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CUARESMA.
Sacó la espada un valiente
contra un gallina, y huyendo
el cobarde, iba diciendo:
"Hombre, que me has muerto, tente".
-Asensio (Floresta):
•Dos están enemistados. Uno va a matar al otro, que está “executando la necesidad del cuerpo", pero el desafiante promete no agredir hasta que el otro termine de satisfacer sus necesidades corporales. Estas no acaban nunca: "Héisme cogida tan de repente, que se me ha estreñido el vientre" (III, II, IV, IV).
•Los mismos prometen, ante testigos, no hostigarse más, pero no tardan las discordias y, cuando de nuevo el más agresivo abofetea al otro, el cobarde exclama: "Séanme testigos, de que aunque me de bofetadas, no hago la más mínima defensa, por no faltar a mi palabra" (III, II, IV, V).
•El que recibe una bofetada le dice al audaz: Señor mío, Vd. lo ha hecho todo de una vez, y tan bien excusado, que no me deja que hacer (III, VI, VIII, I).
-Castelar (Nueva Floresta, p. 21): El Valor. Se jacta de valiente, pero ante la adversidad huye y contesta cuando le preguntan que dónde tiene el valor: "En las piernas".
—Díaz de Escobar (Cuentos Malagueños, pp.134-148: Injurias graves). El ofendido dice al que le agravia: -Es usted una persona decente.
—En una versión nuestra (La tradición... Sevilla, n.° 148: [¡Qué gatazo!]), unos graciosos tiran un gato sobre una pareja de novios. Incomodado, el joven sale tras los chuscos; pero cuando uno de ellos se vuelve y enfrenta al perseguidor, éste muda de idea y se expresa con las palabras del título. En una segunda versión (n.° 149: [¡Qué tomatazo!]), le arrojan un tomate a un cantante en el escenario; el artista se revuelve inquiriendo quién ha sido el osado que, arrogante, se identifica. El del cante asegura que sólo quería saber quién había sido el del tomate para decirle lo bien que le había dado.
En la cultura árabe:
-Cuentos de Yehá (287, p. 172): Dadme mi morral o sabéis lo que tendré que hacer. Recuerda la anécdota de Santa Cruz. Yehá pierde su morral, y tanto increpa con las palabras del título, que al fin se lo traen. Le preguntan qué es lo que habría hecho de no hallarlo: " -Tengo en mi casa una estera vieja y de ella me hubiera hecho otro".
-Fanjul (Lit. Pop. Árabe, pp. 253-255). Fragmento de Los Dos Ladrones. La pareja, que recuerda el cuento de los que no querían cerrar la puerta, recibe una vez más la visita de los ladrones. La mujer judía avisa al marido de que hay ladrones. Cuando los ladrones terminan de llevarse todos los utensilios de la casa, ante la pasividad de la pareja, son seguidos por el judío. La esposa queda rebosando esperanzas de un sonado ajuste de cuentas por parte del marido. Cuando vuelve, le pregunta cómo le ha ido, él informa: "-Bien, bien. Tranquilízate, mujer; le eché el mal de ojo y en estos momentos quién sabe si estará vivo o muerto".
Una curiosidad disculpable (pp. 47-48). Siendo inminente la llegada a Granada de los soldados franceses, el vicario advierte a las monjas que se oculten, porque
penetran en los conventos
pegan fuego á los altares,
no respetan á las monjas,
las requiebran y estremecen,
hasta roban a las vírgenes
¡para con ellas casarse!
Pero una monja setentona, pegada a la reja, está atenta al desfile de los soldados. No habiendo novedad, le grita al último: “-Eh, militar, militar, / ¿cuándo vienen a robarme2".
La vocación (p. 137). Un padre, para evitar tonterías, tiene la intención de enclaustrar a su hija tonta en un convento. Preguntando a la familia cuál sería el más conveniente, la propia hija
contestó -Padre, si usted
quiere que á gusto yo viva,
póngame usté en el convento
de los fraile carmelitas.
