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¡Antes que salga la aurora
coronada de jacintos,
quiero como general
y como cauto caudillo
registrar mis centinelas
por ver si se hallan dormidos!
El Rey Moro
Resumen
Los rituales festivos han marcado siempre el calendario rural y entre ellos, las representaciones teatrales de conquista, en las que se escenifica un enfrentamiento entre dos bandos son especialmente interesantes en el mundo hispánico. Dentro de este tipo de obrillas las que están más extendidas son las conocidas Fiestas de Moros y Cristianos, enfrentamientos dialécticos que en Castilla y León, al igual que en otras Comunidades (como es el caso del Dance aragonés) están unidas a las cuadrillas de danzantes. El ejemplo que nos ocupa, “La Entrada del Moro” de Ampudia de Campos[1] (Palencia), constituye uno de los escasos ejemplos que se han mantenido en la memoria viva de Castilla y León. Sus características entroncan con un corpus común que fue extendido por el continente americano, manteniendo muchas similitudes con otras fiestas de conquista. Este tipo de representaciones son uno de los rituales festivos más complejos, formados a lo largo de siglos con la superposición de elementos de muy diverso origen.
Palabras clave: danzas de palos, autos teatrales, ciclo festivo anual, cofradías.
Las Cuadrillas de Danzantes en la Tierra de Campos
La Tierra de Campos, esa extensa comarca natural que ocupa parte de las provincias de Valladolid, Palencia, Zamora y León, en tiempos próspera y habitada y ahora a duras penas sobreviviendo, ha mantenido hasta hace pocos años, un buen número de manifestaciones folklóricas de interés y entre ellas, las cuadrillas de danzantes (MARTÍNEZ Y PORRO, 1998). Sólo entre las provincias de Valladolid y Palencia registran referencias a antiguas danzas y paloteos terracampinos más de 30 pueblos (en Valladolid: Herrín de Campos, Villabaruz de Campos, Villafrades de Campos, Tamariz de Campos, Berrueces, La Unión de Campos, Ceinos de Campos y Cuenca de Campos, Gatón de Campos, Villacarralón, Valverde de Campos, Melgar de Arriba y de Abajo, Moral de la Reina, Bercero, y Montealegre y en Palencia: Cisneros, Guaza de Campos, Becerril de Campos, Autillo de Campos, Autilla del Pino, Paredes de Monte, Frómista, Fuentes de Valdepero, Fuentes de Nava, Villada, Villamartín de Campos, Torremormojón, Husillos, Támara de Campos, Ampudia, Valoria del Alcor, Meneses de Campos, Castromocho, Pedraza de Campos y Palencia capital). Todas estas localidades mantienen o han gozado de la presencia de danza y/o paloteo, siendo, sin duda, una de las comarcas hispanas que más apego ha tenido a este tipo de danzas. Entre todos ellos, la localidad de Ampudia, en Palencia, sigue manteniendo vivo el entrechocar de palos y el juego de rodillas de su danza.
A estas manifestaciones terracampinas hay que añadir, en la provincia de Palencia, las interesantes cuadrillas de danzantes de El Cerrato (Tabanera, Palenzuela, Villamediana, Torquemada, Dueñas, Cevico de la Torre...) con características propias tanto de repertorio como de indumento y las danzas rituales de Saldaña, ya en La Vega del Carrión ejecutadas en honor a la Virgen del Valle.
Desgraciadamente, de todos los patrimonios culturales de la provincia, es sin duda el patrimonio inmaterial, especialmente en todo lo referido a la tradición oral vinculada a la música y al baile el que más pérdidas está teniendo en estos momentos. Así como el patrimonio histórico cultural material plasmado en iglesias, ermitas, castillos y edificios civiles se conserva y se pone en uso, la tradición oral, asentada en la transmisión de generación en generación a través de la palabra se desvanece en los inicios del siglo xxi.
Las danzas de palos y procesionales están ampliamente documentadas[2] y aunque en origen pueden tener aspectos relacionados con antiguas civilizaciones, es durante los siglos xvi y xvii cuando se forjan y consolidan este tipo de bailes tal y como nos han llegado hasta nosotros, en muchos casos vinculadas a las procesiones, especialmente a la de Corpus Christi (VALIENTE, 2011). Con la decadencia de esta fiesta, las danzas y obras teatrales se van desplazando poco a poco a las fiestas patronales, fijando las características actuales que conocemos.
Relacionadas con las Cofradías, tuvieron siempre un marcado carácter ritual[3], y suponen en todos los casos en los que se mantienen, las señas de identidad de muchas de nuestras pequeñas localidades rurales.
