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De los cuatro muleros
que van al agua
el de la mula torda
me roba el alma.
Uno de esos días en los que se va de un sitio a otro me paro en este pueblo almeriense a ordenar notas, rutas, cosas que hacer. A la caída de la tarde me topo con la cuadrilla de Animas, grupo con guitarras, guitarro, laúd, pandero y un cántaro golpeado en su boca con un abanador de pleitas trenzadas, que hace las veces de rústico bajo pedal. Ya que me voy con ellos y les pregunto por ésto y por lo otro me entero que llaman «guión al que canta primero, al que da el pie para que el resto sepa qué copla toca ahora». Los guiones son gente muy buscada; se les compromete con años de adelanto y ese compromiso es sagrado y pagado, como un trabajo más. Tienen la gracia de levantar el ánimo de la cuadrilla de Animas y de quien escuche. No todo el mundo vale para improvisar lo que se quiere decir. Los propios guiones «sienten orgullo de que por culpa de su cante los amos de las casas den a su cuadrilla más de lo que pensaban». Es un reto continuo cantado de guión en guión, de cuadrilla en cuadrilla. Así que con lo que los amos de las casas les dan: «vamos a suponer embutido y dulces, cenamos, aunque sea andando, tocando y cantando». Antes, para las limosnas solían llevar un burro con angarillas.
A Paco le «contó un cura que sabía lo suyo y que tenía un libro con la historia de esto, que la zona estaba deshabitada y mandaron personal a rellenarla, y los que vinieron trajeron esta musiquilla y aquí ha quedado. La cuadrilla de Animas -hasta siete distintas ha llegado a tener el pueblo- es una cosa y el baile otra. Y con una cosa y con otra vamos por todos los cortijos y nos dan dinero o pollos o lo que sea. Todo es para la Iglesia. A nosotros nos dan algo pero lo más, para las Animas, que lo gasta el cura en misas. Un año más y otro menos. En 1976 recogimos dieciocho mil duros:
Esta es casa real,
tiene muy buenos cimientos,
cobija la caridad
y mejores sentimientos.
Por Pascua, e1 día del Nacimiento y cuando se tercie, salen a recorrer cortijos hasta que la noche o el cansancio aconsejan un respiro. Cada cuadrilla hace un camino, aunque luego coincidan en la Misa del Gallo para cantar al Niño Jesús.
Hoy, día del Nacimiento,
pasamos con alegría,
y traemos a esta casa
al Niño Dios y a María.
Antonio cree que «esta costumbre y otras de las que le hablaré ahora, la trajeron a nuestra tierra los pobladores del siglo XVI, murcianos y manchegos mayormente, año arriba año abajo, para no errar, porque faltan las pruebas de los papeles. Aquí cantamos lo que ellos trajeron, unas coplas conservadas sabe Dios, de oído en oído. Lo mismo éste es el verdadero documento».
Dale limosna a las Animas,
dale si les puedes dar,
que Dios como poderoso
todo lo devolverá.
Según ha leído Manuel en los libros de la Hermandad «antes se hacían chuflas y una colecta el día de Inocentes, cosa que se conserva en Vélez Rubio y no en Vélez Blanco, por ejemplo». El día de Inocentes las máscaras se suben al balcón del Ayuntamiento, como única Autoridad, y pasan el rato legislando a voces, con el coro de la vecindad esparciendo el eco de las sanciones que imponen al más pintado, sea cura, alcalde, mendigo o transeúnte, por la más mínima cosa, como taparse de un aguacero, correr por una calle o mirar de soslayo a quien no debía. La multa es dinero y la cantidad se convierte en colecta para gastos comunes de la fiesta.
El castillo de Vélez
se está cayendo,
una muchacha rubia
lo está teniendo.
El guión trovero hoyes Pedro (1976); ayer, Antonio, Chiripo, Faustino, Justo, el tío Loco, el Gorra, Rizos, el Portona y tantos... Cuando se subastan los pollos que donan los vecinos, el pregonero sale y dice todo lo alto que puede: «De orden del señor Alcalde se hace saber que esta noche habrá un Baile de Animas, con parrandas, malagueñas y jotas sueltas, por lo que se prohíben los otros bailes».
Ya hemos llegado a la casa
que las Animas decían,
éste es el mejor devoto
que mi carrera tenía.
En las casas se sabe a qué hora llamarán las Animas a la puerta. El mayordomo pedirá permiso y si no hay luto, se cantará, y si lo hay, se rezará.
Ya se despiden las Animas
y muy contentas se van
en pago de tu limosna
felices Pascuas te dan.
Cuando alguno lo pide se cantan otras coplas con tal de que el mocerío baile algún suelto, del que dice Juan que lo llevan «metido tan dentro, que si sienten tocar unas parrandas o unas manchegas, se acaban las penas y lo que haga falta», Pedro añade que la gente joven cada vez “le echa menos cuenta a esto de bailar suelto, pero lo que es en el campo, en los cortijos, entre la gente de labranza, hay quien baila como un maestro. Y, oiga, aquí donde me ve, tan viejo y arrugado, aún me sobran perniles para bailarme cuatro coplas seguidas, que parece poco, pero hay que aguantarlas”. Cuadrilla aparte, los veo bailar con toda la galanura de la que son capaces:
Cuando se muera mi suegra
que la entierren boca abajo
por si acaso resucita
que se meta más pa bajo.
Otra costumbre del pueblo es la de las máscaras, que dura desde San Antón hasta San Blas; máscaras que abren las puertas al Carnaval. Hay quien nombra al sacristán Perucho, coplero nato que sacaba coplas de donde no las había aprovechando cualquier música pegadiza: runrunes, como dijo aquél. Perucho era una especie de guión, o mejor: muñidor de las comparsas, «el que dirigía poco bien todo el cotarro del jolgorio».
El confesor me ha dicho
que no te quiera
y yo le he dicho: Padre,
si usted la viera;
es tan bonita,
que sólo con mirarla,
las penas quita.
Estas seguidillas también las guarda Alosno (Huelva) en su memoria colectiva de esta forma:
Que no la quiera,
el confesor me ha dicho,
-flores, flores a ella-,
el confesor me ha dicho
que no la quiera.
y yo le he dicho: Padre,
-flores, flores a ella-,
y yo le he dicho:
-Padre, si usted la viera.
Es tan bonita,
que sólo con mirarla,
-flores "flores a ella-,
que sólo con mirarla,
las penas quita.
Iza Zamácola Don Preciso, las recoge en 1790 en su «Cancionero de seguidillas, tiranas y polos para ser cantadas a la guitarra». D'Ancona ofrece estas versiones:
El Padre Santo me ha dicho
que te olvide, que te olvide.
Yo le digo: -Padre mio:
no es posible, no es posible.
El Padre Santo de Roma
me dijo que no te amara.
Yo le digo: -Padre mio,
aunque me recondenara.
Ya digo, uno de esos días en los que se va de un sitio para otro me paro en Vélez Blanco a ordenar notas, rutas, cosas que hacer. Ya de noche añado al monto esos apuntes sobre el pueblo, en el que, a pesar del desinterés de los nuevos por los bailes sueltos, a pesar de la agresión despiadada que sufre la cultura popular por parte de los medios de masa, siguen vivas -hasta que duren- las cuadrillas de Animas y las máscaras que van desde San Antón a San Blas, como si del nimbo del pasado surgiera un orden inapelable a fecha fija, una cita con un origen confuso, al que no pueden perder cara.