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Dentro de los cuentos populares, hay bastantes tipos en los que el héroe debe luchar contra el dragón devastador o raptor de princesas. El básico, no obstante, es el que Aarne-Thompson clasifican con el número 300, de ahí el título genérico: El matador del dragón. Según Aarne-Thompson, el cuento contiene esencialmente las siguientes partes:
I. El héroe poco prometedor y sus ayudantes animales.
II. Princesa raptada o expuesta, prometida a quien la rescate.
III. Dragón (echa fuego, tiene siete cabezas...).
IV. Pelea con el dragón (con algún período de tregua).
V. El héroe corta las lenguas del monstruo y, después, un impostor la cabeza.
VI. El impostor reclama la mano de la princesa.
VII. Cuando se va a celebrar la boda, el héroe se presenta dándose a conocer.
Aunque, como decimos, la lucha con el monstruo aparece en varios tipos, los teóricos suelen unir más estrechamente el estudio de éste, el 300 al 303 (Los Gemelos), del que incluiremos, en otra ocasión, dos versiones bastante completas. Tanto para Thompson (El Cuento F., pp. 50-61), como para Espinosa (CPE, III, pp. 9-33), que siguen las ideas de Ranke para estos cuentos, el Tipo 300 aparece incluido en la mayor parte de las versiones del 303.
El arquetipo (o baustein, término que podemos encontrar en Espinosa, por ejemplo) primitivo para este tema, según las ideas de Ranke seguidas por los mencionados teóricos, pudo estar integrado por los elementos que Espinosa propone:
- Comienzo de Aarne-Thompson 327A (o sea Hansel y Gretel).
- El hermano parte y, en el viaje, obtiene los perros maravillosos al permutarlos por su ganado.
- Un donante le da una espada invencible.
C1. Llega al reino en que la princesa será devorada por la serpiente.
C2. Mata a la serpiente, recoge sus lenguas y se aleja de la princesa, con la que se ha comprometido.
C3. Un suplantador corta las cabezas de la serpiente y, por su pretendido rescate, está a punto de casarse con la princesa.
AC5. La vuelta del héroe con las lenguas de la serpiente aclara la situación. Sigue la boda del héroe con la princesa.
Espinosa hace un estudio de su número 157, que tiene elementos fundamentales del Tipo 300, pero que incorpora, además, a la madre o hermana traidora que, tras casarse con un ogro, pretende desembarazarse del hijo o hermano (como sucede con nuestro Hijo Perseguido, que incluiremos también en otro número). Espinosa analiza quince versiones hispánicas a su alcance que, aunque no se corresponden exactamente con el Tipo 300, también caen dentro del tema de la serpiente que estudió Ranke. Aisla casi una veintena de elementos, además de los comprendidos en C; de todos ellos, nuestro cuento solamente posee el elemento C1 y parte de C2.
Según Thompson, conviene proponer a Francia como cuna del cuento moderno, porque las versiones francesas se acercan más al arquetipo original propuesto por Ranke, mientras las más alejadas de este punto muestran mayores alteraciones. Desde Francia, dice, se irradió primeramente hacia la Península Ibérica, Alemania e Italia. De la Península Ibérica saltó a América; de Alemania a Escandinavia, países del Báltico, Checoslovaquia, Polonia y Balcanes; de Noruega pasó a Escocia e Irlanda y de Dinamarca pasó a Finlandia. "Desde Italia viajó a las cercanías de Sicilia y Malta y llegó hasta Albania, Yugoslavia y Checoslovaquia. Centros menos importantes de difusión son los Estados Bálticos, Gran Rusia y Yugoslavia"(p. 59).
Finaliza Thompson refiriéndose a la difusión del cuento, dando referencias de algunas versiones aisladas, de las que dice que las pocas halladas fuera de Europa son el claro resultado de contarlas los viajeros y colonos. Las variantes que se encuentran entre los indios norteamericanos provienen de los franceses y españoles, y las de las islas de Cabo Verde, de los portugueses. La aparición en Camboya, isla Sunda y Japón es esporádica.
Según los teóricos señalados, parece claro que las versiones literarias han tenido poca influencia sobre el Tipo 300, aunque Ranke, cuyo estudio le parece definitivo a Espinosa, admite la relación genética entre los cuentos que tratamos y el mito de Perseo; ambos proceden, dice Ranke (Espinosa, III, p. 25), de una fuente común que los precede, tal como ya había propuesto Hartland.
La versión oral que recogemos a continuación es muy incompleta y está contaminada con otros tipos: el personaje no es otro que el conocidísimo Juan el Oso, del que tendremos ocasión de incluir alguna versión.
JUANILLO Y LA SERPIENTE
Al rey, que resulta que la serpiente que tiene siete cabezas, pues le robó la hija, al rey, la serpiente de siete cabezas, y decía:
- El que mate a la serpiente de siete cabezas, se casa con mi hija.
Total, empezó a pregonar eso; y, ya que salió uno, dice:
- ¡Ea! Pues yo voy a ir a matar la serpiente de siete cabezas -le dijo Juanillo el de la porra.
Agarró en todas las herrerías que había en Marchena... Se liaron los herreros porretazos allí, a pegarle porrazos, y llevó una porra así de larga.
Cogió la porra, se la echó al hombro, se la echó la porra al hombro, y coge el camino de donde estaba la serpiente, en un monte que estaba allí, y ya la tenía, y ya no la dejaba ir.
Total, dice la reina cuando llegó:
- ¿Dónde vas, gusanillo de la tierra? A mí me guarda una serpiente y no hay quien pueda con ella.
Dice:
- Pues tu padre me ha mandado a mí aquí, y cuando me ha mandado y yo he venido es por algo.
Dice:
- ¡Chiquillo! Mira que te va a matar.
- ¿¡Esa me va matar a mí!?
Total, a la hora de venir la serpiente...
- ¡A carne humana, me huele. Como no me lo diga, te mato!
-le dijo a la reina.