Sea todo por Dios (p. 73). Un ladrón topa con una beata muy fea en un bosque, comienza con piropos, besos, abrazos. Mas
ella en afligido tono
decía: -¡Sea todo por Dios!
¡Más pasó Dios por nosotros!
La voz de las campanas (pp. 127-128). La mujer tiene dudas sobre casarse o no con un joven y acude al consejo del cura, que le dice que escuche la voz de las campanas. Se casa y, como el matrimonio sale malo, se presenta llorosa ante el cura diciendo que había oído a las campanas que repicaban: "cásate, cásate, cásate". El cura apunta la posibilidad de que podrían haber doblado diciendo: "No... te...cases. No... te... cases".
La interpretación acomodativa de las señales para justificar el matrimonio, que en realidad se desea vivamente, puede elaborarse de varias formas. En un cuentecillo recogido oralmente por Rosa Alicia Ramos (El cuento folklórico..., p. 111) en Galicia, el cura le dice a la vieja que se casará si ve la cegulla en el campanario; ella se apresura: "Sí, sí, sr. cura. A cegulla ahí está, mais o campanario non o veo".
La Devota (p. 289). Una joven que estaba enamorada del sacristán exclama un día que él encendía unas velas: -¡Ay, Señor! ¿Cuándo contigo/me iré á gozar de los cielos?
La mejor muerte (pp. 125-126). Una pudorosa joven diariamente importunaba/a un Santo Cristo, queriendo/saber, ¿qué clase de muerte/la reservaba el Eterno?. Un primo suyo se colocó una tarde tras el cuadro y fue proponiendo (de viruelas, sarna, tercianas...); pero a la joven ninguna forma la satisfacía. "Pues sea de parto", ofreció finalmente el tunante primo. "¡Hágase tu voluntad/en la tierra y en el cielo!”, se apresuró la joven.
Es cuento catalogado por Hansen, n.° 1476**C [versión cubana de Portell Vilá].
El mismo cuento, muy reelaborado, aparece en los Cuentos y chascarrillos tomados de la boca del vulgo (1896) de Juan Valera con el título de Muerte dulce (pp. 149-155). En este caso, no hay impostor que se haga pasar por la divinidad (K1971): un ángel acude a sus súplicas; pero, incluso el lenguaje, es coincidente: -¿Quieres morir de parto? [...] -¡Ay, ángel mío! Hágase en mí tu voluntad... y pronto.
La buena hermana (p. 299). Una mujer fea, que hacía alarde de tener/odio implacable a los hombres, asiste a su parturienta hermana. En aquellos dolores se lamenta: -¿Por qué no seré, Dios mío, / yo, quien sufra estos dolores".
Existe otra versión tradicional, según la cual, en los mismos dolores del parto, la mujer promete no volver a pasar por los mismos suplicios; pero concluido el trance, le dice a la doncella que guarde las velas que tiene puestas a la Virgen para la próxima ocasión. Puede verse una versión de Santa Cruz (Floresta, XI, II, II).
Suponemos que el parto, en estos chascarrillos, son tomados como un mal menor o como consecuencia y ejercicio del amor. Había un cuentecillo tradicional en que se deseaba la preñez por otras causas. Véase la siguiente versión de Garibay (Cuentos, p. 216b), que concluye: Ansí me vea yo preñada. Dijerónle: -A la vejez, ¿para qué? Respondió: -Por gozar nueve meses de regalo, cuarenta días de cama y dos años de cantares.
La muerte repentina (p. 55). Uno le comunica a su amigo el matrimonio de otro común amigo:
-Compañero, la salud
de nuestro amigo era mala;
mas, la verdad, no creía
que su fin tan cerca estaba.
Igual opinión debía de tener cierto almirante de Castilla, según el chascarrillo que nos trae Santa Cruz a la luz (Floresta, II, cap. I, LXVII): ...decía, que el que se casaba era como el que va á la guerra, que se ha de exponer á todo lo que le viniere.
