Revista de Folklore • 500 números

Fundación Joaquín Díaz

Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >

Búsqueda por: autor, título, año o número de revista *
* Es válido cualquier término del nombre/apellido del autor, del título del artículo y del número de revista o año.

Revista de Folklore número

2010



Esta visualización es solo del texto del artículo.
Puede leer el artículo completo descargando la revista en formato PDF

Tradición oral y literatura (VIII, IX y X). Cuentecillos en verso en Rafael Boira

AGUNDEZ GARCIA, José Luis

Publicado en el año 2010 en la Revista de Folklore número 2010 - sumario >



Tradición oral y literatura (VIII)

Cuentecillos en verso en Rafael Boira (I)

La memoria del hombre almacena muchas vivencias y muchos recuerdos culturales inculcados, al paso que reserva otros muchos acorralándolos en rincones oscuros a los que, a veces, no consigue acceder, e incluso, abandona al olvido. La memoria colectiva no actúa de forma muy distinta, la diferencia es el tiempo. Los recuerdos de un grupo cultural perviven mientras existe la colectividad; unos se debilitan hasta borrarse, otros se distorsionan por mil causas.

Hasta la frontera de nuestros días ha pervivido una rica cultura, portada por la palabra trasmitida por las sucesivas generaciones del mismo grupo social. Increíblemente, el largo paso del tiempo, a la vez que ha ido modelando y alterando la expresión de muchas ideas, narraciones o ritmos, ha preservado otros muchos nacidos nadie sabe cuándo y por el ingenio de quién, pero pertenecientes a toda la colectividad y disfrutados como bien común.

En esa memoria grupal hay una parcela llena de cuentecillos, chistes, gracias, agudezas y dichos proverbiales que no han variado sustancialmente desde que ingresaron. Cierto que algunos se han vestido de mil peculiaridades originando muchas variedades o versiones, resultando irreconocibles a primera vista, pero otros muchos aún se descubren en cuanto comienza su exposición, incluso han sido acogidos por poetas que los han acomodado a sus formas poéticas.

Quizás nuestros antepasados se extrañasen si viesen nuestro mundo físico: ¡tantos cambios! Pero podrían reconocer algunos edificios concretos ya presentes en su tiempo, tal vez remodelados. Lo mismo ocurriría con la cultura inmaterial: el habla, los pensamientos, las ideas: siempre recordaría algún cuentecillo, algún dicho, algún ritmo poético. Ciertamente, como aquellas catedrales, como aquellos castillos o palacios, la memoria colectiva conserva monumentos orales y ritmos recitados.

Hemos hablado mucho sobre los cuentecillos que recalaron en recopilaciones para manuales del regocijo propio o para ser recordados en momentos oportunos, siempre en prosa; pero como dice Esteban Gutiérrez y Díaz–Bernardo en sus comentarios a los Cuentos jocosos en diferentes versos castellanos, de Pablo de Jérica y Corta (Vitoria–Gasteiz, Diputación Foral de Álava, 1987, pp. 13–19), “el cuento no es, ni mucho menos, patrimonio exclusivo de la prosa, pues cuentos en verso se leen en algunas obras de diferentes autores, además de en las colecciones específicas de Horozco o Tamariz, y sobre todo en el teatro barroco de Lope, Tirso, Moreto, Calderón y tantos otros”. Pretende, con las palabras anteriores, anticipar el escenario en que debe situar los cuentos jocosos de Jérica, en verso, del que recuerda dos recolecciones anteriores: Colección de cuentos, fábulas, descripciones, anécdotas, diálogos selectos, etc. (Burdeos, 1831) y una Colección de cuentos y chistes propios para amenizar la conversación (que no ha podido localizar).

Estamos de acuerdo con dos reflexiones más de Esteban Gutiérrez; afirma, por una parte:

Y conviene agregar, en contra de lo que se suele creer, que este tipo de literatura gozó durante el siglo XVIII de muy buena salud; así lo atestiguan no sólo los cuentecillos que pueden encontrarse en la obra de autores como Iglesias de la Casa, Nicolás Fernández de Moratín, Iriarte, Samaniego, Forner o Francisco Gregorio de Salas, sino las recopilaciones que también se hacen en esta centuria [anota a pie de página las de Asensio, Fernández de Velasco y la Floresta cómica]. A ello importa añadir dos datos verdaderamente significativos: uno es que los cuentos de Arguijo se imprimieron por primera vez en este siglo XVIII, y el otro, que la Floresta de Santa Cruz fue reeditándose sin cesar hasta finales del Setecientos. (pp. 14–15).

Por otra parte, refleja esa idea de que, tras una versión de literatura escrita hay varias orales:

Como es sabido, el problema que presenta la literatura tradicional es que la versión escrita (cuando existe) no es más que una de las varias (o muchas) que circulan oralmente. Cualquier lector atento podrá descubrir en Santa Cruz o en Arguijo, por poner ejemplos de colecciones de cierta extensión, un buen puñado de chistes, dichos o anécdotas de los que quizá haya tenido conocimiento oralmente. Y lo mismo, ante estos cuentecillos de Jérica, he descubierto en tres o cuatro casos chistes orales que no había visto nunca en letras de molde (p. 15).

Parece improcedente incidir una vez más en la relación entre los cuentecillos a ambos lados de las tradiciones oral y escrita en estrecha conexión. Recordaremos únicamente algunas palabras de Chevalier que confirman estas ideas de los cuentos en prosa y verso, de su múltiple presencia y de las conexiones obligadas:

Algunas veces –pocas– aparece el cuentecillo autónomo, escrito en verso o en prosa. Con frecuencia mucho mayor va circulando a través de los libros del cortesano, queda estampado en las páginas de los refraneros y colecciones de relatos breves, o engastado en los versos de la comedia y en la prosa novelísticas (…). He insistido sobre el carácter oral de estos cuentecillos. No quiero pretender con esto que todos fueran de raíces folklóricas o de origen popular. De sostener tal afirmación, andaríamos muy lejos de la verdad. Las fuentes de estos relatos chistosos son múltiples. Un raudal de facecias, de orígenes muy variados, circula por España, y por Europa, en el Siglo de Oro. Varias de ellas se remontan a la antigüedad clásica (…). Otras, por fin, son indudablemente relatos tradicionales, o plenamente folklóricos: surgen éstos numerosos bajo la pluma de Timoneda o en los refraneros (Cuentos Españoles de los Siglos XVI y XVII, Madrid, Taurus, 1982, pp. 15–17).

Efectivamente, nuestros escritores clásicos crearon chistes, cuentos, frases ingeniosas; ciertamente sí; pero otras muchas composiciones pasaron a las letras siendo absorbidos de la boca del pueblo que los contaba. Lope, Moreto, Calderón y tantos otros de nuestros clásicos vistieron con ropajes literarios aquellas gracias populares que pasaban a escena en los corrales de comedias, ejecutadas muchas veces por buenos artistas de la época, que encandilarían al auditorio. Fueron los grandes poetas quienes pusieron las gracias sobre el soporte de la rima y los envolvieron de los ritmos necesarios para ser dichos inalterablemente. De esa forma, el cuento podía volver al lenguaje oral revestido con las galas de los ritmos que facilitarían la memorización y difusión. Los grandes dramaturgos, pues, engastaron las sales y agudezas a lo largo de las comedias, perfectamente, en obras para la escena; debemos pensar también que disgregadas de las comedias tomarían vida propia en el lenguaje coloquial.

Y no solamente producciones literarias originales de ingenios de primer orden, o afinadas por ellos tras recibirlas del pueblo, pasaron por los escenarios, muchas de ellas entraron en la tradición oral por otras puertas y con diversos fines: villancicos, romances heroicos, letrillas, canciones…, cada cual para su ocasión.

Nos viene al recuerdo, en este punto, aquel pensamiento de Fernán Caballero en que concertaba cierta copla popular (precisamente la que recoge Boira y que incluimos en estos trabajos; véase Contra el mal de suegro, nº 378) con otra incluida por Montalbán en Morir y disimular:

Nos parece mas probable que del pueblo subiese á Montalvan esta copla, que no el que de su altura descendiese al pueblo, que inventa mas fácilmente que aprende, é improvisa con mas gusto y aficion que repite. Esto en tesis general, lo que no impide que alguna que otra de las coplas que del pueblo hemos recogido lo hayan sido casualmente por él en esferas mas cultas. (Cuentos y poesías populares andaluces, Leipzig, F. F. Brockhaus, 1866, p. VIII).

Como el propósito de Boira, al menos es lo que confiesa en el propio título, era crear una obra capaz de hacer reir á una estátua de piedra, recurrió, además de a los cuentecillos insertos en la comedia, a otro género literario menor que se ajustaba a la perfección a su fin, el epigrama, hoy en día en el olvido. Entre las rimas que salpican su recolección, muchas vienen a ser epigramas, sobresaliendo junto a los cuentecillos, frente a otras composiciones que recogió en menor número. El epigrama provoca la risa fácil, la risa insana: es esencialmente burla, aunque no siempre. Decía Répide (El epigrama español: Tirso, Góngora, Quevedo, Rebolledo, Iriarte, Martínez de la Rosa, Bernat y Baldoví, Pontorfido, Lope de Vega, Quirós, Alcaide Valladares, Antonio de Gironella, Martínez Muller, Rafael García Santisteban, Manuel de Palacio, Roberto Robert, etc. Siglos XVI, XVII, XVIII, XIX, prólogo de Pedro de Répide y epílogo de Andrés González Blanco, [“La Novela Corta”, año IV, 203], Madrid, Talleres de Prensa Popular, 1919, sin paginar) que el epigrama “es siempre mordaz o picaresco. Es grano de sal ática vertido por un ingenio que no pretende desde luego halagar a su víctima.” En el “Discurso leido por el Sr. Juan Eugenio Hartzenbusch en contestación al antecedente” [“Discurso leido por el Sr. D. Francisco Cutanda en el acto de su recepcion el dia 17 de marzo de 1861”, ambos en Discursos leidos en las recepciones públicas que ha celebrado desde 1847 La Real Academia Española, III, Madrid, Imprenta Nacional, 1865] comprobamos cómo Hartzenbusch, frente a la exaltación del epigrama por parte de Cutanda, se centra en los excesos del uso desenfrenado e injusto del mismo, incidiendo especialmente en aquellos que se lanzan sin compasión e injustamente contra personas concretas, recordando incluso aquel refrán de que “quien a hierro muere, a hierro mata, por lo que límites “necesita el peligroso uso del epigrama (…) y del uso y abuso me propongo poner ejemplos (p. 44)”. Después hace un exhaustivo estudio de la obra de Villamediana en que viene a demostrar cómo algunos “ya no son epigramas, sino insultos groseros, que precisamente por la circunstancia de haberse extendido en verso, para que mejor se quedaran en la memoria, resultan más odiosas é indignas (p. 46)”. Concluye su contestación:

Dos siglos y medio después de la muerte de Villamediana le están acusando sus escritos, que nunca en su totalidad se verán publicados; y á no ser su desastrado fin digno de generosa lástima, odio solamente y repugnancia suscitara su vida (…). Dijo Cervantes que á grandes ingenios estaba reservado el mérito de excitar noblemente la risa; por grandes y legítimos deben tenerse los privilegios de la chanza ingeniosa; con todo,

y concluye tajantemente su artículo:

Si al prójimo ha de ofender

Tilde poniendo en su fama,

Sólo es bueno el epigrama

Que se queda por hacer (p. 93).

El mismo Répide, en la obra citada anteriormente, cita algunas contiendas verbales o sátiras unidireccionales cargadas de inquina, como las que lanzó Quevedo contra Montalbán (véase la titulada, precisamente, Quevedo y Montalbán, nº 322 de este artículo).

Ante todo esto queda patente que, incluso los epigramas más extremos y despiadados, tenían la suficiente eficacia como para mover a la risa. Pero hay que convenir que no siempre el epigrama tuvo la necesidad de recurrir a los extremos, que no todo epigrama es acidez y amargura. Cutanda deja esas características para la sátira, más extensa; las del epigrama se cifran en la frase sal y pimienta, la sátira es

medicina mayor, y su objeto es el exterminio de algun vicio, y por desgracia frecuentemente, la perdición de un individuo. El epigrama estimula, pica, escuece y mortifica; no alcanza á más. Y tiene sobre todo la particularidad de limitarse las más veces á lograr el pasajero aplauso del chiste y la agudeza: pequeño efecto que no basta para sostener una sátira.

He puesto al frente de las cualidades del epigrama la brevedad, porque sin ella no hay ligereza ni sorpresa; porque el chiste no admite disolucion ni ampliacion; porque en habiéndola nace la frialdad… (p. 13).

Consciente era Boira de la capacidad del epigrama para provocar la risa, aunque, en el peor de los casos, llegase a la categoría de insulto. Algo es evidente: la plenitud de los valores de la jocosidad de cada epigrama tuvieron que haber surgido en la propia época en que los personajes públicos ridiculizados se habían movido reconociblemente entre el pueblo, que los señalaría con el dedo, al tiempo que se encendería la mofa y tal vez el sonrojo de la víctima. Cuando Boira los recordaba tras tanto tiempo, los efectos ya habrían perdido su fuerza. Los versos dedicados, por ejemplo, a Soto Mayor (véase el titulado Modificación de apellidos, nº 321) sonarían en el siglo XIX como una simple rima sin sentido, pero dos siglos atrás había sido una burla que regocijaría especialmente a quien no fuese muy afecto al propio Soto Mayor. Y más desvaídos debieron de ser los efectos jocosos de tantos otros epigramas en que la conexión con el objetivo de la ridiculización estaba totalmente rota, como aquellos en que aparecen nombres genéricos como Blas, o que parecerían no dirigidos a nadie en concreto, pero que originalmente eran reconocibles por el lector u oyente. Obsérvese, por ejemplo, el nº 359. Boira lo recoge como un chistecillo intrascendente, sin nombre alguno, bajo el inicuo título de La tos y los dientes. Sin embargo, sin variación, había sido escrito por Marcial (nacido el año 43) con la dedicatoria, en vez de título, a Elia, de la que pretendía mofarse. Y lo mismo sucede con el nº 300, Antipatía, que había sido elaborado dieciocho siglos antes para herir los sentimientos de un tal Sabidio.

Pese a todo, Marco Valerio Marcial había comenzado sus libros de epigramas justificándose, en la “Epístola al lector”, y proclamando que siempre respetaba a las personas; tras lo que seguía, daba a entender que sus predecesores no habían sido tan considerados:

Espero haber guardado en mis escritos tal moderación, que, quien se estime á si mismo, no podrá quejarse de mí, porque mis bromas respetan siempre á las personas, aunque sean de la más ínfima clase. Tal reserva era desconocida á los autores antiguos, pues muchas veces han abusado de los nombres propios, aun tratándose de excelsos personajes (…). Nadie interprete malignamente mis sencillos chistes, ni nadie se convierta en autor de mis epigramas. (Epigramas traducidos en parte por Jáuregui, Argensola, Iriarte (Don Juan), Salinas, el P. Morell y otros y el resto por D. Víctor Suárez Capalleja con prólogo y notas del mismo, “Biblioteca Clásica”, CXL, CXLI, CXLIV], Madrid, Sucesores de Hernando, 1919, 3 tomos, I, p. 20).

Como los cuentecillos, los epigramas podían reagruparse en colecciones, pero también podían vivir solapados en obras extensas. Hacía notar Sáinz de Robles:

(…) No siempre, en mi búsqueda rigurosa, encontré los epigramas sueltos. Para espigarlos de los campos ubérrimos de los clásicos hube de leer sus obras más afortunadas. Y en ellas, engarzados sutilmente, al aire y como al desgaire, en las joyas de los romances, de las octavas reales, en las quintillas, encontré no pocos, piedras maravillosas de luces y de precio, quizá los mejores por su originalidad y por su espontaneidad. (El epigrama español [desde el siglo I al XX], Madrid, Aguilar, 1941, p. 27).

Muchos de los temas epigramáticos vigentes en tiempos de Boira habían tenido un arranque aristocrático, algunos ya estaban incluso en Marcial, como se ha visto, y se habían ido remodelando para vestir a personajes conocidos, así la nariz nasónica, la pulla de la esposa que tilda sutilmente al marido de cornudo, la viuda dispuesta a un nuevo matrimonio… Desorbitaba esta idea Répide en su brevísimo comentario inicial (El epigrama español):

Si se hiciese una verdadera antología de epigramas, no se reunirían apenas un centenar de ellos verdaderamente escogidos. Porque el que examine una colección epigramática encontrará muchas veces repetida la misma idea, que ha sido recogida por autores de diversas épocas y con diversa fortuna por lo que respecta a su expresión literaria. Así como en los cuentos picarescos hay unos cuantos temas [que se dilatan en el tiempo y el espacio], así hay unos conceptos epigramáticos que desde la más remota edad viene repitiéndose hasta nuestros días.

Además de la amplia variedad de realizaciones, quizás también por ello, sobre el mismo tema, estaba, en ocasiones, el deseo del anonimato: podremos comprender que muchos epigramas se asentaron sin esfuerzo en la memoria colectiva como productos de la propia colectividad, al menos eran difundidas a lomos de la oralidad, y ese debió de ser el propósito de quien los engendró. Sostenía Sáinz de Robles (El epigrama español, p. 15): “Unas veces, con rapidez, sin finta alguna (…) el epigrama se tira a fondo para herir (…). La cuestión es que quienes escuchan el epigrama lo retengan en seguida, lo rían, lo pongan en circulación con un murmullo avispado, con una malicia en sordina”. Le dedicaba Marcial un epigrama Al lector: “Aun cuando puedo escribir / Cosas serias, si prefiero, / Las que son más divertidas, / Lector amigo, es efecto / de tu falta, porque lees / Y vas cantando mis versos / Por toda la ciudad” (Epigramas, V, 16; I, p. 244). Por este epigrama comprobamos cómo los versos (confiesa Marcial que a veces eran pedidos) se extendían explosivamente de viva voz. Marcial siempre defendía y se sentía orgulloso de la paternidad de sus epigramas, rechazando algunos que se le achacaban; pero también se derramaban epigramas desde las sombras. Nada tiene mayor efecto que una llama encendida en la clandestinidad, a traición; la gracia se extendería sin saber quién era el autor, como obra de todos.

De aquí que muchos epigramas fuesen recogidos como de fuente anónima. Incluso cuando aparece entre los de autor conocido, los críticos prefieren no adjudicarlos a ningún poeta concreto, prefiriendo señalar que son de autor dudoso. Decía Répide, para concluir su pequeño estudio:

Y junto a los epigramas que pueden ostentar orgullosamente su paternidad, quedan en la literatura española muchos anónimos o que atribuidos a más de un autor no cabe asegurar de quién son, pero que permanecen con un vigor singularísimo y perduran sin necesidad de que un nombre famoso los ampare, como si quisieran significar que en una raza llena de ingenio, pueden espontáneamente surgir esas flores de gracia para demostrar que un pueblo que tales dones del espíritu posee puede muy bien considerarse como bienamado de los dioses.

Nos gusta pensar que tal vez el pueblo tenga mucho que ver en la generación de epigramas. Mas si esto es dudoso, no cabe duda de que fue el eco que los propagó y vivificó. Cuando Sáinz de Robles concluyó con la recopilación de los epigramas indudables por atribución tradicional, agregó muchísimos más a los que dio el carácter de anónimos o de autor dudoso, dividiéndolos en clásicos y modernos. Su excusa nos place por cuanto nos reafirma en la idea de que el pueblo fue portador de los epigramas, de que estos, en suma, pueden estudiarse legítimamente por el folklorista; aseguraba:

Como los cantares, los decires, las sentencias y los refranes, hay infinitos epigramas que son de quienes los cuentan. Indudablemente alguien los escribió y puso en ellos su intento y su gracia. Pero…, nada apegado a su fama, prefirió arrojarlos al surco de la popularidad anónima, que es la más intensa y duradera.

Tal vez los epigramas –como los refranes, las sentencias, los cantares y los decires– no adquirieron todo su sabor hasta después de pasar, durante muchos años, por los labios de varias generaciones. Igual que esos vinos generosos que han de madrear y caldearse con reposo en las pipas gigantescas, cuanto más tiempo mejor.

Quizá con un poco de interés pudiéramos poner algunos nombres debajo de alguno de los epigramas que damos como anónimos o dudosos. Ayguals de Izco, Narciso Sierra, Fernández y González, Rico y Amat, Taboada, Felipe Pérez, Frontaura, Eusebio Blasco, Vital Aza, Ramos Carrión, Lustonó, Bustillo, Manuel del Palacio, Florencio Sanz, Pitarra…

¿Para qué? Bien vengan así, en montón, haz prieto allegado en los campos fértiles y ubérrimos de la gracia española, en agosto febeo de alegría irremediable. Quien arranque del haz una espiga lúzcala como suya en todas partes. Es una muestra del tesoro que guarda su troje. (El epigrama español, pp. 825–826).

