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Revista de Folklore número

220



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LAS FLORES DE MAYO: ESPACIO DEVOCIONAL Y RITUAL FESTIVO

AMEZCUA, Manuel

Publicado en el año 1999 en la Revista de Folklore número 220 - sumario >



En mayo de 1990 mi compañera Asun me invitó a su pueblo para que conociera las flores de mayo, una costumbre muy extendida en otros muchos lugares, pero que en su aldea reviste unas características especiales. La circunstancia de ser su madre una de las promotoras del acto me permitiría conocerlo en toda su plenitud, y allí me colé una tarde primaveral para compartir unas horas con las mujeres de Ventas del Carrizal (Jaén), llevado de la mano de Segunda Barranco Izquierdo y de María Castillo, ambas naturales y vecinas del pueblo, rezadoras de oficio y organizadoras de las flores, la primera encargada de rezar el rosario y la segunda de conducir los cantos.

Con ellas rememoraba una estampa propia de mi niñez, uno de esos recuerdos imborrables que tenemos los que fuimos niños de pueblo, que por aquello de andar siempre colgados de la madre, te permitía participar como ingenuo testigo de rituales sólo aptos para mujeres. Porque las flores de mayo son ante todo una costumbre piadosa típicamente de mujeres, que aprovechan la entrada de la primavera para amorriñarse por las tardes y medio sesteando echarle rezos y coplas a la Virgen, mientras los hombres, hartos ya del perezoso invierno, hacen sus primeras evasiones al campo para preparar las faenas agrícolas.

Un pequeño altar sobre el aparador de un cuarto en casa de la Patona era la excusa para las citas diarias: la diminuta imagen de la virgen callejera, cuya advocación había sido borrada por los años y el manoseo del trasiego devocional, contrastaba con la profusión de colorido que le servía de adorno. Las flores silvestres, las rosas y claveles, del campo y de plástico, iluminadas con los inquietos destellos de las pálidas llamas de mariposas flotando en tazones de aceite, las filigranas de cuentas de semillas secas y conchas marinas, resplandecían en el efímero escenario que las mujeres montaban cada año cuando llegaban las golondrinas, con los primeros cantos del cuco. Aquellos rezos vespertinos eran una prolongación de la siesta, un ejercicio de despertar paulatino para las labores domésticas de la tarde-noche, una manera de espabilamiento compartido que se remataba con conversaciones interminables, no exentas muchas veces de chismorreo.

Me hubiera olvidado de las flores de mayo si no hubiera tenido la ocasión de rememorarlas en los años que residí en Noalejo, en las que participé como el emplazamiento ideal para recoger los materiales folklóricos que luego arreglé y publiqué en una monografía. Entonces comprendí que este ritual tiene significados que escapan a su simplicidad aparente. Era sólo una muestra de la forma que tienen de entender la religión las clases populares y que se expresa en maneras alternativas de relacionarse con la divinidad.

Siempre me ha llamado la atención la extraña intimidad que las mujeres establecen con sus objetos de devoción, que en el caso de las fLores trascendía la mera sucesión de rezos. Las súplicas entremezcladas con apasionadas alabanzas, las lágrimas y los suspiros que dejaban paso a alegres cantinelas de alabanza que sólo ellas hacían creíbles, me provocaban desconcierto y envidia a la vez. Porque el trato que las mujeres establecen con la Virgen se acerca más al de confidente-protector que al de esas frías vestales que son objeto de adoración. Tenía la sensación de que cultivaban inteligentemente una garantía de dulce permanencia en ese más allá que a todos los mortales se nos escapa.

A pesar de ser un ritual tan extendido, me ha llamado la atención lo poco que he encontrado escrito sobre las flores de mayo como forma de expresión popular. Salvo algunas descripciones superficiales, como la de Leopoldo Torre sobre los rosarios de la tarde en Castilla (Torre García, 1987:134-6) y algunas canciones y rezos propios de esta celebración publicados en escritos dispersos, no conozco abordajes críticos más profundos. Claro que tampoco lo haré yo en este artículo, aunque sí una aproximación a su forma de manifestación en mi realidad más cercana.

