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En Galicia existen dos tipos de cruceros: de varal (fuste) y de capela o capeliña (capilla o capillita). Los primeros son los normales, los que todos conocemos, que constan de basamento, fuste, capitel más o menos voluminoso y, por último, la cruz con Cristo en el frente y la Virgen en el envés. No se ha realizado hasta la fecha una catalogación exhaustiva, pero se sabe que hay varios miles, pues de las casi 3.780 parroquias eclesiásticas en que se encuentra dividida Galicia, son pocas las que no cuentan con alguno, habiendo muchas que superan los diez y en casos excepcionales los veinte.
Los segundos son los de la capilla o capillita, que se diferencian de los anteriores en que suelen ser mucho más voluminosos y, en lugar del capitel, tienen una pequeña hornacina y sobre ella, coronando el conjunto, la cruz con Cristo en el frente. A diferencia de lo que sucede con los de varal, por detrás no suele haber ninguna imagen.
Mientras que el área geográfica de los primeros son las cuatro provincias, no sucede lo mismo con los segundos, que cuentan con una muy pequeña perteneciente a la provincia de A Coruña.
Esta zona queda delimitada por las rías de Arousa y Noia, y en el interior por los ayuntamientos de Ames, Padrón, Rois y Dodro. Pero no es un área exclusiva, ya que conviven los dos tipos, por ejemplo: en la parroquia de Urdilde (Rois) hay 18, entre cruces (sin imagen) y cruceros, de los que cuatro son de capillita (GONZALEZ PEREZ, 1990) (1).
Desde hace cuatro años me he impuesto la tarea de catalogar todos los ejemplares que existen, clasificarlos y estudiarlos, tanto en el aspecto arquitectónico como en el antropológico. Hasta el momento se han publicado los correspondientes al ayuntamiento de Rois, y se hallan en imprenta los de Santa Uxía de Ribeira (GONZALEZ PEREZ, 1989-90).
ORIGEN
El gran estudioso de nuestros cruceros fue Castelao. Su monumental obra As cruces de pedra na Galiza, a pesar de que fue publicada en 1949, sigue siendo de obligada consulta para todos cuantos deseen saber un poco sobre estos monumentos religiosos. Como complemento comparativo, también es básico As cruces de pedra na Bretaña (Santiago de Compostela, 1930). Ambas publicaciones son tan interesantes por las ilustraciones, todas ellas dibujos del autor, como por los textos.
Como dijo Castelao, la forma de estos cruceros recuerda la de los rollos y picotas castellanas (en Galicia actualmente no se conserva ninguno), que también los hay coronados con una pequeña capillita dentro de la que se cobija una imagen, preferentemente de la Virgen. Fuera de la península sobresalen, por ejemplo, las casitas de María (Marienhauschen) de la Renania, así como algunas construcciones religiosas situadas en los caminos de la Provenza (CASTELAO, 1949, p. 175).
Por lo que se refiere a los nuestros, los más antiguos no pasan del siglo XVI, y los más recientes, de mediados del XVIII. Creemos que su origen hay que buscarlo en los cruceros góticos, de voluminoso capitel con diferentes imágenes en relieve en cada una de las cuatro caras. El paso siguiente sería el de ahuecar este capitel de forma que dentro cupiese una pequeña imagen, dejando los relieves sólo para las tres caras restantes. La ornamentación en el exterior es más corriente en los antiguos (Berrimes-Lousame -desaparecido; A Igrés-Rois; Laxe Pequena, Taragoña-Rianxo), aunque también hay modernos (de principios del siglo XVIII) que la tienen (por ejemplo el de Carabeles, Urdilde-Rois). En los primeros predomina la Virgen con un gran rosario en las manos y el apóstol Santiago ecuestre, mientras que en los segundos puede ser una cualquiera, en el de Carabeles está representada nada menos que Santa Juana Francisca Fremiot de Chantal, fundadora de las salesas.
En los cruceros de varal más antiguos, a la Virgen la sitúan por debajo del brazo derecho de la cruz, mientras que del otro está San Juan Evangelista, como en el de Melide (X. XIV). El mismo lugar ocupa en los góticos (Home Santo en Santiago de Compostela, cementerio de Noia, San Bartolomeu de Pontevedra, etc.), aunque en estos últimos la Virgen también se encuentra por detrás del crucificado, representada como madre feliz que juguetea con su hijo, mostrándole una manzana.
Los cruceros de capillita, como monumentos marianos por excelencia, fueron los que dieron una solución satisfactoria para que en el frente estuviesen en igualdad de condiciones la Madre y el Hijo, pues debido a la situación, en muchos no es fácil ver lo que hay en el envés de la cruz. Otro hecho que avala nuestra hipótesis, es que en la mayoría -y en particular en los más antiguos-, a la Virgen siempre se la representa con el Niño en brazos, igual que en los cruceros góticos, y no como Dolorosa, que es la iconografía predominante en los de varal o columna.
No hay duda que la influencia de las órdenes mendicantes, todas ellas grandes devotas de la Virgen, pudieron influir favorablemente en la construcción de estos monumentos, y en particular los franciscanos, ya que su fundador figura en varios, pero lo mismo ocurre con los otros, es decir, con los que no son de capillita.
Para Castelao estos cruceros habrían surgido a raíz de la piratería de los siglos XVI y XVII, ya que hay alguno situado a poca distancia del mar bajo la advocación de Nuestra Señora de Loreto, que contó con orden propia, fundada en 1587 por el papa Sixto V, para defender las costas del Adriático y, en particular, de Ancona (CASTELAO, 1949, p. 175). Pudiera ser cierto, pero hay varios cronológicamente anteriores a esta fecha, por lo que en este caso la teoría de Castelao carece de fundamento, aunque no negamos que alguno se levantase con este fin.
ICONOGRAFIA
Estructuralmente constan de cuatro partes: el basamento o pedestal formado por varios escalones, en su mayoría de planta cuadrangular, pero también hay alguno octogonal, como el de A Igrés (Leroño-Rois). Sobre él descansa el fuste, muy voluminoso y, algunas veces, monolítico, en general ochavado. Varios tienen representada en relieve una imagen, preferentemente de un santo franciscano (San Francisco de Asís, San Antonio de Padua, etc.), aunque tampoco faltan otros, como San Bartolomé (Ataude-Rois), San Benito o San Bernardo (Urdilde-Rois), el apóstol Santiago (Carabeles-Urdilde), etc.
Le sigue la capillita, semejante a una hornacina y, sobre ella, la cruz con Jesucristo sujeto con tres clavos, en varios muy trabajada, recordando en los más antiguos aún ciertos elementos ornamentales de los góticos.
Ya se ha dicho que estos cruceros son, en general, todos ellos monumentos marianos, pues en la capilla siempre se cobija una imagen de la Virgen. En la mayoría se representa con el Niño Jesús en sus brazos, pero tampoco faltan algunos casos (de los más recientes), en que es Santa María (la Inmaculada) y, ya mucho menos, la Dolorosa, pero sin hijo muerto en brazos, como es tradicional en los cruceros de varal. Varios cuentan con un santo, pero son muy pocos ejemplares y, no hay duda, se debe a sustituciones posteriores, generalmente en los últimos años por robo de la imagen primitiva.
Entre los santos representados en los relieves del exterior de las tres caras de la capilla, se encuentran: la Virgen con un rosario en las manos, Santiago Apóstol ecuestre, San Francisco, Cristo con la cruz a cuestas, Santa Juana de Chantal, el papa San Clemente o San Gregorio, etc. Por el interior también hay alguno con relieves, como el de la Virgen que figura en el de A Costa-Rois.
En muy pocos cruceros figura el nombre del “santeiro" que los ha labrado. La nómina de los conocidos es insignificante si la comparamos con el número de obras. En particular de los de capeliña aún no sabemos que conste en ninguno. Tan sólo se conoce documentalmente un artista, que trabajaba a finales del siglo XVI en las tierras de Boiro. En 1589 contrató por nueve ducados la construcción del crucero de Teaño (Boiro), del que actualmente no quedan más que algunos restos. Por el contrato sabemos que se trataba de uno de capillita: con su caja donde se ponga la imagen de Ntra. Sra. y con tres escaleras al pié, de buena piedra (...) y las imágenes muy buenas... (GONZALEZ PEREZ, en prensa).
NOTAS ANTROPOLOGICAS
Suponemos que la presencia de la Virgen es la que ha hecho que, aún actualmente, sean estos cruceros los que cuentan con más veneración, sobre todo en las tierras costeras. Son muchos los que conservan su farol en el que antaño ardía aceite de noche y de día, que en los últimos años ha sido sustituido por velones y, más recientemente, por una bombilla eléctrica. Los más concurridos suelen tener un peto (cepillo) para recoger las limosnas de los devotos. Delante de muchos nunca faltan flores, a veces incluso los ramos que llevan las novias al casarse (uno lo hemos visto no hace muchos años en el de Moldes, bajo la advocación de Nosa Señora de Belén, Pobra do Caramiñal).
