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Revista de Folklore número

210



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EL CARACOL: UNA LENTA ESPIRAL POR EL CAMPO MADRILEÑO

FRAILE GIL, José Manuel

Publicado en el año 1998 en la Revista de Folklore número 210 - sumario >



Cuando inauguró esta serie de rimas sobre animales el agudo parloteo de la golondrina, no pensaba yo que iba a cerrar el desfile de lagartijas, mariquitas y cigüeñas el brillante rastro que el caracol va dejando (1). Estas letrillas de uso infantil, destinadas a remedar los cantos y gritos o a increpar a las pobres bestezuelas, tienen en el caracol al único protagonista que, a más de ser juguete en las manos infantiles, es también víctima del paladar.

Engordándose en las huertas, o vegetando a la espera del chaparrón vivificante en paredes y pedregales, los gruesos caracoles pardos se recogen en toda la provincia para, después de ser purgados, guisarse con ajos, sal, pimientos y sobre todo picante. En Guadalix de la Sierra oí yo muchas veces decir que sólo en los meses que tienen erre podían comerse los caracoles, ya que en mayo, junio, julio y agosto están berriondos; esta precaución se explica sin duda por ser el estío el período reproductivo de estos animales. Los caracoles se buscan a punto de amanecer, pertrechándose antes de un farol y una vara para apartar la maleza, y dice la seguidilla:

A coger caracoles
madruga un tuerto
con un ojo cerrado
y el otro abierto.

(Estremera de Tajo) (2)

Antes de entrar en la olla, los caracoles se lavan cuidadosamente dándoles un sinfín de aguas con las que se marcha una ingente cantidad de baba. Esta operación, larga y pesada, sirve como soporte temático a una canción acumulativa que está muy extendida por el Este madrileño. En realidad, comparte argumento con un viejísimo tema folklórico: el de la aldeana que madruga y va contando, de atrás a adelante y de adelante a atrás, la docena de horas que componen el reloj. Pero volviendo a los caracoles, veamos un ejemplo de esta canción usada en Navidad -como lo son todos- recogido en la Tierra de Alcalá y que al son de panderos, calderillo, almirez y pandereta entretenía las largas veladas invernales.

Caracoles la niña lavaba
descalcita de pies en el agua.
Serranita, tus pechos me agradan.
Lava uno y se le iban dos,
ni dos ni uno ni nada.
Caracoles la niña lavaba
…………………………………………………………………
(Pezuela de las Torres) (3)

Los caracoles se comen extrayendo del cascarón, que para nada sirve, el largo cuerpo, ayudándose a veces de un alfiler. Esta envoltura calcárea se ha utilizado en cuentos y narraciones relacionados con la brujería como lamparilla de aceite. Pero de esos relatos, bastante habituales en el Norte peninsular, no he encontrado rastro en la oralidad madrileña. De modo que en estas tierras de Villa y Corte lo único apreciado es el cuerpo carnoso de nuestro protagonista:

En el medio de la plaza
canto con mucho desgarro,
que soy como el caracol
que con el pellejo pago.

(Estremera de Tajo) (4)

Y tras este exordio culinario que merecía el tema, veamos ahora el carácter simbólico que el caracol ha tenido y tiene en nuestra cultura tradicional. Como el lagarto lo era por otros motivos, el caracol lo es por su elasticidad y textura húmeda, metáfora viva del órgano sexual masculino (5). Mil letrillas recogidas por todo el ámbito peninsular inciden en el tema; la sal, más o menos gorda, se derrama en ellas. Veamos un botón de muestra:

Caracol, caracol,
se estiraba, se encogía,
la babita se le caía.

(Peñaparda, Salamanca) (6)

Por ceñirnos a la tierra madrileña, traemos este ejemplo que, cantado por las lavanderas del Tajo, está lleno del simbolismo que relaciona la humedad del agua, del agua en que se lavaba, de la frescura que el caracol busca y -cómo no- de la acción harto explícita que el animalito realiza con los cuernos.

¡Ay, caracol! ¡Ay, caracol!
Que sacas y metes
los cuernos al sol.
Caracol, caracol.
No me asustes, caracol,
que voy a lavar al río
la ropa de un molinero
que quiere ser mi marido.
¡Ay, caracol...!....

(Estremera de Tajo) (7)

Por cierto, que entre las varias fuentes antiguas que el tema tiene, encontramos en la que Correas anota en 1627:

Sal, caracol,
con los cuernos al sol.

la siguiente y oportuna acotación al respecto: Dicho de muchachos al caracol... i viene a otros propósitos (8). Estos propósitos permanecen, casi cuatro siglos después, latentes en muchas de las rimas que iremos presentando.