Son legión los dichos, refranes y coplas populares sobre los males que suele acarrear el matrimonio, especialmente para el hombre. El breve cuentecillo de Santa Ana bien parece una recreación personal de uno de ellos. Véase por ejemplo el refrán que aparece en Rodríguez Marín (Más de 21.000 Refranes Castellanos..., p. 481):
Te casaste, te enterraste.
Y así lo cantan o lo lloran en la copla vulgar:
Te casaste, te enterraste:
¿no te lo decía yo?
El que se casa se entierra,
como a mí me sucedió".
La ultima desgracia (p. 255) incide sobre el tema del anterior. Hay un gran alboroto en la calle; la gente está alarmada por alguna reciente desgracia acaecida a un muchacho. Alguien quiere saber:
...¿Le han muerto
á algún infeliz de un palo?
¿O se le ha hundido la casa?
¿O perdió padres y hermanos?
-No, dijeron, que es mayor
su desdicha... ¡Se ha casado!
La viuda (pp. 267-268). En el mismo entierro, para que nadie se le anticipe, pide en matrimonio a la viuda, que le confiesa que llega tarde.
-Pues uno de ella me ha dicho
que hablarme quiere ante el cura;
y yo "amén" le he contestado
para no andar en disputas
que si este baja á la tumba
de la primera vacante
yo le ofrezco la resulta.
Es cuento tradicional que ya glosaba Sebastián de Horozco:
Desdichado del que muere
si a paraíso no va.
Ya se ha experimentado
y el marido aun no enterrado
la suya aver ya dado
palabra de casamiento (p. 199b; 735).
Esta variante está catalogada por Hansen, n.° 1350 [versión argentina de Di Lullo].
Existen otras variantes:
-Sobremesa, I, pp. 237-238; n.° 57: "Marido, aunque quiera, no puedo, porque ya estoy prometida con otro". Le dice la mujer al marido en su lecho de muerte cuando éste le pide que se case con su amigo.
-Martínez Villergas (Textos picantes y amenos, p. 114): Cuentos divertidos. Promete no casarse con el amigo del marido, exactamente igual que en Timoneda: "Marido, aunque quiera no puedo, porque ya estoy prometida con otro".
La Fuerza de los Pesares (p. 59). Fueron todos los santos varones a consolar al viudo. A cada instante, el reciente viudo renovaba sus clamores, que conmovían a las visitas. Con frecuencia entraba en el interior de la vivienda, de donde volvía consolado. En una de estas incursiones, un amigo le sigue y lo descubre abrazado a una moza. El doliente se explica:
No se asombre, que estas son
de mi trastorno señales:
y es que uno, con el pesar,
no sabe lo que se hace.
Tanto este cuentecillo, como el anterior, inciden en un tema de larguísima tradición y muy manido, por lo que no nos vamos a detener mucho en él. Por lo general, suele ser la viuda la que, según los refranes (que lo repiten insaciablemente) y los chascarrillos, arde por mudar su reciente estado de viudez. Ese es el argumento que refleja el cuentecillo anterior. El actual, incide en otros aspectos de este tema que suele centrarse en dos partes: el fingimiento de dolor por el esposo (en este caso concreto por la esposa) y la real indiferencia por él, o la desaparecida. Pueden, no obstante, revisarse algunos tipos: Aa—Th. 1350 o Boggs 1940*E, por ejemplo.
La cena indigesta (p. 71). El fraile quiere tranquilizar al reo diciéndole que piense que cenará con Cristo, a lo que responde éste cediéndole el privilegio.
Es cuento catalogado por Hansen, n.° **1858 [versión de Cuba, Portell Vilá].
