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La ceremonia del casamiento constituía uno de los aconteceres de mayor relevancia en la sociedad tradicional, pues en ella confluían una serie de elementos característicos, como son los aspectos sociales, rituales, económicos y los referentes al ciclo de la vida humana. Junto a ellos música, baile, indumentaria y gastronomía encontraban en la boda un marco idóneo para mostrarse en toda su vistosidad. Como en tantas otras manifestaciones de la Tradición, se dan por igual la circunstancia íntima y personal y el acto público, lo religioso y lo profano, el protocolo solemne y la diversión despreocupada, y todo ello mediante una serie de ritos marcados por una profunda carga simbólica. De entre todas estas facetas, el baile ocupa un lugar de especial importancia. Es de sobra aceptado que a la primordial necesidad de natural expansión corporal que lo motiva, se añaden en numerosas ocasiones la ornamental, cual sucede con motivo de diversas ceremonias de carácter religioso; la social, pues no hay que olvidar que el baile de pareja fue en las comunidades tradicionales el ámbito, si no exclusivo, sí oficial y de preferencia para las relaciones entre los sexos, con lo que adquiere una fuerte connotación erótica; y también el hecho ritual, articulando tanto actos de agregación y reafirmación colectiva como ritos de paso en las distintas etapas de la vida de la persona.
De antiguo bodas y bailes han corrido parejos en la vida campesina de nuestras tierras. Un bayle inserto en una comedia del XVII, que representa un suceso que debió acaecer realmente en el lugar de Fuencarral durante una boda, nos ilustra sobre el papel que el baile jugaba en las celebraciones nupciales:
...acabada la comida
todos a cantar empieçan,
que si linda era la madrina
por mi fe que la nobia es linda.
Pidieron al nobio todos
que sacase a la madrina
que es la mujer del alcalde
harto bizarra y pulida,
y como siempre en los viejos
se halla la cortesía
con el sombrero en la mano
ansí dançando dezía,
Conde Claros con amores
no podía reposar [...]
...Hizieron la reuerencia
y un gallardo cortesano
sacó la nobia a baylar
y assí la dixo cantando,
Lástima tengo de veros
la blanca niña
pues el cielo os ha guardado
tal desdicha [...] (1).
De los dos últimos aspectos más arriba mencionados, el social y el ritual, está imbuido el tema que aquí nos trae: el baile a la novia, su extensión y morfología en la provincia de Madrid. Consiste éste, a grandes rasgos, en una suerte de baile de pujas mediante el cual hacían su obsequio al nuevo matrimonio los invitados a la boda, fuera en especie o en metálico, y que se verificaba a tal fin en la plaza pública o en la misma casa después del convite. Sobre su uso y difusión dentro de España, podemos establecer, grosso modo, su área de acción tomando los cursos de los ríos Duero, por el Norte, y Tajo, por el sur y Sierra de Ayllón y raya de Portugal por el Este y el Oeste respectivamente, de modo que su corazón lo constituiría el Sistema Central en sus dos vertientes, y es ahí precisamente donde encontramos que fue más practicado y mayor variedad de formas presenta (2). No obstante, supongo que en tiempos pretéritos esta zona excedería con mucho los límites antes establecidos, según veremos más adelante, aunque por el momento no dispongo de datos que apunten a su existencia en otros puntos de la península, Portugal incluido. Centrándonos ya en la provincia de Madrid, parece que fue más bien cosa de sierra, pues apenas se hace llana la tierra, ni los informantes de más edad recuerdan la existencia de tal costumbre. Así, conocían y practicaban el baile en todo el terreno montañoso del partido de Torrelaguna, pero no en la Campiña del Jarama; lo mismo en el de Colmenar Viejo, aunque en Guadalix el recuerdo es ya vago y lejano. Se debilita también en la zona del Valle de la Fuenfría para resurgir con gran fuerza y personalidad en el área de influencia de San Lorenzo del Escorial; y así hasta la cuña que por Cenicientos se inserta entre las provincias de Avila y Toledo, mas ni en la Villa del Prado, ni en Chapinería ni en Brunete queda memoria de ello.
Antes de iniciar la descripción de la estructura sobre la que se desarrollan estos bailes, siguiendo para ello el hilo de las diversas denominaciones que recibe y estableciendo áreas generales con rasgos comunes, quiero transcribir aquí la costumbre tal y como la recogió José Manuel Fraile Gil -a quien aquí agradezco su inestimable ayuda y consejo- en La Puebla de la Sierra, uno de los núcleos más aislados y arcaizantes de nuestra Comunidad: ...La noche mismamente de la boda, primeramente se cenaba los de la boda, y cuando se terminaba de cenar los de la boda, ya iba el novio y el padrino a llamarlos a los mozos, que ya podían venir, y ya estaban ellos preparaos pa venir; y entonces ya venían y rondaban en la puerta, con la música, y se los rondaba; y luego ya abrían y ya pues se pasaba dentro, al portal, más bien en el portal, en esa cosa, y allí preparaban los sientos, y ponían pan y vino, pa to los mozos; el que quería ir, no era obligación de ir todos, el que quería iba y el que no...Solamente los mozos. Y allí pues se estaba bailando. Pues luego, ya después, de que se comía un cacho pan y se bebía dice:
Ya hemos comido y bebido
lo que ha sido regular,
a las costumbres del pueblo
salga la novia a bailar.
Lo primero salía la novia y el novio, y si no salía la novia y el novio tenía que pagar no sé cuánto. Cuando se cantaba dos cantares, iba el padrino a relevar al novio:
Lo primero son los novios
los que salen a bailare
y, en cantando dos cantares,
el padrino a relevare.
Eso era la noche de la boda, la primer noche. Por ejemplo, el sábado, que aquí por normas se casaba los sábados. Todos los mozos bailaban con la novia, todos. El que tenía voluntad, pues la daba algo. Casi todos la pagaban algo. Claro, poca cosa porque entonces aquí no llovía. En especie no, en dinero. Se le daba, por ejemplo, una peseta, o dos pesetas, lo que se pudiere; cada uno lo que podía entonces y esa cosa. Ahora, que también hay otra cosa que también te voy a contare: que, por lo visto, uno no se acordó de llamar a los mozos que vinieran a la boda, y entonces, ¿qué hicieron?, prepararon una cencerrá, y por la puerta venga a pasar allí con los cencerros pití, pití, pití...¡toa la noche sin dejarlos dormir! (La Puebla de la Sierra) (3).
Interesante me parece este relato por cuanto expone certeramente la serie de elementos sustanciales que anteriormente citamos, los cuales iremos encontrando en mayor o menor grado en todas las poblaciones estudiadas. De un lado, estamos ante un ritual de carácter económico -debilitado, eso sí, aquí en la Puebla, y que se irá acentuando conforme nos acerquemos al Sur-, pues los mozos han de corresponder con su donativo a cada baile con la novia, bien es verdad que en este caso voluntariamente. No olvidemos que ésta es ya mujer casada y, por tanto, su participación en los bailes de cortejo estará restringida a cuando lo haga con su marido como pareja; constituye, pues, un a modo de despedida que hacen los mozos varones -únicos participantes en el acto- a la mujer a la cual ya nunca podrán acceder libremente (entiéndase esto desde un punto de vista simbólico), aunque ya desde el momento de la conformación de relaciones con el futuro cónyuge esta libertad no existiera de hecho. Iniciado el baile con el ya esposo, y relevado éste por el padrino en un acto de suplantación muy propio de ancestrales usos cargados de significado, la recién casada deberá complacer a todos cuantos solicitantes la requieran, y la no invitación a éstos ya hemos visto cómo podía desencadenar una insólita respuesta reservada casi exclusivamente a los matrimonios irregulares, o como tales considerados: tal era la fuerza del derecho que les asistía. Insistiendo por última vez en el fundamento erótico que tenía el baile de pareja, y que le hacía estar severamente reglamentado, creo escuchar aquí un debilitadísimo eco -si no por origen, sí quizás por confluencia- de los rituales de desfloración colectiva por parte de los hombres de la familia del esposo que practicaban ciertas culturas tribales; a esta idea contribuye la general permisividad que frente a los besos furtivos a la novia encontraremos más al sur. Todavía hoy, en las modernas bodas de carácter urbano, y siempre que se organice baile después del ágape nupcial, está mal visto que la novia rechace una pieza con cualquier invitado que se lo solicite, y esto vale para toda España. Por último, la presencia del pan y el vino sobre la mesa representa una constante que encontramos en las bodas y otras muchas ceremonias de todo el ámbito cultural mediterráneo, como elementos sagrados y generadores de vida.
El caso de La Puebla es, no obstante, excepcional en su forma, aunque significativo por lo anteriormente comentado, mas sírvanos de prólogo para exponer las diferentes variantes que presenta nuestro asunto en el partido de Torrelaguna. Llámanle por aquí mayormente bailar a la novia (Aoslos, El Atazar, El Berrueco, Braojos, Gandullas, Garganta de los Montes, Gargantilla del Lozoya, Gascones, Horcajuelo de la Sierra, Lozoya del Valle, Lozoyuela, Montejo de la Sierra, Navarredonda, Paredes de Buitrago, Piñuécar, Prádena del Rincón, San Mamés, La Serna del Monte, Valdemanco y Villavieja del Lozoya) excepción hecha de Pinilla del Valle, donde recibía el nombre de el espigajo, lo mismo que en Canencia, donde además dicen espigar al hecho mismo del baile con su regalo (4). En todos ellos es la novia la única que ha de bailar su dádiva, según vimos en el anterior relato. Respecto del momento en que se verificaba, era general el hacerlo el mismo día de la boda tras el almuerzo del mediodía, salvo en La Serna, Canencia y El Berrueco, donde se hacía por la noche, después de cenar. Si en Aoslos, Canencia, El Berrueco y Horcajuelo de la Sierra era acto íntimo que se realizaba de puertas adentro de la casa, llama poderosamente la atención que en muchos lugares se prefiriera hacerlo en un lugar público, ya sea en la plaza (Gargantilla del Lozoya (5), Montejo de la Sierra, Pinilla y Lozoya del Valle, donde sé disponían unos bancos de madera a fin de que pudieran sentarse los músicos) ya en una calle (Villavieja del Lozoya, Navarredonda). En Prádena del Rincón ofrecía la singularidad de recorrer la novia las calles de la población acompañada de los guitarreros, que iban tocando en ronda, y deteniéndose a las puertas de las casas a bailar con todo aquel que lo solicitase. En Gascones el baile se hacía en el edificio del Ayuntamiento (6). Frente al uso de La Puebla, es común la participación de hombres y mujeres en la ofrenda, así solteros como casados, y exceptuando el caso ya mencionado de Prádena y también en Gandullas, la concurrencia a la misma estaba reservada a los invitados a la boda, pues si había ciento, ciento bailaban a la novia (Lozoya del Valle). Animaba la danza invariablemente el son de la jota, aunque quizás en el pasado hubiera servido cualquier otro baile de pareja en boga, cual las seguidillas. Tocábanse dos cantares y la despedida, tras la cual la música se detenía para dar entrada a otro u otra contribuyente. Sólo en Horcajuelo, y es el único caso que conozco en toda la provincia, se tocaba de continuo y la novia bailaba un solo cantar con cada persona, cambiando de pareja durante el estribillo instrumental (7). Abría el baile normalmente el novio (Gandullas, Lozoya, Navarrendonda, Villavieja). En Villavieja (8) y otros (Piñuécar (9), San Mamés) la costumbre imponía que en esta primera vuelta la novia le quitara al novio con los dientes un duro que él sostenía entre los suyos, dando lugar en San Mamés a verdaderas luchas, tirando fuertemente cada uno hacia sí, hasta que finalmente el novio, como no podía ser de otro modo, cedía entre los aplausos de los concurrentes. Parece ser que en la vertiente segoviana de la Somosierra, y durante el baile análogo que allí llaman de las galas (Aldealuenga de Pedraza, Sigueruelo, y más al norte, Fuentelolmo de Fuentidueña) este uso era en algunos pueblos de rigor no sólo con el novio, sino con todo aquel que quisiera dar su moneda. Tras el novio bailaban padrinos, padres y acompañamiento, por este orden (Gandullas, Lozoya, La Serna) aunque en El Berrueco eran los padres. En Montejo comenzaban a la vez novio y padrino, pues allí la novia era ayudada por la madrina, disponiéndose el baile de la jota en cuadro y marcando cada punto de la mudanza o seguidilla, como dicen por allí, con una y otra pareja alternativamente. Otros lugares donde se permitía que la novia fuera ayudada en su agotador baile, esta vez sustituída por una amiga, eran Navarrendonda y Pinilla del Valle.
A la despedida era corriente besar a la novia dándole la enhorabuena (Aoslos, Gascones, Montejo, Navarredonda), entregando acto seguido la mejora:
A la entrada de este pueblo
hay un hermoso lugar
porque en esto ya dicemos
que tocamos pa pagar.
(Gandullas) (10)
Te lo digo a ti, Fulano,
te lo digo de verdad,
que, al terminar esta jota,
prepárate pa pagare.
(Navarredonda)(11)
El regalo podía darse en especie (Gargantilla, Horcajuelo, Montejo) o en metálico (Aoslos, Lozoya). En este último pueblo era preceptiva la entrega de un duro en plata, que se procuraba reservar para la ocasión. Pero lo habitual era que se dieran ambas modalidades indistintamente, dependiendo del uso local y los posibles del bailador (El Berrueco, Canencia, Gascones, Lozoyuela, Prádena, La Serna, Villavieja). Si era en especie, bastaba la palabra dada para acudir cualquier día a llevarlo, pero en Montejo había que llevar las ofrendas a la plaza donde eran recogidas por los padres durante el baile (12), Si era dinero, se entregaba directamente a la novia, que lo guardaba en la faltriquera (Gandullas, Prádena); apuntemos aquí que en Bocígano, localidad de la provincia de Guadalajara que comparte rasgos culturales con la comarca madrileña del Rincón de la Sierra, la novia colocábase la faltriquera sobre el vientre, por encima del delantal, posición poco corriente que a diario usaban y usan aún algunas mujeres de la comarca de El Rebollar (Salamanca) y que parece una clara alusión al sexo femenino. Más habitual era que la casada lo entregara a la madrina (Canencia, Lozoya, Navarredonda, Pinilla del Valle, Villavieja) que aguardaba sentada con una bandeja (Aoslos, El Atazar) (13), un talego (Villavieja) o un bolsillo de estambre de los que usaban los mozos para guardar las perras (Lozoya, Navarredonda), En Lozoyuela era la madre la encargada, como en El Berrueco, donde lo depositaba en un canastillo adornado de cintas; una amiga hacía la función en Aoslos y Gascones, metiéndolo también en la faltriquera, y finalmente y como caso aislado en esta zona, era el novio quien lo recogía en Canencia. Elementos del ajuar doméstico abundaban entre los regalos, así como puñaos de trigo y centeno e incluso animales vivos (una chota, un cerdo...) entre los que no podía faltar la consabida polla o gallina (14). En algunos pueblos se afanaban los mozos por gastar bromas más o menos pesadas durante el baile, y así nos contaron en Montejo cómo llegaron a bailarle a una novia la ropa de su propio lecho nupcial que previamente se habían ocupado de sustraer sin ser vistos. En Navarredonda intentaban zafarse del pago correspondiente al baile, estando la madrina al quite para no dejar salir a ninguno que no hubiera satisfecho su deuda:
La culebra, en el camino,
la pisan los pasajeros;
levanta la cola y dice:
-La bolsa con el dinero.