Pero cerremos antes el capítulo de fuentes señalando las otras dos que Margit Frenk recoge en su exhaustivo y paciente estudio (9). La una está también en la obra de Correas ya citada:

Caracol, caracol,
saca los cuernos al sol.

y la otra aparece recogida en diversas obras, entre ellas en los Juegos de Noches Buenas a lo divino, obra que vio la luz en 1605:

Caracol, caracol, caracol,
saca tus yjuelos al rayo del sol.

Y esta última fórmula nos sirve para entrar de lleno en las que, a pesar de los siglos, los ancianos de hoy nos cuentan, nos salmodian mejor, al hablar de su infancia tan lejana en el tiempo, tan cercana en la memoria. En pleno Valle del Lozoya, me decían:

Caracol, col, col,
saca los hijatos y vete con Dios.

(Rascafría)(10)

No parece claro si estos hijatos, que en el lugar identificaban con los cuernos, son parientes de los yjuelos de Ledesma o derivan de la palabra ijada o aijada con que carreteros y gañanes pinchaban a los bueyes en las faenas del campo. La mayor parte de las viejas retahilas se han visto desplazadas por la que, desde escuelas y guarderías, se ha difundido en los últimos años; y así, el

Caracol, col, col,
saca los cuernos al sol,
que tu padre y tu madre
también los sacó.

es hoy, con pequeñísimas variantes léxicas, casi la fórmula exclusiva consagrada a este animal.

Es curioso que, aun careciendo de pies, se haya adaptado también al caracol el motivo de los zapatitos, que comparte con la vivaracha lagartija y aún con la piadosa golondrina. Veamos algunos ejemplos de este lugar común en la tradición oral animalística peninsular:

Lagartija tuerta
sal a tu puerta
que viene tu marido
por Carramolino;
te trae unas zapatillas
muy rebonitas
si sales serán para tí
y si no sales serán para mí.

(Fuenterrebollo, Segovia) (11)

La acusadora golondrina chilla por su parte:

¿Qué hiciste
que no barriste?
y mientras que yo fui al mar
a comprar unos zapatitos
para mi hija casar.
¡Chirrí, chirriii!

(Val de San Lorenzo, León) (12)

Veamos ya las rimas que la tradición madrileña ha dedicado, desde hace sabe Dios cuánto tiempo, al calzado del caracol:

Caracol, caracol,
saca los cuernos al sol,
que viene tu padre
por la puente La Molilla.
Te traerá unos zapatitos,
serán grandecitos,
serán para tí,
serán para mí.

(Montejo de la Sierra) (13)

Caracol, col,
saca los cuernos al sol,
que tu padre y tu madre
están a Aragón
a por unos zapatitos
de charol.
Si no los quieres tú
los quiero yo;
si no son pa tí
serán para mí.

(Navarredonda) (14)

Caracol, col, col,
saca los cuernos al sol,
que tu padre y tu madre
están a Alcorcón
a comprarte unos zapatos
de color limón.

(Paracuellos del Jarama) (15)

Caracol, col, col,
saca los cuernos al sol,
que tu padre y tu madre
también los sacó
y se fueron a Aragón
a por unos zapatitos
de color de limón.
Si no los quieres tú
a mí me los darán
y a ti te matarán.

(Somosierra) (16)

Este cruel desenlace figura también en versiones de allende los mares. Una rima uruguaya que nuestra informante aprendió en los años treinta, ha sido dulcificada por las maestras de unos años a esta parte. Así, el conjuro que decía:

Esta mañana temprano
a la orillita del río
un caracol muy bonito
en la espuma se ha metido.
Caracol, col, col,
saca los cuernos para el sol,
que te vienen a matar
a la orilla de la mar.

(Montevideo, Uruguay) (17)

ha ido trocando el verbo matar por buscar, y así se conoce entre las jóvenes generaciones.

Ni que decir tiene que los caracoles nacidos más allá de Somosierra, del Tajo o del Guadarrama se disputan también preciosos zapatitos de colores vivos o, como en esta versión segoviana, de ricos materiales:

Caracol, caracol,
saca los cuernos al sol,
que tu padre y tu madre
están a Aragón;
te traerán unas zapatillas
de seda y cordón.
Caracol, caracol...

(Corral de Ayllón, Segovia) (18)

El resto de las versiones madrileñas, hasta hoy recogidas, nos presentan a unos caracoles-padres siempre afanosos, inmersos en tareas quiméricas que son incapaces de realizar. Lo que resulta curioso es la insistencia con que se repite hasta la saciedad el binomio caracol-sol. Esta exhortación, presente en cuantas rimas conozco, podría estar relacionada con la espiral que el caracol soporta y que le sirve de casa. En efecto, en muchas culturas se representa al sol como una espiral en movimiento cuya forma esquemática más corriente es la cruz gamada. Una extrañísima versión alcarreña, nos presenta un sol-ojo (no olvidemos que algunas fórmulas para despedir al sol le llaman ojo de buey) y al huevo como símbolo de la vida que se renueva. En unos pocos versos, irregulares y de uso infantil, hay todo un muestrario de simbologías por el que planea un ave cargada de simbolismo: la golondrina.

Caracol, col, col,
saca los cuernos
al ojo del sol,
que tu padre y tu madre
se comieron
un güevo de golondrina
y no se murieron.

(Auñón, Guadalajara) (19)

Volvamos a esos progenitores madrileños afanados en el trabajo, mientras sus crías persisten en sacar unos cuernos que no son tales, en realidad son tentáculos en cuyos extremos están los ojos. Relacionadas con la de aquellas lavanderas del Tajo, están las coladas que los caracoles del Norte madrileño realizan con la ropa de Dios:

Caracol, col, col,
saca los cuernos al sol,
que tu padre y tu madre
están n' Aragón
a lavar la ropita
de Nuestro Señor.

(Patones de Arriba) (20)

Variante 4:

a lavar la camisa
de Nuestro Señor.

(Villar del Olmo) (21)

Por último, y emulando el laboreo del esparto propio de las zonas próximas, tejen algunos caracoles aparejos para las bestias. La falta de pies y de manos no impide pues que la imaginación infantil subordine a su sabor el uso de motivos preestablecidos y de curso legal en rimas y retahilas:

Caracol, col, col,
saca los cuernos al sol,
que tu padre y tu madre
están en Aragón
haciendo una esportilla
pa la borriquilla,
haciendo un esportón
para el borricón.

(Anchuelo) (22)

Los pequeños de toda la Romanía, del mundo entero supongo, han practicado estos usos, a tal punto que entre los niños sefardíes es ésta la única rima sobre animales que ha podido recogerse. En Salónica, antes turca y hoy griega (de esta lengua toman el nombre del caracol), recitaban los niños antes de la Gran Guerra:

Sansadica, te quiere tu madre,
sansadica, te quiere tu señor. (23)

En la Corte de las Españas, en los pobres suburbios que la rodeaban, los hijos de las lavanderas del Manzanares tuvieron a estos animalitos por juguete entre sus dedos y por regalo para el estómago. El escritor Arturo Varea cuenta en sus memorias lo que hacia 1907 recuerda de los caracoles:

...porque los domingos no hay lavadero, y el tío Granizo guisa caracoles. Por la tarde bajan hombres y mujeres a bailar aquí y meriendan caracoles y vino. Un domingo nos convidó a mi madre y a mí y yo me hinché de comer. Los caracoles se cogen aquí mismo, entre la hierba, sobre todo después que ha llovido, cuando salen a tomar el sol; nosotros, los chicos, los cogemos y les pintamos la cascara de colores, y jugamos con ellos a las carreras de caballos. (24)

Y hasta aquí ha llegado nuestro protagonista. Símbolo de la lentitud, su capacidad de desplazamiento, siempre con la casa a cuestas; su elasticidad proverbial, encogiendo y estirando unos cuernos inofensivos; ha sido juguete y víctima favorita de los niños. Especialmente de los niños pobres que en su búsqueda y en él mismo encontraban entretenimiento.

____________

NOTAS

(1) Todos estos artículos han ido apareciendo en esta Revista de Folklore. Sus títulos y fechas de aparición son: "La golondrina en el cancionero tradicional madrileño". 1994, n.° 167, pp. 166170. "Lagartijas, lagartos y culebras por la tierra madrileña: rimas y creencias". 1996, n.° 185, pp. 162-170. "La mariquita: un destello encarnado en el aire madrileño". 1997, n.° 192, pp. 197-200. "Cigüeñas blancas en el cielo madrileño. El primer aleteo primaveral". 1997, n.° 203, pp. 154-162.

(2) Isidra Camacho Horcajo, de 71 años. Febrero de 1998. Recop. J. M. Fraile Gil, J. M. Calle Ontoso y E. Parra García.

(3) Aurora y Julia Fernández Serrano, de 65 y 62 años. 29 de octubre de 1994. Recop. J. M. Fraile Gil, M. León Fernández, J. M. Calle Ontoso y E. Fernández Justicia.

(4) De uso navideño. Vid. nota 2.

(5) Para el aspecto erótico en la poesía véase de Julio CEJADOR Y FRAUCA, "Poesía erótica", dentro de la obra La verdadera poesía castellana. Floresta de la antigua lírica popular, 10 vols., Madrid, 1921-1930.

(6) María Martín Amado, de 69 años. Otoño de 1988. Recop. J. M. Fraile Gil y Gustavo Gotera.