RELIGIÓN Y RELIGIOSIDAD

Si hasta ahora he planteado la celebración de las flores de mayo como una cuestión de género no ha sido gratuitamente. Como costumbre popular, desarrollada generalmente en un espacio devocional no institucional, y además por mujeres, la preocupación de la jerarquía católica tenía que hacerse sentir. De hecho, la forma discreta de expresión actual no es más que un débil reflejo de la gran aceptación que en otros tiempos tuvo la celebración mariana, ocasionando algún que otro dolor de cabeza al párroco de turno. Así ocurrió en Cambil a principios de siglo, cuando el obispo de la diócesis mandó reconducir la costumbre por considerar que contradecía algunos ordenamientos eclesiásticos.

Ocurrió en la primavera de 1905 cuando el párroco del municipio de Sierra Mágina pone en comunicación del obispo de Jaén que en la ermita del Cristo del Mármol, que estaba en manos de una familia del pueblo, tenían por costumbre celebrar las flores o mes de María, y que después de rezar el Rosario y ejercicios del día, unas jóvenes cantaban coplas y plegarias a la Virgen, eso sí, acompañadas con un piano. El acto debía estar muy en el gusto del momento, pues el mismo párroco reconoce que, a pesar de que las flores también se celebraban en la iglesia, con sermón incluido los días de precepto, la ermita del patrón, donde cabían unas cien personas, se quedaba pequeña y la gente se amontonaba en la calle, con el consiguiente barullo (1). La respuesta del obispado no se hizo esperar: mandó al celoso párroco que si el canto no se hacía por hombres, sólo permitiese las flores rezadas, ya que a las mujeres les estaba prohibido cantar por un motu propio de su Santidad que había sido publicado con anterioridad (2).

En este caso vemos como se produce una de tantas colisiones entre clero y pueblo, una desavenencia entre la estética popular, en este caso manifestada espontáneamente a través de la música (incluso introduciendo en un espacio sagrado un instrumento profano), y la intransigencia del poder establecido, que no tiene el menor pudor en arremeter contra la costumbre haciendo valer una norma tan impopular y represiva como la prohibición de que las mujeres canten en las iglesias. No es raro pues que costumbres piadosas de este tipo hayan terminado ejercitándose de manera discreta y en lo privado, en espacios devocionales marginales que escapan al control del ordinario, en el ámbito doméstico, que es donde las mujeres pueden expresarse de manera franca y espontánea, sin temor a que puedan ser reprimidas por quienes no piensan como ellas.

Pero este no es el caso de la ceremonia que tiene lugar en Ventas del Carrizal, objeto de nuestro trabajo, donde la costumbre se desarrolla en un espacio público sin apariencia de conflicto, claro que, como se verá, al tratarse de una aldea la presencia institucional está muy debilitada. Además, aquí la costumbre, como en otros casos, se ha beneficiado de su asociación a la advocación más popular en la aldea, la del patrón, que es una forma de garantizar su supervivencia.

LAS FLORES DE VENTAS DEL CARRIZAL

Ventas del Carrizal es una aldea perteneciente al término municipal de Castillo de Locubín (Jaén) que se sitúa a 6 kilómetros de esta población en la carretera que va de Alcalá la Real a Jaén. Cuenta con algo más de 500 vecinos, un alcalde pedáneo, una iglesia parroquial, un colegio público y un consultorio local. Una parte del pueblo se asienta en una estirada avenida que forma la carretera, donde existen varias ventas o restaurantes de reconocida tradición culinaria. Otro barrio ocupa una calle que asciende hasta el cementerio, en lo más alto de la población, que ha sido denominada modernamente Autopista hacia el Cielo, como consecuencia de lo muy frecuentada que es por los forasteros en los últimos años, que acuden allí para visitar la tumba del Santo Manuel, el curandero de los Chopos que yace enterrado en su cementerio. El núcleo más grande del vecindario se asienta por debajo de la carretera, en torno al trazado secundario que lleva a Castillo de Locubín. Es la parte más antigua y donde se conservan algunas muestras de arquitectura tradicional, especialmente en las casas que más se aproximan al río San Juan (3).