Es normal que nuestros marineros se acuerden de estas imágenes en los momentos difíciles, ofreciéndole no solamente aceite, sino también dinero. Hoy se ha perdido una costumbre muy curiosa, que ya figura recogida con el número 198 en el Cuestionario del Folk-lore Gallego establecido en La Coruña, el día 29 de diciembre de 1883, y publicado en Madrid dos años después: Práctica de colocar la imagen de la Virgen de los cruceros, cara al rumbo que ha de traer a su vuelta y travesía al marino deseado. Esto sólo es posible en los de capilla, que la imagen se puede mover fácilmente, pues en los de varal forma parte del mismo bloque pétreo que la cruz, por lo que es imposible cambiarla de posición. Sabemos que últimamente aún se hacía en uno de la parroquia de Cespón (Boiro). Las protagonistas eran siempre mujeres: la esposa, la madre, la novia o alguna de las hijas.
Todos están situados en encrucijadas de caminos, lo mismo que los demás cruceros y los petos de ánimas (cepillos de piedra dedicados a las ánimas del Purgatorio). Esta es la razón de que junto a ellos se practiquen a altas horas de la madrugada ciertos ritos relacionados con la brujería, aunque en la mayoría de los casos no es por la presencia del crucero, sino por hallarse en una encrucijada de caminos. Diferente es el caso de aquellos en que se enterraban a su alrededor fetos o incluso niños que murieron antes de recibir el bautismo. Este hecho se registra para los dos tipos. Según hemos podido constatar en uno de capillita del ayuntamiento de Santa Uxía de Ribeira (GONZALEZ PEREZ, 1992, p. 178), la costumbre dejó de practicarse con el advenimiento de la Segunda República.
Castelao cuenta cómo en uno de la parroquia de Tállara (Lousame), las mozas dejaban sus trenzas de pelo en demanda de amores que se perderon ou foron roubados (6); como ya hemos dicho, en el de Nuestra Señora de Belén de Moldes (Pobra do Caramiñal), vimos un ramo de novia; a la Virgen del de Sóñora (Rois) ataban una prenda de la mujer que estaba dando a luz, y no se la sacaban hasta que concluyese el alumbramiento; en la imagen de San Antonio que tiene en el fuste el de Carrais (Rois), los vecinos que extravían un objeto o un animal, le hacen un lazo en el brazo, que no deshacen hasta que aparece lo perdido, etc.
Aunque en los últimos años se tiende a dejar la piedra al natural, aún se pueden ver varios pintados (sobre todo la imagen) de llamativos colores, los mismos que exasperaron hace más de cien años a Doña Emilia Pardo Bazán, que llegó a pedir a las autoridades que destruyesen estas obras populares, carentes de todo valor artístico y ofensivas a la sensibilidad estética y religiosa de los forasteros que acudían al gran balneario de Mondariz (Pontevedra) (PARDO BAZAN, 1888). De la pintura se encarga un vecino, que ofrenda por ser costumbre que lo haga su familia.
Los cruceros de capillita son los últimos que todavía se siguen pintando, pues de los de varal actualmente es muy difícil encontrar alguno reciente, aunque en varios aún se aprecian restos de policromía, ya que antaño todos estos monumentos estuvieron pintados de vivos colores.
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BIBLIOGRAFIA
CASTELAO, A. R.: As cruces de pedra na Galiza, Buenos Aires, 1949.
GONZALEZ PEREZ, C.: “Os cruceiros de capela, I. Concello de Rois”, Cuadernos de Estudios Gallegos, núms. 103-104, 1989-90.
GONZALEZ PEREZ, C.: “Os cruceiros de capela, II. Concello de Santa Uxía da Ribeira., Cuadernos de Estudios Gallegos, núm. 105, 1992.
GONZALEZ PEREZ, C.: Un cruceiro ben documentado: o de Teaño, (Boiro, A Coruña), en prensa.
PARDO BAZAN, E.: “En el país de las benditas ánimas”, El Imparcial, Madrid, recogido posteriormente en su libro De mi tierra, 1888.