Hay piezas de autoría indiscutible que se han recitado por la generalidad de personas cultas con la conciencia de ser de autor conocido. ¿Quién no ha recordado en alguna ocasión más o menos número de versos de la Cena jocosa (cf. La suspensión de un cuento, nº 308) o el “Admiróse un portugués…” (cf. Admiración justa, nº 400)? Y hay otras que se han memorizado y se han difundido amparándose en el anonimato, de cualquier forma, cobijadas por la oralidad y por el pueblo en general.

Es posible que, en el caso de Boira, haya algunos epigramas captados al oído, pero la mayoría debieron de ser recogidos de autores bien conocidos, así como de revistas o publicaciones de escasa difusión y sin autor visible; hasta es posible que inventase algún otro. Lo cierto es que ninguno de los recolectores de epigramas posteriores a Boira tiene a bien mencionarlo, cuando es seguro que sí estaban al tanto de su recolección. El hecho hace pensar que intuían que Boira fue un mero transcriptor tantas veces que, cuando fue original, se dudó de su autoría.

Tres características del epigrama hacen creíble que pudiese expandirse de viva voz; como ya hemos anotado, la rima debió favorecer tanto la memorización como el placer llegado por el oído; a lo que se añadiría el carácter festivo que aportaría el placer intelectivo y, especialmente, la brevedad (ya descubierta en nota precedente de Répide) que facilitaría la retención de la composición. Federico Sáinz de Robles (El epigrama español, pp. 11–30) recuerda la definición del Diccionario de la RAE como “poética breve en que se expresa un solo pensamiento principal, por lo común, festivo o satírico”. Conviene acudir a este autor para completar otras ideas sobre el origen, evolución y uso del epigrama. Explica cómo tras la gloria de que disfrutó en el mundo clásico, decayó en la Edad Media porque el hombre tenía demasiado que hacer y “no le quedaba tiempo para cultivar su bilis”, que nuestros grandes ingenios clásicos lo produjeron con mayor o menor profusión y que el siglo dorado del género fue el XVIII (lo cual nos recuerda la idea de Esteban Gutiérrez) no siendo extraños al XIX:

Centuria ésta [XVIII] de la erudición, del estreñimiento creador, de la réplica destemplada, de la desconfianza social, de las pretensas síntesis en una cuarteta. Los modelos más perfectos del género epigramático los dan los Iriarte, los Jéricas, los Salas, los Moratines, los Cadalsos, los Iglesias de la Casa… Gente de peluca, de tabaquera con rapé (…). Estos ingenios del siglo XVIII tenían una habilidad especial para encontrar la caricatura moral y representarla con cuatro trazos (…). Muchos y buenos epigramáticos presenta el siglo XIX (pp. 25–26).

Sobre esta brevedad y la rotundidad del epigrama es curioso el que cierra la colección de Francisco Gregorio de Salas Barbadillo, autor destacado del género (¿1755–1822?), dedicado A la muerte del Autor para quando llegue el caso:

Mi epigramático genio

pide á Dios con eficacia,

que cuando llegue la hora,

sea en su divina gracia

mi muerte tan breve y buena,

como el mejor epigrama.

(Colección de los epigramas y otras poesías críticas, satíricas y jocosas, Madrid, Repullés, 1816, p. 260).

E incluso a los propios autores de epigramas estas características les parecían connatural. El mismo Sáinz de Robles incluía uno de Iriarte: “A la abeja semejante, / para que cause placer, / el epigrama ha de ser / pequeño, dulce y punzante” (El epigrama, “Juan de Iriarte y Cisneros”, nº 10, p. 529). Lo que recuerda al epigrama de Martínez de la Rosa (Poética) que le sirve a Amancio Peratoner para introducir su recopilación:

Mas al festivo ingenio deba solo

El sútil Epigrama su agudeza,

Un tenue pensamiento,

Una voz, un equívoco le basta

Para lucir su gracia y su viveza;

Cual rápida abeja, vuela, hiere,

Clava el fino aguijon, y al punto muere.

(Museo epigramatico; ó, Coleccion de los mas festivos epigramas estractados de nuestros poetas antiguos y modernos, Barcelona, Libreria Popular–Economica, 1864).

Si a la brevedad del epigrama añadimos los ritmos y las rimas consonantes comprendemos la facilidad con que debieron de prender en el recuerdo. El verso favorito es el de arte menor, con lo que las coincidencias fónicas están más próximas. Cuando Francisco Cascales, en 1617 (Tablas poéticas, Madrid, Espasa–Calpe, 1975, pp. 180–184), hablaba de la sátira, recordaba la preceptiva de Minturno que exigía para este género los tercetos y los versos sueltos, pero él agregaba

el verso castellano, digo las redondillas; porque, si el lenguaje satírico deve ser senzillo y proprio y sin ornato de epítetos, las redondillas, más que otro verso, son compostura lisa y sin volatería de palabras por averse de meter el concepto en tan breve giro y espacio. Estas son las poesías menores de la épica. Otras ay mínimas, como son el epigrama. Pero porque éstas y otras nacen de aquélla, y están contenidas en ella, quien supiere la mayor, sabrá también la menor, pues limita debaxo los mismos documentos.

Sáinz de Robles (p. 15) hacía ver la idoneidad del pareado y la cuarteta para esa actitud del epigrama para lanzarse a herir ávidamente. Casi seguidamente añade, y con ello viene a descubrir los versos preferidos del epigrama:

Otras veces, con más lentitud –una octavilla, una décima, varias quintetas, un romance–, el poeta oculta la peripecia, o la disimula, en los primeros versos para sorprender la curiosidad desvelada con un golpe final de efecto que violenta a un tiempo mismo la risa y la malicia y el refocilamiento de la envidia latente. En ocasiones, la primera estrofa hasta tiene una dulce emotividad ingenua, que, con la acidez de la estrofa última, conseguirá ese agridulce exigible siempre al epigrama en regla de buena retórica (p. 15).

Naturalmente, las gracias insertas en obras extensas siguen los ritmos propios de la composición general, especialmente los cuentecillos de las comedias.

Conviene recordar que muchas composiciones impregnadas de determinadas características del epigrama, sin serlo, pasaron a las colecciones de ellos; ya lo advertía Sáinz de Robles: “Por todo lo indicado, no era raro encontrar en todas las literaturas cultas muchas poesías calificadas de epigramas, que no son, en puridad, a todo riesgo y con la mejor fortuna, sino madrigales, requiebros, donaires de galanura, decires de sabiduría, juegos de palabras” (p. 16).

El extenso trabajo mencionado de Francisco Cutanda (“Discurso…”) se ocupa de deslindar el epigrama de otros campos con los que linda; de hecho lo desvincula hasta de los “dichos epigramáticos, aunque sean en verso, que tan copiosamente pueden entresacarse de las comedias y de las sátiras antiguas y modernas, pero á los que falta la intención del autor de darle una vida y existencia aparte” (p. 11).

Para concluir, y frente a la consideración mencionada que propondrá Juan Eugenio Hartzenbusch, Cutanda elige al epigrama, al que declara “ínfimo entre los varios géneros de la literatura”:

Aún voy á limitarme, á encerrarme más. Si bajo el nombre genérico de epigrama se comprende así la inscripcion como el epitafio, como la anécdota, y la conseja, y la fabulilla en verso, y todo poema brevísimo, aunque sério sea, con tal que tenga mucha claridad y más intencion, y hasta el apotegma y el proverbio; á todos estos géneros renuncio, quedándome abrazado con el epigrama jocoso, ingenioso, sorprendente, punzante (pp. 6–7).

Sirva la antigua exposición para hacer constancia de aspectos que nos interesan para este trabajo. Las características de las pequeñas composiciones en verso, especialmente el epigrama, favorecieron su memorización: se copiaron en manuales de la lengua, de literatura, de poética, en ocasiones para extranjeros; se recopilaron en colecciones de obras jocosas, en florestas de rimas; se repitieron en las escuelas…, y finalmente debieron de propagarse de viva voz (para regocijo del folklorista actual). Se repetirían con ligeras modificaciones, efectos de los fallos de memoria, cuando no por la voluntariedad interesada, y pasarían, en algunos casos, de la tradición oral a la escrita.

Nada, pues, que objetar porque Boira haya insertado en su recolección tantos epigramas. Lo único lamentable es la ausencia casi sistemática de la revelación de las fuentes, lo que dificulta enormemente el estudio comparativo y la filiación, especialmente cuando introduce modificaciones que suscitan dudas, en el caso de que no nublen por completo los originales.

Hay casi dos centenares y medio de sales en verso en el libro de Boira. En muy pocos casos se trata de unos versos que complementan una glosa, o incluso de unos versos ocasionales insertos en un cuento más amplio. Además alinea en su recolección, también casi metódicamente, otro centenar largo de enigmas en quintillas, que dejamos aparte para un estudio especial. Toda esta producción en verso está diseminada entre la abrumadora presencia de agudezas en prosa, dispuesta a intervalos, como buscando el adorno, realzando, guarneciendo el grueso en prosa. ¿O quizás sería consciente de aquellos reparos que los estudiosos del epigrama denunciaban de que tanto el abultamiento del epigrama como su abundancia causaban el tedio? Los recordaba Francisco Cutanda antes de su exposición: “Pero la risa que los epigramas causan es como el maná, que no servía más que para una sola vez; fuera de que un buen epigrama hace reir; dos, menos; tres, nada; cuatro, dormir, principalmente leidos” (“Discurso leido”, p. 16). Hasta Marcial cerraba su primer libro con un epigrama

Á Ceciliano

Quien no se harte de leer

Seguidos cien epigramas

No se hartará, Ceciliano,

De cosa ninguna mala.

(Epigramas, lib. I, nº 119; p. 79)

Renunciamos a reproducir las piececillas enteras, pese a la brevedad de muchas. Algunas son bastante más extensas. Para dar idea aproximada de las composiciones, especificamos los tipos de versos utilizados en cada caso, así como su número.

Damos las referencias de las obras en que aparecieron, cuando nos es posible. Hemos preferido ediciones de la época de Boira, que podrían haber sido fuente directa para él. Naturalmente, en algunos casos, las piececillas se han repetido una y mil veces, como ya hemos apuntado, ellas son más fácil de identificar.

Hacemos constar la presencia de las obrillas en otros recolectores de la época, como Martínez Villergas, Manuel del Palacio y algunos más, pues ello viene a apoyar el propósito que nos guía en estos trabajos: extractar las pequeñas composiciones que fueron de interés para el público del XIX. Apuntamos también la inclusión de las composiciones en otros estudios, como Chevalier, Goyri, Sáinz de Robles u otros: también interesa porque contribuye a establecer la naturaleza de cada pieza: cuentecillo tradicional, fábula, epigrama…

CUENTECILLOS YA INVENTARIADOS

2. El alcalde y su burro (24 versos en romance, á–e). “Tenía un lindo borrico”. Cuando niega que lo tiene, el burro rebuzna. Reprochando la mentira el vecino, el alcalde se duele que le dé más crédito al burro que a él mismo. (Rafael Boira, El libro de los cuentos, colección completa de anécdotas, cuentos, gracias, chistes, chascarrillos, dichos agudos, réplicas ingeniosas, pensamientos profundos, sentencias, máximas, sales cómicas, retruécanos, equívocos, símiles, adivinanzas, bolas, sandeces y exageraciones. Almacén de gracias y chistes. Obra capaz de hacer reír a una estatua de piedra, escrita al alcance de todas las inteligencias y dispuesta para satisfacer todos los gustos. Recapitulación de todas las florestas, de todos los libros de cuentos españoles, y de una gran parte de los extranjeros, Madrid, Imp. Miguel Arcas y Sánchez [“Biblioteca de la Risa por una Sociedad de Buen Humor”], 1862, segunda edición, 3 tomos, I, pp. 34–35).

Es versión de Pérez de Montalbán (o Montalvan, en otra forma) que se incluía en Los Hijos de la fortuna, jornada 1.

Diversas antologías extractan este cuentecillo de Montalbán: antologías de fábulas, de poesía en general, jocosa en particular, de cuentos tradicionales:

Ya aparecía en la recopilación de finales del siglo XVIII, en la Floresta cómica, ó colección de cuentos, fábulas, sentencias y descripciones de los graciosos de nuestras comedias, Madrid, Joseph Doblado, 1796, pp. 38–40, que explicitaba el origen de la composición: Juan Pérez de Montalván, Los Hijos de la Fortuna, jornada 1.

Algunas antologías optan por aislar las piezas y darles vida autónoma bajo títulos apropiados: P. Mendíbil y M. Silvela (Biblioteca selecta de Literatura Española o modelos de elocuencia y poesía, Tomados de los escritores mas célebres desde el siglo XIV hasta nuestros dias, y que pueden servir de lecciones prácticas á los que se dedican al conocimiento y estudio de esta lengua, t. cuarto, Burdeos, 1819, libro VII, “Poesía didáctica: fábulas y apólogos”, p. 309) le dan a este tipo y versión el nombre de El alcalde y su compadre.

Como fábula lo transcriben Esteban Bagué Nin e Ignacio Bajona Oliveras, Veinticinco siglos de fábulas y apólogos, Barcelona, Mateu, 1960, pp. 637–638. Le dan el título de Testigo recusado, así como mencionan el autor y la obra de procedencia. Y de igual forma actúa César Armando Gómez, Antología de Fábulas, Barcelona–Madrid–Bogotá–Buenos Aires–Caracas–Río de Janeiro–México–Montevideo, Labor, 1969, p. 178.

No cabe duda de que estas antologías anteriores han seguido los pasos de María Goyri de Menéndez Pidal (selección, notas y glosario), Fábulas y Cuentos en Verso, (“Biblioteca del Estudiante dirigida por Ramón Menéndez Pidal I”), Madrid, Junta para Ampliación de Estudios, 1933, pp. 128–129, que había dado el mismo título, Testigo recusado, y el origen del mismo, Los hijos de la fortuna, jornada 1.

El mismo tema, aunque con otras formas, casi siempre en prosa, había saltado también a otros clásicos, como ya se ha visto en artículos anteriores:

Timoneda, “Sobremesa”, I, nº 77, en Joan Timoneda y Juan Aragonés, Buen Aviso y Portacuentos (1564) y Alivio de Caminantes (1563). Cuentos, ed. de Mª Pilar Cuartero y Maxime Chevalier, (“Clásicos Castellanos, núm. 19”), Madrid, Espasa–Calpe, 1990.

Melchor de Santa Cruz, Floresta Española (1574), edición de Mª Pilar Cuartero y Maxime Chevalier, (“Biblioteca Clásica”, 40), Barcelona, Crítica, 1997; VII, I, 23 [24].

Gaspar Lucas Hidalgo, Diálogos de apacible entretenimiento que contiene unas carnestolendas de Castilla dividido en las tres noches del domingo, lunes y martes de antruejo, diálogo I, cap. II, en Extravagantes. Opúsculos amenos y curiosos de ilustres autores, Barcelona, Biblioteca Clásica Española, 1884, p. 31.

Ambrosio de Salazar, “El libro curioso” (1632), [259] 14, en Cuentos, ed. de José Fradejas Lebrero, (“Biblioteca Murciana de Bolsillo”, 144), Murcia, Real Academia Alfonso X El Sabio–Fundación Cajamurcia, 2004, pp. 183–260.

Julián de Medrano, La silva curiosa en que se tratan diversas cosas sutilísimas y curiosas, muy convenientes para damas y caballeros, en toda conversación virtuosa y honesta, II: “Donosa respuesta y disputa de un labrador con ótro”, en José Mª Sbarbi (dir.), El refranero general español, parte recopilado, y parte compuesto por…, Madrid, Imp. A. Gómez Fuentenebro, 1874–1878, tomo 10, pp. 157–158.

Lo reelaboró Juan Valera y lo dio a la imprenta de forma anónima, cuando finalizaba el siglo XIX, en los Cuentos y chascarrillos tomados de la boca del vulgo. Coleccionados y precedidos de una introducción erudita y algo filosófica por Fulano, Zutano, Mengano y Perengano, Madrid, Lib. de Fernando Fé, 1896, bajo el título de ¿A quién debe darse crédito? Y volvía a imprimirse en la misma forma firmado por su nombre en los Cuentos y Chascarrillos Andaluces, Sevilla, Editoriales Andaluzas Unidas, 1988.

Recopiladores de idéntico corte que Boira, y de la misma época, que buscaban piezas tradicionales para hacer reír, generalmente de los clásicos, pero sin citar fuentes, pues no les parecía relevante, también se fijaron en esta pieza: aparece en Juan Martínez Villergas y Ramón Satorres, El tesoro de los chistes. Colección de epigramas, anécdotas, cuentos, chascarrillos, dichos y sentencias de hombres célebres, y otras muchas cosas que podrán ver los que no sean ciegos, Madrid, La Ilustración, 1847, nº 765, pp. 305–306.

E igualmente en Manuel del Palacio y Luis Rivera, Museo cómico ó Tesoro de los chistes. Colección, almacén, depósito, ó lo que ustedes quieran, de cuentos fábulas, chistes, anécdotas, chascarrillos, dichos agudos y obtusos, epigramas, sentencias, flores y espinas, oportunidades y estravagancias, simplezas de á folio, frases intencionadas, en una palabra, cuanto se pueda inventar para hacer reír. Todo ello aderezado para servírselo al público en una mesa limpia, adornada de pepinillos y aceitunas, ó san grabados, por los discípulos de Momo á quienes llaman por ahí–, Madrid, Librería de de Miguel Guijarro, 1863–1864, 2 volúmenes, II, p. 366.

El cuentecillo no sólo pertenece a la tradición escrita, también lo es de la oral. Lo inventaría Thompson como motivo J1552.1.1 (El asno no está en casa) [Stith Thompson, Motif–Index of Folk Literature. A Classification of Narrative Elements in Folktales, Ballads, Myths, Fables, Medieval Romances, Exempla, Fabliaux, Jest–books and Local Legends, Copenhague–Bloomington, Indiana University Press, 1955–1958, 6 volúmenes].

Se puede atestiguar esta tradición con la versión popular de los Cuentos de Yehá, de tradición árabe, en Tomás García Figueras, Cuentos de Yehá, traducciones del árabe de Antonio Ortiz Antiñolo, Sevilla, Padilla, Junta de Andalucía, 1989.

Como estudio imprescindible de ambas tradiciones, véanse los trabajos de Mexime Chevalier: Cuentos folklóricos españoles del Siglo de Oro, Barcelona, Crítica, 1983, nº 204 y Cuentecillos tradicionales en la España del Siglo de Oro, Madrid, Gredos, 1975, tipo O31.

11. La ortografía en las calcetas (1 décima). “Cierto día un estudiante”, observando un “interrogante” en la calceta, se lamenta de que tenga mejor ortografía que estambre. (Boira, El libro de los cuentos, I, p. 116).

Es de Baltasar de Alcázar [“El estudiante”], en María del Rosario Aguilar Perdomo, Antología de poesía de los Siglos de Oro, Bogotá y otras, Norma–Universidad de Colombia, 2007, p. 113.

Se extractaba por la época de Boira sin atribuir, por Amancio Peratoner (p. 321).

Como Boira, también lo recogían Palacio y Rivera (Museo cómico, I, p. 416).

Como vimos en el artículo sobre las coincidencias de temas entre Boira y Santa Cruz, el tema ya estaba en éste (Floresta, I, VI, 18).

18. El curioso por su mal (2 quintillas). “Iba el pobre Marcelino”. Le piden explicación de cómo rompió una de las dos botellas. Cogió la otra y la rompió también: “Así”. (Boira, I, p. 204).

Algunas antologías optan por encasillarlo como de autor anónimo o dudoso, así El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p.

En el mismo caso están Peratoner (Museo epigramático, p. 96) o Federico Sáinz de Robles, (El epigrama español, nº 406; pp. 947–948).

Como en el caso de El alcalde y su burro, el chascarrillo también había sido tratado paralelamente en otras formas por nuestros clásicos: Timoneda (“Sobremesa”, I, nº 41), cf. Santa Cruz (Floresta, II, VI, 5. Según los editores, es cuentecillo tradicional que tomó de Timoneda), cf. Luis de Benavente (Entremés famoso: El Amolador [en Cotarelo y Mori, Colección de Entremeses, Loas, Bailes, Jácaras y Mojigangas desde Finales del Siglo XVI á Mediados del XVIII, (“NBAE”, núms. 17 y 18), Madrid, Baílly//Baíllíére, 1911, nº 313; p. 752b (lo que deja caer es una almohadilla)], Ambrosio de Salazar, “El libro curioso” (1632), [327] 79, y también en “Espejo de gramática” (1614), [215] 15, igualmente en Cuentos, op. cit., pp. 153–168.

