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La evolución que los poblamientos rurales han ido sufriendo en este último siglo ha propiciado importantes transformaciones en cuanto a cambios económicos y sociales. Si estos núcleos, de alguna manera, siempre han participado de estructuras u organizaciones más amplias: partidos, comarcas, diócesis, regiones, reinos... su tenue imbricado en ellas no alcanzaba el cotidiano palpamiento de las de hoy. Siempre ha habido emigración, comercio, soldadesca o aventurerismo pero nunca -si exceptuamos las grandes pestes- un proceso despoblador tan activo como el acaecido en esta última centuria.
El núcleo rural ha quedado totalmente incorporado a la realidad económica nacional (1) y participa de sus alzas y crisis; se ha hecho necesario formar sindicatos y asociaciones agrarias que superen el marco localista para defender sus intereses ante instancias tan lejanas y pesadas como las de Bruxelas. Participa de una "realidad globalizada" -PAC, GAT...-
La nueva situación, envuelta en lazos macroeconómicos internacionales, determina unos efectos muy inmediatos en el paisaje y trabajo diarios del pequeño productor local. El factor tradicionalmente detentador de riqueza y prestigio, la posesión de la tierra, se ha visto muy contestado. Hoy, en muchos casos, el valor de la tierra no está ya ni siquiera ligado al precio de los productos agrícolas, sino simplemente en las compensaciones que se pueden recibir en cada zona por dejar las tierras abandonadas o por su utilización para fines forestales.
De la misma manera ocurre con la organización social, se ha de ir adaptando a las nuevas situaciones. Muy pocas de las tradicionales instituciones han sobrevivido a tanto cambio al no adaptarse sus marcos de actuación a las nuevas pautas económicas. No podía ser de otra manera: explotaciones económicas, instituciones sociales, religión, tradiciones... forman un todo retroalimentario siendo improbable delimitar con claridad dónde empieza uno y acaba otro, de ahí que es el sistema completo lo que cambia y se reestructura en búsqueda de su propio equilibrio social con el evidente riesgo de no conseguirlo y desaparecer.
Para recoger un reflejo de este proceso de cambio tomaremos un referente concreto que sirva para mostrar esas transformaciones mencionadas de manera que lo que suele convertirse normalmente en generalizaciones descarnadas tome cuerpo y realidad mostrándose como lo que es: la cotidianidad y problemática de miles de personas sujetas a un espacio rural en crisis. El conocimiento de su organización e instituciones sociales, su evolución económica y su situación actual nos servirán para analizar o contemplar someramente la desarticulación referida de su estructura social viendo, merced a un caso puntual, algunos motivos y razones impulsores de tal movimiento no definido aún si como cambio o final de un proceso al que no son extrañas otras áreas y regiones de hoy.
El área de estudio se encuentra en la parte suroccidental de la región cántabra dentro de una de las comarcas menos evolucionadas tecnológicamente y que más ha sufrido el proceso despoblador en su región: el Valle de Lamasón. Responde al tipo valle-municipio con seis pequeños núcleos con algún barrio más aislado. Es una zona montañosa por excelencia donde los masoniegos han vivido tradicionalmente de la ganadería completada por la agricultura practicada en las tierras llanas del fondo del valle así como por la caza mayor y recolección (2).
El asentamiento rural, presentando caserío denso, pertenece al tipo "polinuclear", esto es, dos o más núcleos separados generalmente por algún accidente topográfico de escasa entidad. Menos del 20% del total de los núcleos rurales de Cantabria presentan esta configuración (3). La población se halla concentrada en grupos de casas adosadas formando barrios, constituyéndose núcleos perfectamente diferenciados de las tierras de labor de las praderías. Estos barrios se levantan en las zonas más llanas de los valles y en las laderas de las montañas, separados entre ellos por accidentes geográficos como un arroyo, un río, un monte o una hondonada (4).
Este es el aspecto general del valle. Espacialmente, conviven las praderías, tanto las de las primeras laderas como las elevadas brañas, con el fondo del valle, las mieses, pequeños huertos insertos en el espacio del pueblo, y ya en un segundo o tercer nivel de altura bosques naturales -hayedos y abedules- o de plantación -pino y eucalipto-. El paisaje sufre un cambio lento y progresivo de "reforestación" al ir aumentando los prados abandonados en los que se enseñorean los helechos y el árgoma y donde, paulatinamente, el bosque hace su aparición (5).
Característicos de este área son los "invernales" -cuadras de alta montaña- que rotativamente acogen al ganado extensivo durante el período invernal hasta la llegada del buen tiempo y su suelta en los prados libres del puerto (día de San Antón).
La estructura doméstica predominante hasta hace poco era la de familia extensa con el hijo mayor casado en casa (6).
El valle forma, pues, una unidad administrativa y cultural (7) diferenciada de sus convecinos por ciertas peculiaridades como el deje de su habla, construcciones gramaticales particulares, vocablos... -influencia del próximo bable asturiano-, sus lugares de reunión, problemas internos... participa de estructuras comunes a La Montaña en cuanto a economía ganadera y formas de organización, pero no es la identidad montañesa el atributo específico de identificación. No existe de manera clara y definida tal asunción de identidad en cuanto al hecho de participar de la común dedicación a la ganadería. Existe una suerte de "universo simbólico de la vaca" del que participan todos ellos. "La vaca", por así decirlo, encierra preocupaciones, desvelos, sueños y ocio. Es el centro de toda la economía y cultura autóctonas. En torno al animal giran la mayoría de los fenómenos culturales de la comunidad, así como la mayor parte de la actividad económica (8). Esta esfera social de los ganaderos no está aislada, interfieren en ella los profesionales y liberales presentes en el valle, véase taberneros, médico, maestros, viajantes, obreros..., no caigamos en uniformidades miopes (9).
En cuanto a ese "universo simbólico de la vaca" al que nos referimos está representado en la vaca autóctona de la zona: la vaca tudanca. Esta raza se encuentra únicamente en este cuadrante sur-oeste de Cantabria. Es una raza en regresión declarada como "de conservación y fomento" por el MAPA. Es un animal de silueta salvaje, rústica y de gran rendimiento mecánico, siendo su principal aptitud el trabajo (son famosas las yuntas de bueyes tudancos). Es raza de lento crecimiento y sus proporciones corporales la hacen poco adecuada como productora de carne. Se la utiliza para producir ternero en zonas de mal clima, mal pasto, mucha altura y fuertes pendientes.
Los animales, durante el invierno (diciembre-abril), se encuentran semiestabulados ocupando rotativamente los invernales. Durante el otoño pastan en el valle y en los primeros meses de primavera lo hacen al pie del monte desplazándose en verano a los puertos (1.600-2.000 metros) para aprovechar los pastos de verano. Tradicionalmente las cabañas masoniegas se dirigen a Campoo.
En cuanto al ciclo reproductor (10), los animales presentan una parada sexual durante la invernada y empieza a cubrirse cuando salen a pastar en primavera. Esta cubrición se prolonga hasta el verano, produciéndose los partos entre febrero y mayo (el 72-75%). Los terneros realizan la lactancia natural ayudados con una pequeña cantidad de heno; a partir de los dos meses sale ya a pastar con su madre, sube al puerto y baja a finales de septiembre para ser vendido o cebado, tiene entonces seis meses de edad y pesa aproximadamente 160 Kg. La vida productiva es de 9-10 años. Esto es lo que determina la feria y sus fechas, que, como es sabido, no son hechos caprichosos, obedecen a un plan o a un ciclo. Generalmente tiene encomendada una poderosa razón económica que permite el equilibrio de las cabañas regulando su crecimiento en función de otros factores determinantes, ya sea clima, cosechas, enfermedad, reservas de hierba, potencial de los prados, etc. Antiguamente cada valle tenía al menos una feria hacia finales de verano, momento propicio para la venta y equilibramiento de los rebaños. Sin embargo un importante número de ellas ha ido desapareciendo. Su importancia en este factor regulador se ha visto desfavorecida por el predominio cobrado por mercados centrales como el semanal de Torrelavega.
