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Dentro de los usos agrícolas, un instrumento de dilatada raigambre tradicional ha sido, hasta la llegada de la mecanización, a finales de los años cincuenta, el carro, objeto de tracción animal (tirado por caballerías o por ganado vacuno), que presenta en la Península Ibérica muy distintas tipologías (1).
Una de las peculiaridades del carro en la provincia de Salamanca es que, en no pocas ocasiones, aparece pintado. Los autores de tales tareas han sido tradicionalmente campesinos que, en muchas ocasiones, recibieron el oficio en el propio ambiente familiar. Nosotros hemos tratado de dar con los pasos de uno de estos artesanos populares, en la zona central del sur de la provincia de Salamanca, para recabar información sobre este tipo de creación popular.
El presente trabajo es el resultado de distintas conversaciones con nuestro informante, sujeto de un oficio ya desaparecido, pero del que se conservan muestras valiosas, unas veces dentro de un recinto museístico y en manos de particulares otras. Dentro de este segundo ámbito, hemos observado carros en el ámbito del sector hostelero: frontales adornando paredes de bares, por ejemplo, o carros pintados enteros, al aire libre (con el consiguiente deterioro que ello supone), como reclamo de posible clientela, en hostales y restaurantes. Y tiene como objeto contribuir a conservar y guardar la memoria de un oficio de muy viva raigambre hasta hace escasas décadas en buena parte de la provincia de Salamanca.
La zona de nuestra indagación tiene su centro en Abusejo, perteneciente a una comarca muy amplia y hasta cierto punto indefinida que las gentes conocen como El Campo, a la vez que a la diócesis de Ciudad Rodrigo. Abusejo se halla, en la parte central del sur de la provincia de Salamanca, por encima (es decir, al norte) de la comarca de la Sierra de Francia; y se encuentra próximo a Tamames (la antigua Sentica), lugar a caballo entre comarcas tan diversas como la ya citada Sierra de Francia, la Calería, el Campo y las Tierras de Ciudad Rodrigo.
ALGUNOS DATOS BIOGRAFICOS
Raúl de Arriba, el pintor popular de carros que nos ocupa, nació en el pueblo salmantino de San Muñoz, cercano a Tamames, en 1941, en el principio de la postguerra, en el seno de una familia de carpinteros. Su padre, Manuel de Arriba, ejerció el oficio de la carpintería, realizando trabajos muy distintos (elaboración de carros, de muebles, de puertas y ventanas...), dentro del sector, para diversos pueblos de la zona central del sur de la provincia de Salamanca, como el citado Tamames, Cabrillas, El Cabaco, San Muñoz, La Sagrada y, sobre todo -según nos dice su hijo-, La Alberca; de hecho, la última serpiente (dragón con siete cabezas, de madera y con lenguas de hierro) de la Loa albercana -breve obra dramática de tipo mariano, representada al aire libre la mañana del 16 de agosto (segundo día de la fiesta patronal de la Asunción)- la hizo él. Primero, Manuel de Arriba realizó su oficio en su propio pueblo; pero luego se trasladó al cercano de Abusejo, a donde llegaron cuando Raúl, nuestro pintor, tenía diez años.
La afición de Raúl de Arriba por la pintura de carros nació precisamente en el taller de carpintería de su padre, ya que los carros que este último hacía los iba a pintar Manuel Bueno, un pintor que llegaba hasta allí desde Alba de Tormes. La tarea de Bueno la realizaron, en años posteriores, sus hijos. Raúl se iba fijando, pues le resultaba atractiva, en la tarea del pintor de carros e iba tomando nota en su mente de formas, colores, temas, dibujos, técnicas y modos de trabajar del artesano llegado al taller de su padre.
Pero la definitiva entrada de Raúl de Arriba en el mundo de la pintura (de brocha gorda y artística) se produce cuando de muchacho se desplaza a Salamanca y, en la ciudad, trabaja como pigorro (una suerte de "muchacho para todo", encargado de buscar la llave, limpiar, tener limpias las brochas y ordenado el taller, entre otros cometidos) en el taller de "Guerras pintor", un establecimiento que, aparte de vender pintura, se dedicaba a realizar encargos de brocha gorda.
