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CUENTO
Antiguamente se, acostumbraba en el pueblo a llevar la comida a casa de los familiares cuando había un difunto, para evitar el que, éstos tuvieran que guisar en trance tan lastimoso.
Pero como no debía ser mucho ni muy apetitoso lo que los vecinos llevasen, en una casa donde había muerto un abuelo, y donde la pena no debía ser mucha, decidieron freír unos torreznos para aliviar la tristeza, pero cuando sacaron la sartén de la lumbre y se disponían a comer, comenzó a llegar el personal, de modo que hubieron de ocultar la sartén dentro de las faldillas de la mesa-camilla que en la sala había.
Tenían en la casa del difunto un gato llamado "mundo", que era famoso por sus zalagardas (por sus faenas) en todo el pueblo. El caso es que comenzaron los pésames y las condolencias mientras el ama de la casa veía cómo el gato iba sacando de bajo de la mesa uno a uno los torreznos de la sartén, a lo cual decía impotente y apenada:
-¡Ay mundo, mundo, cómo te les vas llevando uno a uno!
A lo que otro de la casa añadía:
-¡Y de los más gordos!
Población: Guadix de la Sierra (Madrid).
Informante: Valeriana Gil Rubio.
Edad: 53 años.
Recopilador: José Manuel Fraile Gil.
Fecha de la recopilación: Agosto 1981.
La informante lo aprendió de sus padres.
ROMANCE DE HERMILINDA.
En la gran ciudad de Amberes
de la Bélgica nombrada,
con una inmensa fortuna
un matrimonio habitaba,
eran ricos propietarios
sólo una hija temían,
y en la pila del bautismo
la pusieron Hermilinda.
Apenas tenia diez años
le cayó tan mala suerte
que a su desgraciada madre
se la arrebató la muerte.
Al cumplir dieciocho abriles
este bello serafín,
se enamoró de Hermílinda
un joven llamado Luis.
Hijo de muy buenos padres
y de buena posición
Hermílinda enamorada
le entregó su corazón.
Sin darle cuenta a su padre
las relaciones seguían,
hasta que su padre, al fin,
se enteró de lo que había.
Estando un día a la mesa
su padre dijo a Hermilínda:
-Voy a decirte una cosa
ya que tú no me la digas,
nunca yo hubiera creído
alma mala, hija vil,
que sin decirme a mí nada
estás hablando con Luis.
Entonces con voz muy triste
ella contestó a su padre:
-Es verdad que hablo con él
y con Luis voy a casarme.
Un silencio sepulcral
reina por breves momentos
hasta que contestó el padre
estas palabras diciendo:
-No te casarás con él
por ingrata y seductora,
que has de morir encerrada
en una oscura mazmorra.
Y cogiéndola del brazo
cual lobo coge a su presa
y como un tigre malvado
a la mazmorra la lleva.
Un año consecutivo
allí la tuvo encerrada
sin darle más alimento
que una onza de pan diaria,
y de quincena a quincena
tenía por extraordinario
una vasija de agua
y un poco de té templado.
Al cabo de poco tiempo
las vecinas preguntaban,
con malvada hipocresía
el padre las contestaba:
-Se ha ido a España a estudiar
a un colegio de educandas
para el día en que se case
sepa ya arreglar su casa.
Así transcurrió algún tiempo
y cuando le parecía
con una fingida carta
engañaba a las vecinas.
El día quince de enero
de este año treinta y dos,
compadecido de ella
de la prisión la sacó.
Al subir las escaleras
y ver los rayos del sol
cayó desmayada al suelo
sin fuerzas y sin valor.
En medio de su desmayo
estas palabras decía:
-Oh padre infame y malvado
por ti yo pierdo la vida,
sólo un favor os pido
compadeceos de mí ,
que vengan mis compañeras
y con ellas también Luis.
Vinieron sus compañeras
y su amante idolatrado,
y en los últimos momentos
así se despidió hablando:
-Adiós amigas del alma
adiós para siempre Luís,
que por hablar yo contigo
mí padre me encerró a mí.
En la tumba de Hermilinda
ha florecido un rosal,
con un letrero que dice:
he muerto por mi papá.
Aprendido del coplero "Estampafina".
Población: Guadix de la Sierra (Madrid).
Informantes: Hermanas Gamo García.
Edad: 60, 63 y 80 años.
Fecha de la recopilación: Noviembre 1981.
Recopilador: José Manuel Fraile Gil.
LA LECHERA
De pequeña fui lechera
muy feliz y muy dichosa,
criada en unas montañas
cerca de Piedra Morosa.
Sólo por querer a un hombre
del mundo fui murmurada,
unos amores malditos
que me hicieron desgraciada.
De esos amores malditos
sólo me queda un recuerdo:
Un niño de ojos azules
como un angelín del cielo.
Cuando lo acuesto en la cuna
se duerme sin que le cante,
las canciones de su padre.
que va por el mundo errante.
Y soñé que era casada,
con el rey de mis amores,
que estaba guardando vacas
y un jardín con muchas flores.
Que no quiero que vayas a la vía
ni tampoco a la carretera,
que no quiero que aprenda nadie.
el cuento de la lechera.
Recogido por José Manuel Fernández Cano en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), en septiembre, 1979; de Fuensanta Cano Rodríguez (53 años de edad). Natural de Villanueva del Arzobispo (Jaén).
LA ASADURA
Era un padre, y una madre y tenían un hijo; y la madre estaba muy enferma y se murió. Y eran muy pobres, muy pobres y no tenían nada que comer; y tuvieron invitados, y como no tenían nada que ponerles, el padre le había dicho al niño que fuera y le cortara a la madre unos filetes, dice:
-Mira, vete a la sepultura de tu madre y córtala unas tajadas de la nalga.
Y tenían un gallo que era muy canturrón y cuando ya pusieron la comida, pues el gallo empezó a cantar:
-Kikirikí, carne de culo comen aquí; kikirikí, carne de culo comen aquí.
Y los invitados, claro, pues estaban diciendo:
-Qué pasará...Qué no pasará...
Y se marcharon y no hicieron más comentarios en la casa; pero claro, luego les hicieron fuera. Entonces pasó más tiempo, y no tenían tampoco nada que comer y el padre le dijo al hijo:
-Mira, vas a ir a donde tu madre y la vas a sacar la asadura, porque es que no nos vamos a estar sin comer.
Y el chico la sacó la asadura, se comieron la asadura de su madre y ya se acostaron. Y por la noche llamaron a la puerta, al portal
y decían:
-Tan, tan.
Y decía el chico:
-Quién, quién.
Y decían:
-Soy yo, tu madre, que vengo a buscar mi asadura, ura que me la has robao de mi sepultura.
Y decía el chico:
-Ay, padre. ¿Quién será?
Y decía el padre:
-Déjala, hijo, que ya se marchará.
Y decía ella:
-No me voy, no, que entrando en el portal estoy.
Y otra vez, llamaba desde más cerca ya:
-Tan, tan.
-Quién, quién.
-Soy tu madre, que vengo a buscar la asadura, ura que me la has robao de mi sepultura.
-Ay, padre, ¿quién será?
-Déjala, hijo, que ya se marchará.
-No me voy, no, que entrando en la sala estoy.
Y otra vez:
-Tan, tan.
-Quién, quién.
-Soy tu madre, que vengo a buscar la asadura, ura que me la has robao de mi sepultura.
-Ay, padre, ¿quién será?
-Déjala, hijo, que ya se marchará.
-No me voy, no, que entrando en la habitación estoy...
Y más cerca:
-Tan, tan.
-Quién, quién.
-Soy tu madre, que vengo a buscar la asadura, ura que me la has robao de mi sepultura.
-Ay, padre, ¿quién será?
-Déjala, hijo, que ya se marchará.
-No me voy, no, que ¡tirándote de los pelos estoy!
Contó Felicidad Carretero
Recogió Joaquín Díaz