Y la reina callada. Y él escondío detrás de la puerta. ¡Mira!, le dio con los rabos, allí pegando rabazos, dejando caer árboles. ¡Y venía la serpiente de siete cabezas que, que berreaba! Y cuando llegó, se sentó a ella y hace así, al levantarse con la porra: "¡Guau!". Le puso la porra en lo alto y la machacó. Con la misma, cogió a la hija del rey, ¡pom, pom, pom!, a palacio. Llegó a palacio...
- ¿Cómo se ha apañado usted? Y llevaba en un lao, así en el brazo llevaba a la reina, y en el otro lado, la porra; a los dos llevaba así.
- ¡Nada! Pues casaos ahí.
Y, y se casó la hija del rey.
José Perea. Marchena, 1991. Transliteración al castellano normalizado del etnotexto de La tradición oral... (Agúndez..., n.° 27).
Catalogación
ASTRID LUNDING, n.° 5: The Rescued Princesses.
AARNE-THOMPSON, n.° 300: The Dragon-Slayer.
BOGGS, 300.
HANSEN, 300.
ROBE, 300.
CAMARENA (Repertorio... Cantabria), 300.
PUJOL, 300: El Vencedor del Drac.
CAMARENA-CHEVALIER, 300.
ESPINOSA, III, pp. 9-26.
THOMPSON:
R11.1: Rapto de la princesa.
T68.1: Princesa ofrecida como premio al rescatador.
L100: Héroe poco prometedor.
B16: Animales devastadores.
B11: Dragón.
B11.2.3.1: Dragón de siete cabezas.
G346: Monstruo devastador.
G84: El monstruo huele, olfatea la presencia del héroe.
B11.11: Lucha con el dragón.
R 111.1.3: Rescate de la princesa.
L161: Héroe poco prometedor se casa con la princesa.
PROPP:
a. Un rey y su hija (situación inicial).
A1. Rapto de la princesa (fechoría).
B1. El rey convoca al pueblo para que alguien intente el rescate (momento de transición).
C. El héroe parte para rescatar a princesa.
F3. Se le fabrica un objeto que, por su ayuda al héroe contra el agresor, hace las funciones de objeto mágico.
G3: Acude mandado por el rey (desplazamiento).
H1. Combate.
J1: Victoria del héroe-buscador.
K5. Reparación de la fechoría; la princesa queda en libertad.
W° Matrimonio.
Podemos observar la equiparación de las funciones básicas (Propp) y los motivos (Thompson):
A1=R11.1 Rapto de la princesa.
H1=B11.11 Lucha con el dragón.
K5=R111.1.3 Rescate de la princesa.
W°=L161 Matrimonio
El esquema según Thompson y Propp, podría ser:
L100, T68.1, R11.1, B11, B11.2.3.1, G346, G84, B11.11, R111.1.3, L161
a A1 B1 C F3 G3 H1 J1 K5 W°
Otros motivos: R10, R10.1, R11, R13, R13.1, R13.4.1, R110, R111, R111.1.4, B15.1.2.6.1, Z200, G510.4.
Versiones populares españolas
- Cf. Rasmussen (C. Andaluces, pp. 98-102), n.° 16: Juan sin Miedo.
- La Serpiente de Siete Cabezas (C. A. D., "Cuentos Populares", en El Folk-Lore Andaluz. Órgano..., pp. 357-361).
- Cf. Jiménez Romero (La Flor de la Florentena, pp. 43-50, 224-230), n.° 9: El Pescador, nº 10: El Pescador, n.° 72: La Serpiente de Siete Cabezas, n.° 73: Los Dos Gemelos.
- Pino Saavedra ("Seis Cuentos P. Andaluces"), n.° 5: El Matador de la Serpiente (en RDTP, XXXVI, pp. 195-197).
- García Surrallés (Era... Gaditanos, pp. 55-63/ n.° 7: Las Aventuras del Príncipe Juanito.
- Sergio Hernández de Soto ("C. P. Extremeños"), XXI, (dos versiones): Hierro, Plomo y Acero y Los Tres Perros (en Machado y Alvarez, BTPE, X, pp. 249-269).
- Curiel Merchán (Extremeños), n.° 67: El Lagarto (pp. 272-277; CSIC, pp. 172-177), n.° 102: La Serpiente Boa (pp. 388-391; CSIC, pp. 261-264).
- Camarena (C... Real, pp. 51-53), n.° 41: El Viejo de los Tres Perros.
- Espinosa (CPCL), n.° 61: La Joven y la Serpiente. Cf. n.° 68: El Castillo de Irás y no Volverás; n.° 69, ídem; n.° 75: Los Tres Leones.
-Camarena (León, I, pp. 113-115), n.° 73: [La Serpiente de Siete Cabezas].
- Ferrer (R. de Menorca, II, pp. 60-87): En Pere de sa Maça.
- Amades (R... Catalunya..., pp. 375a-377b, 290a-293b, 538a-541a), n.° 112: La Princesa Margantella, n.° 82: En Joanet del Sol al Front, n.° 158: Els Tres Gossos,
- Serra i Boldú (Rondalles Populars, IV, pp. 92-97): Dos germans que s'assemblen molt.
- Scanu (R. Alguereses, pp. 55-57): Lo Carbonajo [de Aplec de Rondalles, de Guarnerio].
Versiones populares hispanoamericanas
- Pino Saavedra (C. F. Chilenos, pp. 30-44), n.° 4: Las Tres Princesas Raptadas.
-Contreras (C... Chile, pp. 105-109, 167-174), n.° 11: El Matador de la Serpiente, n.° 19: Sara y Samuel.
- Añíbarro (La Tradición Oral en Bolivia, pp.87-89), n.° 11: Un Padre que tenía dos Hijos.
- Carvalho-Neto (C. F... del Ecuador, pp. 39-46), n.° 56: El Huerfanito.
- Robe (Mexican Tales... from Los Altos, pp.133-136, 393-399), n.° 37: [Los Dos Hermanos], n.° 109: Los Cinco Consejos.
- Foster (Sierra de Popoluca..., pp. 226-228), n.° 37: Oliva and Olivar.
- MacCurdy ("Spanish Folklore... from... Louisiana", pp. 240-241), n.° 10: Cadena.
Versión no hispana
- Sánchez Lizarralde (C. P. Albaneses, pp. 99-109): El joven que se convirtió en rey de los animales. Episodio final de un cuento muy especial de animales agradecidos.
La lucha con el dragón
La lucha con el dragón o serpiente, no es motivo exclusivo de cuentos populares. Aparece, por contra, en las más arriesgadas tareas de los héroes salvadores de la mayoría de las culturas, en las historias, mitos, leyendas y religiones que cuentan sus hazañas, en los sueños y concepciones de la mente humana colectiva, en los escritos e iconografías de la mayor parte de los rincones del mundo.
Como hemos señalado, se viene identificando el presente cuento con la historia de Perseo. Apolodoro (Biblioteca M., II, 43ss.) y Ovidio (Las Metamorfosis, IV, IV-V) nos cuentan esta historia de Perseo que, después de cortar la cabeza de Medusa, se presentó en Etiopía, donde halló a Andrómeda expuesta a un monstruo marino. Al enamorarse de ella, prometió rescatarla si Cefeo se la entregaba como esposa. Después del combate, Perseo tomó a Andrómeda como esposa y al país como posesión. En el banquete nupcial (según Ovidio), explica cómo mató a la Gorgona y la causa de que ésta tuviese serpientes en vez de cabellos.
Es recurrente, decimos, la presencia del héroe luchando contra el monstruo (dragón o serpiente) que retiene a la doncella, devasta el reino o custodia algún tesoro. En la cultura India vemos, por ejemplo, cómo los Rakshasas le recuerdan a Ravana las hazañas que le adornan, para incitarlo a la guerra: "¿No entraste en Bhogavati después de hacer la guerra a las serpientes?" (Ramayana, 6, VII, 3; II, p. 181). Hiranyakashipu, conquistador de los tres mundos, se ofendió mucho contra su hijo Prahiada por la mala instrucción que había recibido; quiso terminar en varias ocasiones con él. En una de ellas ordenó a las serpientes que se lanzasen contra su hijo, pero ellas nada pudieron contra él porque estaba protegido por Vishnú. En esta ocasión, en cambio, no aparece el aspecto maligno de las serpientes (L... de los Puranas, p. 80).
En Cuentos del Papagayo (noche cincuenta y dos), vemos la historia básica del joven que tiene que matar a la serpiente para casarse con la hija del rey. En este caso, la fuerza le viene al héroe por comer la cabeza del pájaro de siete colores (se había vaticinado que quien lo comiera sería rey).
En la cultura nórdica, también Thor se enfrenta a una horrible serpiente, la de Midgar, a la que pescó y amarró. "Y puede decirse que nadie ha visto tan horrenda visión como la de Thor mirando fijamente a la serpiente y la serpiente mirándole a su vez, escupiendo veneno". Hymar, el trol que acompaña a Thor, corta el cebo en que la serpiente quedó amarrada y el reptil se va al fondo, "Y Thor lanzó el martillo tras ella, y dicen que le acertó en la cabeza cuando estaba en el fondo, pero yo creo que es lo cierto que te digo, que la serpiente del Midgard aún vive y yace en el mar, rodeando a las tierras" (Snorri Sturluson, Textos Mit.de las Eddas, XLVIII; p. 68). Afirmaciones como éstas han encendido, alimentado y mantenido vivas, incluso hasta nuestros días, muchas concepciones míticas, leyendas, hechos increíbles, seres fabulosos, acontecimientos inexplicables...
En la cultura hitita, el dios de la Tempestad se encarga de matar a la serpiente. El dragón y sus hijos, que habitan en el inframundo, son invitados a subir para comer y beber. "Y luego se bebieron todos los barriles y se saciaron. Y a su guarida no podían volver a bajar. Hupasiya llegó y ató al Dragón con una cuerda. Llegó el dios de la Tempestad y mató al Dragón. Y los dioses estaban con él" (Textos Literarios Hetitas, "La lucha contra el dragón", p. 29). Esta historia (s. XIV a. C.) recuerda la de Orfeo en muchos aspectos, por ejemplo la prohibición de mirar atrás en el mundo subterráneo.
Unas tablillas, halladas en Assur y Nínive, reflejan el mito acadio de Enlil y el Dragón Labbu (Mitos Sumerios y Acadios, pp. 517-518), aunque bastante fragmentariamente:
"¿Quién ha (dado a luz) a la que, (descomunal), serpentea?
¡Tianmet ha (dado a luz) a lo que, (descomunal), serpentea!
[..................]
En el cielo los dioses se inclinaron ante (Sin),
Y apresuradamente (agarraron) el borde del vestido de Sin.
¿Quién irá (a matar) al Labbu,
a salvar la amplia tierra [...]
y asumir la monarquía [...]?
Ahora bien, Tishpak (mata) el Labbu,
salva la amplia tierra [...]
y asume la monarquía [...]"
En la misma cultura acadia, aparece la serpiente que roba a Gilgamesh la planta de la inmortalidad, que éste había traído del fondo de las aguas (Ibidem, pp. 419-420, tablilla X del "Poema de Gilgamesh").
Anderson Imbert (Los Primeros Cuentos..., pp.34-35) nos recuerda el mito egipcio de Setna y el Libro Mágico. Un sacerdote le dice a Na.nefer.ka.Ptah que vaya por el libro de Thot que estaba en medio del río Coptos, encerrado en una caja
envuelta en una serpiente inmortal. Se sumergió en el río, luchó con la serpiente inmortal. Se sumergió en el río, luchó con la serpiente enrollada en la caja de hierro, la mató, la serpiente resucitó, la volvió a matar, volvió a revivir, la mató por tercera vez y por tercera vez renació; al final la cortó en dos pedazos y los separó con arena para que tardara en reaparecer. Emergió con las cajas...