Pero el tal "Guerras pintor" (Manuel García Guerras) era, a la vez, profesor, y daba clase de dibujo -nos indica Raúl- en una Escuela de Artes y Oficios que estaba en la cuesta de la antigua cárcel salmantina. A tales clases de su patrón, y a la vez profesor, asistía Raúl después de salir del taller, recibiendo en ellas algunos de los rudimentos pictóricos que posee, aunque se considera, en realidad, un autodidacta. Guerras, además, al advertir la inclinación pictórica de Raúl de Arriba, lo llevaba con él a los cines, para realizar los carteles anunciadores de las películas: con pintura al temple, sobre tela o tablero.
Tras una estancia en Salamanca de unos tres años, Raúl de Arriba vuelve al pueblo, a Abusejo, al seno familiar, a la casa paterna, y allí reside, desde los 17 a los 21 años (de 1958 a 1962), en que sale a realizar el servicio militar, que hará en Melilla. Y éste es el período clave, intenso y breve, en el que nuestro artesano realizó su tarea de pintor de carros; ya que, posteriormente a esta fecha, la mecanización (llegada de los tractores, sobre todo) hizo prácticamente desaparecer el oficio, salvo algún encargo ocasional.
LA ESTRUCTURA DEL CARRO
Para entender todo el proceso de elaboración del carro, hemos de conocer previamente su estructura, es decir, los bloques y partes que lo forman, así como los materiales de los que está realizado: la madera, el hierro y la pintura.
Comencemos por todo lo que en el carro se realiza con madera, que es casi la totalidad. En líneas generales y a muy grandes rasgos, podemos agrupar las distintas partes del carro, tal y como se elaboran y se nombran en esta zona salmantina, en tres grandes bloques:
El que podemos llamar de la cajón del mismo, o sojadro (nombre que recibe en Abusejo), que consta de los siguientes elementos:
- El asiento o parte de abajo u horizontal y rectangular, que sostiene el peso de la carga que en la caja quede depositada. Tal asiento, de forma rectangular, va enmarcado en sus partes más cortas, tanto delantera como trasera, por los rostrales, y en sus partes más alargadas, tanto derecha como izquierda y que van de atrás hacia adelante, por los aimones.
- Los rostrales (llamados también cabezas), "lantero" (delantero) y "trasero", sendas maderas cúbicas alargadas que rematan la parte anterior y posterior del asiento, es decir, los lados más cortos del rectángulo que este último forma. En ellos, por dentro, se apoyan las escuadras, de hierro, y, por fuera, los sostribos, del mismo metal. Y van reforzados también con chapeaos de hierro.
- Los indiestros son cuatro maderas de forma cúbica alargada que, siempre en posición vertical, constituyen los cuatro extremos del sojadro o cajón del carro. Enmarcan, por tanto, por sus lados más cortos, los tableros laterales del carro.
- Los aimones son sendas maderas de forma cúbica alargada que, de atrás hacia adelante y sobresaliendo algo por ambas partes, constituyen el eje del ángulo que forman los tableros laterales y el asiento del carro.
- Los largueros son sendas maderas de forma cúbica alargada, que recorren los flancos altos, de atrás hacia adelante, de los tableros laterales. Suelen ir rematados por las borlitas con que terminan las barras de hierro en posición vertical que refuerzan dichos tableros.
- Los tableros, siempre verticales, tanto los laterales, fijos, que parten de los aimones del asiento; como el trasero, que puede quitarse o ponerse, según las necesidades lo requieran. Los tableros laterales suelen ir reforzados con varas de hierro en posición vertical; y tienen la siguiente estructura: Van enmarcados, en los flancos largos y horizontales del rectángulo que forman, por el aimón abajo y por el larguero arriba, ambos paralelos; y, en los flancos cortos y verticales, por los indiestros, el delantero y el trasero, ambos paralelos entre sí. Y van reforzados en su interior, cada cierto trecho, por tablillas, relativamente gruesas y salientes, y a la vez estrechas, que los recorren de arriba abajo. Los vanos que quedan en esta estructura o armazón de los tableros laterales van recubiertos por tablas, que es donde aparecen los motivos pictóricos del carro.
