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Se cumplen ahora cincuenta años de la segunda visita del folklorista Kurt Schindler a nuestro país; en este viaje el musicólogo alemán consiguió reunir quinientas canciones en discos de aluminio gracias a un aparato de gramófono Fairchild Aerial. Tras este trabajo, prácticamente desconocido en España, publicó bajo los auspicios del Hispanic Institute de Nueva York uno de los cancioneros más completos e interesantes que se han llevado a cabo sobre la música tradicional española, con 985 temas. Pensaba Schindler que un trabajo sistemático conseguiría extraer del medio rural español más de 25.000 canciones diferentes, teniendo en cuenta los resultados obtenidos en su recopilación. Se equivocaba, sin embargo al decir, como muchos otros folkloristas: "Podemos estar seguros de que en los próximos diez años, toda esta riqueza musical del pasado quedará extinguida, puesto que ahora mismo solamente los viejos de más de sesenta años recuerdan estas melodías tradicionales que los jóvenes ignoran". Han pasado cincuenta años -difíciles y poco propicios para la transmisión- y una nueva generación ha heredado cantos y expresiones que Schindler y muchos otros creyeron perdidas para siempre en breve plazo. Una última recogida en un solo pueblo de Valladolid ha dado como resultado la recopilación de ciento setenta temas diferentes, cantados por personas cuyas edades oscilaban entre los cincuenta y los noventa años. ¿Quién se atreve a decir que el folklore está muerto? Nosotros no, desde luego.