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¿Desaparece el pastoreo? Es evidente que no; en un mundo cada vez más tecnificado que busca facilitar al individuo su trabajo y aumentar su tiempo de ocio, el pastoreo tiende a simplificarse, ofreciendo en apariencia sólo ventajas a quien lo practica. Sin embargo hay algo que está en vías de extinción: la necesidad de observar para utilizar después las consecuencias de esa observación, la experiencia, en la vida diaria. Es decir, de nuevo el problema de la cultura vivida. El pastor escucha los datos meteorológicos a través de los medios de comunicación -aunque siga confiando todavía en su propia sabiduría de origen tradicional-, sale menos que antes y está menos tiempo solo (la radio le acompaña), soporta menos peligros y menos inclemencias -teóricamente los lobos están "controlados" y los días de lluvia puede dejar el rebaño en el aprisco...-.
En suma, una vida más fácil ha dado paso a un tipo de pastor que cada vez necesita menos de sí mismo y de sus conocimientos para realizar el trabajo cotidiano; a un individuo cada vez más dependiente de un sistema que le envuelve con sus controles -veterinario, centrales lecheras, etc.-, pero cada vez más indefenso ante cualquier eventualidad contraria que le sorprenda por salirse de esa norma.