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Revista de Folklore número

160



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CANCIONES Y ROMANCES DE NAVACONCEJO DEL VALLLE (CACERES): REPERTORIO PROFANO

DOMINGUEZ MORENO, José María

Publicado en el año 1994 en la Revista de Folklore número 160 - sumario >



La lectura del muy hermoso libro de Fernando Flores del Manzano titulado La vida tradicional en el Valle del Jerte, editado en Mérida en 1992 por la Asamblea de Extremadura, me ha llevado a recordar con nostalgia mis dos días (8 y 9 de julio de 1990) de estancia y recogida de materiales folk1óricos en el pueblo jerteño de Navaconcejo. Dos días llenos de calor (el del sol y el de la gente) y de música (la de la gente otra vez y la del río Jerte a cuyas orillas, en mi tienda de campaña, dormía), y de los que me llevé preciosos recuerdos: la exquisita miel de las hermanas Murias; el saco de cerezas (¡las famosísimas cerezas del valle!) obsequio de Paulina; el remordimiento por el silencio roto de Saturia y de la hija de Paulina, que me enseñaron sus saberes tradicionales a pesar de su luto y de su pena; los chascarrillos de Baldomero y de Román, que ojalá sigan alegrando las solanas de la mañana y los relentes de la tarde a la puerta de las casas (1); y también las cintas donde se quedaron grabadas las voces de aquellos días. El saldo de mi deuda -de la única manera que yo sé saldarla- con aquellos amigos, y el deseo de contribuir a que se conozca algo mejor el riquísimo repertorio tradicional de aquel pueblo y de aquel valle, me llevan a publicar estas páginas. Las canciones y los romances que yo recogí coinciden pocas veces con los publicados por Flores del Manzano: ésa es otra de las razones que me llevan a publicar mi pequeña colección, o una parte de mi pequeña colección (porque por razones de espacio dejo para otra vez las oraciones, canciones religiosas y procesionales, adivinanzas, brindis, cuentos, chistes e información sobre distintas costumbres que recogí). Las escasas coincidencias con una colección tan rica y representativa como la de Flores del Manzano, la necesidad de seleccionar y acotar la mía, dan suficiente idea de la riqueza y de la imposibilidad de encerrar en páginas de papel el rico filón folklórico de aquel valle. Así que ojalá sean estos cantos simples jalones de una labor de recogida y preservación del patrimonio tradicional de aquella tierra mucho más amplia, fructífera y, a ser posible, colectiva, con iniciativas y participación de sus propias gentes.

Por sus especiales orografía y situación geográfica, su economía basada fundamentalmente en la agricultura y la ganadería, y su configuración demográfica en torno a pequeños pueblos alineados en las orillas del río o en las faldas de valle, la cultura de transmisión oral ha jugado, hasta hace muy poco, un papel determinante en la ideología, las costumbres y las actividades de la gente de Navaconcejo. El señor Baldomero, de 86 años, casi no había tenido otra escuela que sus familiares y vecinos mayores, como la «Tía Manuela “la Topa”, [que] acabando de cenar íbamos allí [los niños] a hacer el corro a que contase cuentos. y no había acabado todavía de contar uno cuando: -¡Nos cuente usté otrO! ¡Pero dejarme que descanse un poco!». En aquellos corros de niños fue donde Baldomero aprendió chascarrillos como los de:

Una zorra iba
por un centenar;
alzó la pata y dijo:
-Mear, mear.

Este fue a por leña;
éste le friyó;
y éste por ser el más pequeñito,
se la cascó.

o donde Román aprendió las «mentiras» que coreaban los muchachos:

Siéntate y te contaré
un hatajo de mentiras:
por el mar corren las liebres,
por el campo las enguilas;
y yo vi a una pareja de ocos
coger cuatrocientas libras.

Al hacerse más mayores, me cuenta Basilio que los niños jugaban a entretenimientos como el de «el burro», acompañando sus saltos de la cancioncilla:

A la una nací yo,
a las dos me bautizaron,
a las tres me salió novio
y a las cuatro me casaron.

Cancioncilla que también entretenía a las muchachas, como me comunica Saturia:

A la una nací yo,
a las dos me bautizaron,
a las tres ya tuve novio
a las cuatro me casaron.
a las cinco tuve un niño,
a las seis le bautizaron,
a las siete se murió
y a las ocho le enterraron.

Otras canciones de muchachas eran las de Los primos romeros, que me cuenta igualmente Saturia; o La Tarara, que me cantaron Rosa y Paulina.

MELODIA 1

Para Roma iban
los peregrinos;
los que antes eran amantes,
ahora son primos.

Sombrero de plumaje
llevaba el mancebo,
y la pelegrinita
de terciopelo.

Ya llegaron a Roma;
aunque cansados,
a la silla del Papa
se arrodillaron.

-Aquí venimos, Papa,
porque pecamos;
aquí venimos, Papa,
primos hermanos.

El Papa les pregunta
que qué edad tienen;
y la pelegrinita
que diecinueve.

Contesta el Padre Santo,
aunque tan santo:
-¡Quién tuviera la dicha
para otro tanto!

.................

Tiene la Tarara,
tiene lo que tiene,
tiene las orejas
detrás de las sienes.

