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Se cumple este año el 900 aniversario de la muerte del Cid histórico. Su figura y sus hechos, además de ajustarse a una cronología y a una documentación específicas, han contribuido a lo largo de los siglos a crear un corpus literario -poesía, novela, teatro- cuya más elevada muestra tal vez sea el Romancero. A través de un centenar de ejemplos, el Cid ve completada su biografía escasa gracias a textos escritos sobre todo en los siglos XVI y XVII cuyo conjunto abarca las hazañas más sobresalientes de su vida junto a otras circunstancias legendarias, atribuidas también a distintos personajes de la mitología europea, que contribuyen a darle un carácter más universal. Decenas de adjetivos, repartidos a lo largo de este o aquel romance, van sumando en el héroe una serie de atributos que, según la época en que se analicen, podrían considerarse cualidades o defectos, pero que, en cualquier caso, le humanizan. El Cid es bueno, valiente, bravo, soberbio, generoso, orgulloso, caritativo, justiciero, etc., pero sobre todo es un ser humano con unos valores positivos que quedan siempre por encima de cualquier reacción momentánea o pasajera.