Hablar de danzantes es también hablar de representaciones teatrales. Las cuadrillas de danzantes eran contratadas por las Cofradías para aportar más ornato y ceremonia a las fiestas principales de las mismas, aunque en muchas ocasiones, como es el caso ampudiano, eran los propios cofrades los encargados de la danza y las obras de teatro, contando para ellos con indumentaria propia de la cofradía[4]. Entre las funciones de las cuadrillas estaban el acompañamiento de autoridades con pasacalles (alcaldes, cofrades, mayordomos...) y la ejecución de la danza y los lazos de paloteo. Junto a este papel principal en la procesión, se ajustaban las danzas para la puesta en escena de pequeños autos dando mayor empaque y suntuosidad a los actos. Es el caso que nos ocupa, “La Entrada del Moro”, asociada desde antiguo, a la cofradía de Santiago Apóstol de Ampudia y muy relacionadas con el resto de las fiestas de Moros y Cristianos.
Las Fiestas de Moros y Cristianos en el ámbito Hispánico y la América Colonial
Para entender la importancia de la fiesta de “La Entrada del Moro” ampudiana es necesario ponerla en su contexto histórico y social analizando otros rituales festivos emparentados en distintos ámbitos geográficos. La obrilla palentina de Santiago Matamoros es un ejemplo de Fiesta de Moros y Cristianos, única en Castilla y León (al menos una de las que más elementos ha conservado en la memoria viva) y emparenta con todas las fiestas de moros y cristianos hispanas así como con las Danzas de Conquista y otras representaciones rituales allende el Atlántico.
Los rituales de bandos enfrentados están extendidos por todo el mundo teniendo un origen complejo en muchos casos. Algunos autores (BRISSET, 1998) sitúan las primeras referencias de combates teatralizados de moros y cristianos hispanas en festividades reales y de la nobleza vinculadas a alardes y torneos para celebrar victorias bélicas o como entrenamiento de tropas. Este tipo de festejos pasaría con el tiempo, en siglos posteriores, a formar parte de las fiestas populares transformándose y enriqueciéndose en textos teatrales (algunos ya del siglo xix), de diversa índole, conformando lo que, por tradición, nos ha llegado hasta nuestros días.
En España aparecen fiestas de moros y cristianos en muy distintos ámbitos geográficos (principalmente en Valencia Galicia, Aragón, Andalucía, Castilla-La Mancha, País Vasco o Andalucía siendo escasas en Castilla y León).
En tierras gallegas según algunas teorías, la representación de “la historia del Señor Santiago a caballo como cuando fue lo del rey Ramiro”, está emparentada al teatro jacobeo donde se ponía en escena, como obra de moros y cristianos, en el Corpus
compostelano, pagada por el gremio de azabacheros, ya en el siglo xvi. De la festividad de Corpus pasaría a ofrecerse en las fiestas patronales, siendo según algunos autores el origen de algunas Fiestas de Moros y Cristianos donde el Apóstol Santiago intercede (GONZÁLEZ MONTAÑÉS, 2012). Relacionadas están también las danzas denominadas “Mouriscas” y las “Mascaradas de Xenerales” que se han conservado en la comarca del Río Ulla, donde se personificaban conflictos dialécticos entre dos bandos.
En Aragón, estas luchas festivas cristalizan en la representación de “Los Dances” vinculados, como es el caso ampudiano, a las danzas de palos o espadas. Los textos, muy elementales, escenifican las disputas entre moros y cristianos y suelen ser representados también por los propios danzantes (BELTRÁN MARTÍNEZ, 1989) (MARTÍNEZ TEJERO, 1989).
En el País Vasco se desarrollaron hasta el siglo xvii, mascaradas en torno a la festividad de San Juan, donde los jóvenes se dividían en dos bandos bailando ante las figuras de sus respectivos reyes (el Rey Moro y el Rey Cristiano) (BRISSET, 1998).
Las tierras andaluzas, en particular las de Andalucía oriental (principalmente La Alpujarra granadina y almeriense), han conservado también fiestas de moros y cristianos. Sencillas puestas en escena, con indumentaria anacrónica y una acción teatral donde los moros vencen en primera estancia, robando la imagen del santo Patrono o de la Virgen siendo derrotados posteriormente por los cristianos que acaban doblegándolos a la verdadera fe.
El área levantina, con alguna fiesta en el interior, hacia tierras castellano-manchegas, es la que más ha conservado hasta nuestros días el ritual de moros y cristianos. El rito ha sido convertido en espectáculo de masas, en muchos casos, con representación de conquista del castillo y desfiles de comparsas con vistosa puesta en escena donde la rica indumentaria y la pólvora forman parte del evento. En algunas fiestas, los cristianos ganan por intercesión del santo Patrón (es el caso de Sant Jordi en Alcoi o Sant Blai en Bocairent).
