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SI POR LA BOCA ENTRA EL MAL
Es una creencia popular comúnmente aceptada en Extremadura que la práctica totalidad de los males que afectan al aparato respiratorio se producen como consecuencia del aire maliciado que se respira. Antes de llegar a los bofes (pulmones) pasa por una serie de puntos (narices, boca, anginas, gargüero...) que van a servirle de criba o elementos purificadores, lo que indudablemente los convierte en víctimas de los elementos nocivos disueltos en él.
El primero y más liviano de los síntomas patológicos respiratorios es la garraspera. Los picores y asperezas, a los que ciertamente poco caso se les hace, se eliminan con un sorbo de jugo de hoja de higuera chumba, un vaso de agua azucarada, una cucharada de miel, un tintarazo de vino templado con manteca, una jícara de agua de cocer patas de cerdo o, a falta de lo anterior, con chupar un número impar de caramelos. Los tópicos para estos casos son los lavados y frotaciones del cuello con agua caliente en la que se ha disuelto algún puñado de cenizas del brasero (Alcollarín, Navalmoral de la Mata, Zalamea de la Serena). En Talavera la Real e Higueras de Varga creen más oportuno envolver el gaznate con una media sudada a la que se le ha dado la vuelta y empapado en orina templada de burra.
Tratamientos parejos a los citados acompañan a otro de los andancios de poca monta, salvo que se convierta en crónico, cual es el caso de la afonía o ronquera, contra la que también se precisan de otros remedios de muy variada etiología. Singular importancia se le concede a los gargarismos de agua con limón, de gran difusión en toda Extremadura; a los de infusión de gordolobo (Garrovillas, Cañaveral, Aceituna), de tila, de tomillo, de llantén, de manzanilla y de pétalos de rosa; y a los de decocciones de patatas, de zanahoria (Moraleja, Acehuche) o de una mezcla de cebada, avena, vinagre y miel, de la que cuentan delicias sin acabar por la comarca de las Tierras de Granadilla.
Mas no todo es garguear y escupir, puesto que las infusiones también cuenta dan de la afonía si se las mete papo abajo. En Valdecaballeros se las pirran por las de tomillo endulzado con miel, por las de flor de carquesa y por las de flor de golondrina (1). Preferidas en Madroñera son las de ajo y amapolas (2). Los roncos de Badajoz prefieren las de la popular sanguinaria. Siguen la comba remediadora el cocimiento de romero con alguna cucharada del elaborado producto apícola, el de zanahoria bien edulcorado, del que se toman cuatro tazas al día, y el de malva. La miel también acompaña para idénticos fines al zumo de col y a la decocción de membrillo, que igualmente admiten una elevada dosis de azúcar. Este jarabe del rosáceo arbusto entona la voz de los habitantes de Zarza la Mayor, Cilleros y Torreorgaz. Tampoco vienen mal para la afonía el yantar un huevo cocido o el dar cuenta de una clara disuelta en leche caliente acompañada de unas onzas de azúcar. La miel sola y el chocolate son igualmente buenos reparadores de la voz en la generalidad de los pueblos extremeños.
Vahos, fomentos y cataplasmas marcan un triple camino para solucionar las afecciones que nos ocupan. Ya es típica la imagen del afónico que, cubierta la cabeza con una toalla, inhala los vapores que salen de una cazuela con agua en la que se ha vertido un puñado de hojas de eucalipto. A veces en la cocción acompañan a la planta mistácea ramilletes de pino y malva o un chorro de vinagre. Si a fomentos nos referimos, aquí tienen su encaje los de agua caliente con sal. Dentro del mismo contexto caben incluir las fricciones del gañote con saliva antes del desayuno y después de la cena. Por su parte, las capas de cebollas asadas y las hojas de tomillo se estiman como una de las principales cataplasmas. En la Alta Extremadura, estos simples se aplican al cuello junto a algunas hojas de saúco y a una pasta de harina de lino. Si lo anterior no surte efecto aún queda la posibilidad de probar liándose un calcetín de lana vuelto del revés (Perales del Puerto, Villasbuenas de Gata) o colgándose a modo de medalla una castaña de Indias (Aliseda). Y, por último, puesto que un alto porcentaje de la afonía se le achaca a la caída de la campanilla, el fin de la ronquera puede que exija el levantamiento de la úvula, lo que se consigue dando tres rítmicos y fuertes tirones de las dos orejas. Como veremos, la técnica se repite en los tratamientos amigdalares.
"TARDOS Y GAGOS"
La tardanza en el habla y la dificultad que para soltar la sin güeso encuentran algunos niños suelen achacárselas en Extremadura a problemas de índole respiratoria. Tal vez por ello buscan el remedio de tales anomalías obligando a acezar a los pequeños hasta el agotamiento. Pero, afortunada o desafortunadamente, no es ésta la única receta. Curioso es el tratamiento que encontramos en Tamurejo, tratamiento que asegura una más que rápida vocalización siempre que al tardo se le haga beber con un dedal usado. En Feria logran lo propio metiéndole en la boca, con el propósito de que aletee, la cola de un pez vivo. En Logrosán se piensa que haciéndole chupar la cola recién cortada de una lagartija se le "aviva" la lengua. Comer unas sopas de leche elaboradas con ingredientes regalados en su totalidad es consejo que se sigue en Peloche para animar a los adormecidos mecanismos de la pronunciación. Idénticos resultados se persiguen en Abadía y Zarza de Granadilla dándole de comer el primer huevo puesto por una polla y, si antes de cascarlo se le pasa por los ojos, no sólo le facilitará el habla, sino que lo hará poseedor de una melódica voz. A la falta de huevos, y puesto que con ave de corral estamos, en Aldeacentenera tocan la lengua del niño con el pico de un gallo para asegurarle la dicción. Por contra, la recuperación del lenguaje nunca será posible, al decir de los vecinos de Alía, si al pequeño le cortan las uñas dentro de los tres días que siguen a su nacimiento. Pasado este plazo se puede acometer la acción higiénica sin ningún riesgo, aunque la tradición recomienda que se haga bajo una higuera y por alguien que posea excelentes virtudes vocalizadoras y musicales si es que de verdad se quiere que el infante logre las virtudes del manicuro.