(Navarredonda)(15)
El baile solía finalizar entrada la noche, sin más protocolo; pero en El Berrueco, concluido aquél, acudía la gente moza a solicitar las tortas al son de los cantares específicos para la ocasión así intitulados (16). Se disponían entonces las mesas en el centro de la sala, vestidas con la ropa buena, y sobre ellas fuentes de loza con las referidas tortas, a más de rosquillas, bollos y porrones con vino y anís dulce para regarlos. Entonces, acabado el canto, jóvenes y acompañamiento bailaban la jota formando rueda alrededor de dichas mesas (17); la misma informante nos aseguró que esta costumbre se estilaba también en Cervera de Buitrago, donde ella vio la torta colocada encima de un ceazo de cerner la harina sobre la mesa. Este sencillo e interesante acto entronca con las roscas de la Montaña de León, y con el baile homónimo de la provincia de Salamanca, llamado también pica en la Sierra de Francia. Al Sur de nuestra provincia, guarda relación con la ceremonia de la jarra, propia del pueblo de Chapinería, y en la cual la novia con la madrina, tras la boda y a la puerta de su casa de soltera, debían dar tres vueltas caminando alrededor de una mesa en la que había pan troceado y una jarra de vino con dos vasos. En cada vuelta, ambas tomaban un pedazo de pan y un sorbo de vino mientras el público circunstante cantaba jotas alusivas al hecho o al matrimonio al son de la rondalla. Después repetían la misma operación el novio y el padrino.
En ninguno de estos pueblos eran remunerados los guitarreros. Según testimonio de un informante de Lozoya: El guitarrero iba a tocar a la boda, perdía el jornal, pagaba cinco pesetas a la novia, y todo eso es lo que ganaba yo cuando iba a tocar a las bodas (Lozoya del Valle) (18). En la mayoría de los casos acudían por compromiso, procurando las familias invitar a algún tocador para asegurarse la música (Navarredonda); si acaso, se les solía convidar con algo de vino (Montejo de la Sierra).
Los pueblos del Puerto y adyacentes comparten las mismas formas que los del resto del sector norte, mas con algunas peculiaridades. Llaman por allí el honor (Robregordo, Somosierra) a la costumbre; en La Acebeda escuchamos la expresión bailar el honor a la novia. En Robregordo el honor también es el conjunto de cantos epitalámicos -conocidos en otros pueblos como el casamiento- del mismo modo que ocurre al otro lado del Puerto, por tierras segovianas (Sigueruelo, Fuentelolmo de Fuentidueña):
¡Crezca el honor de la espiga y el trigo!
¡Crezca el honor de los novios y padrinos!
¡Crezca el honor de la espiga y la rama!
¡Crezca el honor de los padres y hermanas!
¡Crezca el honor de la espiga y la rosa!
¡Crezca el honor de los mozos y mozas!
¡Crezca el honor!
(Robregordo)(19)
Exceptuando La Acebeda, donde se hacía en el mismo local en que se hubiera celebrado el convite, en los otros dos pueblos preferíanse lugares públicos, la plaza en Somosierra, una calle en Robregordo, siempre que el tiempo lo permitiera. También aquí la novia es la única que efectúa la cuestación bailada, exclusivamente con los invitados al enlace, tanto hombres como mujeres; y si en La Acebeda iniciaba la misma el novio, seguido de padres, familiares y padrinos, en Somosierra y Robregordo era el padrino el encargado de inaugurar la ofrenda bailando sus tres cantares de jota:
Allá va la despedida
que con esta ya van tres
deja a la novia en el baile,
vuelva a bailar otra vez.
(Robregordo)(20)
En Robregordo era inexcusable la presencia del sonoro almirez acompañando a la guitarra en estas ocasiones, y por cosa propia de bodas era tenido, aparte su utilización en las rondas navideñas. A la despedida, cada bailador o bailadora entregaba a la novia su donativo diciéndole: yo te ofrezco... (Somosierra) (21). En La Acebeda la novia debía vestir en tal ocasión su repicoteada faldiquera bajo el delantal, ofreciéndola al marido cuando estaba llena para continuar bailando (22). Una mesa grande se sacaba en Somosierra y Robregordo, a cuyo cargo estaban los padrinos (Somosierra) o madrina, novio y padres (Robregordo). En ambos casos las monedas eran depositadas en una bandeja colocada para ello. En Somosierra dicha mesa servía además para ir colocando en ella los regalos en especie, que quedaban así expuestos al examen general, y en Robregordo encontramos de nuevo la presencia solemne del vino y la hogaza de pan, acompañados de sabrosas tortas sobás. Tampoco aquí recibían ninguna compensación económica los músicos, que eran algunos de entre los invitados, pues raro era el mozo que no se apañabarasgue ando los sencillos acordes de la jota. Y como colofón, en algunos sitios se organizaba baile general para la mocedad (La Acebeda, Somosierra).
Pocas diferencias ofrece el partido de colmenar Viejo en su sector serrano; al sur del mismo, incluyendo la cabeza, recibe el poético nombre de las flores (Becerril de la Sierra, El Boalo, Colmenar Viejo, Moralzarzal). Salvo en la última de las poblaciones mencionadas, donde se hacía en la plaza, el lugar escogido era la misma sala donde se hubiese comido, en la casa de la novia (Becerril, Colmenar) o en un portalón donde hubiese anchura suficiente, como sucedía en El Boalo, esta vez después de la cena. Como ya dijimos al principio, sigue siendo la casada nueva la sola obligada a bailar su regalo, no más que con el acopañamiento de la boda. Comenzaba el baile el novio (El Boalo) y el donativo era otorgado al acabar la jota -una vuelta en Colmenar, dos y la despedida en El Boalo-; sólo en Becerril había costumbre de dar las flores antes de bailar, consistiendo éstas por lo común en un duro de plata (23). El dinero lo recogía el novio en el sombrero en el caso de Colmenar (24) y en Moralzarzal la propia novia lo echaba a la faltriquera (25). En El Boalo, donde lo más usual era dar en especie, las dádivas se iban colocando sobre una mesa en la que una caja de madera servía de recipiente para las pocas monedas que entonces solían caer (26). No faltaban bromas, y así en El Boalo hubo quien bailó a la novia un gato. Característico de esta zona era el intentar los mozos besar a la novia durante el baile, dando un brinco inesperado (Moralzarzal) o aguardándola en las vueltas (El Boalo), picardía que era no sólo tolerada sino aplaudida y jaleada por todos los presentes en el acto. No se estilaba el pagar a los tocadores, llegando a traerse de Colmenar Viejo en El Boalo en los últimos tiempos, sin más recompensa que la de ser convidados a la boda. Por último, en Becerril se guarda un vago y confuso recuerdo de que el baile se desenvolviera alrededor de una mesa o quizás una escalera, interesante aspecto que hasta el momento no hemos podido confirmar o ampliar con informaciones más detalladas.