La participación del Santo, y especialmente Santiago Apóstol, cuyo patronazgo jugó un papel importante en la mayor parte de la Reconquista aparece en muchas de las fiestas de Moros y Cristianos. Para BARCELÓ (1972), la pérdida de protagonismo del Apóstol Santiago en este tipo de ritos está vinculada, a partir del siglo xvii con la expulsión de los moriscos (a principios del siglo xvii) y al nombramiento de Santa Teresa como copatrona de España (también a mediados del siglo xvii).
Este ejemplo de danzas y representaciones teatrales de moros y cristianos acabaran significando el poder y la unidad de todo un pueblo (junto con una importante ostentación de la religión católica) frente a un enemigo común, incluyen todos los componentes propios de una Cruzada, utilizando al personaje (Santiago Apóstol) como el elemento indispensable para vencer a los moros. A partir del siglo xvi estas obras se convierten en el símbolo del Imperio español y por ello, un producto exportable hacia la América colonial, donde el soldado español y los misioneros representarán este tipo de ritos como afirmación de la fuerza divina para el sometimiento de los pueblos indígenas.
Así, surgirán las representaciones de “Santiagos” en México[5], donde la figura del santo acompañará siempre a los cristianos, mientras que Poncio Pilatos encabezará frecuentemente a la población indígena (con un argumento teatral vinculado a “La destrucción de Jerusalem”). Este tipo de obras se ejecutaban, en muchos casos, ante la imagen del santo. Los textos, provenientes del teatro misionero del siglo xvi, en sucesivas copias, han servido de base a estos autos hasta nuestros días (ARACIL VARÓN, 1999).
Algo similar se ha mantenido en algunas zonas de Venezuela y otras zonas de América, donde siguiendo los moldes peninsulares, se realizan representaciones de conquista durante las procesiones de Corpus, con la participación del Apóstol Santiago, San Miguel o San Jorge (GUIDO, 2000).
Los autos teatrales en Castilla y León
Las pequeñas obrillas que se han ejecutado en las áreas rurales, conservadas hasta nuestros días, se vinculan generalmente, a un momento concreto del calendario festivo. Así las representaciones del ciclo de Navidad (Epifanía y sobretodo la Adoración de los Pastores en Nochebuena) dieron lugar a los “Autos de Reyes” y a las “Pastoradas” o “Corderadas”, con buenos ejemplos en Castilla y León (Castroponce en Valladolid, Támara y Terradillos de los Templarios en Palencia). Las escenificaciones de la Semana Santa serían el germen de las “pasiones vivientes”. Por último, las fiestas patronales (en honor al Santo o a la Virgen) organizadas por las distintas cofradías vincularían las fiestas “de conquista” o de bandos donde el papel de intercesión de los titulares de la celebración sería clave en la misma.
Los autos teatrales o comedias están íntimamente relacionados con las danzas de danzantes, y así se constata desde antiguo en muchas localidades hispanas. Era muy frecuente que se pusiera en escena un auto sacramental o pieza dramática similar con participación de personajes bíblicos, históricos o de virtudes y vicios, encarnados por los propios danzantes y el birria o director de la danza (DÍAZ, 1992). Ejemplos hay por toda la comunidad de Castilla y León. En la ciudad de Burgos están documentadas, ya en el siglo xvi, representaciones dramatizadas vinculadas a los danzantes y el Corpus (DOMINGO, 1997). También en Armuña (Segovia), ya en el siglo xvi, los danzantes ponían en escena autos sacramentales asociados también a la festividad de Corpus (FUENTES, 2008). En Corporales de Cabrera (León) se conserva la Danza del Rey Nabuconodosor, donde se trata el tema del Rey de Babilonia, según el texto bíblico del profeta Daniel. Junto a este acto central se desarrollan las escenas de Judit y Holofernes o de Daniel en la cueva de los leones, cargadas de moral cristiana. En Santa Eulalia de Cabrera (también en la provincia de León) se realizaba otra dedicada a San Antonio de Padua, con una lucha de moros y cristianos. En Cigales (Valladolid) se representaba la de David y Goliat (DIAZ y PORRO, 2008). También En Burgos, en Baños de Valdearados y en Pinilla Trasmonte realizaban asimismo “La Batalla del Rey, de David y Goliat” (MANZANO, 2006). En Cuenca de Campos (Valladolid), el día de San Bernardino se realizaba la “Entradilla de Santiago”, lazo ejecutado por seis danzantes disfrazados de moros que luchaban contra el apóstol quien sobre un caballo de cartón, los derrotaba haciendo besar la cruz al botarga de la danza adorándola después todos los vecinos. En Ceinos de Campos (Valladolid), se representaba “La Entrada del Moro” donde los danzantes (cuatro moros y cuatro cristianos), el birria de la danza y un pequeño ángel, empuñando espadas de madera, el día de San Mamerto, hacían la representación teatral a la salida de misa hasta los años 80 del pasado siglo, ejecutando también los lazos de la danza (MARTÍN, 1989). Cosa similar acontecía en Lobeznos (Zamora) donde castellanos y portugueses contendían para vencer finalmente los españoles; en Medina de Rioseco (Valladolid) durante las danzas del Corpus se recitaban dichos basados en temas bíblicos y hagiográficos. La costumbre debió de ser frecuente en toda esta zona de la Tierra de Campos, a la que hay que añadir “La Entrada de Napoleón” felizmente recuperada[6] y también vinculada a la danza de Autilla de Campos y “El David y Goliat” y “La Entrada del Moro” de Dueñas. Estas dos últimas muy perdidas (DIAZ y PORRO, 2008).