También la medicina popular orienta sus remedios a determinados defectos de la fonación, como es el caso de la tartamudez. Las causas motivadoras de esta alteración son varias y, por lo general, ajenas al que la sufre. Un niño será gago, tartamullo o tartamudo si antes de que aprenda a pronunciar se le propinan cosquillas en demasía (Nuñomoral, Casar de Palomero), si la lactancia se alarga más de lo conveniente (Casillas de Coria), si se le corta el pelo y las uñas el mismo día y con las mismas tijeras (Galisteo), si comparte a un tiempo cuna con otro niño del mismo sexo (Monroy, Lobón, Campillo de Llerena), si el padrino se equivoca al rezar el Credo en el bautizo (Guareña) o si la madre gestante fue asustada por la súbita presencia de un lobo (Ahigal, Guijo de Granadilla, Santibáñez el Bajo). La solución al problema pasa por acostumbrarse a hablar llevando en la boca piedrecitas de río (Castuera, Monterrubio de la Serena) y por comer huevos de culebra (Salvaleón). Más fácil es la actuación que se sigue en Villafranca de los Barros. Al tartamudo lo meten de cabeza en una talega que atan a pezón, sacándolo por el extremo contrario a través de un roto que practican con este fin. Posiblemente nos encontramos ante un mecanismo mágico mediante el cual el gago nace nuevamente, es decir, sale del vientre, simbolizado en el saco, ya libre de la afección.
LAS ANGINAS
Tanto la amigdalitis como la faringitis u otras morbosidades que afecten a las vías altas respiratorias responden a una larga lista de tratamientos que, salvo en muy contadas ocasiones, se presentan de manera indiferenciada. La mayor parte de su extenso recetario, algo habitual en este capítulo, se administra a base de enjuagues, lavados bucales y gargarismos. Sólo los hisopos como paso previo a la capaúra de las anginas escapan a esta uniformidad de medicación.
Si nos detenemos en el apartado de las gárgaras en su relación con las enginas veremos que se aceptan como óptimas las de infusiones de flores secas de saúco, de pétalos de rosas con miel, de sanguinaria, de yanten (Valle del Jerte), de trébol, de manzanilla silvestre y de brotecillos tiernos de zarza. Comparten esta misma importancia las que se hacen con las aguas de las decocciones de hojas de albahaca recién arrancadas (Oliva de Plasencia), de tomillo (Ahigal, Montánchez), de romero (Mohedas, La Pesga) y de granos de cebada con miel (Brozas). Los efectos tampoco se hacen esperar con gargarismos de agua de limón con o sin azúcar, de agua con sal y de sal con vinagre (3).
Pero no faltan otras medicaciones capaces de poner fuera de combate a la afección de garganta. Así sucede con la toma del caldo de un cocido de orejas y ternillas de zorra (Zarza la Mayor), o con el jugo que desprenden las hojas de olivo masticadas (Torremejía, Hernán Pérez, Puebla de la Reina) y con el agua azucarada de la hoja de chumbera. Los mismos resultados promete el tomar lisa y llanamente agua de nueve fuentes cogidas antes de salir el sol, la mañana de San Juan, agua que es una auténtica panacea para otros muchos males.
Mayor perspicacia o conocimiento de los mecanismos médico-medicinales requiere el empleo de los colutorios en el tratamiento de los problemas amigdalares. Necesario es para ello un hisopo o palito rematado con una bola de trapo que se empapa en zumo de limón recién exprimido. Con él se tocan repetidamente las placas de las anginas. No menos drásticos son los guisopazos de yodo, vinagre y aguardiente. Aunque estas actuaciones médicas son pecata minuta si se las compara con las operaciones de capar las anginas, asunto en el que cada pueblo cuenta o ha contado con verdaderos especialistas y con muy particulares anestesias. Palabras son las que siguen puestas en boca de tía Teresa, de Aceitunilla, para la que no tiene secretos la aplicación de tal remedio amigdalar:
"Yo he sido capaora para el asunto de las anginas. A la mi Goya se las arranqué de seco. Pero después me asusté algo, porque la operación no salió como otras veces, y la mi Goya se quedó como gaga. Pero el caso fue que la mi Goya estaba ya ajogá, ni respiraba casi. Y cogí y la metí un guisopo de algodón mojado en huevo batido con aceite. Y se quedó como dormida. Total que cogí una cuchara y se la metí por la boca y, ¡ras!, como una llave se la puse de cantón. Y, luego, escabullí el guisopo con el aceite y el huevo. Y si vieras cómo tiraba trozos de aquella carne pudría por la boca y por la nariz..." (4).
Este tipo de actuaciones traumáticas contra la amigdalitis se comparte en la comarca de Las Hurdes con otras fórmulas más suaves, que también salen a relucir cuando las inflamaciones de las anginas apenas dejan pasar la saliva y provocan evidentes síntomas de ahogo:
"Lo más trabajoso de curar antes eran las enginas. Yo las curo; son bolsas de la garganta que cuelgan. Las levanto y hay que saberlas levantar. Se tira de la oreja cinco, siete o nueve veces, nunca pares, según tenga las raíces. Endemás, yo curé una vez a uno que el médico le iba a dar el volante para que se fuera a la capital. No tragaba ni leche ni agua y a las tres veces que le estiré las anginas se comió un plato de comida y se salvó" (5).
La farmacopea extremeña cuenta con distintos elementos o sustancias que aplicadas externamente solucionan cualquier afección de tipo amigdalar. Una media o un calcetín sudado envuelto al cuello mientras dura el sueño nocturno deshace el susodicho entuerto y de paso, si el paciente es propenso a ello, le elimina el mal fado de roncar. En Almaraz en lugar de media puede utilizarse una cinta de color rojo atada a cualquiera de los tobillos. Y es que no resulta indispensable que la tela se emplee como tópico sobre la parte dolorida. De esto dan buena fe en Mérida, donde sobra con liarse un trapo a la muñeca para que las amígdalas dejen de ser un sufrimiento. Mayor efectividad se consigue si entre la tela y la piel se inserta una antigua moneda de real.
La envoltura del gaznate con paños calentados sobre el brasero resuelve el dolor de la garganta en múltiples localidades, aunque no faltan poblaciones, como son los casos de Táliga y Pallares, donde aplican igualmente telas empapadas en agua hirviendo luego de proceder a su escurrido. En Monesterio utilizan para tales menesteres agua salada y en Nogales decocción de manzanilla. Las friegas con las manos ensalivadas es recurso estimado por toda Extremadura, donde también gozan de gran predicamento los masajes con enjundia de gallina. En Alburquerque, luego de proceder al unte con la grasa avícola, se cubre la zona pringada con papel de estraza (6).
Las cataplasmas cumplen su específica misión en Madroñera. En su elaboración entran la amapola, la cebada cocida, los higos pasos, la malva y la sanguinaria. Menos requisitos hacen falta en Torremenga, ya que basta con destripar una patata asada sobre la zona dolorida y mantenerla fijada con un pañuelo (7). En Romangordo algunos de estos apósitos complementan a las sangrías con sanguijuelas, que también tienen a bien el resolver las fluxiones de la garganta. Pero los lameores o sanguijuelas, de tan efectiva aplicación en el campo de la etnomedicina, pueden ser causa de graves problemas si, al beber de algún estanque o riachuelo, se fijan al interior del gargüero. Para desprender los anélidos basta con las gárgaras o guisopazos de vinagre. Los ribereños del Matanchel eliminan tal problema tomando algunos sorbos de su agua, a la que no hay sanguijuela que se resista.
Cuando la ciencia popular falla con su amplio cartel de mecanismos sanatorios se hace necesario recurrir al auxilio religioso. San Blas es sin duda el santo más recurrido a la hora de descastar estos males. Su poder taumatúrgico se deja sentir tanto de manera preventiva como curadora. Las coplas hagiográficas, cuales son las que se entonan en Torrejón el Rubio, refieren que el origen de tal abogacía arranca de un milagro que el santo de Sebaste, caminando hacia el destierro, hiciera sobre la persona de un rapazuelo:
En su garganta tenía
una espina atravesada;
con la señal de la cruz
aquel niño la arrojaba.
Cintas bendecidas el día de San Blas o rozadas en su imagen se ponen al cuello con fines profilácticos en los más apartados rincones de la geografía extremeña: Robledollano, Guadalupe, Villar del Pedroso, Carrascalejo, Zorita, Valverde de la Vera... En Bodonal de la Sierra, tras la misa del santo obispo, se cuelgan sobre el pecho con cintas de colores roscas de pan y matalaúva bendecidas. Tales roscas se consumen en cuanto acechan las afecciones de garganta, que igualmente tratan de prevenir colgando los cordones de las cabeceras de las camas. A tenor de lo extenso de su devoción parece que San Blas ha escuchado de manera continuada las plegarias de los extremeños. De este modo pretenden confirmarlo testimonios de la guisa del manuscrito que un informante de Romangordo remitiera al geógrafo Tomás López, en el que se afirma que:
"... por cuia ynterzesión se han experimentado muchos prodigios y milagros en personas que han padecido opresiones de garganta de lo que puedo zertificar en veynte y nueve años y medio que tengo de residencia" (8).
DEL GARROTILLO AL AHOGO
En Aldeanueva del Camino se acude a San Blas o, mejor aún, a su collar de plata cuando el niño se ve atacado del garrotillo o difteria. Sobra con la imposición del mismo. A falta de collar hace las veces salutíferas el pasarle por el cuello el báculo del santo obispo (9). Ni que decir tiene que a estos procedimientos se les atribuye mayor efectividad que al ajo, al tomillo, al eucalipto y al limón que se recomiendan para tales casos por el sur de la provincia de Cáceres.
Amén del garrotillo, existen otros factores desencadenantes del ahogo infantil. "Beber y comer pescado, requieren cuidado" es un refrán que alude al peligro que entraña la espina clavada en el tragaero. La invocación a San Blas se hace ahora de forma puntual con la popular jaculatoria: "!San Blas bendito, que se ahoga el angelito!". En Casillas de Coria el sonsonete se cambia por una rima de más altas miras:
Bendito y glorioso San Blas,
médico sin medicina,
que le sacaste a un niño
de la garganta una espina.
Pero el ahogo puede hacer acto de presencia cuando la comida y el sorbo se van por otro sitio o, lo que es igual, por el tragaero viejo que dicen en la Alta Extremadura. El añurgamiento se resuelve con unas palmadas en las espaldas, un vaso de agua o unas gotas de aceite, algo que también es normal cuando un objeto se atraviesa en la garganta. Claro que si el accidente acaece en Baterno lo más lógico es que se acuda al auxilio de Nuestra Señora del Fuego, de la que se cuentan prodigios capaces de competir con los atribuidos a San Blas. Sirva como ejemplo el que presenta a un niño de pocos meses al que unos botones se le quedan atascados en el gaznate. Dado por muerto, lo recuestan en el altar de la Virgen y le vierten en la boca varias gotas de aceite de la lámpara que la alumbra. A los pocos segundos el pequeño se recupera y los presentes observan atónitos que tanto los botones como el aceite se encuentran en el pañal (10).
Ante situaciones de esta índole las conclusiones de las comadres no se hacen esperar. Estas preconizan que nunca son suficientes los cuidados con los más pequeños y que importante es tener conocimiento de las pautas a seguir si se presentan casos de asfixia o ahogamiento, especialmente cuando es un lactante el que se convierte en víctima. Llegados a tales extremos en Carmonita y La Garrovilla reaniman al rorro soplándole con fuerza a los ojos; en Castilblanco, Hervás y Navaconcejo, colgándolo por los pies; en Coria y Torrejoncillo, hurgándole con una pluma de gallina en la nariz; en Salvaleón y Peraleda, haciéndole cosquillas en los sobacos; en Mohedas, Marchagaz y Palomero, frotándole la coronilla; y en Casas del Castañar, picándole con una aguja en la planta de los pies. Por las poblaciones de la Sierra de Gata al infante se le practica la "respiración artificial", mas no precisamente por el procedimiento del boca a boca. El ano es la abertura a través de la cual se sopla y se aspira. Si curiosa resulta esta actuación, no lo es menos el ejercicio médico que constatamos en núcleos cacereños próximos a la frontera portuguesa, donde introducen en el ojo del culo el pico de una gallina para que sea ésta la que insufle y exhale el aire.
Muchas de las personas informantes coinciden en afirmar que la llantina infantil o guarreo desemboca más de lo que cabe imaginarse en el penterre o corte de respiración. Los niños propensos a estos problemas son tratados de forma preventiva en Galisteo mediante la comida de carne de perritos pasada por la sartén (11). Con la misma intencionalidad de irradicar la pataleta se recurre a sostener al niño por los tobillos, manteniéndolo boca abajo mientras el ejecutante le traza tres cruces sobre los labios con la mano libre. Tan sorprendente costumbre la descubrimos en Montánchez y Torre de Santa María. Hay quienes optan, sobre todo en la zona más meridional de Badajoz, por darle al pequeño seis cucharadas de agua de anís con azúcar. Si ambos procedimientos no surten efecto, bien saben los extremeños la eficacia que tiene el llevar al llorón a un camino por el que transitan rebaños con el fin de que respire el polvo que levantan las ovejas. ¿Y si el sosiego no hace mella en el pequeño? Tampoco habrá que alarmarse, máxime teniendo en cuenta que el excesivo guarreo, siempre que no desemboque en ahogo, sirve para agrandar los pulmones.
UNA MEDICINA UNIFORME
Nuestras investigaciones en el campo de la etnomedicina extremeña nos confirman que, salvo excepciones muy puntuales, el pueblo no hace una distinción entre las distintas afecciones de carácter respiratorio. Bronquitis, resfriados, constipados, catarros, gripes, rinitis, moquillo e, incluso, asma o tisis responden con demasiada frecuencia a una definición equívoca, lo que permite que todos estos términos puedan ser reflejados como sinónimos.
Lo anterior viene a significar que muchas de las boticas simples o compuestas aquí empleadas alcanzan una acción universalizadora dentro de este campo. Tal cosa, por ejemplo, sucede con el ajo, que por sus virtudes expectorantes, antiespasmódicas y sudoríficas, se configura como una auténtica panacea, hasta el punto de ser conocido por triaca del villano. Lo mismo da consumirlo crudo que en jarabe o cocimiento. En Coria prefieren ingerirlo aceitado y espiparrado sobre una rebanada de pan. Para la tosferina la ingestión de ajo se complementa con su uso tópico. En Ahigal y Santibáñez el Bajo se combate untando con la manteca del bulbo durante tres días las plantas de los pies. Los sufridos pacientes se ven compensados, amén de con la cura de sus andancios, si tienen presente que el olor ajero impide el acercamiento de tábanos y garrapatas.
La cebolla, prima hermana del ajo, no escapa al reconocimiento de unas facultades remediadoras de este tipo de trastornijo. En ensalada hallamos la forma más fácil de ingerirla, pero no la más efectiva. En el sur de la provincia de Badajoz se considera de una mayor eficacia sanadora la toma de agua de su decocción, sobre todo si va ligeramente endulzada.
