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Revista de Folklore número

182



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INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA FISONOMÍA TRADICIONAL (1)

MIRAVALLES, Luis

Publicado en el año 1996 en la Revista de Folklore número 182 - sumario >



A Joaquín Díaz

"Las palabras son hermosas, fascinantes, pero las hemos sobreestimado en exceso, ya que no representan la totalidad, ni siquiera la mitad del mensaje”.

Flora Davis

1.- CUESTIONES PREVIAS: EL FOLKLORE DEL GESTO

Desde hace tiempo, el investigador del folklore y etnólogo Joaquín Díaz, viene insistiendo en la necesidad de un estudio en profundidad sobre el origen y evolución de esa serie de gestos con significado universal, que con tanta frecuencia se utiliza en la vida normal: "dentro de la cultura que se transmite por tradición en una comunidad aparece una serie de gestos, muecas o incluso expresiones ejecutadas con las manos, acerca de los cuales hay poca literatura, pero cuya importancia y antigüedad es innegable. Ese lenguaje gestual, tan efectivo como el hablado, lejos de haberse perdido o debilitado, se refuerza con nuevas aportaciones que engrosan el vetusto repertorio" (Joaquín Díaz: La memoria permanente, 1991).

Efectivamente, el mundo actual con su ritmo acelerado en todos los aspectos, y en donde privan todos los aparatos mecánicos parlantes -pronto lo harán hasta los ordenadores caseros- no ha facilitado el desarrollo del habla, del diálogo personalizado, sino todo lo contrario. Se habla en la televisión, habla el presentador de turno, hablan en las series denominadas "culebrones", pero apenas hablamos entre nosotros. De ahí que tanto progreso técnico no sólo no ha podido eliminar el lenguaje gestual, sino que lo ha potenciado al máximo, como si este sistema de comunicación se hubiera convertido en el medio más idóneo para la transmisión de información de forma directa e inmediata, por encima de tanto ruido "cacofónico".

Las investigaciones sistemáticas de la comunicación no verbal, comenzaron a partir de 1950, dando lugar incluso a la nueva ciencia, la KINESIA, que trata de estudiar los mensajes gestuales que envía todo el cuerpo, ya sea de modo consciente o inconsciente, ya que existen algunos gestos ejecutados de modo deliberado, buscando respuesta inmediata, mientras hay otro tipo de gestos independientes de cualquier cultura determinada, es decir aquellos que hemos heredado y tienen validez universal, porque se ha comprobado cómo tribus de distintas partes del mundo (Borneo, Nueva Guinea, Brasil o África) han reaccionado del mismo modo ante la presencia de una serie de fotografías con las mismas expresiones faciales, que correspondían a emociones primarias: alegría, sorpresa, miedo, enojo, angustia, vergüenza. Estos gestos no se aprenden, sino que se heredan como si nuestro cerebro estuviera programado genéticamente para emitir y reconocer los sentimientos básicos.

No obstante no todo el lenguaje gestual es instintivo, dado que en parte puede ser imitativo y en parte enseñado (recordemos el lenguaje de los sordomudos), a lo cual hay que añadir que también cada cultura particular, al igual que ocurre con el lenguaje coloquial, puede utilizar ciertos gestos universales, pero con distinta finalidad y significado, dependiendo del contexto y nivel social y de los cambios ideológicos y de mentalidad que haya experimentado la sociedad en que nos movamos.

Hace casi unos 40 años, en nuestro comienzo docente, los alumnos admitían -con más o menos agrado- la autoridad del profesor, por lo que se levantaban de sus asientos e inclinaban su cuerpo como saludo. Actualmente, conscientes de una igualdad social democrática, ni se levantan. Alguna que otra vez saludan levantando la pierna, chasqueando sus dedos, levantando el mentón y en el máximo de expresividad afectuosa pueden llegar tal vez a chocar en el aire su mano con la de algún profesor progresista.