La “Entrada del Moro”, de Dueñas, se desarrollaba a lo largo de tres partes: En la primera, siguiendo la costumbre en estas obras, similares entre ellas, el Rey Moro aprovecha un momento de descuido de las tropas cristianas mientras duermen y consigue robar el Santo Sacramento, que los cristianos custodiaban. Al despertar éstos y comprobar lo sucedido, van en busca del moro al que en sucesivas batallas consiguen derrotar y recuperarlo. La lucha, un sencillo juego de palos entre los ocho danzantes (cuatro disfrazados de moros y cuatro de cristianos) ha de ratificarse con una lucha dialéctica entre el Rey Cristiano y el Rey Moro, en la que aquél consigue convencer a su enemigo que acate la religión cristiana. Este acaba arrodillándose ante el Rey convencido de su error. La obra finaliza con el tejido de cintas entre moros y cristianos.
En la lucha representada en los lazos de paloteo, para distinguir un bando de otro, los danzantes incluían unas cintas con las iniciales SM para los soldados moros y SC para los soldados cristianos (CABALLERO Y CABALLERO, 1987).
La Sección Femenina recogió, a finales de los años 60 del siglo xx, algunos datos de estas danzas, que míticamente presentaban la Entrada del Moro, situándolas nada más y nada menos en tiempos de Los Reyes Católicos, vinculados a la villa (PORRO et al, 2010). La representación de Dueñas cuenta con interesantes elementos presentes en otras obras similares como son el robo del Sacramento, la batalla entre bandos con danzas de palos y la conversión al cristianismo con algarada final y tejido de cintas. Este vínculo con la fiesta de Corpus Christi refuerza la idea del origen de este tipo de autos teatrales puestos en escena para realzar esta importante festividad del calendario católico. Posteriormente con el declive de la misma pasaría a las fiestas patronales mezclándose con otros textos y personajes.
Apenas se ha logrado reunir un puñado de versos (en composiciones octosilábicas como en Ampudia), entre ellos el que utilizaba el Rey Moro para entrar en combate con los cristianos, desafiándoles:
Yo soy la fuerza del mar, arrogante contra Cristo
y finco mis estandartes y desde aquí os desafío;
a los soldados cristianos que son del orden impío
no me permitan mis voces ni soportar mis oídos.
Entre los escasos fragmentos conservados y recogidos por Eugenio García Palenzuela, antiguo Director de la Escuela de Música y Danza Municipal de Dueñas aparece también el inicio que se corresponde, curiosamente, con el del tema de Ampudia (Antes que salga la aurora coronada de jacintos...) (CABALLERO Y CABALLERO, 1987).
El texto original: Antes que salga la aurora...
El origen del texto que da cuerpo a “La Entrada del Moro” ampudiana y también a la versión de Dueñas es un pliego de cordel de Diego de Hornedillo cuyo título es: “Coloquio entre un moro y un cristiano sobre la pureza de la Virgen María,y nacimiento de su Santísimo Hijo”. El pliego se imprime por J.M. Estillarte en la ciudad de Sevilla, Calle Génova 9, en 1848 (incipit: Antes que salga la aurora), aunque bien pudiera beber de un texto más antiguo. Su amplísima difusión e incorporación en las Fiestas de Moros y Cristianos es patente en numerosas localidades que han conservado los versos en sus representaciones. Posteriormente una nueva versión publicada en Villena, en este caso matizada con nuevos versos referidos a la patrona de la villa alicantina, la Virgen de las Virtudes, enriquece las versiones escritas (1915, Conversión del moro al cristianismo, compuesta por Juan Martínez Navarro. Sobre la pureza de María y el nacimiento de su Santo Hijo. Impresa por Claudio Persásia. Villena).