(7) Vid. nota 2. Publicado en Madrid Tradicional. Antología, vol. 4. Cara A, corte 11. (Ed. Saga, Madrid 1987, VPD-2040).

(8) CORREAS, Gonzalo: Vocabulario de refranes y frases proverbiales. (1627). [Ed. Visor Libros; Madrid, 1992].

(9) FRENK, Margit: Corpus de la antigua lírica popular hispánica (siglos XV al XVII). Nueva biblioteca de erudición y crítica. (Ed. Castalia; Madrid, 1987) Números 2080 A, B y C, pp. 1003-04.

(10) Angeles Canil Santiago, de 81 años. 13 de julio de 1996. Recop. J. M. Fraile Gil y J. M. Calle Ontoso.

(11) Fe García Martín, de 62 años. 29 de julio de 1995. Recop. J. M. Fraile Gil, J. M. Calle Ontoso y V. Herrero Heras.

(12) Dolores Fernández Geijo, de 73 años. 14 de julio de 1995. Recop. J. M. Fraile Gil, E. Parra García y S. Weich-Shahak.

(13) Liboria González García, de 95 años. 23 de julio de 1994. Recop. J. M. Fraile Gil, J. M. Calle Ontoso, S. Weich-Shahak y R. Cantarero Sánchez.

(14) Carmen Municio Fernández, de 59 años. 7 de abril de 1993. Recop. J. M. Fraile Gil, M. León Fernández y S. Weich-Shahak.

(15) Vicente García San Benito, de 47 años. 20 de febrero de 1993. Recop. J. M. Fraile Gil, J. M. Calle Ontoso y M. León Fernández.

(16) Francisca Sanz Pascual, de 72 años. 27 de octubre de 1994. J. M. Fraile Gil, J. M. Calle Ontoso y S. Weich-Shahak.

(17) María Josefa López Campos, de 64 años. 7 de septiembre de 1993. Recop. J. M. Fraile Gil y E. Parra García.

(18) Felisa Martín, de 93 años. 4 de agosto de 1996. Recop. P. Martín Jorge. Otra versión segoviana del mismo estilo puede verse en: FRAILE GIL, José Manuel y SIERRA DE GRADO, Rosario: "El repertorio infantil de una familia castellana (Segovia-Valladolid)". Estudos de Literatura Oral. (Centro de Estudos Ataíde Oliveira, Universidade do Algarve; Faro) n.° 1, 1995, pp. 69-73.

(19) Elena Delgado Martínez, de 69 años. 2 de septiembre de 1996. Recop. J. M. Fraile Gil, R. Cantarero Sánchez y A. Valero Ranera.

(20) Rosa Gil Gómez, de 83 años. 3 de marzo de 1993. Recop. J. M. Fraile Gil, J. M. Calle Ontoso y S. Alonso de Martín.

(21) Andrea Gómez Torres, de 72 años. 9 de junio de 1993. Recop. J. M. Fraile Gil, M. León Fernández y A. Fernández Buendía. Varias de estas versiones madrileñas pueden verse en: FRAILE GIL, José Manuel: La poesía infantil en la tradición madrileña. (Ed. CEYAC; Madrid, 1994) pp. 190-192. No podemos dejar de citar una completísima obra en lengua catalana de reciente aparición, en ella encontrará el lector una amplia y variada colección de estas rimillas. BORAU, Lluís, FRANCINO, Gloria, MORET, Héctor y QUINTANA, Artur: Bllat colrat! Literatura popular catalana del Baix Cinca, la Llitera i la Ribagoráa. (Instituto de Estudios Altoaragoneses, Institut d'Estudis del Baix Cinca, Institut d'Estudis Ilerdencs y Diputado General d'Aragó; Calaceit, 1997) [3 vols.] Vol. 3, p. 99.

(22) Andrea Prieto Redondo, de 50 años. 7 de marzo de 1998. Recop. J. M. Fraile Gil y J. M. Calle Ontoso.

(23) Tomo la versión de MOLHO, Michael: Usos y costumbres de los sefardíes de Salónica. Biblioteca Hebraico-española. Vol. III. (Instituto Arias Montano, CSIC; Madrid-Barcelona, 1950) p. 144. Más versiones judeo-españolas de la rima del caracol pueden verse en: WEICH-SHAHAK, Susana: Repertorio tradicional infantil de la poesía lírica sefardí, (ed. Centro de Documentación Etnográfica Joaquín Díaz; Urueña-Valladolid, 1998) [en prensa].

(24) VAREA, Arturo: (Madrid, 1897-Londres, 1957). La forja de un rebelde. I. La forja. Cap. 1.°. (Ed. Turner S.A.; Madrid, 1984).



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FRAILE GIL, José Manuel

Publicado en el año 1998 en la Revista de Folklore número 210.

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