— La portilla (en otros lugares, llamada zarzo o también frontal), que es el equivalente al tablero trasero, nada más que va siempre en la parte anterior del carro, y, lo mismo que aquél, es móvil, de quita y pon.
— Las zapatas, maderas alargadas y torneadas a veces, que van sujetas bajo el asiento, justo en los extremos de los flancos alargados del asiento (los aimones), y que tienen como misión incrustar el eje de hierro, en cuyos extremos irán colocadas las ruedas.
El segundo gran bloque, que agrupa otro grupo de elementos imprescindibles del carro, es el de las ruedas, que constan de las siguientes partes:
- Los rayos (radios), tallados en madera de encina (como casi toda la rueda) y que van desde las mazas hasta las pinas.
- Las mazas, que suelen ser de fresno, constituyen el punto central, el círculo, de la rueda; con un orificio, en su justo centro, para la inserción del eje.
- Las pinas constituyen la madera que, apoyada en el exterior de los radios, forma la línea circular y externa de las ruedas.
Y el tercer bloque del carro es el que está constituido por esa vara larga y de un grosor considerable, que, a modo de viga tallada, constituye la pértiga o vara de tiro, y que tiene como función servir de enlace entre la caja del carro, con las ruedas, que soportan la carga, y los animales que sirven de tracción para moverlo. Consta de:
- La pértiga, propiamente dicha, o vara de tiro, que arranca de la parte baja del asiento, al que divide en dos mitades, recorriéndolo de atrás hacia adelante. Y de otros elementos que se hallan en algún punto de la misma, sobre todo en el extremo anterior, como son:
- El reculador: tope de madera en la parte superior, hacia el extremo delantero de la pértiga o vara, que tiene la misión de sujetar el yugo, para que no se vaya ni para adelante ni para atrás.
- El yugo: útil móvil, de quita y pon, bajo el que se unen las testas de los animales, bueyes o caballerías, al carro.
- El tente-mozo: palo cilindrico, colgante bajo la pértiga, en su parte delantera, unido a ella por un enlace metálico, y con relativa amplitud de movimiento, que tiene como función mantener la línea de la pértiga y, por tanto, de todo el carro, en posición paralela con respecto al suelo. También hay un tente-mozo en la parte final o trasera de la pértiga o vara, que termina, como ya sabemos, en la parte posterior del carro.
En toda esta descripción de los bloques y partes del carro, es la madera -ya lo hemos indicado- y, por tanto, la intervención del carpintero, el elemento fundamental en la elaboración del carro. Pero éste lleva unos complementos de hierro, unos herrajes, en ocasiones labrados, con talla, y muy hermosos (como las escuadras interiores de la fotografía), que dan solidez al carro y que hacen que haya de intervenir en su elaboración otro oficio, el del herrero.
Estos son, en líneas generales, los herrajes más destacados que lleva el carro y que tienen como función consolidar su estructura de madera:
- Los sostribos, exteriores, que, en forma aproximada de ele mayúscula invertida, van, a ambos lados del carro, tanto en la parte anterior como posterior del mismo, y que arrancan, en su parte alta, del tablero lateral y, en su parte baja de los rostrales (tanto del "lantero" como del "trasero"). Constituyen un fuerte elemento de sujeción del cajón o sojadro del carro.
- Las escuadras, interiores: Hay cuatro, dos anteriores y dos posteriores, tanto a derecha como a izquierda. Sus lados verticales van clavados en los tableros laterales, y los horizontales, en los rostrales. Su función -tal y como venimos insistiendo para todos los herrajes- es la de dar solidez y fijeza a la caja del carro.
- Los chapeaos de la armadura son láminas metálicas que refuerzan los rostrales, tanto delantero como trasero del carro.