El mismo Anderson Imbert (supra, pp. 288-291) menciona otro mito (de Persia, en esta ocasión) en que aparecen serpientes que vuelven a crecer cuando son cortadas (mito de Jamshid y Zahak). En Rustan y Sorhab, descubre la lucha contra el dragón por parte del héroe Rakch que, asemejándose al Hércules griego, debe afrontar siete arriesgadas aventuras.
El israelita Daniel (Daniel 14, 23-31), que descubre la falsedad del dios Bel, dice a Ciro que matará al dragón al que todos adoran como a un dios viviente. El rey acepta el reto y ve cómo Daniel arroja al dragón una bola de pez, grasa y pelos hervidos, que revientan a la bestia cuando la come. Con esta acción, Daniel irrita a los babilonios, que lo arrojan al foso de los leones.
No olvidemos, volviendo a la mitología griega, el undécimo trabajo de Hércules (Apolodoro, lib. II; p. 61) en el que el héroe debía hacerse con las manzanas de oro de las Hespérides, que eran vigiladas por un dragón inmortal, que poseía cien cabezas. Atlante se hace con ellas, mientras Hércules sostiene la bóveda celeste. Quizás esta tarea encomendada a las serpientes, de proteger fuentes y tesoros, se equiparó en Egipto a su labor de custodiar los templos sagrados, hasta el punto de identificar a los ofidios con la divinidad misma. Max Müller (Mitología Egipcia, p. 189) nos dice: "Las serpientes, consideradas criaturas demoníacas en tantos países, eran objeto de especial devoción en Egipto [...] protegían la entrada a los templos [...]. El templo de Denderah incluso tenía ocho serpientes sagradas...". En China ocurre lo mismo. Los templos taoístas están protegidos por el Dragón azul y el Tigre blanco, son los guardianes de las puertas (Edwards, Ancient..., p.140). En esta cultura, los dragones pueden aparecer personificados, así, por ejemplo, Nocha, el hijo indisciplinado de Li Ching, que ya había matado a un criado del rey del Cielo, mató también a Ao Ping, el tercer hijo del rey dragón. En ese momento, "apareció con su verdadera forma de dragón".
En una leyenda africana, El Ungido (Tchicaya U Tams'si, Leyendas..., pp. 35-43), una enorme serpiente aparece en las aguas donde el joven Chaca se baña en la época en que debe seguir los rituales preceptivos; se miran fijamente mientras él aprieta con sus manos su amuleto. La serpiente se desliza hasta el muchacho, rodea su nuca con la lengua bífida, se enrosca en su cuerpo, le vuelve a mirar y pasar la lengua por todo el rostro antes de sumergirse en el agua. Como puede constatarse, es un rito de iniciación. Curiosamente, el joven Chaka, de poderes sobrenaturales, será tenido como hijo de un ser mágico. Tchicaya, por otra parte, recoge otras leyendas sobre la serpiente, las de la joven ofrecida. En Ghana o el Fin de la Ciudad (pp. 65-71), aparecen todos los elementos conocidos. "Así fue cómo llegó un año en que la mártir de la serpiente de Uagadú debía ser una joven de belleza sin igual y de nombre Sia. Era la prometida de Amadú Sefedokoté, Amadú el taciturno". Pero Amadú no se resignó a perder a su prometida a quien quería "más que a su tabú", preparó su sable y se apostó junto al pozo en el que vivía la serpiente Bida. Los ancianos "vistieron a Sia con sus más suntuosos bubús", la llevaron junto al pozo y la abandonaron ofreciéndola al anfibio, que salió para llevarse a la muchacha. Amadú, con movimientos certeros, cortó la cabeza de la captora, aunque rápidamente crecieron otras siete que fue cortando. Como consecuencia de todo ello, hubo siete años de sequía que causaron la pobreza en la región y determinaron el exilio de los habitantes de Ghana. La última cabeza cortada y la cola se fueron volando y, allí donde cayeron, provocaron la prosperidad. En La Leyenda del Ngurangurance el Hijo del Cocodrilo (pp. 135-148), Ombure, el cocodrilo hizo tributarios a los fans de jóvenes para su sustento, y así fue por largo tiempo.
Pero un día ocurrió esto: la muchacha que debía ser expuesta por la tarde a la orilla del lago, la muchacha cuyo turno había llegado, era Alena-Kiri, la hija del jefe. Era joven y era bella. Y por la tarde la ataron a la orilla del lago con su compañera. La compañera no volvió, pero al día siguiente, cuando el sol reapareció, la hija del jefe seguía allí. Ombure la había perdonado [...]. Por eso la llamaron: aparición de la Aurora.
Pero nueve meses después, la hija del jefe tuvo un hijo, un hijo macho. En recuerdo de su nacimiento, el muchacho fue llamado Ngurangurane, el hijo del cocodrilo. (Sobre este aspecto, volveremos en otro tipo).
Frazer (La Rama Dorada, pp. 178-182) describe las ancestrales costumbres de exponer a la doncella ante la presencia de los dioses para propiciar los matrimonios divinos. Comienza recordando cómo en Babilonia quedaba expuesta, durante la noche, la doncella elegida por el dios Baal, según testificaban los sacerdotes caldeos, que aseguraban al pueblo que "la deidad venía al templo por la noche y dormía en la gran cama; la mujer, como consorte del dios no podía tener relaciones sexuales con ningún hombre mortal" (p. 178).
De igual forma agrega similares costumbres en el templo egipcio de Ammón, en Tebas, o en Atenas, donde el dios era Dionysos, que se casaba con la reina, igual que Zeus en los misterios de Eleusis.
Después de exponer otros casos, asegura que la tradición ha existido hasta épocas relativamente recientes en algunas sociedades. El último caso que recuerda se refiere a una costumbre desarrollada en las islas Maldivas, hasta que sus habitantes se convirtieron al Islam. Afirma, por un testimonio valioso, que cierto espíritu maligno se presentaba cada mes. "Los habitantes, tan pronto como lo percibían, tomaban una virgen y adornándola la conducían a un templo pagano situado a la orilla y con una ventana mirando al mar. Dejaban a la damisela toda la noche y cuando volvían por la mañana la encontraban sin doncellez y muerta. Cada mes se echaba suerte y el que le tocaba daba su hija al Jin del mar" (p. 182).
Tras la anterior exposición, Frazer dice abiertamente que esta historia recuerda un cuento recogido desde Japón hasta Escandinavia: "En cierto país hay la plaga o calamidad de una serpiente de muchas cabezas, dragón u otro monstruo semejante que destruía a todos si no le ofrecían periódicamente una víctima humana". Sigue recordando el típico cuento: cuando va a ser entregada la hija del rey, es cuando el héroe del cuento, "frecuentemente un joven de humilde cuna, se interpone en su defensa, mata al monstruo y recibe la mano de la princesa" (p. 183).
Concluye valorando estos cuentos de la siguiente forma:
Sería probablemente una equivocación desvalorizar todos estos cuentos como puras invenciones literarias. Mejor aún será suponer que reflejan la costumbre real y verdadera de sacrificar muchachas o mujeres para desposarlas con espíritus acuáticos a quienes frecuentemente se imagina como grandes serpientes o dragones (p. 183).
Sin duda, la lucha contra el dragón para rescatar a las doncellas presas, o simplemente para liberar al pueblo de sus terribles devastaciones, fue excelente causa para impulsar a los caballeros andantes a tan arriesgadas empresas. Lo sorprendente es que las aventuras de los héroes de las novelas de caballerías fueron leídas entusiastamente y tantas veces tomadas en serio, como veremos en otros temas. Lo cierto es que muchos caballeros tuvieron que enfrentarse a estos dragones. Aquí vemos, por ejemplo a Guy de Warwick luchando contra el dragón que ya había desolado todo Northumberland:
Con otro rugido horroroso el dragón desenroscó sus arrugas negras como el carbón y abrió su boca ardiente, esperando al valiente agresor. El impacto de su llegada fue horroroso. La dura lanza se estremeció sobre la piel escamosa como si fuera una roca firme, mientras el caballo y el hombre se tambalearon, prácticamente asfixiados por el aliento venenoso de la criatura...
Sólo después de una terrible e incierta lucha, Guy consiguió perforar el cuerpo de la bestia, que cayó empapada en su negra sangre. Después cortó la cabeza del monstruo y cabalgó junto al rey. Evidentemente, el caballero no ganó ninguna mano de princesa, sus aventuras debían proseguir (Hope, Romances..., pp. 211-215).
No olvidemos tampoco la figura de S. Jorge. Podemos estudiar, por ejemplo, el artículo de Virginia RR de Mendoza ("San Jorge,..."), que lo relaciona directamente con el cuento Tipo 300.
Muchas leyendas referidas contemporáneamente siguen hablando de princesas o jovencitas raptadas por monstruos y de las luchas de héroes contra ellos. Leandro Carré Alvarellos (Las Leyendas Tradicionales Gallegas), por ejemplo, nos cuenta la de La Coca de Redondela (pp. 146-147), según la cual, un ser monstruoso "con cuerpo de dragón terminado en una enorme cola como de gran serpiente, con enormes alas..." comenzó a hacer su aparición en las costas de Redondela y, en cada aparición, se llevaba, "como si previamente las eligiera, a las chicas más hermosas de la villa". Se tuvieron que reunir los hombres más valientes para acabar con el ser extraordinario. En otra leyenda del mismo recopilador (La Cueva del Rey Cintoulo, II; pp. 140-142), la princesa está encantada en la cueva, donde la retiene un ser fabuloso. Si alguien pudiese rescatarla, se podría casar con ella; pero si fracasa en el intento, será devorado irremisiblemente. Dos hermanos lo intentaron, entraron en la cueva, pero nunca más se supo de ellos.
También Propp (Las Raíces Históricas..., cap. VII) se ocupa ampliamente del tema de la serpiente en los cuentos populares. No está de acuerdo con la idea conocida de que el combate con la serpiente represente ciertos ritos primitivos, para él, como para Ehrenreich, a quien menciona, el combate con la serpiente aparece únicamente en las antiguas civilizaciones que ya se han erigido como estados: Egipto, Babilonia...
Para Propp, el motivo del duelo con la serpiente evolucionó desde el conocido rito de iniciación. En este rito, el joven era engullido por un animal; en las entrañas del animal, el muchacho tomaba, como alimento, parte del cuerpo del engullidor y de esta forma adquiría sus cualidades, con las cuales estaba capacitado para la caza y era útil a la sociedad. De esta forma, nos dice, Jonás adquirió sus poderes. Igualmente se aprende el lenguaje de las aves, hecho que aparece frecuentemente en los cuentos. Posteriormente, señala Propp, estos hechos de adquisición de poderes y sabiduría por medio del engullimiento se perdieron, el engullimiento es casual, el héroe corta el corazón para alimentarse. En una posterior evolución, el héroe no entra en el interior de la bestia, sino que arroja objetos al interior que obran fatalmente desde dentro mientras él apuntilla desde fuera. "Las formas de esta muerte cambian poco a poco. El engullidor es matado con las flechas, con la lanza, con el sable, es descuartizado por el héroe que está a caballo. De aquí se pasa directamente a las formas del duelo con la serpiente existentes en los cuentos" (p. 356).
Como decimos, la exposición de Propp es bastante amplia; después apoya su idea de que estamos ante un mito relativamente reciente, alegando la modernidad de la creación de los dragones..., que partió del rito del engullimiento en la iniciación; nos hace ver que estuvo relacionado con las representaciones de la muerte y desvela las relaciones con los diversos estados (aéreoacuático-subterráneo), con los raptos, los momentos eróticos, los tributos, los traslados.
De cualquier forma, reconoce que estamos ante un problema complejo y no deja de revisar la bibliografía que existe al respecto. Esta bibliografía es tan amplia, dice, que es imposible, incluso, "hacer ahora una lista de ella". Y agrega que, "a pesar de todo, el problema del origen de la imagen de la serpiente y del motivo del combate no puede considerarse resuelto" (p. 325).
Condena todos los estudios, que llegan inexorablemente al fracaso. Menciona dos grupos de estudio muy generales; uno es el de la escuela mitológica que postula que la serpiente es el lado oscuro de la luna y el héroe el claro, según la idea de Siecke, recordada por Propp; el otro grupo hace ver la presencia de la serpiente en la imaginación de las sociedades humanas como reminiscencia de "animales prehistóricos existidos en otras épocas". Propp ve absurda esta idea; sin embargo, hay aspectos que no pueden rechazarse sin discusión.
Carl Sagan (Los Dragones del Edén..., pp. 159-188), por ejemplo, se pregunta si criaturas antropoides pudieron llegar a coexistir con el tyrannosaurus rex, si es posible que ciertos dinosaurios escaparan a la muerte al finalizar el Cretácico, o si cabe pensar "que los sueños pertinaces y el temor generalizado que sienten los niños hacia los «monstruos» tan pronto son capaces de hablar, sean vestigios evolucionistas de respuestas sumamente adaptativas -al estilo de los babuinos- a la amenaza de los dragones y a las aves nocturnas" (p. 177). Recoge una cita de Darwin, donde éste se pregunta si no es posible "suponer que los vagos pero no por ello menos reales temores de los niños [a los dragones], que nada tienen que ver con la experiencia, sean resonancias heredadas de peligros reales y toscas supersticiones de la humanidad primitiva" (p. 177).
Abundando en los sueños, recoge una cita de Washburn, que afirma que los babuinos albergan "tres temores congénitos: el miedo a las caídas, a las serpientes y a la oscuridad". Sagan sostiene que los primeros mamíferos tuvieron que competir desfavorablemente contra los reptiles, para ello llevaron vida nocturna en la necesidad de contrarrestar la diurna de los reptiles, animales solares. El sueño diurno de los mamíferos debió de configurar las "impresiones en el cerebro" de los mismos. La desaparición de los dinosaurios alteró el sueño de los mamíferos que, desde entonces, recibieron el día como elemento no hostil.
De cualquier forma, tras analizar una encuesta aplicada a estudiantes universitarios sobre los temas del sueño y contemplar los resultados donde se constataba que la mitad de ellos soñó con serpientes (otros temas fueron: caídas arbóreas, persecuciones, experiencias sexuales, relacionados con los estudios e intentos frustrados de concluir tareas), asegura: "Parece lógico preguntarse si el mundo de la ensoñación no proyecta directa o indirectamente, la antigua hostilidad entre reptiles y mamíferos" (p. 187). Recuerda la semejanza de su concepción del problema con la teoría de Freud sobre la represión del ello por parte del superego. Finalmente, concluye: "El hombre desciende de los reptiles y de los mamíferos. Es muy probable que [...] estemos reviviendo los cien millones de años de lucha en que reptiles y mamíferos se enfrentaron, con la salvedad de que se ha invertido el momento del día en que tiene lugar la vampírica caza"(p. 188).
Si el hombre o los homínidos precursores configuraron su mente, sus sueños y su consciente por la presencia, por los peligros reales de seres asombrosos, es cuestión accesoria porque lo realmente interesante a nuestro propósito es que el hombre ha incorporado a sus culturas, como hecho irrefutable, la existencia de las serpientes y dragones. No cabía dudar, al menos durante el extensísimo tiempo que la cultura clásica rigió el saber occidental, porque era una creencia bien arraigada, porque los autores que testificaban su existencia estaban fuera de toda duda (Tito Livio,...), porque los viajeros que volvían de los lejanos territorios no desmentían.
Valerio Máximo (Hechos..., pp. 121-122), por ejemplo, recuerda la serpiente referida por Tito Livio, Plinio y otros que aseguran que era tan enorme que asustaba más a los ejércitos romanos que la propia Cartago. Cuando el ejército terminó con ella, tuvo que mover el campamento porque la sangre del monstruo contaminó todo el río Bagrada y la putrefacción contaminó toda la región.
El mismo Valerio Máximo (supra, 1, VII; p. 104) nos pone en contacto con otra visión clásica sobre las serpientes, ya antes mencionada; la serpiente en los sueños. Aníbal soñó que un monstruoso dragón iba devastando cuanto se ponía frente a él, mientras a su paso se producían tinieblas. Le explicaron que aquello significaba la destrucción de Italia.
Similar a la lucha de los romanos con la serpiente del río Bagrada, es la que refiere el conocido Pseudo-Calístenes tomando la Carta de Alejandro de Macedonia a su maestro Aristóteles acerca de su expedición y el país de la India (Vida..., p. 236). Según ella, los ejércitos de Alejandro toparon con serpientes de dos y tres cabezas en la India; poseían, además, lenguas trífidas, de hálito pestífero y ojos que destilaban veneno. Cuando lucharon con ellas, perdieron más de treinta hombres.
Por los romances, tantas veces cantados ante un extasiado público, también pasaron los monstruos apoyados testimonialmente; véase, si no, la descripción que se hace de La Arpía Americana (título de un romance anónimo [n.° 1344] recogido por Duran):
Destilan asco y veneno
con su boca de dragón.
Sus dientes dobles y espesos
En dos hileras poblada,
Reducen a polvo el hierro.
(Romancero, II, pp. 390a-391b)
Todos estos monstruos fabulosos estuvieron presentes durante siglos en la mente del hombre.
Ignacio Malaxecheverría (Bestiario Medieval, p. 80), por ejemplo, extracta una cita del Image du Monde de Gossoni (hacia 1250); "Allá [en India] están las grandes montañas de oro y de piedras preciosas, y de otros tesoros en abundancia. Pero ningún hombre se atreve a acercarse a ellas, debido a los dragones y a los grifos salvajes que tienen cuerpo de león volador, y que bien pueden llevarse a un hombre completamente armado, junto con su caballo, si consiguen atraparlo".
La cita anterior nos recuerda un aspecto que suele ir unido a la concepción de los monstruos clásicos: su función de guardianes de tesoros, ya mencionada (Propp, Raíces..., VII, VI; ...). La imagen es tan corriente que Clemente Sánchez Vercial (Exenplos, 178) no tiene reparo en admitirla cuando expone la historia del monje hortelano que, en el nombre de Cristo, cuando nota que le roban, halla una serpiente a la que ordena que cuide su huerto. La serpiente cumple con su deber de custodia. El mismo autor repite la historia más adelante (supra, 423) con dos dragones guardianes. En pleno siglo XVII, Lozano (Historias y Leyendas, XVII: Los Argonautas, I, p. 166), contándonos la historia de Jasón, no olvida exponer los peligros que esperan a los argonautas: "Es, pues, la conquista del vellocino de oro, que está en Colchos: tesoro el más rico que tiene monarca. Mucho se ha de vencer para ganarle, pues un dragón vigilante y toros que arrojan fuego son su guarda: soldados tauros feroces, que armados de hierro no temen a la muerte". Hasta los umbrales de nuestros días ha pervivido la creencia supersticiosa en las serpientes que guardan tesoros; Aurelio de Llano Roza de Ampudia (Del Folklore..., pp. 48-51) nos dice que "el cuélebre es una serpiente alada que custodia tesoros y personajes encantados. Vive en los bosques, en las cuevas y en las fuentes de gran cavidad subterránea" (p. 48). Nos ofrece todo un rosario de localidades que cuentan con dragones custodios de tesoros. En el concejo de Cudillero, en Brañoseca, por ejemplo, existía un "culebro" al que alimentaban para que no se comiese el ganado. Y anota que varios vecinos de Caravia salieron armados al bosque en busca de un "culebro" que oyeron silbar, aunque no hallaron nada; era el año 1917.
En ocasiones, el cuerpo de las serpientes encierra, en ellos mismos, objetos de incalculable valor. El gran viajero, Apolonio de Tianes nos describía (Filostrato, Vida..., lib. III, en Novela Griega, pp. 358-360) la existencia, en India, de unas serpientes capaces de enroscarse en los elefantes hasta hacerlos morir. Estas serpientes eran cazadas por los indios mediante unos encantamientos mágicos que las adormecían. Cuando eran muertas, se les extraían "montañas de piedras de tonos vivos que centellean con mil colores y de propiedades semejantes al número de años que vive este animal".
El aspecto anterior nos llevaría demasiado lejos; baste la cita como testimonio de que el concepto debió ser generalmente conocido. Sin duda, Sánchez de Vercial utilizó material fácilmente reconocible y aceptado para sus ejemplos edificante.
Para finalizar con la credulidad que la humanidad ha depositado en la existencia de estos seres fabulosos, recordemos cómo, en las Etimologías (lib. XII, 4), S. Isidoro es extremadamente crédulo cuando habla de las serpientes en su concepción tradicional; para él, no existe duda de que los dragones (los mayores de todas las serpientes, "sive omnium animantium super térra") vuelan por los aires ocasionando los ciclones. Incluso Feijoó (Teatro Crítico, discurso II) se ocupa de estos temas y, aunque desmitifica muchas concepciones, no se opone abiertamente a otras. Sobre el basilisco dice, por ejemplo: "No me opongo [...] que sea enemigo de toda naturaleza, que tale los campos, marchite las felvas, rompa los pedernales, ahuyente ó mate todos los demás animales ponzoñofos [...], pero negaré coftantemente, por mas que lo confirmen muchos Autores, que mata con la vifsta, y con el filvo"(II, III; p. 36).
Algunas religiones han aprovechado especialmente la imagen de la serpiente como símbolo del mal. Como dice Enrique Saporta, (Refranes de los Judíos Sefardíes, p. 54), con el refrán o sentencia "Culevra de siete cavesas", el sefardita "califica a la persona propensa al mal".
Recordemos su función en el Génesis, o su presencia en toda la iconografía bajo los pies de María. El Especulo de los Legos (I, 8) recuerda la historia de un monje pecador que siente cómo un dragón le traga el alma en el momento de la muerte: "Soy dado al dragón a tragar e ya tiene mi cabeça dentro en su boca e bebe mi espíritu [...]. E del que fuye el Sppiritu Santo, tómalo el espíritu malo".
Algo similar sucede seguidamente (I, 9); el monje pecador ve, tras su muerte súbita, cómo su alma es azotada "de ome negros e de serpientes que lançauan flamas de fuego".
En el mismo libro (IV, 26), se recoge la intervención de "Sant Germán". Tuvo que luchar contra la serpiente que mataba jóvenes y bestias. El ángel le explicó que aquella serpiente se hallaba entre las piernas de una mujer adúltera enterrada: anidaba entre la maldad.
En otra parte (XXII, 136), se recuerda un episodio tomado de los Santos Padres, referente a un discípulo del abad Isidore, donde se identifica abiertamente a la serpiente con el diablo. El discípulo no tiene valor para acercarse a un pozo porque allí vive una serpiente; el abad acude al pozo y hace la señal de la cruz, diciendo: "A do es la cruz non puede auer poder la maldad del diablo".
La serpiente, pues, como encarnación del mal, ha sido constante en el cristianismo. El P. Buenaventura (Historias y Parábolas Moralizantes, XXVIII) utiliza el material conocido, la lucha contra el dragón, para ilustrar los irresistibles poderes del mal, del pecado. Un joven que camina por la selva es acometido por un "monstruo espantoso, que sobre un cuerpo de león tenía siete cabezas gruezas de serpiente". Con arrojo le corta cuatro cabezas de un tajo y otras dos de un segundo golpe, pero pierde el hacha y el monstruo se lo lleva con la única cabeza que le queda. El moralista nos advierte: "Este Monstruo es el Demonio, y los siete pecados mortales que es necesario combatir animosamente con las armas de la Fe [...]. No basta derribarle seis cabezas á este Monstruo: si le dexais una, sois perdidos..." (p. 161).
