Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
1ª PARTE
Como en otra ocasión reciente, he rastreado ahora en la obra de Cervantes las huellas de la vida campesina de su tiempo, con atención especial a la región manchega, por ser ésta el primer escenario de la obra maestra cervantina. Algunas citas de otros autores de la época y datos recogidos de cierto archivo municipal (cuya organización modélica presta un buen servicio a los investigadores) ayudan a completar este cuadro rural sin pretensiones críticas exhaustivas.
La Mancha, dice Juderías (1), era una región de límites algo indefinidos, pero dábase ese nombre en general a la comarca llana, árida y seca que se dilata desde los Montes de Toledo hasta los estribos de la Serranía de Cuenca y desde la Alcarria hasta Sierra Morena. Los geógrafos de la época no están de acuerdo con lo relativo a sus límites y buena prueba de ello fue que al crearse en tiempos de Carlos II una provincia con este nombre, le adjudicaron los partidos de Alcázar, Almagro, Ciudad Real e Infantes, quedando fuera de ella otros lugares que parecían pertenecer a esta región. El benemérito cronista de La Mancha don Antonio Blázquez (2), asegura que estaba constituida en tiempos de Cervantes, según sus comentaristas, por el territorio de las órdenes militares de Calatrava, Santiago y San Juan...y aparece muy limitado y circunscrito.
Recorramos sus campos en el séquito de un ilustre viajero, Cosme de Médicis, que los atravesó en 1668 (3). "Calatrava, nos dice el cronista del viaje, es toda una llanura desierta y sin otros límites que el del horizonte...Al salir de la Sierra del Peral, que está formada por un solo orden de montañas, volvimos a encontrar la campiña llana que se extendía a derecha e izquierda cuanto la vista podía alcanzar y sólo enfrente se vislumbraban las primeras estribaciones de los montes de Sierra Morena. Junto a la del Peral se cultiva el trigo con espesos matorrales de encinas silvestres, rejuvenecidos por las podas y cubiertos de nuevas mieses, pero a medida que nos fuimos aproximando a Villanueva (de los Infantes) este residuo (selvático) desapareció sustituyéndolo hermosísimos cultivos de viñas que nos acompañaron luego sin mezcla alguna de sembrados hasta el susodicho lugar."
Nuestra Mancha de hoy, sigue diciéndonos Blázquez, es idéntica a la de ayer, quedando todo lo rústico invariable, y ni bosques, ni cultivos, ni prados miserables, ni molinos de represa, ni charcos salitrinosos, ni sembrados de trigo y de cebada, ni olivares, ni majuelos de verdes pámpanos han sufrido cambio importante y hasta hace no muchos años lo único que parecía renovarse de tiempo en tiempo eran las generaciones de cultivadores. Y no es sólo el. suelo y los cultivos: de cada diez fincas rústicas ocho conservan los nombres primitivos, y, como hoy, corrían por su superficie el Jigüela, el Záncara, el Guadiana, el Azuer y el Jabalón, que a veces, debido a lluvias torrenciales, interceptaban los caminos reales arrastrando las plantas de trigo y cebada y sumiendo en la miseria a los aldeanos.
Poblados de espeso bosque de encinas estaban los montes que separan las cuencas del Azuer y Jabalón, los collados que rodean las Lagunas de Ruidera, el muro por donde La Mancha se asoma a Andalucía; las faldas del Monte de Caracollera de madroños, los Cerros de Almodóvar de azucenas, de verde hierba el Valle de Alcudia, de carrizos y eneas las ciénagas del Guadiana; en Ciudad Real la vid; los manchegos campos ofrecían hermosos trigales y altísimas y robustas cebadas y en las riberas del Jigüela y en los llanos donde no se podía vencer la rudeza del suelo, crecían pastos donde se alimentaban millares de ovejas.
Los osos hoy extinguidos, el jabalí, el venado, el corzo, la liebre, el zorro, el gato salvaje, el lobo, el tejón, poblaban sus montes cubiertos muchos de ellos de bosques, hoy, en gran parte, desaparecidos como aquel de cuya espesura salían las voces lastimeras del azotado Andrés, en mala hora socorrido por Don Quijote (4);o aquel otro por donde el andante y su escudero se entraron tras la pastora Marcela, tan extenso que "habiendo andado más de dos horas por él...vinieron a parar a un prado lleno de fresca yerba, junto del cual corría un arroyo apacible y fresco" (5); o aquellos árboles altos "que ellos eran castaños que hacen una sombra muy oscura" (6) bajo cuya fronda aguardaron el intrépido corazón de Don Quijote y su atemorizado escudero, hasta que riera el alba, la jamás vista ni oída aventura de los batallas. En tierras manchegas alzan también las cabezas
los verdes alisos,
y con frutos nuevos
almendros floridos...
antiguas encinas
y robustos pinos...(7)
y crecen cambroneras y cabrahigos, zarzas y otras malezas como las que cubrían la temerosa boca de la cueva de Montesinos (8).
En estos montes y llanuras, junto a las extendidas dehesas del tortuoso Guadiana, celebrado por su escondido curso (9), entre los bosques y prados cubiertos de hierba en el abril lluvioso y agostados por el verano (10), cultiva la tierra el labrador afrontando los elementos que en invierno le curten las carnes con fuertes heladas y en estío le abrasan -como, de tenerlos, bastara a derretirle los sesos al Ingenioso Hidalgo el sol de junio entrando apriesa (1)- hasta que allá, a fines de agosto, con las primeras lluvias "el frío en el rostro da" como en toda Castilla (12).
Mas no sólo tiene que luchar el labrador con los elementos y con el suelo. También aquí, cual en las otras regiones castellanas y más que en otra alguna, sufre los daños .de los ganados mesteños, por ser La Mancha el paso obligado hacia Avila, Segovia, Soria y otras regiones norteñas de los rebaños que pastan de otoño a primavera en Alcudia y Extremadura. En el ARCHIVO MUNICIPAL DE ALMODOVAR DEL CAMPO queda constancia de diversas cuestiones con la Mesta (13). Los alcaldes entregadores de Ciudad Real abajo tenían que concurrir a los Concejos de la Mesta en Extremadura, llevando consigo cuenta de las pesquisas, testimonios de las sentencias y penas, el de las mestas que hicieron en sus cuadrillas y los mesteños que hubieron para que el Concejo, oyendo a los que se querellaren, resuelva sobre ello (14).
Se criaban aquí finísimos pastos, principalmente en las dehesas de Alcudia, que se arrendaban como ahora a pasto o a pasto y labor (15). De la calidad de estos pastos se hace eco el cronista de Cosme de Médicis, quien, después de hablarnos de las venas de salitre de que, según dice, está llena la tierra manchega, continúa: "por ello los prados llevan hierbas sabrosísimas y éstas hacen excelentes y delicadas las carnes, especialmente de los carneros que hay en abundancia (16)". La mayor parte de estas dehesas y pastos pertenecen a las Ordenes Militares, es decir, a la Corona. No faltó por entonces quien para bien de labradores y ganaderos propusiera que se repartieran a los pueblos vecinos las dehesas de las Ordenes (17). De llevarse a la práctica esta medida el labrador del campo manchego, surcado por doquiera por innumerables "cordeles" que recorrían los inmensos ganados mesteños dos veces al año, se hubiera librado en parte de su máxima preocupación.
También aquí, como en el resto de Castilla, a medida que avanzaba el siglo XVI fueron dándose disposiciones en favor de los agricultores. Poseían estos pueblos bienes de Propios muchas veces gracias a donaciones de los Maestres de las Ordenes (18). Asimismo existían los Pósitos, providencia del labrador y remedio de pobres. En el citado Archivo de Almodóvar se conservan libranzas u órdenes de entrega de pan del Pósito correspondiente al año 1567: "dad a Francisco Marin ...ocho celemines de harina pagándola a quarenta y dos mrs. fanega ..." .
"Dad a la mujer de Padilla cuatro celemines de harina porque nos consta la gran necesidad que tiene y tener muchos hijos, pagando lo acostumbrado ..." (19).
Cuando los fondos concejiles no bastan para construir y dotar estos pósitos, viene en su auxilio una licencia para tomar a censo determinada cantidad "para hacer un pósito" (20), especialmente si concurren circunstancias de "esterilidad de los tiempos", "poca cosecha" y ser el pueblo pasajero, la gente pobre y padecer necesidad "aun muchos de los ricos" y la excepcional condición de haber el Concejo ayudado a la Corona "con muchos vagages para la guerra de Granada" cuando la sublevación de los moriscos.
