Revista de Folklore • 500 números

Fundación Joaquín Díaz

Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >

Búsqueda por: autor, título, año o número de revista *
* Es válido cualquier término del nombre/apellido del autor, del título del artículo y del número de revista o año.

Revista de Folklore número

021



Esta visualización es solo del texto del artículo.
Puede leer el artículo completo descargando la revista en formato PDF

CANCIONES Y CUENTOS

DIAZ GONZALEZ, Joaquín

Publicado en el año 1982 en la Revista de Folklore número 21 - sumario >



CANTA ZURRON

En un pueblo había una fuente muy grande. Allí iban todas las niñas a por el botijo de agua, y jugaban a mojarse con el agua de la fuente; allí pasaban todas las tardes del verano.

Dentro del pueblo había una familia que tenía varios hijos y entre ellos una niña muy guapa que iba todos los días a por el botijo de agua.

Una de esas tardes, se quitó los anillos para no mojarlos y los deja en la piedra de la fuente.

Cuando se fue a su casa se olvidó de recogerlos.

Entre tanto, un mendigo se acercó a la fuente, vio los anillos, los cogió, y los metió en un gran saco que tenía.

Cuando la niña llevaba en su casa largo ralo y toda la familia se sentó a la mesa para cenar, los padres se dieron cuenta de que la niña no tenía los anillos puestos en los dedos.

La preguntaron que dónde los tenía, y ella recordó inmediatamente que se los había dejado en la piedra de la fuente.

Entonces los padres obligaron a la niña a ir a buscar los anillos, aunque ella no quería porque era muy tarde y la daba miedo ir sola hasta la fuente, que estaba a las afueras del pueblo.

Pero como los padres insistieron y la amenazaron con un castigo si no iba y los traía, la niña tuvo que ir a la fuente a buscarlos.

Llegó allí y se llevó un gran disgusto porque no estaban los anillos por ningún lado; sólo había en la fuente un mendigo que preguntó a la niña con picardía:

"Niña ¿Qué buscas a estas horas?"

Entonces la niña le preguntó:

"Oiga anciano. ¿Ha visto usted unos anillos que yo me he dejado esta tarde en la piedra de la fuente?

Y el mendigo contestó:

"Sí, yo los tengo".

Y la niña le dijo:

"Démelos, porque si no los llevo a casa mis padres me castigarán"

El mendigo la dijo:

"Métete en este saco y los coges tu misma".

A la niña la dio miedo de entrar en el saco, pero como los padres la habían amenazado con un castigo si no traía los anillos, sin pensarlo dos veces, entró en el saco.

Entonces el mendigo -que iba con malas intenciones-, ató rápidamente la boca del saco y la niña no pudo salir. La niña gritaba y gritaba pero de nada la sirvió.

Cuando se cansó de gritar y llorar, la dijo:

"Si eres obediente te dejaré salir, mira, cuando yo diga CANTA ZURRON O TE PEGO UN COSCORRON, tú tienes que. cantar una canción y así te dejaré salir".

Después se dedicó a ir de pueblo en pueblo pidiendo de puerta en puerta y las decía a las mujeres:

"Si me dan limosna, el zurrón que llevo les cantará una canción".

Y así fue; las mujeres daban limosna y el mendigo decía:

"Canta zurrón o te pego un coscorrón".

Y la niña cantaba:

"Por tres anillitos de oro
que en la piedra me dejé
por mi padre y por mi madre
en el zurrón moriré".

Las mujeres se ponían a murmurar y comentaban lo que acababan de oír.

Y así el mendigo iba de puerta en puerta sacando buenas limosnas, porque se había corrido por el pueblo que cuando le daban una limosna cantaba su zurrón.

A todo esto, los padres estaban muy preocupados, tristes y sentíanse muy culpables porque su niña no había vuelto y por ello pasaban los días y las noches llorando.

El tiempo iba pasando y un día se presentó el mendigo en la casa de los padres de la niña sin saberlo, como se presentaba en las demás casas para pedir limosna.