Por la cabecera del río Guadarrama debió perderse la costumbre hace ya tiempo, pues ni en Los Molinos ni en Guadarrama hay recuerdo vivo de ello. Contamos, sin embargo, con el dato apuntado en la encuesta que realizó el Ateneo de Madrid a principios de este siglo sobre costumbres de nacimiento, matrimonio y muerte en toda España. En concreto, y en una ficha tomada en Alpedrete del Enebral, encontramos en el epígrafe referente a los regalos (ll-D-d) la siguente nota:
Es de rigor hacer regalos a la novia, durante el baile y en la forma que se describe en ll-D-h-5.
Desgraciadamente, la ficha a la que nos remite falta de la carpeta correspondiente a Madrid, extraviada probablemente en los años en los que se hizo la encuesta, por lo que no hemos podido ampliar datos sobre el modo en que se hacía o si recibía denominación particular (27).
Es en el área de influencia de San Lorenzo del Escorial, y en concreto en el término de Santa María de la Alameda, donde esta costumbre se practicó quizá con mayor intensidad y más tardíamente que en el resto de las zonas de la provincia estudiadas. Ofrecía además una serie de singularidades dignas de mención. Sea la principal la, a mi entender, extremada importancia que se daba allí al aspecto económico del ritual. El relato que hemos recibido de nuestras informantes está impregnado de un cierto regusto amargo, cual si hablaran de cualquiera de los penosos trabajos del campo; así, abundan las referencias a derrengadas novias que con el sol alto ya en el cielo y después de una interminable noche continuaban bailando por ver si podían espigar aún una cuartilla cebá o unas cuantas monedas. No es de extrañar si pensamos que en estos pueblos de alta sierra, de tan precaria economía, la aportación recaudada durante el espigo, que así le dicen allí, era de vital importancia para el arranque y constitución de la nueva familia. En algunos casos, hemos llegado a encontrar detallado el caudal obtenido en las cartas de dote, entre otros elementos de vestuario y ajuar doméstico de la novia: "Recogido de baile el día de la boda= 220 rs." (San Lorenzo del Escorial, 1848) (28). El estado de necesidad general en que se desenvolvía la vida de entonces, hacía pues inexcusable la ceremonia, y en algunos casos daba lugar a episodios que rozaban el patetismo: Teníamos que trabajar los dos; allí no ayudaba nadie, que a mí me estaba saliendo sangre de la nariz y allí me limpiaba como pude (Robledondo) (29); Era la novia la que lo tenía que trabajar pa ganarse aquel día el dinerito (La Paradilla) (30). No obstante, en algunos sitios se permitía a la madrina cumplir la promesa efectuada ante el sacerdote sustituyendo a la novia en su fatigosa faena, aunque este extremo no estaba del todo bien visto (Zarzalejo, Las Herreras).
Otra característica propia de la zona era el bailar también el novio junto a la novia, y el hacerlo hombres y mujeres con ambos.
En cuanto a la denominación del baile, hermana del espigajo de Canencia y Pinilla del Valle, me parece claro y conciso su significado, puesto que los novios verdaderamente espigan sus regalos a fuerza de trabajo, como aquellas que, haciendo lo mismo en los campos de cereal, rebuscaban y aprovechaban las espigas que tras de sí dejaban los segadores. Tal nombre o similares son los más extendidos por todas las regiones españolas donde ya vimos que se dio la costumbre, y así le dicen en las poblaciones abulenses de Las Navas del Marqués y Peguerinos, pertenecientes según veremos a la misma zona etnográfica que la comarca que nos ocupa; en Salamanca hay una jota del espigo en Gallegos de Solmirón, al igual que en La Alberca le dicen la espiga y correr la espiga; en otros casos -Real de San Vicente (Toledo), donde se llama el espiguijo, y Sepulcro-Hilario (Salamanca) con el nombre de respigo- designan ceremonias análogas, aunque la cuestación no se efectúe a través del baile. Tenemos además un precioso documento del año 1637, referido al recibimiento que se hizo en Valverde del Majano a Felipe II y Ana de Austria con motivo de sus bodas en la ciudad de Segovia -a cuya provincia pertenece el pueblo citado- en el año 1570, y en el que el nombre y forma del uso es idéntico a lo hasta aquí tratado:
...Sábado once de noviembre llegó la reina a Valverde, aldea de nuestra ciudad, distante legua y media al poniente. Allí fue recibida con danzas y fiestas aldeanas; y habiendo hecho oración en el templo, en la casa de su hospedaje, conforme a la costumbre de estos aldeanos, que el día de la boda los convidados bailan delante del tálamo, y hacen ofrenda a la novia, que dicen Espigar; los aldeanos y mozas de Valverde, espigando a su majestad, como a novia, con diferentes bailes y coplas la ofrecieron diversas alhajas, lino, sábanas, almohadas, tohallas, sartenes, cazos y otras cosas de que mostró agrado, mandando que todo se llevase a un hospital (31).
El espigo en nuestro terreno realizábase invariablemente en la casa, en la misma sala donde se hubiese convidado, haciendo anchura y disponiendo bancos y sillas en redondel, en cuyo centro bailaban los novios, Se celebraba por lo común después de la cena. Sólo en Robledondo existía el uso de hacer un espigo previo por la tarde, después de comer, restringido a padres, padrinos y familiares más cercanos; tras la cena, la novia mudaba las oscuras ropas de ceremonia que había llevado desde la mañana por otras de alegre colorido -el segundo vestido de la novia- y era entonces cuando se abrían las puertas a la participación general, hasta el amanecer (32). El orden de entrada al baile variaba según localidades: al novio y la novia solamente estaba reservada la primera vuelta en Navalespino y Robledondo:
A la puerta de la iglesia
te quedaste reparada
al ver que entraste soltera
y ahora has salido casada.
(Navalespino)(33)
Lleva la señora novia
en el ruedo del vestido
una estrella volandera
que va levantando el hilo.
(Robledondo) (34)
En Zarzalejo comenzaban el baile los hermanos de ambos contrayentes, y en Las Herreras bailaba en primer lugar la novia con sus padres y familiares al tiempo que el novio con los suyos, para a continuación hacer ambos lo mismo con la familia de su cónyuge. En Navalespino continuaban los padres de la novia tras el baile inaugural de la joven pareja:
Lleva la señora novia
una cruz en los pendientes
con un letrero que dice:
¡Viva ella y sus parientes!
(Navalespino)(35)
Los padrinos eran los primeros que espigaban en Robledondo:
La novia es una paloma
y el novio es un bollo de oro,
la madrina es una rosa
y el padrino es un tesoro.