Los pastos de montaña pueden acoger a una población bovina enorme, sin embargo, la producción del valle es un factor limitante ya que se necesitan grandes cantidades de heno para alimentar a los animales en invierno (se precisan 55 Kg. de hierba fresca para producir 1 Kg. de peso vivo, lo que desemboca en la ferocidad del trabajo veraniego de la hierba).
Se ha reducido notablemente el número de cabezas tudancas (ver cuadro estadístico), no sólo por el éxodo rural sino también porque los sistemas de explotación intensiva condicionan de manera fuerte la rentabilidad y son muchos los que optaron por el ganado lácteo en las razas frisona y pardo-alpina, acostumbrándose al ingreso mensual de la leche.
CENSOS 1955 1970 1974 1978 1982 1986
VACAS TUDANCAS 28799 25958 16390 11335 10488 10862
Esto es, un cambio venido como resultado de determinaciones de unirse o abandonar el grupo sobre la base de consideraciones o ventajas individuales (11).
Tomemos como ejemplo a uno de nuestros informantes: Posee una pequeña cabaña de vacas pardo-alpinas, continuamente encerradas en su cuadra, en número de 4 ó 5 que ordeña y uno o dos jatos que cría y vende. Con la introducción de este ganado de carácter intensivo su horario y trabajo está sujeto a la cuadra continuamente: horas de ordeño (manual, muy pocos tienen ordeño mecánico y tanques de refrigeración), de ceba, suelta al agua,... A ello hay que sumar la traída diaria del verde hasta que lo impida la nieve y la de la hierba de verano llenando el pajar. Nuestro hombre viene a sacar, entre 38 y 40 litros que le pagan a unas 31 pts/litro (datos para 1991-92) según la cantidad de grasa y composición bacteriológica, unas 37.000 pts. mensuales. El, como otros, ha optado por el ingreso periódico de la leche. Cotiza a la Seguridad Social como autónomo para percibir "el subsidio" y prestaciones médicas.
Este trabajo de la cuadra trae sus repercusiones en el ámbito social. Se produce, de hecho, un aislamiento entre las gentes del valle y dispersa intereses de lo que antes eran numerosas tareas comunes con el ganado extensivo como economía preferente. Así, las subidas y bajadas a los puertos, la estancia continuada en los invernales en los meses críticos, la colaboración en siega..., se ha visto muy reducida. Las casas que llevan cabañas tudancas suelen corresponder a las que continúan la estructura doméstica con el hijo mayor casado en casa, de manera que éste se haga cargo de la cabaña extensiva quedando los padres o la mujer más dedicados al cuidado del ganado lácteo.
La antigua solidaridad comunal está tocada de muerte. Instituciones a las que ahora nos referiremos, como la Junta del Pueblo o la Sociedad Ganadera, están enajenadas de sentido y perviven únicamente en la memoria de los viejos. El carácter economicista, siempre base de la estructura, ha quedado solitario de correcciones tradicionales y encubrimientos legitimadores.
Tradicionalmente la vida social del valle giraba en torno a varias instituciones: la vida familiar, la "sociedad del pueblo", el concejo, la Junta Ganadera, la Sociedad o Junta de los mozos o simplemente Mocedad, y las cofradías religiosas (12).
Hoy por hoy únicamente, sin contar con la institución familiar, el concejo es el que pervive. La desintegración es manifiesta. Veamos por qué.
Los cambios económicos han favorecido la descohesión unida a otros factores. Hasta mediados de siglo ha venido siendo tradicional un ciclo cerrado de labor del que participaba todo el pueblo. A grandes rasgos había tres momentos: el de los puertos, en primavera y otoño, donde el estilo de vida era libre y franco al cuidado del ganado; el del pueblo, difícil por las tensiones y envidias y con escaso trabajo; verano, con mucha labor y bullicioso, requiriendo el esfuerzo entero de la casa. Habría un cuarto y muy breve momento: el de la fiesta.
Así toda la economía giraba en torno a la manutención y cría del ganado extensivo. En torno a éste giraban a su vez costumbres e instituciones creados para un mejor aprovechamiento de los recursos y equilibrio social. Así, la Junta Ganadera o la Sociedad del Pueblo, complementarias, se encargaban del cuidado del ganado, sementales, administración de prados, elección de fechas de subida a los puertos, apertura de derrotas, etc. (13).
Si bien en este valle subsiste buena parte del ganado tudanco considerándose como una de las cabañas más numerosas, la reconversión hacia el ganado lácteo ha tenido gran incidencia para deshacer la antigua solidaridad comunal y sus formas de organización. Algunos de los pueblos más elevados no pueden efectuar la reconversión completa a vacas lecheras por comprensibles razones de aislamiento y lejanía de prados, pero el cambio social, a través del esquema del modelo procesual de toma de decisiones, está ocurriendo de igual modo. El ganado lácteo impone condiciones más individualistas, encerrado en la cuadra, con inversiones de tiempo más intensivas y diarias que deshacen la comunalidad del trabajo, de los rebaños, etc., es por eso que no tiene sentido la pervivencia de instituciones destinadas a regular esas prácticas comunales necesarias al anterior sistema de explotación ganadera.
La Mocedad (mejor este nombre que Sociedad de Mozos) es fuente generadora de gran parte del sentido de solidaridad del pueblo en los adultos. Tradicionalmente tenía algunas obligaciones relacionadas con rituales festivos y religiosos, tareas comunales como la preparación del ganado para los puertos o la ayuda a vecinos enfermos e impedidos u otros trabajos que "el pueblo" les solicitaba (Derechos del pueblo). A cambio ellos también tenían unos derechos: "andar el pueblo" (las noches de las marzas, reyes y aguinaldos, San Juan y San Pedro, la Vinajera, carnavales, derechos de boda (14),...).
La mocedad, al no ser los mozos vecinos, está relativamente libre de las riñas de los mayores; los hijos de padres que no se hablan pueden ser buenos amigos. Por este medio, la intensidad de las divisiones dentro del pueblo y su mantenimiento de generación en generación puede mitigarse de alguna manera. A causa de este carácter excepcional la mocedad es el grupo ideal para organizar las fiestas del pueblo (15).
De las instituciones tradicionales, es una de las que más injerencia exterior y cambio ha sufrido poniendo en verdadero peligro la pervivencia del sistema al ser ésta el recambio necesario para la perpetuación social. En el seno de ella se han roto las legitimaciones tradicionales. La unidad de historia y biografía (16) se quiebra por la intrusión de un nuevo universo simbólico (a través de TV principalmente, pero también en la escuela, etc.) convirtiendo en deseable un otro orden de cosas, se introducen ansiedades incapaces de ser satisfechas a través del orden cotidiano.
Es evidente que la intrusión de ese otro universo simbólico, es a esta institución a la que más daño ha hecho. La presión de la cultura dominante va disolviendo la consistencia del grupo de edad de los jóvenes y los vecinos empiezan a no aceptar las "cosas de mozos" como permisibles (17). En segundo término, el abandono rural ha convertido a los pocos mozos que quedan casi en visitantes ocasionales de su pueblo de origen, generalmente en fechas muy señaladas.
Así el éxodo rural o laboral de la juventud incide en la descomposición y desarticulación de los pueblos de esta zona que, según las estadísticas, son los que más sufren el despoblamiento de la región cántabra. De manera que esta descomposición de la juventud, que no cumple con sus tareas tradicionales, obliga o favorece medidas compensatorias que provocan cierta desarmonía social, aumentando la tensión y obviando el natural protagonismo que la organización otorga a los jóvenes equilibrando las relaciones entre los grupos sociales tradicionales (18).
Hablemos de lo religioso en su relación con la organización social. Christian, en su libro ya citado, estudia uno de los valles contiguos al valle de Lamasón. Allí él se refiere, a la situación de la religiosidad, devociones, y participación de las gentes, etc. Su libro es aplicable a los otros valles de la zona para el período que estudia. Allí recoge él, entre otras muchas cosas, la importancia del ritual, de la participación en ceremonias, misas, cofradías... para el pueblo que se percibe en unidad y "comunión":
"Cada domingo, los aldeanos contemplan su pueblo como un todo social, y este tiene significado real en tanto que grupo de personas activamente en contacto unos con otros: la misa está organizada como empresa común" (19).
Pueblo y parroquia inseparablemente unidos. En Lamasón, hoy por hoy, esto está cuando menos en suspenso. Desde el estudio de Christian han pasado más de veinte años perceptibles en la inexactitud actual de tales afirmaciones. Ya desde hace unos diez años no reside el sacerdote, garante de esa unidad y del ordo religiosi. Salvo para la misa dominical o algún servicio funerario, no hay constancia de él, y normalmente son, los que se presentan, sacerdotes ajenos en todo al valle, a sus devociones, particularidades, etc. Aplican el mismo servicio religioso que en cualquier parroquia de la diócesis, desnaturalizado de su comunidad. El abandono "civil" se ve acompañado por una orfandad religiosa que ha propiciado el abandono de la participación del pueblo. Sólo las mujeres acuden a la misa, y no todas. Los hombres, de no ser para un entierro (20) o boda, no suelen ir y se definen anticlericales y hasta desconfiados aunque no llegan a la negación religiosa en su inmensa mayoría.
Esta misma ausencia del servicio asistencial del sacerdote, unido a los cambios que tras el Concilio Vaticano II algunos presbíteros quisieron introducir entre su feligresía, coadyuvó al abandono paulatino de costumbres como procesiones, rogativas, bendiciones especiales, etc., que conservaban esa unidad de espíritu y labor: celebraciones del Corpus, intercambio de Vírgenes, bendición de San Antonio,... Ahora, más que nunca, el asunto religioso ha quedado en manos domésticas, entre las madres y abuelas, que conservan parte de su devoción por la Virgen de Covadonga, el Sagrado Corazón, el Cristo de Bielva o San Antonio, pero sin actuaciones externas. La eficacia con que los ritos tradicionales vinculaban la vida ganadera y los distintos grupos de edad y sexo han desaparecido. Y la interioridad actual no puede sustituir esa eficacia del formalismo tradicional arraigado en los ciclos de la cultura autóctona (21).
En cuanto a las cofradías religiosas, dentro de este apartado, tenemos registrada la existencia, desde el siglo XVII, de un tipo de cofradías común a otros valles del área: la Cofradía de las Benditas Animas del Valle de Lamasón (22), de carácter asistencial de cara a la occisión de los cofrades, con las características ofrendas de velas y oraciones por las almas difuntas del valle. No conocemos la fecha en que dejó de prestar servicios, en cualquier caso mucho antes de la mitad de este siglo. Christian también las menciona. Conllevan la idea de "comunidad" con la inclusión de los vecinos fallecidos.
Esta misma evolución y cambio viene en los espacios de interrelación social. Si tomamos como ejemplo el caso del pueblo de Quintanilla observamos un traslado del centro social de éste curiosamente paralelo al abandono religioso: el espacio junto a la ermita de San Bartolomé ubicaba reuniones, distracciones, concejos y religión. La transformación del espacio físico del pueblo y su evolución económica han acabado prescindiendo de los valores que la situación de la ermita collevaba. El centro de acción e intercambio del pueblo se ha ido desplazando paulatinamente hacia su barrio más inferior durante estos diez últimos años con la apertura-cierre-traslado de las dos tiendas-bar y bolera. La ermita ha quedado orillada de la zona por la que transcurre la vida del pueblo (24).
El que ha sufrido los efectos de la industrialización y de la urbanización de la vida económica española ha sido el pueblo en tanto que sociedad. En conjunto, tienen cada vez menos unidad. Sus ceremonias, su peculiar cultura y personalidad quedan cada vez más encarnadas en sus viejos habitantes.
La televisión ha estimulado, en gran medida, la reorientación de las familias alejándolas del pueblo y dirigiéndolas hacia la ciudad.
"Los aldeanos saben que sus pueblos están entre los más aislados y desfasados del país. El recuerdo constante, machacante, cada noche, de un modo de vida alternativo es devastador por su efecto acumulativo" (25).
Si tomamos el concepto de cultura ofrecido por Clifford Geertz: "La cultura denota un esquema históricamente transmitido de significaciones heredadas y expresadas en formas simbólicas por medios con los cuales los hombres comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y sus actitudes frente a la vida" (26), es fácilmente observable, después de lo expuesto cómo la desaparición y desintegración de la cultura autóctona de estos valles ganaderos no es consideración de un observador alarmista. El cuadro que el pueblo se forja de cómo son las cosas en la realidad, de lo que es el orden ya no viene sintetizado por los símbolos sagrados e institucionales del momento presente. Los elementos integradores comienzan a ser náufragos en su propio sistema. "Los símbolos religiosos formulan una congruencia básica entre un determinado estilo de vida y una metafísica (las más veces implícita), y así cada instancia se sostiene con la autoridad tomada de la otra" (27).
No cumpliéndose esto ¿qué va a ser de la organización de estas comunidades? Volvemos, de este modo, a lo que Weber decía: cuando no existen las condiciones de una superioridad económica específica del pequeño agricultor, debido al desplazamiento de la importancia cualitativa del trabajo personal responsable por la importancia atribuida al capital, el antiguo campesino lucha por su existencia como asalariado del capital. Se halla sometido al capital y psicológicamente atado al terruño a causa de la elevada valoración social del terrateniente. Con frecuencia, su lucha por la existencia se convierte en selección económica en favor de la más frugal, lo cual equivale a la más pobre en cultura (28).
Es difícil poder afirmar algo seguro sobre el futuro de todas estas comunidades. Es posible que se produzcan nuevas readaptaciones del mundo rural en su economía que permitan una más o menos sana supervivencia que reactive sus equilibrios sociales internos ajustándose de esta manera a los nuevos tiempos. Por otro lado no parece descabellada la idea sobre la concepción del mundo agro-ganadero como un gran complejo industrial desligándolo de lo que supone la explotación familiar para convertirse en asalariados de multinacionales del sector como ya viene ocurriendo en el sector lácteo. O bien como refugio de una nueva concepción para algunas personas de sociedades altamente tecnificadas que escapan de la ciudad llenas de ideales románticos y normalmente irreales sobre el medio rural. De cualquier modo que se estructure el futuro, lo que está claro es que hemos llegado al final de una era, quizá para alimentar las agonías milenaristas que ya se esperan, y que se ha cerrado un ciclo, un tipo de estructuración y concepción de la comunidad. Esto es lo que hemos pretendido mostrar a través de un ejemplo, que suponemos poco novedoso para cualquier observador mínimamente atento, sin atrevernos a predecir nada, aunque nuestra imaginación o intuición, o como se quiera llamar a ese mundo extraño a reglas lógicas, se inclina pesimista hacia el futuro desde nuestra particular visión. Un último espacio aquí, pues, para reflejar lo que es fácil que ocurra, lo que en definitiva ya ha pasado y continúa aún: la agonía de un final.
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NOTAS
(1) "En gran parte del mundo civilizado no existe una sociedad rural separada de la comunidad social urbana". WEBER, M.: (1972) "Capitalismo y sociedad rural en Alemania" en Ensayos de sociología contemporánea. Barcelona. Ed. Martínez Roca.
(2) MADOZ, M.: Diccionario Geográfico, Histórico y Estadístico de España y sus posesiones de Ultramar (1845-50). Catastro del Marqués de la Ensenada. Santander, Diputación Provincial.
(3) REQUES VELASCO, P. y GARCIA CODRON, J. C.: (1986) "Análisis morfológico del hábitat rural de Cantabria", en PIEF "Hoyos Sainz", Santander, Vol. XII, pp. 7-54.