Cuando llegó el momento en que tenía que cantar el zurrón, el mendigo dijo:

"Canta zurrón o te pego un coscorrón".

Y la niña comenzó a cantar:

"Por tres anillitos de oro
que en la piedra me dejé
por mi padre y por mi madre
en el zurrón moriré".

Entonces la madre comprendió que era su hija la que estaba dentro del zurrón y disimulando al reconocer la voz de su hija, pensó rápidamente en la forma de poder recuperar a su hija, y dijo al mendigo:

"¿Dónde pasa las noches?"

Y el mendigo contestó:

"En los pajares que encuentro en mi camino".

Entonces la madre le dijo:

"Pues esta noche puede pasarla en el mío, porque tiene buena paja y va a estar muy calentito.

Y así fue, al llegar el atardecer, el mendigo con su zurrón -ya que no se lo entregaba a nadie-, se presentó en la casa donde tenían un buen pajar para pasar la noche.

El dueño de la casa le llevó buena cena y buen vino en abundancia para que se quedase pronto dormido, lo que hizo enseguida; los padres de la niña le observaron y en cuanto le cogió el sueño, entraron con mucho cuidado al pajar, y cogieron el zurrón y sacaron a su hija.

Cuando los padres cogieron a su hija en brazos, se dieron cuenta del error que habían cometido al hacerla ir a por los anillos aquella noche.

Luego, para que el mendigo no se diera cuenta del cambio, le metieron en el zurrón perros y gatos con el mismo peso que tenía su hija.

Cuando a la mañana siguiente se levantó el mendigo, les dio las gracias a los señores y se fue tan contento.

Entonces se marchó a otro pueblo y comenzó a pedir de nuevo limosna en las casas.

Y cuando el mendigo dijo:

"Canta zurrón o te pego un coscorrón".
Los perros y los gatos empezaron a ladrar y a maullar:

"Guau, miau, iau, guau, miau, guau, guau...".

Entonces cayó en la cuenta de que la noche anterior había dormido en el pajar de los padres de la niña.

Desde entonces, los padres y la niña con sus hermanos, vivieron felices y contentos, y prometieron los padres que nunca obligarían a sus hijos a cosas semejantes.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Angelines de Diego Arranz
Fuentecén (Burgos).

EL CRIMEN DE CECLAVIN

En Ceclavín, señores, se cometió un crimen fatal y triste, pero fue por defender su honor .

En dicho pueblo habitaba una viuda mala y sin piedad, y una hija que ella tenía, su hermosura trató de manchar.

Por interés de cien duros que un infame traidor la ofrecía, esa madre insensata quería que su hija manchara su honor.

-Hija de mi alma, de ti enamorada está un caballero muy rico que cien duros por tu honor me da. Con que otorga, hija del alma -va y le dice la madre cruel-, que nos da mucho dinero y eso nadie, lo puede saber .

Y la hija, entonces, la contestó con desdén y asombrado valor:

-Antes pierdo mil veces la vida que un infame abuse de mi honor.

Pero la madre, entonces, la contestó:

-Si no te entregas, te mato: otórgale y será mejor. Si por voluntad no quieres, a la fuerza yo te haré entregar .

Entonces aquella madre, al señor va a buscar, y le dice:

-Caballero, esta noche a las diez puede ir, que si mi hija no quiere entregarse, en mis manos tiene que morir.

Pero la joven, preparada estaba ya con un puñal de dos filos para su honra poder liberar.

Al entrar el caballero, va y le dice la madre cruel:

-Vamos, hija de mi alma, hazme caso y entrégate a él.

Entonces la hermosa joven, más valiente y bizarra que el sol, a su infame madre, sin tardanza, dieciséis puñaladas la dio.

El caballero, que de escapar intentó, agarrándole la joven, con la llave la puerta cerró.

El caballero, al momento, cayó al suelo triste y sin sentido.

-Perdóname, blanca joven. La decía triste y afligido. Mira que tengo dos hijos que inocentes de esto son, y en un ángel tan puro y tan bello, creo que no exista tan mal corazón.

Pero la joven, entonces, le contestó:

-Yo no puedo perdonar a quien tanto daño me causó; sabe que a mi pobre madre yo la muerte insensata la di, porque quiso atropellar la pureza con que yo nací.

Así que a usted le asesino para que pague su villana acción, pues es justo que muera en mis manos el que quiso abusar de mi honor.

Cuando muerto le dejó, ella misma a dar parte se fue, y con el rostro sin igual, de este modo le habló al señor juez:

-Yo, pobre soy, y usted como juez severo debe saber que la honra no se paga con ningún dinero. Así que ahora, señor juez, haga usted lo que quiera de mí, porque es muy justo que pague el delito que cometí, pues con mi propia mano castigué con desdén y valor al infame que quiso comprarme y a mi madre que. lo consintió.

Informante: Eusebio Pelillo Vaca, natural y residente en Mojados, de 91 años de edad. Lo aprendió del "tío Basilio", ciego que a principios de siglo recorría los pueblos vendiendo coplas; viajaba en un carro tirado de un burro y le acompañaba su mujer, que le servía de lazarillo. Sus coplas las acompañaba con acordes musicales de su inseparable guitarra.

Recopiló: Vicente. Vega.

EL CRIMEN DE MOJADOS

Suceso acaecido la víspera de Domingo de Ramos de 1890, un 29 de marzo. Tras la ejecución de los culpables el 11 de diciembre de 1891, en la localidad de Olmedo, a garrote vil, surgieron estas coplas que aún se recuerdan en la mente de nuestros mayores. A raíz del hecho Mojados adquirió el calificativo de "pueblo de mala gente".

Agradecemos a los informantes Obdulia García, Eusebio Pelillo, Mariano Martín (q.e.p.d.) y Ciriaco Pelillo, todos vecinos de Mojados, su aportación para la reconstrucción de este romance. Recopiló: Vicente Vega.

Al otro día siguiente
que ha sido Domingo Ramos,
ya se oye por el pueblo
que "al Rata" le han matado.

Victoriana, Victoriana,
bien te puedes alabar;
que has matado a tu marido
y lo has llevado al pinar.

Victoriana, Victoriana,
bien te rizabas el pelo;
con las tenacillas de plata
que te regaló el herrero.

Victoriana, Victoriana,
que has matado a tu marido;
lo has llevado al pinar
en unos cestos metido.

En el pueblo de Mojados,
ya no se pueden casar;
pues matan a los maridos
y los llevan al pinar.

A la Victoriana la llevan a Olmedo,
y la van a ahorcar junto al herrero.

A la Victoriana la van a llevar
por la carretera arriba, por no declarar.

EL GALLO QUIRICO

Este era un gallo muy presumido y le había mandao una carta su tío Perico, que se iba a casar y que le invitaba a la boda. El se puso todo guapo, se lavó bien las plumitas y ya iba cantando por el camino tan contento, pero, de repente, pues vio un muradal, y, claro, le tiró la idea de picar en él y decía:

-¿Qué haré yo? Si pico me mancho el pico y tengo que ir a la boda de mi tío Perico y tengo que ir muy limpito...

Pero picó; picó, se manchó el piquito y se puso todo triste. Se lo limpió con unas hierbas y nada, no se le quitaba. Y iba todo triste, todo triste:

-Ay, ay, que tengo que ir a la boda de mi tío Perico y tengo que ir muy limpito...

Y se encontró una malva, y dice:

-Malva, ¿no me podrías limpiar el pico, que tengo que ir a la boda de mi tío Perico y tengo que ir muy limpito?

Y dice:

-No quiero.

-Bueno, pues me voy para allá.

Se va andando todo triste, todo triste y se encontró a una oveja.Y dice:

-Oveja, come a la malva, que malva no ha querido limpiarme el pico y tengo que ir a la boda de mi tío Perico y tengo que ir muy limpito.