Lo recogen, como Boira, en su época, Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 406) de idéntica forma, y Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 743, p. 297) en prosa.

También es cuento de tradición oral, puede verse el estudio del tema en José L. Agúndez García, “Cuentos populares andaluces (XIII)”, Revista de Folklore, 278 (2004), pp. 39–50. Cf. Igualmente Chevalier (Cuentecillos, B8).

29. La mujer descalabrada (16 versos en romance, é–a). “Descalabró á su mujer”. Pagó el doble de lo que costaba la cura de una descalabradura de la mujer para tener pagada la de la siguiente. (I, p. 253–254).

Es de Calderón, Dicha y desdicha del nombre, jornada 2, escena 7.

Entre las ediciones de la época, a las que Boira podría haber tenido acceso, podrían citarse las de Hartzenbusch o Keil.

Véase Pedro Calderón de la Barca, Dicha y desdicha del nombre, jornada 2, en Juan Jorge Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, cotejadas con las mejores ediciones hasta ahora publicadas, Leipsique, Ernesto Fleischer, 1827–1830, 4 volúmenes; III, p. 492b.

O Pedro Calderón de la Barca, Dicha y desdicha del nombre, jornada 2, escena 7, en Comedias de don Pedro Calderón de la Barca: colección más completa que todas las anteriores, ed. de Juan Eugenio Hartzenbusch, (“Biblioteca de autores españoles”, VII, IX, XII, XIV), Madrid, M. Rivadeneyra, 1848–1850, 4 volúmenes; III, p. 608c.

Entre las antologías o estudios, puede verse el extractado en la mencionada Floresta cómica, ó colección (pp. 94–95) o en Manuel Jiménez Hurtado, Cuentos españoles contenidos en las producciones dramáticas de Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Alarcón y Moreto, Sevilla, 1881, pp. 30–31.

Véase el estudio de Chevalier, Cuentos Folklóricos, tipo 901.

36. El ojo en la mano (4 redondillas). “En un motín recibió”. Le sacaron un ojo y lo llevó en la mano al doctor, preguntando que si lo perdería. El médico le aseguró que no, puesto que lo llevaba en la mano (I, p. 265).

El epigrama español…, prólogo de Pedro de Répide refleja un epigrama paralelo (“En una pendencia, Juan /…/ ¿llegaré el ojo a perder? /…/…no puede ser / porque le tengo en la mano”) de autor anónimo o dudoso. Idéntico en Sainz de Robles (El epigrama, “Epigramas modernos anónimos o de autor dudoso”, nº 448; p. 959).

César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 185) y Goyri (Fábulas, p. 123: No era nada lo del ojo) reflejan la versión paralela de Antonio de Solís en El doctor Carlino, jornada 2ª.

Pero hay diversas fórmulas no necesariamente en verso, así en Santa Cruz (Floresta, IV, VII, 8), las menciones de Fernán Caballero en La familia de Alvareda (1849), (“Austral”, 56), Buenos Aires–México, Espasa–Calpe Argentina, 1951, p. 71): “¡Pues no es nada lo del ojo, y lo llevaba en la mano!”. Igualmente en Más largo es el tiempo que la fortuna (Obras, II, ed. de José Mª Castro Calvo, BAE, p. 328b), o la de Francisco Rodríguez Marín: “No es nada lo del ojo, y lo llevaba en la mano”, en Más de 21.000 refranes castellanos no contenidos en la copiosa colección del maestro Gonzalo Correas. Allególos de la tradición oral y de sus lecturas durante más de medio siglo (1871–1926), Madrid, Tip. de la “Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos”, 1926.

Lo recogen, en variante, Peratoner (Museo epigramático, p. 22: “En una pendencia Juan…”), Palacio y Rivera (Museo cómico, I, p. 61: “Pegáronle una pedrada / Á un hombre por cierto enojo,…”). Más reciente es una versión con mayor relación con el folklore, la de Isabel Gallardo de Álvarez, Cuentos de Resolana (1918–1945), ed. de Juan Rodríguez Pastor, (“Raíces”), Badajoz, Excma. Diputación Provincial de Badajoz, 1994, nº 18: “Entre toas le mataron”.

Para alguna versiones más, véase el estudio del cuento 18: ¿Perderé el ojo?, de los “Cuentos populares andaluces (XVI)”, Revista de Folklore, 296 (2005), pp. 49–66.

86. Viaje á la luna (8 versos en romance, á–o). “Riñeron dos andaluces”. Exageración de un andaluz que amenaza con lanzar al otro tan alto que cuando caiga llegará hambriento por el tiempo que estará en el aire (II, p. 184).

Es de Francisco Gregorio de Salas Barbadillo (Colección de los epigramas, p. 64: Exageración de un Andaluz, en “Casos y cuentos verdaderos”).

Entre los colectores de la época, lo había trascrito Pipiritaña [Monlau], Las mil y una barbaridades, agudezas, ocurrencias, chistes, epigramas, chascarrillos, cuentos, refranes, anécdotas, dichos graciosos, equívocos, tonterías, bestialidades, simplezas, quid–pro–quos, adefesios, locuras, majaderías, bobadas, despropósitos, salidas de pié de banco, etc., etc., etc. (En prosa y en verso.– Ilustradas y por ilustrar). Ensalada por demás sabrosa y divertida, Superior, en abundancia, buen gusto y novedad, á todas las florestas y colecciones de su clase; Útil para todos los sexos, edades y condiciones de la vida; Necesaria para matar las eternas veladas de invierno, y para las pesadas horas de diligencia (ó de galera), no menos que en las veloces horas de wagon. Indispensable para todo enfermo que no tenga calentura; para los convalecientes; para los presos y detenidos; para los que salen al campo á veranear, ó á tomar baños, etc., etc. (1857), Madrid, M. Rivadeneyra, 1862, tercera edición considerablemente aumentada y adornada con 24 grabados, p. 6.

Antes lo habían recogido Martínez Villergas y Satorres (El tesoro de los chistes, nº 97; p. 39), y de igual forma lo harán Palacio y Rivera (Museo cómico, I, p. 152).

El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p, lo recoge señalando la fuente incompleta, Francisco J. de Salas.

126. Las curanderas (Cuarteta inserta). Un vicario comenzó a juzgar a unas pobres mujeres, porque decían que curaban con palabras supersticiosas. Ellas confirmaron que curaban y cantaban. Cantaban: “La Virgen lavaba, / San José tendía, / Y el Niño lloraba / De frío que hacía”. Curaban “lienzos y telas para camisas”. (II, pp. 305–306).

La anécdota ya estaba en Santa Cruz (Floresta, IV, IV, 5). La originalidad de Boira es que pone en los labios de las pobres mujeres acusadas, para hacer patente su inocencia, una canción popular que aún se canta hoy y que aparece en infinidad de cancioneros y recopilaciones folklóricas.

También lo recogen Palacio y Rivera (Museo cómico, II, pp. 597–598).

146. Una mujer flaca (2 redondillas). “Yacen en tal sepultura” los huesos de una mujer a los que les faltó “cobertura”; era muy delgada. (III, p. 18).

Es epigrama anónimo que aparecía en Adolfo de Castro, Poetas líricos de los siglos XVI y XVII, (“Biblioteca de autores españoles”, XXXII, XLII), Madrid, M. Rivadeneyra, 1857, 2 volúmenes; II, p. 575a: II: Al sepulcro de una dama muy flaca. Así como en Sáinz de Robles (El epigrama, “Epigramas clásicos anónimos o de autor dudoso”, nº 2; pp. 827–828).

Como se vio, el tema había aparecido bajo otras formas en Santa Cruz (Floresta, VIII, V, 3) y lo recogerá Roberto Robert, El mundo riendo. Gracias y desgracias chistes y sandeces, epigramas y necedades, cuentos é historias, redundancias y laconismos, problemas y claridades, anuncios, apotegmas, despropósitos, malicias y otras cosas que no son nada de lo dicho. Colección enorme, selecta, novísima en prosa y verso, (con 160 grabados, dibujos de T. Padró) sacada de autores antiguos y modernos, nacionales y extranjeros, clérigos y seglares, famosos y oscuros, Barcelona, Librería Española de I. López Bernagosi, 1866, p. 76.

174. La carga de leña (2 cuartetas). Al retirarle una carga de leña su señor, el bufón le escribió unos versos (2 cuartetas) que hablaban de lo inhumano de hacerlo en Navidad: “Saliendo de esta dolencia…” (III, pp. 64–65).

Es de Santa Cruz (Floresta, II, V, 13), tanto los versos como los preliminares del cuentecillo, aunque la copia no es literal.

La anécdota y versos se repiten con muchas variantes en la Miscelánea de Luis Zapata [(s. XVI), (“Memorial Histórico Español. Colección de documentos, opúsculos y antigüedades”, XI), Madrid, Real Academia de la Lengua, 1859, pp. 393–394].

180. El amuleto (Romancillo inserto). Llegó a la venta en el momento en que la ventera estaba de parto difícil: ofreció una oración milagrosa a cambio de comida y alojamiento. Escribió algo en un papel, y la ventera dio a luz seguidamente. A los pocos días la mujer del escribano estuvo de parto y el ventero ofreció su oración milagrosa; la mujer falleció en el parto. El escribano rasgó la tela que cubría el papel y leyó: “Coma yo perdices / y el mulo cebada, / y la mesonera / que para ó no para” (III, pp. 68–69).

José M.ª Sbarbi y Osuna, Diccionario de refranes, adagios, proverbios, modismos, locuciones y frases proverbiales de la lengua Española; obra póstuma ordenada, corregida y publicada bajo la dirección de Don Manuel José García, Madrid, Sucesores de Hernando, 1922, 2 volúmenes; II, p. 114b, sub voce Mula, Coma mi mula y cene yo, siquiera para, si quiera no. Explica el cuento y agrega una versión, que concluye idénticos versos a los de Boira.

La versión de Tirso en El castigo del penseque, jornada 1, escena 4 (en Jiménez Hurtado, pp. 105–106) es muy similar.

Los editores de la Floresta de Santa Cruz (IX, I, 1) sostienen que es cuentecillo que perteneció a la tradición oral del Siglo de Oro. Al respecto véase Chevalier, Cuentecillos (L4a) y Cuento tradicional, cultura, literatura (Siglos XVI–XIX), Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1999, pp. 224–225. Según Chevalier es un tipo que se perdió posiblemente por chocar su temática con la mentalidad moderna.

Sin embargo aparece en el catálogo tipológico de Ralph S. Boggs, Index of Spanish Folktales, FFCommunication, núm. 90, Helsinki, Academia Scientiarum Fennica, 1930, nº 1544.

199. Música de arte (Copla inserta). Una señorita le pide al estudiante que toque algo de arte con su guitarra: lo hace combinando unas palabras latinas, que eran modelos de declinación: “Musa musae, templum templi, / Brevior brevis, Quis vel qui”, y rematando: “No es borrico el estudiante / Que á pasar llega de aquí” (III, p. 114).

La gracia, que no los versos, estaban en Santa Cruz (Floresta, IV, VIII, 1). Como anotan los editores, el donaire está en el equívoco de la palabra arte, que el estudiante toma en el sentido de “Arte por antonomasia, la gramática latina de Nebrija”. Santa Cruz únicamente dice que el estudiante cantó los nominativos; Boira improvisa dos y agrega la chuscada del estudiante en otros dos más. La fórmula quis vel qui y su desarrollo, en efecto, se tomó como prueba difícil de superar. Decíase al comienzo de la obra El médico a palos de Leandro de Moratín: “… ni que haya estudiado el quis vel qui”. Un refrán recogido por Hernán Núñez dice: El portugués: si no fuera por sum es fui, y quis vel qui, gramático saliera yo de aquí. Los ejemplos podrían multiplicarse.

245. La coroza diaria (12 versos en romance, é–a). “Encorozada sacaron” a una hechicera. Cuando la soltaron le entregaron la cuenta de los gastos del coste de la coroza. Ella dijo que se quedaba con la prenda, para la próxima vez (III, p. 272).

Es de Calderón, Dicha y desdicha del nombre, jornada 2, escena 7.

Dicha y desdicha del nombre, jornada 2, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, III, p. 492a; Dicha y desdicha del nombre, jornada 2, escena 7, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, III, p. 608bc.

Extractado también en la Floresta cómica, ó colección, p. 82, en Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 53–54) o Sáinz de Robles (El epigrama, “Pedro Calderón de la Barca”, nº 28, p. 438).

Recopilado por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 876, p. 376).

El tema ya se presentaba, como se vio, en Santa Cruz (Floresta, IV, VI, 13).


Tradición oral y literatura (IX)

Cuentecillos en verso en Rafael Boira (II)

CUENTECILLOS SIN INVENTARIAR

247. El aumento del prefacio (8 redondillas). “Hay cerca de Ratisbona” dos lugares: Agere y Macarandona. Enterados los vecinos del segundo lugar de que en el primero el cura comenzaba dando gracias (Gratias Agere), le obligaron a que también diese gracias a Macarandona (I, pp. 11–12).

Es versión de Calderón, El secreto a voces, jornada 2, escena 18.

El secreto á voces, jornada 2, en Juan Jorge Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, III, p. 359b; El secreto á voces, jornada 2, escena 18, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, I, p. 425b.

Extractado por Mendíbil–Silvela (Biblioteca selecta de literatura, t. IV, lib. V, pp. 146–147); Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 34–35), Goyri (Fábulas y cuentos en verso, pp. 149–150: Contentar a todos).

También seleccionado por Palacio–Rivera (Museo cómico, I, pp. 331–332).

248. De qué mujer debe tener celos un marido (3 redondillas). “Vi de mis primas los cielos”. El suegro pide que no tenga celos de su mujer; pero el novio dice que no los va a tener de la del cura (I, p. 23).

Es de Calderón, Guárdate de la agua mansa, jornada 2, en Juan Jorge Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, IV, p. 355a; Guárdate de la agua mansa, jornada 2, escena 7, en Pedro Calderón de la Barca, Comedias, ed. de Hartzenbusch, II, p. 387b.

También seleccionado por Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 198), con variantes al inicio.

249. La ronquera de una dama (8 versos en romance, é–o). “Cierto galán, que á una dama”. La dama raptada dice que no dará voces, que está ronca (sometimiento voluntario) (I, p. 43).

Es versión de Calderón, La estatua de Prometeo, jornada 3, escena 6.

La estatua de Prometeo, jornada 3, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, III, p. 338a; La estatua de Prometeo, jornada 3, escena 6, en Pedro Calderón de la Barca, Comedias, ed. de Hartzenbusch, III, p. 714c.

Extractado por Peratoner (Museo epigramático, p. 75, sin especificar autor), Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, p. 88).

También lo seleccionan Palacio y Rivera (Museo cómico, I, p. 306).

Existe versión paralela de Lope de Vega en Mirad a quien alabáis. Véase Carmen Hernández Valcárcel (Los Cuentos en el Teatro de Lope de Vega, Kassel, Universidad de Murcia–Reichenberger, 1992, nº 195) para esta versión, y Chevalier (Cuentecillos tradicionales, J5) para la misma versión y otros apuntes más.

Manuel María de Santa Ana (Cuentos y Romances Andaluces, Cuadros y Rasgos Meridionales [1844–1869], ed. de José Luis Agúndez García, Sevilla, Signatura, 1999, p. 181) empleó uno de sus romances a este tema; lo tituló La ronquera.

250. El descamisado (6 redondillas). “Del hidalgo montañés”. La sirvienta se dejó robar la única camisa del hidalgo cuando la llevaba a lavar al río. Es despedida, pues ya no tiene qué hacer (I, pp. 48–49).

Véase José M.ª Sbarbi y Osuna, Diccionario de refranes, adagios, proverbios, modismos, locuciones y frases proverbiales de la lengua Española; obra póstuma ordenada, corregida y publicada bajo la dirección de Don Manuel José García, Madrid, Sucesores de Hernando, 1922, 2 v.; sub voce Nones: Son nones, y no llegan a tres. Es uno (II, p. 142b). Recuerda la coplilla–refrán.

Palacio y Rivera (Museo cómico, I, p. 107) seleccionan otra versión en verso.

251. La vida de fraile (12 versos en romance, á–o). “Daba el hábito á un novicio”. El prior dice al novicio que todos los rigores serán el primer año, luego deseará “no haber nacido” (I, p. 55).

Es de Antonio Hurtado de Mendoza, El marido hace mujer y el trato muda costumbre, jornada I, en Ramón Mesonero Romanos (ed.), Dramáticos posteriores a Lope de Vega: colección escogida y ordenada, con un discurso, apuntes biográficos y críticos de los autores, noticias bibliográficas y catálogos, (“Biblioteca de Autores Españoles”, XLVII, XLIX), Madrid, M. Rivadeneyra, 1858–1859, 2 v.; II, p. 422b.

Extractado por César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 174) que titula Más merece quien más ama.

También seleccionado por Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 325).

252. San Cristóbal y el mundo (2 redondillas). “Cristóbal santo, una duda”. Si traéis el mundo a hombros, “¿a dónde ponéis los pies?”. Comienza explicando que son versos de un poeta, que todos están locos o porque también hay locos que hacen versos, esos son un ejemplo (I, p. 68).

Es de Jacinto Polo de Medina, versos con que finaliza prácticamente su Hospital de incurables y viage al otro mundo, apud, Adolfo de Castro, El Conde Duque de Olivares y el Rey Felipe IV. Obra histórica, Cádiz, Revista médica, 1846–7, p. 17. Reproducido en infinidad de publicaciones. Véase, por ejemplo, Jacinto Polo de Medina, Obras completas, (“Biblioteca de Autores Murcianos”), Murcia, Tip. Suc. de Nogués 1948, p. 206.

Extractado como epigrama XXXI, de Jacinto Polo de Medina, en Poetas líricos de los siglos XVI y XVII, ed. de Adolfo de Castro, (“Biblioteca de Autores Españoles”, XXXII, XLII), Madrid, M. de Rivadeneyra, 1854–1857, 2 v.; II, p. 213. Igualmente en El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p, de Polo de Medina. Así como por Sáinz de Robles (El epigrama, “Salvador J., Polo de Medina”, nº 15, p. 464).

También seleccionado por Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 372).

Paralelamente aparece una versión en el Entremés del Sacristán Mujer, de Calderón, en Teatro Cómico breve, ed. de María–Luisa Lobato, Reichenberger, 1989, p. 114.

253. Receta para desatar un coche simón (6 redondillas). “Era un coche (Dios delante)” [“Este coche, Dios delante”]. El coche se desatasca poniendo cebada ante los caballos (I, pp. 73–74).

Es de Calderón, en La devoción de la Cruz, jornada 1, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, I, p. 97a; La devoción de la Cruz, jornada 1, escena 1, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, I, p. 54ab.

Es cuento folklórico, cf. Aarne–Thompson (Antti Aarne y Stith Thompson, The Types of the Folktale; a Classification and Bibliografy. Translated and enlarged by Stith Thompson, FFCommunication, n.º. 184, Helsinki, Indiana University 1964), tipo 1576*: El cochero inventivo. De igual forma, Hans–Jörg Uther, The Types of International Folktales. A Classification and Bibliografy. Based on the System of Antti Aarne and Stith Thompson, FFCommunication, n.º 284, Helsinki, Suomalainen Tiedeakatemia. Academia Scientiarum Fennica, 2004.

254. El tuerto y el cojo (12 versos en romance, é–a). “Cierto comisario, á unos” quintos pasando revista, dijo al escribiente que escribiese “ojo” al lado de los impedidos. Uno era tuerto y mandó ponerle “ojo”, a lo que un cojo pidió que a él le pusieran una pierna (I, p. 78).

Calderón, Dicha y desdicha del nombre, jornada 2, escena 7.

Dicha y desdicha del nombre, jornada 2, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, III, p. 492a; Dicha y desdicha del nombre, jornada 2, escena 7, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, III, p. 608b.

Extractado por la Floresta cómica, o colección, pp. 22–23, Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 33–34) y Peratoner (Museo epigramático, p. 61, sin especificar autor).

255. El pacto con el verdugo (4 redondillas). “Por bueno, es claro, azotó”. Le dio dinero al verdugo para que los azotes fueran leves, pero resultó fuerte el primero. Le recriminó que le pagase con aquel azote, y contestó que así deberían ser todos, con lo que podía imaginar el bien que le iba a hacer con el resto (I, p. 87).

Es de Calderón, El alcalde de sí mismo, jornada 1, escena 11.

El alcalde de sí mismo, jornada 1, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, III, p. 376; El alcalde de sí mismo, jornada 1, escena 11, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, II, p. 515c.

Extractado por la Floresta cómica, o colección, pp. 56–57 (El alcayde de sí mismo, jornada 1), Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 50–51).