El patrono de la localidad es San Antonio de Padua, al que celebran su fiesta cuando marca el santoral. Su iglesia está servida por el párroco de Castillo de Locubín, que va todos los sábados a decir misa. También acude a la fiesta del patrón y el domingo de las comuniones, que aquel año fue el 27 de mayo, con un total de cinco infantes comulgando, aunque hubo años que lo hicieron el doble.

La iglesia es pequeña y encalada, y muy antigua. Destaca la puerta principal, con dos hojas de madera y unas gruesas aldabas de hierro en forma de rosco. Tiene planta de cruz y todo en su interior es muy popular. En el altar mayor hay una imagen moderna de San Antonio de Padua y algunas fotografías recientes, un crucificado de talla y una Inmaculada que este día estaba fuera de su nicho habitual, colocada en un altar provisional a la izquierda del altar mayor y muy adornada con flores y velas.

El rezo de las flores tiene lugar durante todo el mes de mayo, por las tardes y en la iglesia. El acto consiste básicamente en rezar el Rosario a la Virgen y cantar algunas canciones marianas. Están llevadas por las dos rezadoras que ejercieron como informantes. Todos los martes tienen la peculiaridad de que cantan la canción de los pajaritos, en honor de su patrono San Antonio de Padua. En el que yo estuve, la ceremonia empezó a las siete menos cuarto de la tarde, la iglesia se encontraba toda llena de mujeres (calculé un centenar) y también había algunos niños pequeños. Las rezadoras se colocan en el primer banco de la izquierda, frente al presbiterio. El programa de rezos fue como sigue:

1. Todo el mundo arrodillado, se inicia con el rezo del Rosario.

2. Rezo de la Salve.

3. La letanía (la lleva una muchacha joven, que la lee de un papel manuscrito).

4. Un credo al Sagrado Corazón de Jesús.

5. A las Animas Benditas, un Padrenuestro, Avemaria y Gloria.

6. ídem a San José.

7. Venid y vamos todas... cantando.

8. Lectura del día, lo hace otra joven en posición de rodillas, mientras los demás se sientan.

10. Oración a San Bernardo, todos a la vez. Al terminar se pide de forma particular la gracia que se desea alcanzar.

11. Se rezan tres Avemarias por diversas causas.

12. Oración final, mariana.

13. Cuando yo era niña, canción.

14. Una de las rezadoras se arrodilla y dice una oración a San Antonio.

15. Divino Antonio precioso, canción, por la otra rezadora con toda la concurrencia.

16. Luego siguieron el resto de canciones marianas.

Los rezos que van del 1 al 13 corresponden a unas flores normales, los 14 y 15 se incluyen sólo los martes, y el 16 fue consecuencia de estar yo presente, si bien a veces finaliza así de forma espontánea.

Las flores se vienen haciendo desde antes de la Guerra, Segunda lleva viniendo desde hace cuarenta años y María desde hace veinticinco. En los años veinte se rezaba de forma particular, juntándose un grupo de vecinas en torno a la imagen de una Sagrada Familia metida en una urna que aún se conserva, y que iba pasando de casa en casa. Había una oración que decía:

Esta Sagrada Familia
tiene gracia y enamora
el que la recibe ríe
y el que la despide llora.

Están llamando a la puerta,
madre mía quién será,
es la Sagrada Familia
que nos viene a visitar.

En la Guerra desaparecieron todos los santos, pero la urna con la Sagrada Familia la ocultó y la guardó una mujer, Tita la Trinidaíca, la de Pajarico, que al parecer se la había traído su marido de Granada, y al terminar la Guerra se echó a andar otra vez la costumbre. Fue a partir de los años cincuenta cuando empezó a hacerse en la iglesia. En la actualidad no participa el cura en este acto, aunque se hace con su debido permiso.