- Los aros de las ruedas: cintas de hierro que recubren por su parte exterior las pinas. La superficie plana de los aros es la que, al ponerse en movimiento el carro, entra en contacto con el suelo, protegiendo la integridad de toda la rueda. Estas cintas de hierro para los aros se adquirían procedentes de las fundiciones y los herreros las curvaban, para darles la forma circular de la rueda y ajustarías a las pinas.
- Los cinchos son estructuras de hierro de forma circular que sirven para sujetar las mazas de las ruedas. Cada una de las mazas suele tener al menos dos cinchos: uno en su extremo que sobresale, de círculo más pequeño aunque a la vez más ancho, y otro en la parte más cercana a los rayos, de círculo mayor pero más estrecho.
- Los tableros laterales van cogidos y cohesionados mediante unas barras de hierro verticales, cada una de las cuales puede ir rematada mediante un adorno. Tales remates de hierro, en la parte superior de los tableros laterales y de la pértiga, aparte de una función utilitaria, tienen otra estética de primer orden, con figuras airosas, como borlitas con deliciosos labrados a base de espiguillas o de otros tipos de adornos sobre la superficie del hierro.
- El eje, que enlaza la caja del carro con las ruedas y encaja estas últimas en sus extremos. Venía ya elaborado de fábrica. El eje, en cada uno de sus extremos tiene una ranura, en la parte metálica que sobresale apenas de las ruedas, en la que se encaja una suerte de clavija, para que las ruedas no se salgan, llamada estornija.
Tales elementos de la estructura del carro, tanto realizados a partir de la madera como a partir del hierro, nos van a ayudar a entender todo el proceso de su elaboración, así como esa conjunción de los tres oficios que intervienen en ella: el de carpintero, el de herrero y el de pintor.
PROCESO DE LA ELABORACION DEL CARRO
Si observamos un carro pintado salmantino (también los hay en la zona de la provincia de Avila lindante con la de Salamanca), enseguida nos damos cuenta de que hay tres leyendas al menos rotuladas en el mismo: una referida al carpintero que lo elaboró; otra, al artesano que lo pintó; y una tercera, a quien lo encargó, es decir, al propietario.
Pongamos ejemplo, sobre lo dicho, de dos carros en los que intervino nuestro artesano. En uno de ellos, sobre un fondo de un verde claro en toda la superficie del carro, esto es lo que nos dicen las tres leyendas:
En un tablero lateral:
"Taller de carros
Manuel Santos
Caño
Maillo El".
En el otro tablero:
"Dibujado por
Raúl de Arriba
Abusejo".
"Es propiedad
Ernesto
López
Maillo".
Y, en el otro carro, sobre un fondo crema muy claro, podemos leer:
En un tablero lateral:
"Dibujado por
Raúl de Arriba
Abusejo".
"Taller de carros
Hijos de Joaquín
Martín
Cabrillas".
En el otro tablero:
"Propiedad de
Eusebio Mata
Arroyomuerto".
Hay que advertir que, aparte del carpintero, del pintor y del propietario, interviene también el herrero en la elaboración del carro; aunque este último tipo humano no aparece reflejado en las leyendas inscritas en el carro, posiblemente porque su intervención es mucho más secundaria.
¿Y cómo intervienen, en el proceso de elaboración del carro, los tres tipos humanos que acabamos de indicar y que aparecen en las respectivas leyendas: propietario, carpintero y pintor?
Primero, un labrador, que tiene necesidad de un carro para sus tareas agrícolas, lo encarga a un carpintero. El proceso nace en este momento mismo. Para ello, ha de recurrir al taller más cercano a su localidad; o, si hay varios en el contorno, al que más le convenga, ya sea por su competencia, por su diligencia o por su precio.
En la zona central del sur de la provincia de Salamanca, éstos eran algunos de los lugares con talleres de carpintería que elaboraban carros y para los que Raúl de Arriba pintaba:
- Abusejo (los de Manuel de Arriba -su padre-, Adelio y Fructuoso de Miguel).