Por causas parecidas otorga Felipe III "en Madrid, a diez días del mes de octubre de mil seiscientos y seis años" una carta real, que luego aduciremos para otro objeto: "a vos, el Alcalde Mayor de la orden de Calatrava, en el partido de Almodobar y concejo Justicia y rregimientos de las villas de dicho partido" concediéndoles facultades extraordinarias para proveer a los pósitos de pan que repartir entre los labradores para la sementera (21).
El agricultor manchego, como sus colegas del resto de Castilla, necesitaba ser protegido contra los abusos de los fiadores y de los jueces desaprensivos. Le defienden las disposiciones dadas para todo el Reino porque no se estaba por aquí libre de tales calamidades. Francisco de Monreal, en sus palabras a las Cortes de Valladolid, de 1602-1604, solicita se ponga remedio a "otro género de mohatrías de muletas, bueyes y trigo en berza que se usa en diferentes provincias de diferentes maneras, las muletas que se compran en ferias en Castilla la Vieja a ocho mil mrs., se fían a labradores en Andalucía, Mancha y Reino de Murcia en treinta mil mrs. en tres plazos (22). Felipe II, en 1579, se interesa por el castigo de los usureros y logreros que viven en Almodóvar (23).
La roturaciones, rompimientos de dehesas y ventas de baldíos siguen aquí la misma trayectoria que en el resto de Castilla y alguna vez las Cortes se acuerdan de oponerse a los abusos que por estas tierras se cometían en tales materias (24).
Las cargas de guerra que padecía la nación no rehusan los hombros del labrador manchego. El rico campesino de Manzanares tiene que alojar al hidalgo "galán de la Membrilla", soldado y pobre:
Debe un rico labrador
Alojar un pobre hidalgo.
Quedará la casa honrada
de aquello que le faltó,
que bien puedo honrarla yo,
aunque es tan limpia y preciada.
Si el señor del lugar tiene orden de S. M. de reclutar gente para la guerra, echan mano de todos, no sólo de los hidalgos, como el Comendador de Ocaña: .
Comendador:
-Por esta carta como digo, manda
S. M., Leonardo, que le envíe
de Ocaña y de su tierra alguna gente.
Leonardo:
-Y ¿qué piensas hacer?
Comendador:
-Que se echen bandos
y que se alisten de valientes mozos
hasta doscientos hombres, repartidos
en dos lucidas compañías, ciento
de gente labradora y ciento hidalgos (25).
No faltaban tampoco, para privar de brazos al campo, voluntarios como el hijo del Alcalde de Zalamea, que marchó acompañando al General Don Lope; o Vicente de la Roca, hijo de un pobre labrador al que se llevó del lugar, "siendo muchacho de hasta doce años un capitán que con su compañía por allí acertó a pasar, y volvió el mozo de allí a otros doce vestido a la soldadesca" (26); o aquel otro mancebito de 18 a 19 años, "alegre de rostro y al parecer ágil de su persona" que "la espada al hombro y en ella puesto un bulto o envoltorio caminaba a la ligera hasta alcanzar las compañías de Infantería, donde pensaba asentar su plaza (27).
A estas cargas y a los impuestos generales -para cuya cobranza, tratándose de rentas no encabezadas, solía nombrar el Reino un Alguacil por cada Partido que asistiera al Administrador o Encargado (28)- se unían aquí los pagos de rentas, arrendamientos y tributos de vasallaje, consiguientes a pertenecer a los Maestrazgos y a grandes señores la mayor parte de la tierra. Almodóvar, por ejemplo, tenía que pagar anualmente el día de San Miguel 18.536 mrs., mitad del producto de los pastos de las Dehesas comunales, en reconocimiento de los derechos señoriales de la Orden de Calatrava. Su encomienda, a la que estaba anejo regularmente el cargo de Alférez o Abanderado de la Orden, rentaba cada año 3.200 ducados (29). En su archivo se conservan disposiciones reales sobre materia tributaria y otros documentos que atestiguan las relaciones financieras del Concejo con los Fúcares, los poderosos banqueros a quienes acudían en sus frecuentes apuros monetarios por ser vecinos suyos como arrendatarios de los bienes de la Mesa Maestral (30). Carga peculiar del Concejo almodovense, hasta que los Reyes fueron aliviándola, era la obligación de guiar a los pasajeros que atravesaban su temeroso término (31).