A propósito de la canción de los pajaritos, una de las asistentes me contó cierta escena de carácter extraordinario que ocurrió cuando la cantaban el año anterior:

"al terminar el rosario nos quedamos a cantar canciones porque aquel día nos gustó. ¿Sos acordáis cuando entró la golondrina por un bujero de aquellos? Mire usté, entró una golondrina por un bujero de aquellos [los óculos de la fachada de la iglesia], le dio la vuelta a San Antonio dos o tres veces y se salió otra vez por otro bujero. Vamos, yo, mire, se me ponen los pelos de punta, porque aquello fue alguna cosa, eso no ha pasao nunca na más que aquel día. Estábamos diciendo la oración de despedida, y muchas coplas que nos dio por cantar aquel día, era el último día" (4).

LAS REZADORAS Y LOS REZOS

Actualmente sólo rezan Segunda y María, "aquí está muy cotizado en los entierros, que no hay quien rece el rosario porque nadie sabe". Es tradición del pueblo rezarle el rosario a los difuntos. Segunda me enseñaba su viejo rosario de cuentas rosadas con el que decía llevar cuarenta años rezando. Antes de Segunda lo rezaba la Tía Encarna, y también una hermana suya. Las que rezaban el rosario no lo hacían por tradición familiar, sino por devoción a la Virgen.

Sobre las canciones, mis informantes decían que tenían diez o doce años cuando se las enseñaron unas misioneras teresianas que vinieron al pueblo. Otras las aprendieron de unas maestras también teresianas que eran "muy buenas". De todo ello hacía unos cincuenta años, según me dijeron cuando hablé con ellas.

La relación de rezos y cánticos la transcribo íntegra al final. En su mayor parte son temas bien conocidos, pero merece la pena considerarlos aquí dentro de su contexto. El repertorio folklórico es fruto de la mezcla de temas tradicionales (los Milagros de San Antonio) con otros que provienen de acciones de adoctrinamiento propias de la Iglesia, pero que al popularizarse se han igualado en su función práctica a los temas tradicionales hasta convertirse en una unidad.

Se podrán apreciar algunos vocablos que han sido distorsionados por no formar parte del lenguaje habitual de la gente (proyecto por portento). No he querido corregirlos pues me parece una muestra interesante de algunas de las dificultades que los temas populares foráneos tienen para incorporarse al folklore local. Tampoco he alterado las expresiones propias del lenguaje dialectal ni las variaciones en las construcciones de los versos, pues aquí no es tan importante la pureza de los materiales recolectados como su forma de expresión espontánea.

Sobre la canción de los pajaritos, que constituye uno de los últimos ejemplos de romance religioso tardío (Díaz, 1978:118), su carácter especial en esta población le viene por el hecho de ser su patrón San Antonio de Padua, lo que le confiere una familiaridad y una cercanía devocional que supera su indudable atractivo folklórico. Su inclusión durante unos días en concreto, los martes, en un acto puramente mariano, hace pensar en la confluencia en un espacio común de dos celebraciones que en su momento se realizaron por separado: el rezo de las flores, en espacios domésticos, y el novenario del patrón, realizado en un espació público e institucional, en este caso la iglesia, que le sirve de santuario.

CONSIDERACIONES FINALES

Las Flores de Mayo constituyen un ritual muy extendido que tiene una clara intencionalidad doctrinal, pero que se ha adaptado al gusto popular hasta convertirse en un ejemplo emblemático de religiosidad popular. Siendo una celebración en la que participan casi con exclusividad las mujeres de una clase muy concreta, la de la gente sencilla, que sociológicamente se corresponde con la mayoría de la población (Estrada, 1985:199), en ella se condensan los símbolos, gestos y prácticas piadosas de su manera específica de concienciar la fe cristiana y de objetivar su mediación con la divinidad.