Existe versión paralela de Lope de Vega, Las cuentas del Gran Capitán, apud Carmen Hernández Valcárcel (Los cuentos en el teatro de Lope de Vega, nº 236) o Bagué–Bajona (Veinticinco siglos de fábulas y apólogos, pp. 586–587 [El mal hace apreciar el bien]). Puede leerse también una versión de Arguijo ([y otros], Cuentos, edición de Beatriz Chenot y Maxime Chevalier, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1979, 289).

Véase Chevalier, Cuentecillos, E1.

256. Receta para los ojos (6 quintillas). “Enfermo un mozo tenía”, a su padre de los ojos “Abrojos para los ojos”, leyó, y se los puso, y los hirió, porque no leyó entero: “Abrojos / Son buenos para sacarlos”, los ojos (I, pp. 128–129).

Es versión de Francisco de Leyva (o Leiva) La dama presidente, jornada 1.

Francisco de Leiva Ramírez de Arellano, La dama presidente, jornada 1, en Dramáticos posteriores a Lope de Vega, ed. de Mesonero Romanos, I, p. 363a. También copiado en los “Apuntes biográficos”, pp. XXIX–XXX.

Extractado en la Floresta cómica, ó colección, pp. 95–97, José M.ª Sbarbi y Osuna (Diccionario de refranes, II, p. 162ab, sub voce Ojos: Para los ojos, abrojos… son buenos para sacarlos), Goyri (Fábulas y cuentos, pp. 130–131 [La precipitación]), Bagué–Bajona (Veinticinco siglos de fábulas, pp. 639–640 [La precipitación] y César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 189); señalan a Leyva como fuente.

También se selecciona en Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 871, pp. 372–373).

257. El enfermo regateando su entierro (12 versos en romance, é–e). “Uno llamó á un sacristán / Y le dijo: –Cuánto quiere…”. No conforme con el precio que le proponen para su propio entierro, amenaza con no morirse (I, p. 139).

Es versión de Calderón, Dicha y desdicha del nombre, 3, escena 5.

Dicha y desdicha del nombre, jornada 3, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, III, p. 503b; Dicha y desdicha del nombre, jornada 3, escena 5, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, III, p. 618a.

Extractado en Floresta cómica, o colección, pp. 121–122, Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 59–60: “Cuánto va que el cuento es ese / del que llamó al sacristán / y le dijo: “Cuánto quiere…”), Goyri (Fábulas y cuentos, pp. 157–158 [Regateo]), Chevalier (Cuentos españoles, p. 312).

Seleccionado también por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 955, p. 448) y Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 254).

258. El tesoro (42 versos en romance, á). “Un sacristán de Jadraque” les puso una vela a cada apóstol y otra a san Bartolomé, que tenía debajo al demonio. Por ello el demonio le inspiró un sueño por la noche, en que le indicaba el lugar de un tesoro. El sacristán marca el lugar con su propia deposición. Al amanecer halló el “tesoro”, en la cama (I, pp. 166–167).

Es versión de Rojas Zorrilla, La más hidalga hermosura, jornada 2.

Rojas Zorrilla, La más hidalga hermosura, jornada 2, en Comedias escogidas, ed. de Ramón de Mesonero Romanos, (“Biblioteca de Autores Españoles”, LIV), Madrid, Rivadeneyra, 1861, pp. 518c–519a.

Extractado en Floresta cómica, ó colección, pp. 118–121, de Tres Ingenios [Rojas, Coello y Vélez], La más hidalga hermosura, jornada 2.

También seleccionado por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 954, p. 448), más sólo el inicio en que el sacristán pone la vela a los santos y otra al diablo.

Es cuento folklórico que ya recogía Poggio (Poggio Guccio Bracciolini, Facetiarum liber (1452), Torrevieja (Alicante), PhD Áristos, 2001, p. 52, nº 130: Del hombre que encuentra oro en sueños). Catalogado por Boggs, nº 821*C y Aarne–Thompson, 1645B: El sueño de marcar el tesor.

En lo relativo a las relaciones entre ambas literaturas, oral y escrita, véase Maxime Chevalier (C. Folklóricos, nº 212, tipo 1645B; Cuentos españoles, p. 319; Cuento tradicional, cultura, pp. 47–48; “Quince cuentos jocosos”, nº 7).

259. Memorial que presentó a un Grande de España el abogado Silvio del Arga (11 décimas). “Pues que la fama inmortal”. Manifestándole sus desdichas y privaciones (I, pp. 174–177).

Es de Vicente Rodríguez de Arellano, “Memorial que, en estilo burlesco, compuso el autor para un íntimo amigo suyo, pintando la suma infelicidad en que se hallaba, y solicitando la protección de un caballero de mucho valimiento. Décimas”, en Poesías varias, Madrid, Repullés, 1806, pp. 130–136.

260. El mondadientes (2 quintillas). “A una vieja que ignoraba”. La vieja llevaba mondadientes. Le hace ver que ese no es modo de engañar, que sus años son el mejor mondadientes (I, pp. 188–189).

Se trata del epigrama V de Jacinto Polo de Medina, en El buen humor de las musas, Madrid, Imprenta del Reino, 1637.

Reproducido en la edición de Juan J. López de Sedano (Parnaso español. Colección de Poesías escogidas de los más celebres poetas castellanos, Madrid, Joachin de Ibarra, 1768–1778, III, p. 354), en Adolfo de Castro (Poetas líricos, epigrama V de Salvador Jacinto Polo de Medina, p. 180), en Mendíbil–Silvela (Biblioteca selecta de literatura, IV, lib. V, p. 12), en Augusto L. Josse (El Tesoro Español, ó Biblioteca Portátil Española; que contiene Poesías, escogidas de los más celébres poetas castellanos con notas, Para Ilustración y mayor Claridad de las Voces y Sentencias, que hubiesen podido ofrecer alguna dificultad, II, II, Londres, Lib. de Dulau, 1802, p. 577), en Peratoner (Museo epigramático, 1864, p. 16), en Eduard Brinckmeier (Floresta de sátiras, fa_bulas, fa_bulas literarias, letrillas, sonetos burlescos, villancicos, de_cimas, epígramas y otras rimas festivas, elegida de las obras de ce_lebres poetas españoles, Leipzig, F.A. Brockhaus, 1882, p. 210), en El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p.

También seleccionado por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 884, p. 382) y Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 419).

261. El loco y el podenco (6 redondillas). “En Sevilla un loco había” que arrojaba una enorme piedra que llevaba a cada perro que hallaba acostado. El propietario de un podenco maltrató al loco reconviniéndole por no haber reparado en que se trataba de un podenco. Desde entonces, se reprimía tomando a todo perro por podenco (I, pp. 193–194).

Es de Francisco de Leyva, No hay contra un padre razón, jornada 2.

Extractado en la Floresta cómica, o colección, pp. 29–30 y César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 189).

José M.ª Sbarbi y Osuna (Diccionario de refranes, sub voce Podenco, II, p. 256ab), recuerda el cuento de Cervantes y copia la versión de Leyva.

Igual actúa María Goyri (Fábulas y Cuentos en verso, pp. 131–132 [El loco por la pena es cuerdo]), que anota que es el asunto del cuento que incluye Cervantes en el Quijote, parte II, cap. II. Y no de otra forma harán Bagué y Bajona (Veinticinco siglos de fábulas, pp. 570–572).

El cuentecillo es sobradamente conocido en el lugar señalado del Quijote, referido al loco de Córdoba.

262. Un cero en medio (7 redondillas). “De una dama era galán”. Pide 3 ó 4, y le traen 304 monas (I, p. 201).

Es versión de Calderón, El secreto a voces, jornada 1, escena 13.

El secreto a voces, jornada 1, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, III, p. 349b; El secreto á voces, jornada 1, escena 13, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, I, p. 416c.

Reproducido en Floresta Cómica, o colección, pp. 42–44; en Mendíbil–Silvela (Biblioteca selecta de literatura, IV, lib. V, p. 15–16), en Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 43–44), en Goyri (Fábulas y cuentos, pp. 142–143 [Por un cero]), en César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 180), en Chevalier (Cuentos españoles de los siglos XVI y XVII, pp. 316–317).

Seleccionado por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 462, p. 193).

Lo utilizó Juan Eugenio Hartzenbusch (Fábulas, ed. de Ricardo Navas Ruiz, [“Clásicos Castellanos”], Madrid, Espasa–Calpe, 1973, pp. 103–104), convirtiéndose en su fábula LXXXI: La o entre números. De d. Pedro Calderón de la Barca.

263. El amor de ultratumba (4 redondillas). “Al infierno el Tracio Orfeo”. El músico por su canto, fue castigado con volver a ser marido; pero, por el canto en sí, fue recompensado con la pérdida de las mujeres (I, pp. 210–211).

Atribuido tanto al conde de Villamediana como a Quevedo:

Iván de Tarsis, Conde de Villamediana, Obras, Madrid, Diego Díaz de la Carrera, 1634, p. 413.

Quevedo y Góngora, Poesías escogidas, Paris, Teófilo Barrios, 1821, p. 54.

Esta versión se refleja, entre otras ediciones, en López de Sedano (Parnaso español, IV, p. 205), en Juan Nicolás Böhl de Faber (Floresta de Rimas Antiguas Castellanas, Hamburgo, Perthes y Besser, 1851–1855, 3 vols.; III, nº 947, p. 347b), en Quevedo, “Redondillas. A Orfeo”, en Manuel J. Quintana (Tesoro del Parnaso español, Poesías selectas castellanas desde el tiempo de Juan de Mena hasta nuestros días. Nueva edición aumentada y corregida, París, Dramard–Budry, 1861, p. 357b), en Eugenio de Ochoa y Ronna (Tesoro de los Romanceros y Cancioneros españoles, históricos, caballerescos, moriscos y otros, Barcelona, Pons, 1840, romance XLIX, p. 449b), en Peratoner (Museo epigramático, 1864, p. 309, sin autor).

264. La paga de un sermón (2 cuartetas). “La hermandad de San Teodoro”. Hermandad agraviada paga al fraile con un celemín de cebada puesto en plato de oro. El fraile dice que se queda con el plato y devuelve la cebada, puesto que la hermandad la necesita como pienso (I, p. 212).

El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p. lo refleja como anónimo o de autor dudoso. Igualmente Federico Sáinz de Robles (El epigrama, “Epigramas modernos anónimos o de autor dudoso”, nº 404; pp. 947–948).

También seleccionado por Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 409).

Se reprodujo en El Eco de Estepa (29 de Diciembre de 1894, epigrama nº 632).

265. Cómo sabe la perdiz (3 redondillas). “La raposa y la perdiz”. La perdiz dice a la raposa que, por mucho que sepa, no sabe tan bien como ella al que la caza (I, p. 225).

Es versión de Calderón, Los dos amantes del cielo, jornada 1, escena 10.

Los dos amantes del cielo, jornada 1, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, II, p. 627a; Los dos amantes del cielo, jornada 1, escena 10, Comedias, ed. de Hartzenbusch, III, p. 238c.

Extractado en la Floresta cómica, o colección, pp. 126–127, Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, p. 76) y Sáinz de Robles (El epigrama, “Pedro Calderón de la Barca”, nº 26, p. 437).

266. La salud de un muerto (2 redondillas). “Un soldado de hartos brios”, que expiraba, pedía que llevasen su ataúd los camaradas y que les diesen treinta reales para que los bebiesen a su salud (I, p. 229).

Es versión de Calderón, Los dos amantes del cielo, jornada 2, escena 17.

Los dos amantes del cielo, jornada 1, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, II, p. 638a; Los dos amantes del cielo, jornada 2, escena 17, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, III, 1856, p. 247b.

Extractado en Goyri (Fábulas y cuentos, p. 151 [La manda del soldado]), en Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 79–80) y Sáinz de Robles (El epigrama, “Pedro Calderón de la Barca”, nº 27, p. 438).

También seleccionado por Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 370).

267. El muchacho despejado (8 versos en romance, é–o). “Tratándose de almorzar”. Preguntado el niño qué prefería para almorzar, si huevos o torrezno, pidió: “–Torrezno, madre; / pero échele encima el huevo…” (I, p. 231).

Es de Calderón, Los dos amantes del cielo, jornada 1, escena 6.

Los dos amantes del cielo, jornada 1, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, II, p. 625a; Los dos amantes del cielo, jornada 1, escena 6, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, III, p. 237b.

Extractado por Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 53–54) y Sáinz de Robles (El epigrama, “Calderón de la Barca”, nº 25, p. 437).

Seleccionado por Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 414).

Es cuento popular catalogado por Aarne–Thompson, nº 1388A*: Escoge la comida que quieras. Toda.

Véase Chevalier (Cuentecillos, K1).

Igualmente José Luis Agúndez García, “Cuentos Populares Andaluces, II”, Revista de Folklore, 215 (1998), pp. 147–161: Pan y café migados. A las versiones señaladas allí, habría que añadir la folklórica de Carlos González Sanz, José A. Gracia Pardo y Antonio J. Lacasta Maza (La sombra del olvido. Tradición oral en el pie de la sierra meridional de Guara, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses [Diputación de Huesca], 1998, p. 193, nº 173: Explicación del dicho: “Uno y otro, dijo el sastre Yaso”) y una variante aparecida en La Ilustración (10 de agosto de 1850, p. 251: El café con azúcar [Le regalan un saco de café. Dice que no lo toma sin azúcar… «El capitán del buque entendió la indirecta»]). Así mismo Peratoner (Museo epigramático, p. 93, sin especificar autor; pan o caldo, a escoger: sopas) o Sainz de Robles (El epigrama, “Epigramas modernos anónimos o de autor dudoso”, nº 435; p. 956, versión de Peratoner).

268. Consejos para las novias (14 pareados). “Una novia debe ir triste y turbada…” (I, pp. 233–234).

Es versión de Agustín Moreto, Antioco y Seleuco, jornada 3, escena 10.

Agustín Moreto, Antioco y Seleuco, jornada 3, escena 10, en Comedias escogidas, ed. de Luis Fernández–Guerra y Orbe, (“Biblioteca de Autores Españoles”, XXXIX), Madrid, M. Rivadeneyra, 1856, p. 54c.

Copiado en la Floresta cómica, ó colección, pp. 134–136.

269. Un caballo curandero (24 versos en romance, é–o). “Un barbero en un cuartago”. Yendo a curar al enfermo de un divieso, el caballo coceó al enfermo y le reventó el divieso. El enfermo aseguró que curaba mejor el caballo que su maestro (I, pp. 247–248).

Es versión de Matos Fragoso, Ver y creer, jornada I, en Dramáticos posteriores a Lope de Vega, ed. de Mesonero Romanos, I, p. 285a.

Llevado al artículo de Ramón de Mesonero Romanos, “Teatro de Matos Fragoso”, Semanario Pintoresco Español, 15 (1852), pp. 114a–118a.

Reproducido en La Floresta cómica, ó colección, pp. 63–64, en Goyri (Fábulas y cuentos, pp. 126–127 [La mula del doctor], en César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 186).

Hay una versión paralela de Tirso de Molina, El amor médico, jornada 1, escena 1 (en Jiménez Hurtado, Cuentos españoles, pp. 118–119; o Sáinz de Robles, El epigrama, “Tirso de Molina”, nº 25, pp. 310–311).

Así como otra de Francisco de Rojas y Zorrilla, También la afrenta es veneno, jornada 3 (en Goyri, Fábulas y cuentos, pp. 160–161 [La mula del doctor] o Bagué–Bajona, Veinticinco siglos de fábulas, pp. 628–229 [La mula del doctor]).

En El Buscapié: opúsculo inédito que en defensa de la Primera Parte del Quijote escribió, Miguel de Cervantes Saavedra; publicado con notas históricas, críticas y bibliográficas Por Don Adolfo de Castro / obra atribuida a Miguel de Cervantes Saavedra, edición de Florencio Sevilla Arroyo y Begoña Rodríguez Rodríguez, se explica que en una comedia intitulada También la afrenta es veneno, cuyos autores fueron Luis Vélez de Guevara de la jornada primera, don Antonio Coello de la segunda, y don Francisco de Rojas y Zorrilla de la tercera, se lee este graciosísimo cuento, que no es muy conocido: “Apeóse un médico a hablar / a otro médico estafermo, / a la puerta de un enfermo / que él venía a visitar…”.

Fue seleccionado por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 881, pp. 379–380).

270. La piedad de una viuda (36 versos en romance, á). “Enterraron en el campo”. Un centinela, que vigilaba el cadáver de un ahorcado, se interesó por la mujer que velaba al marido sepultado en su tumba. Ausentes, se llevaron el cadáver colgado. Para evitar la pena que aguardaba al centinela por perder el cadáver, la viuda decidió desenterrar al marido para colgarlo en sustitución del robado (I, pp. 263–264).

Es de Antonio Martínez [con Juan de Matos Fragoso y Juan de Zabaleta], La Muger contra el consejo, jornada 2, en Floresta cómica, ó colección, pp. 86–88.

Seleccionado también por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 874, pp. 374–375).

Es cuento folklórico bien conocido, véase para su estudio Aarne–Thompson, nº 1510: La matrona de Éfeso (la viuda) o Chevalier (Cuentos folklóricos, nº 157).

271. La astucia de una mujer (8 redondillas). “Una soga y una estaca. / Una cabra, una cebolla / Una polla y una olla / Lleva Gil…” [Oye un cuento: / Llevando un día un villano / Una soga…] (la mujer le muestra cómo guardarlas para poder estar con ella) (I, pp. 267–268).

Es de Calderón, Peor está que estaba, jornada 3, escena 11.

Peor está que estaba, jornada 3, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, I, p. 231a; Peor está que estaba, jornada 3, escena 11, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, I, p. 106a.

Reproducido en la Floresta cómica, o colección, pp. 75–77, en Mendíbil–Silvela (Biblioteca selecta de literatura, IV, lib. V, pp. 145–146), en Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 45–46), en César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 183).

Tratado por Chevalier (C. folklóricos, nº 162 y Cuentecillos, J5).

También seleccionado por Palacio–Rivera (Museo cómico, I, pp. 357–358).

272. La muerte rogada. (1 copla) “Copiando á Salvador Jacinto Polo de Medina, decia uno á su amada: Hermosa del alma mia, / Mátame siempre mirando, / Y si no puede ser siempre / Mátame de cuando en cuando” (I, p. 282).

Como se ve, de forma excepcional, menciona al autor. Efectivamente es copla que inserta en Hospital de Incurables. Viaje de este mundo y el otro (1636): “Apacible San Francisco / mátame siempre mirando, / y si no puede ser siempre, / mátame de cuando en cuando”.

Puede leerse también en Salvador Polo de Medina, “Hospital de Incurables y viaje de este mundo”, en Obras completas, p. 206.

También aparece en el Entremés del Sacristán Mujer, de Calderón, en Teatro Cómico breve, ed. de María–Luisa Lobato, Reichenberger, 1989, pp. 113–114, donde el verso primero se trueca en: “Apacible Basilisco”.

273. La equivocación (16 versos en romance, á–e). “Sacó un día un caballero”. Un sastre dice que ha visto pasar al mancebo caballero con la joven raptada. Alcanzados los que huían, resultaron ser un cardador y dos frailes en tres borricos (I, pp. 287–288).

De El animal profeta, act. I, “cuya paternidad es dudosa entre Lope de Vega y Mira de Amescua” (como señalara Joaquín Entrambasaguas, Estudios sobre Lope de Vega, III, Madrid, CSIC, 1967, 2ª ed. corregida y aumentada, p. 336).

La Floresta cómica, o colección, pp. 106–107 lo recogía, por entonces, como atribuido a Lope, así como La Floresta andaluza, periódico semanal de literatura y artes, Sevilla, 45 (21–12–1843), p 137a [237a].

274. La poca ropa (Soneto). “Mejor me sabe en un canton la sopa”. Elogio de las cosas humildes (I, pp. 293–294).

Es de Francisco de Quevedo, Sátira VIII: Prefiere la hartura y sosiego mendigo á la inquietud magnífica de los poderosos, en Obras festivas, Madrid, F. de P. Mellado, 1845, p. 169.

Seleccionado por Sáinz de Robles (El epigrama, “Francisco de Quevedo y Villegas”, nº 68, p. 242: Prefiere la hartura y sosiego mendigo a la inquietud magnífica de los poderosos).

275. El predicador y el tamborilero (26 versos en romance, é–o). “De una fiesta á su lugar”. El tamborilero y el predicador vuelven de su trabajo. Al primero le han dado buena paga y un burro para el viaje, al segundo nada. El tamborilero le dice al padre que hubiera aprendido “buen oficio” (I, p. 303).

Es versión de Calderón, De una causa dos efectos, jornada 2, escena 9.

De una causa dos efectos, jornada 2, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, III, p. 41a; De una causa dos efectos, jornada 2, escena 9, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, IV, p. 119c.