Existe un cuentecillo tradicional sobre el mismo tema. El reo escoge como forma de muerte lanzarse al vacío; como, tras cada intento, retrocede, le tachan de cobarde. “-Pues, si tan esforzado os halláis, tomadlo vos en veinte saltos, que yo os lo cedo", dice el personaje de Joan Aragonés (Cuentos, n.° 11). El mismo cuentecillo aparece en Portacuentos (II, n.° 89) o en Asensio (Floresta, III, III, V, III).
Más alejado es una anécdota que nos trae el mismo Asensio (Floresta, part. II, clase I, cap. IV, n.° II), en la que, el obispo replica al médico que le asegura que no le dé cuidado, que la calentura es poca: Menos cuidado me diera á mí, si esa calentura la tuviera vuesa merced.
Pero Asensio, insistiendo en el tema, refiere, después del anterior, el mismísimo cuento de Santa Ana: "Confortaban á este mismo grandemente á que tuviese valor en la muerte; pues había de cenar aquel dia con todos los Santos de la Corte Celestial; á que respondió: Os estimo el agasajo: id vosotros por mí, que yo ayuno hoy".
El novio en aceite (p. 295). La hija del arriero está cenando con su novio en casa, cuando se presenta el padre con una carga de aceite. El joven se apresura para ocultarse en el fondo de una tinaja. Antes de ir a la cama, el arriero se empeña en verter el aceite en las tinajas, y así lo hace.
De una surge el joven envuelto en aceite. De inmediato hace constar la enamorada: "Pues tan claro es como el agua/que ha venido en el aceite". A lo que, incrédulo, replica el padre:
...Puede ser;
¡más, por Cristo y por mi alma,
que no sé cómo coló
por el embudo de lata.
También tiene muy larga tradición y es frecuentísimo (por lo que no vamos a entrar en su estudio, véase, por ejemplo, la edición y estudio del Dr. Fradejas Lebrero del Sendebar, especialmente los núms. 5, 9, 16, 23) el tema de la joven que engaña al marido y tiene una brillante salida para burlarlo, a veces con ayuda. Parece claro que Santa Ana tiene en mente este tema; pero lo novedoso, la singularidad del mismo, no está en el cambio de personajes: el interés no radica en el desarrollo del mismo tema o los personajes, sino en la gracia final, que sí es original.
Una caída desgraciada (p. 91). Halla al ratero con la mano en su chaleco; se disculpa:
-Por esas calles de Dios,
me dijo, yo iba corriendo,
di con usted, caí,
me alzé, tropezé de nuevo,
y así, rodando, rodando,
me hallé dentro del chaleco.
Recuerda la anécdota del Caballero Cifar, cap. LXXII. El Ribaldo entra en una huerta por un nabo, le sorprende el amo de la huerta y le pregunta que quién había arrancado los nabos. El Ribaldo contesta que el viento. Entonces quiere saber quién había metido los nabos en el saco: "Señor, dixo el Ribaldo, deso me fago yo muy maravillado" (en Menéndez Pelayo, Orígenes, I, cap. V; p. 313). Esta anécdota también circula oralmente. Véase Espinosa (Cuentos populares de Castilla y León, n.° 350: Agarrado a este nabo). En Aarne-Thompson se cataloga otra anécdota similar, n.° 1624: Thief Excuse: The Big Wind.
En Pabanó (Historias y costumbres de los Gitanos, p. 158), unos gitanos entierran, con mucho esfuerzo, un ancla robada en su patio. Descubierto el robo, el juez pregunta cómo han sido los hechos: "...sin sentílo me s`enrearo los pie en los garabato, y...me lo truje a casa...", se justifica el cabecilla.
En una versión recogida por nosotros en la provincia de Sevilla, un gitano roba un cerdo, lo echa acuestas y, después de mucho caminar, topa con la guardia civil, que le pregunta sobre la procedencia del cochino. El gitano se alarma: ¿Quién me ha puesto a mí el bicho este en lo alto2 (La Tradición oral..., n.° 219: El gitano y el cochino).