Dice:

-No quiero.

-Bueno, pues me voy para allá.

Iba andando, andando, andando y se encontró con un lobo.

-Lobo, come a la oveja, porque la oveja no ha querido comer a la malva y la malva no ha querido limpiarme el pico y tengo que ir a la boda de mi tío Perico y tengo que ir muy limpito...

Dice:

-No quiero.

Entonces va andando, andando, andando y se encuentra un palo.

-Palo, pega al lobo, que el lobo no ha querido comer a la oveja, y la oveja no ha querido comer a la malva, y la malva no ha querido limpiarme el pico y tengo que ir a la boda de mi tío Perico y tengo que ir muy limpito...

-No quiero.

-Bueno, pues me voy para allá.

Sigue andando, todo triste, y se encuentra una lumbre. Dice:

-Lumbre, quema al palo que el palo no ha querido pegar al lobo, el lobo no ha querido comer a la oveja, la oveja no ha querido comer a la malva y la malva no ha querido limpiarme el pico, que tengo que ir a la boda de mi tío Perico y tengo que ir muy limpito...

Dice:

-No quiero.

Entonces va más allá, más allá, más allá, y se encuentra un arroyo.

-Agua, apaga la lumbre, que la lumbre no ha querido quemar al palo, que el palo no ha querido pegar al lobo, el lobo no ha querido comer a la oveja, la oveja no ha querido comer a la malva, y la malva no ha querido limpiarme el pico, que tengo que ir a la boda de mi tío Perico y tengo que ir muy limpito...

-No quiero.

-Bueno, pues entonces me limpiaré yo solo.

Se agachó el pobre a limpiarse el pico en el agua y ¡pam!, se cayó. Y la corriente le llevaba. Y vinieron las doncellitas de su tío Perico a por agua pa hacer la comida, le vieron, le cogieron, le pelaron, le guisaron con arroz, y en las bodas de su tío Perico el pobre gallito allí terminó.

Contó: Felicidad Carretero, de Valbuena de Duero (Valladolid).

Recopiló: Joaquín Díaz.

SI ME LLEVAN A LA GUERRA

Si me llevan a la guerra
qué será de mí;
si me pegan un balazo
no vuelvo a venir.
Qué dolor,
salió p'a la milicia
mi amor;
salió p'a la milicia
mi amante salió.

Cantó Francisco Jiménez,
en Salamanca.
Recogió Joaquín Díaz.

HERMOSA SANTA ANA

Hermosa Santa Ana / ¿Por qué llora el niño?
por una manzana / que se le ha perdido.
Le mande usted a mi casa / yo le daré dos
una para el niño / y otra para vos.
Señor San José / vos sois carpintero
hacedme una cuna / para este cordero.
Duérmete mi niño / duérmete mi sol
duérmete mi vida / de mi corazón.
¡Ea! mi niñito / se quiere dormir
cierra los ojitos / y les vuelve abrir.

Cantó: Modesto Martín. Villabrágima.

LA GALIARDA

Ya tocan a misa en Roma
en la iglesia de San Pablo;
dice misa el arzobispo
y predica el Padre Santo.

Por la puerta de la Culpa
mucha gente ya va entrando,
entraban condes y duques
y gente de gran estado,
entraba el conde Laurel
con su hijito de la mano.

Galiarda que le ha visto,
del joven se ha enamorado,
con los ojos le ha dao señas,
con la mano le ha llamado,
y el niño, como es tan joven,
atento a la misa ha estado.

Se ha terminado la misa
y el joven se ha levantado:

-Qué me quieres, Galiarda,
aquí estoy a tu mandato.

-Qué te he de querer, mi conde,
que me lleves de la mano
desde el portal de la iglesia
hasta llegar a palacio.

Cantaron en Simancas Asunción Alvarez y Victoria del Pino



CANCIONES Y CUENTOS

DIAZ GONZALEZ, Joaquín

Publicado en el año 1982 en la Revista de Folklore número 21.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz