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De entre los doscientos veinte pueblos que constituyen la Alta Extremadura, queremos destacar ahora el de Torre de Santa María, ubicado en una llanura, rodeada por las sierras de Montánchez, "balcón de Extremadura", Almoharín y Zarza de Montánchez, enlazadas casi en gracioso arco.
Decía un hombre, que tenía la profesión de recovero en su tiempo, que donde él vio los hombres más viejos fue en Torre de Santa María, villa del partido judicial de Cáceres.
Dando una vuelta por el pueblo y todo su ámbito, el recovero vecino de Cáceres, vio a un hombre que frisaba los ochenta años de edad y que se hallaba llorando.
Como, en verdad, le sorprendía el llanto y la aflicción del anciano, le preguntó al momento:
-¿Por qué llora usted, buen hombre?
-Porque me ha pegado mi padre, respondió presto, gimoteando, con tono grave y compungido.
Su padre, que se hallaba a su lado, dijo al visitante, con ademanes severos:
-He pegado a mi hijo porque ha ofendido a su abuelo, y a las personas mayores hay que respetarlas.
-¿Dónde está su abuelo?, inquirió incrédulo el forastero.
-En la era, cargando un carro de paja.
Efectivamente, el recovero se fue, presuroso, al egido del pueblo, en el que se instalaban las eras, donde encontró al abuelo, entregado a sus faenas. En seguida, le dijo:
-Abuelo, ¿cuántos años tiene usted?
-Yo ya no me acuerdo, respondióle con viveza, y añadió:
-Pero, puede preguntarle al señor cura, don Pablo, que me bautizó; aún vive, pero está algo achacoso, el pobre...
El viajero, un tanto asombrado por lo que acababa de oir, fue a visitar al sacerdote, quien no se hallaba en su domicilio. Según le informó la madre de éste, se había ausentado para ir a Trujillo, a comprar una bicicleta para el abuelo de referencia.
Este relato suele contarse con frecuencia por los torregueños -que también cuentan con el gentilicio pintoresco de "cigüeños"- a los forasteros que visitan Torre de Santa María, cuando aluden con asombro a la longevidad que alcanzan sus naturales, viviendo en el medio que los vio nacer. Y lo hacen con genuino orgullo, pues creen que aquellos aires que respiran vivifican los cuerpos y las almas de los lugareños y les insuflan una especial energía para alcanzar tan avanzada edad, manteniendo ágiles el cuerpo y la mente.
Torre de Santa María blasona de ser una población longeva, integrada por hombres y mujeres curtidos por los salutíferos aires locales, cuyo microclima, al parecer, tan buenos efectos produce y ayuda a la prolongación de la vida.