El cómico y el torero (p. 112-113). Máiquez, famoso actor de la época, acudió un día a los toros. Como el picador Ortiz se hacía el remolón Máiquez comenzó a increparlo, como todo el público, tratándolo de cobarde. Lanzado contra el toro, éste embistió y echó por tierra al picador.
Mientras se
...desprendía
del polvo y de la basura
que el toro le arrojó encima,
dijo encarándose al cómico:
-Señó Miqui, ó Señó Mica;
¿piensa usted que aquí se muere
también de mentirijillas?
El chiste lo refiere Fernán Caballero en Cuentos y Poesías Andaluzas (1859). Concluye: "-Señor, Máiquez, esto es de veras" (p. 185; BAE, p. 120).
Vuelve a aparecer en 1901 en los Chascarrillos andaluces coleccionados y narrados por un andaluz (p. 37: ¡Hay que distinguir!), donde se generalizan los personajes.
Agua al Padre (p. 259). El fraile cata el melón, le amarga y hace excesivos aspavientos. El melonero calma a los curiosos que acuden al alboroto:
-Calma,
señores, no hay que asustarse:
agua al padrecito, agua,
que esto es que su Reverencia
con el dulce se empalaga.
Es cuento tradicional que glosa Rodríguez Marín (Más de 21.000 Refranes..., p. 9a) tras el refrán: ¡Agua al padre, que se empalaga! Decíaselo irónicamente el melonero que a sabiendas le había dado a catar un melón amargo como el cohombrillo.
Lo recrea el Conde de las Navas (Obras incompletas, pp. 139—194) con título expresivo: ¡Melones a cala, melones!.
Las bendiciones (pp. 269-270). Tres frailes, dos arrieros y un majo tienen ante sí para cenar tres éticos palominos. Uno de los frailes echa mano a uno apelando al nombre del Padre, otro hace lo mismo evocando al nombre del Hijo; cuando el tercer fraile se apresura a seguir el ejemplo de los anteriores, el majo valentón se adelanta:
...-A quien
toque al Espíritu Santo
lo hago yesca, que yo soy
muy devoto de ese pájaro
y nadie tiene derecho
sino yo para enjaularlo.
Joan Aragonés (Cuentos, n.° 8, pp. 146-147) ya recogía un reparto de la cena semejante. Al repartirse una trucha entre cuatro, los tres primeros toman su parte: -In capite libri scriptum est de mi. -In medio consistit virtus. -In cola ego sum in terra. El cuarto, que se quedó sin nada, arrojó el plato de los ajos: -Asperges me, Domine, hysopo.
Existe una versión popular muy semejante catalogada por Boggs y Hansen, como *1942, K444.1. Esta versión se encuentra en El Folklore Andaluz (pp. 133-134) titulada Juaniyo er tonto. Echan a suerte un huevo para el que diga "er ditao más propio". El mayor lo casca levemente mientras exclama: "Casca cascorum", el segundo cascando un poco más: "Sar, sale, sapientia". El tercero, el tonto, lo casca totalmente y sentencia: "Consumatum est". Igualmente en Sánchez Pérez (Cien cuentos..., n.° 16), con el mismo título.
Pero la versión más semejante, de hecho es idéntica, aparece oralmente; fue recogida por Espinosa en Segovia (Cuentos populares de Castilla y León, n.° 453: La bendición de los estudiantes).
El gitano y las ánimas (p. 281). El predicador dice que, ofrendando con dos cuartos, se saca un alma del purgatorio. El gitano deposita su moneda y, después de un responso, la recoge alegando que si el alma ya ha salido del purgatorio.
...no ha de ser
Dios tan cruel, ni él tan tonto,
que de grado ni por fuerza
á entrar vuelva al purgatorio.
Catalogado por Robe, n.° *1765 [versión mejicana de Wheeler].
Es cuento tradicional que aparecía en Asensio (Floresta, II, clase IV, cap. VII, n.° I): ...venga mi real de á ocho, que si ha salido el alma, no será tan necia; que se vuelva a él.