Recogido en Floresta cómica, o colección, pp. 103–104, en Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 83–84), en Mendíbil–Silvela (Biblioteca selecta de literatura, IV, lib. V, pp. 144–145), en Goyri (Fábulas y cuentos, pp. 153–154 [Aprendiera buen oficio], en Bagué–Bajona (Veinticinco siglos de fábulas, p. 616), en (César Armando Gómez, Antología de fábulas, p. 182), en José Repollés (Las mejores fábulas, Barcelona, Optima, 2001, pp. 501–502).

Tratado por Chevalier (Cuentos españoles, p. 310).

276. El maldiciente (Quintilla). “A Vicente ayer mordió” la víbora, y murió la víbora (I, p. 305).

Peratoner (Museo epigramático, p. 140) refleja una variante muy semejante, en redondilla, de R. J. de Crespo: “Una sierpe á Blas mordió / ¿Qué pensáis sucederia? / ¿Que murió Blas? ¡Tontería! / La sierpe se reventó”). También El epigrama español (prólogo de Pedro de Répide, s/p) adjudica idéntica versión a R. I. de Crespo; pero Sainz de Robles (El epigrama, “Epigramas modernos anónimos o de autor dudoso”, nº 216; p. 897) no se esfuerza por adjudicarlo a autor concreto.

277. En medicina, la fe (32 versos en romance, é–a). “La madre de un gran doctor”. Desahuciada por los médicos, creyó en su propio hijo, que también era médico y que le recetó algunos remedios por complacerla. Curó. Al enfermar la suegra, se negó a hacer lo mismo, ya que “en su yerno jamás / Tuvo fé ninguna suegra” (I, pp. 307–308).

Es de Tomás Manuel de Paz, Al noble su sangre aviva, jornada 1, en Floresta cómica, pp. 33–35.

278. La espada contra la reja (4 redondillas). “Un vizcaino insufrible”. El vizcaíno se dio un golpe en una reja. La castigó con puñetazos y estocadas de espada (que rompió) (I, p. 311).

Es versión de Moreto, El caballero, jornada 3, escena 1.

Reflejado en Floresta cómica, o colección, pp. 7–8, en La Floresta andaluza, p 136a, en Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 176–177), en Goyri (Fábulas y cuentos, p. 119–120 [El placer de la venganza], en Bagué–Bajona (Veinticinco siglos de fábulas, p. 635 [El placer de la venganza], en César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 188), en Repollés (Las mejores fábulas, p. 506).

Seleccionado por Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 404).

279. Autoridad en medicina (22 versos en romance, é–o). “En un lugar, claro está”. Ordenó una lavativa; al negarse el enfermo, lo ordenó como autoridad (también era alcalde) (II, pp. 12–13).

Es de Tres Ingenios [Matos Fragoso, Moreto y Cáncer], El Bruto de Babilonia, jornada 1, en Floresta cómica, pp. 32–33.

También recogido en Mendíbil–Silvela (Biblioteca selecta de literatura, IV, lib. VII, pp. pp. 311–312).

280. El miedo de tener miedo (6 versos en romance, í–o). “En un rincón de la sala”. Hubo ruido en un rincón, porque el pobre Galindo, de temor, “ni aun osó estar escondido” (II, p. 14).

Es de Juan Rufo, “Romance de los Comendadores”, vv. 965–970, en Las seiscientas apotegmas y otras obras en verso, ed. de Alberto Blecua, Madrid, Espasa–Calpe, 1972, p. 272. Sobre la naturaleza del romance, así como las diferentes repercusiones (Flores del Parnaso, Romancero General [ed. de Agustín Durán, tom. II, Madrid, (BAE, 16), 1945, p. 76b; nº 1035], etc.) véanse los comentarios p. 245.

Lo recuerda Gracián, Agudeza y arte de ingenio (ed. de Evaristo Correa Calderón, [“Clásicos Castalia”, 14], Madrid, Castalia, 1988, p. 206: Discurso XX: De los encarecimientos conceptuosos).

281. El comer no es cenar (6 redondillas). “Voy á contarte, Roger / Lo que hace tiempo pasó / A un hombre que se casó…”. Ante escribano, el suegro se obligaba a dar de comer al yerno; éste concretó que también de cenar, porque el suegro era muy literal; si no, no se casaba (II, pp. 15–16).

Es versión de Calderón, Saber del mal y del bien, jornada 2, escena 6.

Saber del mal y del bien, jornada 2, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, I, p. 150b; Saber del mal y del bien, jornada 2, escena 6, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, I, p. 27a]: “¿No sabes tú lo que aprieta / La hambre de mediodía? / ¡Es grande cosa el comer! / Escucha lo que pasó / A un hombre que se casó…”.

Recogido en la Floresta cómica, ó colección, pp. 58–59; en Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, p. 42).

Seleccionado también por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 883, pp. 381). En estas recolecciones el comienzo tiene ligera modificación: “Escuchen lo que pasó / á un hombre que se casó”.

282. Caballero apretado (6 redondillas). “Con una dama tenia”. El piojo aprovecha para picar al caballero cuando éste está con su dama, pero el enamorado lo captura disimuladamente. Ella, que lo ve, pregunta que si “murió ya aquel caballero”. Él contesta que no, “pero está muy apretado” (II, pp. 19–20).

Es versión de Calderón, El secreto a voces, jornada 2, escena 15.

El secreto a voces, jornada 2, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, III, p. 358a; El secreto á voces, jornada 2, escena 15, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, I, p. 424a.

Reflejado en Floresta cómica, ó colección, pp. 44–45. Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 49–50). Chevalier (Cuentos españoles, p. 310).

También seleccionado por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 910, p. 405).

283. Los versos con pie (Ovillejo que cierra el cuentecillo). “Don Juan Díaz Esquivel, que enamoraba a la hermosa Margarita, importunaba a Quevedo para que hiciese unos versos en los que cupiesen los tres. Hizo unos versos donde decía que nada sabía decir de ninguno de los tres: “Don Juan Díaz Esquivel / (aquí entra él)…” (II, pp. 21–22).

Es epigrama XIII: A cierto poeta encargó un caballero unos versos para una dama de que era enamorado, con la condición de que se había de hablar de él, de ella y del poeta. Éste escribió: “Don Juan…”, entre los “Anónimos varios”, en Adolfo de Castro, Poetas líricos, p. 575bc. Así en Sáinz de Robles (El epigrama, “Epigramas clásicos anónimos o de autor dudoso”, nº 13, p. 831: A cierto poeta encargó un caballero unos versos para una dama de que era enamorado, con la condición de que se había de hablar de él, de ella y del poeta. Éste escribió: “Don Antonio Pimentel / (aquí entra él) /…).

284. La pasión de coche (3 redondillas). “Siempre Inés va en coche; de esta / Es de quien se ha presumido / Que le dijo á su marido: Con lo que la casa cuesta…”. Inés siempre iba en coche; propuso al marido alquilar coche y ahorrar así el coste de la casa: podían estar en el coche de día y de noche en la cochera (II, pp. 36–37).

Es de Calderón, Mañanas de Abril y Mayo, jornada 1, escena 6 y Nadie fíe su secreto, jornada 2, escena 2.

Mañanas de abril y mayo, jornada 1, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, I, p. 634a–b; y Nadie fíe su secreto, jornada 2, ídem, IV, 538a.

Nadie fíe su secreto, jornada 2, escena 2 («Laura vive aquí, que dijo: “Con lo que la casa cuesta…”»), en Comedias, ed. de Hartzenbusch, IV, p. 51a; y Mañanas de abril y mayo, jornada 1, escena 6, ídem, II, p. 279c (“… Por aquesta / Fué por quien se ha presumido / Que le dijo á su marido: / Con lo que la casa cuesta…”).

Reflejado en Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 73.–74, versión de Mañanas de abril y mayo, y p. 74, versión de Nadie fíe su secreto) y en Sáinz de Robles (El epigrama, “Calderón de la Barca”, nº 29, pp. 438–439, versión de Nadie fíe su secreto).

285. No se consuela el que no quiere (Cuarteta más redondilla). “A sus maridos colgados”. La mujer frente al marido colgado: “Mal por mal / Mejor está mi Pascual, / Que al fin está cara al sol” (II, p. 56).

José Mª Sbarbi y Osuna, Diccionario de refranes, sub voce Mal. “Mal por mal, mejor está mi Pascual, que al fin está cara al sol” (II, p. 15a). Explica que es final de un epigrama, tras lo cual escribe dicho epigrama, y es reflejo fiel del de Boira.

También aparece el final del epigrama en un refranero de Francisco Rodríguez Marín, Más de 21.000 refranes: “Mal por mal, mejor está mi Pascual; que, al fin, está cara al sol. Supónese que lo decía la mujer de uno de varios ladrones que ahorcaron a un tiempo”.

286. Las víboras y el sargento (24 versos en romance, á–o). “Alojaron un sargento / En casa de un boticario / Este quiso resistirlo…”. Hizo creer al sargento que tenía víboras en casa y el militar se fue de ella (II, pp. 59–60).

Es de Francisco Gregorio de Salas Barbadillo, “Casos y cuentos verdaderos”, en Colección de los epigramas y otras poesías críticas, satíricas y jocosas, Madrid, Repullés, 1816, pp. 64–65: Caso ingenioso y verdadero.

También seleccionado por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 29, p. 19).

287. Un parentesco desconocido (42 versos en romance, á–o). “Hace ya días, señores, / Que me acosa sin descanso /…/ Que yo ofrezco al que lo acierte / Pagarle un decente hallazgo”. Un joven le acosa llamándole pariente… porque el abuelo del hermano de la suegra de la tía…, y una larga relación de nombres de parentesco…, fue biznieto “de la nuera / Del primo de la consorte…”, y continúa con otra relación semejante. El autor confiesa no ser capaz de descifrar aquel árbol genealógico (II, pp. 72–73).

Es de Ramón Franquelo, Cuentos, mentiras y exageraciones, Madrid, Imp. de M. R. Fonseca, 1853, 2 tomos, II, pp. 169–171: Una pregunta a mis lectores. “Hace tiempo, amados mios / que me acosa sin descanso…”.

288. Verdades innegables (13 redondillas). Perogrulladas: “Quien duerme no esta despierto, / Sin la sal nada se sala, / Ni es buena una cosa mala / Y lo dudoso es incierto //…” (II, pp. 78–79).

Había sido formulado anteriormente por Pipiritaña, Las mil y una barbaridades, pp. 412–413: Perogrulladas modernas.

289. El amor a ladrillazos (5 quintillas). “Érase un amante honrado,”. Le tiró chinas al zagal enamorado; él dijo que eran chicas. Le tiró un ladrillo, y le hirió. Ella se enterneció con la herida, y todo terminó en boda (II, pp. 87–88).

Es de, Álvaro de Cubillo, El justo Lot, jornada 2, en Floresta cómica, ó colección, p. 50–51.

También seleccionado antes por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 908, pp. 403–404).

290. El hombre bueno de hoy (2 cuartetas). “A un procurador de oficio”. El patán le dijo a un procurador que si le citaban a juicio, le nombraba su hombre bueno (porque cuanto peores son los hombres, mejor para hombres buenos) (II, p. 90).

Recogido por Peratoner (Museo epigramático, p. 90, sin señalar autor) y también seleccionado por Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 495).

291. Todos de justicia (44 versos en romance, é–a). “A un pueblo de once vecinos”. El zapatero se mudaba de un lugar donde había doce familias más. La justicia estaba formada por doce miembros (alguacil, juez…). Sólo quedaba él como única persona en quien ejecutar la justicia (II, pp. 93–94).

Luis Vélez de Guevara, El Ollero de Ocaña, jornada 2, en Dramáticos contemporáneos de Lope de Vega, ed. de Ramón de Mesonero Romanos, (“Biblioteca de Autores Españoles”), Madrid, Rivadeneyra, 1858, II, p. 150bc.

Reproducido en Floresta cómica, o colección, pp. 110–116, Mendíbil–Silvela (Biblioteca selecta de literatura, IV, lib. V, pp. 142–144: Las elecciones para cargos de justicia: “Había un cierto Lugar / Tan incierto que aun apenas…”), en César Armando Gómez (Antología de fábulas, pp. 164–165). El texto está muy alterado, si no proviene de una fuente distinta.

292. Soldado perdonavidas (9 redondillas). “Disputando un capitan / A los soldados halló; / Puso paz y preguntó / La causa de aquel desman. / Dijo uno: –Reparto y doy / La municion por igual…”. Repartían únicamente 25 balas. Uno exigía 30; porque quería matar 30 ingleses. El capitán dijo que perdonase a 5, para que le perdonase Dios (II, pp. 98–99).

Juan Pérez de Montalván, Lo que son Juicios del Cielo, jornada 2, en Floresta cómica, o colección: “En aquella infeliz guerra / que el segundo Sol de España / por la parte de Bretaña / quiso hacer á Inglaterra, / como viese un Capitan / a dos soldados reñir, / puesto en medio, fué a impedir / sino el peligro, el desmán. / Y yá que los sosegó, / como preguntase acaso / la causa de aquel fracaso, / el uno así respondió: / Yo Señor, reparto y doy / la munición por igual…”, pp. 24–27.

293. Noche de novios (18 versos en romance, é–a). “Hubo en los campos de Orán”. Los moros Benarajes, de Orán, golpeaban a sus novias la noche de novios, lo dijeron a un cautivo, para demostrar lo que podían hacer a los enemigos cuando tal hacen a lo que más quieren: “¿Qué harán con sus enemigos / Cuando vayan á la guerra?” (II, pp. 105–106).

De Matos Fragoso, La dicha por el desprecio, jornada 2, o El desprecio agradecido de Lope de Vega.

Matos Fragoso, La dicha por el desprecio, jornada 2, en Dramáticos posteriores a Lope de Vega, ed. de Ramón de Mesonero Romanos, I, p. 329b. Pero el propio Mesonero Romanos incluía en el siguiente tomo de su colección (II, p. XXII) unas rectificaciones en las que exponía que había sido advertido de que la comedia La dicha por el desprecio, de Matos Fragoso, editada en el tomo precedente, era realmente la titulada El desprecio agradecido, que había sido publicada a nombre de Lope de Vega, y que había sido “tenida por extravagante (Zaragoza, 1647) después de la muerte de éste”. El editor, desde la rectificación, tiene especiales escrúpulos en atribuirla a Matos Fragoso, que tanto había plagiado, “aunque los críticos la adjudiquen á Matos”.

La comedia atribuida a Lope como El desprecio agradecido, puede leerse en la Colección de las Obras Sueltas, assí en prosa, como en verso de Frey Lope de Félix de Vega Carpio, tomo X, Madrid, Sancha, 1777. El fragmento finalizando la jornada 2, p. 113.

Reproducción no literal en el artículo de Mesonero Romanos, “Teatro de Matos Fragoso”, Semanario Pintoresco Español, 15 (1852), pp. 114a–118a y en Floresta cómica, ó colección, pp. 54–55 (“Hay en los campos de Orán…”).

294. Razón de más (2 cuartetas). “¿Mis años? Tengo cuarenta,”. Diez años después, volvió a decir que tenía cuarenta años; porque no era hombre de palabra mudable (II, p. 108).

El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p, lo incluye entre los anónimos o de dudoso autor, al igual que Peratoner (Museo Epigramático, p. 42), e Igualmente Federico Sáinz de Robles (El epigrama, “Epigramas modernos anónimos o de autor dudoso”, nº 431; p. 954).

También lo seleccionaban Palacio y Rivera (Museo cómico, II, pp. 239–240, cf. también p. 147).

El tema lo trataba Bernardino Fernández de Velasco (Deleite de la Discreción y Fácil Escuela de la Agudeza [1743], [“Austral”, 662], Buenos Aires, Espasa–Calpe, 1947, p. 116); pero posiblemente tenga carácter popular, se recoge en los Cuentos de Yehá, nº 190: Dios es único y la palabra es única. (“El que verdaderamente es hombre no se desdice de sus palabras”).

295. Mal de corazón (5 redondillas). “Muy largo y mal predicó”. A la mujer le dio “mal de corazón”… de oír el largo sermón, aseguró un atrevido. Enfadado el reverendo, preguntó al indiscreto que por qué lo sabía: “Porque ya siento / Que me quiere dar á mí”. (II, p. 111)

Es de Francisco de Leyva, No hay contra un padre razón.

Reproducido en los “Apuntes biográficos. Leiva”, en Dramáticos posteriores a Lope de Vega, ed. de Mesonero Romanos, I, p. XXIX.

Igualmente en Mendíbil–Silvela (Biblioteca selecta de literatura, IV, lib. V, p. 17), en César Armando Gómez (Antología de fábulas, pp. 188–289) o Chevalier (Cuentecillos, A5).

También lo habían seleccionado Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 571, p. 236) y lo volverán a reflejar Palacio–Rivera (Museo cómico, II, p. 571).

296. La mujer (Soneto). “Es la mujer del hombre lo más bueno; […] Es la mujer, al fin como sangría, / Que á veces dá salud, y á veces mata”. Reflexiones sobre la doble esencia de la mujer, que son ángeles y demonios a la vez (II, p. 138).

Es de Lope de Vega, “Rimas” (Madrid, 1602–Sevilla, 1604), soneto 191, en Obras selectas, I, ed. de Federico Sáinz de Robles, (“Grandes Clasicos”), Madrid–México, Aguilar, 1991, pp. 77ab; con bastantes variantes.

“Rimas Humanas”, soneto CVCI, en Colección de las Obras Sueltas, assí en prosa, como en verso de Frey Lope de Félix de Vega Carpio, Madrid, Sancha, 1776, IV, p. 285.

Lo seleccionaban Peratoner (Museo epigramático, p. 335) y Pipiritaña (Mil y una barbaridades, p. 79).

Es uno de los sonetos más repetidos en obras de diversa índole: traducciones, textos explicativos, manuales de historia de la literatura, de métrica, etc:

– Arturo del Hoyo, Antología del soneto clásico español. Siglos XV–XVII, Madrid, Aguilar, 1963, p. 93.

– Vicente Vega, Diccionario ilustrado de frases célebres y citas literarias, Barcelona, Gustavo Gili, 1973, p. 435 (únicamente la frase del primer verso).

– Ramón Sopena, Frases célebres y citas: 12000 frases y citas literarias, dichos, adagios…, Barcelona, Ramón Sopena, 1988, p. 296.

– Ignacio de Toledo y Godoy, Cancionero antequerano: recogido por los años de 1627 y 1628, ed. de Damaso Alonso y Rafael Ferreres, Madrid, Instituto Miguel de Cervantes, 1950, p. 507.

– Más de 21.000 refranes, glosando el refrán: La mujer y la sangría, a veces matan y a veces dan la vida. Continúa: «Lope de Vega glosó este refrán al fin del soneto siguiente: “Es la mujer del hombre lo más bello […] y es la mujer, al fin como sangría, /que a veces da salud y a veces mata”, etc.».

297. Los trapos en la colada (4 redondillas). “Cuentan que dos se casaron,”. El día de bodas, la novia se quitó los dientes postizos; él, la peluca… (II, pp. 143–144).

Es de Lope de Vega, El mayor imposible, act. 1, escena 4, en Teatro escogido, ed. de E. de Ochoa, París, Librería Europea–Dramard–Baudy, 1867, p. 96b; en Comedias escogidas, Madrid, Imp. de D. M. Ortega, 1826, p. 369.

Recopilado por Federico Sáinz de Robles (Fabulario Español, [“Austral”, nº 1334], Madrid, Espasa–Calpe, 1964, p. 100).

E igualmente por Carmen Hernández Valcárcel, que refleja otra versión paralela del propio Lope de Vega en La mal casada: “Que oí referir que estaban / para acostarse dos novios, / y que él dijo: “Mi alma, / ya somos uno los dos: / Cinco o seis dientes me faltan, / postizos son los que véis, / yo me los pondré mañana”. / Y que ella le respondió: / “Mis ojos, no importa nada; / que yo soy calva también”. / Y quedando destocada, / se quitó una cabellera, / con que le mostró la calva” (Los cuentos en el teatro de Lope de Vega, números 215 y 216; pp. 374–375).

La insertaba en aquellos años Niceto Zamacois en su El jarabe, recordando la cita de Lope [El jarabe. Obra de costumbres mejicanas, jocosa, simpática, burlesca, satírica y de carcajadas, escrita para desterrar el mal humor, herencia que nos legó nuestro padre Adán. Por un nécio que quiso satisfacer, Méjico, Imp. de Luis Inclan, 1861, 2ª aumentada, p. 277].Errado en artículo %&$ donde, p. 96

También se seleccionaba en Palacio–Rivera (Museo cómico, I, pp. 280–281, más una variante que lo recuerda en I, pp. 425–426).

Fábula que insertaba Hartzenbusch entre las suyas (I, LXXX: Tal para cual, de Lope de Vega [Espasa–Calpe, p. 103]).

