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En las fiestas más solemnes y tradicionales de la ciudad de Burgos, -Fiestas Patronales, Solemnidad del Corpus Christi, Fiesta del "Curpillos", etc.- salen a la calle acompañando al Ayuntamiento de la ciudad, en procesiones, los tradicionales Gigantones, Gigantillos, Danzantes y Tetines, Maceros, Timbaleros y clarineros, además de los gaiteros o piteros que acompañan con su música a los Danzantes. Todos ellos, durante siglos, han participado en las fiestas populares contribuyendo a la alegría festiva y han aportado su colaboración en la conservación del rico folklore de la ciudad en sus danzas, bailes, costumbres, ritos y fiestas.
Queremos en estas páginas hacer un resumen de la historia de estos personajes populares, unos son burgaleses de tela y cartón y otros de carne y hueso, pero todos burgaleses de cuerpo y alma popular.
Para ello hemos espigado y recogido todos aquellos testimonios que hemos hallado escritos por quienes antes que nosotros se ocuparon de escribir sobre estos temas. Suyo es el mérito de este trabajo y mi labor sólo ha consistido en reunir lo que estaba disperso.
ORIGENES. -LA ANTIGUA TARASCA DEL CORPUS
El año 1242 el Papa Urbano IV creó la fiesta del Corpus Christi mediante la bula pontificia "Transiturus". Un siglo más tarde se van generalizando las procesiones como centro de la fiesta. Son muy pronto auténticas manifestaciones populares, dotadas de gran aparato externo y colorido extraordinario.
Cuando en 1311, el Papa Clemente V extiende a toda la Iglesia Católica la fiesta del Corpus, la jerarquía eclesiástica hace suyos, para celebrar esta solemnidad, muchos de los elementos, ritos, tradiciones, personajes, tipos y costumbres que pervivían en las celebraciones del pueblo desde los primeros tiempos de su historia. Fueron cambiando, añadiendo nuevos significados y poco a poco se intentó borrar definitivamente los significados de los ancestrales ritos de origen pagano. Estos ritos que tenían, por ejemplo, el fin de preservar las cosechas, etc. hacen que la fiesta del Corpus, a caballo entre la primavera y el verano, sea a veces como un carnaval tardío con danzas guerreras, mojigangas de demonios, tarascas, gigantes, enanos, zaharrones, cachidiablos...
En los primeros tiempos de la celebración de las fiestas del Corpus se hizo muy popular dentro y fuera de Burgos una figura típica de aquellas fiestas. Esta figura grotesca, monstruosa, era la TARASCA. Figura grotesca, monstruosa, monigote o engendro para causar miedo, construido con trapos y cartón que, a hombros de un mozo recorría la ciudad encabezando la procesión en honor del Santísimo Sacramento, procesión en la que participaba activamente la mayoría de los ciudadanos tanto paisanos como clérigos y militares.
La "Tarasca" representaba el mal y el pecado, espantaba a las gentes y éstas le respondían con toda clase de burlas, insultos y denuestos en medio del regocijo festivo general.
Este personaje mantuvo su difícil papel de ser el centro de las iras populares y fue aceptado por el pueblo que lo consideraba imprescindible en aquellas procesiones, hasta mediados del siglo XVII, época en que parece que la popular "Tarasca" desapareció de la escena, sustituyéndola el "CAPIDIABLO" que hacía su aparición la víspera de la fiesta, llegando a ser más popular todavía que aquella.
Por sus gesticulaciones, payasadas, gestos, remedos y ridículas actitudes era el hazmerreir de chicos y grandes y más aún cuando, animado por la rechifla de las gentes, emprendía una veloz carrera tras los chicos sin lograr alcanzarlos nunca.
El "CAPIDIABLO" o "Cachidiablo" era un personaje semejante al "Colacho" que todavía está presente en la fiesta del Corpus y su Octava en Castrillo de Murcia.
El día del Corpus el "Capidiablo", lo mismo que en otros tiempos la "'Tarasca", encabezaba la procesión solemne y representaba al diablo que huía ante la presencia del Santísimo Sacramento.