Al peso de los impuestos, añadióse por entonces para agobiar al labrador una larga serie de malas cosechas. En 1571, "a causa de la esterilidad de los tiempos y de la poca cosecha de pan ...y por ser el pueblo (Almodóvar) tan pasajero, la gente pobre y aun muchos de los ricos...padecen mucha necesidad" se concede licencia a dicha villa "para tomar a censo al quitar mil quinientos ducados para hazer un pósito" en atención a que el Concejo no tiene suficientes "propios ni rentas" (32). Un documento de 1578 "inserta la Ley para tomar la mitad del pan de los arrendadores" por haber sido en Almodóvar la cosecha tan estéril que "apenas se avia cogido lo que avia sembrado y la necesidad era muy grande y era lugar muy pasajero" (33). Al año siguiente se agrava la situación y para remediarla el Consejo Real excita a las justicias del nombrado pueblo manchego a que pongan "el cuidado y vigilancia que el cumplimiento y buena execución de lo dispuesto por las leyes y pregmáticas en rrazón del estorbar y castigar las ynvinciones y fraudes de que an usado y usan muchas personas para bender y beneficiar el pan que ban rrecogiendo (34).
Nuevamente en 21 de agosto de 1583 tiene que acudir el Real Consejo en ayuda de los labradores de estas tierras con una carta al Alcalde mayor del Partido de Almodóvar, recomendándale que "aviendo sido Dios servido de que por la poca cosecha que ha avido este año y mucha langosta y otros trabajos que a sido servido de enbiar los vecinos de ese partido estan muy apretados y necesitados...en todos los lugares dél se tenga consideración a esto para que con denunciaciones y otros vexaciones no sean molestados...(35). Al año siguiente Felipe II enterado de que "a causa de la necesidad de pan o esterilidad que este año a a(vido) en esa villa e lugares de ese dicho partido, los labradores (e) personas que an de labrar y sembrar no tienen el trigo y semillas que an menester", da orden para que se les ayude con semillas para que no se dejen de sembrar buena parte "de las tierras y heredades" (36).
En las Cortes de 1593 se consigna que ese año fue mala y poca la cosecha de trigo en La Mancha. Por no variar, Felipe III tiene que autorizar al "Alcalde mayor o ordinario de la villa de Almodóvar del Campo" para tomar "a los arrendadores de las rrentas eclesiásticas la mitad del trigo, cebada, centeno y abena que en ella oviere, pagando por ello...el prescio a como valiere..." (37).
Más allá tiene que ir el Rey en carta de Madrid, "a diez dias del mes de octubre de mil y seiscientos y seis años", dirigida al mismo Alcalde Mayor cuando "por la poca cosecha de pan que ubo el año pasado" (cuya vista entristecería al Ingenioso Hidalgo al salir bajo el sol de junio a los campos manchegos), tiene que dar "licencia y facultad para poder compeler a todos" a que vendan para los pósitos los granos que tuvieren "dejándoles lo que oviesen menester para su casa y familia y sementera" (38).
Como en el resto de Castilla, la langosta era aquí mal crónico (39) , pero revestía gravedad extraordinaria por la proximidad de los inmensos baldíos y pastizales del Guadiana, Jabalón y Jigüela, de Ruidera, Alcudia y Extremadura. Para ahuyentarla se removían los terrenos, se recurría al fuego y al ganado de cerda, pero faltaban medios y brazos para acabar con esta calamidad manchega.
Al amparo de los antiguos arriendos de los Maestrazgos de las Ordenes, con derecho a sacar cierta parte del pan que produjeran, salieron granos cuya extracción estaba prohibida, dice Espejo (40), y añade que por La Mancha se transportaba el grano al reino valenciano, donde no regía la tasa, para contratar con libertad y sin resquemores de conciencia, puesto que además Valencia tenía privilegio de hacer sacas de pan de Castilla (41).