298. Adivinanza para bobos (Redondilla). Quevedo expuso el siguiente enigma: “Yo soy útil ornamento / De la cabeza del hombre; / Es el sombrero mi nombre: / Adivínalo, jumento”. Todos rieron, menos uno, que al rato dijo que ya acertaba, que era la peluca (II, pp. 147–148).

Había aparecido en Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 165, p. 70), también en Pipiritaña (Las mil y una barbaridades, p. 12).

Lo retomarán igualmente Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 355) y Un Andaluz, Pepitoria, mescolanza o recolección de cuentos, anécdotas, consejas, chascarros, dicharachos, ocurrencias agudas ó necias, sucedidos, epigramas, etc. etc., inéditos los más y rebuscados otros en diferentes y variadas producciones españolas y estranjeras, Madrid, Imp. de R. Labajos, 1865, nº 946, p. 673.

299. El novio rondador (Copla o cuarteta asonantada inserta). Queriendo rondar a su novia, le enseñaron una copla; pero llegado el momento, sólo supo repetir una y mil veces el primer verso de ella: “En tu puerta planté un pino, / Y en tu ventana un peral, / Para que cojas las peras / La mañana de San Juan”. El padre dijo que fuese a plantar los pinos más abajo, que si no, no podría sacar el carro (II, pp. 150–151).

También aparecerá en Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 539). Como anécdota lo recopilará Alberto Perrona (Anécdotas festivas. Cuentos y chistes, Madrid, Imp. del Asilo de Huérfanos del S. C. de Jesús, 1918, p. 40), por lo que posiblemente tenga un fondo popular.

300. Antipatía (1 cuarteta). “Que no te quiero lo sé,/ (…) Pero sé que no te quiero” (II, p. 151).

Recogido por Peratoner (Museo Epigramático, p. 89), sin mención de autor.

Es epigrama de Marcial (Epigramas, I, p. 34; lib. I, nº 33: Á Sabidio). El prologuista confiesa: “Hemos tomado la traducción de este epigrama de la Biblioteca de la Risa [la propia de Boira], que así define la antipatía: no dice por quién está traducido. Don Juan de Iriarte lo ha vertido de este modo:

Yo no te quiero, Sabidio,

Ni el por qué decirte puedo:

Lo que te puedo decir

Es sólo que no te quiero” (pp. 307–308).

301. El toro en el fusil (8 redondillas). “Cerca de San Sebastian”. Absurdo. Un toro le persiguió por un reducto, por una casa, por una ventana, por la chimenea, por el cañón del fusil, de allí no pudo salir el toro, porque lo tapó con el dedo (II, pp. 152–153).

Lo habían reflejado Martínez Villergas y Satorres (El tesoro de los chistes, nº 33, pp. 20–21: Cuento que refería un soldado andaluz á sus amigos). Sobre la autoría del primero, véase Narciso Alonso Cortés, Juan Martínez Villergas: Bosquejo biográfico–crítico, Valladolid, Viuda de Montero, 1913, pp. 148–149.

Sobre otros rebrotes, Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 87–88), Sbarbi (“Literatura facecioso–cornumental”, La Ilustración Española y Americana, 28 [30–VI–1883], p. 54c), Helia Betancourt ([y otros], Romancero y Cancionero general de Costa Rica, San José, Fundación Educativa San Judas Tadeo, 1999, p, 239).

302. El que de ajeno se viste (5 redondillas). “Era cierto hombre que apenas / Para el sustento ganaba, / Con el juego, y se adornaba / Todo de ropas ajenas…”. Como era pobre se vestía con ropas de los amigos. Enfadándose la novia, le rompió un cuello prestado. Un amigo pidió a la novia que no le volviese a romper la ropa, pues si tal hacía era como si riñese con cuantos amigos tenía (II, pp. 159–160).

Es de Juan Ruiz de Alarcón, No hay mal que por bien no venga, acto 1, escena 1, en Comedias, ed. de Juan Eugenio Hartzenbusch, (“BAE”, XX), Madrid, M. Rivadeneyra, 1852, p. 177a–b].

Reproducido en Floresta cómica, o colección, pp. 46–47; también en Chevalier (Cuentos españoles, pp. 243–244: ”Ese pues, poco dichoso, / tan pobre en un tiempo fue, / que por alcanzar apenas / para el sustento, jugaba / la mohatra y se adornaba / todo de ropas ajenas…”, hay otras divergencias menores en el interior de las cinco redondillas).

303. El hijo del negro (16 versos en romance, é–a). “Allá en los tiempos de marras / Se dice que cierta negra / Parió un hijo todo blanco…”. Los padres negros tienen un hijo blanco. El padre se alegra, pues ve en él todo su parecido, salvo en el color (II, pp. 165–166).

Álvaro Cubillo de Aragón, El Señor de Noches Buenas, act. 1, escena 2, en Comedias escogidas, I, Madrid, Imp. de Ortega y Compañía, 1826, pp. 213–214: “Oye Usia: una negra / parió un hijo todo blanco…”; Cubillo de Aragón, Las muñecas de Marcela. El Señor de Noches Buenas, ed. de Ángel Valbuena Prat, Madrid, Imp. Blass, (NBAE, III), 1928, p. 131.

Copiado en Floresta cómica, ó colección, pp. 41–42.

También seleccionado por Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 593).

Francisco Rodríguez Marín (Dos mil quinientas voces castizas y bien autorizadas que piden lugar en nuestro léxico, Madrid, Tip. “Revista de Archivos y Bibliotecas y Museos”, 1922, p. 400: “Oya vusía. Una negra / Parió un hijo todo blanco…”) recuerda dos versos para explicar el uso de vusía).

304. Generosidad arrepentida (Silva, 34 versos). “Por mil friolerillas”. El gitano se ofrece a recibir en sus espaldas el castigo propio y el de su bella Juana, mas, como el castigo le resultase demasiado duro, pidió: “Mi compadre Fernando, / Déle á Juanilla usted de cuando en cuando” (II, pp. 168–169).

Citado por Francisco Aguilar Piñal en el Índice de las poesías publicadas en los periódicos españoles del siglo XVIII, Madrid, CSIC, 1981, p. 209, nº 3685, fábula El gitano, había aparecido el 13 de abril de 1800.

También lo reflejan Martínez Villergas y Satorres (El tesoro de los chistes, nº 612, p. 252) y Palacio y Rivera (Museo cómico, II, pp. 563–564).

305. El matemático (Copla). “Un borracho oyó las dos / Y dijo con mucha paz: / – ¡Hombre! ¿dos veces la una? / Ese reloj anda mal” (II, p. 171).

Había aparecido en Agustín Príncipe (Poesías, México, 1852, epigrama LXXXIV, p. 77), también en Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 4, p. 12) y Pipiritaña (Las mil y una barbaridades, p. 61).

Saltará también a Peratoner (Museo epigramático, p. 97), y lo mencionará Benito Pérez Galdós (en Tormento, Madrid, La Guirnalda, 1884, cap. XXXIII, p. 319): “Oyendo las dos, la mente de la Emperadora repitió alucinada el concepto de aquel borracho que dijo: ¿dos veces la una? Ese reloj anda mal”.


Tradición oral y literatura (X)

Cuentecillos en verso en Rafael Boira (III)

306. Trato social (Serventesio). “De dos clases conocí”. Le repugnan tanto los hombres que hablan de él, como los que hablan de sí mismos (II, p. 179).

El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p, lo incluye entre los anónimos o de autor dudoso. De igual forma Peratoner (Museo epigramático, p. 92) y Federico Sáinz de Robles (El epigrama, “Epigramas modernos anónimos o de autor dudoso”, nº 331; p. 927).

307. El arriero y el macho (24 versos en romance, í–o). “Un arriero andaluz,”. El fanfarrón andaluz pretende sujetar por sí solo al terrible macho que están herrando; se ase a la pata, y es arrojado violentamente; se levanta aturdido, diciendo que busca la pata del animal que se debió ir con él (II, p. 187).

Es de Francisco Gregorio de Salas Barbadillo, “Casos y cuentos verdaderos”, en Colección de los epigramas y otras poesías críticas, satíricas y jocosas, Madrid, Repullés, 1816, pp. 63–64: Caso acaecido en la Plaza de la Cebada.

Reflejado en Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, 96; pp. 38–39) y Palacio-Rivera (Museo cómico, I, p. 68).

308. La suspensión de un cuento (26 redondillas). “En Jaén, donde resido, / Vive don Lope de Sosa, (…)” (II, pp. 175–177).

Fue composición muy recitada de Baltsar de Alcázar; aparece en infinidad de ediciones. Véase, por ejemplo, Baltasar de Alcázar, Poesías. Coleccion mas completa que todas las anteriores. Sevilla, La publicidad, 1856, pp. 84–89. Una variante existente la incluye en Apéndice IV, tras la explicación de que la composición La cena, fue transcrita por José López Sedano en Parnaso español con muchas variantes, dada la variedad de manuscritos que circulaban, pp. 132–136. Esta variante también puede leerse en Poetas líricos, Adolfo de Castro, I, pp. 406–407.

Poesías, ed. de Francisco Rodríguez Marín, (“Biblioteca Selecta de Autores Clásicos Españoles”, 12), Madrid, Real Academia Española, 1910: La Cena jocosa (Lección del códice del Fernández-Guerra): “En Jaén donde resido…”, y la variante La Cena (Lección de los códices de Arroyo y Maldonado): “En Ronda, donde resido,…”, pp. 78–81.

Obra Poética, ed. de Valentín Núñez Rivera, (“Letras Hispánicas”, 508), Madrid, Cátedra 2001, pp. 381–386, 114b: Cena jocosa; más la variante, titulada Cena, que comienza “En Ronda donde resido”, pp. 377–380, 114a.

Seleccionado en Eugenio de Ochoa (Tesoro de los romanceros y cancioneros españoles, nº XLVII, pp. 448b–449a), también en Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 374; pp. 147–150).

309. Receta para curar el mal de ausencia (Décima). “Se ponen al fuego dos / Adarmes de indiferencia”, alegría, olvido… (II, p. 198).

Podría ser una décima tradicional. Aparece en diversos tratados de tal poesía, así, por ejemplo en Margit Frenk Alatorre, Coplas del amor desdichado y otras coplas de amor, México, Colegio de México. Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, 1977, nº 4708.

310. Desear lo prohibido (44 versos en romance, í–a). “En una ciudad de España / Había una doncellita…”, que a escondidas hurtaba la ceniza para comerla; al enfermar, el médico fingió que para no morir debería comer un brasero lleno de ceniza cada día. Cuando comenzó la prescripción, le faltó el sabor de lo prohibido, y comenzó a notar desabrida la ceniza, hasta llegar a sentir horror hacia ella, tanto que al notar próximos los días de pascua “Lloraba en Carnestolendas / El Miércoles de Ceniza” (II, pp. 199–200).

Es de Agustín Moreto y Cabaña, Yo por vos, y vos por otro, jornada 1, escena 2, en Comedias escogidas, ed. de Luis Fernández–Guerra y Orbe, (“Biblioteca de Autores Españoles”, 39), Madrid, Imp. Sucesores de Hernando, 1911, p. 375, “Vaya un ejemplo. En mi tierra / había una doncellita,…”.

Reflejado por Goyri, Fábulas y cuentos, pp. 115–117 [Codicia de lo prohibido].

311. Enfermedad de médico (2 cuartetas). “Yo estaba de mal humor”. Solamente estaba de mal humor, llegó el médico, y le dejó con calentura (II, p. 215).

Andrés Laguna (Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal, traducido de lengua griega en la vulgar castellana e ilustrado con suscintas anotationes (1566), ed. de Rafael Díaz Casariego, Madrid, Arte y Bibliofilia, 1984, lib. V, cap. VII).

312. El deleite se descubre solo (5 redondillas). “Un cura quiso enmendar”, los pecados de un jovenzuelo; para señalarlo veladamente en el sermón, hizo que lanzaba una piedra: el joven se agachó (II, pp. 267–268).

Es de Juan de Matos Fragoso, Antonio Martínez y Agustín Moreto, Comedia famosa. Oponerse a las estrellas, Valencia, Imp. Viuda de Joseph de Orga, 1763, p. 17b.

Copiado en Floresta Cómica, o colección, pp. 9–10 (Tres Ingenios [J. de Matos, Juan Martínez, Moreto]: Oponerse á las Estrellas, Jornada 2).

El tema es de cuento folklórico, véase Aarne-Thompson, nº 964: El ladrón (asesino) es engañado y se traiciona por un gesto y Boggs 1831*C.

También José Luis Agúndez García, “Cuentos Populares Andaluces (XVI)”, Revista de Folklore, 296 (2005), pp. 49–66, nº 17: La patata del cura.

313. Amor y jamón (24 versos en romance, ó–a). “Segun las historias cuentan, / Cierta mujer, allá, en Roma…” cierta mujer romana supo tener contento al hombre dándole de comer cerdo (que empezó ofreciendo para perjudicarle, pensando que era un animal venenoso), pero terminó por agradarle al marido, que la compensó con agasajos, lo que sabido por las demás mujeres sirvió de ejemplo (II, pp. 278–279).

Es de Lope de Vega, El Hijo de los Leones, acto 2º, parte decinueve y la meior parte de las comedias de Lope de Vega Carpio…, Madrid, Juan Gonçalez, 1624, pp. 109b–110a: “…Es historia / – ¿Cómo? –Escuchad el principio / cierta muger allá en Roma…”.

Puede leerse en Floresta cómica, ó colección, pp. 88–89; o Carmen Hernández Valcárcel (Los cuentos en el teatro de Lope de Vega, nº 258).

Con reflejo en Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 873, p. 374).

314. Los alojados (6 redondillas). “Oye, que decirte intento,” las travesuras de los soldados que acuden a alojarse (II, pp. 285–286).

Es de Diego y D. Joseph de Figueroa y Córdova, Leoncio y Montano, jornada 1, en Floresta cómica, o colección, pp. 20–22].

Lo extractaba Ramón de Mesonero Romanos en los apuntes biográficos de “Los Figueroas” en su Dramáticos posteriores a Lope de Vega, I, p. XXX.

315. Gustos que merecen palos (36 versos en romance, á–e). “En cierta parte del mundo,” una hechicera volvía a los hombres en animales. Llegó un hombre a desencantarlos, hasta que llegó al cerdo, que se negó por estar a “gusto de ser cochino” (II, pp. 295–296).

Es versión de Rojas Zorrilla, La más hidalga hermosura, jornada 2, en Comedias escogidas, ed. de Ramón de Mesonero Romanos, Rivadeneyra, BAE, LIV, 1861, p. 511a.

Lo recogían P. Mendíbil y M. Silvela, “Poesía didáctica: fábulas y apólogos: El hechizado por gusto”, en su Biblioteca selecta, lib. VII, pp. 309–310, como de Tres Ingenios, así como Floresta cómica, ó colección, pp. 83–85, que lo atribuye también a Tres Ingenios [Rojas, Coello y Vélez].

También aparece en recolecciones más modernas, Goyri (Fábulas y cuentos, pp. 162–163 [El cochino]), Bogué–Bajona (Veinticinco siglos de fábulas, pp. 629–630 [El cochino]), César Armando Gómez (Antología de fábulas, pp. 184–185) o Repollés (Las mejores fábulas, pp. 503–504), todos ellos atribuyéndolo a Rojas Zorrilla.

316. El epitafio de una viva (Pareado de cierre). Scarron mandó a la mujer que quería un epitafio que se tumbase detrás de la puerta, entonces dijo: “Allí yace tras la puerta / Una mujer que no es muerta” (II, p. 299).

Aparecía en Pipiritaña (Las mil y una barbaridades, p. 74) y se reflejará en Palacio–Rivera (Museo cómico, II, p. 592).

317. El arte y la naturaleza (20 versos en romance, é–a). “Sobre quién podria mas, / El arte ó naturaleza, / Disputaban dos, y el uno / Con industria y diligencia…”, enseñó a un gato a sostener una vela en su cabeza; pero la habilidad no tuvo efecto cuando el otro soltó un ratón. “Más que el arte puede la naturaleza” (II, p. 311).

Es de Cristóbal de Monroy, El Encanto por los Zelos y Fuente de la Judia, jornada 3ª, en Floresta cómica, ó colección, pp. 157–158] “… Escucha: / aquesta disputa mesma / tuviéron dos hombres: uno / con industria y diligencia…”.

También en Goyri (Fábulas y cuentos, pp. 121–122).

318. La delación inocente (Cuarteta). “Falso es el duro, bribón,” no, que lo hizo mi padre anoche (II, p. 312).

Recogido por Peratoner (Museo epigramático, p. 89), sin mención de autor.

También lo escogieron Palacio y Rivera (Museo cómico, I, p. 511, sin señalar autor), que también recopilaron otra variante en prosa; cuando el muchacho va a pagar con una peseta, y el estanquero le dice que es mala, se defiende: “…pues mire usted, no ha podido quedar mejor… Mi padre ha estado toda la mañana untándola con azogue” (I, p. 127).

319. La sangría para todo (18 versos en romance, á–a). “Un doctor tuvo un criado”, pese a ello le hurtaron la capa. El doctor le dice al criado que se sangre… de la vena del arca (III, pp. 27–28).

Es de Álvaro de Cubillo, Perderse por no perderse, jornada 2, en Floresta cómica, ó colección, pp. 30–31, en Adolfo de Castro (Poetas líricos, p. 572a), en Luis Redonet y López-Dóriga (Escarceos y brochazos, Madrid, Sobrinos de M. Minuesa de los Rios, 1922, p. 96), en José García Mercadal (Antología de humoristas españoles del siglo I al XX, Madrid, Aguilar, 1964, 3ª ed., p. 330).

Seleccionado por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 909, pp. 404–405).

320. El interés propio (3 redondillas). “Desde una reja miraba / Un canónigo en Toledo” cómo una mula iba de peña en peña; empezó a preocuparse cuando vio tras ella a su lacayo [“sabiendo que era la suya.”] (III, p. 35).

Es de Lope, La esclava de su galán, jornada 3, escena 22 (en Obras selectas, I, 1378b–1379a).

Reflejado en la Floresta cómica, o colección, pp. 107–108 y La Floresta andaluza, 45 (21–12–1843), p 137a (237a).

Aparece en Dionisio de Nogales Delicado y Rincón ([Caballero de Santiago, Maestre de Granada], Dichos españoles históricos, anecdóticos, populares y literarios que para apacible entretenimiento de lectores curiosos da a la estampa Don D. de N.–D.R., Sevilla, Imp. de F. Díez, 1913–1915. 3 series, I, pp. 162–163, bajo el dicho La risa del canónigo), atribuyéndolo a Tirso.

321. Modificación de apellidos (5 redondillas). “Si á un padre un hijo querido”. Explicación burlona de cómo un tal Sotillo llegó a llamarse Soto Mayor (III, p. 51).

Es de Calderón de la Barca, El Ingrato, jornada 1, en Floresta cómica, o colección, pp. 23–24. Reproducido también en Mendíbil–Silvela (Biblioteca selecta de literatura, IV, lib. V, p. 16).

Juan de Matos plagió la obra de Calderón, a la que tituló El ingrato agradecido, en ella copió también el fragmento, cf. la edición de H. C. Heaton, New York, Hispanic Society of America, 1926, pp. 29–30.

Fue seleccionado por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 471, pp. 196–197) y Palacio–Rivera (Museo cómico, II, p. 464).

Nogales (Dichos, II, p. 196-197, lo menciona bajo el dicho Pariente del Bayle, por parte de su rocín).

322. Quevedo y Montalván (Redondilla inserta). Felipe IV quiere reconciliar a ambos literatos invitándolos a un almuerzo; cuando todo parece ir bien, la interpretación de un cuadro reaviva los antagonismos. “Fuertes azotes le dan / porque á Cicerón leía…”, réplica de Quevedo para completar una redondilla: “¡Fuego de Dios! ¿qué sería / si leyera á Montalván?” (III, p. 61).

El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p, refleja el siguiente epigrama como de Quevedo: “Los ángeles a porfía, / grandes azotes le dan / porque a Cicerón leía, / Ira de Dios, qué sería / si leyese a Montalbán!”

Ramón de Mesonero Romanos, en su edición de Dramáticos contemporáneos de Lope de Vega, II, p. XXXI, explica que la anécdota ocurrió en casa de Velázquez: “Los ángeles á porfía, / Al Santo azotes le dan / Porque á Cicerón leía” a la ocurrencia de Quevedo: “¡Cuerpo de Dios, qué sería / Si leyera á Montalvan”.

Pedro José Suppico de Moraes (Colleccao politica de apothegmas, ou ditos agudos, e sentenciosos, Coimbra, F. de Oliveyra, 1761, p. 407) explica que la anécdota ocurrió cuando un bienintencionado quiere reconciliar a ambos poetas y les pide que hagan una copla a san Jerónimo: “Per leèr a Ciceron / Muchos açotes le dàn / –Respondeo Quevedo– Miren ustèdes que hizieran, / Si leyera a Montalván”.

Pepitoria, mescolanza, nº 421, p. 306, lo refiere comentando un cuadro del Escorial representando los azotes de Cristo.

Víctor Balaguer (Los frailes y sus conventos. Su historia,– Su descripción.– Sus tradiciones.– Sus costumbres. Su importancia, II, Madrid-Barcelona, Llorens Hermanos, 18513, pp. 46–47) explica la historia muy pormenorizadamente. Según él todo se originó con una visita de Montalbán (o Montalvan) al Monasterio de El Escorial; cuando el doctor vio un cuadro del “anacoreta azotado por darse tanto a los clásicos”, meditó y escribió debajo los dos versos de Boira (cambiando Fuertes por Grandes). En visita posterior el ácido Quevedo leyó los versos y concluyó la redondilla: “ira de Dios! que seria [este es el verso más inestable] / si leyese a Montalvan”. El hecho corrió por la corte y muchos curiosos acudieron a ver los versos, pero ya los monjes los habían borrado.

Idénticos versos repite Aureliano Fernández–Guerra y Orbe, que simplifica la anécdota contando que estaban unos curiosos viendo un cuadro de san Lorenzo en la puerta de Guadalajara, cuando pasó por allí Quevedo y “rompió de repente en esta redondilla” (en la edición de Quevedo, Obras: colección completa, corregida, ordenada e ilustrada, [“Biblioteca de Autores Españoles”, 23], Madrid, Impr. de M. Rivadeneyra, 1852, p. LXXXI).

Seleccionado por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro, nº 142; p. 56) y Palacio–Rivera (Museo cómico, I, pp. 77–78).

323. La glosa (Verso inserto. 1 redondilla). Le pide un inquisidor a Quevedo que le glose el verso: “Dios y el diablo en un costal”. Con una redondilla (“Ven acá, bruto, animal…” explica que no es posible (III, p. 66).

Posiblemente de tradición popular: la redondilla también la recogía Pipiritaña en Las mil y una barbaridades, p. 148.

324. De curandero á torero (Redondilla). “Curandero era Gaspar”, ahora es torero y hace como antes: matar (III, p. 80).

Recogido por Peratoner (Museo epigramático, p. 106), sin especificar autor. Lo empleará Sbarbi (”Literatura facecioso–cornumental”, La Ilustración Española y Americana, 28 [30–VI–1883], p. 54a).

325. Arte de enviudar (5 redondillas). “A un discreto que enviudó” y explicó que para enviudar hay que querer a la mujer, porque el que quiere enviudar no lo consigue nunca (III, pp. 88–89).

Es de Matos Fragoso, La Corsaria Catalana, jornada 2, en Floresta cómica, ó colección, pp. 131–132.

Reproducido en las notas de Mesonero Romanos sobre la biografía de Matos Fragoso en Dramáticos posteriores a Lope de Vega, I, p. XXVII. También en su artículo, “Teatro de Matos Fragoso”, Semanario Pintoresco Español, 15 (1852), pp. 114a–118a.

Seleccionado por Martínez Villergas–Satorres (Tesoro de los chistes, nº 956, p. 449).

326. Nadie se tiene por tonto (6 versos en romance, é–o). “Hizo un loco esta pregunta:” ¿Qué es lo mejor repartido? El entendimiento: cada uno se contenta con el suyo (III, p. 94).

Es de Calderón, ¿Cuál es mayor perfección?, jornada 1, escena 5.

¿Cuál es mayor perfección?, jornada 1, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, III, p. 54b; ¿Cuál es mayor perfección?, jornada 1, escena 5, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, I, p. 72ab.

Reproducido en Mendíbil–Silvela, Biblioteca selecta de literatura, IV, lib. V, p. 16; en Floresta cómica, ó colección, p. 28; en Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, p. 29), en Fermín Sacristán (Doctrinal de Juan del Pueblo, Madrid, Vda. e hijos de Murillo, 1911. 2 tms., p. 287).

327. Viajar sin saberlo (32 versos en romance, é–o). “En una huerta del Prado” bebía el extranjero, y lo dejaron en la puerta de Alcalá. Le subieron a un coche pensando que era uno de los viajeros, cuando se dio cuenta estaba en Alcalá, sin dinero para pagar el viaje. Debió volver a Madrid desnudo, pues le tomaron la ropa como pago del viaje (III, pp. 97–98).

Es de Matos Fragoso, La dicha por el desprecio, jornada I, en Dramáticos posteriores a Lope de Vega, I, p. 322a.

La dicha por el desprecio, jornada 1, escena 2, en Floresta cómica, ó colección, pp. 66–68.

Seleccionado también por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 880, pp. 378–379). Posiblemente, tanto ellos como Boira, copien de la Floresta.

Con ligerísimas variantes se hallaba en Lope de Vega, El desprecio agradecido, en Carmen Hernández Valcárcel (Los cuentos en el teatro de Lope de Vega, nº 219). Puede leerse directamente en Lope Félix de Vega Carpio, El desprecio agradecido, jor. I, en Colección de las obras sueltas, assí en prosa como en verso, X, p. 65.

328. Profecías de Pero Grullo (12 redondillas encadenadas). “En el año de ochocientos / (…) / Vendrá mayo tras abril…” (III, pp. 121–122).

Es de Julián de Medrano, Silva curiosa (cf. José María Sbarbi, El Refranero general español, X, p. 296, o Diccionario de refranes, sub voce Verdades: Las verdades de Perogrullo que a la mano cerrada llamaba puño, II, pp. 440a–441a). Recuerda las de Quevedo en la Visita de los Chistes (“Muchas cosas nos dejaron / las antiguas profecías…) y las de Medrano.

Las utiliza Joseph de Serna para la introducción, “Número I”, en El Bufón de la Corte, pp. 3–16. Como halladas en la Cueva de Salamanca y tomadas por Julián de Medrano.

También seleccionadas por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 989, pp. 460–462: Profecías de Pero–Grullo).

329. El labrador hechicero (8 redondillas). “Cierto labrador cogía” mayor cosecha que su vecino, lo que comunica al juez acusándole de encantamientos. El vecino se presentó con buenos bueyes, aperos y trabajadores para que el juez viese sus hechizos (III, pp. 137–138).

Ramón de Mesonero Romanos anota en los “Apuntes biográficos y críticos” (de Dramáticos contemporáneos de Lope de Vega, II, p. XXIII) referidos a Felipe Godínez, que este autor utiliza frecuentemente asuntos religiosos o bíblicos, como es el ejemplo expuesto, inserto en O el fraile ha de ser ladrón o el ladrón ha de ser fraile, que no es otra cosa que una parábola puesta en labios de San francisco de Asís.

La misma filiación concede Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 176). La Floresta cómica, pp. 73–75, también concede la autoría a Felipe Godínez, La ocasión hace al Ladrón, jornada 2ª.

La anécdota la retrotrae Mal Lara (Philosophía, VI, 68) a Plinio, lib. 18, cap. 6.

330. Nada en catorce versos (Soneto). “Caen de un monte á un rio entre pizarras,” un vergel, poblado de ninfas… y “Jamás me sucedió cosa ninguna” (III, pp. 152–153).

Es de Lope: Lope de Vega y Juan de Jáuregui, “Sonetos burlescos”, 1, en Poesías escogidas, Madrid, Imp. de Sancha, 1821, p. 98. En edición moderna, Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos (ed. de Juan Manuel Rozas y Jesús Cañas Murillo, Castalia, 2005. [10, Describe un monte sin qué ni para qué]). Evidentemente, en éste, como en otros, la composición aparece en infinidad de ediciones y recopilaciones. Entre ellas, las que venimos señalando sistemáticamente como de índole idéntica a la de Boira: Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 367; p. 144) y Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 59).

331. El deudor tuerto (2 cuartetas). “Cien duros, segun la cuenta,” te debía Antón. Toma los cincuenta que te ofrece al quedar tuerto, no vaya a quedarse ciego (III, p. 154).

El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p., lo atribuye a J. González. Federico Sainz de Robles (El epigrama, “Epigramas modernos anónimos o de autor dudoso”, nº 41; pp. 846–847) opta por darlo como anónimo.

332. El gato y el cascabel (4 redondillas). “Juntáronse los ratones” para librarse del gato. La solución era ponerle un cascabel, pero ¿quién se atrevería a ponérselo? (III, p. 157).

Es de Lope de Vega, La esclava de su galán, act. 1, escena X, en Obras selectas, ed. de Federico Sáinz de Robles, I, pp. 1335b–1336a: “El cuento viejo ha venido / aquí a pedir de cogote / Juntáronse…”).

Reproducido en Floresta cómica, o colección, pp. 127–128; Goyri (Fábulas y cuentos, pp. 189–190 [El cascabel al gato]) anota la conexión con la versión de Samaniego, que ella misma ha incluido en la p. 80).

Para la tradición y repercusiones de la fábula conviene acudir al estudio de Chevalier (C. Folklóricos, nº 15, tipo 110), así como al catálogo elaborado con Camarena (Julio Camarena y Maxime Chevalier, Catálogo Tipológico del Cuento Folklórico Español, [“Biblioteca Románica Hispánica”, IV, Textos, 24 y 26], Madrid, Gredos, 1995–1997. 2 vols., tipo 110) para las conexiones con el folklore. Evidentemente, es cuento inventariado en el catálogo general de Aarne–Thompson y en el de Uther, tipo 110: Ponen cascabel al gato (motivo J671.1 de Thompson: Poner cascabel al gato).

En Bagué y Bajona (Veinticinco siglos de fábulas, pp. 445 y 499–500), podemos encontrar dos versiones más no señaladas por Chevalier, una de un Isopete francés: El consejo de los ratones y otra de Eustaquio Deschamps (1345–1405), balada LVIII: Los ratones y el cascabel.

333. La escultura (Tercerilla inserta). Dijo un italiano que “Cada pedazo de mármol encierra una bella estátua; lo difícil es sacarla”; Tirso de Molina había dicho en verso (“¿De qué roble, dime, Aurora, / No sale una imágen bella / Que el mundo después adora?”) que de cualquier roble sale una bella imagen que después se adora (III, p. 167).

Es otra de las pocas veces en que cita nombre de autor; efectivamente, los versos son de Esto sí que es negociar, acto 3, escena 1, en Fray Gabriel Téllez (El Maestro Tirso de Molina), Obras escogidas, ed. de Juan Eugenio Hartzenbusch, (“Biblioteca de Autores Españoles”), Madrid, Rivadeneyra, 1848, p. 259b.

Seleccionado por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 487, p. 203) y Palacio–Rivera (Museo cómico, II, p. 30 y I, p. 224)

El italiano anónimo al que se refieren estas versiones no es otro que Miguel Ángel. Las anécdotas que se cuentan son muchas y la forma en que se expresan también es variada; pero parece que sí era una idea que repetía con frecuencia. Le preguntaron cómo había hecho La Noche y contestó que tenía un bloque de mármol que ocultaba la figura; en la disputa por un bloque de mármol con Leonardo para el Gigante volvía a repetir la idea. Hoy es proverbial el dicho de que en todo bloque de mámol hay una estatua, lo que importa es sacarla.

334. La intención de robar (22 versos en romance, í–a). “Fue á confesarse un soldado” porque había pretendido robar una gallina, que se le escapó. El confesor le dice que restituya con una limosna: saca unas monedas y se las guarda: igual que huyó la gallina, desaparece la limosna. “…Que cuando quise cogerla / huyó y me dejó per istam” (III, p. 169).

Recogido ya en Martínez Villergas–Satorres (Tesoro de los chistes, nº 446, p. 188), sin los dos últimos versos.

Para el estudio del tema conviene acudir a los trabajos de Chevalier (Cuentos folklóricos, nº 228, tipo 1804 y “Quince cuentos jocosos”, nº 8). El tema es de asunto popular. Es cuento catalogado por Aarne–Thompson, tipo 1804: La penitencia imaginada por el pecado imaginado.

Véase también José Luis Agúndez García, “Cuentos Populares Andaluces (XIV)”, Revista de Folklore, 238 (2004), pp. 13–31, nº 9: Pagando el olor con el sonido. A las versiones allí señaladas habría que agregar una de Salazar (“El libro curioso”, [262] 17).

335. Soneto sin asueto. “Un soneto me manda hacer Violante” (III, pp. 211–212).

Lope de Vega, La niña de plata, act. III, escena IV, en Obras selectas, ed. de Federico Sáinz de Robles, I, p. 679.

Posiblemente sea uno de los sonetos más recitados de la historia de la literatura hispana; por ello su insistente presencia en manuales es palpable.

Entre las recopilaciones que venimos señalando, se asienta en Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 381; pp. 158–159).

336. El sueño dorado (14 versos en romance, ú–a). “Soñaba un hombre una noche” que cabalgaba por un tesoro al Gran Cairo; al ir a coger el tesoro, cayó de la cama y quedó descalabrado y a oscuras (III, p. 249).

Cuentecillo que extracta el editor, Ramón de Mesonero Romanos, de una obra escrita únicamente por Villaviciosa, Nuestra Señora del Pilar, frente a otras en que lo hizo en colaboración con otros dramaturgos (Dramáticos posteriores a Lope de Vega, I, p. XXXI).

Fue copiado, señalando su procedencia, en Floresta cómica, ó colección, p. 81; en Goyri (Fábulas y cuentos, p. 135: [El sueño engañoso]), en Bagué–Bajona (Veinticinco siglos de fábulas, p. 642 [El sueño engañoso]), en César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 190).

También fue copiado por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 878, p. 377) y rehecho por Jérica y Corta (Cuentos jocosos, p. 42, nº V: De un sastre).

337. Vaya un agradecimiento (10 versos en romance, é–a). “Un hombre que estaba malo,” fue bien asistido por un amigo, y pidió a Dios que le sanase para ver morir al amigo demostrándole su agradecimiento mediante sus cuidados (III, p. 255).

Es de Calderón, Amado y aborrecido, jornada 2, escena 1.

Amado y aborrecido, jornada 2, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, IV, pp. 482b–483a; Amado y aborrecido, jornada 2, escena 1, en Comedias, ed. de Juan Eugenio Hartzenbusch, III, p. 217c.

Transcrito en la Floresta cómica, o colección, p. 97, en Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 44–45) y en Sáinz de Robles (El epigrama, “Pedro Calderón de la Barca”, nº 23, p. 436).

También en Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 870, p. 372).

338. Regalo que el embajador turco trajo al rey de España en 1791 (10 décimas). “Una brillante sortija / Del gran caballo del Cid; / Y del arpa de David / Un bordon y una clavija; / La llave de la balija / Del correo de Sodoma, / Y el cuello de la redoma / Donde destilaron sales / Los espíritus vitales / Del zancarron de Mahoma”. Descripción extensa, absurda y burlesca de objetos disparatados (III, pp. 278–281).

Había aparecido en el Semanario Pintoresco Español, 48 (1850), p. 384: Relacion de la familia y regalos que trajo al rey de España. Mustafá, embajador del Gran Turco, que se embarcó en Constantinopla á primeros de abril de 1791, y llegó á España á principios de marzo. Confiesa que fueron décimas de un poeta de aquellos tiempos, que no quiere recordar.

339. El deseo de lo ajeno (5 quintillas). “Ved si es raro el natural / De una voluntad incierta. Una mujer principal…” que vendió su huerta porque no le apetecían sus peras, cuando todos intentaban robárselas. Después de venderla, comenzaron a antojársele las peras, y no faltaban en su mesa (III, pp. 296–297).

Fray Gabriel Téllez (El Maestro Tirso de Molina), El pretendiente al revés, jornada 1, escena 8, en Obras escogidas, ed. de Juan Eugenio Hartzenbusch, p. 25bc: “No sé en eso el natural / De su voluntad incierta. / Una mujer principal…”; en Teatro escogido, Madrid, Imp. de Yenes, 1840, VIII, p. 152, en Cuentos. Fábulas, descripciones, diálogos, máximas y apólogos, epígramas y dichos agudos escogidos en sus obras, con un discurso crítico por DRMR, ed. de Ramón de Mesonero, Madrid, Mellado, 1848, p. 32.

Copiado en Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 103–104).

Reelaborado por Jérica y Corta (Cuentos jocosos, p. 85), que a pie de página hace transcripción del cuento de Tirso.

CUENTOS YA INVENTARIADOS

359. La tos y los dientes (Cuarteta y redondilla). “Cuatro dientes te quedaron / (Si bien me acuerdo); mas dos”. En una tos volaron dos, en otra los otros dos que le quedaron (I, p. 125).

De Bartolomé Leonardo de Argensola, epigrama VI, de los traducidos de Marcial, en Adolfo de Castro (Poetas líricos de los siglos XVI y XVII, Madrid, M. Rivadeneyra, 1854, p. 360a); Manuel J. Quintana, “Bartolomé de Argensola, Epigramas, II”, en Tesoro del Parnaso español, p. 162b; El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p., de Argensola.

También Roberto Robert (El mundo riendo, p. 673) apuntaba que es epigrama de Bartolomé Leonardo de Argensola.

Copiado por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro, nº 366; p. 144).

Sáinz de Robles (El epigrama, “Francisco de Quevedo y Villegas”, nº 38 [A Ana], p. 227) refleja una versión paralela de Quevedo: “Si bien me acuerdo, una tos / de cuatro dientes que halló / en ti, los dos se llevó…”.

El epigrama, en efecto, es de Marco Valerio Marcial (Epigramas, I, p. 28; lib. I, nº 20: Á Elia). El prologuista anota (p. 305) que fue traducido por Bartolomé Lupercio de Argensola y que también fue vertido por don Juan de Iriarte en una décima: “Cuatro dientes, y no más, / Tenías Elia, mas dos / Te hizo escupir una tos…”.

368. El pelo atado (2 redondillas). “Con trenzas de pelo atada”, llevas la cabeza, porque se te va el cabello (I, p. 170).

Como en el caso precedente, Roberto Robert (El mundo riendo, p. 345) apuntaba la autoría de Salvador Jacinto de Medina.

Efectivamente, puede hallarse como epigrama, XXIV (A un calvo que se ataba el pelo) (en El buen humor de las musas); o como epigrama XXIV (A un calvo que se ataba el pelo) (en Adolfo de Castro, Poetas líricos, p. 202a). También en Sáinz de Robles (El epigrama, “Salvador J. Polo de Medina”, nº 12, p. 463) o en El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p.

378. Contra el mal de suegro (33 versos en romance, é–o). “Glorioso San Sebastian…”. Plegarias al santo para que le libre del suegro. Parece inspirado en el famoso cuentecillo (I, pp. 218–219).

Ramón de Mesonero Romanos en los apuntes sobre Montalbán, en Dramáticos contemporáneos a Lope de Vega, II, pp. XXXIVc–XXXVb.

Fernán Caballero utiliza esta composición (Cuentos y Poesías Populares Andaluces, Leipzig, Brockhaus, 1866, p. VIII) para su conocida cita en que supone que la copla burlesca tiene más posibilidad de que subiese del pueblo a Montalbán (Morir y Disimular [1619]) que de él bajase al pueblo.

Vimos que fue material en la recopilación de Roberto Robert (El mundo riendo, pp. 178–180).

Hay una variante de carácter claramente folklórico, según el catálogo de Aarne–Thompson, nº 1476: Rezo por un marido. Sobre este tema, véase José Luis Agúndez García, “Cuentos Populares Andaluces (XX)”, Revista de Folklore, 317 (2007), pp. 168–180: Cristobalito o Cristobalón.

379. El consuelo de la albarda (3 redondillas). “Robáronle á Antón Llorente”. Se consuela porque, al robarle el rocín, le dejaron la albarda (I, pp. 220–221).

Es composición de Luis de Belmonte Bermúdez, reproducida en Floresta cómica, o colección, pp. 72–73 (como de Velmonte, El príncipe villano, jornada 1); en P. Mendíbil y M. Silvela (Biblioteca selecta de literatura, IV, lib. V, pp. 18–19); en Flor de Letrillas, colección escogida de las mejores composiciones castellanas de este género, [“Biblioteca Nacional”, 2ª serie, 5], Madrid, Labajos, 1866, p. 18, “Cuento”); en César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 174).

Copiado por Roberto Robert (El mundo riendo, p. 314), que también desvela al autor del epigrama, Luis Belmonte Bermúdez.

385. El novicio jugador (18 versos en romance, ó–o). “Era un novicio tahur”. El jugador no oraba; amonestado, dijo que lo haría si el libro del rezo llevase las letras como era el as de oros (I, pp. 239–240).

De Felipe Godínez, Aun de noche alumbra el sol, jornada 2, en Dramáticos contemporáneos de Lope de Vega, ed. de Mesonero Romanos, II, p. 206c.

Recopilado en la Floresta cómica, o colección, pp. 10–11; en César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 175); en Chevalier (Cuentos españoles, p. 245).