Una obra muy significativa por su enorme difusión en la Edad Media (Barlaam y Josafat) adoctrina; "Además, aquel dragón flamígero y feroz es la imagen del terrible vientre del Hades, ávido por engullir a cuantos han preferido los placeres del presente a los bienes del futuro" (p. 95).
Para finalizar, no olvidemos la visión que S. Juan (Apocalipsis, 12) experimenta para el final del hombre. En este período aparece "un gran dragón de cola de fuego, que tiene siete cabezas y diez cuernos, sobre las cabezas siete coronas". Miguel y sus ángeles lucharon con el dragón. "Fue arrojado el dragón grande, la antigua serpiente llamada Diablo y Satán que extravía a toda la redondez de la tierra y sus ángeles fueron con él precipitados". La idea apocalíptica estuvo constantemente presente en la mente medieval. No podemos perder de vista la glosa del sueño del Apocalipsis tan extendida, desde la labor del Beato de Liébana, en la que es posible contemplar, en las ilustraciones, la victoria inicial del Dragón, la presencia de la Bestia de siete cabezas, finalmente vencida por las fuerzas del bien.
Llama la atención que el apóstol relaciona la serpiente con la redondez de la tierra. Esta es una simbología antigua: la serpiente representaba a la tierra misma. La imagen de la serpiente, enroscada o mordiendo su cola configurando un círculo, aparece frecuentemente en la iconografía medieval también. Esta ideología fue tan usual como la que suponía a la serpiente la inmortalidad por su renovación anual de la piel.
Se supone que Alejandro (Pseudo-Calístenes, Vida, II, 41) pudo visionar esta realidad cuando fue izado por un pájaro: "Veo una serpiente enorme enroscada y, en medio de la serpiente, un diminuto círculo. Y me dice el ser que había salido a mi encuentro: «Dirige de vuelta ahora tu lanza hacia ese redondel, que es el mundo. Porque la serpiente es el mar que envuelve la Tierra»".
Un romance de principios del siglo XIX (Monstruo de Jerusalem) nos presenta el ser más horrible de cuantos se nos han descrito; poseía un cuerpo compuesto de las partes más horrorosas de diversos animales; devastó un ejército entero bien pertrechado con armas de fuego y tuvo que presentarse otro ejército musulmán más, junto al bosque de Jerusalem, para terminar con él; los caballos huían ante su presencia y las balas no le hacían mella. El autor justifica la presencia del monstruo:
Pero para que los hombres
miremos y conozcamos
que Dios, y la Naturaleza
hoy nada ocioso han criado:
y que el criar este Monstruo
que ha hecho tantos estragos,
fuese justa providencia,
y no accidente, ni acaso.
Reflexionando el asunto,
cristianamente pensamos,
ha sido por castigar
los continuos desacatos
con que los Turcos molestan
martirizando y robando
á los Santos Religiosos
hijos del Orden Seráfico,
que aquellos Santos Lugares
habitan, siempre alabando
y bendiciendo al Señor,
Divino Verbo encarnado.
La creación del monstruo no tiene nada de excepcional para el poder divino que obró: "mostrándonos en lo mínimo, / y en lo máximo su inmensa / Potencia y Sabiduría, / lo que obró su Omnipotencia / en el Pigmeo y Gigante /[...]/ Zarestres, Lobos, Dipsades, / Minotauros, y Ginetas, / y otros horrorosos monstruos, / que asombran campos y selvas/...".
Los mitólogos, que buscaron significados ocultos en el Veda, aseguran que, en esos cantos, "se llama al ladrón o al demonio la serpiente de las siete cabezas" (Max Müller, Mitología Comparada, p. 192).
Para finalizar con la visión del héroe luchando con la serpiente raptora, recordemos las ideas que nos expone Aurelio de Llano Roza de Ampudia (Del Folklore..., pp. 78 y ss.). En éste, como en otros casos, el cuento se transforma en leyenda, en historia atribuida a personas concretas, en lugares con nombre. El héroe consigue acabar con la serpiente guardiana aprovechando que en la mañana de San Juan pierde sus poderes mágicos. En efecto, nos dice:
La mañana de San Juan es la más poética del año. Es la mañana clásica del folklore en que ocurren cosas maravillosas. Baila el sol. Los Cuélebres pierden su poder mágico. Las damas encantadas salen de las cuevas y de las fuentes a peinar sus cabellos con peines de oro y a ofrecer sus riquezas al que sepa y tenga valor para desencantarlas. De las peñas y de los manantiales brotan joyas preciosas. Y aparecen gallinas con pollos de oro picoteando las flores".
Veamos algunos detalles de la primera leyenda (La niña encantada, pp. 85-87). Un gran señor quiere evitar el matrimonio de una de sus hijas: la lleva a una montaña, donde unos encantadores leen un libro para conseguir que salga de una cueva una serpiente guardiana. El novio se entera por un pastor de que sólo podrá conseguir el desencanto la mañana de San Juan. "Y la mañana de San Juan, armado de lanza y cargado de reliquias, presentóse el mozo en la cueva donde estaba encantada su novia y esperó", y consiguió matar a la serpiente y casarse con la joven.
En conclusión, nuestro cuento refleja unos materiales tradicionales muy arraigados en la cultura y en la mentalidad del hombre. Su existencia en los sueños, en los tratados de historia natural, en los poemas épicos,... deben convencernos de que fueron tan creíbles hasta tiempos recientes como pueden serlo ahora para la mentalidad infantil.
Por contraste con el tema anterior, en que la serpiente es la bestia a destruir, proponemos el siguiente cuento, en el que la serpiente es aliada y símbolo de prosperidad para el hombre.