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El uso cotidiano de aparatos frigoríficos y congeladores ha conseguido que nos olvidemos en unos años de los sistemas utilizados por nuestros antepasados para conservar los alimentos. Entre los más interesantes, sin duda, se encontraba el pozo de nieve, un hoyo más o menos profundo practicado en la tierra, normalmente circular y revestido de piedra en sus paredes interiores. Este receptáculo servía para almacenar la nieve caída durante el invierno o aquella otra que se traía en carros tras largas jornadas desde la sierra más cercana. Su finalidad era abastecer de hielo a las poblaciones (para enfermos, para sorbetes y helados en verano, para conservación de alimentos, etc.) y a tal propósito contribuía el modo de mantenerlo, consistente en mazar la nieve con grandes mazos de madera y cubrirla con paja; el pozo solía tener una escalera de madera portátil con la que se accedía desde el exterior y que, una vez tomada la cantidad necesaria por el encargado, se retiraba, evitando así que entrasen personas ajenas a su explotación. Solía ser alguna cofradía la beneficiaria de su uso, cuando no el propio Concejo; la cofradía ligada tradicionalmente al aprovechamiento de estos pozos era la de Animas, siendo en ocasiones propietaria o en otros casos arrendataria y utilizando lo obtenido con la venta de la nieve para el sostenimiento de la hermandad o de sus fines (asistencia a los hermanos moribundos, entierro de los cofrades, ayuda a sus viudas; etc:)...