(4) RIVAS, A.: (1991) Antropología social de Cantabria. Madrid. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria.
(5) MATE, V.: "La otra tierra". El País Negocios, El País, p. 18. Madrid, 13 de diciembre de 1992. BRANCHE,E.: "Ces forêts que mangent les champes", Le Monde, p. 9, París (12 de agosto de 1970). Citado por CHRISTIAN, W.: (1972) Person and God in a Spanish Valley, NewYork. Seminar Press.
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(6) RIYAS, A.: (1991) Op. cit.
(7) "El valle, unidad física que transciende hacia lo social, siendo pieza clave en las tradicionales demarcaciones de este espacio. Unidad básica del paisaje". ORTEGA YALCARCEL, J.: (1987) La Cantabria rural. Universidad de Cantabria.
(8) GONZALEZ-QUEVEDO, R.: (1991) "Roles sexuales y cambio social en un valle de la cordillera cantábrica". Cuadernos de Antropología. Barcelona, Anthropos.
(9) SANCHEZ FERNANDEZ, J. O.: (1986) "Modelos procesuales en antropología ecológica y económica", en Agricultura y Sociedad", nº. 40 (julio-septiembre).
(10) Zootecnia II y bovinotecnia". Curso a distancia de dirección de empresas agrarias. Instituto Nevares de Empresarios Agrarios (INEA). He de agradecer también los sugerentes comentarios y datos ofrecidos por Máximo Gómez Espiñeira, ingeniero técnico agrícola y sin embargo amigo.
(11) QUINN, N.: (1975) Decision models of social structure". American Ethnologist, 2, 19-46, Citado por SANCHEZ FERNANDEZ, J. 0., op. cit.
(12) RIVAS, A.: (1990) "Los marcos territoriales y sociales de identificación en el mundo rural cantábrico" en Los espacios rurales cantábricos y su evolución, Santander. Universidad de Cantabria / Asamblea Regional de Cantabria.
(13) Ordenanzas del Ayuntamiento de Lamasón. Inéditas, con fecha de 1764. Santander, Biblioteca Pública.
14) RIVAS, A (1990) Op. cit
(15) CHRISTIAN, W.: (1972) op. cit.
(16) BERGER, P. y LUCKMANN, T.: (1979) La construcción social de la realidad. Buenos Aires. Amorrortu.
(17) GONZALEZ-QUEVEDO, R.: (1991) OP. CIT.
(18) Podemos citar a este respecto la organización de las fiestas patronales en los últimos años, tarea tradicionalmente encomendada a la juventud, que por ausencia de ésta recayó en manos de la familia que controla dos establecimientos y la alcaldía, con lo que lo que debiera ser un modo de reequilibrio y relajamiento social se convierte en nueva fuente de tensiones.
(19) CHRISTIAN, W.: (1972) op. cit.
(20) Como dice Turner (1980, 10) recordando a Radcliffe-Brown, los funerales son más un asunto de vivos que de los fallecidos en honor de los cuales se realizan. Es necesario eliriminar el desorden social que produce la muerte y establecer un nuevo patrón de actividades". GONZALEZ-QUEVEDO, R. op. cit.
(21) DOUGLAS, M.: (1978) Símbolos naturales Madrid, Alianza. Cit. por GONZALEZ-QUEVEDO, R. op. cit.
(22) Archivo Histórico Nacional. Sección de Clero. Madrid.
(23) CHRISTIAN, W.: (1972) op. cit.
(24) VELASCO MAILLO, H. M.: (1989) "Las leyendas de hallazgos y apariciones de imágenes. Replanteamiento de la religiosidad popular como religiosidad local". En ALVAREZ, BUXO y RODRIGUEZ Religiosidad Popular, Barcelona. Anthropos.
(25) CHRISTIAN, W.: (1972) op. cit.
(26) GEERTZ, C.: (1990) La interpretación de las culturas, Muntaner (Barcelona). Gedisa.
(27) GEERTZ, C.: (1990) op. cit.
(28) WEBER, M.: (1972) op. cit.