El texto o fragmentos del mismo sirven de base a numerosas representaciones de moros y cristianos. Entre otras, además de en las palentinas de Ampudia (fiestas de Santiago) y Dueñas (fiestas de Corpus Christi) y la alicantina de Villena (fiestas de la Virgen de las Virtudes), aparece en “las Relaciones” del pueblo de Quéntar (Granada), durante la fiesta de San Sebastián, recitadas/cantadas por los jóvenes actores, en cuya representación se relatan los hechos acaecidos entre 1567 (cuando comienza la sublevación de los moriscos en la localidad) y 1571, día de la toma de Quéntar por Don Juan de Austria. También en “Las Relaciones” que con motivo de sus fiestas de Moros y Cristianos y su patrón San Roque se hacen en Velefique (Almería) a mediados de agosto y en las fiestas de Moros y Cristianos en honor a la Virgen del Rosario, también a mediados de agosto en Carchalejo (Jaén). Pero no sólo en el área levantina o andaluza aparece este texto de Diego de Hornedillo también se incorpora a las conocidas fiestas de conquista aragonesas “Los Dances”. Así en el pueblo de Ainzón (Zaragoza), en sus “Dances del Paloteao” de las fiestas de La Exaltación de la Santa Cruz de septiembre, se incorpora, del mismo modo, el texto al “Dance del Moro” (LAFOZ, 1983).
Con todo, aunque el texto que ha llegado hasta nosotros tenga poco más de 150 años, este tipo de representaciones hunden sus raíces, como ya hemos comentado, en las obrillas teatrales de la fiesta de Corpus que, con las importantes prohibiciones de Carlos III restringiendo la danza y los autos, poco a poco se fueron trasladando a las fiestas patronales con la decadencia de la fiesta del Santísimo (al menos en su parte más festiva y visual). Así en cada localidad, los textos se acomodan y adaptan a la fiesta y a los patronos, creando obras singulares de manos de párrocos, directores, y gentes instruidas en las letras. En el caso ampudiano, además, el texto recoge toda la tradición del teatro jacobeo incluyendo elementos propios de la fiesta de Santiago Matamoros, e incorporando personajes de la danza como es el director de la misma, “el Galleta”[7].
El texto con el paso de los años se enriquece con distintos elementos que modifican el original pliego de cordel, llenándole de los anacronismos tan característicos de este tipo de obrillas. Posiblemente en una reelaboración del mismo en la primera mitad del siglo xix se incluyeran los versos siguientes en clara referencia al enemigo revolucionario francés[8]:
“¡Ho día triste y aciago el jacobismo de Francia
redúcese a polvo y ceniza hoy la religión cristiana!”
Recalcado con la figura del rey moro “Rey de Murat” en una posible referencia al Mariscal Murat[9] jefe militar de la España invadida por Napoleón que reprimió el levantamiento del 2 de mayo 1808.
Ya en una última modificación del texto después de la guerra civil, en 1941, se añade en la despedida un verso alusivo a Franco.
La fiesta de Santiago en Ampudia y “La Entrada del Moro”
La vinculación de la fiesta al Apóstol Santiago en el caso de Cuenca de Campos está relacionada con el Camino de Madrid que desde Medina de Rioseco (con una iglesia dedicada al Santo) nos lleva hasta la cercana Villalón para seguir viaje hacia Sahagún y enlazar allí con el Camino Francés. No sabemos si Ampudia fue villa cruzada por algún ramal de los caminos de Santiago, que llevara las sendas del sur provincial a morir al Camino de Madrid en Medina de Rioseco. A favor de esta hipótesis está la propia presencia de la ermita del santo y un antiguo hospital en Ampudia[10], la existencia de un hospital de Santiago en Dueñas, la calle de Santiago y su imagen peregrina en la arteria principal de Paredes de Monte, las imágenes de Santiago peregrino en Montealegre de Campos y de Santiago Matamoros en Villalba de los Alcores, así como la constancia de peregrinos en el cercano Monasterio de Matallana y en las oraciones y cartas ofrecidas a la Virgen Peregrina de Meneses de Campos, no muy lejos de Ampudia.
La iconografía más característica de Santiago le representa en la Edad Media como peregrino mientras que a partir de los siglos xvi y xvii se extiende la representación del Santo como protector frente a los musulmanes (PANIZO, 2010).
Pero, ¿es posible que la obra, o alguna versión de la misma, llegara a través del camino de Santiago hasta la Tierra de Campos?. Sea como fuera, Ampudia, conservó los versos, con métrica octosilábica, de “La Entrada del Moro” por tradición oral, de generación en generación, aunque puntualmente pudieran ser plasmados por escrito. El texto ampudiano, aunque en origen tiene un carácter culto (con autor conocido, difundido mediante pliegos), toma con el tiempo, características propias (como el papel relevante del “galleta” o director de la danza). La obra estaba vinculada a la cuadrilla de danzantes de la Cofradía de Santiago[11], que bien pudiera ser propia, atendida por los mismos cofrades, o contratada para un mayor realce de la fiesta principal del titular de la Cofradía. Por suerte nos han llegado dos textos escritos íntegros de la obrilla que, a grandes rasgos, repite el esquema argumental de este tipo de autos. El primero manuscrito y fechado en Ampudia el 4 de noviembre de 1941, firmado por Manuel Zarzuelo (que llegó a ser alcalde de la Villa) y el segundo, ya mecanografiado, posiblemente durante las décadas 50-60 del pasado siglo, durante las campañas de recopilación de manifestaciones folklóricas por la Sección Femenina de Palencia. En esta última versión se le añaden unos versos al inicio del auto que difieren el texto original en métrica y estilo[12].