La Tarara sí,
la Tarara no,
la Tarara mia
de mi corazón.

Tiene la Tarara
un higo en el culo;
acudir, muchachos,
que ya está maduro.

La Tarara...

Tiene la Tarara
y una camiseta
que de puro fina
se le ven las tetas.

La Tarara...

Y el Padre Santo
que habita en Roma,
va a la Tarara,
muy desafía,
entre los montes
y las encinas.

Y las fieras malditas
la vienen a ver,
porque tiene clavaíto de espinas
la planta del pie.

No llores, Tarara,
ni sufras tu pena,
que tú irás al cielo
por santa y por buena.

En las fiestas de Navidad, niños, jóvenes y mayores cantaban, acompañados de zambomba, calderillo, botellas, almirez, etc., un variado repertorio de villancicos. Se solía vestir a los niños con los zajones y el resto de los atavíos de los pastores para que cantasen en grupo. Baldomero recuerda las siguientes estrofas:

Esta noche es Noche Buena
y mañana Navidad;
está la Virgen de parto
y a las doce parirá.

Venid, pastorcitos,
venid a adorar
al Rey de los cielos
que ha nacido ya.

Los pastores hizon lumbre
en el portal de Belén,
para calentar al niño
que ha nacido entre las flores.

No ha nacido entre las flores,
ni tampoco entre el romero,
que ha nacido en un pesebre,
entre la paja y el heno.

Y Román, con su maravillosa ironía, recuerda otra estrofa que «cantaban los pastores»:

Esta noche es Noche Buena
y mañana cañamones;
mataremos un borrego
que le suden los cojones.

Por su parte, Saturia recuerda dos hermosos y muy tradicionales villancicos: El niño a la puerta y La siembra de piedras:

El niño Dios se ha perdido
por el mundo anda pidiendo;
ha ido en casa de un rico
y ahí ha salido diciendo:
-Oiga usted, señora,
no me ha dado nada,
porque en este pueblo,
ya no hay caridad,.
porque no la ha habido,
tampoco la habrá.

-Madre, a la puerta hay un niño
más hermoso que el sol bello;
sin duda que tiene frío,
porque casi que está en cueros.
-Mándale que entre, se calentará,
porque en este pueblo
ya no hay caridad,
ni nunca la ha habido,
ni nunca la habrá.

Cuando el ángel San Grabiel
vino a darnos la embajada,
que María encinta era,
al punto quedó turbada:
-¿Qué es eso que dices,
qué es eso que hallas?
¿Mi esposa está encinta
y yo no me engañas?

Abajó un ángel del cielo
y la verdad declaró:
-Mi esposa está encinta
y yo vivo ausente.
¡Ay! Cuando se sepa,
¿qué dirá la gente?

José la dice a María:
-Ropa hemos de llevar,
porque somos forasteros
y nadie nos mirará.
María le dice:
-No tengas cuidado,
que vendrá constante
Dios a nuestro lado.

José la dice a María:
-Alguna cosa has de tomar,
porque el camino es muy largo
y mucha la necesidad.
El viaje es largo,
y sus piernas cortas;
iba caminando
su florida esposa.

Un poquito más adelante
a un labrador se encontraron.
Al labrador le dicen:
-Labrador, ¿qué andas sembrando?
El labrador dice:
-Señora, son piedras.
-Pues si siembras piedras,
piedras te se vuelvan.

Más se le quedó el bancal
como si fuera una sierra:
ése fue el castigo
que Dios le envió,
estando sembrando,
a aquel labrador.

Un poquito más adelante,
a otro labrador que vieron
María le preguntó:
-Labrador, ¿qué andas haciendo?
El labrador dice:
-Señora, estoy sembrando
un poco de trigo
para el otro año.

-Vuelve mañana a segarlo
sin ninguna detención,
que este favor se le ha hecho
el divino Redentor.
Y si por nosotros
vienen preguntando,
dices que nos viste
estando sembrando.

El otro se fue a su casa
muy contento y holgazán;
a su mujer se lo cuenta
todito lo que le pasa:
-Busca, pues, los segadores,
para el día de mañana,
para ir a segar el trigo,
que de seco se pasaba.

Ni por lo nacido
ni por lo nacer
se verá en el mundo
trigo como aquél.

Huyendo del rey Herodes,
cuatro hombres a caballo,
por una mujer y un niño
y un hombre van preguntando.
-Yo sí que los vi,
estando segando
pasar por allí.

-¿Qué señal lleva esa gente?
Dijo al punto el labrador:
-La mujer es muy bonita,
el niño parece un sol.
El hombre parece
un algo más viejo,
pues le saca a ella
quince años cierto.

En el baile de los domingos o de las ocasiones festivas, Paulina y Rosa me cuentan que mozos y mozas cantaban y danzaban al son de jotas como las de

MELODIA 2

Yo eché leña en tu corral
pensando que me querías;
y ahora que ya no me quieres,
dame la leña, que es mia.

Qué bonitas son las extremeñas,
qué buen vino baja a Valdepeñas;
mis paisanos pierden el sentido,
y a la despedida y un adiós le pido.

Y un año que no hubo otoño,
ni invierno ni primavera,
a una mujer en el moño
la salió una esparraguera;
la salió una esparraguera
con veinticinco madroños.