- Cabrillas (los de Joaquín, Bruno Vicente, Zacarías y otros).
- Escurial de la Sierra.
- El Maíllo.
- San Muñoz (el de Ricardo e hijos).
- Villalba (lugar ya más al norte de la provincia, cerca de Matilla de los Caños).
El carpintero se pone entonces, tras el encargo, manos a la obra. Para realizarla, ha de contar con distintos tipos de maderas, pues cada parte del carro requiere la suya: - Las tablas (tanto de la portilla, como de los tableros laterales y trasero, como del asiento) son de pino.
- La armadura del carro es de negrillo.
- Las ruedas son de encina; aunque las mazas (parte central que rodea al eje de hierro) de las ruedas son de fresno.
Las maderas de encina, fresno y negrillo existen en el arbolado de la zona, por lo cual los carpinteros pueden surtirse, sin ningún problema, de ellas. Y, para la de pino, recurrían generalmente a algún almacén.
Y, una vez que dispone de las maderas, la tarea del carpintero es dar forma a cada una de las mismas, con el objeto de que sean útiles para la función que tienen encomendada en el carro. Y, tras ello, realizar todo el ensamblaje de las distintas partes y bloques del carro, que son los que ya hemos indicado anteriormente.
El herrero ha de intervenir asimismo junto con el carpintero, su tarea es, por tanto, paralela a la de este último, pues ha de colocar convenientemente los sostribos, las escuadras, los chapeaos, los cinchos y los aros de las ruedas, así como ayudar en la colocación del eje.
En la zona, había herreros que se dedicaban a la elaboración de los carros -tal y como se nos indica- en lugares como el propio Abusejo, Cabrillas, San Muñoz o Sanchón de la Sagrada.
Los carros se realizaban siempre por encargo, en la época de la que Raúl de Arribas nos habla. Solían costar -nos dice- de siete a nueve mil pesetas. El pintor de carros tardaba en realizar su tarea, en cada uno de ellos, entre dos días y dos días y medio. Y cobraba, "a lo último", es decir, cuando Raúl de Arribas ya iba a abandonar el oficio, de doscientas a trescientas pesetas.
LA TAREA DEL PINTOR DE CARROS
El pintor de carros interviene, tras las tareas del carpintero y del herrero, para dibujar, pintar y decorar todo el objeto, tanto la madera (que es el noventa por ciento del carro) como los herrajes.
El carro, antes de la intervención artística propiamente dicha del pintor, se entrega terminado, con un fondo de pintura sobre la superficie del mismo:
- La caja y la pértiga van pintadas con una mano que la cubre de un color claro, que puede ser azul, verde o crema (son los tres colores que predominan -para cada uno elegía uno de ellos, según su inspiración o los gustos del dueño- en los distintos carros que pintó Raúl de Arriba, según él mismo nos informa).
- Las ruedas van pintadas con una mano de color rojo.
- Y los herrajes, en negro.
Para las distintas superficies o fondos de la madera, se hacía un tipo de pintura a base de aceite de linaza cocida, de un poco de secante, de polvos del color que se fuera a aplicar y, si había que clarearlo, se aplicaba blanco nevín (de nieve), "que era muy fino".
Normalmente, había que dar dos manos, para que se impregnara bien la pintura; la primera de ellas solía ser un poco rebajada.
Y, a partir de ese primer pintado de las superficies de las partes indicadas del carro, comenzaba la que podemos llamar tarea artística del pintor, en nuestro caso, de Raúl de Arriba. Es el momento propiamente dicho de la decoración. Toda ella se realiza al óleo.
ELEMENTOS DECORATIVOS
Cuenta la decoración de carros con distintos elementos, casi siempre esbozados meramente, sin atenerse a un detallismo estricto, que la forman o constituyen. Así, tenemos:
- Los bordeados, formados sobre todo por recuadros, cenefas y filetes.
- Los motivos, que constituyen lo que pudiéramos denominar temas figurativos de la decoración del carro y sobre los que podemos esbozar una pequeña clasificación:
• Geométricos: líneas rectas y curvas, recuadros, grecas,etc.
• Vegetales: Ramos, flores, margaritas, hojas, zarzales, cenefas florales, etc.
• Ámbitos naturales: Ríos, arboledas, montañas, "marinas", paisajes, etc.
• Animales: Toros, caballerías, pájaros, patos, etc.
• Edificaciones: Puentes, casas, caseríos, molinos, cercados, etc.
• Actividades humanas: Escenas de caza, de pesca, de molienda, de mar (barquitos), etc. En este apartado, destacan los motivos taurinos, tan vivos y presentes en la provincia de Salamanca.
• Religiosos: El Sagrado Corazón de Jesús, la Virgen (en cualquiera de sus advocaciones: la Inmaculada, la del Carmen...), San Isidro labrador, etc.
La pintura y decorado de cada una de las partes del carro guardaba su lógica y se atenía a unas normas que, implícitamente, dictaba la tradición heredada y la costumbre.
Así, los tableros laterales, una de las partes más visibles y, por ello, emblemáticas del carro, aparecen totalmente decorados. Los motivos van siempre enmarcados en recuadros; están constituidos estos últimos por varias líneas que crean el espacio (cuadrado; rectangular, sobre todo) para que la figuración sea pintada y, una vez enmarcada, resalte más. Esta sucesión de líneas del recuadro, realizadas "con el pincelito y la regla", forman una gradación de color, que va del oscuro (en la parte exterior) al claro (en la interior). "Se iba combinando -nos indica Raúl de Arriba- a medida de las circunstancias". Y, dentro de los recuadros (bandas rectangulares largadas, a lo largo de los tableros, a veces con las esquinas y ángulos afiligranados), se ejecutaban los distinto motivos: "Un paisajito campechano" (puente, río, figura de caza, de pesca, caserío, casa, arboleda, marina, montañas, zarzal, cercado..., según las distintas dependencias o cuadrícula), o bien flores, ramos, margaritas, grecas con hojas, etc.
Las portillas, al ser una suerte de joyas de la corona (la delantera, de quita y pon, según los usos, era bien visible; lo mismo que la trasera), suelen ir decoradas con una magna escena o figura, que cubre y decora gran parte de sus superficies. Ya sea un motivo taurino, una figura religiosa, o un paisaje (de montaña, de ribera, o marina) en el que acontece, en ocasiones, una actividad humana, de caza, de pesca, de molienda, etc. En las portillas, "el bordeao" del recuadro se ejecuta con mayor amplitud que en los tableros.
Las ruedas tampoco escapan a la decoración. Los radios (rayos) llevan unos filetes en blanco, o, también, en amarillo o en rosa; siempre de un color que destaque bien del rojo que llevan como pintura de fondo sobre la madera. Los filetes radiales suelen ser tres: uno, ancho, en el medio, y dos laterales al mismo, más finos, enmarcándolo y paralelos con él. En las pinas, se suelen dibujar ramitos. Y las mazas se decoran con varios colores, según una sucesión de círculos que la propia maza, debido a su forma, pide.
Los distintos herrajes que el carro lleva (y que anteriormente ya hemos detallado) suelen ir decorados con "raminos" con hojas. Para que se destaquen los motivos del color negro con que se ha embrochado el hierro, suelen ir pintados de colores claros, muchas veces tirando al blanco incluso.
Nos insiste Raúl de Arriba en el hecho de cómo el oficio se impone siempre sobre la creación o la inspiración, en la tarea del pintor de carros. Sobre los motivos, nos dice que "eso es todo rutinario". Y, sobre el aspecto final del carro, una vez que el pintor había finalizado su tarea, nos indica que "no quedaba un cacho sin decorar". Es el horror vacui que siente el artista popular ante la superficie (la madera, en este caso) con la que se enfrenta, que afecta también, como podemos comprobar, a los carros.
Tampoco escapa el yugo a la decoración del pintor de carros. Lo fondos del mismo suelen ser rojos y, sobre ellos, se pintan ramitos, algún difuminado, flores, etc. También en su parte delantera, talladas o pintadas, se solían poner las letras correspondientes a las iniciales de los nombres de los dueños.
LOS CARROS. VIDA Y LITERATURA
Tradicionalmente, han constituido los carros —hasta la aparición de la mecanización agrícola-, con sus distintas tipologías y formas, un instrumento de gran valor en el medio rural de muchísimas zonas españolas y, desde luego, de la Meseta. Nacía su presencia de su necesidad para distintas faenas agrícolas (el acarreo de productos y materiales, fundamentalmente) y de la existencia de animales de tracción (vacas, bueyes o caballerías).
En la provincia de Salamanca, aunque son más escasos en las Sierras (de Gata, de Francia y de Béjar), sí han sido muy abundantes en la mayor parte de las comarcas y, marcadamente, en esa amplísima zona provincial y, a la vez, un tanto indefinida, conocida como el Campo, que, en ocasiones, se ha adjetivado, en un afán de delimitar sus perfiles, como el Campo charro. Con la peculiaridad de que, en esta provincia, los carros labrados y pintados constituyen un instrumento muy atractivo para el estudio de ese territorio del arte llamado popular.
Pero también el carro ha generado tradiciones orales. Si hurgamos en los cancioneros y bibliografías etnográficas y folklóricas salmantinas, enseguida damos con ellas. Mostraremos algunas, para acotar, por este flanco, nuestra exposición.
Así, en Berrocal de Huebra, población no excesivamente alejada de Abusejo, tras la trilla, se utilizaba el carro para transportar los muelos desde la era a la panera, y se engalanaba la yunta de vacas o bueyes que tiraba de él. En el transporte del grano, se iban entonando tonadas de los muelos, de la que es un ejemplo la presente:
Échale hierro al carro,
échale hierro,
échale los ojales
de fino acero.
Esquilones de plata,
los bueyes rojos,
el carro de fulano (dueño del muelo)
va pa el restrojo (rastrojo).
Esquilones de plata,
bueyes mohínos,
el carro de fulano
va pa el molino.
Las roderas del carro
de mi majito,
parecen galón verde
del angostito.
Trastornastes el carro
en la ladera,
por mirar pa la reja
de tu morena.
Trastornastes el carro
en tierra llana,
por mirar pa la reja
de su ventana (2).
Es curioso que incluso no están ausentes los carros de relatos e historias hagiográficos. Nos encontramos ante curaciones milagrosas, por intercesión de un agente religioso, que vemos recogidas en libros e incluso, algunas veces, "visualizadas" en ex-votos en forma de cuadros.
Contamos con la fortuna de poseer un relato hagiográfico sobre hechos ocurridos precisamente en Abusejo y que tienen como agente sobrenatural a Nuestra Señora de la Peña de Francia, imagen aparecida y venerada en la montaña sagrada de la Peña de Francia (a 1.723 metros de altitud), cuyo santuario es un foco de irradiación devocional que abarca buena parte de la provincia salmantina, del norte de la de Cáceres e incluso de tierras portuguesas fronterizas con Salamanca. Este es el relato:
"UN CARRO BIEN CARGADO PASA SOBRE EL PECHO DE UN HOMBRE, QUÉDALO MAL PARADO. CLAMA A NUESTRA SEÑORA Y SE LEVANTA BUENO Y SANO (Lib. M.S. de los Milagros, fol. 155)
"Año de 1682"
"En 27 de septiembre de este año llegó a este celebérrimo santuario de Nuestra Señora de la Peña de Francia Francisco Hernández, vecino del lugar de Abusejo, habiéndole recibido juramento, según forma de derecho, declaró que volviendo para su casa con un carro cargado de lino, cuyo peso correspondía al de treinta fanegas de trigo, queriendo apartar de un mal paso a los novillos que lo tiraban y no estaban bien domados, tropezó y cayó en el suelo, y que atropellando los novillos pasó una de las ruedas por encima de su pecho, causando en él un lastimoso destrozo. Que reconociéndose tan mal herido invocó así como estaba, tendido en tierra, a Nuestra Señora de la Peña de Francia, prometiendo venir a visitarla; hacer que se celebrase una misa en su altar, y después pesarse a trigo. Que apenas había acabado de hacer su voto se había sentido bueno y sano. Que poniéndose luego en pie registró el pecho y que no halló en él lesión alguna. Leída que le fue esta su declaración, se ratificó en ella bajo del mismo juramento. Por no saber firmar, rogó al P. Fr. Miguel de la Huerta lo hiciese por él, como lo hizo dicho día, mes y año. Fr. Manuel de la Huerta. Ante mí, Fr. Luis de Ocio, Notario Apostólico" (3).