La madrina lleva flores
en las puntas del pañuelo;
también el novio las lleva
en las alas del sombrero.
(Robledondo) (36)
Y tras los padrinos, los padres, también en Robledondo:
Ahora sí que canto yo
y canto con mucho gusto
tengo mi padre y mi madre
lo que no tengo lo busco.
Salga la madre del novio,
salga un poco más afuera,
salga la madre del novio
pa reconocer su nuera.
No olvides niña el corral
ni tampoco el alambrado,
mira que dejas allí
los padres que te han criado.
(Robledondo) (37)
Después de la familia se abría el espigo al acompañamiento en general, excitando su generosidad con el canto de coplas alusivas:
Ese que ha bailado ahora
ha bailado con agrado
y te va a espigar ahora
lo que a su padre ha sisado.
(Robledondo) (38)
La jota sigue siendo el soporte musical utilizado en estas tierras. Normalmente se bailaba un número de tres coplas: una con la novia, otra con el novio y la despedida (Las Herreras). En todos los pueblos lo hacen hombres y mujeres con los dos, y en aquellos en que se observaba el beso a la despedida (Zarzalejo, Las Herreras, Robledondo) éste se daba a ambos contrayentes, independientemente del sexo, junto con la enhorabuena. A más de esta salutación oficial, había también aquí mozos que trataban de robar un beso de distinta intención a la novia durante el baile: A lo mejor ibas bailando y el muchacho te hacía un corro por besarte (Robledondo) (39). La tolerancia ante este atrevimiento variaba según el carácter y temple de los afectados, y así cuentan que en Navalespino el novio quiso pegar a su esposa la misma noche de la boda al considerarla poco esquiva al beso de un mozo que la espigaba en ese momento:
Aprovéchate, serrano,
que ahora tienes la ocasión,
que te la has llevado tú
porque la desprecio yo.
(La Paradilla) (40)
En Zarzalejo se pedía turno para bailar, y al salir se solía anunciar el regalo en alta voz diciendo: yo te espigo..., anuncio que se producía durante el baile en Robledondo y al acabar éste en Las Herreras. El dinero lo recogía la novia en la faltriquera en La Paradilla, y era de rigor que, para la ocasión y hasta tiempos recientes, vistiera pañuelo de ramo y manteo de paño. Los padres eran en Zarzalejo quienes tenían el cuidao de los espigos (41), estando al cargo de la colecta. Una de las madres, que sostenía una caja de madera sobre las rodillas, se ocupaba de la recaudación en Robledondo. Estas cajas eran conservadas amorosamente por los matrimonios durante toda la vida, y no ofrecen ninguna particularidad formal, si no es la de tener cerradura a llave en Las Herreras; allí era el padrino quien con el título de cajero estaba a su cargo, teniendo la obligación de cerrarla herméticamente entre ofrenda y ofrenda, cuantas veces fuera necesario (fig. 1). Las cajas eran compradas normalmente en San Lorenzo o en Las Navas del Marqués (Avila) (42). En cuanto a los regalos en especie, que sin duda eran los más numerosos, en todos los pueblos mencionados eran apuntados minuciosamente, unas veces por el padrino (Las Herreras, La Paradilla), un hermano o pariente (Zarzalejo), o cualquier allegado que supiera escribir (Robledondo). Aunque en general nadie faltaba a la palabra dada en el baile, en este último pueblo la lista resultante servía para ir por las casas a recoger el obsequio prometido, pues aquí no se llevan las cosas a los novios; así, a la despedida, junto al beso y la enhorabuena se decía: cuando quieras ir a por ellos..., no recordándose ningún caso de morosidad en el pago. Entre las inevitables bromas de los mozos, había quien bailaba a la novia una caja llena de lagartijas (Las Herreras) o un alambre con dos pimientos y hasta un par de huevos con una zanahoria (Zarzalejo), elementos todos ellos de connotación sexual más o menos evidente (43).
A partir de esta zona la concurrencia de los guitarreros se ajustaba previo pago, ahondando más en la idea ya apuntada de la importancia económica que se daba a los espigos. En el término de Santa María de la Alameda -formado antaño por ocho pedanías, además del núcleo homónimo sede de la casa ayuntamiento- era corriente que se juntaran tocadores de todo el municipio, sirviendo, pues, de nexo de unión para una comunidad que, salvo en bodas y fiestas patronales, vivía separada en poblaciones apartadas. En Robledondo y otros eran preferidos los músicos de Peguerinos (Avila) a los del lugar , pues dicen que daban al baile mayor dinamismo, con breves descansos, aumentando así considerablemente la recaudación. En este pueblo, de bailadores de fama y que conservó hasta ayer mismo una riqueza y variedad de formas coreográficas que resistió extrañamente al embate de la jota, la juventud aprovechaba la música para hacer baile a las puertas de la casa donde se celebraba el espigo. En Navalespino, acabado éste, se solía llevar ronda de seguidillas y jotas a los novios acostados, tras la cual el novio se levantaba y les daba propina. Finalmente, en Las Herreras no podía faltar el vino sobre la mesa, para refrescar tanto a los músicos como al acompañamiento. En este último pueblo, y al finalizar el espigo, el contenido de la caja era escrupulosamente contado por el padrino en presencia de los novios y sus padres.
El espigo en Valdemaqueda revestía caracteres diferentes, pues allí no era indispensable bailar con los novios para efectuar el donativo; en cada pieza tocada por los músicos, que también eran contratados, se anunciaba previamente el precio de la misma: Esta vuelta vale un duro..., bailando varias parejas a la vez y pasando la tasa a engrosar la dote de los novios. Este método, que también se observaba en la cercana villa abulense de Las Navas del Marqués (44), entronca con los numerosos bailes de pujas que se dan en la mitad sur peninsular y por toda la costa mediterránea. Ejemplos de ello son los bailes de la Cruz de Mayo de Alosno (Huelva) en la llamada noche de los favores, donde lo obtenido financia la fiesta misma (45), o los bailes de ánimas e inocentes tan abundantes en el Sureste, para aumento del culto de las ánimas del purgatorio (46). En el caso de Valdemaqueda el precio de cada baile era fijo, con independencia de que se hiciera con la novia o no, y las pujas para subir la ofrenda, que sí hacían en Peguerinos y Tornadizo (Avila), eran tenidas por cosa poco digna por estas tierras. Este sistema abría la cuestación a otros bailes distintos de la jota, como el interesante baile tres, cuyo número impar de bailadores lo hacía poco adecuado al ritual comentado en otros pueblos que también lo practicaron (Las Herreras, Navalespino, Robledondo); en Valdemaqueda también se recuerda la presencia de las seguidillas en los espigos y, en fechas recientes, del baile agarrao. Como en los lugares anteriores, inauguraban el baile el novio y la novia, luego los padrinos con ellos, y en tercer lugar los escuderos, que así intitulan a dos mozos amigos de los novios que realizaban diversas tareas de ayuda durante todo el protocolo de la boda. Se bailaba en el mismo salón de la cena, y después de ésta, y también aquí la dádiva iba aparar a una caja de madera custodiada por las madres. Había también quien espigaba media fanega de centeno, o una pollita, y del mismo modo que en Robledondo, los regalos en especie eran apuntados detalladamente para pasar los novios con sus padres por las casas al cabo de unos días a recolectar lo ofrecido. Nuevamente aparecen las bromas (ej.: una caja de cartón llena de ratones) y los besos furtivos a la novia por parte de algún mozo atrevido (47).
El nombre que adoptaba el objeto de nuestro estudio en el área de presierra que rodea a la anterior es de especial significación, pues le decían por allí la manzana. Por toda Castilla y Extremadura la manzana y otros frutos semejantes aparecen aquí y allá condensando todo un mundo simbólico en ritos de diferente carácter, pero muy especialmente en aquellos relacionados con el matrimonio. La poma, como resultado de la flor, expresión de lo más granado y conseguido, se halla rodeada de connotaciones de potencia generadora e íntimamente ligada al sexo femenino. Recordemos que la tradición quiere ver en ella el fruto prohibido que Eva pecadora ofrece a Adán, si bien la Biblia no especifica la naturaleza del mismo. Añadamos a ello que en la mayoría de los actos nupciales en los que toma parte, aparece clavada ya en un cuchillo, ya en un puntero de madera torneada, sostenida por las manos de la todavía doncella, y en la que los que ofrecen deberán hincar su moneda, representación simbólica de la penetración. Así se hacía en el baile de la manzana de Oropesa y Lagartera (Toledo) como en Navalcán, de la misma provincia, donde le llamaban la recorría; otro tanto en la manzana de El Payo (Salamanca) y en la interesantísima ceremonia de la perra gorda de Serranillos (Avila), que por sí sola merecería un estudio más detallado. En Fuentepiñel (Segovia) las mozas entregaban a la novia en el baile de la pera la fruta referida cuajada de monedas (48) y, por tierras cacereñas, un artículo decimonónico nos cuenta de la utilización de una patata o melocotón en el análogo baile de los ramos que se hacía en las bodas del pueblo de Carrascalejo (49). En otros casos, manzanas llenas de dinero eran entregadas -bien por el padrino, bien por las mozas- a la novia aunque no hubiera baile alguno articulando el acto; así era en las manzanas de la Alta Extremadura (Ahigal, Guijo de Granadilla, Santibáñez el Bajo) y también en el honor de Fuentelolmo de Fuentidueña (Segovia), donde hacía las veces una exótica naranja. En la provincia de Madrid debió perderse el uso de la fruta en épocas lejanas, quedando sólo el nombre en algunos pueblos (Colmenar del Arroyo, Fresnedillas de la Oliva, Navalagamella, Navas del Rey, Valdemorillo). No obstante, hemos recogido una copla, usada en los espigos de Robledondo, que atestigua lo que en otros tiempos debió estar mucho más extendido:
Toma, niña, esta naranja
y pártela por la mesa
da a tu marido el primero,
que así lo manda la iglesia.
(Robledondo) (50)
García Matos señala cómo en Valdemorillo parece ser que el padrino hacía entrega de una verdadera manzana a la novia durante el baile (51), extremo éste que nosotros aún no hemos podido confirmar. Sin embargo, en el norte provincial, y en concreto en Montejo de la Sierra, la misma manzana enarbolada en un torneado puntero era usada por las cofradías de mozas en las peticiones que se hacían durante la Cuaresma para sufragar los gastos de alumbrado del Monumento el día de Jueves Santo, siendo por ahora el único caso que conocemos en toda la provincia de la utilización de manzanas para tal fin (52).
El desarrollo del baile en estos pueblos no diferia sustancialmente de lo hasta aquí observado. Generalmente se comenzaba después de la cena (Colmenar del Arroyo, Fresnedillas, Navalagamella); excepto en las Navas del Rey, donde la manzana se hacía después de comer en la plaza haciendo un gran redondel, por razones que veremos más adelante. En Fresnedillas lo hacían en la casa, abriendo el baile el novio y la novia:
Guarden silencio, señores,
que va a empezar la Manzana
de este nuevo matrimonio
casados esta mañana.
(Fresnedillas de la Oliva) (53)
El turno de los regalos lo inauguraban los padrinos, pues aquí poníanse también el novio y la novia, bailando los invitados con ambos:
Los padrinos les ofrecen
veinte arrobas de patatas,
veinte gallinas y un gallo,
diez fanegas de cebada.
(Fresnedillas de la Oliva) (54)
Tras lo cual era la vez de los padres:
La madre del novio baila
treinta fanegas de trigo
con el padre de la novia
cuatro vacas y un gorrino.
(Fresnedillas de la Oliva) (55)
En las otras localidades bailan también el novio y la novia, pero alternativamente y según lo solicitaran, ya que él sólo lo hacía con las mujeres y ella con los hombres (Navalagamella, Navas del Rey). Tanto en Fresnedillas como en Las Navas se acostumbraba a anunciar el donativo en alta voz al salir del baile, mientras que en Navalagamella era secreto, y se entregaba a la madre que aguardaba sentada con un bolsillo en un lado del salón público donde se hacía la manzana (56). Una bandeja sostenida por la madrina se estilaba en otros lugares (Colmenar del Arroyo, Navas del Rey) y sólo en Las Navas ajustaban con los guitarreros una cantidad en pago por su trabajo. Finalizada la cuestación, los novios eran obsequiados con ronda de seguidillas y jotas en Fresnedillas y Navalagamella. En Las Navas se repetía el baile después de la cena en los mismos términos que la manzana de la tarde, llamándose entonces con verdadera propiedad el espigueo; este momento era aprovechado por los mozos para cambiar de lugar los muebles de la casa de la novia y otras bromas más o menos ocurrentes. A la mañana siguiente, la cantidad obtenida era comentada en Navalagamella por todo el vecindario, comparándola con otras manzanas habidas anteriormente.
Ya dijimos que también se conoció esta costumbre en la comarca de San Martín de Valdeiglesias, la más occidental de la provincia. Recibe en algunos sitios la misma denominación que en el sector norte: baile de la novia (Cadalso de los Vidrios) o baile novia (Las Rozas de Puerto Real). Pero en Cenicientos, y también en Pelayos, conserva el nombre que le diera ya Covarrubias en su Tesoro: la redoma. Dice el referido autor:
...Redoma, llaman en las aldeas lo que se ofrece a los novios el día de la boda, a reddendo, porque quando los que les han ofrecido se casan, ellos o sus hijos está obligados a bolverlo en buena cortesía y comedimiento; y assí tienen ciertas palabras solemnes, assí los que dan como los que reciben. El que ofrece dize: Prestado vos lo doy; y el novio responde: aquí estoy, papagayo; que quiere dezir para pagarlo (57).
También en la voz epithalamio nos da cuenta de la región de donde era propio:
EPITHALAMIO: El cantar o himno que se dezia en las bodas en honor de los novios, que oy dia se usa en las aldeas de Castilla la Vieja, donde yo he oydo muchos que los cantan los Moços y las donzellas y las casadas, quando les van a ofrecer o dar la redoma. Entre otros hay uno cuyo tema es:
Que si linda era la madrina
por mi fe, que la novia es linda.
Si nos ayuda a calcular la antigüedad del término, su etimología permanece no obstante confusa, pues aunque Covarrubias, con la libertad que le caracteriza, lo hace derivar del latín reddo (Devolver, restituir, dar en pago, otorgar en recompensa, emitir, entregar), es posible que pudiera aludir a alguna ceremonia -hoy perdida, desde luego- en la que tomara parte alguna verdadera redoma (del árabe ruduma: botella de cristal, frasco) acaso conteniendo agua de olor, o el vino tan presente e importante en estos actos.
Por todos estos pueblos se alquilaba el salón de baile para la ocasión, en unos casos después de la comida (Pelayos), tras la cena en otros (Cenicientos, Las Rozas de Puerta Real). Rompía el baile el novio con la novia en Pelayos, y los padrinos con los mismos en Las Rozas; en este lugar solían bailar la novia con los hombres y el novio con las mujeres (58), mientras que en el resto es de nuevo la novia la única encargada, aunque en Cenicientos salía también el nuevo esposo si alguien lo requería. En este pueblo se hacía una primera redoma para la mocedad el mismo día de la boda, y el regalo en metálico era exclusivo entonces. Saliendo los mozos al ruedo anunciaban previamente en alta voz su donativo, generalmente acompañado de un comentario intencionado que provocaba la risa del público: yo le bailo una peseta pal pucherillo de las papas del primer crío, o pa la cucharilla, etc. Entonces se arrojaba la moneda a los pies de la novia durante el baile, estando el novio al acecho para recogerla rápidamente y guardarla en el bolsillo (59). Parecida costumbre se observaba en Las Rozas de Puerto Real, donde además se prefería bailar en calderilla con objeto de repetir el baile el mayor número de veces, aunque aquí era la novia la que cogía la moneda y la daba a la madre, quien la metía en un talego o cestil. En Pelayos, en cambio, el obsequio se depositaba en una bandeja sobre la mesa, donde incluso había quien echaba sin bailar, y sólo los padres anunciaban su regalo. Al día siguiente de la boda, la tornaboda, se hacía en Cenicientos una segunda cuestación, esta vez abierta a los casados y gente de edad, llamada por ello la redoma de los viejos. Era entonces la ocasión para los regalos -así llamados- en especie, y también aquí se solía apuntar lo ofrecido. En todos los pueblos bailábanse dos cantares y la despedida, aunque en Cenicientos la duración dependía de otros factores: si los guitarreros eran familiares de quien saliera a bailar en ese momento, el número de vueltas podía alargarse hasta cuatro o cinco; una fuerte subida en la cantidad ofrecida también podía ser motivo de mayor largueza musical.
Y hasta aquí lo referente al baile a la novia en la Comunidad de Madrid, no sin antes apuntar que, salvo algunos casos aislados –pocos- en los que la Guerra Civil acabó con su práctica, en casi todos los pueblos estudiados, los últimos espigos, manzanas y redomas dejaron de practicarse hace unos treinta años, momento en el cual se generalizaron las bodas al uso de la capital, y las novias de pueblo se libraron de aquellas templás de bailar que se daban, pero también de todo un acompañamiento de flores, ramos, cantares y bendiciones que, por su plasticidad y profundo significado dejan en lugar bastante modesto a las frías y anodinas listas de boda que hoy se estilan.
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NOTAS
(1) AVILA, Francisco de (recopilador): "Bayle de la boda de Foncarral", Flor de las comedias de España, de diferentes autores. Quinta parte. Barcelona, 1616 (B.N.M.) f. [110] v.
(2) Fuera de este área y como límites conozco el caso de La Bañeza (León) por el norte, donde la novia debía bailar con todos los invitados luciendo las vistas regaladas por el novio (Vid. VV.AA. "Costumbres de boda" RDTP. Madrid, 1958, pp. 165-192. El ejemplo más meridional de que dispongo me lo apunta José Manuel Fraile Gil y corresponde a Navahermosa (Toledo), donde le llamaban la gurrumía.
(3) 1nfonnes dados por Felipe Eguía Bravo, de 79 años y su esposa Elena Nogal Bernal. Fueron recogidos en La Puebla de la Sierra el 25 de noviembre de 1989 por J. M. Fraile Gil y A. Fernández Buendía.
(4) Informes dados por Justa Domingo Fernández, de 64 años. Fueron recogidos en Canencia del Valle el 19 de mayo de 1996 por M. León Femández y R. Cantarero Sánchez.
(5) Informes dados por Lorenza Gutiérrez Velasco, de 78 años. Recogidos en Gargantilla del Lozoya el 15 de abril de 1996 por M. León Fernández,J. M. Fraile Gil y J. M. Calle Ontoso.
(6) Informes dados por la Sra. Romana, de 75 años. Recogidos en Gascones el día 15 de abril de 1996 por M. León Fernández, J. M. Fraile Gil y J. M. Calle Ontoso.
(7) Informes dados por Felisa Sanz, de 68 años. Recogidos en Horcajuelo de la Sierra el1 de mayo de 1996 por M. León Fernández, J. M. Fraile Gil y J. M. Calle Ontoso.
(8) Informes dados por Dorotea Domingo Martín, de 69 años. Recogidos en Villavieja del Lozoya el 20 de abril de 1996 por M. León Fernández, J. M. Fraile Gil y J. M. Calle Ontoso..
(9) Informes dados por Victoria García, de 70 años. Recogidos en Piñuécar el 30 de julio de 1988 por M. León Fernández y J. M. Fraile Gil.
(10) Informes dados por Maria Lobo Sanz, de 87 años. Recogidos en Gandullas el 24 de julio de 1994 por M. León Fernández, J. M. Fraile Gil, J. M. Calle Ontoso y Susana Weich-Shahak.
(11) Informes dados por Agustín Villa Moreno, de 68 años de edad. Recogidos en Navarredonda el 19 de mayo de 1996 por M. León Fernández y R. Cantarero Sánchez.
(12) Informes dados por Milagros de Frutos Fernández. Recogidos en Montejo de la Sierra el 1 de mayo de 1996 por M. León Fernández, J. M. Fraile Gil y J. M. Calle Ontoso.
(13) Informes dados por Pedro Martín Hernand de 75 años, narural de El Atazar. Recogidos en Madrid el 10 de marzo de 1995 por M. León Fernández, J. M. Fraile Gil y E. Parra García.
(14) Es curiosa la presencia constante de este animal en los ritos nupciales, sin duda por ser símbolo de fecundidad. J. M. Fraile Gil me apunta que en el Valle de Polaciones (Cantabria) las mozas regalaban a la recién casada una gallina viva muy compuesta y adornada con cintajos y perifollos.
(15) Cantada por Agustín Villa Moreno. Vid. nota 11.
(16) Puede escucharse dicho canto en Madrid Tradicional Antología. Vol. 9. TECNOSAGA. KPD-10.922. Corte 24. Grabadas en El Berrueco el día 5 de Agosto de 1993 por J. M. Fraile Gil, M. León Fernández, N. Pascual Pascual y J. M. Calle Ontoso. Cantaron Antonia Sanz Montero, Victoria Arias Gómez, Eugenia Sanz Montero y Lucía Montero Montero de 67, 58, 59 y 49 años respectivamente, todas naturales de El Berrueco.
(17) Informes dados por Eugenia Sanz Montero. Recogidos en El Berrueco el 19 de mayo de 1996 por M. León Fernández y R. Cantarero Sánchez.
(18) Informes dados por Juan Iglesias Francisco, de 93 años. Recogidos en Lozoya del Valle el 15 de abril de 1996 por M. León Fernández, J. M. Fraile Gil y J. M. Calle Ontoso.
(19) Cantada por María Martín González, de 53 años. Grabada en Robregordo por J. M. Fraile Gil el 28 de agosto de 1989. Puede escucharse en Madrid Tradicional. Antología. Vol 6 y 7. TECNOSAGA. VPD-10.2073/2074. Cara B. Corte 8. Madrid, 1991.
(20) Cantada por Angel Jiménez Martín, de 69 años. Recogida en Robregordo el 22 de noviembre de 1989 por J .M. Fraile Gil y A. Fernández Buendía.
(21) Informes dados por Francisca Sanz Pascual, de 74 años. Recogidos en Somosierra el 20 de abril de 1996 por M. León Fernández, J. M. Fraile Gil y J. M. Calle Ontoso.
(22) Informes dados por Victoriano Sanz Araújo, de 78 años. Recogido en La Acebeda el 20 de abril de 1996 por M. León Fernández, J. M. Fraile Gil y J. M. Calle Ontoso.
(23) Informes dados por Luís Martín, de 84 años. Recogidos en Becerril de la Sierra el 26 de abril de 1996 por M. León Fernández, J. M. Fraile Gil y J. M. Calle Ontoso.
(24) Informes dados por Juana Tato Calleja, de 90 años, natural de Colmenar Viejo. Recogidos el 8 de Septiembre de 1992 en Matalpino por M. León Fernández y J. M. Fraile Gil.
(25) Informes dados por Carmen Aparicio Capote, de 96 años, natural de San Lorenzo del Escorial, pero criada en Moralzarzal. Recogidos en Moralzarzal el 24 de mayo de 1996 por M. León Fernández y J. M. Calle Ontoso.
(26) Informes dados por Isabel Garzón Guadaño, de 67 años, natural de Manzanares el Real, pero criada en El Boalo. Recogidos en El Boalo el 20 de abril de 1996 por M. León Fernández, J. M. Fraile Gil y J. M. Calle Ontoso.
(27) Los originales de esta encuesta pueden consultarse en la biblioteca del Museo Nacional de Etnología, donde se hallan depositados.
(28) Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Escribano Manuel Maldonado (de 1848 a 1851). Caja 33168. f [104].
(29) Informes dados por Dorotea Martín García, natural de Robledondo. Recogidos en la Paradilla el 3 de mayo de 1996 por M. León Fernández, J .M. Fraile Gil, J .M. Calle Ontoso y C. González Gil.
(30) Informes dados por Baldomera Manzano Manzano, de 81 años. Recogidos en La Paradilla el 3 de mayo de 1996 por M. León Fernández, J. M. Fraile Gil, J. M. Calle Ontoso y C. González Gil.
(31) COLMENARES, Diego de: Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla. Academia de Historia y Arte de San Quirce. Segovia, 1970. Tomo II, p. 295. Cap. XLIV, año 1570. En ciertos lugares de la Alta Extremadura (Ahigal, Santibáñez el Bajo, Oliva y Villar de Plasencia) llaman el tálamo al baile análogo a los tratados en este artículo.
(32) Informes dados por Angeles García Martín, de 57 años. Recogidos en Robledondo el 4 de mayo de 1996 por M. León Fernández.
(33) Cantada por Matilde García, de 70 años. Recogida en Navalespino el 25 de mayo de 1995 por M. León Fernández y J. M. Fraile Gil.
(34) Vid. nota 32.
(35) vid. nota 33.
(36) Vid. nota 32.
(37) Id.
(38) Id.
(39) Vid. nota 29.
(40) Vid. nota 30.
(41) Informes dados por Miguel Pascual Pastor, de 73 años, y Brígida Pastor Alvarez, de 65 años. Recogidos en Zarzalejo el 2 de mayo de 1996 por M. León Fernández y J. R. Pascual Pastor.
(42) Informes dados por Juana García Herranz, de 69 años. Recogidos en Las Herreras el 4 de mayo de 1996 por M. León Fernández.
(43) Vid. FRAILE GIL, José Manuel: "lagartijas, lagartos y culebras por la tierra madrileña: rimas y creencias". Revista de Folklore, Caja España, 1996. Nº. 185, pp.162-170.
(44) Vid. MENENDEZ PIDAL, Ramón: "Cómo vivió y cómo vive un romance". Valencia, 1945. Reeditado en Estudios sobre el romancero. Ed. Espasa-Calpe. Madrid, 1976.
(45) Vid. GARRIDO PALACIOS, Manuel: Alosno, palabra cantada. El año poético de un pueblo andaluz. Diputación Provincial de Huelva. Fondo de Cultura Económica. Huelva 1993.
(46) Vid. LUNA SAMPERIO, Manuel: "Las Cuadrillas del Mediterráneo". Revista Velezana. Nº. 13. Año 1994, pp. 45-54. Ayto. de Vélez-Rubio, 1994.
(47) Informes dados por Julio Herranz Jiménez, de 72 años. Recogidos en Valdemaqueda el 10 de mayo de 1996 por M. León Fernández, J. M. Fraile Gil y J. M. Calle Ontoso.
(48) Vid. OLMOS CRIADO, Rosa Mª: Danzas rituales y de diversión en la provincia de Segovia. Excma. Dip. Prov. de Segovia. Segovia, 1987.
(49) Vid. La España pintoresca del siglo XIX. Selección de artículos del Semanario Pintoresco Español. 1ª Ed. de Juan Francisco Blanco. Biblioteca de Referentes Etnográficos. Centro de Cultura Tradicional. Dip. Prov. de Salamanca. Salamanca 1992, p. 85.
(50) Vid. nota 32.
(51) Vid. GARCIA MATOS, Manuel: Cancionero Popular de la Provincia de Madrid. Instituto Español de Musicología. Barcelona/Madrid, 1952/1961. Tomo I. La nota está en Introducción XXXIV.
(52) Sobre las peticiones cuaresmales en Madrid prepara un artículo J. M. Fraile Gil de próxima aparición.
(53) Cantada por Santiago Serrano. Fue grabada en Fresnedillas de la Oliva el 21 de septiembre de 1985 por J. M. Fraile Gil y M. Santamaría Arias. Puede escucharse en Madrid Tradicional. Vol. 9. Fresnedillas de la Oliva. TECNOSAGA. VPC-187. Madrid, 1985.
(54) Vid. nota 53.
(55) Cantada por Fausto Alonso. Vid. nota 53.
(56) Informes dados por Ascensión Arévalo Casado, de 70 años. Recogidos en Navalagamella el 24 de mayo de 1996 por M. León Fernández y J. M. Calle Ontoso.
(57)COVARRUBIAS y HOROZCO, Sebastián de: Tesoro de la lengua castellana o española. Ed. de Martín de Riquer, según la impresión de 1611, con las adiciones de Benito Remigio Noydeus, publicadas en la de 1674. Ed. Alta Pulla. Barcelona, 1989.
(58) Informes dados por Víctor Romero Corcovado, de 67 años. Recogidos el 4 de junio de 1996 en Las Rozas de Puerto Real por M. León Fernández y J. M. Fraile Gil.
(59) Informes dados por Emilia Montero de la Rocha, de 76 años. Recogidos en Cenicientos el 17 de febrero de 1995 por M. León Fernández, J. M. Fraile Gil y J. M. Calle Ontoso.