Corriendo por las calles y plazas y asustando a las gentes con su indumentaria de botarga o zaharrón cumplía, además, una misión útil: despejar las calles por donde la procesión había de discurrir inmediatamente.
En la procesión actual del día del Corpus y también de la del Curpillos, en Burgos y en el barrio de las Huelgas, juntamente con el grupo de danzantes, intervienen dos curiosos personajes llamados popularmente "TETINES". Visten éstos traje y caperuza de vistosos colores y llevan en la mano un zurriago, visten como cualquier zaharrón. Hoy los "Tetines" son agentes del orden y directores de danza. Incluso ellos también danzan. A principios de siglo (1) los niños tenían que insultar al "Tetín" llamándole "berzotas" y otros insultos malsonantes. El "Tetín", como si realmente se diese por ofendido, corría tras de los niños que huían gritando y riendo siendo el encanto de la gente. Se ve en ellos una evolución de aquel "Capidiablo" que salía en las procesiones del Corpus para representar el triunfo de Cristo sobre el demonio, de quien los niños huían y a quien insultaban" (2).
De aquel "Capidiablo" derivaron los "Tetines" que dirigen las danzas de los danzantes, haciendo guardar el orden manejando una cola de caballo.
Desapareció el "Capidiablo", pues con la Reforma Protestante se generalizó, algunos años más tarde, la nueva costumbre de personificar en figuras burlescas la herejía luterana. Esto dio origen en Burgos a los "Gigantillos", la rellena pareja que antes ofrecía una apariencia muy diferente a la que hemos conocido: La Gigantilla servía para lucir cada año un traje y un sombrero que reproducía caricaturescamente la moda que imperaba en la época, provocando así la risa y los jocosos comentarios del público.
Los Gigantillos de Burgos son descendientes directos de las Gigantillas y de las antiguas Tarascas y Tarasquillas que, como hemos dicho, existían desde muy antiguo en la procesión del Corpus, pues se consideraban, desde que se instituyó tal festividad, vinculadas ineludiblemente al Día del Señor en la ciudad de Burgos.
Las Gigantillas, abuelas de los actuales y simpáticos Gigantillos eran -como hemos dicho- críticas burlescas y humorísticas de la moda sobre todo femenina de su momento:
Como tomaste, Aldonza,
de la Tarasca modelo
por ello llevas el pelo
con trenzas de jerigonza.
Los Gigantones nacieron casi al mismo tiempo que los Gigantillos y simbolizaban las diferentes razas que poblaban el mundo, que acudían a rendir homenaje al Santísimo Sacramento con ocasión de su fiesta más solemne, el Corpus Christi. Después, poco a poco, la misión protocolaria, la embajada religiosa de los Gigantones fue degenerando y decayó hasta convertirse en pura diversión y motivo de regocijo popular.
Fue creado desde muy antiguo, ya con las Gigantillas en escena, un acto o rito curioso, que ha sido conocido con el nombre de "Las Mochadas". Respecto a esta curiosa costumbre tenemos el testimonio de D. Domingo Hergueta que escribió lo siguiente:
"Antes de hacerse la última reforma de los gigantones y gigantillos de la ciudad de Burgos, en el año 1899, era costumbre el día del Corpus, después de terminar la procesión, de dar en la Plaza Mayor, mientras danzan los gigantones y los danzantes, las mochadas. Consistían éstas en los golpes que daban con sus cabezas de cartón el gigantillo y la gigantilla, a toda clase de sujetos, especialmente aldeanos que encontrasen descuidados o distraídos, al compás de aquellos versos:
Currucú, currucú, muchachillas,
que os cogen las gigantillas,
que os cogen a la descuidada
y os dan una fuerte mochada.
Tilán, tilán, tin burro,
el demoño danimal
de las tres cargas de trigo
no me ha dejado ni un pan.
Las mochadas eran un símbolo de la caída en la herejía de los incautos, pues la misma gigantilla con su figura rara representaba y aun tenía cara de hereje; del gigantillo salía un lobanillo que figuraba la cabeza de Calvino, así como la del mismo Lutero. Los gigantones siempre han representado las diversas razas humanas que con su presencia querían alegrar el triunfo del Día del Señor" (3).