Se incluye en la Gaviota (1849) de Fernán Caballero (I, p. 24b-25a).
Lo retoma Pabanó (Historia y Costumbres de los Gitanos, pp. 158-159: Sacar ánima), como cuento gitano.
También lo refiere León Domínguez (Los Cuentos de Andalucía, pp. 69-70: El Viudo con Pena).
Oralmente se recoge en Hispanoamérica: Jameson-Robe (Hispanic Folktales..., n.° 177: Pedro de Urdemalas).
Estudio: Amores García, n.° 159.
Las Tres Marías (pp. 283-284). Un borracho solía castigar a la mujer cada vez que se emborrachaba. Las vecinas, en connivencia con la esposa, decidieron escarmentar a aquel hombre: tomaron sitio en la estancia del matrimonio y, en cuanto el hombre se dispuso a zurrar la badana a su mujer, ésta invocó a las tres Marías: "Las tres Marías me valgan", que, de inmediato, dieron cuenta del violento con golpes sin número. El marido mudó de actitud quedando agradecido a la esposa
porque si aquellas me han puesto
hecho, cual ves, una lástima,
si á las once mil doncellas acudes,
y estas te amparan,
no me queda un trozo sano
ni en el cuerpo ni en el alma.
Es cuento que recoge oralmente Cortés Vázquez (Cuentos Populares Salmantinos, I, pp. 52-53), n.° 28: Las Tres Marías.
La Voz de la Conciencia (p. 287). Predicando un capuchino contra la embriaguez, dos que allí se hallaban, se dan por aludidos:
-Compare, agáchese usté;
porque el pare habla de fijo
por nosotros; con que vámonos,
que aquí nos han conocido.
(Varias versiones afines)
Es cuento folklórico, Aa-Th., n.° 1511*: Advice of the Bells.
Sobre este tema, existen algunas variantes. Consúltense los siguientes catálogos: -Aarne-Thompson, n.° 1833: Application of the Sermón, Boggs, *1800D, Camarena (Repertorio... Cantabria), 1831*C.
Variantes literarias:
En una versión literaria, es la figura del tonto la que sale a acción. En efecto, es él el que se da por aludido, y se descubre cuando el tema de conversación son los tontos, pese a que el padre le pide que no hable para que no descubran su estupidez.
-Arguijo (Cuentos, n.° 670, p. 262; también en Paz, Sales..., pp. 205-206). Aparece la sentencia final: "Señor, bien puedo hablar, que ya me han conocido".
-Garibay (Cuentos, p. 214; en Paz y Meliá, sales..., p. 42): "Señor, bien puedo ya hablar que me han conocido".
-Santa Cruz (Floresta, VI, IV, II; pp. 229-230): "Señor, bien puedo hablar, que ya me han conocido".
-Alcalá Yáñez (II, VII, puede leerse en Chevalier, Cuentos Esp., pp. 296-297): "Compadre bien puedo hablar, que estoy conocido".
-Montólo (Personajes) recopila el dicho: Chuzón del Pedroso. Como Chuzón de Pedroso: vamonos, que ya me han conocido. Explica lo anterior con el cuento de Alcalá Yáñez.
-Rodríguez Marín (Más de 21.000..., p. 284a): Madre, bien puedo hablar, que ya me han conocido.
-Otra versión literaria trata un tema próximo: la provocación al culpable para que se descubra; así, por ejemplo, en Fernández de Velasco (Deleite de la Discreción..., 68-69), o en la Floresta Cómica. Colección..., pp. 8-10:
(...)
El cura al mozo profano
respondió, y por mostrar
que le quería tirar
una piedra, alzó la mano;
y al tiempo
que con destreza,
aunque a nadie señaló
levantó el brazo, bajó
el barbero la cabeza,
presumiendo que a su frente
iba el tiro encaminado;
y conoció su pecado,
por ignorancia la gente.
[TRES INGENIOS: Oponerse á las Estrellas, Jornada 2.a].