Unos poderes semejantes se les conceden al jarabe y al vino de cebolla con miel. Tal vino se consigue tras permanecer el bulbo sumergido en morapio durante aproximadamente dos semanas. La posología recomendada, al menos en Montehermoso, Ceclavín y Zarza de Granadilla, no debe exceder de las tres cucharadas diarias. Por lo que respecta al jarabe, éste se prepara a partir de una cocción de cebollas, a la que se añade doble cantidad de azúcar que de agua. Dependiendo de los lugares, al cocido cebollero puede agregársele orégano, hojas de malva, higos pasos, hojas de laurel, cascaras de bellotas, hojas de eucaliptos y otras diferentes plantas aromáticas. En Almendralejo no se olvidan de verter algún puñadito de uvas maduras.
Quienes tengan unos paladares que hagan ascos a los sabores de la hortense liliácea pueden optar por curarse el constipado y el trompeteo de los bronquios con sólo respirar su aroma. En los partidos de Fregenal de la Sierra y de Llerena lo consiguen manteniendo durante toda la noche debajo de la cama o sobre la mesilla varias rodajas del bulbo (12). A la mañana siguiente el enfermo está como nuevo, aunque quizás con algunas cebolleras lágrimas en las mejillas.
Los especímenes botánicos que enunciamos más arriba cumplen sobradamente, ya sea de forma aislada o en combinación con otros elementos o sustancias, con su papel medicamentoso en la solución de los achaques respiratorios. Así ocurre, a modo de ilustración, con las uvas y los higos. No hay tos que se resista al cocimiento de uvas pasas, que aumenta su reconocida efectividad medicinal tomándose todo lo más caliente que la lengua soporte. Si la tos es galopante, en Madroñera reparan el achaque mediante la cocción de higos secos y un poco de cinojo, apuntando el recetario que la pócima se muestra más activa si se cata antes de dormir (13). El orégano es en Almoharín compañero inseparable de las uvas y de los higos. Más al norte, concretamente en Morcillo y Guijo de Coria, la aromática planta se sustituye por el salvado.
Las virtudes antiespasmódicas y expectorantes de los higos gozan de gran estimación en toda la comunidad. Su cocimiento, además de lo apuntado en el párrafo anterior, se utiliza sobradamente en los pueblos de la antigua diócesis de San Marcos de León (14). De manera indistinta la cocción se realiza con leche o agua, sin que en ningún caso falte el complemento del azúcar. En Fuentes de León los higos abiertos por la mitad se cuecen con marvarisco (malvavisco) y flor de malva, tomándose colado y caliente. En la cacereña Torremenga los higos van a la cazuela como acompañantes de una decocción en la que también entran flores de amapola y malva, algo que igualmente sucede en Pasaron de la Vera y Tejeda de Tiétar. A falta de otros líquidos, buen papel hace el vino en las elaboraciones de estas recetas de fogón.
Por la comarca de Campo Arañuelo con el vino y los higos está presente el orégano. Aquí la dosis recomendada se estima en una taza por la mañana y otra por la noche. El tomillo salsero sustituye al orégano en los pueblos de la zona de Trujillo. El vino, la miel, la manteca y los higos conforman los cuatro ingredientes de un jarabe que no tiene rival para desterrar el constipado. Pero las normas exigen comer los higos y beber el líquido por separado. Si esta pócima presenta un carácter generalizador, jarabes hay que se adscriben a pueblos, comarcas o demarcaciones muy concretas. Así nos encontramos en el Valle del Jerte con un jarabe anticatarral compuesto de vino tinto, higos pasos, violeta, orégano, malva, eucalipto, azahar y yerbacólica, pero que además admite otras plantas medicinales (15). En la Sierra de Gata a base de castañas, cascaras de patatas, orégano e higos se confecciona un bebedizo exitoso contra la tos.
El orégano y los higos pasos se emparejan en Madroñera para la elaboración de un brebaje antiespasmódico, que puede aumentar sus favorables resultados si se le agregan una porción de almorahúi (almoradú) y algunas hojas de eucalipto. Para que la tos se detenga usan en Abadía y Granja de Granadilla hojas de higuera, que cuecen durante largo rato para que suelten un jugo áspero y dulzón que ha de tomarse en caliente. Otra higuera, en este caso la chumba, conserva en la etnomedicina extremeña su vieja fama de suavizar las vías respiratorias. El zumo de las hojas y el jugo que sueltan los chumbos terminan con los problemas del constipado, la tos y la tosferina (16).
El vino, la manteca y la miel se presentan como sustancias que intervienen en la composición de múltiples fórmulas sanatorias tradicionales. Cocidas en su conjunto conforman un mejunje de reconocido poder anticatarral en el sentido más amplio. A veces el azúcar se convierte en sustituto del producto apícola. Cuando el brebaje clarea, en Baños de Montemayor y Gargantilla lo espesan echando algunas cortezas de pan. Con ralladuras de manzanas y con moras amasadas hacen lo propio en Castañar de Ibor y Alia, respectivamente. Todos estos cocimientos se toman con cuchara.
Y vayamos al morapio, aunque sólo sea para hacer que se cumplan los populares aforismos: "Al catarro, dale con el jarro" y "Más abrigan buenas copas que malas ropas"...
Convencidos están los extremeños de que un buen cazo de vino enciende el ánimo y apaga la tos, la garraspera y la moquita, sobre todo si se toma hervido con algunos ramilletes de romero. A los ancianos catarrosos se les recomienda, al menos en Oliva de la Frontera y Valle de Matamoros, que el vino lo mezclen a partes iguales con miel y que, tras dar cuenta de la poción caliente de una sola tacada, se vayan a la piltra, seguro que con el fin de aseverar la sentencia refraneril: "Tres triacas tiene el viejo: la miel, el vino y el sueño". En Descargamaría y Robledillo de Gata optan para las mismas afecciones por tomar un vaso diario de una tintura conseguida por la maceración de hojas de eucalipto en vino.
Metidos en el alcohol, recordar debemos el aguardiente y el coñac. En Casar de Palomero y La Pesga con cualquiera de estos licores, leche y miel, puestos en un cazo sobre el fuego hasta que asomen las primeras burbujas, consiguen el requemao, que toman inmediatamente para despejar los bronquios, aliviar el catarro y detener la tos.
La leche sola con miel, sin ningún otro aditamento, se considera expectorante y sudorífera, siendo su empleo comúnmente aceptado a lo largo y ancho de Extremadura. Mezclada con jugo de apio la toman en Jaraíz de la Vera como resolutiva de los males de los bronquios. Más allá de las populares leches de vaca y de cabra nos tropezamos con otras variedades lácteas de gran estima para el conjunto de las afecciones respiratorias. La palma se la lleva la leche de burra, que ha de tomarse recién ordeñada para combatir los problemas de los bronquios, catarros y resfriados. Así lo piensan en Alburquerque, donde nunca hicieron ascos a tal bebedizo medicinal (17). La leche de perra, cuyo consumo se ha enmarcado sobre todo en el partido de Valencia de Alcántara, goza de idénticas propiedades, además de la de curar la tosferina, mientras que la de la mujer se orienta especialmente a que sea bebida por los enfermos de tuberculosis.
Volviendo los ojos atrás quedémonos con la receta que en el siglo XVIII se prescribía en Garciaz para los resfriados, según recoge Tomás López: "Horchatas, leche tibia y aguada" (18). Con leche y manteca eliminan el constipado en Campanario y con estos dos ingredientes y chocolate edulcorado hacen una componenda en Alburquerque y San Vicente de Alcántara que sirve de medicina para los catarrosos.
...Y SUMA Y SIGUE
Con refranes contamos que atañen al prestigio de ciertas plantas contra las más variadas afecciones del aparato respiratorio. Tal es el caso de la malva. "Con un huerto y un malvar hay medicina para el lugar", dicen en Mérida y sus alrededores. No parece que la afirmación nos venga en vano, ya que sabido de todos es que la infusión de la malva soluciona los fastidios de la tos, los bronquios y el asma, al tiempo que su decocción acaba con el dolor de costado (19). Mezclada con gordolobo o con menta y salvia, siempre en infusión, muestra su efectividad en lo que corresponde a los catarros bronquiales. Y, por supuesto, la salvia tampoco puede escapar de las referencias paremiológicas: "¿Tienes a tu hijo muerto teniendo salvia en el huerto?" (Zarza Capilla, Villanueva de la Serena) y "Quien tiene salvia en la huerta, tiene el remedio cerca", (Fuentes de León). Un pequeño hervor de sus hojas y brotes convierte a la planta en un curalotodo contra catarros, constipados, bronquitis y pulmonía. Si de lo que se padece es de asma, la mejoría vendrá de fumar algunas de sus hojas previamente desecadas (Cachorrilla, Valencia de Mombuey, Trujillanos).
Mencionados quedaron el gordolobo y la menta, dos vegetales que igualmente por separado obran prodigios, el primero sobre el asma y la bronquitis y la segunda sobre las toses y las garrasperas. Una doble formulación entresaca las virtudes del orégano, ya sea en infusión o en cocimiento con leche. Dos o tres tazas por día bastan en Fregenal de la Sierra y en Madroñera para que los males del arca dejen libre el cuerpo. En cuestiones de ablandar el pecho muy pocas cosas superan a la infusión y al jarabe de amapolas. Para la preparación de éste los vecinos de Guadalupe cuentan con sus propias reglas alquímicas. En ciento setenta gramos de agua se cuecen suavemente cien gramos de pétalos. Luego de reposar se le añaden trescientos cincuenta gramos de azúcar. Ya todo queda listo para tomar una o dos cucharadas por día (20).
A las tisanas de poleo, muy usadas en el sur de la provincia de Badajoz, se las rocía con unas gotas de vino. Es algo que también sucede con las infusiones de romero, de trébol, de tomillo salsero, de hojas de llantén, de flores secas de saúco, de pericón, de marrubio, de manzanilla y de hojas de cinco venas, de gran aceptación en el concejo de Nuñomoral (21); con las decocciones de bledo, de viborera, de naranja, de raíz de ortiga, de avena, de ruda, de carquesa y de raíz de regaliz; y con los jarabes de garbanzos y de moras. Para las mismas curaciones se emplean indistintamente las infusiones o jarabes de violeta y las infusiones o cocimientos de tila. En la elaboración del último medicamento en Bodonal de la Sierra usan la flor, las hojas y las semillas, a las que agregan una cascara de naranja. En Fregenal de la Sierra, donde se usan idénticos ingredientes, se sustituye la monda por la flor desecada del cítrico. Puede tomarse a cualquier temperatura y a indistinto grado de edulcuración (22).
El malvavisco nos ofrece distintas aplicaciones, según se emplee en infusión o jarabe. Con la primera tisana se pone fuera de combate a la tos y a la bronquitis. Con el jarabe, que por lo general lleva como añadidos algunas hojas de eucalipto y un poco de genciana, se cura el catarro infantil, al que también se ataca con infusión de pétalos de escaramujo o, ya menos corriente por los mortales peligros que entraña, de hojas de adormidera (23). Buenos resultados antiespasmódicos se logran igualmente con tisanas de hojas de árnica, de frutos de hinojo, de semillas de lino, de angélica, de hojas de castaño, de espino albar y de tallos desecados de zarza. En Zorita y Calamonte tienen a bien para lo mismo ingerir varias tazas diarias de una decocción de hojas de lechuga; en Almendralejo estiman más positivo el beber agua de arroz endulzada; en Garrovillas prefieren el cocimiento de peladuras de patatas; y en Fuentes de Cantos se interesan por el hervido de la raíz de hinojo con miel. La maceración en azúcar de rodajas de nabos es un recurso que contra la tos y el catarro utilizan en Montánchez y Garganta la Olla.
En Llerena el remedio lo hallan en las patatas, a las que tratan de una forma muy particular. Las cortan en gruesas ruedas y las colocan sobre un plato inclinado, rociándolas de azúcar para que suelten un líquido que se toma como jarabe (24). Otro jugo, en este caso de col, conseguido a base de majar sus hojas, es lo que se bebe en Guijo de Santa Bárbara. No se olvidan para tales menesteres el zumo de limón con miel (Serradilla, Carcaboso), el zumo de naranja caliente y endulzado (Fregenal de la Sierra), la ensalada de berros (Casas del Monte), las habas (Guijo de Coria), las esparragueras (Valle del Jerte), el caldo o la papilla de cebada con añadidos de agua, leche y azúcar y, sobre todo, el mangle o jaramiel, sustancia ésta que se convirtió en un auténtico descubrimiento de la medicina extremeña del pasado siglo, como bien nos informa el doctor Texidor en Flora Farmacéutica con fecha de 1871:
"Don Bonifacio Guijo, farmacéutico de Membrío, ha recogido en la provincia de Cáceres en el cistus ladaníferas, una sustancia de aspecto sacarino que fluye de las ramas añejas espontáneamente o por la picadura de un insecto durante el verano, en cantidad muy crecida y a la que se denomina sacarocistina o sacarocistus (mejor glycocistína) o jaramiel, que los chicos la apetecen como golosina. Se presenta en forma de copos blancos, que luego amarillea y pardea en contacto con el aire, de consistencia de miel dura, pegajosa, con olor a ládano y sabor dulce aromático; es soluble en el agua, y la disolución, gris, por el reposo se aclara dejando sedimentar una materia feculenta y resinoidea inflamable; soluble en alcohol, en éter y mucho en agua hirviendo; toma color rojo en contacto con el ácido sulfúrico y amarillo de oro con el nítrico, cuya sustancia, dice el Sr. Guijo, en ciertos usos, puede bien suplir el azúcar, y en pastillas ha producido excelentes resultados contra la tos" (25).
Sigamos con el repertorio de enfermedades a las que de forma muy concreta se enfrentan los elaborados productos de la botánica de esta tierra. De este modo nos toparemos con que la tosferina se resuelve tanto con infusión de hierbamora como con jarabe de remolacha, a la que se le extrae el zumo cortándola en rebanadas que se espolvorean con azúcar. La decocción de zanahoria mejora a los enfermos de asma y la de verbena enmelada cumple idéntica función con los griposos. Para unos y otros se estima conveniente el chupar caramelos de bayas de laurel machacadas y rebozadas con miel, medicina que ha contado con numerosos adeptos en Cilleros y San Martín de Trevejo. Apuntemos por último que las pequeñas dosis de maceración de pan y quesito o bolsa de pastor y la infusión de sanguinaria con relativa frecuencia van a parar a los estómagos de los extremeños aquejados de dolores pleuríticos o de costado (26).
Si la ciencia se ha servido en ciertos casos de los conocimientos tradicionales para sus descubrimientos, no es menos cierto que en numerosas ocasiones, en lo que atañe a las plantas, el pueblo no se percata de sus virtudes y, por consiguiente, no llega a utilizarlas hasta que recibe la información de los profesionales (boticarios, médicos, botánicos...) acerca de sus propiedades medicinales. Como muestra ilustrativa de esto último bien sirve un párrafo de la misiva que el cura Sebastián Manso y Pinazo escribe, en 1792, desde La Codosera como respuesta al interrogatorio del promotor del frustrado Diccionario Geográfico de España:
"Las yerbas olorosas y medicinales de esta población, tanto en las orillas del Jébora, Codosero y todo el término, son muchas y extraordinarias, según oí decir a un excelente boticario de Badajoz que vino a ésta en mayo de 88, y otros, lo cierto es que para la comprobación de ello alego algo que he oído decir a las gentes de este pueblo que en años pasados venían a esta billa muchos herbadarios o inteligentes sus yerbas desde la ciudad de Lisboa en Portugal y permanecían muchos días en la primavera, sacando raíces de yerbas, de unas llevaban toda la yerba, de otra las raíces, de unas las flores y de otras la cascara de las raíces; yo sólo he visto venir a dos, el año de 90, que llevaban la cascara de la bardana menor, que en otros tiempos havía muchíssima, pero de presente hai poca; dichas yerbas, flores y raíces nos las sacaban sin decir su virtud a los naturales, las que yo he podido indagar son las siguientes: centaura, axenxo, chicoria, hospericón, britania, ruvia de tintoreros, gualda, torongilcidrón, berbena, hospepaguana, uña de caballo, bardana menor, jabonera, traya, ronia, culantrillo de pozo, rosas (gran porte de man mosquetas) doradilla, siempreverde, tártago mayor y menor, genciana mayor y menor, violeta, borraya, chumbalbera, agrimonia, suelda mayor y menor, legua cervina, sanguinaria, coronopus o szella manis, llantén, verdolan, malvarisco, ruda que nace en el campo, paletaria, ruibarbo, clacellinas y tulipanes, lirios blancos y amarillos, estos tres últimos también nacen y se crían en los campos y las clavellinas en las mismas piedras de la montaña, roseta, salvia, lengua de liebre, estramonio, sahisco, hinojo, cardo benedicto, cardo al sol, cardo corredor, ortiga mayor y menor, piablo o acedones, orégano, apio y con ya dixe son tantas las flores olorosas y yerbas medicinales de esta tierra, (pero quasi todas desconocidas), que para dar relación individual de ellas era necesario un facultativo" (27).