Las gigantillas con sus cabezas y los capidiablos con sus colachos daban las populares mochadas, tras las cuales, las cabezas de cartón quedaban hechas añicos, magulladas y destrozadas. Como era natural, cada año había que cambiar la cabeza a todos los que intervenían en este espectáculo de las mochadas en la Plaza Mayor, tras acompañar al Ayuntamiento hasta la Casa consistorial.
El presupuesto comenzó a resentirse por estos gastos y en febrero de 1899, por acuerdo municipal, se aprobó un proyecto de reforma de los Gigantones, se suprimieron las mochadas. Se hizo el encargo de las cabezas nuevas al burgalés don Fernando Hernando, "Cardeñita", que era oficial en la fábrica de cerámica de Don Nazario Escudero. Las realizó según maquetas hechas en barro, bajo la dirección de los artistas burgaleses Isidro Gil, que era secretario del Ayuntamiento y Don Evaristo Barrio profesor de la Escuela de Dibujo Municipal (4).
Los rasgos de los nuevos gigantones se acentuaron más de acuerdo con su raza y fueron realizados más artísticamente.
Afirma D. José María González Marrón (5) que "fue tan del agrado esta obra de reforma de las cabezas de los gigantones que a "Cardeñita" se le nombró auxiliar de obras municipales de plantilla con el haber diario de 3,50 pesetas y a los directores de la obra la Comisión de Gobierno les hizo un buen obsequio".
Los Gigantillos también fueron modificados: pasaban a caricaturizar la pareja típica de alcaldillos de aldea vistiendo trajes propios de la región, hoy olvidados. Antiguamente ni sus vestidos, ni sus bailes, ni sus cometidos eran los actuales.
La reforma que comentamos fue importante y el periódico local "Diario de Burgos" del 25 de febrero de 1899 decía lo siguiente: "Seguirán respetándose los cuatro continentes, pero en vez del Rey de España con tirabuzones al estilo asirio y sus barbas de guardarropía, se le confeccionó una cabeza con rasgos castellanos del siglo XV, de rostro afeitado, poblada melena y cabeza que recuerda los retratos del Rey Católico y Cristóbal Colón y la esposa del gigantón será una dama de esculturales líneas ataviada a la antigua usanza castellana, es decir, con una toca parecida a la que ostentaba Juana la Loca en el Cuadro famoso de Padilla".
"De Africa se desechan los tipos turcos, adoptándose los negros, de toscas y angulosas facciones. América, impropiamente personalizada por la actual pareja de negros, lo estará por dos pieles rojas admirablemente caracterizados".
Unos meses más tarde el mismo periódico "Diario de Burgos" ofrece la noticia de la aparición de los gigantones convenientemente restaurados y con cabezas realizadas más artísticamente que las antiguas: "Todas las nuevas cabezas están maravillosamente caracterizadas y modeladas con exquisito arte, pero sobre todo han llamado la atención los Gigantillos representando una pareja de aldeanos de tierra burgalesa, están hechos con gran perfección y han hecho furor entre el numeroso público que los ha contemplado".
"Merece plácemes el simpático F. Hernando que, bajo la dirección de personas inteligentes, ha llevado a cabo la reforma, siendo también de alabar la circunstancia de que todas las operaciones, algunas de ellas difíciles y delicadas, se han ejecutado en Burgos y por artistas burgaleses" (6).
Tenemos varios testimonios de escritores burgaleses que corroboran estas impresiones y escriben elogios, sobre todo de la Gigantilla.
Don Anselmo Salvá cronista de Burgos en 1900 publica su libro "El Día del Señor en Burgos" y refiriéndose a los nuevos gigantillos dice textualmente: "ataviados con propiedad admirable" por lo tanto su "jubón con puños y cuello de terciopelo, broche metálico, mantón serrano y delantal con adornos de azabache negro y terciopelo eran la vestimenta adecuada", completa González Marrón especialista en la indumentaria burgalesa (7).