-Remitimos a Lida de Malkiel (El Cuento Popular, pp. 101-105 y 133-134) que estudia algunos casos literarios de lo que ella llama "estratagema «psicológica» para descubrir al ladrón".
Variantes populares:
-Sobre el tema anterior, puede verse la versión de Espinosa (CPCL), n.° 411: ¡Arroja ese vientre, Miguel!. El cura se dirige al santo, pero el tonto, que se llama como el santo, se da por aludido y arroja lo robado. Igualmente en Llano de Roza de Ampudia (Cuentos Asturianos, pp. 244-245), n.° 74: Arroja esa inmundicia, y en Camarena (León, II, pp. 170-171), n.° 276: Tira esa Inmundicia [Boggs, *1800D].
Quien lo hereda no lo hurta (p. 303). A la tercera noche de casados, el marido encuentra a la esposa de palique en la escalera con un alférez y acude al suegro para expresarle sus quejas; pero el padre de la joven se extraña por la alarma del yerno.
¿Pues sabes que hizo la perra
de su madre y mi mujer,
que el diablo en sus garras tenga?
¡Que á las veinte y cuatro horas
de casada, en la alhacena
me escondió un cabo de escuadra!
-Aparecía en la Floresta de Santa Cruz (part.IX, cap. VI, XXVI).
-En la Floresta de Asensio (part. IV, clase IV, cap. VI, n.° IV), aunque, como en el anterior, con formas más conciliadoras: "...dexadla por algún tiempo, que ella cesará como ha hecho su madre: la qual, quando era joven, hizo qualque locura, pero con la edad se ha vuelto la mejor muger de este Pueblo, y discurro lo mismo sucederá a la vuestra".
-En Arguijo (Cuentos, n.° 451): "Lo mismo hizo su madre, ¡téngala Dios en el cielo! hasta que fue de cincuenta años, que comenzó a sosegarse".
-En Garibay (Cuentos, p. 216a): "Lo mismo hacía su madre hasta que llegó a los sesenta. Ella lo perderá que ansí lo hizo su madre".
-Chevalier (Cuentecillos, J9) extracta las versiones de Santa Cruz (Floresta, X, 26, p. 260), Garibay, Lope de Vega (El llegar en ocasión, I, Acad., XIV, p. 357b), Juan de Arguijo y una versión más oscura de Miguel Moreno (Epigramas, n.° 116, B.A.E., XLII, p. 170a).
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NOTAS
(1) Nuevos Cuentos Populares, Madrid, Oficina Ilustrada Española y Americana, 1880, p. VII.
(2) Cf. Baquero Goyanes: El Cuento Español..., p. 587 o Andrés Soria, en el prólogo a los Cuentos Andaluces de Fernán Caballero, p. 33.
(3) MÉNDEZ BEJARANO, Mario: Diccionario de Escritores, maestros y oradores naturales de Sevilla y su actual provincia, Sevilla, Tipografía Girones, 1922-1925, 3 T. T. II, n.º 2.413; pp. 381a-382a.
(4) Nuevos..., supra, p. VIII.
(5) Narraciones populares, Lepzig, F. A. Brockhaus, 1875, p. X.
(6) Nuevos..., supra, p. XI.
(7) Nuevos..., supra, p. XIX.
(8) "¡Qué joyas esparce Trueba, sacadas de esa mina, puliéndolas con su bella, benébola y simpática facultad poética!", O. C., V, p. 64a.
(9) O. C., V, p. 64a.
(10) Nota a "Tres Cuentecillos Populares recogidos en Osuna", El Folklore Andaluz, Órgano..., p. 31 bis.
(11) Supra, pp. 381a-382a.
(12) Cuentos y Romances Andaluces, Cuadros y Rasgos Meridionales, por Manuel María de Santa Ana, Madrid, imp. de la Correspondencia de España. 1844-1869, pp. III-V.
(13) Op. Cit., pp. III-V.
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