Y no es éste el único. Otros relatos devocionales aparecen en la misma obra sobre la historia y milagros del santuario salmantino de la Peña de Francia, en los que se nos narran distintos percances ocasionados por los carros, seguidos de intercesiones milagrosas de la Virgen.
La utilización del carro aparece asimismo en ritos festivos salmantinos de la zona de Abusejo, el lugar del que tratamos. Así, en Puebla de Yeltes, en la fiesta de San Juan, los mayordomos y mozos van por leña al monte y la preparan para la hoguera de la celebración. Las mayordomas y mozas llevan al mismo lugar el ramo, donde lo engalanan. Y, después, cargan en un carro la leña y, sobre ella, colocan el ramo, y se dirigen todos a la puerta de la iglesia, acompañados por el tamborilero. Una vez que llegan, cogen el ramo, entran en el templo y se lo ofrecen a "San Juan bendito", al tiempo que entonan el cantar de "A la rama, a la rama", algunas de cuyas estrofas son éstas:
Ya está cargado el carro
con tanto rumbo;
los mozos y las mozas,
la flor del mundo.
Y a la rama.
A la rama, a la rama
y al ramillete,
vengo de luengas tierra,
niña, por verte.
Y a la rama.
Trastornastes el carro
en la rodera,
ya lo sabe tu novia
la zalamera.
Y a la rama.
A la rama, a la rama...
Nuevas son las coyundas,
nuevo es el carro,
nuevo es el carretero
que va llamando.
Y a la rama.
A la rama, a la rama...
Ya está cargado el carro,
puesto en la plaza,
salgan las perezosas
a poner faltas.
Y a la rama.
A la rama, a la rama... (4).
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NOTAS
(1) El presente trabajo es, en realidad, un reportaje sobre un artista popular y su pequeño mundo. Quienes deseen profundizar en las tipologías de carros, en sus mecanismos tecnológicos, así como en su contexto antropológico y etnográfico, podrán acudir a distintas fuentes bibliográficas. Para Castilla y León, es buena la siguiente: ALONSO PONGA, José Luis: Los carros en la agricultura de Castilla y León. Técnica, Historia, Antropología, León, Junta de Castilla y León, Consejería de Agricultura y Ganadería, 1994.
(2) "Tardes de muelos. Remitido por D. Venancio Bejarano, Maestro Nacional de Berrocal de Huebra", en Hoja Folklórica núm. 9, Centro de Estudios Salmantinos, Sección de Costumbres Populares, Salamanca, 13-1-1952.
(3). HISTORIA De la invención y milagros de Nuestra Señora de la Peña de Francia, patrona titular y defensora de Oran, hallada por el venerable Simón Vela, francés de nación, y venerada en la cumbre de su más elevado risco llamado Peña de Francia. Añadida por el presentado Fray Matheo Vasco de Parra, hijo y Prior que fue del mismo Convento [manuscrito de 17811, en: Historia en que aprendían a leer los hijos de Castilla y de España, edición de Fr. Constantino Martínez, O.P., Ed. Santo Domingo el Real, Madrid, 1973, pp. 308-309.
(4) PUERTO, José Luis: Ritos festivos, Ed. Diputación de Salamanca, Centro de Cultura Tradicional, Col. Páginas de Tradición, 10, Salamanca, 1990, pp. 43-44.