Por lo demás, ambos textos son prácticamente iguales en anotaciones al margen, entendiendo que el más moderno pudiera ser copia mecanografiada del más antiguo.
La obra, de doce escenas más una despedida final, es representada por 10 personajes que por orden de aparición son: El Rey Moro, El Moro 1º, El Abanderado Cristiano, El Rey Cristiano, El Moro 2º, El Abanderado Moro, El Ángel, El Moro 3º, El Galleta y Santiago Apóstol.
El hilo conductor del argumento es el siguiente: El Rey Moro increpa para pelear a los cristianos guarecidos en su castillo, entregando una carta al Rey Cristiano. Éste le desafía a través de otra misiva entregada por su abanderado. La guerra está declarada. Entre tanto, se aparece la imagen de la Virgen en la tienda de campaña del moro, y éste blasfema contra ella. Por fin, llega el momento en el que el Rey Moro y el Rey Cristiano se ven las caras empezando la disputa dialéctica. El Rey Moro le pide que cumpla con el pago del Tributo de las Cien Doncellas al Rey Cristiano. Éste se niega y se encomienda a Santiago Apóstol. El Rey Cristiano le amonesta solicitando que se bautice en la religión cristiana. Entran en batalla y los cristianos pierden la enseña. Los moros crecidos hieren al Ángel del Señor. El galleta se convierte al Islam. Tras la disputa los cristianos vencen la batalla. Por intercesión de Santiago Apóstol, los moros se convierten al cristianismo y se bautizan después de la lucha. El galleta se queda sólo y se arrepiente de su poca fe en Cristo, volviéndose a bautizar. La obra acaba con una despedida dando gracias a todo el pueblo, a la Cofradía y pidiendo un merecido aplauso.
El texto comparte a grandes rasgos las acciones y personajes de este tipo de obras (BRISSET, 1998): diálogos o parlamentos entre cabecillas, la lucha por un castillo, apoderarse de una imagen del santo patrón e injuriarla, exigir el pago de un tributo, apoderamiento de la bandera, obligación de cambio de fe, intercesión del santo protector...
El auto ampudiano se completa con un acompañamiento musical denominado “el Trairo” que, según anotaciones “es son de guerra”. Posiblemente sea una denominación onomatopéyica del tema musical que ejecutaba Moisés de Castro, uno de los últimos dulzaineros ampudianos que legó el repertorio a su hijo Agustín, en activo hasta los años 80 del siglo xx. Algo parecido pasa con “el Tarirán” (BELTRÁN, 1989), nomenclatura onomatopéyica, para el preludio común a los toques de gaita en el Dance de Sariñena (representaciones teatrales vinculadas a las fiestas de moros y cristianos propias de Aragón).
La obra recrea un hecho histórico envuelto en leyenda: la Batalla de Clavijo. El hecho tuvo lugar el 23 de mayo del año 884 en Clavijo (La Rioja). El rey cristiano Ramiro I de Asturias se negará a seguir pagando el Tributo de las Cien Doncellas a los emires árabes. Las tropas cristianas al mando del Rey Ramiro se enfrentarán contra las tropas musulmanas encabezadas por Abderramán II. Las crónicas del hecho cuentan que el mismísimo Apóstol Santiago montado en un corcel blanco intercederá en la batalla dando la victoria a las tropas cristianas. La Iglesia instaurará, ese día del 23 de mayo, la fiesta de la Aparición del Apóstol Santiago, el conocido como “Santiago Matamoros” cuya iconografía representa al Apóstol cabalgando por encima de los infieles blandiendo la espada. Santiago Matamoros es el titular de la ermita[13] de Ampudia (edificada entre los siglos xvi y xvii y reedificada en 1851) y en su fiesta de mayo, se representaba, por los cofrades, hasta la década de los años 50 del siglo pasado “La Entrada del Moro”, además de ejecutar sus danzas y paloteos si así lo requería el mayordomo del año, “el que daba la cofradía”. La imagen era trasladada en procesión hasta la Colegiata de San Miguel donde permanecía hasta la festividad del Corpus Christi, saliendo ese mismo día en procesión, con las varas e insignias de la Cofradía, en un lugar preferente abriendo la misma (VALLE, 2006). Posteriormente ya en los años 70, la ermita se arruina y se pierde la fiesta de Santiago Matamoros. Es a finales de los años 90 cuando se recupera el sagrado edificio y se traslada la celebración, con el rito totalmente perdido, al 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol Peregrino. El auto teatral se desvincula de su fiesta y desaparece, representándose en las últimas ocasiones en Navidad[14].