Otro aspecto actual no de menor importancia es la simulación consciente, como defensa y ocultación de nuestra personalidad, o bien el uso del gesto agresivo y grosero, utilizado como desafío y reto ante los demás, en el intento de afirmar la igualdad social.

Naturalmente hay situaciones que exigen un comportamiento convencional, ya que sería muy poco "sociable" manifestar con nuestros gestos todo lo contrario que exigen las circunstancias, como sonreír en un duelo mortuorio, reírse en las ceremonias religiosas o de alto protocolo. Tampoco sería muy normal permanecer sumamente entristecidos "con cara de funeral" si se presencia en directo un programa televisivo que se supone muy cómico. En tales circunstancias es obvio que ejercemos un control para que nuestro cuerpo no envíe mensajes que resulten inconvenientes y evitar complicaciones posteriores. Pero es cierto también, que con el paso de los años y la evolución social, actualmente ya no se siente tanto la necesidad del ocultamiento y disimulo festual, lo que nos está conduciendo a verdaderos comportamientos a veces muy desagradables, porque se saltan todas las etiquetas y normas lógicas de convivencia, de modo que no se tiene en cuenta para nada la edad, situación o categoría social. Hemos saltado de un extremo al otro, desde la excesiva jerarquización medieval a la ausencia total de ella en el presente, donde poca o nula consideración y respeto nos inspira todo tipo de prójimo.

Este "progreso" de liberación comunicativa, puede ser beneficioso, dentro de unos límites, para una personalidad apocada y reprimida, pero todo uso trae consigo el aspecto negativo, es decir el abuso, y es en el que se incide de manera consciente, imponiendo agresivamente los gestos groseros, llenando de chabacanería la convivencia.

El respeto y la modestia, las relaciones humanas, exigen siempre unos límites. Cuando éstos se pierden totalmente, es posible que alcancemos la máxima libertad de expresión, pero también sin duda la máxima expresividad de las fieras.

"Las palabras pueden muy bien ser lo que emplea el hombre cuando le falta todo lo demás"

II.- DESCRIPCIÓN Y RECOPILACIÓN DEL FOLKLORE GESTUAL

Para seguir un método sistemático en nuestro estudio del lenguaje gestual tradicional, consideramos como lo más útil el ir concentrando nuestra atención sobre una zona restringida del cuerpo humano, siguiendo un cierto orden. Así abordaremos primeramente el análisis del rostro y sus modificaciones según los sentimientos que exprese, continuando por el estudio de las manos y sus distintos movimientos, examinando las diversas emociones que transmiten. De este modo, trataremos las partes del cuerpo que estimamos como las más expresivas y esenciales.

Sin embargo, nos centraremos en los gestos más espontáneos y cotidianos, incluso con preferencia en los más pintorescos, que por pertenecer a una especie de "argot de la mímica" pueden caer, a veces, en ciertas groserías.

Nos interesa, asimismo, resaltar todos aquellos gestos que perviven aún, sean más o menos espontáneos, porque han ido trasmitiéndose a lo largo del tiempo por tradición, perteneciendo ya al acervo común de nuestra cultura. Más aún consideramos casi como un deber incorporar aquellos otros gestos que están surgiendo actualmente, por responder al espíritu de nuestro tiempo, y al sentir de las nuevas generaciones; aunque algunos desaparecerán sin duda por superfinos, permaneciendo únicamente los de mayor eficacia expresiva, contribuyendo por consiguiente a enriquecer la cadena de la tradición.

Nuestro trabajo, sin embargo, no pretende de ninguna manera constituir todo un profundo tratado de fisonomía ni de psicología gestual. Se trata únicamente de una mera introducción en el estudio de los gestos observados en la realidad: una simple tarea descriptiva y de recopilación de los gestos esenciales.

Es indudable, por otra parte, que nunca se podrá agotar un tema que está en constante evolución y desarrollo como la misma vida.

"Totum hominem in capite vultuque esse”

Apuleyo

A) LOS GESTOS PRIMARIOS Y TRADICIONALES DEL ROSTRO.

Los movimientos de las cejas y de la boca, dominan toda la expresión facial, de tal modo que una leve alteración en sus movimientos puede modificar notablemente la expresión de los sentimientos. No obstante, podría afirmarse que existen cuatro posiciones que corresponden a la expresión de los sentimientos básicos universales (figuras 1 y 2): alegría y tristeza, ataque y defensa; que pueden dar lugar por intensificación o mezcla a muchas variantes, también con valor universal.

Para Darwin, estas expresiones elementales son gestos heredados, son sentimientos primitivos, poco complicados, y no pueden considerarse independientes de los propios animales, como suele ocurrir también con la intervención de otros elementos comunes; como son el erizamiento del cabello por efecto del miedo extremado o el descubrimiento de los dientes a impulsos de la ira exacerbada. (Darwin: L'expresión des emotions chez l’homme et les animaux, París, 1854. Hay traducción en español. Alianza Editorial).

Darwin concluye que todos estos gestos básicos están en estrecha relación con el desempeño de funciones dependientes de determinadas emociones. Por otra parte la mayoría de estos gestos básicos tiende a su repetición constante en función de su utilidad en determinadas situaciones, aunque en ciertas ocasiones pueden ser reprimidos por propia voluntad. Estos gestos naturales, instintivos, son ejecutados y comprendidos por casi todos los pueblos, porque son un producto genético de los seres vivos, que almacenan en el cerebro las impresiones opuestas de alegría o tristeza, bienestar o molestia, recibidas inconscientemente en la vida intrauterina y que luego perdurarán para servir de expresión en aquellos momentos en los que nos sintamos o no satisfechos.

En resumen, los gestos no son sino la realización de FUNCIONES, lo cual nos llevaría, en un estudio mucho más extenso y profundo, tal vez a establecer un auténtico sistema de comunicación, una verdadera GRAMÁTICA GESTUAL.

B) GESTOS DE OTROS ELEMENTOS DEL ROSTRO: LENGUA, DIENTES Y LABIOS

Otros elementos del rostro, como la lengua o los dientes, a veces, pueden apoyar a los gestos básicos, pero en otras ocasiones indican, como también sucede con los labios, expresiones independientes y con muy distinto significado al de las expresiones primarias. Así la lengua para expresar una satisfacción determinada, se pasea por los labios, sin que ello implique la necesidad de añadir otros gestos del rostro. También la lengua se saca de un modo independiente e impulsivo para responder a una grosería o llevarla a cabo. Los dientes, a su vez, pueden mostrarse como un signo de ataque, odio o desconfianza y defensa. La frase tan popular de "enseñar los dientes" expresa con suficiente claridad el verdadero significado del gesto.

La posición de los labios asociados al movimiento de las cejas y los ojos, según permanezcan inmóviles, se eleven, desciendan, se abran o cierren, con mayor o menor intensidad ayudan, con notable eficacia, a expresar alegría, indiferencia, desdén o disgusto. Proyectados hacia adelante, los labios son signo de descontento ("poner pucheros"), siendo un gesto común a todas las razas humanas y también a los chimpancés, según Darwin. Proyectados hacia atrás producen la risa sardónica, la burla, como también decepción y burla el movimiento lateral del labio inferior.

La inclinación de la cabeza expresa, con más limitación, algún sentimiento. La inclinación hacia adelante corresponde al sentimiento de preocupación, sobre todo si va acompañada de otros gestos de las manos (véase la figura 3). La inclinación hacia atrás de la cabeza es señal de desafío, aunque pueda expresar admiración o entusiasmo con el apoyo de los ojos, en ambas inclinaciones.

C) LOS GESTOS TRADICIONALES DE LAS MANOS Y DEL ARGOT ACTUAL

Las manos, que ciertamente en opinión de los expertos son la parte del cuerpo humano más difícil de plasmar, constituyen por sí solas un auténtico tesoro de expresividad, ya que son capaces de revelar con la mayor fidelidad nuestra personalidad. Acaso podría realizarse un verdadero ensayo psicológico sobre la Historia a través de las manos de los reyes y de los personajes públicos más destacados, estudiando sus manos y otros gestos en los cuadros de los pintores que los retrataron. Recordemos al respecto y a título de ejemplo, el cuadro de El Greco: "El caballero de la mano en el pecho", o la postura de los caballeros en el cuadro de "La lanzas" de Velázquez.

La mayor parte del amplio repertorio de gestos llevados a cabo por las manos han sido incorporados por la tradición. Muchos de estos gestos aparecen subrayando las expresiones del rostro (figuras 3, 4, 5, 6 y 7), pero también las manos aisladamente son capaces de expresar una rica gama de sentimientos, incluso más complejos de lo que parece a simple vista (figuras 8, 9 y 10).

Las generaciones más jóvenes se comunican con prioridad con las manos, y en casi todos los aspectos de la vida, prácticamente sin apenas dialogar con palabras, e incluso transmiten "mensajes", en ciertas situaciones, que equivalen perfectamente al habla más coloquial. Esta especie de "argot mímico" ha nacido al impulso acelerado de la vida actual, que precisa ir directamente "al grano" o como dicen los propios jóvenes hablar lo menos posible, sin extenderse demasiado en explicaciones vagas e inútiles, o sea "sin enrollarse". Por esto mismo la característica principal es su forma esquemática. Los gestos del argot tratan de imitar la realidad seleccionando un sólo rasgo especial de lo que intentan representar, por lo que esta simplificación puede resultar incluso poco clara para aquellos que no se muevan dentro del contexto social donde se emplee el argot.

Muchos de los gestos esquematizados son muy simbólicos (indican cualidades abstractas), sobre todo los que podríamos calificar de obscenos (figura 10), cuyo origen se remonta a los Arlequines de "La Commedia dell’Arte" italiana o incluso hasta la Grecia clásica, dado que algunos ya aparecen representados en grabados y jarras de su época. En términos generales son insultos dirigidos a humillar, como el gesto de "los cuernos" o el del "cero" cuyo significado más extendido actualmente es el de indicar que algo ha salido perfectamente, pero que en Grecia implicaba una amenaza de violación tanto femenina como masculina. Otros gestos del argot se refieren a las costumbres y a los modos de vida de la juventud actual, siendo algunos expresión sintetizada de frases estereotipadas, mientras otros equivaldrían a verdaderas metáforas visuales, como el gesto de apuntar con los dedos en forma de pistola para expresar el deseo de que alguien desaparezca, el gesto de la tijera para indicar que se corte una larga explicación o el de apretar la nariz para señalar que algo es francamente defectuoso, "no está muy limpio o claro" en el sentido ético, como ocurre en la película "Ciudadano Kane", cuando dos operarios que contemplan desde lo alto la malísima actuación de "la cantante", aprietan sus narices. Son gestos, en definitiva, que explican con suficiente rapidez y claridad lo que necesitaría todo un largo párrafo verbal.

Por otro lado el clima de agresividad, de ruidos y exaltación que predomina en los ambientes juveniles y en los deportes de masas, ha dado lugar a multitud de saludos gestuales que sean susceptibles de atraer suficientemente la atención, desde el gesto más "suave" de castañear los dedos, hasta el de colocar las manos en torno a la boca abierta desmesuradamente para amplificar "el grito" más que la palabra. Dentro de esta extensa gama de gestos subyace una cierta intencionalidad, la de mostrar una actitud de afirmación, de desafío y altanería, por lo que se imponen los gestos de signo contrario: el gesto de tapar la boca con un dedo para exigir más silencio, el de tapar un sólo oído, para indicar que no se oye nada, o el de tapar los dos, para resaltar precisamente todo lo opuesto: que no se quiere oír.

III.- ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL GESTO EN LA HISTORIA

Lo que convierte a los gestos humanos en reveladores de nuestra intimidad radica en que como "animal" humano, somos inconscientes de nuestros actos, y ello a pesar del habla, porque estamos tan pendientes de las palabras que pronunciamos (algunos más que otros), que nos olvidamos de las expresiones de todo nuestro cuerpo, que están delatando nuestro interior.

Ni tan siquiera el hecho de que hayamos desarrollado un concepto tan complejo como es el de la felicidad y tengamos palabras para expresarlo, ha podido suplantar el gesto ancestral de abrir nuestros labios para sonreír o gritar de alegría. Ninguna máquina podrá acabar jamás con la irresistible necesidad del hombre para expresarse a sí mismo a través de los gestos corporales más simples.

Para Desmond Morris, la mayoría de nuestros gestos son biológicos, innatos, no aprendidos. Son reacciones espontáneas que obedecen a estímulos, aunque no haya habido experiencia previa. Incluso los niños nacidos ciegos sonríen y fruncen el ceño, en el momento apropiado.

Existen, además de la alegría y la tristeza, otras dos tendencias innatas: la agresividad y la defensiva, como ocurre en todo el reino animal al que pertenecemos, aunque los demás animales nunca han llegado a ser adoctrinados para la guerra sistemática. La autodefensa o el ataque en momentos determinados es una cosa y los asesinatos en masa es otra.

Del resto de los gestos, según D. Morris, la mayoría son adoptados y proceden del contorno social en el que vivimos, mediante un proceso de absorción, a veces tan sutil que apenas si nos damos cuenta que imitamos a otros seres, sobre todo a los que más admiramos.

Pero, en definitiva, dejando aparte los primarios, el resto de los gestos responde a los cambios en el modo de vivir, de modo que algunos desaparecerán, porque ya no existe el estilo de vida que lo precisaba, como el de quitarse el sombrero para saludar al superior o a las damas, dado que el mundo de la caballería se acabó ya en la Edad Media y tampoco se usa el sombrero.

Las últimas generaciones del siglo XX han adoptado un estilo totalmente distinto y relajado, un modo diferente de pensar que se refleja hasta en la manera tan distendida de tenderse o sentarse en el suelo. Alguien podría pensar que esto es algo completamente nuevo, sin embargo hubo ya épocas donde la tendencia al desaliño y los gestos bruscos y groseros también se pusieron de moda, hasta que fueron reemplazados por otros más "suaves".

Así en la Roma de Teodosio, en el siglo IV d. C. los jóvenes se dejaron crecer las melenas, según nos cuenta el cronista Anmiano Marcelino, que vivía en Constantinopla y cada año viajaba a Roma. Marcelino no dejó de mostrar su asombro ante las cada vez más decadentes costumbres de la capital: además de "las crines mayores", los jóvenes se pusieron los pantalones ajustados o "bracae", traídos por los legionarios desde Germania, deshilachando estos pantalones, que pasaron a llamarse "racae", de donde viene el adjetivo de "rácano". También se pusieron chaquetas lisas de piel de vaca o "indumenta pelium", como los rockeros actuales y lanzaban gritos desaforados con gesticulación exagerada. Con este comportamiento trataban de mostrar su rechazo a lo que consideraban una sociedad corrompida.

El sucesor de Teodosio, su hijo Honorio, impuso duros castigos para quienes lucieran tales vestimentas tan discordantes con los cánones que distinguieron la grandeza de sus antepasados, pero de la reiteración de más y más leyes que trataban años después de erradicar el mismo problema, se deduce que nunca se cumplieron por la relajación de un imperio ya torpe y en decadencia total.

Existen muchas semejanzas en todas las sociedades decadentes, además de los gestos corporales, pero, sea como sea, hemos de admitir que los gestos siempre envían información al observador, revelando nuestra disposición de ánimo y nuestro proceder, ya sea de modo deliberado o de manera inconsciente.

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NOTA

(1) Dibujos del autor.

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INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA FISONOMÍA TRADICIONAL (1)

MIRAVALLES, Luis

Publicado en el año 1996 en la Revista de Folklore número 182.

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