Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
Aguilar de Bureba es un pueblo pequeño dedicado fundamentalmente a la agricultura y la ganadería. Es un pueblo cuidadoso con sus fiestas y tradiciones, entre las que destaca por la vitalidad que ha tenido siempre la costumbre de celebrar los llamados EJERCICIOS DE SAN FRANCISCO.
Los han venido celebrando en este pueblo burebano desde su implantación en dicha localidad, probablemente a finales del siglo pasado, hasta nuestros días.
Estas costumbres religiosas arraigadas profundamente en estos pueblos pequeños se han conservado mientras ha habido sacerdote residiendo en el mismo pueblo, pues él era el alma de estas costumbres, pero en la situación actual en la que un mismo sacerdote atiende a varias parroquias pero no vive en ninguna de ellas, no puede atenderlas a todas hasta el punto de cuidar y mimar esas costumbres y tradiciones que con tanta fidelidad han cuidado en el pasado estos pueblos manteniéndolas vivas.
Lo importante es que esta tradición -como otras muchas- se ha mantenido viva hasta nuestros días teniendo mucha influencia entre los habitantes del pueblo y entre los que por curiosidad o devoción alguna vez se acercaron a participar de esta impresionante ceremonia.
Tiene lugar durante los viernes de cuaresma, días normales de trabajo en el pueblo, con la rutina de los demás días. Pero por ser viernes de cuaresma, al atardecer, en el pueblo todo es distinto. El párroco y los monaguillos han dejado en la iglesia todo dispuesto y preparado. Se han apartado los bancos de la iglesia de tal manera que la nave central quede libre. En el centro, sobre una mesa hay dos calaveras cogidas del cementerio del pueblo que son las que se han utilizado otros años. También sobre la misma mesa del centro está el acetre con el agua bendita y un crucifijo. Detrás de la mesa hay una silla en la que se sentará el párroco que preside los ejercicios. En línea recta hacia el altar mayor está la imagen de un ángel con una vela a cada lado, una columna, un asiento.
Hay dos grandes cruces. Una en el presbiterio en la que se colocará un hombre como si estuviera crucificado en ella. Otra cruz que será cargada a hombros de otro hombre que hará el recorrido por el recinto de la iglesia durante los ejercicios.
Sobre el altar mayor destaca una extraordinaria imagen de unos 50 centímetros, que representa a San Francisco de Asís. Es una talla de Juan de Mena, de gran valor, talla en madera de gran expresividad ascética.
El marco en que se desarrollan estos Ejercicios de San Francisco es la iglesia parroquial de Aguilar de Bureba que exhibe algunos buenos elementos del mejor románico húrgales y constituye un escenario apropiado para los mismos.
Como se ha dicho anteriormente, los Ejercicios de San Francisco tienen lugar los viernes de cuaresma por la tarde, casi al anochecer. Entonces, cuando los vecinos del pueblo ya han cerrado los ganados y han regresado de los trabajos del campo, los niños, recorriendo el pueblo por las calles principales, pregonan:
"Asistid, hermanos, a estos santos Ejercicios,
el bien para nuestros padres y para Dios un servicio
si esta noche nos moriremos
nadie lo sabemos".
Los niños al recorrer el pueblo avisando al vecindario, se acompañan de esquilas y campanillas.
A partir de este aviso todo el pueblo acude a la iglesia parroquial y con la más absoluta seriedad y silencio, como la cosa más normal del mundo se realiza este impresionante ejercicio.
El sacerdote se ha revestido de ornamentos negros, capa pluvial. Vuelto hacia el altar reza el ángelus mientras suena el toque característico. Terminado el rezo del Ángelus, entona la Salve popular que es cantada a pleno pulmón por todos los asistentes.
Los rezagados van llegando y ocupan sus respectivos puestos en los bancos.
Después de una breve alocución del párroco sobre el motivo de estos Ejercicios de San Francisco, se inicia el rezo del Santo Rosario.
Todo este preámbulo sirve de preparación a lo que es la celebración fundamental.
El párroco se sienta en la silla junto a la mesa que hay colocada en el centro de la iglesia. Y van siendo ocupados los puestos por los respectivos protagonistas. Un hombre o un joven se coloca como si estuviera clavado en la cruz del centro colocándose una soga al cuello y una corona de espinas en la cabeza. Un hombre se coloca otra cruz sobre los hombros y recorre muy lentamente la iglesia por el centro. Tres niños se acercan al banco que hay en el centro, a la columna y al ángel. Besan el suelo. El uno se pone de rodillas con los brazos en cruz, el otro inclinado sobre la columna, representando la flagelación y el otro se sienta en el banquillo tomando la corona de espinas, la besa y se la pone sobre la cabeza y también toma en sus manos una caña, por cetro.