Qué bonitas...

Y en su sombría cocina, la hija de Paulina me canta más jotas, como las de

MELODIA 3

El cielo de Extremadura
está cubierto de azul,
por eso las extremeñas
llevan la sal de su luz.

¡Qué bonitas son las extremeñas
cuando están en plan de divertirse!
Pero en cambio no hay quien las resista
cuando tienen la cara tan triste.

Redoble, redoble, vuelve a redoblar,
con ese redoble me vas a matar.
Me vas a matar, me tienes aquí,
malito en la cama
desde que te vi.

Las de la calle Calero
se lavan con aguardiente,
y las muchachas bonitas
con agüita de la fuente.

Redoble...

Cómo quieres que adivine
si estás despierta o dormida,
como del cielo no baje un ángel
y me lo diga.

MELODIA 4

Calle de Santa María,
¡cuántos paseos me debes!
¡Ya me los irás pagando
con el tiempo, si Dios quiere!

Portalito de la iglesia,
¡cuántos picos habrás visto!
¡cuántos pecados mortales
y habrá perdonado Cristo!

MELODIA 5

Y a la una te rondo
Porque a las doce
tienes una vecina
que me conoce

MELODIA 6

Canto triste, canto triste,
no puedo cantar alegre,
tengo el corazón herido
y las heridas me duelen.

Además de en los bailes, otra ocasión en que los mozos y las mozas tenían la oportunidad de reunirse festivamente y cantar juntos era en la noche de San Juan (el 24 de junio) y también, pero en menor medida, en la de San Pedro (el 29 del mismo mes); la víspera de San Juan, sobre todo, se preparaban grandes montones de leña en diversas calles, y por la noche se encendían las "luminarias", y se echaban a ellas ropa, zapatos o cualquier utensilio viejo. Además, las mujeres del pueblo tenían preparadas grandes cantidades de castañas para asarlas en las hogueras, que congregaban a mucha gente, especialmente a los jóvenes, hasta el amanecer. Antes de salir el sol, iban las mozas a lavarse y a peinarse al río o a diversas fuentes del pueblo, algunas de las cuales han desaparecido ya; la preferida era una que aún mantiene dos caños manando al lado de la carretera. Por desgracia, la fiesta fue abolida en la década de 1930, cuando por culpa de una de las hogueras se produjo un aparatoso incendio que llegó a destruir alguna vivienda. Rosa y Paulina recuerdan varias de las canciones que se entonaban alrededor de las "luminarias"

MELODIA 7

Cómo quieres que venga
de noche a verte,
y olé, morena,
de noche a verte,
si hay un río en tu puerta
y no tiene puente,
y olé, morena,
no tiene puente.

A cortar el trébole,
y el trébole, y el trébole,
a cortar el trébole
la noche de San Juan,
a cortar el trébole
mis amores se van.

¿Cómo quieres que tenga la cara blanca,
si soy carbonerito de Salamanca?

A cortar el trébole...

¿Cómo quieres, castillo,
que te levante,
si te veo caído
de todas partes?

A cortar el trébole...

Una niña, dos niñas,
tres niñas tengo;
si me muere una,
con dos me quedo.

A cortar el trébole...

En el repertorio de canciones de muchachos y de mozos que me cuenta Román, las había de todo tipo: satíricas, políticas, arrogantes:

Cuando me parió mi madre,
me parió en un centenal,.
cuando quiso oir la partera,
ya sabía yo flegal.

Yo soy más republicano
que tós los de Extremadura,.
y ahora soy el que me quieren casar
con la sobrina del cura.

Con mi jaca cartujana
y mi cuchillo montés
vengo de tierra lejana
por gusto de conocer
a aquel que ofendió a mi hermana.

Desde edad temprana, los jóvenes debían ayudar en las labores del campo y en el cuidado de los rebaños. Las siguientes canciones de temática agrícola y ganadera -la última es una estrofa de La dama y el pastor- fueron recordadas por Saturia, Alfonso y Román:

Por Santiago y Santa Ana
pinta la uva,
y para la Virgen de agosto
ya está madura.

MELODIA 8

A la orilla del río
llora un cabrero,
que se le ha muerto un chivo
del mal postrero.

Pastorcito de las ovejas,
que comes pan de centeno:
si te casaras conmigo,
lo comerías de trigo bueno.

A partir de los dieciséis o diecisiete años, los jóvenes tenían acceso al estatuto de «mozos», a condición de que pagasen unas cuartillas de vino a los otros mozos y a los mayores más allegados. Desde entonces, podían incorporarse a los entretenimientos y conversaciones de los adultos, galantear a las muchachas, y cantar públicamente canciones y chascarrillos más picantes que los de su repertorio anterior. He aquí algunos ejemplos de tales canciones obscenas, irreverentes o simplemente satíricas, a menudo teñidas de un sentimiento anticlerical que lamentaba uno de los informantes: «¡Los curas, que no se meten en ná, los pobres!»:

Serrana, si fueras buena
te compraría unas albarcas,
pero como no lo eres,
te jodes y andas descalza.

A mi novia la picó
una pulga en la rodilla.
¡Cuándo será el día que la pique yo
cuarta y media más arriba!

Cuando se emborracha un pobre,
le llaman el borrachón;
cuando se emborracha un rico:
-¡Qué malito está el señor!

Paloma. Si fueras buena,
te compraría unas albarcas;
pero como no lo eres,
jódete y andas descalza.

A los curas, los curas
los vienen capando;
¡vaya una propina
que los vienen dando!

El cura de Las Casas
y el de Cabezuela
han jugado los cojones
a la rayuela.

El cura de El Cabrero
y el de Las Casas
han jugado los cojones
a la palanca.

Todos los curas y frailes,
a la boca de un cañón:
si yo fuera el artillero,
se acabó la religión.

De la leche sale el queso,
de los quesos, los quesinos;
de los maricones grandes
salen los mariconcinos.

El mozo que tiene un duro
y no se lo gasta en vino
es como el que tiene novia
y no la mete el pepino.
[o «y no la tienta el chumino»].

La actividad que más divertía a los mozos era la de rondar las noches de buen tiempo los balcones de las mozas, cantando en grupo al son de guitarras, laúdes, almirez, calderillo o botellas. Las siguientes canciones de ronda me las comunicaron Román, Angel, Baldomero) Alfonso:

MELODIA 9

De la uva sale el vino,
de la aceituna el aceite,
y de mi corazón sale
el amor para quererte.

Una vez que te quise
fue por el pelo,
y ahora que estás pelona
ya no te quiero.

Portalito de la iglesia,
cuántas ligas habrás visto;
cuántos pecados mortales
habrás cometido a Cristo.

Vámonos, compañeritos,
que las cabrillas van altas;
que viene la luz del día
descubriendo nuestras faltas

Amigos y camaradas,
vámonos a recoger,
que viene la luz del día
y nos van a conocer.

Las cuerdas de mi guitarra
yo te diré las que son:
prima, segunda, tercera,
cuarta, quinta y el bordón.

Por esta calle a la larga
me la cubro con un velo;
voy a entrar y no me dejan,
voy a salir y no puedo.

Asómate a esa ventana,
cara de puchero roto,
no digas por la mañana
que no te rondan los mozos.

Toda esta calle a la larga
se la cubre con un velo;
voy a entrar y no me dejan
voy a salir y no puedo.

Esta noche, vida mía,
no te rondo con guitarra;
te rondo con campanillos,
que he venido de las cabras.

Al llegar a la esquina,
dicen los mozos:
echaremos un trago
para nosotros.

Asómate a esa ventana,
puchero de cocer mocos;
no digas por la mañana
que no te rondan los mozos.

MELODIA 10

Por esta calle que voy
me han dicho que no hay salida,
pa' mí la tiene que haber;
si no, me cuesta la vida.

A Piornal me voy a ir,
a por una piornalega,
porque las mozas de aquí
son todas muy letras nuevas.

Esta noche vengo a verte
porque mañana no puedo;
están pariendo las cabras
y ando haciendo un chivero.

De la uva sale el vino,
y de la aceituna el aceite,
y de mi corazón sale,
serrana, para quererte.

Por esta calle que voy
me han dicho que no hay salida;
pa' mí la tiene que haber;
y aunque me cueste la vida.

MELODIA 11

Las hijas de los cabreros
van diciendo: -Leche, leche,
y las de los sardineros:
-Sardinas en escabeche.

MELODIA 12

Mejor quiero ser tendero
y tener la tienda en casa,
que no andar por esos cerros:
-Chivos, chivos, cabras, cabras

MELODIA 13

Arriba, caballo mío,
sácame de este barranco,
que me vienen siguiendo
los del caballito blanco

Esta noche va a salir
la ronda de la alpargata,
si sale la del zapato,
se forma la zaragata.

Los cabreros en las tierras,
que suben en los canchales:
-¿Has visto una chiva negra
que se me perdió ayer tarde?

Lo moreno lo hizo Dios,
lo blanco lo hizo un platero,.
moreno me lo dé Dios,
que yo blanco no lo quiero.

Ya se murió la culebra,
la que estaba en el castillo,
la que por la boca echaba
claveles, rosas y lirios.

Las palomas en el campo
van diciendo: -Nieve, nieve.
Y yo les digo cantando,
morena, que si me quieres.

MELODIA 14

Si viniera y te picara
una víbora de cría,
tú te estarías llorando
un mes con cuarenta días.

La ronda viene cantando,
y en ella viene mi amor;
cada vez que oigo rondeñas
se me alegra el corazón.

MELODIA 15

Como sé que te gustan
las aceitunas,
por debajo’ la pata
te meto una.

Los golpes de la vihuela
me dan en el corazón,
como si de plata fueran
los dedos del tocador.

La guitarra pide vino
y las cuerdas aguardiente
y el tocador que la toca,
una muchacha de a veinte.

Aunque yo me esté cantando,
un año con tres semanas,
no canto cantares verdes
como no me dé la gana.

De los galanteos de las rondas resultaba, lógicamente, la concertación de muchas bodas. Algún tiempo después (normalmente varios años) de pedir y obtener el novio la entrá en casa de la novia, y de rondarla muy a menudo, la relación se consideraba suficientemente sólida como para comenzar todos los preparativos de la boda, echar tres veces las amonestaciones, y exhibir el ajuar de la novia (vestuario, ropa de cama, muebles) en una habitación abierta a las visitas la víspera o la antevíspera de la boda. Los festejos duraban tres días (víspera, boda y tornaboda), a lo largo de los cuales se mataban las cabras para hacer chanfaina y caldereta, se bailaba en la plaza o en las casas de los novios, y tenían lugar desbordantes serenatas. El día de la boda propiamente dicha, se cantaba ya al acompañar a los novios hasta y fuera de la iglesia, durante la comida, en los postres, en el baile que comenzaba después, y en la animada ronda que seguía al baile. Los festejos remitían bastante el día de la tornaboda, reservada para los familiares, que comían los manjares no consumidos los días anteriores, y ayudaban a limpiar la casa y a fregar la loza. He aquí las maravillosas coplas de la ronda de la boda que los hombres cantaban la víspera y el día de la boda a la novia y a todas las mozas del pueblo, tal como las recordaron Paulina y Rosa:

MELODIA 16

Toda esta calle a la larga
me la cubren con un velo;
voy a entrar y no me dejan,
voy a salir y no puedo.

Aire que viene de arriba,
no me espelujes el pelo,
que lo traigo peinadito
de las manos de mi dueño.

La carreterita de arriba
tengo puesto mi querer;
la carreterita de abajo,
nada tengo yo que ver.

De la uva sale el vino,
de la aceituna el aceite,
y de mi corazón sale ¡ay!
cariño para quererte.

De tu ventana a la mía
me tirastes un limón;
el limón cayó en el suelo
y el zumo en mi corazón.

Y a tu puerta hemos llegado
cuatrocientos en cuadrilla;
si quieres que nos sentemos,
saca cuatrocientas sillas.

Gracias a Dios que he llegado
a la luz de este farol,
para sacarme una espina
que traigo en el corazón.

En el medio de la plaza
hay un pocito redondo,
donde se lavan las mozas
los pañuelos de los novios.

Portalito de la iglesia,
cuántos picos habrás visto;
cuántos pecados mortales
y haya perdonado Cristo.

Las estrellitas del cielo
las cuento y no están cabales;
faltan la tuya y la mía,
que son las dos principales.

El novio que yo me he echado
a mi padre no le agrada;
mi padre quiso a mi madre
y yo a quien me dé la gana.

Cuando paso por tu puerta
cojo pan y voy comiendo,
por que no diga tu madre
que con verte me mantengo.

Señor alcalde mayor,
no prenda usté a los ladrones,
porque tiene usté una hija
que roba los corazones.

La vara de la justicia
la tiene quien la merece;
la tiene el señor Jesús,
que en sus manos resplandece.

Asómate a la ventana,
puchero de cocer mocos;
no digas por la mañana
que no te rondan los mozos.

Asómate a esa ventana,
cara de limón florido;
no digas por la mañana
que a rondarte no he venido.

Dale, compañero, dale,
a la vihuela, que suene,
que está muy lejos de aquí
donde mi morena duerme.

Pienso que estás acostada
y arropadita a la manta;
pienso que estarás diciendo:
-¡Si cogiera a ese que canta!.

Para acompañar a los novios que iban o venían de la iglesia, todos los invitados cantaban a coro las canciones recordadas por Saturia:

Salga la madre del novio,
un poquito más afuera,
a recoger a su hijo
y a reconocer la nuera.

Ya te casaste, María,
ya te vas con tu marido;
no olvidarás a tus padres
por lo bien que te han querido.

De la buena parra
llevas el racimo;
de buena familia
llevas el marido.
Llevas el marido,
también la mujer;
de la buena parra,
ramito de auré.

Al subir la iglesia arriba,
la agarraste de la mano;
ya la puedes mantener
aunque vivas dos mil años.

Las siguientes canciones de boda fueron recordadas por Paulina y Rosa:

MELODIA 17

Y en la punta del zapato
lleva la novia una estrella,
con un letrero que dice:
-Viva quien duerme con ella

Y el novio le dio a la novia
un anillo de oro fino;
ella le dio su palabra,
que vale más que el anillo.

Y ese ramito blanco
que has estrenado
significa pureza,
la que has llevado.

Vivan los recién casados,
y el cura que los casó,
la madrina y el padrino
que a la iglesia los llevó.

Ya te casaste, María,
ya te vas con tu marido;
no olvidarás a tus padres
por lo bien que te han querido.

Y ahí te la entregan tus padres,
bien vestida y bien calzada;
trátala como mujer,
no la trates como esclava.

Ten cuidado con la novia
cuando se vaya a acostar,
no se caiga de la cama,
que es un vaso de cristal.

Y en el balcón de esta casa
ha florecido una rosa,
que se la lleva Manuel
por mujer y por esposa.

Debajo la parra
se cría el racimo,
de buena familia
llevas el marido.
Llevas el marido,
también la mujer
debajo la parra,
ramito de auré.

Salga la madre del novio
un poquito más afuera,
a recoger a su hijo
y a reconocer su nuera.

MELODIA 18

Una rosa entró en la iglesia
Cortada por el rocío
entró libre y salió presa
del brazo de su marido.

Y al subir la iglesia arriba,
la agarraste de la mano;
ya la puedes mantener
aunque vivas dos mil años.

La madrina es un ramito
cargadito de manzanas;
la novia la va cogiendo
y el novio baja la rama.

Y a estos recién casaditos,
Dios les dé buena fortuna,
Y a otro año por ahora
tengan un niño en la cuna.

Toma, niña, esta manzana,
repártela por la mesa;
a tu marido, el primero,
como lo manda la Iglesia.

Y esta mañana temprano
has estrenado un vestido,
y te le vas a quitar
a los pies de tu marido.

Tras conocer una parte del repertorio de canciones de Navaconcejo, podemos pasar ya al género de los romances, que no estaba asociado, en este pueblo, a ninguna ocasión festiva concreta, sino más bien a los trabajos y oficios a los que acompañaba, especialmente a los ganaderos. El romance más conocido en el pueblo es, sin duda alguna, el de La loba parda, que muchos de los pastores, sobre todo los más mayores que aún quedan en el pueblo, aprendieron en los chozos o en los pastos, cuando estaban con otros compañeros al cuidado de su ganado. Un grupo de aquellos pastores, ya muy ancianos, recordó para mí la siguiente versión:

Estando yo en mi chocita,
repintando la cayada,
he visto venir siete lobos
por una triste cañada;
vinieron echando suertes
a ver a quién le tocaba.
La tocó a una lobita vieja,
patituerta y jorobada.
Siete vueltas dio a la red,
y no pudo sacar nada,
y a las ocho que dio
sacó la borrega blanca,
la que tenía el pastor
para recibir las Pascuas:
-Arriba, mis siete perros,
y mi perra trujillana;
si me la cogéis,
se os daré cena doblada,
y si no se os daré
con el gordo 'la cayada.
La cogieron
por una triste cañada:
-De tus uñas, un tenedor,
de tus manos, una cuchara.

Román recordaba esta otra versión del mismo romance:

Estaba un pastorcito
sentadito en su majada,
remendando los zajones,
repinteando su cayada;
y vio venir siete lobos
por una fuerte cañada;
y venían echando suertes
a ver a cuál le tocaba.
Le tocó a una pobre loba
patituerta y jorobada:
-Buenos días, pastorcito,
vengo a por la cordera,
hija de la oveja blanca,
la que tenían los pastores
para cenar la noche de Navidad.
-No lo querrá Dios del cielo
ni la Virgen soberana,
que te lleves la cordera
hija de la oveja blanca,
que tengo siete cachorros
y mi perra trujillana,
y mi perro el de los hierros,
que en él tengo la esperanza.
Siete vueltas dio a la red
y no pudo sacar nada;
al otro día siguiente
sacó la cordera,
hija de la oveja blanca.
-Arriba, mis siete cachorros,
y mi perra trujillana,
y mi perro el de los hierros,
que en ti tengo la esperanza.
Si me traéis la cordera,
se os coceré un calderito de mondajas,
y si no, se os daré palos
con lo gordo 'la cayada.
Atraviesan cerros y cerros
y también grandes montañas;
al subir un alto cerro,
y al bajar un agua clara,
allí la ha ido a agarrar
la perrita trujillana:
-Toma, toma tu cordera,
sana y buena como estaba.
-Yo no quiero mi cordera,
que la tienes maltratada;
lo que quiero es tu pellica,
pa' el pastor una zamarra;
de las uñas, tenedores,
para comer las tajadas;
de los güesos, pa' hacer pitos
para tocar a diana.

Y Alfonso canta emocionadamente junto con su mujer, Paulina, una versión que los dos recordaban haber cantado muchas veces en sus chozos, junto con otros pastores que hacían sonar el ancestral arrabí (rabel):

MELODIA 19

Estando yo en mia chocita,
repicando mia cayada,
vi venir a siete lobos
por una larga cañada;
y venían echando suertes
por ver al que le tocaba.
La tocaba a una lobita
patituerta y jorobada.
Media vuelta dio a la red
y sin poder sacar nada;
ha dado otra media vuelta,
sacó una cordera blanca:
-¡Arriba, mis siete perros,
y mi perra trujillana!
¡Arriba, Juan de los hierros,
que en ti tengo la esperanza!
Si me matáis a esa loba,
se os daré cena doblada;
y si no me la matáis,
con el rabo 'la cayada.
Al subir un arroyuelo
y al bajar una barranca
la loba ya iba cansada.
-¡Toma, toma, tu cordera,
sana y buena como estaba!
-Yo no quiero mi cordera,
que me la das maltratada,
lo que quiero es tu pellica
para hacer una zamarra
para el pastor que la guarda;
de tus dientes, tenedores,
para pinchar las tajadas;
de tus muelas, una peina,
para peinar a mi ama;
de tus orejas, pendientes,
para las hijas del ama;
de tu cabeza, un zurrón,
para el pastor que la guarda.

Otro romance de tema y ocasionalidad asociados, como el anterior, al pastoreo, es el de La serrana de la Vera, que me recitó así Saturia:

En Garganta de la Olla,
legua y media de Plasencia,
habitaba una serrana
alta, rubia y sandunguera;
vara y media de cintura,
cuarta y media de muñeca;
el cabello que tenía
a los zancajos la llega.
Ya vio venir a un serrano
con una carga de leña;
le ha agarrado de la mano,
a la cueva se lo lleva.
No le lleva por caminos
ni tampoco por vereas;
le lleva por unos montes
por donde nadie los vea.
Ya llegaron a la cueva;
procuraron por cenar
y pusieron una grande cena,
de conejos y perdices
y tórtolas malagueñas:
-Bebe, serranillo, bebe,
agua de esa calavera,
que puede ser que algún día
otro por la tuya beba.
Trataron de acostarse,
le mandó cerrar la puerta;
y él la ha quedado medio abierta.
Cuando la sintió dormida
se ha salido para afuera;
legua y media lleva andada
y sin mover la cabeza.
Cogió una piedra en su honda
que pesaba arroba y media,
y de aire que llevaba
le ha tumbado la montera.
-Vuelve, serranillo, vuelve,
vuelve atrás por tu montera,
que es de paño fino y bueno
y es lástima que se pierda.
-Si se pierde, que se pierda,
atrás no vuelvo a por ella;
mi madre me hará otra,
y si no, me estoy sin ella.

El inicio de otra versión de La serrana de la Vera me fue cantada por Angel:

MELODIA 20

Legua y media de Garganta,
cinco leguas de Plasencia,
habitaba una serrana
alta, rubia y sandunguera.
Vio venir a un serranillo
con una carga de leña,
le ha agarrado de la mano,
y a la cueva se le lleva...

Y finalmente Ropmán me cantó esta hermosa versión

MELODIA 21

Entre Piornal y Garganta,
cinco leguas de Plasencia,
habitaba una serrana
alta, rubia y sandunguera;
vara y media de cintura,
cuarta y media de muñeca,
con los cabellos que tiene
que a los zancajos la llega.
Cuando tenía sed de hombre
se subía a las altas peñas;
cuando tenía sed de agua,
se bajaba a la ribera.
Vio venir un serrano
con una carga de leña;
le ha agarrado de la mano,
pa' su cueva se le lleva;
ya llegaron a la cueva;
ya trataron de hacer lumbre
de güesos y calaveras,
de los hombres que ha matado
aquella terrible fiera;
ya llegaron a hacer cena
de conejos y perdices
tortolitas y haligüeñas.
-Cena, serranito, cena,
cena por la calavera,
que puede ser que algún día
otros por la tuya cenan.
Ya trataron de acostarse,
y el uno toca la guitarra
y el otro la vihuela.
-Toca, serranillo, toca,
pa' que te entre la sueña.
Cuando la sintió dormida
se ha echado la puerta afuera;
ha andado legua y media
sin mover la cabeza,.
a las tres ya la movió,.
si la mueve, que la mueva.
-Vuelve, serranillo, vuelve,
que te has dejao la montera,
que es de paño fino y bueno
y es lástima que se pierda.
Coge una china en su honda
que pesaba arroba y media;
si no es por una encina,
le derriba la cabeza.
-Lo que te encargo, serrano,
que no descubras mi cueva,
que si mi cueva descubres,
tu madre será una yegua,
tu padre será un caballo,
y tú serás un potrino
que relinches por la sierra.

Otros romances no se asociaban tan directamente a oficios como el del pastoreo, sino que eran cantados, normalmente en grupo, en las veladas del invierno y en las fiestas de Navidad. Román recuerda todavía la siguiente versión fragmentaria de La doncella guerrera:

En Sevilla un sevillano,
la suerte que Dios le dio:
de siete hijas que tuvo
que ninguna fue varón.
Pero a la más pequeñita
le tiró la inclinación
de ir a servir al rey
y vestirse de varón.
Y se enamoró el hijo del rey:
-Convídala tú, hijo mío,
a los baños a bañar,
que como ella sea mujer,
no se ha de desnudar.
-Ya la he convidado, madre,
a los baños a bañar,
y yo me desnudo aprisa,
ella se desnuda más.
-Convídala tú, mi hijo,
a los caballos correr,
que como ella sea mujer
no se ha de sujetar bien.
-Yo le convido, mi madre,
a los caballos correr,
que como yo paso una,
ella pasa dos o tres.

Crescencio, con su ronca voz, también fue capaz de decirme una versión del romance de Blancaniña, curiosísima por los constantes cambios de asonancia que divergen de la gran mayoría de las versiones que se conocen, con rima regular en ó;