Doña María Cruz Ebro en sus "Memorias de una burgalesa" dice: "La Gigantilla se presentó convertida en una señora alcaldesa. Una saladísima alcaldesa serrana con su lunar y todo".
Don Juan Albarellos en su obra "Efemérides Burgalesas" dice: "Los Gigantillos, con apariencia de una pareja de aldeanos de los alrededores de Burgos, con los trajes propios de la región que ya van desapareciendo".
Todos estaban conformes con la obra bien hecha, realizada por artistas debidamente asesorados. Sin embargo en el 1967, a causa del deterioro de los vestidos de la Gigantilla y de acuerdo con un poco afortunado por no decir desgraciado asesoramiento, se vistió a la Gigantilla, tan simpática y popular, con un vestido que más que vestido parecía un disfraz.
En la prensa local, concretamente en DIARIO DE BURGOS, de 4 de mayo de 1980 y el 18 de mayo del mismo año fueron publicados sendos artículos, el primero de D. José María González Marrón en el que haciendo un resumen de la historia de los gigantones y gigantillos, escribe un "requiem por una gigantilla".
En aquel artículo mostraba su total disconformidad por el "traje típico" que por decisión municipal llevó la Gigantilla desde el año 1967. Desde su transformación en 1899 había salido vestida con el atuendo de alcaldesa que era el adecuado según la opinión general y según el criterio de los técnicos y artistas. Por lo menos poseía el valor de la originalidad de que carecía el que la hicieron vestir desde 1967 hasta el año 1980.
En aquel artículo escribía lo siguiente: "Tratemos ahora, con el nuevo Ayuntamiento de volver a la Gigantilla que tres hombres del momento, tres artistas crearon para la Historia de la ciudad y que un día se malogró, creo yo que sin mala intención, pero conducidos por un asesoramiento desgraciado y sin contar con la opinión más generalizada de artistas de la ciudad".
El segundo escrito era una carta de D. Jesús del Olmo, director de la Academia Provincial de Dibujo en la que entre otras cosas dice: "Como puede verse, el magnífico dibujo firmado por Evaristo Barrio en 1898 no deja lugar a dudas, el citado artista lo que pretendió fue dar vida al encargo que se le hizo de exaltar las figuras representativas de nuestro rico folklore local burgalés.
Está claro que el dibujo demuestra que es punto de partida tanto en la graciosa caricaturización de la mujer lozana y expresiva de nuestros pueblos, como la exaltación del auténtico traje que en esos momentos usaban las mujeres de nuestra tierra, y que ahora afortunadamente se pretende por los estudiosos revitalizar y darle su auténtica dimensión.
Otra prueba también de que esto es así es que en todos los cuadros que yo conozco pintados de la época y en los que figuran mujeres sacadas del pueblo burgalés, todos tienen el mismo atuendo: Jubón abierto con cuello y puños de terciopelo, y bordeada la cintura del mismo material, chambra blanca, falda de muchos vuelos de colores pardos rojizos, con estampados, bien de lunares o flores pequeñas y delantal generosamente largo bordeado de terciopelo y adornado con azabaches y bordados, y todo ello rematado con el clásico mantón procedente de la sierra y utilizado exhaustivamente por las señoras; este mantón normalmente es de tonos oscuros con bordados florales multicolores.
Se pueden ver también sus pendientes de bolas rojas haciendo juego con el collar terminado en la cruz".
Como consecuencia de estos escritos, el Ayuntamiento en Comisión Permanente del día 21-V-80 decide que: Don José María G. Marrón y D. Jesús del Olmo, autores de los escritos, presenten un estudio presupuesto para la confección del traje de la Gigantilla". Este estudio se presenta en 27-V-80, se autoriza en 28-V y se estrena públicamente en 21-VI-80.
En Diario de Burgos del 21 de Junio de 1980 se publicaba un pie de foto comentando el nuevo vestido de la Gigantilla que dice: "Ayer tarde se terminaron los trabajos de confección del nuevo traje de la Gigantilla según el diseño de Jesús del Olmo y José María González Marrón, basado en el primitivo boceto de Evaristo Barrio. Ha dejado el traje regional para colocarse los atuendos rurales que inicialmente llevó. La modista del traje es Doña Asunción Sauco y el pañuelo ha sido bordado por la señorita Blanca Pérez García. Hoy estrenará su nueva vestimenta en el acto de inauguración de las fiestas".
No queremos pasar por alto algunos detalles que pueden ser interesantes para la historia. Los gigantones y Gigantillos ardieron en un desafortunado incendio el 16 de Enero de 1973 y fueron reproducidos de nuevo, fuera de Burgos, sin apenas ninguna modificación.
En 3-XII-1980 la Comisión Mixta de Festejos encarga a Don Román García la restauración de las caras de los gigantillos para "tratar de recuperar el gracejo burgalés que tenían los originales antes del incendio en el que desaparecieron".
Efectuada la labor de restauración salieron a la calle totalmente "recuperados" los gigantillos, en las fiestas de San Lesmes del año 1981 (8).
LA MUSICA DE LOS GIGANTONES y GIGANTILLOS
Diversos autores se han ocupado de estos temas. En el aspecto musical hemos de destacar a Federico Olmeda que en su obra FOLKLORE DE CASTILLA O CANCIONERO POPULAR DE BURGOS, recogió prácticamente todos los motivos musicales, danzas, pasacalles, etc., que interpretan los músicos, gaiteros, piteros, dulzaineros que acompañan tanto a los gigantones como a los gigantillos y los temas que bailan tanto éstos como los danzantes. Posteriormente Antonio José Martínez Palacios vuelve a revisar todos los temas e incluso introduce algunas correcciones en su obra COLECCION DE CANTOS POPULARES BURGALESES (NUEVO CANCIONERO BURGALES) haciendo breves comentarios o aclaraciones.
En cuanto a las danzas se ha de reconocer y elogiar una vez más la labor de Don Justo del Río Velasco, sin olvidar los comentarios ilustrativos que en el libro DANZAS TIPICAS BURGALESAS dejó escritos Ramón Inclán Leiva, firmando con el seudónimo "IGNOTUS".
Pinceladas y datos aportan también sobre estos temas D. Domingo Hergueta, D. Anselmo Salvá, Doña María Cruz Ebro, D. Juan Albarellos, etc.
No queremos pasar por alto la labor anónima, pero importante e imprescindible que realizan los porteadores de los gigantones y de los gigantillos, cuya personalidad no suele trascender al público, ya que sus rostros son desconocidos pues van ocultos bajo la vestimenta de las figuras. Pero en justicia hay que reconocer su mérito, pues con su forma de andar -sobre todo en el caso de la Gigantilla-, su gracia al danzar y el salero de sus movimientos al recorrer las calles de la ciudad, contribuyen de una manera sencilla y quizás no reconocida y poco valorada a la conservación del folklore popular.
Normalmente las tonadas de tambor y pito que acompañan tanto a los gigantones como a los gigantillos los interpreta una sola persona por cada grupo, una por los gigantillos y otra por los gigantones.
Antonio José cita a uno de estos músicos, a quien el público llamaba "EL CHIROLA". Yo quiero recordar desde estas líneas que en el mes de abril de 1980 murió Don Ladislao Herranz Salvatella, conocido popularmente como "LADIS", gaitero o pitero de los Gigantillos de la ciudad. Ladis fue el continuador de una tradición a la que estuvo vinculado durante cuarenta años. Su padre fue "gaitero" de los gigantones durante cuarenta y a ellos les ha sucedido un hijo de Ladislao Herranz.
Los gigantones y gigantillos, como 10 burgaleses más, burgaleses de tela y cartón, con su leyenda y su historia esperan que lleguen las fiestas más populares que celebra la ciudad de Burgos, las de San Lesmes, las del día del Señor, Corpus Christi y "Curpillos", las de San Pedro y San Pablo, que son las patronales para salir a recorrer de nuevo las calles de la ciudad con los danzantes y "tetines", con timbaleros y clarineros, para volver a bailar sus danzas al son del pito y del tambor y no faltarán a la cita puntual con la tradición.
"Merecen especial mención los bailes de los "gigantillos" de Burgos que, con los gigantones, salen también a las fiestas del Corpus y en las patronales de San Pedro. Igualmente asisten a las del Curpillos.
Son dos figuras, hombre y mujer, con armazón de madera y cabeza de cartón. El hombre viste capa parda, larga y amplia, se cubre con gran sombrero de velludo y lleva en su mano derecha una vara de fresno que se interpreta como símbolo de autoridad, por lo que generalmente se cree que representa un alcalde de la sierra burgalesa. La mujer, tipo graciosísimo, representa una aldeana gruesa, con vestido de percal de colores y delantal negro con tiras de terciopelo, vistoso pañuelo sobre los hombros y peinada con moño de picaporte. Lleva un gran ramo de flores en la mano derecha y otro más pequeño en el pecho.
Estas dos figuras bailan danzas típicas al son de pito y tamboril, una de ellas con aire de jota, original y graciosa, en la que la mujer deja ver sus amplias enaguas adornadas con encajes entre el regocijo y el aplauso de la muchedumbre.
Los gigantones en número de ocho, o sea cuatro parejas que representan distintas razas humanas, también bailan una danza solemne y ceremoniosa que contrasta con la movida de los gigantillos, desconociéndose el nombre de unas y de otras, aunque la fantasía popular y algunos autores han puesto a su música diversas letras, todas ellas alusivas y humorísticas. La más antigua que se conoce es la siguiente:
Los gigantones, madre,
el Día del Señor
como están tan cansados
hacen el arrimón.
Alajú, alajú, gigantones,
menead con sal los talones,
y a compás, con gracia y contento
a salud del Ayuntamiento.
La más popular de las danzas de los Gigantillos es las Mochadas. Le viene su nombre por bailarla con las cabezas juntas y termina con la jota, una de las más antiguas recogidas en Burgos.
Su música la recogió el Maestro Olmeda en su Folklore de Castilla o Cancionero Popular de Burgos y lleva el número 264 (9).
Ramón Inclán tomó los versos populares alusivos a los gigantones del libro de D. Hergueta, pero se dejó los otros versos que son los siguientes:
Los gigantones, madre,
el Día del Señor
corren, saltan, grandones,
bailan al rededor.
La gigantilla es hembra
del Alcalde Mayor;
pero todos por dentro
parecen un farol.
LOS DANZANTES DE BURGOS
Antiguamente el Ayuntamiento de Burgos traía de diferentes pueblos numerosas y variadas cuadrillas de mozos danzarines que, vestidos a la usanza campesina, ejecutaban distintos bailes y juegos conforme al estilo de cada lugar y los más famosos fueron los de Belorado y Santo Domingo de la Calzada, populares en toda Castilla.
Se sabe que en el año 1600, con motivo del anuncio de una visita regia que, por cierto no llegó a realizarse, se requirió para las fiestas del frustrado recibimiento "la presencia en Burgos de cuadrillas de danzas de los lugares de la jurisdicción, y de Muñó, Barbadillo del Mercado, Juarros y La Mata, más las que proporcionase el Alcalde de Lara, lugares todos sujetos a la ciudad y, además, las de los Concejos de Santa María del Campo, Presencio, Mahamud y Villahoz..." (11).
También se tiene noticias de que en el mismo Burgos se formaban algunas cuadrillas de danzantes, que juntamente con las que venían a la ciudad procedentes de los pueblos, se dispersaban por toda la población mostrando sus habilidades en las calles y festejando de un modo especial al corregidor, a los alcaldes, regidores y otras personalidades revestidas de autoridad, costumbre que ha continuado tradicionalmente hasta la actualidad pues es costumbre que en fechas concretas como las fiestas patronales y las del Corpus bailen los danzantes ante los domicilios del Alcalde, ediles o concejales y autoridades religiosas y militares.
Don Anselmo Salvá nos apunta incluso su indumentaria:
"Todos los danzantes, según la tradición, se presentaban vestidos muy a la rústica, mostrando así su procedencia y la representación que les correspondía. Usaban, como prendas principales, las calzas, el tonelete, el juboncillo y algún vistoso pañuelo o alguna caprichosa banda, y se ponían en la cabeza sus guirnaldas o coronas de laurel o de yedra, con mezcla de varias florecillas silvestres (12).
"En la actualidad, -escribe Ramón Inclán Leiva (13)- los danzantes de Burgos se reducen a una cuadrilla de doce muchachitos vestidos de pajes del siglo XVI, con calzas moradas y tonelete y gorra de terciopelo rojo con galones dorados, y cuatro "Tetines", uno de ellos es el maestro de danzas, que lucen trajes de vistosos colores y van armados con colas de buey unidas a un palo para abrir paso y contener a la gente que forma corro para verlos bailar. Les acompañan dos gaiteros y un tamborilero ataviados con traje negro y sombrero del mismo color adornado con una cinta roja con flecos de oro.
La víspera del Corpus bailan los danzantes ante las casas de las autoridades y de los miembros de la Corporación Municipal y el día de dicha fiesta van delante del Ayuntamiento cuando éste se dirige a la Catedral y al regreso del mismo hasta el Consistorio y forman en la procesión del Señor danzando durante el recorrido. Después, ante la Casa Consistorial, rodeados de una inmensa multitud de burgaleses y forasteros bailan sus típicas danzas que son aplaudidas fervorosamente, un año y otro, por la entusiasmada concurrencia. Este acto popular y simpático, se repite en las fiestas patronales de San Pedro y San Pablo.
También asiste el grupo de danzantes a la procesión del "Curpillos", fiesta única en el Mundo que se celebra todos los años al día siguiente del Corpus en la célebre abadía de Santa María la Real de Huelgas.
Aunque distintos autores han tratado del origen de este grupo de danzantes, suponiendo algunos que son la consecuencia o la continuación de las cuadrillas que se traían a Burgos de los pueblos de la provincia para actuar en las fiestas, creemos, con otros, que se trata más bien de los grupos de niños danzantes que existen todavía en algunas poblaciones para bailar en ciertas festividades religiosas, como los célebres "seises" de la Catedral de Sevilla.
Los danzantes de Burgos, en unión de los "Tetines" y acompañados por dos dulzainas y un tamboril interpretan las siguientes danzas: "El Pasacalle" "La Canastilla" "Los aros" "Las Espadas", "Los Palos", y "La Jota Burgalesa" (14).
CLARINEROS, TIMBALEROS y MACEROS
Es ahora Antonio José quien nos habla de los clarineros y timbalero del Ayuntamiento: "Son muy típicos los "toques" de los clarineros y timbalero del Ayuntamiento. Son tres motivos solemnes que se tocan desde el balcón municipal, con intermitencias de un cuarto de hora, los días de sesión y cuando el Ayuntamiento sale a la calle oficialmente.
Van vestidos los dos clarineros y el timbalero con levita azul oscuro y vivos rojos, botones ad hoc, calzón corto, media blanca o roja, zapato con hebilla y bicornio" (15).
"Cuando el Ayuntamiento de Burgos (de etiqueta rigurosa y con bastón y la típica vara de plata) sale oficialmente a la calle (antes de las procesiones del Corpus y Curpillos), le acompañan los clarineros, timbaleros, maceros con dalmáticas, etc., precediéndole. Van tocando esos tres motivos con toda pompa. Entre uno y otros, los danzantes bailan los pasacalles, alternando las tonadas. Es cosa muy de ver" (16).
Corroboramos estas palabras de Antonio José, pues el conjunto de los gigantones, gigantillos, danzantes, tetines, maceros, timbaleros, clarineros, piteros, dulzaineros y tamborileros, acompañando al Ayuntamiento, bajo mazas, en medio del pueblo y el gentío por las calles de la ciudad en fiestas es muy de ver, es un espectáculo tradicional que se repite varias veces todos los años.
Y para que este desfile de personajes de carne y hueso o de tela y cartón adquiera y alcance todo su brillante realismo podemos situarlo transitando por el paseo del Espolón o por la Plaza de Santa María, bajo la sombra de la majestuosa Catedral burgalesa o por el Compás de dentro, en el Real Monasterio de las Huelgas, bajo el cielo azul, sereno e imperturbable de las primaveras de Burgos, cuando los campos, los paseos y jardines están en todo su esplendor.
Finalmente y como resumen del tema que nos ocupa, ofrecemos unos versos de aire popular para exaltar las populares figuras de las fiestas de Burgos.
A LOS GIGANTONES y GIGANTILLOS DE BURGOS. -BURGALESES DE CARTÓN
Gigantillos, gigantones,
burgaleses de cartón,
que alegráis con emoción
desfiles y procesiones.
Criaturas sin igual
con el alma burgalesa,
uno, alcalde, otra, alcaldesa
con aire municipal.
Burgaleses de cartón,
personajes de alegría,
vecinos de fantasía,
castellanos de ilusión.
Nuestros gigantillos son
dos preclaros burgaleses,
formales, serios, corteses,
ciudadanos de cartón.
Y son de tal condición
que, con gaita y tamboril,
su espíritu juvenil
trae fiesta al corazón.
Cuando los vemos bailar
los bailes de nuestra tierra
vemos que el cartón encierra
la eterna alma popular.
Burgaleses de cartón,
gigantones, gigantillos
que en el Corpus y Curpillos
bailan de la gaita al son.
En sonando el tamboril
se empieza el aire a llenar
de música popular
honda, festiva y viril.
Todos, al verlos pasar,
sienten nacer la alegría
de fiesta y de romería
y se animan a bailar.
Y el corazón se emociona
cuando recuerda estas cosas,
tan sencillas, tan hermosas
que la tradición pregona.
De nuestra fiesta alma son,
lo mismo que los danzantes
"Tetines", todos constantes
cargados de tradición.
Burgaleses de cartón
que alegran nuestra ciudad
sembrando felicidad
que contagia el corazón.
Son de Burgos, son de ahora,
son de siempre, son de antes
con "Tetines" y danzantes
y lo mismo que la Flora.
Burgaleses de cartón
con alma tradicional
nuestros gigantillos son,
lo mismo que el Espolón
junto con la Catedral,
alma del Burgos cabal
y su rica tradición.
____________
NOTAS
(1) SALVA, Anselmo: El día del Señor en Burgos, Burgos, 1937, pp.46-47.
(2) PEREZ CALVO, Ernesto: La Fiesta del Colacho. Una farsa castellana, Burgos., 1985, p. 92.
(3) HERGUETA, Domingo: Folklore Burgalés, Burgos, 1934, p.173.
(4) GONZALEZ MARRON, José María: El vestir burgalés, Burgos, 1981, p. 48.
(5) GONZALEZ MARRON, José María: Op. cit., p. 48.
(6) Cfr. Diario de Burgos, fecha 31 de Mayo de 1899.
(7) GONZALEZ MARRON, José María: Op. cit., p. 49.
(8) IBIDEM, p. 52.
(9) INCLAN LEIVA, Ramón y DEL RIO VELASCO, Justo: Danzas típicas burgalesas, Burgos, 1959, p. 50.
(10) HERGUETA MARTIN, Domingo: Op. Cit., p. 173.
(11) MARTINEZ BURGOS, Matías: "Puente, Torre y Arco de Santa María ".
(12) SALVA, Anselmo. El día del Señor en Burgos.
(13) INCLAN LEIVA, Ramón y DEL RIO VELASCO, Justo: Danzas típicas burgalesas, Burgos, 1959, pp. 31-33.
(14) VIRGILIO MAZUELA en su libro Los Burgos perdidos, Burgos, 1988, nos ofrece el recuerdo de GALO, inolvidable Tetín, ya de pelo blanco, cuyas graciosas piruetas deleitaron a chicos y grandes durante 50 años. Precisamente la fotografía de este Tetín sirve de portada a dicho libro y también la encontramos en la página 119.
(15) MARTINEZ PALACIOS, Antonio José: Colección de Cantos populares burgaleses, Madrid, 1980, p. 131.
(16) IBIDEM, p. 133.