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Revista de Folklore número

192



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RAICES BAJO LAS RAICES. (Anotaciones a pie de camino 1974)

GARRIDO PALACIOS, Manuel

Publicado en el año 1996 en la Revista de Folklore número 192 - sumario >



En un descanso de rodaje en Cantabria voy a Asturias para deambular a solas por las calles de Sama de Langreo; quiero gozar de nuevo del vaho de fabada que salía por las ventanas, sentir la vida del mercado de los lunes en la Plaza de la Soledad: mi niñez (mientras yo sostenía la cuerda que ataba al xiatu los tratantes fijaban el precio; alguna propina caía); charlar un rato con el madreñero, puertas más allá de la de mi abuelo: casa de planta baja llena de viruta donde el aire sabía a bosque.

Se ha celebrado lo de los Huevos Pintos, pero he llegado a la hora de barrer. De todas formas, mañana se hace lo mismo en Pola de Siero y allá que iré. Ya atardecido escucho, como en aquel entonces mágico, al Coro Santiaguín. Cantan En Gramda, canción que, según el maestro del coro, está llamada a ser el himno de Asturias. Es así:

En una alegre quintana
donde no falta el llagar,
ni faltan los dulces ojos
que suspiran al mirar.

En alegre pomarada,
Asturias, rico vergel,
los centollos y la sidra
son la gracia del mantel. (El prao)

Esta es Asturias que canta,
Asturias de mi querer,
donde el trabajo es la dicha
y el vivir es un placer.

Esta es Asturias que canta,
donde Dios puso el Edén.

Sombras del atardecer,
son las sombras del adiós,
pa casa van los romeros,
ya la fiesta se acabó.

Ay, amor, ay, amor,
si pudiéramos querernos los dos,
te diré, te diré,
sin tu cariño, mi vida,
nunca nunca viviré.

Hasta el otro año, Santana,
os damos la despedida,
pa nosotros la mañana.
El día de romería,
van pa casa los romeros,
ya se va acabando el día.

Ay, amor, ay, amor,
si pudiéramos queremos los dos,
ya verás, ya verás,
que tu querer con el mío,
pronto se encontrarán.

Sombras del atardecer,
son las sombras del adiós,
otro día en el ayer,
otro día se murió.

Esta es la Asturias que canta
donde Dios formó el Edén.

Ensayan tres veces a la semana. Unos conocen los signos musicales y otros no; «sacamos el tema a base de machacar». El solista lírico ayer era Carroceras y había otro solista para lo popular. Un bajo muy apreciado era Pepe el talabartero. Uno que trabaja en la mina dice que sufre «cuando tiene turno de tarde y no puede asistir a los ensayos». Para no erigirse en protagonista aclara que «hay un dicho que dice que todos somos necesarios y ninguno imprescindible». Después cantan el Baile de gaitas:

Cuando voy al baile
de gaita y tambor,

…………………………………………

mirallu, mirallu,
mirallu bailar,
mirallu, mirallu

…………………………………………

Aquel que en el baile
sacome a bailar,
pisome y requepisome…

En casa había dos miembros del coro y mi abuelo contaba hasta a los postes de la luz que una vez «cantaron en la BBC». Daba la sensación de que el que había ido a Londres era él; soñaba; murió de silicosis joven. La mina.

Al día siguiente me acerco a Pola de Siero a ver si pillo algo de su fiesta de los Huevos Pintos. Pero uno no puede ir a un sitio a una cosa con las orejeras puestas. El morral del viajero no lleva mapa, ni planes: a veces, ni un buen trozo de queso para un tentempié bajo un árbol. Y así, antes de ir a los Huevos Pintos me paro en la hojalatería que tiene en Pola Vicente, un artesano que hace embudos, regaderas, lecheras, latas para chorizos, jarras de catar, faroles y el canalón «para que el agua de los tejados no marche para donde quiera, sino por su camino. Se sube uno al tejado, se clavan las palomillas y a colocarlo. Haylo de plástico, pero no resulta tan bueno como el de lata».