Un día de los pasados
que don Manuel fue de caza,
doña Blanca se quedó
al cuidado de su casa.
Pasa por allí don Pedro
y la dice estas palabras;
-Si no fuera por tu amor,
de tu hermosura gozara.
-Suba, caballero, suba,
nunca mejor ocasión;
mi marido está de caza,
que esta mañana salió.
Baja doña Blanca a abrir,
y después de abrir la puerta,
se suben para la sala
y en la camilla se sientan.
En la camilla se sientan,
se animaron a meter,
sin temer los resultados
si allegaba don Manuel.
Estando en su diversión,
a la puerta golpeaban;
se levanta doña Blanca
y al corredor se asomaba.
Al ver que era su marido
el que a la puerta llamaba,
entra y le dice a don Pedro;
-La ruina tengo en mi casa.
Era tanta la sorpresa
que doña Blanca llevó
que a don Pedro en seguida
en un balcón le ocultó.
-¿Qué tienes tú, Blanca mía,
qué tienes tú, Blancaflor?
Siendo tu cara una rosa
tiene mudado el color.
Doña Blanca le contesta
con engañosas palabras:
-He comido mucho hoy
y me encuentro mareada.
-¿De quién es aquella sombra
que veo en el corredor?
-Del gato de la vecina,
que andaba cazando un ratón.
-He recorrido la España,
Cataluña y Aragón,
y no he podido encontrar
un gato con pantalón.
-¿De quién son estas colillas
que veo en el velador?
-Mátame, marido mío,
la culpa la tengo yo.
-No te mato con mis manos,
que tengo que hacer contigo
el castigo más cruel
que haigan visto los nacidos.

Otro tipo de cantos que también fueron muy cultivados en Navaconcejo fue el de las coplas que vendían los ciegos, algunos de los cuales pasaban cantándolas y vendiéndolas por el pueblo, cuando no eran los vecinos los que las compraban en los pueblos cercanos o en las ferias de Plasencia. Román me recitó una copla que le envió su familia al frente, durante la Guerra Civil, para que se entretuviese:

Era una vez,
Marcos de Cabra,
nieto del tamborilero
que nació en Guadalajara.
a los tres meses de tasado,
nueve partos tuvo en casa.
La primera noche:
-Marido, levanta,
vai a llamar a la comadre
que ya es la hora llegada.
El marido como un cohete,
sin pegar pies ni patada
la llevó a la comadre a cuestas
para que no se enlodara.
Estando la comadre en marcha,
la yegua relinchaba:
-¡Ay, Dios mío!
¡Otro parto más en casa!
La gata que maullaba
¡otro parto más en casa!.
La gata que bramaba
¡otro parto más en casa!
La gallina coqueaba,
la cabra que berreaba,
la perra refunfuñaba.
¡Ay, pobrecito Marcos,
qué fortuna aquella noche!
A los tres meses de casado,
nueve partos en casa,
nieto del tamborilero,
que nació en Guadalajara,
a los tres meses de casado
nueve partos en casa.

La segunda copla que me recitó Román no era satírica, sino luctuosa y sangrienta como solían ser las «coplas de ciego que han sido verdad»:

En una casa de campo,
un caballero habitaba,
don José y doña Manuela
y tres hijas en compaña.
Una tarde de verano
por el jardín paseaban,
don José y doña Manuela
y sus hijas en compaña.
Don José quedó mirando
a ver lo que se acercaba,
un paje con dos caballos,
cargados con cuatro cajas.
-Buenas tardes, don José.
-Buenas tardes, …
-¿Me podía dejar aquí la carga,
que tengo una carta urgente
que pasa en mi casa una desgracia?
-Sí, señor, deja las cosas ahí,
que serán bien guardadas.
-Cuando venga,
le traeré buenas alhajas.
A eso de la media noche,
con un pito señalaba,
los bandoleros
que estaban en las cajas,
y alevantaron tres tinajas
llenas de oro y de plata.
y dice la mujer al marido:
-¿Halos conocido tú a alguno?
-Yo no he conocido a nadie.
-Pues uno de ellos es el guarda.
Mataron al padre y a las dos hermanas,
y la una se metió en una habitación
con un rifle
y tiro va y tiro viene.
Y al ruido del tiroteo,
el piquete se acercaba,
un piquete de soldados
por los momentos de gala

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NOTAS

(1) Quiero con la publicación de los cantos que tan generosamente me ofrecieron, expresar mi agradecimiento a los amigos que dejé en Navaconcejo, y al mismo tiempo animarles a preservar su cultura y su bellísimo entorno natural, amenazados, cuando yo estuve entre ellos, por la construcción de una central eléctrica que, de terminarse, reduciría drásticamente el caudal de su río milenario y heriría de muerte a todos los pueblos, acaso también milenarios, del valle. Mis principales informantes fueron Rosa Murias Simón, nacida en 1915; Paulina Castro Maíllo, nacida en 1922, y su marido Alfonso Basilio Prieto, cabrero de 76 años, nacido en Garganta la Olla, aunque pasó la mayor parte de su vida en Navaconcejo, así como la hija de ambos, cuyo nombre no anoté; Saturia Prieto Ramos, de 62 años, nacida en Piornal pero criada en Navaconcejo desde los seis años; Baldomero Carrón Carrón, labrador de 86 años; Román Santos, nacido en Lagunilla (Salamanca) en 1909, aunque ha pasado casi toda su vida en Navaconcejo; Angel Ramos Rodríguez, de 74 años, nacido en Piornal, pero establecido en Navaconcejo desde hace muchos años; y Crescencio Pérez, de 80 años. Muchas otras personas, de quienes desconozco el nombre, me comunicaron datos y me ayudaron en mi trabajo. Mi agradecimiento también para ellos.



CANCIONES Y ROMANCES DE NAVACONCEJO DEL VALLLE (CACERES): REPERTORIO PROFANO

DOMINGUEZ MORENO, José María

Publicado en el año 1994 en la Revista de Folklore número 160.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz