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Revista de Folklore número

208



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DE BRINDIS TUNANTESCOS

MARTIN MARTINEZ, Félix

Publicado en el año 1998 en la Revista de Folklore número 208 - sumario >



Dentro de la más pura tradición de la cultura occidental europea, las manifestaciones colectivas o celebraciones en torno al vino, se ordenan en lo que se conoce como brindis (del alemán ubringdir’s: yo te ofrezco), o expresiones que un grupo de comensales cantan a coro, y en torno a un ritual previamente conocido por todos los participantes de una ceremonia casi siempre regada con abundante vino.

Los brindis tunantescos o de las Estudiantinas Universitarias, utilizan elementos litúrgicos y también frases y hasta gestos tomados del canon de la misa, y que han sido heredados de las viejas formas goliárdicas o de los clérigos vagantes, es decir, de los primeros escolares universitarios europeos de los siglos XII y XIII.

Esta vena goliárdica, queda patente tanto en la forma como en el contenido de los mensajes, motivo de los brindis, y que a base de latinajos chocarreros, más o menos versificados, tienden siempre a exaltar la figura del vino, como ele mentó divino, y como signo vital de alegría.

Vino, vinito,
santo alimento,
¿qué haces ahí fuera?
¡Venga pa dentro!"

Antiguamente griegos y romanos bebían el vino mezclado con mucha agua, en orgías que acompañaban de juegos, danzas, jaculatores (una especie de juglares), y bailarinas, y que bajo el espíritu de la lírica báquica, ejercerán un gran influjo sobre todo en la grey estudiantina.

El mayor monumento literario sobre los brindis, lo constituye en buena parte de sus versos, la famosísima colección de las canciones de Burana ("Carmina Burana”), encontrada en Alemania hacia 1225, y que supone todo un repertorio de versos de contenido "revolucionario", de aspiraciones estudiantiles, de sátiras y críticas contra la iglesia, y sobre todo de alabanzas a los placeres sexuales, al vino, a la taberna y al juego.

Cuando en la taberna estamos,
no nos cuidamos de la tumba,
sino que nos lanzamos al juego,
y nos afanamos en él...

El ámbito de la taberna como espacio vital, es preferente en el mundo de la Estudiantina; es un escenario abierto en el que convive un heterogéneo colectivo de viajeros, de clérigos vacantes, arrieros, o escolares. Todos ellos en amable y fraternal comunión.

Bebe el prelado y el decano,
bebe la hermana y el hermano.
Bebe la vieja y la madre,
beben ciento, beben mil...

Los brindis goliárdicos suponen en sí mismos, una transgresión y una parodia de los modos litúrgicos utilizados como mecanismo de crítica hacia el control y la ortodoxia eclesial, que en vano trataba de atenazar aquellos modales estudiantiles. Eran un signo de rebeldía que los escolares extrovertían en el ámbito de las celebraciones, fiestas o simplemente en sus reuniones tabernarias. Era un triunfo del desenfreno frente a la escolástica del estudio.

Tanto el Papa, como el rey,
todos beben sin ley.

Los estudiantes vagantes, conocidos también como giróvagos, o simplemente por goliardos, eran sobre todo, tal y como su nombre indica, gente dada a la vida andariega. En París buscaban las Artes Liberales, en Orleans los autores clásicos, en Bolonia los Códices del Derecho, en Salerno la Medicina, y en todas partes, claro, las mejores tabernas y las más repletas jarras de vino.

Nosotros chicos vagabundos, alegres y juguetones, comemos libremente, cantamos graciosamente, nos desternillamos de risa, nos vestimos de pañetes, nos divertimos mucho, y bebemos a cada trinquete.

Formadas las primeras Tunas o Estudiantinas Universitarias en España a mediados del siglo XIII, es decir, a la par que nuestros primeros Centros Universitarios, los escolares harán suyos los comportamientos de sus hermanos los goliardos o estudiantes vagantes, acomodando aquellos brindis tabernarios a las nuevas formas o gestos tunantescos, y que en un principio, en poco se diferenciaban de los propiamente goliardescos.

Dios hizo al vino y al hombre,
pa que se puedan juntar.
Dios es todo poderoso,
¡hágase su voluntad!

El rey sabio, Don Alfonso, organizador de las enseñanzas de la Universidad Salmantina, en la mitad del siglo XIII, será quien incluya por primera vez a la Música, dentro de las disciplinas universitarias:

"...este arte es carrera para aprender a cordar las voces e fazer sonar los estrumentos...".

Precisamente este concierto de voces e instrumentos, será la conjunción musical perfecta que acompañará también, de una forma mucho menos académica, al desenfado y los sones de los brindis tabernarios de las Estudiantinas.

El mismo monarca Don Alfonso, será quien dispondrá en su "Ley Segunda de Las Partidas", la forma que ha de presentar una ciudad que se precie de sede universitaria, y de la que hay que deducir, que el vino no puede ser ajeno:

"...de buen ayre e de fermosas salidas debe ser la villa do quisieren establecer el Estudio... e puedan folgar, (los escolares), e rescibir placer en la tarde cuando se levantaren cansados del estudio, e otrosí debe ser ahondada de pan e de vino...".

Curiosamente el mismísimo himno universitario, conocido popularmente como el "Gaudeamus", cantar anónimo y goliardico del siglo XIII, que fue traído por los escolares desde las universidades alemanas, incluye algunos versos alusivos a la juventud y la bebida:

Alegrémonos pues,
mientras la juventud rebrota,
entre copas llenas, juegos y cánticos,
el gozo gobierna.

Pero por si los escolares pudieran entender que desde la propia institución académica, se les incitaba a la "ahondada ingestión del vino", surge en el siglo XIV la figura de Don Juan Ruiz, el arcipreste de Hita, clérigo de comportamiento ajuglarado, y a quien nos atrevemos a considerar como el primer compositor de la Tuna:

Fize algunos cantares
para estudiantes nocherniegos,
et otros muchos por puertas andariegos.
No cabrían en mil pliegos.

El arcipreste llama a la moderación en muchos de sus versos del "Libro del Buen Amor”:

El vino es muy bueno en su mesma natura,
muchas bondades tiene, si se toma con mesura.

En la misma línea de desenfado que alguna de las estrofas del "GaudeamusM, Juan de la Enzina, escribió a finales del siglo XV, su celebérrima canción "Comamos y bebamos”, y que aunque alejada ya del tiempo de las formas goliárdicas, presenta en cambio, clarísimas herencias en su contenido.

Hoy comamos y bebamos,
y cantemos y holguemos,
que mañana ayunaremos...

Volviendo a las Tunas o Estudiantinas Universitarias, hoy nos encontramos con que sus brindis tabernarios, incluyen los mismos contenidos que antaño. Estamos ante una forma colectiva de sacralizar el acto de beber por mandato divino. La proclamación de un brindis tunantesco y dirigido por un maestro de ceremonia, quien reclamará en voz alta al resto de los celebrantes.

Estos contestarán a coro, aseverando o enfatizando sus propuestas:

Maestro de ceremonia (MC): ¿El que bebe?

Coro: ¡Se emborracha!

MC: ¿El que se emborracha?

Coro: ¡Duerme!

MC: ¿El que duerme?

Coro: ¡No peca!

MC: ¿El que no peca?

Coro: ¡Va al cielo!

Todos juntos: ¡Hermanos, para que al cielo vayamos: ¡bebamos, bebamos, bebamos!!

Estamos también ante una forma de secularizar la simbología del vino presente en la liturgia:

Sangre de Cristo,
cuánto ha que no te he visto,
y ahora que te veo,
¡lingotazo que te arreo!

A veces no obstante, el licor puede mostrar su faz más engañosa, y juega malas pasadas en los enamoramientos estudiantiles, tal que "...la más horrible del mundo parescete Afrodita y sientes que la amas sobre todas las cosas del mundo, y la deseas más que el paraíso...". ("Libro del Buen Tunar”, de Emilio de la Cruz). Este mismo historiador del Derecho, y estudioso del mundo de la Tuna, considera no obstante, el acto de beber dentro de la Estudiantina, como algo al margen de la simple ingestión alcohólica e individualista. De la Cruz lo considera una forma civilizada de convivencia, y que en el caso de la Tuna, adquiere su grado más enfático, en tanto que se trata de un "...yuntamiento descolares trovadores...". Como tal colectivo juvenil, también ante la bebida, actúa de un modo socializante o alegremente comunitario, alejado por lo tanto, de la pura rutina del bebedor solitario.

El objetivo es pues, enfatizar y justificar la ingestión del vino, incluso a costa de esperar de él, la vena de inspiración intelectual:

Tal es el vino,
así los versos que escribo.

Si por un involuntario exceso, se ha llegado a la desmesura, se invoca a Dios, y todo arreglado.

Sit Deus propitius huic potatori
(Sea Dios propicio con este bebedor)

A veces el objeto del brindis tunantesco, supone todo un desafío, que los bebedores establecen contra el propio licor:

Vino vinata, que sales de las verdes matas,
tú nos hieres, tú nos matas,
y a los hombres más valientes
¡nos haces andar a gatas!

No faltan ocasiones incluso, que en desaforada apetencia, el bebedor es capaz hasta de trocar la dedicación de los clásicos piropos femeninos, para dirigirlos ahora a su bebida favorita:

Por ellas, las más bellas
¡las botellas!

Finalmente, al acabar un concierto de canciones, un pasacalles, una serenata, o tal vez un recitado de versos, la Estudiantina exije que el pago a tales virtudes artísticas, pueda hacerse en favor de la sed:

El romanz es leído,
daznos del vino,
si no tenéis dinero.



DE BRINDIS TUNANTESCOS

MARTIN MARTINEZ, Félix

Publicado en el año 1998 en la Revista de Folklore número 208.

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