Luego entro en el taller de los madreñeros Eduardo y Alfredo. Les gusta la visita y que les pregunte por gente conocida. Tienen este trabajo como algo «rutinario, pesado, a base de horas y horas». Usan madera de humero, que es aliso, abedul, castaño montés, blima, siempre que sea resistente y que no cale el agua para que la humedad del suelo no llegue a los pies, sino que los aisle y mantenga calientes. Ahora ya se alivian de trabajo y les traen la madreña en basto y ahuecada para que la refinen, les den los últimos toques y las pinten. Compran diez o quince toneladas y van directamente a la serrería, donde con barrenadoras eléctricas las ahuecan. La lija también se hace ya a máquina. Antes se ahuecaban «a base de gubia y pulmón. Se puede vivir de madreñero pero nadie quiere aprender el oficio. Se viviría mejor de tener más campo, pero la madreña tiene un territorio muy limitado y no se exporta. Quizás León, Cantabria... Si donde llueve mucho se conociese la madreña se extendería más». Entre los dos se sacan veinte pares en una jornada. Las de hombre se venden a 260 y las de mujer a 240 pesetas. «Las primeras llevan más madera, son más grandes. Se dibujan las palas una vez que se lijan, pero hay un señor en el pueblo que hace una talla artística y más cara». Les hablo de ese entonces mágico que me ha traído a dar una vuelta. «Hace veinte años habría 30 ó 40 madreñeros y ya sólo quedamos nosotros, que, por nuestra edad, puede calcular el tiempo que existirán las madreñas en Pola de Siero. Sentimos que se pierda este oficio pero más lo sienten en las aldeas, que es donde más hace falta para las cuadras, porque luego llegan a la puerta de la casa, las sacan y entran limpios».

En Pola de Siero celebran hoy la fiesta que muchos consideran Día de Asturias; hay desfile de grupos folklóricos, mercado de ganado, de baratijas, de bollos preñados, sidra; todo alrededor de pintar miles de huevos cocidos. Araceli dice que lo de los Huevos Pintos lleva mucho tiempo aquí. «yo era una cría y ya pintaba huevos para que los vendiera mi madre en la plaza. A dos pesetas la docena. Se pintaban con una anilina y se escribía: 'Viva el Kaiser", 'Muera el Kaiser', ¿Quién mató a Dato?', y letreros muy guapos. El huevo se cocía, blancos, morenos no. Y se ponían versos en ellos: 'Vivan los huevos de Pola de Siero' 'Viva la Virgen de Covadonga'. Traían un organillo para bailar. La sidra era a diez céntimos. Coincidía con la feria de ganado de los martes. Eran unos puestos de huevos de asustar y se cocían del día para llevar a los bares como tapas. Son tan de por aquí como la Danza Prima. Hoy se pintan con calcomanías. Un mes antes nos poníamos a pintar y era un disfrute de familia reunirse bajo el hórreo. Si se vendían bien los huevos comíamos pasteles».

Gregorio cree que la Fiesta de los Huevos Pintos se viene celebrando en Pola de Siero desde el siglo XVIII, época de la revolución industrial, cuando los trabajadores alemanes vinieron a las zonas limítrofes al Concejo de Langreo y trajeron la tradición suya de pintar huevos en la Pascua de Resurrección y regalarlos a sus ahijados, «la costumbre arraigó aquí, pero la gente cambió la técnica y la cosa pasó a ser esta manifestación folklórica; lo que se suele regalar a los ahijados es el bollu, se haga en casa o en pastelerías».

Según Andrés, antes se pintaban los huevos con lo que «soltaban las castañas al cocerlas o los trapos de colores; se teñían todos los huevos y encima se les podía grabar lo que fuera vaciando la pintura con lejía o agua fuerte. Luego se usó anilina sobre el blanco. El letrero podía decir 'Viva la Pascua de Siero'. Se han dado cosas muy artísticas, y para que la gente se anime se lleva a las escuelas como trabajos manuales y hasta hay concursos. Se pintan unos cinco o seis mil huevos y se mandan a todo el mundo donde hay asturianos. Los motivos son propios, como hórreos, gaitas, escudos; por una cara va el dibujo y por la otra versos».

Adela ha pintado muchas docenas de huevos en su vida; «se llevaban para las tabernas; eran frescos cocidos, y los que tenían semanas eran para recuerdos, para vender en los puestos. En casa nos poníamos a pintar en una banquetina, así mientras mi madre atendía la tienda de frutas. Más bien las mujeres. Hoy pintan todos».

Perfecta tiene 93 años. Conocía a mi gente de Sama y recuerda de cuando era moza y pintaba huevos; «lo hacía con castañas. Se compraban los huevos en Infiesto a 1,50 la docena y los vendíamos a 2 pesetas».

Hago el camino de vuelta hacia Cantabria. Necesitaba esta soledad junto a tanta gente antes de encararme de nuevo a tanta gente para estar solo. Si viniera alguien conmigo no podría disfrutar del eco que me ronda desde ayer: el de la última canción cantada en el ensayo del Coro Santiaguín en Sama de Langreo. Estaba dedicada a la Xana: su numen:

Va por agua, va por agua,
a la Fuente de la Aurora,
el galán que la enamora
esperándola allí está.
Cuentan que al amanecer…



RAICES BAJO LAS RAICES. (Anotaciones a pie de camino 1974)

GARRIDO PALACIOS, Manuel

Publicado en el año 1996 en la Revista de Folklore número 192.

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