No sólo por su posición en el calendario, sino también desde el punto de vista de los símbolos, esta celebración se encuadraría dentro de las fiestas típicas del mes de mayo, que en la mentalidad popular española es concebido como el mes del esplendor de la vegetación, el mes de las fiestas y el mes amoroso por excelencia (Caro Baroja, 1983:18). Los elementos adorados están presentes de alguna manera en el que es conocido popularmente como el mes de las flores:

- La vegetación, como expresión de la exuberancia de los campos, se manifiesta en forma de adornos florales que se colocan en los altares:

Con gozos inmensos cogimos
flores sencillas y bellas
y hemos formado con ellas
lindos ramos para ti.

- La fiesta, entendida como momento de excepción, que altera el ritmo de las cosas, de la rutina diaria, y expresada en forma de ritual, que es la manera de que no ocasione conflictos. Especialmente en los ambientes rurales, las reuniones de mujeres, como las de hombres en tiempos de Franco, si se hacen fuera de contextos aceptados culturalmente, pueden resultar sospechosas.

- El amor, que en un escenario piadoso se eleva hasta cotas místicas, y se muestra en una exacerbación de los sentimientos de pertenencia, estableciendo un vínculo apasionado con la mediadora, con la "madre del amor":

"yo me ofrezco enteramente a vos, y en prueba de mi filial afecto os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser, ya que soy toda vuestra".

Estos elementos sirven a su vez para emparentar esta celebración con otras propias del mes de mayo donde también están presentes, como las cruces, bendiciones de los campos, fiestas romeras, etc. En la provincia de Jaén existen otras muchas muestras de la combinación de elementos vegetales (Virgen de la Encina en Baños, fiesta de los Jornaleros en Torres, procesión de los Hachones en Albanchez) con las numerosas romerías que se inician con la de la Virgen de la Cabeza, y con rituales amorosos en su sentido recto, como la costumbre de agasajar a las mozas cantándoles los mayos o regalándolas con colgaduras o enramados (Amezcua, 1990).

APÉNDICE. REPERTORIO FOLKLÓRICO DE LAS FLORES DE MAYO DE VENTAS DEL CARRIZAL (JAÉN)

1. Oraciones

A San Bernardo

Acordaos piadosísima Virgen María que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de vos. Animado por esta confianza a vos también acudo, Virgen Madre de las Vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a aparecer ante vuestra presencia soberana. ¡Oh madre de Dios!, no desprecies mis súplicas, antes bien escuchadlas y acogadlas benignamente. Amén.

[Después se guardan unos segundos de silencio para pedir la gracia que se desea alcanzar].

Oración final

¡Oh Señora mía!, ¡oh Madre mía!, yo me ofrezco enteramente a vos, y en prueba de mi filial afecto os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser, ya que soy toda vuestra, ¡oh Madre de piedad!, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.

2. Canciones

"Cuando yo era niña"
Cuando yo era niña,
mi madre querida,
amarte en la vida
feliz me enseñó.

Amándote tanto
cual nadie ha podido
su encargo he cumplido
¡oh madre de amor!

Ya sé que eres buena
cual nadie lo ha sido
por eso rendido
te vengo a implorar.

Y aquí ante tu imagen,
postrada de hinojos,
con llanto en los ojos
te vengo a implorar.

"San Antonio y los pajaritos"

Divino Antonio precioso
suplicad a Dios inmenso
que por su divina gracia
alumbre mi entendimiento,

para que mi lengua
refiera el milagro
que en el huerto obraste
de edad de ocho años.

Desde niño fue nacido
con mucho temor a Dios,
de su padre estimado
y del mundo admirador.

Fue caritativo
y perseguidor
de todo enemigo
con mucho rigor.

Su padre era un caballero
cristiano, honrado y prudente,
que mantenía su casa
con el sudor de su frente,

y tenía un huerto
en donde cogía
cosecha de frutos
que el tiempo traía.

Por la mañana, un domingo,
como siempre acostumbraba,
se marchó su padre a misa,
cosa que nunca olvidaba,

y le dice: Antonio,
ven acá, hijo amado,
y escucha que tengo
que darte un recado.

Mientras que yo estoy en misa
gran cuidado has de tener
mira que los pajaritos
todo lo echan a perder.

Entran en el huerto,
comen del sembrado,
por eso te encargo
que tengas cuidado.

Cuando se ausentó su padre
y a la iglesia se marchó
y Antonio quedó cuidando
y a los pájaros llamó:

Venid pajaritos,
dejad el sembrado,
que mi padre ha dicho
que tenga cuidado.

Para que yo mejor pueda
cumplir con mi obligación
voy a encerraros a todos
dentro de esta habitación.

Ya los pajaritos
mientras les mandaba
ellos muy humildes
en el cuarto entraban.

Por aquella cercanía
ningún pájaro quedó
porque todos acudieron
a lo que Antonio mandó.

Lleno de alegría
San Antonio estaba
y los pajaritos
alegres cantaban.

Y al ver venir a su padre
luego les mandó callar,
llegó su padre a la puerta
y comenzó a preguntar:

Dime, hijo amado,
¿qué tal, Antoñito?,
¿y has cuidado bien
de los pajaritos?

Y el hijo le contestó:
Padre, no tenga cuidado,
que para que no hagan daño
todos los tengo encerrados.

Y el padre que vio
el milagro tan grande
y al señor Obispo
trató de avisarle.

Acudió el señor Obispo
con grande acompañamiento,
quedaron todos confusos
y al ver tan grande proyecto.

Abrieron ventanas,
puertas a la par,
por ver si las aves
se querían marchar.

Y Antonio les dice a todos:
Señores, nadie se agravie,
los pájaros no se marchan
mientras que yo no lo mande.

Se puso en la puerta
y les dice así:
Vaya pajaritos
ya podéis salir.

Salgan cigüeñas con orden,
águilas, grullas y garzas,
gavilanes y avutardas,
lechuzas, mochuelos, grajas.

Salgan las urracas,
tórtolas, perdices,
palomas, gorriones
y las codornices.

Salga el cuco y el milano
gulapatos y andarríos,
canarios y ruiseñores,
tordos, garrafos y mirlos.

Salgan verderones
y las carderillas
y las congujardas
y las golondrinas.

Y al instante que salieron
todas juntitas se ponen
y escuchando a San Antonio
para ver lo que dispone,

y Antonio les dice:
Dejad el sembrado,
marcharos por montes,
riscos y los prados.

Y al tiempo de alzar el vuelo
cantan con dulce alegría,
despidiéndose de Antonio
y toda su compañía.

Y el señor Obispo,
y al ver tal milagro,
por diversas partes
mandó publicarlo.

Y árbol de grandiosidades,
fuente de la caridad,
depósito de bondades,
padre de la inmensidad.

Antonio divino,
por tu intercesión,
todos merezcamos
la eterna mansión.

Ave María Purísima.

"Es María la blanca paloma"

Es María la blanca paloma
que un día en España la vieron volar,
en el centro de una hermosa nube
vino a Zaragoza en carne mortal.

y Santiago, como lo sabía,
y a orillas del Ebro la salió a esperar.
Al decir Dios te salve María
cayó de rodillas al píe del pilar.
Desde entonces los hijos de España
la llamamos madre, madre del Pilar.

"El trece de mayo"

El trece de mayo
la Virgen María
bajó de los cielos
a Cova de Iría.

Ave, Ave, Ave María
Ave, Ave, Ave María.

A tres pastorcitos
la madre de Dios
descubre el misterio
de su corazón.

Ave...

El Santo Rosario
constante rezar
y la paz del mundo
el Señor os dará.

¡Viva la Virgen!

"Estrella hermosa"

Estrella hermosa
que anuncia el día
eres ¡oh Madre!
Virgen María.
Foco radiante de luz,
con tu fulgor,
es mi paso guía
estrella mía
al trono de Jesús.
Tú te presentas
en noche oscura,
radiante y pura,
vestida del divino sol,
y al verte el mundo
tu nombre aclama
y te proclama
iris de redención.

"Madre mía tus pródigas manos"

Madre mía, tus pródigas manos,
que a raudales derramas el pie,
mírame cuando mi alma vacile,
cuando tristes mis ojos estén,
consérvame siempre muy viva la fe,
Madre mía, que nunca la duda
debilite de mi alma el fervor,
que si incide la fe en la llama
hagas digno tu amor de mi amor.

"Virgen Reina de los Cielos"

Virgen Reina de los Cielos,
astro brillante y divino,
que iluminas el camino
de los que moran en tí.
Con gozos inmensos cogimos
flores sencillas y bellas
y hemos formado con ellas
lindos ramos para ti.
Por ti se mecieron,
sencillas y hermosas,
y ellas esplendorosas
se acercan a ti.
Es toda pura y toda bella,
y es toda blanca virginal,
radiante flor y brillante estrella,
es nuestra Madre celestial.

"Madre del amor"

Madre del amor
que en el cielo estás,
mírame siempre
con piedad.

Vuelve tus ojos
¡Oh, Madre mía!
y compasiva
mírame.

Y en tu mirada,
Virgen María,
mi salvación
segura esté.

Se para este pueblo,
madre celestial,
dulce consuelo
y Virgen paz.

Vuelve tus ojos...

"San Antonio es nuestro padre"

San Antonio es nuestro padre,
de esta aldea protector,
todos le queremos mucho
porque es nuestro defensor.

Recibe, Santo mío,
prueba de nuestro amor,
pide al Señor que nos proteja
y nos dé su bendición.

(incompleta)

____________

NOTAS

(1) Archivo Histórico Diocesano de Jaén. Sección Pueblos, Cambil, 1905.

(2) El motu propio del Papa Pío X sobre música sagrada fue publicado el 22 de noviembre de 1903. En base a él el obispo Salvador Castellote y Pinazo, que ocupó el episcopado jiennense entre 1902 y 1906, promulgó una circular fechada en Jaén a 20 de mayo de 1904 en la que da instrucciones precisas a sus párrocos, entre las que se explicitan, entre otras, la prohibición de usar piano en las iglesias y la de que las mujeres formen parte de las capillas de música, aunque fueren menores de doce años, con excepción de las que fueren religiosas y siempre que lo hicieren fuera de la vista del público. Boletín Oficial del Obispado de Jaén, 1904; XLVII (10):l60-3.

(3) Las fotografías que ilustran este artículo las realicé en Ventas del Carrizal en 1990.

(4) Los textos literales proceden de las anotaciones que en su momento hice en mi cuaderno de campo.

BIBLIOGRAFÍA

AMEZCUA, M. (1990): "Las fiestas de mayo en la provincia de Jaén", Revista de Folklore, 10 (109):17-24.

CARO BAROJA, J. (1983); La estación de amor. Fiestas populares de mayo a San Juan, Madrid, Taurus.

DÍAZ, J., DELFÍN VAL, J. y DÍAZ VIANA, L. (1978): Catálogo folklórico de la provincia de Valladolid, Vol. I, Romances Tradicionales, Valladolid, Diputación Provincial.

ESTRADA, J. A. (1985): "Religiosidad popular y liberación". En CASTON BOYER, P.: La religión en Andalucía (aproximación a la religiosidad popular), Sevilla, Editoriales Andaluzas Unidas, 197-216.

MONTIJANO CHICA, J. (1986): Historia de la Diócesis de Jaén y sus obispos, Jaén, Instituto de Estudios Giennenses.

TORRE GARCÍA, L. (1987): Ecos rurales, Barcelona, Edicomunicación.



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AMEZCUA, Manuel

Publicado en el año 1999 en la Revista de Folklore número 220.

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