Las ropas utilizadas, en este tipo de representaciones rurales, suelen ser colchas de seda o sábanas para el bando moro y vestuario militar al uso para el bando cristiano. En el caso de Ampudia, aparece también el Ángel, y la figura de Santiago Apóstol, con un faldellín de color, banda con los colores de España cruzada al pecho, tocado de montera con las conchas peregrinas, y con un caballo figurado (generalmente este caballito era de cartón o madera, al estilo de los caballos figurados de muchas cuadrillas de danzantes propias del Corpus). Además en el caso de Ampudia hay que añadir la figura del “Galleta” o director de la danza que representa la vileza de la condición humana y que le da un contrapunto bufonesco a su participación en el auto.
En una de las últimas representaciones de La Entrada en el año 1956 (dirigida por Leuprecio Pascua), el galleta lo ejecuta un niño de unos 10 años, vestido de blanco[15], pero con una larga vara de la que cuelga un rabo de caballería cuya misión era la de servir de ayuda para abrir el espacio para ejecutar la danza[16]16. Poco sabemos de la indumentaria propia del galleta ampudiano, su vestimenta estrafalaria resaltaba entre la blancura inmaculada de la librea de los danzantes. ORTEGA (1997) al tratar el paloteo de Ampudia nos habla de que “El birria que en Ampudia recibe el nombre de galleta, lleva una vestimenta distinta. En tiempos no muy lejanos, “el galleta” vestía con casaca y pantalón negro, sombrero con punta hacia arriba como un pirata”. Por otro lado, los datos históricos aportados por PEÑA (2011) nos hablan en 1744 de que la Cofradía del Santísimo Sacramento “compone el vestido de la Galleta con bayeta e hilo”. En ocasiones, en la documentación histórica se habla de forma indistinta de Galleta (en masculino o femenino) o de Botarga para denominar al director de la danza. Este director de la danza y los danzantes cobraban en muchos casos en especie “la robla” (generalmente avellanas, obleas y vino) (IZQUIERDO, 2012). En los últimos años, a partir de la década de los 60 del siglo xx se pierde toda referencia a la figura del Galleta y a su peculiar indumentaria por lo que no conocemos si en tiempos vistió con traje de bayeta de colores al estilo del de Cisneros.
Además del vestuario cabe destacar otros elementos que eran comunes en el atrezzo como son el montaje de una “jaima mora”, las banderas, el cuadro de la virgen, la Santa Cruz, o el caballo figurado de Santiago Apóstol.
¡Viva nuestro Apóstol Santiago! / viva su congregación
y viva todo este pueblo / que escucha con atención
¡Vivan sus autoridades! / Y aquí termina “La Entrada”
pero antes ¡viva también / Nuestra Virgen de Alconada!
¡¡Soldados todos apunten!! / y disparemos un tiro
y que nos den los aplausos / ¡si los hemos merecido!
El Rey Cristiano en la Despedida
Agradecimientos
Agradecemos la información, textos, fotografías y referencias históricas facilitadas, entre otros, por Ángel de Castro, Julio César Izquierdo, Carlos Porro, Demetrio Brisset, Julio Montañés, Luis José Peña, Ascensión del Valle, Iñaki Sánchez Peláez, Cofradía de Santiago, Abraham Garza y Ana del Río. Sus aportaciones han servido para documentar y poner en valor este interesante auto teatral del patrimonio inmaterial de la provincia de Palencia.
Documentación gráfica:
Danza de Santiagos, Tonalá, Mexico
http://adligmary.blogspot.com.es/2012/04/tonala.html (último acceso: 27/07/2012)
Danza de Santiagos, Naolinco (México). Foto cedida por Abraham Garza
Ermita de Santiago Apóstol (Ampudia-Palencia)
Varas de la Cofradía de Santiago Apóstol. Ampudia (Palencia)
Medalla de la Cofradía de Santiago Apóstol. Ampudia de Campos (Palencia)
Procesión de Santiago Apóstol, Ampudia (Palencia). Año 1956
Representación de La Entrada del Moro (23 de mayo 1956). Ampudia (Palencia)
La cuadrilla de personajes junto con Leuprecio Pascua
Cuadrilla de danzantes de Ampudia (1952), en una visita a Palencia capital
En el centro la figura del galleta con la vara de cerdas
Inicio y final de La Entrada del Moro. Manuscrito fechado en 1941 y firmado por Manuel Zarzuelo
Pliego de Cordel, Diego de Hornedillo. 1848
Texto “Antes que salga la aurora”. Adaptación para las fiestas de Nuestra Señora de las Virtudes de Villena. 1915
BIBLIOGRAFÍA
ARACIL VARÓN, B. (1999). Del texto literario a la representación popular sobre la conquista: La destrucción de Jerusalen. Anales de Literatura Española No 13.