Todos miran hacia el altar mayor, excepto el que está clavado en la cruz, que mira hacia el pueblo.
Esta escena representa plásticamente y con la mayor viveza los misterios dolorosos, la Pasión de Cristo, los misterios dolorosos.
Cada misterio del rosario que se reza son sustituidos todos en sus puestos, besan el suelo de rodillas, toman las coronas de espinas y las besan, se las colocan en la cabeza, permaneciendo en su sitio durante un misterio.
El sacerdote dirige el rezo del santo rosario lentamente y haciendo un breve comentario antes de cada uno de los misterios, que tienen la particularidad de no ser cinco como en el rosario normal, sino siete misterios.
Durante todo el desarrollo de los Ejercicios la Iglesia está casi a oscuras, solamente la luz de alguna vela encendida en el centro hace más misteriosa la ceremonia, agrandando las figuras y proyectando sombras en las paredes y bóvedas.
Terminado el rezo de los siete misterios del Rosario y al comenzar las letanías, todos los que estaban en el centro dejan sus puestos y se van a sus asientos entre el pueblo.
Entonces tres hombres toman un crucifijo y dos calaveras y van pasando para que la gente bese las calaveras y el crucifijo. A los que besan las calaveras les dicen:
-“Acuérdate, hermano, que así te has de ver".
El que da a besar el crucifijo dice:
-"Este es el Señor que te ha de juzgar".
El ejercicio completo de cada viernes es ofrecido por un difunto distinto de los que han fallecido recientemente en la parroquia, en sufragio por su alma.
A continuación del rezo del Rosario y Letanías, se rezan por todo el pueblo los actos de Fe, Esperanza y Caridad y Estación a Jesús Sacramentado, ésta con los brazos en cruz la mayoría de hombres, mujeres y niños.
Como estos Ejercicios de San Francisco se vienen celebrando desde siglos pasados, la gente está ya acostumbrada a estas ceremonias desde su infancia y los distintos momentos se desarrollan con agilidad al mismo tiempo que con profundo silencio, seriedad y recogimiento.
También se ponen todos los asistentes con los brazos en cruz durante el rezo de las letanías y ni aún los más ancianos dejan de poner sus brazos en cruz.
Después se reza el Credo, tras el cual se colocan las calaveras y el crucifijo en el suelo. Un hombre se coloca sobre el pavimento, en posición yacente con la boca hacia arriba, apoyando la cabeza sobre un cojín, con las manos cruzadas sobre el pecho, como si estuviera muerto. A continuación se canta un responso en latín por todo el pueblo, que se ofrece por el mismo difunto por el que se ha ofrecido todo el ejercicio de ese día. Siguen otros responsos de mucha resonancia sentimental pues suelen ser los mismos que se cantan durante los entierros.
Es éste un acto sobrecogedor, sencillo y duro, desnudo y macabro, si se quiere, pero de una eficacia pedagógica humana absoluta, propia del tiempo cuaresmal en que se celebra, en que se toma conciencia con la condición mortal del hombre, aunque choque con la sensibilidad actual que quiere ocultar la muerte.
La celebración de los Ejercicios de San Francisco suele durar cada viernes una hora. Terminando el acto impresionante, se recogen los utensilios usados, se ordenan los bancos de la iglesia y cada persona se va a su casa impresionado después de esta representación y acto penitencial.
ORIGEN Y PROCEDENCIA DE LOS EJERCICIOS DE SAN FRANCISCO
Se sabe que estos Ejercicios de San Francisco que se representan de una manera excepcional en Aguilar de Bureba todos los viernes de cuaresma fueron introducidos en la mayor parte de las parroquias de la Bureba por los religiosos franciscanos del convento de San Francisco que se hallaba extra muros de Briviesca, a poco menos de un kilómetro de esta ciudad.
Estos Ejercicios fueron desapareciendo en todas las parroquias, excepto en la de Aguilar de Bureba, en la que se han conservado por un caso extraordinario de fidelidad hereditaria de padres a hijos.
Es claro que tienen estos Ejercicios la finalidad de representar y hacer vivir la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, vinculada a la propia muerte de cada uno, como experiencia personal.
No es extraña la curiosidad y admiración que sienten los visitantes que acuden a presenciar estos actos durante la cuaresma como algo extraordinario, heredado y conservado con tanta fidelidad con el paso del tiempo.
Esta escenificación tiene como finalidad acompañar a la Santísima Virgen María en su dolor al contemplar la pasión y muerte de su Hijo, de ahí que se recuerden los siete dolores como siete espadas que traspasaron su corazón maternal. Al recuerdo de sus siete dolores van unidos los misterios dolorosos del Rosario.
Un significado muy profundo, lleno de contenido religioso, penitencial, sigue teniendo esta tradición porque el pueblo de Aguilar de Bureba, su protagonista, lo vive como algo especial y no sólo como una tradición rescatada del olvido.
El origen de los Ejercicios de San Francisco de Asís, actos penitenciales fundamentalmente, puede estar en una posible implantación en el pueblo de la Venerable Orden Tercera franciscana. Sabido es de todos cómo San Francisco de Asís se abrazó a la "locura de la Cruz", hasta el punto de que sus manos y pies fueran traspasados por clavos y su costado atravesado por la lanza. Se reprodujo en su cuerpo la Pasión de Cristo. Se propuso extender su amor a la Pasión de Cristo en la sociedad de su época y para ello instituyó lo que se ha conocido con el nombre de Venerable Orden Tercera, concebida para el pueblo llano, para los seglares, para los que sin dejar su estado y oficio vivían en medio del mundo para que fuesen luz y sal en él en plena Edad Media.
Uno de los varios compromisos que contraían sus miembros era el de mantener vivos el amor y la imitación de la Pasión del Señor y de su Madre. Por ello en numerosas ciudades y pueblos se hacían comunitariamente, de acuerdo con un ceremonial establecido, los llamados "Ejercicios de San Francisco".
En Aguilar están convencidos de que tienen un origen medieval y que han permanecido por el influjo de la comunidad franciscana que, al parecer, hubo en Briviesca.
No es seguro, aunque es posible que en otros tiempos hubiera terciarios franciscanos en Aguilar.
Muy significativo es el hecho de que en la iglesia de Aguilar se conserva como una joya una pequeña talla en madera de San Francisco de Asís, obra de Juan de Mena. También se conserva una talla de San Antonio de Padua, que podrían estar relacionadas con la práctica de los Ejercicios de San Francisco ya que hablan claramente de una vinculación devocional con la Orden Franciscana.
La Venerable Orden Tercera fue aprobada por el Papa Nicolás IV el 18 de agosto de 1289. Más tarde fue reformada por el Papa León XIII.
Estas pueden ser algunas referencias del posible origen de estos curiosos ejercicios de San Francisco en Aguilar de Bureba en los que la representación de la Pasión cobra un vigor extraordinario basado en la sencillez y austeridad popular que acentúa su dramatismo.
Aunque sólo fuera una tradición, una costumbre que ha sobrevivido por rutina —que no es el caso- merecería nuestro mayor respeto y admiración. Lo cierto es que está arraigada en la vida religiosa de este pueblo que la practica puntualmente, sencillamente, sin hacer ningún alarde, sino por el solo compromiso de continuar la tradición heredada que consideran buena.
Hemos presentado aquí una tradición o costumbre religiosa de un pueblo de nuestra tierra, una representación de la Pasión de Cristo muy especial que viven y sienten los vecinos y habitantes de Aguilar de Bureba.
Es un rastro de la vieja piedad y devoción que aún perdura gracias a que se ha ido transmitiendo de padres a hijos.
Lo que pretendemos es darla a conocer, pues no estamos seguros de que sea conocida ni aún por los pueblos vecinos. También queremos que se valore en su justo mérito pues no sería raro que en virtud de reformas y modernismos se considerase este acto como una "antigualla". Sabemos que algún sacerdote y seglares ante estos Ejercicios de San Francisco han esbozado una sonrisa como de estar por encima de "estas cosas".
Es probable que al quedar el pueblo sin sacerdote residente en él, la costumbre se debilite y desaparezca en el olvido. Grande es el entusiasmo que el pueblo de Aguilar siente y pone cada cuaresma para realizar esta devoción.
Yo asistí un viernes de cuaresma en el año 1974 y he querido dejar constancia de lo que vi y escuché para no olvidarlo.