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Entre Coria y Plasencia, siempre en la lejanía, vestido de argamasa y húmedo del Jertes, el pueblo. Como tantos otros, procurando sombra de su castillo, capitel octogonal del catorce en su torre de defensa, amodorrado en su memoria de fechas, de citas ilustres, de batallas donde ocurrió esto o aquello. Mandó en Aldehuela, Carcaboso, Valdeobispo, Holguera, Montehermoso, Aceituna, Riolobos, Pozuelo, El Guijo y Malpartida la Despoblada. Alta Extremadura.
Galisteo tiene un libro de 1764. En sus hojas aparece relación de cada Cabildo habido desde un año antes de los Hermanos de la Cofradía del Niño-Dios, con sus Estatutos, dictados en 1663 y arreglados un poco en 1812. Esta Hermandad la componen el Decano, que es el que lleva más tiempo; el Munidor. que será Mayordomo al año siguiente y cuya labor consiste en avisar a golpe de tambor a los otros para que se reúnan; el Mayordomo, organizador de la Fiesta y que fue Munidor un año antes; el Alcalde, que hace de Tesorero y que asciende desde la mayordomía; y el Regla, que dirige el Auto Sacramental que se representa y que viene a ser una especie de Escribano-Secretario. Salvo él, al que votan, los demás cargos suelen ser rotatorios entre los cofrades: treinta y tres, como la edad de Cristo.
Para engrosar las filas de la Hermandad existe un orden de preferencias: el Sacerdote, el hijo de un cofrade y el casado con hija de cofrade. Y nunca rebasando los cuarenta. En cada cabildo anual se ve si la Cofradía cuenta con sus treinta y tres miembros o está incompleta. En este caso se leen los memoriales de los aspirantes y se dice en voz alta el nombre para que cada uno piense para sí la aptitud del novicio para compartir tareas y culto. Después se reparten garbanzo y altramuz a cada asistente. En una talega que pasan en silencio van depositando el artículo más coherente con su conciencia en absoluto secreto. Si en el recuento ganan los garbanzos, el aspirante puede darse por satisfecho: es un nuevo Hermano. Si lo que abunda es el altramuz, no.
Al nuevo se le inscribe en el libro y en ceremonia privada se le hace prometer fidelidad a los Estatutos, una de cuyas reglas le obliga a tomar parte en la representación del Auto Sacramental que se hace en la plaza del pueblo.
Digamos que desde mediado noviembre inicia la Hermandad los cultos celebrando el nacimiento del Niño-Dios. Sujeto cada día a un ritual de ordenanzas, aparece en escena el incansable tambor anunciando la proximidad de las Fiestas y el comienzo de los ensayos.
Así que el Cabildo se reúne cada año en casa del Mayordomo el 24 de diciembre, a la caída de la tarde. Llama el tambor, como dice un documento "según uso y costumbre, para tratar y conferir las cosas tocantes a su buen gobierno y servicio de Dios-Niño-Salvador". Allí se habla de ingresos, gastos, nombramientos, etcétera, y mientras esto ocurre, dos cofrades van a casa del Párroco a preguntarle a qué hora se hará la Misa de 25. El Regla levanta acta y la Hermandad inicia la ceremonia de Las Rajas:
Los pastores de Belén
caminan de dos en dos,
con sonajas y platillos
a adorar al Niño-Dios.
A la flor olorosa
que hoy ha nacido
vamos a verle todos
con regocijo.
Cantemos, bailemos
y hagamos Rajas
que ha nacido el Niño-Dios
esta noche entre las pajas.
Toda la Hermandad envuelta en sus capas, a golpe de tambor, recorre el ,pueblo entre rezos y cantos. Han de pasar por la puerta de cada cofrade. En unas cantan y en otras rezan, según esté de luto o no la casa. Si es así dejan en el umbral un farolillo de aceite.
La Virgen es panadera
en el Portal de Belén.
Ella lo cierne y lo amasa
y el Niño lo va a vender.
La Virgen es panadera
y San José carpintero
y el Niño recoge astillas
para atizar el puchero.
Ya que Dios ha nacido
vamos a verle
que es Señor de Señores
y Rey de Reyes.
A la mañana siguiente, ya 25, el Munidor con su tambor bien tensado se encarga de despertar al pueblo. Poco a poco el gentío se va concentrando a la puerta del Mayordomo, con la imagen del Niño-Dios dentro de la casa. A la hora prevista se organiza un desfile lento por las calles cuyo orden ritual es éste: abre el Munidor redoblando, le siguen los cofrades en doble fila, y detrás, una mujer cercana al Mayordomo, porta sobre su cabeza una cuna de madera con el Niño-Dios sobre ella. Las otras gentes de pueblo cierran el cortejo con la bulla de los villancicos y los vivas a la Fiesta. El Sacerdote los recibe en la plaza con incienso y Cruz alzada, y tras entonar un Te Deum entran todos en la iglesia.
El Niño-Dios es colocado en el centro de la nave y cada cofrade, portando su candelero encendido y sin abandonar la fila, recibe el agua bendita que le van pasando. En todo momento miembros de la Hermandad ayudan al Sacerdote en su tarea religiosa aportando solemnidad a la Misa. Terminada ésta, se inicia nuevamente la comitiva, siempre precedida de Munidor y su caja, hasta la casa del Mayordomo, donde la imagen del Niño-Dios es colocada sobre una tarima a manera de altar.
Un espíritu malo encarnado en la figura de un cofrade con máscara y tambor recorre las calles intentando meter miedo a los niños. Dicen en el pueblo que es Herodes persiguiendo inocentes, pero ellos le llaman "Carantolla".
En la casa del Mayordomo se ha preparado una mesa, cercana al Niño-Dios, donde los cofrades se van sentando por orden de antigüedad. Y se come en el más profundo silencio, debiendo pedir permiso al Hermano Mayor caso de querer hablar.
Por la tarde se representa el Auto Sacramental. Toda la preparación tiene también su ceremonia, ya que desde las dos sale el Munidor anunciándolo con su inseparable caja, se llega a la casa donde está el Niño-Dios y de nuevo la mujer de por la mañana lo transporta al escenario del Auto para que presida. Sin que cese e tam-tam busca a todo e personal femenino que ha de actuar. El masculino va por su cuenta. Y normalmente vienen a ser los personajes de siempre dando su palabra a largas peroratas dialécticas entre el bien y el mal, quedando a un extremo los Santos y al otro el Diablo, dejando el centro para las figuras grises de los coros o de ambigua decisión como los zagales que apacientan. He aquí algunas coplas que se entonan:
Alegraos, almas todas,
que el Rey del cielo y la tierra
ha de nacer en Belén
como dicen los profetas.
Pastores, regocijaos,
pues un gran gozo os anuncio,
sabed que el Mesías ha nacido
para redimir al mundo.
Con sus cabellos de oro
y sus labios de coral
y su carita de cielo
qué rebonito está.
Consuélate, Niño-Dios,
enjuga tu llanto amargo
que nosotros te amaremos
por los que te olvidan tanto.
En los profundos abismos
se halla Luzbel desterrado
porque quiso ser igual
que nuestro Dios soberano.
Ese día 25, tras el Auto, e Munidor vuelve a coger su tambor y a convocar a los Hermanos a casa del Mayordomo para celebrar el último Cabildo del año. Hay una reafirmación de los Estatutos por parte de los cofrades y ya prácticamente cesan en la obligación de asistir a los actos posteriores. Estos vienen a ser mera copia del descrito: e1 29 se recoge al Niño-Dios por una mujer, se lleva a la iglesia y en su presencia el Sacerdote da principio a una novena. Luego, el día del cierre litúrgico, Hermandad y pueblo rinden pleitesía al Niño-Dios expuesto en la nave principal del templo. La única diferencia con otros días es que cuando se lo llevan en su cuna otra vez a casa del Mayordomo, el Sacerdote sale a despedirlo hasta el atrio envuelto en su capa pluvial.
Más o menos ahí termina todo hasta el año siguiente. Mientras tanto, siempre en la lejanía, entre las episcopales Coria y Plasencia, vestido de argamasa y húmedo del Jertes, amodorrado en su memoria de fechas y citas ilustres, este pueblo que mandó sobre tantos y que cerró su libro en enero, vive otras cosas, debe de vivirlas, y de las cuales hablaremos el día menos pensado.