Consecuencia inevitable de la escasez es la carestía de la vida y, por ende, la pobreza que aquejaba principalmente al pequeño propietario y más aún al mozo de labranza. El economista Francisco Almaguer, al defender el régimen de tasas en 1546, nos da a conocer los precios del trigo y de la cebada en aquella fecha. De 9 a 11 reales, según él, valía la fanega de trigo "desde Andalucía a Burgos". En 1565 era .tan mísera la situación que acudían a la capital muchos pobres del campo de Montiel y de Calatrava, tantos que se trató del asunto en Cortes y se nombraron comisarios que fuesen a tierra de Ciudad Real para informar (42). No hay que creer, sin embargo, que reinara en La Mancha una miseria absoluta porque, pese a todo, la vida era relativamente fácil por su propia austeridad. Sancho, cuando Ginés de Pasamontes le hurtó el jumento, se lamenta donosamente de haber perdido al sustentador de la mitad de su persona porque con los veintiseis maravedís que ganaba el rucio, bastábale a su amo para mediar la despensa (43). Luego con 52 mrs. tenía para vivir, y, habida cuenta de que la libra de carnero costaba 14 mrs. y la de vaca 12, resulta que podía comer mayor cantidad de carne que cualquier campesino. Y en otro lugar nos dice el mismo Sancho que los criados de labranza, por mucho que trabajen de día, por mal que suceda, a la noche comen olla y duermen en cama (44).
La penosa situación agrícola por tantas cargas, malas cosechas y peores remedios, había de acarrear como en toda Castilla la despoblación del campo manchego, ya poco poblado por su entonces eminente carácter ganadero. Tan grave fue la falta de gente en estas tierras que llegaron a abandonarse totalmente once pueblos y de los restantes, aun aquellos que, a más de la labranza, contaban con industrias hoy desaparecidas, tenían menor población que ahora. Así Almodóvar, según las "Relaciones topográficas" contaba en 1575 con 1.400 vecinos que luego disminuyeron.
A esta despoblación campesina contribuyó también en La Mancha la expulsión de los moriscos por bando real de 10 de julio de 1610. Como quiera que los pueblos de Almagro, Villarrubia de los Ojos, Daimiel, Aldea del Rey y Bolaños albergaban moriscos antiguos con privilegios de los Reyes Católicos, al publicarse el bando reclamaron y el Consejo Real los declaró exceptuados de su observancia (De Almodóvar salieron 200 ese año) (45) .Existe en su archivo una lista de moriscos de 1589 (46). Cuando se publicó el nuevo bando de 22 de marzo de 1611 volvieron a reclamar, pero en vano. De Almagro salieron en tres meses del año 1612 más de 500 moriscos; en mayo del mismo año fueron arrojados de Villarrubia 443 de toda edad y sexo.
La decadencia agrícola que de aquí resultó y a la cual hemos aludido al tratar de los impuestos y de las malas cosechas, de la carestía y de las tasas, tenía en La Mancha causas particulares que señala la obra de Medrano y Treviño. Los inmensos terrenos, se dice allí, que pertenecían a la Orden militar de Calatrava, con más de veinticuatro o veintisiete encomiendas de la misma Orden y las nueve o diez de Santiago; los derechos de sus Maestrazgos e igualmente la mayor parte del no pequeño territorio correspondiente al Gran Priorato de San Juan, formaban una masa de propiedad amortizada que influyó en la decadencia del cultivo. Nos documentan sobre este particular las famosas "Relaciones" a Felipe II que el celo administrativo de este Rey mandó hacer para informarse del estado de la agricultura en el reino. Por ellas sabemos que en Almadén informan "que la necesidad es grande y que convendría se diere licencia para romper en las tres dehesas que tienen como antiguamente lo solían hacer. Que puedan desmontar y limpiar el monte; de esto no vendría daño, sino mucho provecho; no por esto se dejarían de conservar los montes". y de Ciudad Real dicen que "los moriscos sean labradores y no trajineros", a causa de la extraordinaria falta de brazos.
Abusos .de entregadores, especialmente frecuentes en región de mucho tránsito ganadero, perjuicios de la tasa, exceso de tributos, falta de tierras y de brazos son los sombríos trazos de este nada halagüeño cuadro. Las causas y remedios de tan difícil situación van a decírnoslos, tal como se entendieron entonces, las mismas "Relaciones".
"1ª -Que la causa de sembrarse poco es la falta que hay de gente y que los labradores son muy pobres.
2º -Que conviene que los labradores sean aliviados de cargas e imposiciones.
3ª -Que conviene que no haya tasa en el pan o a lo menos se reduzca a precio de catorce sueldos como era antes...
4ª -Que conviene se pague una moderada tasa en los jornaleros y en los materiales necesarios para la labranza.
5ª -Que conviene se ponga remedio a los agravios que hacen los alcaldes entregadores de la fiesta.
6ª -Que conviene que las heredades de pan se labren a tres hojas...porque andan las heredades cansadas.
7ª -Que conviene que los proveedores de las fronteras y sus comisarios no tomen ni embarguen a los labradores trigo y en caso que sea necesario sea pagándolo primero que se lo saquen de su casa.
8ª -Que conviene se ponga remedio para que no se compre trigo de antemano ni se venda...
9ª -Que conviene no se traiga trigo por la mar, sino con particular licencia de S. M. y en años de mucha necesidad.
10ª -Que conviene se dé licencia para romper las dehesas y baldíos.
11ª -Que conviene se dé licencia a todos los que labren fuera de la corte para poder traer coche con mulas."
Sin dejarse amilanar por estas penosas circunstancias, el labrador se consagra a los cultivos peculiares de la tierra que le sustenta, sustancialmente idénticos a los actuales (47), puesto que entonces como ahora la falta de ríos y la nula utilización de los pocos que hay reducen el cultivo manchego a cereales, viñedo (48) y olivares, salvo la proporcionalmente pequeña extensión de huertas. Los que presumían saber "la ciencia de las estrellas" aconsejaban al labrador que tal año había de sembrar cebada mejor que trigo y cual otro garbanzos en vez de cebada, y predecían si el año siguiente sería de guilla de aceite y cuándo no se cogería gota. También conocía el labrador, y mejor aún el pastor, el arte de medir el tiempo por la posición de las estrellas y el de predecir bonanzas o tempestades para gobernarse en sus faenas (49).
Sabía distinguir las tierras fértiles, calientes, gruesas, livianas, frías y que las "que de suyo son estériles y secas, estercolándolas y cultivándolas vienen a dar buenos frutos-(50). Con tales conocimientos se aplicaba ardorosamente a sus cultivos. El que más extensión ocupaba era, desde luego, el del trigo, candeal, trechel o rubión como el que ahechaba Dulcinea en un corral de su casa (51). El cronista de Cosme de Médicis alabó la calidad de este grano. "En toda La Mancha, dice, se producen los mejores granos de España, tanto que de ellos únicamente se hace en Madrid el pan para el consumo del Rey, aunque es muy cierto que el pan hecho allí es el peor de todo el reino a causa de las aguas crudas y salobres por las grandes venas de salitre de que está llena la tierra" (52).
Para sembrarla de cereales preparábase con las antiguas labores de abolengo romano, perfeccionadas por los árabes, que se usaban en toda Castilla. Al llegar el momento de la siega animaban el campo las cuadrillas de segadores que a veces venían de lejanas tierras convidados del agosto a pedir jornal en trigos y cebadas (53). Al rayar el día, puesta la tosca antiparra,
la hoz menuda en el cuello,
los dediles en la cinta,
madruga al salir del alba,
porque le llama el día y ha de poner al seco rastrojo los menudos dientes de la corva hoz de acero y atar las crujientes manadas sin maltratar las espigas hasta que las estrellas nacientes le marquen la hora de caminar a su descanso. El ama le sirve abundante y bien regado yantar, pues
bien cena quien bien trabaja,
dice el refrán español.
Pónense luego a cantar o a contar y a discurrir de la faena del día siguiente:
Bartolo:
-Al alba he de haber segado todo el repecho del prado.
Chaporro:
-Si diere licencia el sueño. ..
Mendo:
El sosiego
no será mucho, si luego
habemos de andar los dos
con las hoces a destajo,
aquí manada, aquí corte.
Chaparro:
-Pardiez, Mendo, cuando importa
bien luce el justo trabajo.
Sentaos y antes de dormir
o cantemos, o contemos
algo de nuevo, y podremos
en esto nos divertir (54).
El ilustrado ventero aprovecha la presencia de los segadores para deleitarse con sus libros favoritos: "porque cuando es tiempo de la siega, se recogen aquí las fiestas muchos segadores, y siempre hay alguno que sabe leer, el cual coge uno de estos libros en las manos, y rodeámonos dél más de treinta, y estámosle escuchando con tanto gusto que nos quita mil canas" (55).
Echanse luego a dormir "al rededor del portal" con tantas ganas que quisieran
que en un año amaneciera
cuatro veces solamente,
y no haya miedo a despertar, que son segadores
y el vino y cansancio son
candados de la razón
y sentidos exteriores (56).
Una vez levantada del campo la mies lo invaden grupos de espigadoras cuya tarea estaba reglamentada de antiguo. Sólo podían espigar las mujeres viejas y flacas y los menores incapaces de ganar un jornal, pero no aquéllos cuyo marido o padre pueda vivir de su trabajo (57).
Dejemos que el Alcalde de Zalamea, tan próximo a tierras de Ciudad Real, nos cuente lo que pasa en las eras.
...están las parvas notables
de manojos y montones,
que parecen al mirarse
desde lejos montes de oro,
y aún oro de más quilates,
pues de los granos de aqueste
es todo el viento contraste.
Allí el bieldo, hiriendo a soplos
el viento en ellos suave,
deja en esta parte el grano,
y la paja en la otra parte;
que aún allí lo más humilde
da el lugar a lo más grave.
¡Oh, quiera Dios que en las trojes
yo llegue a encerrarlo, antes
que algún turbión me lo lleve,
o algún viento me lo tale! (58).
No es raro que trillen muchachos y mujeres mientras los hombres atienden a faenas más duras. Por eso temía Sancho que los andantes vencidos por su señor, al presentarse a Dulcinea, la hallasen trillando y se corriesen de verla (59). A la caída de la tarde, si el labrador era hacendado, alegre por el fruto recogido, solía mostrarse generoso con sus gañanes y añadir a la grasa y bien sazonada olla, entre largos tragos de oloroso vino, hasta un pollo por barba (60).
_____
(1) Julián Juderías. "El territorio español a fines del siglo XVII".
(2) Antonio Blázquez, académico de la Historia: "La Mancha en tiempos de Cervantes". Madrid, 1905. Obra citada como muy importante por Rodríguez Marín en su edición crítica del Quijote.
(3) "Viaje de Cosme de Médicis por España y Portugal" (1668-1669). Edición y notas por Angel Sánchez Rivero y Angela Mariutti de Sánchez Rivero. Sucesores de Rivadeneyra. Madrid, páginas 163-164.
(4) D. Quijote, 1ª parte, capítulo IV.
(5) lbidem, capítulo XV.
(6) Ibidem, capítulo XX.
(7) Lope de Vega: "Peribáñez y el Comendador de Ocaña". Acto I, esc. 1ª, v. 130-133 y 148-149.
(8) D. Quijote, parte 2ª, capítulo, XXII.
(9) D. Quijote, 1ª parte, capítulo XVIII.
(10) Lope de Vega: "Peribáñez y el Comendador de Ocaña", acto I, esc. IV, v. 233-235.
(11) D. Quijote, parte 1ª, capítulo II.
(12) Peribáñez, acto II, esc. 1V , v. 291-294.
(13) Archivo Municipal de Almodóvar del Campo. Documentos 24 y 86 del legajo 10" Anteriores a 1.600" documentos nº 2 del año 1613 y nº 1 de 1615. En adelante AMAC.
(14) Antonio Moreno Calderón. "Historia jurídica del cultivo y de la industria ganadera en España".
(15) Actas de las Cortes de Castilla. Tomo XII.
(16) Obra citada en la nota 3, página 162.
(17) Propuesta de Almaguer sobre repartición de las dehesas de las Ordenes. V. Espejo: "La carestía de la vida en el s. XVI". Revista de Archivos, Abril- Junio 1920.
(18) En el archivo de Almodóvar del Campo quedan numerosas huellas de la existencia de estos bienes de Propios. V. Legajo 1º, Docs. 54, 74, 88.
(19) AMAC. Legajo 1º, doc. 64.
(20) Ibidem, doc. 74 cuyo pie dice: "Licencia a la Villa de Almodóvar del Campo para tomar a censo al quitar 1.500 ducados para hazer un pósito". Año 1571.
(21) Ibidem. Año 1606, doc. nº 1. Véanse también parte 1ª, doc. 108 y doc. nº 1 de 1602.
(22) Actas de las Cortes de Castilla, Tomo XX de los publicados por el Congreso de los Diputados, páginas 418 y siguientes.
(23) AMAC. Legajo 1º, doc. 96.
(24) Actas de las Cortes de Castilla. Tomo XII, página 217.
(25) Peribáñez, acto II, esc. XVII, v. 746-753.
(26) D. Quijote, parte I. cap. LI.
(27) D. Quijote, parte 2ª, capítulo XXIV.
(28) Actas de las Cortes, tomo XIX, página 579.
(29) Revista "Escorial", nº 54, Madrid 1947, artículo "D. Gonzalo Chacón paga con la vida".
(30) AMAC, Legajo 1º, docs. 68, 90 y 97.
(31) Ibidem, Legajo 1º, doc. 107, año 1582.
(32) Ibidem. Legajo 1º, doc. 74.
(33) Ibidem, Legajo 1º, doc. 92.
(34) Carta del Consejo dada en Madrid "a los ocho días del mes de octubre de milI y quinientos y setenta y nueve años". Ibidem, Legajo 1º, doc. 100.
(35) Ibidem, Legajo 1º, doc. 109.
(36) Ibidem, Legajo 1º, doc. 129. La fecha está equivocada en el índice del Archivo; debe ser 1584 en vez de 1594.
(37) Ibidem, Año 1604, doc. nº 2.
(38) Ibidem, Año 1606, doc. nº 1.
(39) Ibidem, Legajo 1º, doc. 109.
(40) Espejo: "La carestía de la vida en el siglo XVI y medios de abaratarla". Revista de Archivos. Enero a Marzo de 1920.
(41) Espejo, Revista de Archivos. Abril a Junio, 1920.
(42) Ibidem. Julio a Septiembre, 1920.
(43) D. Quijote, Parte 1ª, cap. XXIII y Salcedo Ruiz: "Estado social que refleja el Quijote".
(44) D. Quijote, parte 2ª, cap. XXVIII.
(45) E. Agostini: "Historia de la muy afable, muy leal y muy antigua ciudad de Almodóvar del Campo". Ayuntamiento Const. de Almodóvar, 1926. Página 43, citando a Alfonso Torres de Castilla, y a Hervás, "Diccionario Histórico Geográfico de la provincia de Ciudad Real".
(46) AMAC. Legajo 1º, doc. 117. Archivo histórico nacional. Papeles varios, Cc. 42, folios 31 a 40-9372.
(47) A. Blázquez. "La Mancha en tiempo de Cervantes".
(48) Medrano y Treviño: Consideraciones sobre el estado económico, moral y político de la provincia de Ciudad Real dedicadas a la Sociedad Económica de Amigos del País de la misma Provincia", año 1843.
(49) D. Quijote, parte 1ª, caps. XII y XX.
(50) Ibidem, parte 2ª, cáp. XII.
(51) Ibidem, parte 1ª, cap. XXXI.
(52) Obra citada en la nota 3.
(53) Lope de Vega: Peribáñez y el Comendador de Ocaña", acto II, esc. 12ª, v. 504-506 y esc. 4, v. 236-239, y D.Quijote, parte 2ª, cap. XXXI.
(54) Peribáñez, acto II, esc. XII, v. 508-517; acto III, esc. V y acto II, esc. 7...
(55) D. Quijote, parte 1ª, cap. XXXII.
(56) Peribáñez, acto II, escs. 4ª, 7ª y 11ª.
(57) E. Ibarra: "El problema cerealista en España durante el reinado de los Reyes Católicos".
(58) Calderón: "El Alcalde de Zalamea", Jornada 1ª, esc. VII.
(59) D. Quijote, parte 1ª, cap. XXV.
(60) Lope de Vega: "San Diego de Alcalá".