Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
I
Martilandrán es una de las muchas alquerías de las llamadas Hurdes Altas. Pertenece al concejo de Nuñomoral. A un tiro de piedra del poblado, atravesada por la carretera que conduce a la cabeza del municipio, puede observarse una torrentera producida por la erosión de las aguas. Explican los naturales el accidente geográfico mediante una significativa leyenda.
Un rico propietario, poseedor de una hermosa vaca, empezó a comprobar que su animal presentaba la ubre escuálida y seca, cuando fechas atrás sus tetas habían sido todo un símbolo de la abundancia. Intentó buscar las razones de aquella anormalidad y para ello optó por el simple y llano método de vigilar a la vaca. Luego de una paciente pesquisa pudo observar que, cada atardecer, una gigantesca serpiente reptaba por los riscales y sigilosamente se acercaba hasta el tranquilo animal y, trepándole por las patas, le mamaba con avidez. El asustado vaquero, incapaz de enfrentarse a la monstruosa culebra, hubo de urgir una treta. Fabricó un ungüento, en el que no faltaba la pólvora, y con él restregó toda la ubre del cornúpeta. Volvió la serpiente como cada jornada a la cata de su preciado alimento y lo engulló ávidamente como era su costumbre. Con la leche tragó el ungüento. El efecto de la pócima no se hizo esperar. Al instante el reptil se hinchó cual si fuera una pelota, siendo incapaz la piel de sujetar la presión de sus entrañas. Aquel monstruoso cuerpo explotó, voló por los aires, formándose de él la más negra nube que conocieron los siglos, que descargó sobre tal punto un aguacero que arrastró hasta las profundidades del valle del Malvellido parte de la ladera. La impresionante tormenta configuró el socavón que aún hoy se contempla.
II
Vamos seguidamente a detenernos en algunos aspectos de la leyenda. Primero en la serpiente. Entre los diferentes significados que encontramos en este reptil no se nos escapa el que alude a su regeneración: se transforma, desaparece, aparece y, en consecuencia, muestra las pautas de la inmortalidad. La serpiente nos evoca con meridiana claridad el destino de la luna. Esta no sólo juega con las enunciadas pautas regeneradoras, sino que llega a la completa asimilación con la sierpe. Los anillos del reptil contabilizan los días del ciclo lunar. Luna y serpiente desempeñan una misma función, ya que tanto de la una como de la otra dependen la fertilidad de los animales, de los hombres y de las plantas. Es creencia común que el ciclo del satélite dicta el ciclo de la mujer y, por ende, influye en su fecundidad. Así en diversos puntos de Extremadura, como son los casos de Torrejoncillo y de Portaje, se pensaba que si la sombra de la luna daba sobre una joven desnuda al instante quedaba embarazada. En Granadilla no ponían las mujeres sus prendas íntimas al sereno la noche que había luna con cuernos, puesto que las ropas se impregnaban de una fuerza vivificadora capaz de dejar encinta a la hembra que las vistiera.
Esta función la desempeña igualmente la serpiente, como epifanía de la luna que es. Hace unos años escuché en la alquería de Horcajo de Hurdes la fábula de cómo una mujer concibió un hijo por la sencilla razón de que una culebra rozó sus muslos cuando aquélla se zambullía en el río. Se cuenta por Pinofranqueado, dentro de la misma comarca, que las serpientes se hallan atraídas por el olor de la sangre catamenial. Basta que una de éstas le toque la vagina para dejar embarazada la mujer menstruante. Temieron igualmente las lactantes extremeñas que las culebras bebieran la leche de sus pechos mientras dormían, al tiempo de penetrarlas con la cola, puesto que el resultado era una nueva gestación. En Casar de Palomero, pueblo aledaño a Las Hurdes, me contaron la historia de una joven mora de aquellas tierras que tuvo un hijo. El padre del niño fue un agareno que rogó a la luna que lo convirtiera en serpiente, y de esa guisa se introdujo por el órgano genital de la muchacha.
La serpiente de nuestra leyenda se convierte en una nube de agua. Agota en ella sus posibilidades de existencia. La lluvia que cae fertiliza la tierra. Es la serpiente todo un emblema del agua: se esconde en la sima o en la fuente, desencadena el diluvio y fecunda la tierra en todas sus dimensiones. Se dice que en la fuente que da nacimiento al río Hurdano moraba una serpiente. Sus aguas se desbordaron y aniquilaron a todos los habitantes de la comarca, excepción hecha de un pastor, que sería el padre original de la nueva raza hurdana. Como la serpiente y como la luna, las aguas aparecen y desaparecen, es decir, se regeneran.
Desde la más remota antigüedad los cuernos del toro se asimilaron a la luna en sus fases creciente y menguante. Las viejas divinidades del área mediterránea se representaban en forma de toro. De este modo la dualidad toro-luna da paso a una trilogía que incluye a la serpiente, siempre dentro de un contexto meteorológico procurador de la lluvia y de la tormenta. La serpiente es luna y toro, o lo que es igual, dios fecundador que envía el agua (= semen) sobre la tierra. Desde esta perspectiva resulta comprensible el que la culebra se metamorfosee en nube que descarga.
Pasemos ahora a la vaca, símbolo de la abundancia, de la tierra aún estéril que espera la lluvia, sólo la lluvia, para ser fecundada. Hasta ella, en la narración, se acercaba la serpiente en su valencia destructiva, aniquiladora y de muerte. Aniquila la fuente de la vida, manifestada en la leche, para regenerarla nuevamente. Serpiente, luna o dios toro, que en definitiva son las tres caras de una fuerza fecundadora, envían el rayo o la tempestad, el trueno (= mugido del cornúpeta) y la lluvia (= semen virile) sobre la tierra, representada en la vaca, para fecundarla, para regenerarla, para propiciarla a ser, para hacer posible una regeneración que revive el sentido de aquella trilogía.
Lo dicho más arriba nos indica que nos hallamos ante lo que, a mi entender, participa de los arquetipos de algunos de los mitos prerromanos. ¿Cómo llegó? ¿Cómo se mantuvo? Son incógnitas que no es este el momento de desvelar. Sin embargo, sí digamos que el mito alude a la fertilidad, una fertilidad que llegará después de la destrucción. La tormenta trajo la aniquilación, pero la lluvia, su compañera inseparable (el semen del dios toro, luna o serpiente), hará fecunda a la tierra, a la vaca sobre la que se fija el más antiguo de los animales totémicos fálicos.
III
Pero el mito puede ser interpretado desde una óptica muy distinta, como un mito de conquista. La serpiente representaría el oscurantismo, el caos, mientras que la vaca sería un símbolo del que llega y procura conquistar y colonizar un espacio. Esta se enfrenta a los señores del lugar (= la serpiente), sustituyendo el papel del héroe, aunque en este caso también puede ser asumido por el pastor que toma la vaca sólo como instrumento. Son numerosas las leyendas, con mucha difusión en Extremadura, que aluden al monstruo, dueño de un espacio, que es aniquilado para permitir la paz y el asentamiento de los que llegan.
La figura de la vaca dentro de este contexto también la encontramos en la región. Este animal penetra en lugares incultos y halla la fuente de la vida, como observamos en los casos en los que una vaca descubre la imagen de una determinada Virgen, y su devoción se convierte en punta de lanza que posibilita el adentrarse en un territorio. La Virgen, símbolo de conquista y de abundancia, pisa la luna o la serpiente, se pone en contacto con estos elementos fálicos engendradores de nuevas existencias.