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NOTAS
[1] Aunque la nomenclatura oficial de la localidad es Ampudia, pervivió hasta mediados del siglo xx el uso tradicional del apellido “de Campos” para ubicarla en esta extensa comarca que abarca parte de las provincias de Palencia, Valladolid, León y Zamora. Geográficamente el término municipal se reparte entre la Tierra de Campos y Los Montes de Torozos o Los Alcores, páramos calcáreos que ocupan 3⁄4 partes del territorio ampudiano.
[2] Las primeras referencias históricas escritas de la Danza de Ampudia aparecen en 1613 cuando “se traen unas danzas” para la fiesta de la Virgen, el 8 de septiembre. Unos años antes, en 1611, se crea la Cofradía de Nuestra Señora de Alconada, conocida también como Cofradía de los Pastores. No 228 de Acuerdos Capitulares. Archivo Parroquial de Ampudia. 8-09-1613.- folio 268. (PEÑA, 2004).
[3]En ocasiones la danza era ofrecida para eventos distintos al rito procesional. Así, era común que las cuadrillas de danzantes “brindaran” sus lazos y danzas como agasajo a personalidades que visitaban la localidad, incluso a novios.
[4]Todavía se recuerda en Ampudia como la Cofradía de los Pastores, entre sus bienes, contaba con un arca donde se guardaban las libreas de la danza.
[5] Las Danzas de “Santiagos” están muy extendidas en México. Entre muchas localidades destacan Tonalá (Jalisco) y Naolinco (Veracruz) donde Santiago monta un caballo figurado de cartón piedra o madera.
[6] El auto autillano se recupera el año 2007 después de 37 años sin representarse. Actualmente tiene una puesta en escena bianual.
[7] La participación del botarga o director de la danza en la obrilla teatral aparece muy extendido en este tipo de representaciones. Así ocurre con el birria en “La Entrada de Napoleón” que introduce el auto con su picardía característica:
Buenas tardes amado pueblo yo os vengo a manifestar el destino que me ha dado la danza de este lugar.
[8] El escarnio público a la nación vecina se materializó también en conocidos lazos de las danzas de palos. Es el caso de “Los Franceses” del repertorio de las danzas de Ampudia donde al son de “la Carmagnole”, o “la Cabañuela”, una marcha militar francesa, se ridiculiza al pueblo invasor:
Los franceses señores
son unos borrachones
que solo sus vallasos
mataron a su Rey.
Mataron a su Rey
y a su Reina también
¡Jesús que mala acción!
Disparan a cañón
¡Jesús que crueldad!
Y así de esta manera
volvieron a operar.
Y al son de la clara mañana (o cabañuela)
muera la sombra del cañón.
[9] Este personaje Murat o Morad también está presente en la representación de “La Entrada de Napoleón” en la cercana Autilla del Pino.
[10] En Ampudia también hubo un Hospital de Santiago en la calle de San Martín, con el tiempo se unió al de Santa María de Clemencia y los de San Juan , Nuestra Señora de la Parra, San Roque, San Sebastián y Santo Espíritu en una única Cofradía de los Hospitales (PEÑA, 2004).
[11] Los libros de la Cofradía dan como fecha de creación de la misma el año 1856, poco tiempo después de la reedificación de la ermita según quedó constancia en una placa conmemorativa que se conserva en el edificio: “Se reedificó esta Yglesia en el año 1851 á espensas de Yltmo. Sr. D. Manuel Tariego, Caballero Comendador de la Real Orden de Carlos 3o. Dignidad de Chantre de la Patriarcal de Sevilla y Auditor del Tral. Supremo de la Rota”. Con todo, es posible que la Cofradía recogiera una antigua y fuerte devoción al Santo muy anterior a esa fecha.
[12] Cristianos:
Que muera Mahoma / que es un falso Dios
y que venza Cristo / que es nuestro Dios
Moros:
Mahoma no muere / que es mi defensor
y ahora veremos / quién gana la acción
Cristianos:
Si tu no la ganas / como la anterior
no tardarás mucho / en pedirme perdón
[13] El actual edificio no fue una ermita más de las muchas que contó la Villa pues en tiempos, junto con Santa María de Alconada, tuvo rango de parroquia (PEÑA, 2004).
[14] Es probable que el texto original fuera una obrilla pensada para su puesta en escena en Navidad, así lo indican los primeros versos del pliego:
Hoy que celebra el Cristiano / con fiestas y regocijos
aquel día en que nació / el que llaman Dios Divino...
[15] El Galleta se mantuvo en la danza ampudiana hasta la década de los años 60. En los últimos tiempos se caracterizaba por vestir sin el doble enaguado, con una sola banda al pecho y con la vara de cerdas de caballo.
[16] Las cerdas se han conservado también en la botarga de Grijota (Palencia) que acompaña la danza ofrecida al Santo Cristo de la Salud.