la muerte joven y a la muerte vieja. Te presenta las dos muertes distintas. Y yo vi que era la muerte joven, y además riéndose. Fue de un accidente. La muerte tiene una imagen como de una sombra, pero de forma como una persona, y entonces los rasgos, sin llegársele a pronunciar como a nosotros, pero tú le notas la nariz, la boca y la sonrisa. No es una calavera. Es alta y joven, una cosa fresca. Pero tú la miras a la cara, y es como una especie de nube. Pero dentro ves la figura de una persona que quizá es la persona que se va a llevar. Pero a ti no te la da clara. Yo así lo interpreto. La muerte de los mayores es negra, me la presenta en negro.
Sí, yo corrí un día detrás de ella sin saber lo que era. Sí, porque me la presentó en el portal. Se murió el padre de Ana y estaba fregando las escaleras y, al darme la vuelta para dejar algo, digo: "¡Leche! ¿Qué es esto?". Y la tenía, según entro en el portal, donde están los buzones. Entonces yo tiré la fregona y salí corriendo detrás de ella. Al llegar a la puerta, desapareció. Y dije: "¡Qué tonta soy! ¡Si era la muerte!". Y luego, a los dos días, se murió el padre de Ana.
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NOTA
(1) Este artículo ha sido realizado en el marco de un curso de doctorado sobre folklore y literatura oral impartido por el profesor José Manuel Pedrosa en la Universidad de Alcalá.