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NOTAS
(1) RODRIGUEZ PASTOR, Juan: "Las supersticiones (su estado actual en Valdecaballeros)", Revista de Estudios Extremeños, Diputación Provincial de Badajoz, Badajoz, 1987, tomo XLIII, n.° III, p. 773.
(2) MONTERO CURIEL, Pilar: Medicina popular Extremeña (encuestas en Madroñera), Real Academia de Extremadura y Ayuntamiento de Madroñera, Cáceres, 1992, p. 64.
(3) GUIO CEREZO, Yolanda: Naturaleza y salud en Extremadura: los remedios, Ed. Asamblea de Extremadura, Mérida, 1992, p. 93.
(4) BARROSO GUTIERREZ, Félix: "Por tierras de Las Hurdes: la tía Teresa", Revista de Folklore, Caja España, Valladolid, 1993, n.° 149, p. 171.
(5) GARRIDO PALACIOS, Manuel: Aún existen pueblos. Etnografía de lugares dispersos. Centro de Cultura Tradicional, Diputación de Salamanca, Salamanca, 1994, pp. 97-98.
(6) LOPEZ CANO, Eugenio: "Supersticiones y creencias populares", Alminar, Institución "Pedro de Valencia" y Diario HOY, Badajoz, 1984, n.° 51, p. 7.
(7) MATEOS ROMERO, Trinitario: Estudio Antropológicomédico de Torremenga (Cáceres), Institución Cultural "El Broncense", Excma. Diputación Provincial de Cáceres, Cáceres, 1988, p.146.
(8) LOPEZ DE VARGAS MACHUCA, Tomás: La provincia de Extremadura al final del siglo XVIII, Asamblea de Extremadura, Mérida, 1991, p. 372.
(9) DOMINGUEZ MORENO, José María: "Los samblases cacereños", Revista de Folklore, Caja España, Valladolid, 1995, n.° 180, p. 196.
(10) JIMENEZ MILLARA, Vicki: Crónica de 17 pueblos (La Siberia extremeña), Institución Cultural "Pedro de Valencia", Badajoz, 1982, p. 20.
(11) MORAN BARDON, César: "Creencias sobre curaciones supersticiosas recogidas en la provincia de Salamanca", Memorías de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, Tomo VI, Museo Antropológico Nacional, Madrid, 1927. Reeditado: Obra Etnográfica y otros escritos, Centro de Cultura Tradicional, Diputación de Salamanca, Salamanca, 1990, tomo I, p. 160.
(12) PUERTO, José Luis: "La fascinación en Llerena y otros remedios y ritos", Revista de Folklore, Caja España, Valladolid, 1989, n.° 106, pp. 113-114.
(13) MONTERO CURIEL, Pilar: Op. cit., p. 63.
(14) FERNANDEZ SALGUERO, Luis, RODRIGUEZ PASTOR, Juan y RUIZ DE LA CONCHA, J. Ignacio: "Notas sobre algunas plantas de Fregenal y sus cercanías", Saber Popular, Federación Extremeña de Grupos Folklóricos, Fregenal de la Sierra, 1990, n.° 5, p. 14.
(15) FLORES DEL MANZANO, Fernando: La vida tradicional en el Valle del Jerte, Asamblea de Extremadura, Mérida, 1992, p. 317.
(16) DOMINGUEZ MORENO, José María: "Aspectos populares de la profilaxis y la curación del ganado ovino en Extremadura", Actas del Simposio sobre Trashumando y Cultura Pastoril en Extremadura, Asamblea de Extremadura, Mérida, 1993, p. 355.
(17) LOPEZ CANO, Eugenio: Op. cit., p. 5.
(18) LÓPEZ DE VARGAS MACHUCA, Tomás: Op. cit., p. 219.
(19) GUIO CEREZO, Yolanda: Op. cit., p. 34.
(20) PEREZ DE LA HIZ, María del Carmen: "Plantas Medicinales en Guadalupe", Guadalupe. Revista de Santa María de Guadalupe, Monasterio de Guadalupe, Sevilla, 1986, p. 134.
(21) BARROSO GUTIERREZ, Félix: Op. cit., p. 169.
(22) FERNANDEZ SALGUERO, Luis y otros: Op. cit., p. 47.
(23) MATEOS ROMERO, Trinitario: Op. cit., p. 147.
(24) PUERTO, José Luis; Op. cit., p. 114.
(25) P. 25, cit. FONT QUER, P.: Plantas medicinales. El Dioscórides renovado, Editorial Labor, Barcelona, 1988, p. 281.
(26) GUIO CEREZO, Yolanda: Op. cit., p. 34.
(27) LOPEZ DE VARGAS MACHUCA, Tomás: Op. cit., p. 161.