También escogido por Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 454, p. 191), Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 431) y Roberto Robert (El mundo riendo, p. 18) [“Era un Cura tan tahúr”…].

387. La alegría para todos (Redondilla). “El marqués y su mujer / Contentos quedan los dos; / Ella se fue a ver á Dios / Y á él le vino Dios a ver” (I, p. 285).

Copla o canción de difícil filiación, José Mª Alín (Cancionero tradicional, Madrid, Castalia, 1991), que recoge la versión de [Francisco] López Zapata [de Fragmentos del ocio, 1683, nº 1160] y menciona la de Luis Vélez de Benavente, dice que carece de importancia su autoría: “Lo importante es que la canción aún permanece en el cancionero” (p. 12).

Epigrama X: A un marqués que quedó viudo, entre los “Anónimos varios”, en Adolfo de Castro, Poetas, p. 575b.

También parece atribuirse a Álvaro Cubillo de Aragón en El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p. Así en Sáinz de Robles (El epigrama, “Álvaro Cubillo de Aragón”, nº 4, p. 406), aunque vuelve a repetirlo como anónimo copiando a Adolfo de Castro (entre los “Epigramas clásicos anónimos o de autor dudoso”, nº 10; p. 830).

Copiado en Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 113), Roberto Robert (El mundo riendo, p. 11). Y Nogales (Dichos, II, p. 99: bajo el dicho El marqués y su mujer –contentos quedan los dos. –Ella se fue á ver á Dios– y á él le vino Dios á ver).

392. El vado y la puente (18 versos en romance, é–o). “Caminando iba un abad”. El abad prefiere ir hasta el puente y no arriesgarse por el vado en el que el día antes había caído uno (II, pp. 7–8).

Es de Agustín Moreto y Cabaña, No puede ser, act. 1, esc, 4, en Comedias escogidas, II, Madrid, Imp. Ortega y Compañía, 1828, pp. 32–33: “Iba camino un Abad…”.

Reproducido en la Floresta cómica, o colección (pp. 14–15, de No puede ser el guardar una Muger, jornada 1), en Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 175–176), en Roberto Robert (El mundo riendo, pp. 480–481), en Goyri (Fábulas y cuentos, p. 118 [Por la puente que está seco]), en Sáinz de Robles (El epigrama, “Agustín Moreto y Cabaña”, nº 4, p. 496), en Bagué–Bajona (Veinticinco siglos de fábulas, p. 634 [Por la puente, que está seco]; también extractan el tema de Pedro Alfonso, Ejemplo del vado, p. 263), en César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 187), en Manuel Bernal Rodríguez (El hábito no hace al monje. Clero y pueblo en los refraneros españoles del Siglo de Oro. Con más de 400 refranes sobre clérigos, glosados, [“Literatura”], Sevilla, Biblioteca Económica de Cultura Ecuménica, 1994, pp. 109–110), como glosa al refrán Las mulas de los abades pasan el río por la puente.

398. La mujer ladrona (2 redondillas). “Hurtóle el bolsillo un dia”. La mujer le robó el bolsillo al marido. El criado dijo que conocía al ladrón; pero que no lo decía, porque estaba presente (II, p. 31).

Es de Francisco de Leiva Ramírez de Arellano, Cuando no se aguarda y príncipe tonto, jornada 2, en Dramáticos posteriores a Lope de Vega, I, ed. de Mesonero Romanos, p. 345c.

Reproducido en Floresta cómica, ó colección, pp. 89–90; en Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 913, p. 406); en Roberto Robert (El mundo riendo, p. 676b); en El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p.; en Sáinz de Robles (El epigrama, “Francisco de Leyva”, p. 505), en César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 190).

400. Admiración justa (Décima). “Admiróse un portugués / De ver que en su tierna infancia…” ya sabe hablar francés cuando un portugués llega a viejo sin aprenderla bien (II, p. 42).

Es otra de las poesías más recitadas de la literatura española; de Leandro Fernández de Moratín, epigrama IV: Saber sin estudiar, en Nicolás y Leandro Fernández de Moratín, Obras, (“Biblioteca de Autores Españoles”), Madrid, Rivadeneyra, 1850, 14b.

Feijoo (Teatro Crítico, ed. de Pamplona de 1785, t. VI, pp. 331–332) explica el origen de esta historia que localiza en el primer tomo de los Cuentos del Señor d´Ouville.

Recogido en los autores que estamos tratando: Martínez Villergas–Satorres (El tesoro, nº 372; pp. 146–147), Pipiritaña (Las mil y una barbaridades, p. 300. Habla del cuento que fue origen de la obra poética), Roberto Robert (El mundo riendo, p. 662 y p. 673), Peratoner (Museo epigramático, p. 138), El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p. y Sáinz de Robles (El epigrama, Nicolás Fernández de Moratín”, nº 4, p. 546).

407. El lenguaje culto (30 versos en romance, é–a). “En un pueblo, no sé cuál, / Dolíale a un hombre una muela / vino un barbero a sacarla”. Le dijo que le sacase la penúltima muela. Le sacó la última. Le informó que penúltima es la que está junto a la última. Le volvió a sacar… la penúltima actual (II, pp. 120–121).

Es de Calderón, Los dos amantes del cielo, jornada 2, escena 6.

Los dos amantes del cielo, jornada 2, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, II, p. 633b. Los dos amantes del cielo, jornada 2, escena 6, en Comedias, ed. Hartzenbusch, III, p. 243c: “…dolores y penas / No se han de decir por frases / Dolíale á un hombre una muela; / Vino un barbero á sacarla”.

Recogido en Floresta cómica, o colección, pp. 64–66, en Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 62–63), en Goyri (Fábulas y cuentos, pp. 148–148 [Por no hablar claro]), en Bagué–Bajona (Veinticinco siglos de fábulas, pp. 618–619 [Por no hablar claro]), en César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 181).

También recopilado en La Floresta andaluza, 45 (21–12–1843), p 236b, Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 468, p. 195), Palacio–Rivera (El Museo cómico, II, p. 492–493).

Inserto en Wenceslao Ayguals de Izco, El palacio de los crímenes, ó el pueblo y sus opresores. Tercera y última época de Maria la hija de un jornalero, II, Madrid, Imp. Ayguals de Izco hermanos, 1855, pp. 751–752.

424. Defensa de la mujer (17 redondillas). “Hombres necios, que acusais / á la mujer sin razón…”. Redondillas de Sor Juana Inés de la Cruz denunciando el injusto trato que reciben de parte del hombre (II, pp. 220–222).

Excepcionalmente, anota a pie de página: “Estas preciosas redondillas se deben á la inspirada poetisa y monja que fué en Mégico, Sor Juana Inés de la Cruz”.

También es composición muy recitada. Inserta en Poetas líricos (ed. de Adolfo de Castro, II., pp. 247b–248a: Contra las injusticias de los hombres al hablar de las mujeres), en Böhl de Faber, Floresta de rimas antiguas, III, nº 854, pp. 224b–225b.

Entre las recopilaciones afines a la de Boira: Martínez Villergas–Satorres (Tesoro de los chistes, nº 522, pp. 215–217), Palacio–Rivera (Museo cómico, II, pp. 516–518) y Roberto Robert (El mundo riendo, pp. 220–221).

433. Afeitar de limosna (5 redondillas). “De limosna y sin dinero,” le hacía la barba al pastor con grandes daños. Cuando oye los alaridos de un perro dice que también le estarán haciendo la barba de limosna (III, pp. 14–15).

Es versión de Juan de Matos Fragoso, Callar siempre es mejor, jornada 3, y El redentor cautivo, jornada 2 (en colaboración con Sebastián de Villaviciosa).

Callar siempre es lo mejor, jornada 3, en Dramáticos posteriores a Lope de Vega, ed. de Mesonero Romanos, I, p. 315a. La versión de El redentor cautivo se extracta en los apuntes biográficos, p. XXVII. El propio editor volvía a incluir una composición en su artículo “Teatro de Matos Fragoso”, Semanario Pintoresco Español, 15 (1852), pp. 114a–118a.

Transcritas en Floresta cómica, o colección (pp. 61–62, versión de El Redentor Cautivo), Goyri (Fábulas y cuentos, p. 125 [Afeitar por amor de Dios] ambas versiones) en Bagué–Bajona (Veinticinco siglos de fábulas, pp. 647–648 [Afeitar por amor de Dios], ambas versiones), en César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 186, versión de Callar siempre es lo mejor).

Existen diversas variantes, tanto en prosa como en verso. Véanse los trabajos de Chevalier (Cuentecillos tradicionales, que copia la versión de Callar siempre es lo mejor, p. 163, y Cuentecillos, G6).

Una variante se encontraba en los Cuentos de Arguijo, 237 (los propios editores dan noticia de versiones de Jerónimo de Alcalá Yáñez, El Donado hablador, I, VI, p. 522ab y Juan de Matos Fragoso, Callar siempre es lo mejor, III, BAE., XLVII, p. 315a). También Medrano, (La silva curiosa, II, p. 143) o Francisco Asensio (Floresta Española, y Hermoso Ramillete de Agudezas, Motes, Sentencias y Graciosos Dichos de la Discreción Cortesana, ¿Madrid?, 1790. 2 toms, III, IV, VII, III) reflejan otras variantes. Lo retomó Hartzenbusch, Fábulas, I, XXXII: El pastor y el barbero (indicando que es de Sebastián de Villaviciosa). Martínez Villergas y Satorres (El tesoro de los chistes, nº 516, p. 212 copian la versión de Fragoso y volverán con otra en prosa, nº 894, pp. 387–388). También lo transcribieron Palacio–Rivera (Museo cómico, II, p. 554: “De limosna y sin dinero…”), Roberto Robert (El mundo riendo, p. 518). El epigrama español, prólogo de Pedro de Répide, s/p. refleja una versión de J. Moran (“Al escuchar como aullaba / el perro de su vecino…”) y Peratoner (Museo epigramático, p. 41, variante de Morán: “Al escuchar como aúllaba…”).

También es de carácter popular, véase una versión de cuento aragonés (Más Cuentos Aragoneses, ed. de José L. Acín Fanlo y José L. Melero Rivas, [“Érase una vez… Biblioteca de Cuentos Maravillosos”, nº 124], Palma de Mallorca, José J. de Olañeta, 2.000, p. 64, de José Mª Casi, Cuentos) u otra plenamente popular de Juan Rodríguez Pastor ([introducción y coordinador], Cuentos Extremeños de Costumbres, Badajoz, Departamento de Publicaciones de la Diputación de Badajoz, [“Raíces”, 17], 2002, pp. 391–392; nº 178: El afeitado de limosna).

483. La amistad (3 redondillas). “De dos frailes que habían sido” muy amigos, uno fue elegido provincial, y desde ese momento siempre estaba haciendo cuentas cuando el otro quería verle (III, p. 264).

Es de Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, Las pruebas de las promesas, act. 3, en Comedias, ed. de Juan E. Hartzenbusch, (“Biblioteca de Autores Españoles”, XX), Madrid, Rivadeneyra, 1852, p. 446bc.

Reflejado en Floresta cómica, o colección, p. 13; en Eduardo Bustillo y Eduardo Lustonó (Galas de ingenio: Cuentos, pensamientos y agudezas de los poetas dramáticos del Siglo de Oro, Madrid, A. de San Martín, 1819, p. 174), en Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 148–149, de Las pruebas de las promesas, jornada 3, escena 5), en Roberto Robert (El mundo riendo, p. 147), en Sáinz de Robles (El epigrama, “Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza”, 8, p. 286); cf. también Chevalier, Cuentecillos, A6).

494. La bofetada (Cuarteta). “Quejábase á su amo el criado de un poeta de que otro le había dado una bofetada, y el amo le dijo: Cuando el bofetón te dió / Tan cruel y tan macizo / ¿Te hizo cara? –Señor, no, / Porque antes me la deshizo” (I, p. 256).

Es de Asensio (Floresta, II, V, III, VI). Pero los versos habían sido extractados de Francisco de Rojas, No hay amigo para amigo, fragmento transcrito en los “Apuntes biográficos” sobre el autor, expuestos por Mesonero Romanos en su edición de las Comedias escogidas, p. XXIII.

Copiado en Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 420) y Robert (El mundo riendo, p. 46).

496. Lamentos de un paleto por la pérdida de su burra (6 redondillas). “Aunque os parezcan estrañas”. Nunca fue mal acompañada, ni callejera, ni asomada a la ventana, ni mal hablada, generosa… (alabanzas a la burra) (I, pp. 27–28).

Es de Calderón, La devoción de la Cruz, jornada 1, escena 1.

La devoción de la Cruz, jornada 1, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, I, p. 97b; La devoción de la Cruz, jornada 1, escena 1, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, I, p. 54b.

527. La misa de alba (3 redondillas). “A cierto clérigo, que era” impaciente, se le rasgó el alba un día que llegó tarde. Se excusó: “–Señores, no vengo tarde / Pues vengo al romper el alba” (I, p. 184).

Es de Francisco de la Torre, Confesión con el Demonio, jornada 2, en Floresta cómica, ó colección, p. 12, o en Goyri (Fábulas y cuentos, p. 114 [Al romper el alba]), o en César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 188), o en Repollés (Las mejores fábulas, p. 507).

Reflejado en Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 907, p. 403), Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 188), Peratoner (Museo epigramático, p. 52), sin mención de autor.

Lo utilizó Nogales para ilustrar uno de los dichos (Dichos, III, p. 69, bajo el dicho, Llegar al romper el alba. “Don Francisco de la Torre, en su comedia La confesión con el diablo”, seguido de los versos).

Véase otras formas en Margarita Vallejo Balda (Fábulas y Cuentos, Logroño, Imp. I. Ochoa, ¿1946?, p. 34) o Asensio (Floresta, II, VI, II, IV, referido a Calderón de la Barca).

538. El fin del burro (12 versos en romance, é–o). “Allá en mi lugar, un dia”. La madre va empujando al hijo cuando ambos van montados en el asno. Al fin, cae el hijo por detrás, porque “acabóseme el asno”, explicó (I, p. 250).

Es de Lope de Vega, La muchacha de cántaro, act. 3, escena 6, en Obras selectas, ed. de Sáinz de Robles, I, p. 1023.

Vertido en Floresta cómica, o colección, pp. 108–109, en Chevalier (Cuentos españoles, p. 239), en Carmen Hernández, Los cuentos en el teatro de Lope de Vega, nº 82.

José Mª Sbarbi y Osuna (Diccionario de refranes, sub voce Asno, A asno flojo, o lerdo, o modorro, o tonto, arriero loco, I, p. 72b) extracta la versión de Lope para ilustrar el dicho. También aparece en Palacio–Rivera (Museo cómico, I, p. 410).

El acabarse la cabalgadura parece que se convirtió en salida ingeniosa. Contaba Hilario Jarne cierta anécdota que le sucedió, tras lo cual refiere una canción de su tiempo: “No sé qué le pareció [al macho] y pega un bote. Yo me corrí para atrás y me quedé sobre los riñones de él. Pega entonces otro bote y me despide. Había allí piedras, que le llamamos a eso la Foguera, y di con la cara en ellas. Las pasé negras. Poco más o menos me ocurrió lo de aquella canción que dice: Por una cuesta Juan Mola / iba en un burro subiendo, / y el pobre se fue escurriendo / hasta llegar a la cola. / Y cuando ya iba bajando / gritaba sin disimulo: / “¡Que me traigan otro mulo, / que éste se me va acabando!” (y Antonio Zavala, Junto al fogaril de Atarés, [“Biblioteca de Narrativa Popular”, 6–8], Oiartzun (Gipuzkoa), Sendoa, 1997, 2ª ed., III, p. 89)

582. Receta para ablandar la cama (7 redondillas). “Con hambre y cansancio un dia”. Viendo el fraile que la gallina que preparó la posadera estaba tierna por quemarle las patas, quemó las de la cama para ablandarla (II, pp. 114–115).

Es versión de Calderón, No siempre lo peor es cierto, jornada 2, escena 13.

No siempre lo peor es cierto, jornada 2, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, IV, p. 231b; No siempre lo peor es cierto, jornada 2, escena 13, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, II, p. 472a.

Copiado en Floresta cómica, pp. 18–20, por Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 35–36), Goyri (Fábulas y cuentos, pp. 158–159 [Para ablandar la cama]) Bagué–Bajona (Veinticinco siglos de fábulas, pp. 617–618), César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 183). Cf. Chevalier (Cuentos españoles, pp. 314–315).

654. El cabestro (16 versos en romance, á–o). “En un templo un caballero” dijo a una guapa y alhajada joven: “Yo tomara los anillos, / Y dejara la mano”. Ella contestó: “Sea guapo, / Pues yo tomara el cabestro, / Y dejara libre el asno” (III, pp. 307–308).

Es de Josef Iglesias de la Casa, Poesías. Nueva edición completa, Madrid, Sancha, 1821, 2 toms., II, p. 197: Pensamiento de la Menagiana.

Versiones en prosa entre los autores que estamos tratando: Asensio (Floresta, II, II, II, XVI), Martínez Villergas–Satorres (El tesoro de los chistes, nº 414; p. 174), Palacio–Rivera (El Museo cómico, II, pp. 188–189).

727. Vicisitudes de la suerte (34 versos en romance, á–o). “Tenía un hombre un talego”. Un hombre escondió un talego de doblones junto a un árbol. Otro, desesperado por falta de dinero, quiso colgarse de él, y casualmente encontró el tesoro. Cuando volvió el primero y no halló el dinero, se colgó de la cuerda que no le sirvió al otro (II, pp. 32–33).

Gil y Zárate (Resúmen histórico de la literatura española. Segunda parte del Manual de Literatura Edición, Madrid, Gaspar y Roig, 1851, p. 470) lo extracta como de Juan de Zavaleta.

Muy semejante es una versión de Agustín Moreto, El hijo de Marco Aurelio, jornada 3, en Floresta cómica, o colección, pp. 70–72. “Un hombre tenia un talego…”] (el final muestra algunas variantes).

Esta versión fue elaborada por Hartzenbusch (Fábulas, I, LXXVIII: El avaro y el jornalero, que anota que se trata de la de D. Agustín Moreto). La recoge Goyri (Fábulas y cuentos, p. 38 [El avaro y el jornalero], anotando que es un arreglo de un cuento de Agustín Moreto).

Pueden verse otras formas en Timoneda (“Portacuentos”, nº 101) o Salazar (“El libro curioso”, [367] 119).

796. El ciego y la luz (2 décimas). “Un ciego en Lóndres habia”, que llevaba una luz no para ver, sino para que lo vieran (II, pp. 271–272).

Es versión de Calderón, La cisma de Inglaterra, jornada 1, escena 6.

La cisma de Inglaterra, jornada 1, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, IV, p. 140b; La cisma de Ingalaterra, jornada 1, escena 6, en Comedias, ed. de Hartzenbusch, II, p. 218ab.

Transcrita en Floresta cómica, o colección, pp. 5–6), por Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 29–30), Goyri (Fábulas y versos, p. 157 [El ciego]), Bagué–Bajona (Veinticinco siglos de fábulas, p. 617 [El ciego]), César Armando Gómez (Antología de fábulas, p. 182)

Puede leerse una versión paralela en La Floresta andaluza, 45 (21–12–1843), p 136: “Un ciego a nativitate / Llevaba una luz consigo / de noche: uno que pasaba, / ¿Para que esa luz, le dijo / Por que no topen conmigo”. (Don Juan Matos, en La muger contra el consejo [j. 1])”.

816. El padrino (24 versos en romance, á–a). “Un torincantano un día”. El padrino hirió accidentalmente al propio apadrinado en un lance con el toro. El apadrinado pregunta que si le apadrina a él o al toro (III, pp. 67–68).

Es de Calderón, No hay burlas con el amor, jornada 3, escena 4.

No hay burlas con el amor, jornada 3, en Keil, Las comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, III, p. 113a. “… En la plaza / Un toricantano un dia…”; No hay burlas con el amor, jornada 3, escena 4, en Comedias, II, ed. de Juan Eugenio Hartzenbusch, Madrid, Rivadeneyra, (BAE), 1855, p. 322c.

Reflejado en la Floresta cómica, pp. 104–106 y Jiménez Hurtado (Cuentos españoles, pp. 72–73).

Lo emplearán Sbarbi,”Literatura facecioso–cornumental”, La Ilustración Española y Americana, 28 (30–VI–1883), p. 54a y Sacristán (Doctrinal de Juan del Pueblo, II, p. 215, bajo los refranes Tanto entornó que trastornó. Pensóse santiguar y quebróse un ojo. Tanto guardó la ropilla que sólo la halló la polilla).



Tradición oral y literatura (VIII, IX y X). Cuentecillos en verso en Rafael Boira

AGUNDEZ GARCIA, José Luis

Publicado en el año 2010 en la Revista de Folklore número 2010.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz