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Revista de Folklore número

134



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LA CANCION DE RONDA DE LAS CALLES DEL AMOR ENTRE LOS SEFARDIES DE ORIENTE (I)

PEDROSA, José Manuel

Publicado en el año 1992 en la Revista de Folklore número 134 - sumario >



Un número anterior de esta revista nos dio la oportunidad de tratar del romance lírico de El rondador sediento (2), que nos permitió atender a las características y al importante papel que han desempeñado los cantos de ronda en la tradición folklórica de los pueblos hispánicos. Entre las enseñanzas adicionales que nos ofrecían las peculiares difusión y características de aquel canto no era la de menor interés la constatación de que, seguramente en el mismo siglo XIX en que aparecen sus primeros testimonios de la tradición judeoespañola de Oriente, debió producirse su trasvase desde tierras españolas, o quizá hispanoamericanas, hasta el dominio sefardí. Llevado por quien, a través de qué vías y en qué momento preciso, ésos no son más que algunos de los muchos misterios que quedan por desvelar en la trama todavía demasiado frágil y oscura del cancionero sefardí. Lo único que era dado reconocer con alguna facilidad en todo aquel puñado de testimonios sefardíes es que sus profundas analogías con las otras ramas hispánicas e incluso las similitudes, a veces palabra por palabra o de ordenación de estrofas, entre las mismas versiones orientales, no autorizaban a pensar en una tradicionalidad llevada por los cauces añejos, profundos y característicamente dinámicos por los que es normal que discurra el cancionero viejo sefardí.

La mejor confirmación de esos contactos históricamente cercanos entre la tradición sefardí y las otras ramas del tronco hispánico viene de la mano de una canción lírica, o mejor dicho, de un conjunto de canciones líricas, que aparece normalmente en la misma secuencia en que se engarza El rondador sediento y presenta algunas características no demasiado alejadas de las de aquél. Se trata, de nuevo, de un canto de ronda que goza de gran difusión en España y en Hispanoamérica, y que también ha debido tenerla en la tradición sefardí, como lo prueba el hecho de que aparezca en varios de sus trabajos de recolección, empezando por el que el rabino Abraham Danon publicó en 1896 con canciones y romances de los sefardíes de Turquía. Para no reiterar innecesariamente lo que ya fue materia del artículo que precedió a éste, ofrezco sólo las estrofas que corresponden a Las calles del amor dentro de una larga secuencia de canciones (que incluyen también a El rondador sediento y otras) que se editan en un continuum poético con la indicación de "se canta en las bodas":

Por esta calle que vo
me dicen que no hay salida.
Yo la tengo que pasar
aunque me coste la vida.

La vida me alargáis,
la olor me retornáis

Por esta calle que vo
echan agua, crece ruda.
Esta la pueden llamar
la calle de las agudas.

Ocho y ocho diez y seis
veinte y cuatro son cuarenta;
la moza que me quere bien,
déjeme la puerta abierta.

La vida me alargáis
la olor, etc. (3).

En 1911, pocos años después de la publicación de Danon, Manuel Manrique de Lara recogía en la comunidad sefardí de Rodas una versión que contiene –recordemos- una única estrofa de Las calles del amor dentro de una serie más amplia que incluía también a El rondador sediento:

Por una calle yo que vo
me dicen que no hay salida.
Yo la tengo que pasar
aunque me cueste la vida (4).

Otro testimonio recogido por Manrique de Lara tiene rasgos de peculiaridad merecedores de un comentario de mayor enjundia que el que parece propiciar el truncamiento que lo ha reducido a las escuetas proporciones de estos dos simples versos:

Por estas calles que vo yo
echan agua, / creció...

Se trata ésta de una versión recogida también en 1911, parece que en la comunidad sefardí de Sarajevo, y copiada por Manrique de una obra falta de otras especificaciones del autor de himnos hebreos y músico del siglo XVI Israel Najara (5). Esto no implica, ni mucho menos, que nuestro fragmento de Las calles del amor deba remontar a fecha tan antigua. Dado que copias de las obras de Najara no dejaron de circular y de recibir los añadidos manuscritos que sefardíes celosos de su tradición les incorporaron al correr de los siglos (¿qué mejor lugar para apuntar canciones que un libro que ya contenía otras, aunque fueran de distinto tipo?), lo único que podemos aventurar en cuanto a fechas es que el apunte de nuestra canción en la copia del poeta del siglo XVI pudo producirse en cualquier momento anterior a la visita de Manrique de Lara a Sarajevo, sin que haya ninguna necesidad de adscribirlo a los lejanos tiempos de la obra original de Najara.


En sintonía con este detalle que habla de la transmisión por escrito de tal poesía (que tampoco sabemos por qué Manrique de Lara copió de forma fragmentaria), cobra un significado especial el hecho de que en una versión salonicense dada a conocer por Susan Bassan en 1947 se relacionen exactamente en el mismo orden y con sólo escasas variantes que se limitan casi a lo ortográfico, a la sustitución del numeral "cuarenta" por "noventa" y a la supresión del estribillo, las que recogió Abraham Danon medio siglo antes y en Turquía. Sin la intervención de la fijación por escrito, ¿es posible imaginar el mantenimiento de textos casi idénticos en fechas y tradiciones orales diferentes y tan dinámicas como son éstas? Volvemos a reproducir ahora solamente las estrofas que corresponden a Las calles del amor dentro de la amplia secuencia publicada por S. Bassan:

Por esta calle que vo
me dizen que non hay salida,
yo la tengo que pasar
aunque me coste la vida.

Por esta calle que vo
hechan aua, crece rudas,
esta la pueden yamar
la caye de las agudas.

Ocho y ocho, diez y seis,
y veinte y cuatro son noventa,
la moza que me quere bien,
déxame la puerta abierta (6).

Moshe Attias, en su Romancero sefaradí de 1956, publicó otro testimonio que recogió de la tradición de Salónica e incluyó dentro de su corpus de canciones de boda. Como en los casos anteriores, también esta versión sufre la contaminación de estrofas (que aquí no transcribimos) que incluyen a El rondador sediento:

Por esta calle que vo
me dicen que no hay salida,
yo la debo de pasar
aunque me coste la vida.

Por esta calle que vo
echo agua, crecen flores,
este lugar lo llamaban
el lugar de los amores.

Por esta calle que vo
echo agua, crecen lirios,
este lugar lo llamaban
el lugar de los amigos (7)

Otro testimonio judeoespañol fue dado a conocer por Isaac Jack Levy en 1959. Apenas hace falta decir que se canta otra vez en la misma secuencia que El rondador sediento:

I por una kay ki vo,
i por la otra ki do la vuelta;
la dama ke mi keri bien
mi desa la puerta avierta.

Ah, i por una kay ki vo,
ecan agua, kresin lirios.
Akeya kay es yamada
i la kay de los amigos.

I por una kay ki vo
por la otra do la buelta;
la dama ke mi keri bien
mi desa la puerta avierta.

I por una kay ki vo,
ecan agua cresin flores,
akeya kay es yamada
i la kay de los amores (8).

La última versión sefardí que conozco fue recogida por Susana Weich-Shahak de la tradición de Rodas y contiene las siguientes estrofas de Las calles del amor, en un orden y una disposición parecidos a los que tenían las versiones de Danon, Manrique de Lara y Bassan:

Pur una calle yo qui vo
me dicen: non hay salida:
yo la tengo que pasarla
aunque mi coste la vida.

Ocho y ocho son diecisés,
veinticuatro haci cuarenta;
la dama que mi quiera a mi bien,
mi deja la puerta abierta (9).

Tras conocer este conjunto de versiones sefardíes, puede ser interesante volver la vista a la Península ibérica y comprobar la existencia de testimonios del Siglo de Oro español que avalan la antigua difusión en la tradición folklórica de algunas de las canciones que componen este ciclo de Las calles del amor. Según hace Constar Margit Frenk en su monumental catálogo de la antigua lírica hispánica, ya Alonso de Bonilla, en fecha tan temprana Como es 1614, volvía a lo divino una de nuestras estrofas, lo que constituye el mejor síntoma de que su popularidad (indispensable para la identificación de su contrahechura a lo divino) debía venir de tiempos todavía más antiguos:

Zeloso y enamorado
doy por el mundo la buelta;
el alma que me quisiere
téngame la puerta abierta (10).

Siempre siguiendo el catálogo de Margit Frenk encontramos que Luis de Briceño, en su Método muy facilíssimo para aprender a tañer la guitarra a lo español (París, 1626) (11) ofrecía, por su parte dos estrofas que guardan el mismo gracioso sabor popular que tienen todavía hoy estas canciones:

Por esta calle me boy,
por esta otra doy la buelta:
la dama que me quisiere
téngame la puerta abierta.

Por esta calle que entramos
A la buelta del cantón,
una moça de quince años
me á robado el coraçón.

Finalmente, contamos con una versión utilizada por Tirso de Molina en su obra dramática Todo es dar en una cosa, que según Margit Frenk, "podría ser adaptación, por Tirso" de la estrofa que sirve de fuente a Briceño:

Por esta calle que voy,
por estotra doy la vuelta;
no hay zagala que tenga la cara
tan hermosa como la reina (12).

La antigua difusión que prueban estos documentos de Las calles del amor no ha perdido intensidad en la tradición española de hoy en día. En muchos de nuestros pueblos estas cancioncillas han sobrevivido a la ya casi extinguida costumbre de rondar por las calles, y es fácil encontrarla todavía hoy en versiones y con variantes muy diferentes, de las cuales reproduciré a continuación algunas de las recogidas por mí en el transcurso de mis encuestas de campo. Las dos primeras son del pueblo de Medellín (Badajoz):

Por esta calle me voy
por la otra doy la vuelta,
la novia que a mí me quiere
que tenga la puerta abierta.

Por esta calle a la larga
la tiene cubierta un velo.
Quiero entrar y no me dejan,
quiero salir y no puedo (13).

Esta fue grabada en Jérica (Castellón)

Por esta calle a la larga
tiran agua y salen rosas,
y por eso la llamamos
la calle de las hermosas (14).

La siguiente es de Miajadas (Cáceres)

Por esta calle que voy
por otra doy la vuelta,
la que quiera ser mi novia
que tenga la puerta abierta (15).

Esta es otra versión cacereña, pero del pueblo de Escurial:

Por una calle me voy
por la otra me doy la vuelta,
la que quiera ser mi novia,
que tenga la puerta abierta (16).

La siguiente variante es del pueblo abulense de San Esteban del Valle:

Por esta calle que vamos
tiran agua y salen rosas,
y por eso la llamamos
la calle de las hermosas (17).

De Cuevas del Valle (Avila) es la siguiente:

Por esta calle que voy
me han dicho que no hay salida.
Yo la tengo que encontrar
aunque me cueste la vida (18).

A continuación reproduzco algunas estrofas recogidas en el pueblo de Navaconcejo (Cáceres):

Toda esta calle a la larga
se la cubre con un velo.
Voy a entrar y no me dejan,
y voy a salir y no puedo.

Por esta calle que voy
me han dicho que no hay salida
Pa' mí la tiene que haber
aunque me cueste la vida (19).

Esta, procedente de la tradición del pueblo salmantino de Mogarraz, adquiere un matiz pendenciero muy característico de algunas situaciones de rivalidad entre mozos que se producían en el acto de rondar a las mozas:

Por esta calle me voy,
y por esta doy la vuelta.
Si algún majo me quiere algo,
que me salga a la revuelta (20)

Poseo otras versiones de los pueblos de Orellana la Vieja (Badajoz), Doney de la Requejada (Zamora), Casares de Arbas (León), Serranillos (Avila) y varios otros que no documentan variantes de importancia con respecto a las que ya conocemos. Las que sí aportan particularidades que merecen destacarse son las que en algún pueblo combinan la forma habitual de cuartetas octosilábicas con la refundición en seguidillas de versos heptasílabos y pentasílabos alternantes. Veánse estas versiones recogidas en Almoharín (Cáceres):

Por una calle me voy,
por la otra doy la vuelta.
La que quiera ser mi novia
que tenga la puerta abierta.

Por esta calle a la larga
vuelan buñuelos.
La sartén se le quema,
no salgan buenos.

Por esta calle a la larga
la ronda un chulo
que no tiene tres cuartas
del suelo al culo.

Por esta calle a la larga
la ronda un trenta
por una lagañosa
y no está contenta (21 ).

De igual manera merecen una mención aparte las versiones que contrahacen la forma habitual de la canción para dotarla de un nuevo sentido hiriente u obsceno. La siguiente fue recogida en el pueblo de Villamanrique de Tajo (Madrid):

Por esta calle que entramos
echan agua y salen ranas,
y por eso la llamamos
la calle de las marranas (22).

Esta variante procede del pueblo de Logrosán (Cáceres), donde era entonada por los quintos y mozos cuando estaban borrachos:

Por esta calle me voy,
por la otra doy la vuelta.
La que no me quiera ver,
que se vaya a hacer puñetas (23).

Y ésta es otra, del pueblo de Navalmoral de la Mata (Cáceres) que fue publicada por Carmen Galán Rodríguez:

Por esta calle me voy,
por la otra doy la vuelta,
la niña que a mí me quiera
que tenga las patas abiertas (24).

Existe además, una gran cantidad de versiones publicadas que prueban la todavía intensa vitalidad de la canción en muchas provincias españolas (25). Y está también la tradición hispanoamericana, que guarda un muestrario del ciclo que cuenta con aportaciones de tan original apariencia cono éstas de la región argentina de La Rioja publicadas por Juan Alfonso Carrizo:

A esta calle para abajo
tengo que hacerla dorar
porque ha dicho mi vida
que mañana va a pasar.

Por esta calle a lo largo
juran que me han de matar
con un trabuco de plata
y las balas de cristal (26).

También de procedencia argentina son estas tres versiones publicadas por Jorge M. Furt:

Por esta calle me voy,
por la otra pego la vuelta,
la muchacha que me quiera
me ha de esperar en la puerta.

Por esta calle a lo largo
anda un gavilán perdido
que dice que ha de sacar
la paloma de su nido.

Por esta calle a lo largo
juran que me han de matar
con un cuchillo de palo;
quién sabe si cortará (27).

Colombia parece ser una tierra en que Las calles del amor han gozado de especial popularidad. Así lo demuestran estas tres hermosas versiones publicadas por Ricardo Sabio:

Por esta calle, a la larga,
pasa el agua y no se empoza;
por eso la llaman todos
la calle de las hermosas.

Por esta calle, la larga,
vide venir un clavel.
Aquí lo estoy aguaitando
para conversar con él.

Por esta calle, la larga,
juran que me han de matar,
por unos ojitos bellos
que me alzaron a mirar (28).

También Guillermo Abadía, en su Coplero colombiano dio a conocer esta original reelaboración de la canción de ronda:

Por esta calle a lo largo
tengo de pasiarme un poco,
vagamumdo a lo Siavita,
pícaro a lo Somondoco (29).

La tradición de Venezuela conoce igualmente sus propias versiones de Las calles del amor. He aquí una de ellas, publicada por Luis Arturo Domínguez:

Por esta calle me voy
y por la otra doy la vueta;
muchacha, si tú me quieres,
tenéme la puerta abierta (30).

Terminaremos el recorrido hispanoamericano de nuestra canción con esta también original y un tanto bravucona recreación del tópico de Las calles del amor tal como se canta en Panamá:

Por una calle salgo,
por otra doy la vuelta;
el que no me quiera ver
que corra y cierre la puerta (31 ).

La reunión de un muestrario tan amplio y representativo de testimonios y de tradiciones de Las calles del amor ofrece una ocasión que difícilmente podría ser más propicia para suscitar ideas y sugerencias sobre la personalidad y modos poéticos propios de cada tradición.

Las primeras surgen desde su corte cronológico más antiguo, que muestra ya algunas de las características que ha mantenido el ciclo hasta hoy. Por ejemplo, la de su tendencia a la contrahechura, cuyo mecanismo, basado en la sustitución de ciertas palabras clave por otras capaces de alterar todo el mensaje, opera con igualdad de medios en las versiones antiguas y en las modernas, por más que sus fines sean justamente los opuestos: piadosos en aquéllas e irreverentes en éstas.

O su carácter cíclico o colectivo, que seguramente no se limitaría a la pareja de estrofas que ofrecía Briceño en 1626, aunque éstas sean ya indicativas de que desde antiguo la canción debió constituir, al igual que hoy, una secuencia de número y orden fluctuantes en cuyo desarrollo de siglos hubieron de alternarse la pervivencia de algunas estrofas con procesos de desaparición y de generación de otras. Fijémonos, a este respecto, en que hay algunas, como la que en Briceño aparecería así:

Por esta calle me boy,
por esta otra doy la buelta
la dama que me quisiere
téngame la puerta abierta

por las que no parecen haber pasado los siglos ni las migraciones de unas tradiciones a otras, empeñadas todas con igual tenacidad en mantenerla. Otras menos afortunadas han desaparecido del mapa, como la segunda que aportaba Briceño:

Por esta calle que entramos
A la buelta del cantón,
una moça de quince años
me á robado el coraçon.

a cuya desaparición no ha debido ser ajena la pérdida de uso lingüístico de la voz arcaica cantón (que la lengua castellana acabaría sustituyendo por esquina) y el consiguiente hundimiento del elemento básico de la rima y de toda la estrofa (32). Por cierto que la inexistencia de esta vieja estrofa en el dominio sefardí, único de los hispánicos en que podía haberse mantenido porque todavía conserva en su lengua el arcaísmo español cantón, no deja de ser un dato que apoya la modernidad de los contactos que han propiciado el trasvase de Las calles del amor al ámbito oriental.

Para contrarrestar pérdidas como la de la estrofa anterior es para lo que cuenta cada tradición con recursos de generación de nuevas estrofas, que refunden en un sentido diferente la estructura y tópicos de las viejas. Ejemplos de esta renovación pueden ser los contrafacta o las reelaboraciones en seguidillas españolas sobre las que ya hemos llamado la atención, o las estrofas de inconfundible personalidad hispanoamericana como podía ser aquella de:

Por esta calle a lo largo
tengo de pasiarme un poco,
vagamundo a lo Siavita,
pícaro a lo Somondoco.

Lo mismo puede decirse de la que adquiere un sabor típicamente sefardí con la sustitución de las palabras de documentación habitual en la rama de versiones españolas, como son flores o rosas, por la alusión a la ruda, una de las plantas más citadas en el dominio folklórico oriental:

Por esta calle que vó
echan agua, crece ruda
Esta la pueden llamar
la calle de las agudas.

No conviene dejar pasar la oportunidad de mencionar los interesantes paralelismos que el proceso de sefardización que se documenta en esta versión guarda con los que se dan en otra muestra del folklore sefardí como es el romance de La guirnalda de rosas, en el que se produce un caso similar de favoritismo de la palabra ruda en detrimento de rosas. Así, mientras los testimonios españoles viejos del romance comenzaban "Essa guirnalda de roças, hija, ¿quién te la endonará? ..." y algunas sefardíes de rasgos arcaicos comienzan por "Este masico de rosas, / dí, mi bien, ¿quién te lo dio? ...", lo normal es que en Oriente se documenten formas como la de "Esta ramica de ruda, / di, mi bien, ¿quién te la dio?.", en que se consuma un tipo de sustitución análogo al que nos ocupa y que entra dentro de los procesos de adaptación a la formulística de la tradición sefardí que hemos denominado de sefardización (33).

El hecho de que las mayores variaciones que existen entre las versiones sefardíes y el resto de las hispánicas sean tan superficiales como las que determinan estos simples cambios sustitutorios es revelador del escaso tiempo con que habrán contado para calar en el ciclo de Las calles del amor estos procesos que suelen afectar y dar una fisonomía nueva y característica a las canciones de origen foráneo y adaptación sefardí. Y si a este indicio de la relativa modernidad del ciclo en Oriente añadimos el de la asociación habitual de Las calles del amor a otro canto de inconfundible importación reciente cual es el romance lírico de El rondador sediento, estaremos en todavía mejores condiciones de afirmar que su implantación en la tradición oriental no debe datar de tiempos muy anteriores a los de la publicación en el año 1896 de su primer testimonio, que muestra todavía con sospechosa fidelidad los rastros léxicos y estructurales de su imagen de marca española.

Parece que la relativamente reciente implantación en el dominio turcobalcánico no debió ser obstáculo para que la familia que forman Las calles del amor y El rondador sediento alcanzase la amplia difusión que atestigua la recolección de sus testimonios en Turquía, Bosnia, Salónica y Rodas. Ya parece también que tal difusión pudo no ser fruto de un único y casual contacto entre las tradiciones de ambos extremos del Mediterráneo, sino más bien de los influjos reiterados que parecen estar detrás del hecho de que diversas variantes sefardíes parezcan proceder de formas hispánicas distintas de estas canciones. Recordemos, a este respecto, que algunas versiones sefardíes obedecían a este tipo formal:

Ocho y ocho diez y seis,
veinte y cuatro son cuarenta;
la moza que me quere bien
déjeme la puerta abierta (34).

mientras que alguna otra correspondía a un tipo estructural tan diferente como es éste:

I por una kay ki vo,
i por la otra ki do la vuelta;
la dama ke mi keri bien
mi deja la puerta avierta (35).

La reiteración y suposición de contactos que sugiere la documentación sefardí de dos ramas aparentemente distintas de Las calles del amor refuerza, en todo caso, la importancia y productividad de los influjos que en la época a caballo de los siglos XIX y XX debieron propiciar el transplante de una abundante cantidad de canciones españolas o hispanoamericanas al Oriente sefardí. Por transmisión seguramente oral, como es propio de este tipo de literatura, y quizás también por transmisión escrita, cuya posibilidad dejan abierta, en este caso, las fuentes escritas que sabemos que utilizó Manrique de Lara en Sarajevo o las que se adivinan tras la casi identidad de algunas versiones, como las de Danon y Bassan sobre todo, que podrían quizá tener relación con los pliegos comerciales y separatas de artículos que hasta las primeras décadas del siglo XX difundían romances y canciones en las comunidades sefardíes de Oriente.

No nos queda sino señalar, como colofón, que el mantenimiento, pese a las distancias, de los tópicos compartidos por esta gran familia dispersa por tantas latitudes vuelve a renovar ante nosotros el espectáculo dinámico y cambiante, pero también esencial y perdurable, de la poesía oral, como renueva también su misterio, que sigue ocultándonos casi siempre el cómo, el cuándo y el por qué de lo que la une y de lo que la hace diversa.

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NOTAS

(1) Este artículo refunde un capítulo del mismo título que apareció en mi tesina La contribución hispánica moderna al cancionero sefardí de Oriente (Madrid, 1991). Para su elaboración conté con el imprescindible consejo de Iacob M. Hassán, quien además me facilitó el uso de los materiales de la Biblioteca de Estudios Sefardíes del CSIC. Valiosas indicaciones me fueron dadas, además, por Elena Romero, Paloma Díaz-Mas, Susana Weich-Shahak, Moshé Shaul y Shmuel Raphael.

(2) José Manuel Pedrosa, "El rondador sediento, un romance lírico hispánico en el folklore sefardí", Revista de Folklore 129 (sep. 1991) ps. 75-81.

(3) Reproduzco estas estrofas, con alguna regularización en cuanto a acentos, puntuación ortográfica y distribución versal, del artículo de Abraham Danon, "Recueil de romances judéo espagnoles chantées en Turquie" , Revue des Etudes Juives vol. XXXII (París, 1896) ps. 102-123 y 263-275; vol. XXXIII (París, 1896) ps. 122-139 y 255-268; ps. 134-135, vs. 1-6 y 17-26 El texto fue reproducido en Rodolfo Gil, Romancero judeo-español (Madrid, 1911) n.º 61; en Marcelino Menéndez Pelayo, Antología de poetas líricos castellanos, 10 vols. (reed. Santander, 1944-1945) vol. IX secc. VI n.º 45; y en Manuel L. Ortega, Los hebreos en Marruecos: estudio histórico, político y social (Madrid, 1919) p. 188 nota 1, que copia la versión oriental y la adscribe, injustificadamente, al género de los cantos de parida. Esta atribución fue ya puesta en duda por Manuel Alvar, en Cantos de boda judeo-españoles (Madrid, 1971) p. 3.

(4) Vid. Samuel G. Armistead, El romancero judeo-español en el Archivo Menéndez Pidal: Catálogo-índice de romances y canciones), 3 vols. (Madrid, 1978) II AA.28/1 estr. 4. Agradezco a Diego Catalán y a la Cátedra-Seminario Menéndez Pidal el permiso de utilización y edición de este material.

(5) Vid. Samuel G. Armistead, Catálogo-índice... n.º AA.52.1. La inconcreción de los datos que aportaba Manrique de Lara a Menéndez Pidal sobre algunas de sus fuentes se traduce, en este caso, en las dudas que expresó el prof. Armistead sobre la sólo posible procedencia de Sarajevo de la canción, de la que no se sabe más que debió ser copiada por Manrique de Lara de un ejemplar (de fecha, copista y lugar de edición sin concretar) de las poesías hebraicas de Najara. Con respecto a la obra de éste, que tiene el interés para la literatura sefardí de recoger incipits de canciones y romances sefardíes con el objeto de adaptar o contrahacer su música a la de sus himnos hebreos de ocasionalidad paralitúrgica, vid. principalmente de Abraham Danon, "Recueil..." ps. 106-108; Hanoch Avenary, "Etudes sur le cancionero judéo-español (XVIe et XVI le siecles)", Sefarad, XX (Madrid, 1960)ps. 377-394, y "Cantos españoles antiguos mencionados en la literatura hebrea" Anuario Musical XXV (1970) ps. 67-79; Margit Frenk, "El antiguo cancionero sefardí", Nueva Revista de Filología Hispánica XIV (México, 1960) ps. 312-318; Samuel G. Armistead y Joseph H. Silverman, "El antiguo romancero sefardí: citas de romances en himnarios hebreos (siglos XVI-XIX)", Nueva Revista de Filología Hispánica XXX (México, 1981) ps. 453-512: ps. 459-460; y Edwin Seroussi, "The Turkish Makam in the musical culture of the Ottoman Jews: sources and examples", Israel Studies in Musicology V (Jerusalén, 1990) ps. 42-68: ps. 50-52; y "Rabí Yisrael Najara me'aseb zimrat hacodes aharé guerus Sefarad", Asufot IV (Jerusalén, 1990) ps. 185-310.

(6) Bassan, judeo-Spanish Folk Poetry (tesis inédita: Nueva York, 1947) n.º 93 estr. 1, 6 y 7.

(7) Attias, Romancero... (Jerusalén, 1956) n.º 66 estr. 5-7.

(8) I. J. Levy, Sephardic ballads and songs in the United States: New variants and additions (tesis inédita: Iowa, 1959) p. 172 estr. 1 a 4.

(9) De momento, no he recibido más datos de esta versión que los que se refieren a su origen rodiense y a su estructura musical "en dos series de cuatro compases, uno de 7 y los otros tres de 9". Deseo agradecer a su colectora el envío y permiso de utilización de este material inédito.

(10) Frenk, Corpus de la antigua lírica popular hispánica (Siglos XV a XVII) (Madrid, 1987) n.º 1562. La obra de Alonso de Bonilla lleva por título Peregrinos pensamientos, de mysterios divinos, en varios versos, y glosas dificultosas(Baeza, 1614) f. 114 v.

(11) Frenk, Corpus... n.º 1562 y 81. Vid. de la misma autora, "Supervivencia de la antigua lírica popular", Estudios sobre lírica antigua (Madrid, 1978) ps. 81-112: p. 110; reeditado en Estudios sobre lírica antigua (Madrid, 1978) ps. 81-112: p. 110.

(12) Tirso de Molina, Todo es dar en una cosa, en Obras dramáticas completas III (Madrid, 1958) ps. 645-696: p. 693a, Vid. Frenk, Corpus.., n.º 82, y Santiago Magariños, Canciones populares de la Edad de Oro (Barcelona, 1944) p. 290.

(13) Versiones cantadas el 16-10-1988 por dos ancianas de 75 y 80 años respectivamente (PCL 285/12 y 22). La encuesta fue realizada junto con Angel Luis García.

(14) Versión cantada por Manuel Herrero, de 52 años, entrevistado el 22-10-1988 (PCL 341/2).

(15) Versión recitada por la señora Teodora Barbero, de 80 años, entrevistada el 17-4-1990 (PCL 409/1). La misma canción me fue comunicada por las señoras Casimira Sánchez, de 94 años, y su hija María Loro, de 58 años, entrevistadas el 18-4-1990 (PCL 416/1).

(16) Versión cantada por Isabel Cabezal (de 58 años), Marciana Mellado (de 64 años), Isabel Mellado (de 64 años) y Ana Rubio (de 63 años). Fueron entrevistadas el 17-4-1990 (PCL 416/1).

(17) Versión cantada por Fermín Navarro, de 70 años, el día 24-6-1990 (PCL 459/3).

(18) Versión cantada por Silvestre Sánchez, nacido en Navalosa (Avila) en 1928, y entrevistado el 24-6-1990 (PCL 461/9).

(19) Versiones cantadas por Baldomero Carrón (de 86 años), Román Santos (de 81 años) y Alfonso Basilio Prieto (de 76 años), entrevistados en Navaconcejo los días 8 y 9-7-1990 (PCL 463/2, PCL 476/2, PCL 477/7 y PCL 489/2).

(20) Versión cantada por Adela Núñez, nacida en 1902 y entrevistada el 7-10-1990 (PCL 561/3).

(21) Versiones cantadas por la señora María Molina, de 49 años, entrevistada el 17-4-1990 (PCL 421/2 y PCL 422/5, 8 y 11).

(22) Versiones cantadas por Luisa Martín, de 77 años, y por un hombre de 57 años llamado Enrique. Fueron entrevistados el día 12-7-1990 en una encuesta que realicé junto con José Manuel Fraile y Alvaro Fernández (PCL 481/2 y 3, y PCL 482).

(23) Versión cantada por Francisco Plaza, de 78 años, entrevistado el 6-12-1990 (PCL 577/5).

(24) Carmen Galán Rodríguez, "Coplas lascivas y jocosas (Navalmoral de la Mata)", Antropología cultural de Extremadura: primeras jornadas de cultura popular(Mérida, 1989) ps. 587-592: ps. 587-588.

(25) Vid. ejemplos en Fernán Caballero, Cuentos y Poesías populares andaluces (reed. Sevilla, 1859) p. 301; Emilio Lafuente y Alcántara, Cancionero popular:. colección escogida de coplas y seguidillas, 2 vols. (Madrid, 1865) II p. 356; José Martínez Tornel, Cantares populares murcianos (Murcia, 1892) p 30, y Cantares populares murcianos, dentro del volumen El triunfo del Ave María, de don Andrés Blanco y García (Murcia, 1892) ps. 48-64; ps. 56-57; estas versiones murcianas fueron reproducidas en Maria Josefa Díez de Revenga Torres, Cancionero popular murciano antiguo (Murcia, 1984) n.º 692 y 432, respectivamente; Federico Olmeda, Folklore de Castilla o cancionero popular de Burgos (Sevilla, 1903) p. 32; Manuel García Matos, Lírica popular de la Alta Extremadura (Madrid, 1944) p 89 n.º 87; Marciano Curiel Merchán, "Cantares populares extremeños", Revista de Dialectología y Tradiciones Populares x (Madrid, 1954) ps. 249-261; p. 254; Angela Capdeville, Cancionero de Cáceres y su provincia (Cáceres, 1969) n.º 1 y 2 del capitulo dedicado a "El Casar de Cáceres"; Daniel G. Nuevo Zarracina, "Cancionero popular asturiano", Revista de Dialectología y Tradiciones Populares II (Madrid, 1946) ps. 98-133 y 246-277; ps. 133 y 276; José Romeu, "El canto dialogado en la canción popular: los cantares a desafío", Anuario Musical III (1948) ps.. 133-161; p. 154; Manuel García Matos, Cancionero popular de la provincia de Madrid, 3 vols. (Barcelona-Madrid, 1951-1960) II ps. 107 y 111; Fernando Gomarín, "El rabel, instrumento músico folklórico", Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore “Hoyos Sáinz” II (Santander, 1970) ps. 51-92; Isaac Rielo Carballo, Cancionero de Terra Cha (Pol) (La Coruña, l980) n.º 813; Luis Díaz Viana, Joaquín Díaz y José Delfín Val, Catálogo Folklórico de la provincia de Valladolid V (Valladolid, 1982) p. 106; Miguel Manzano, Cancionero de folklore zamorano (Madrid, 1982) ps. 44, 45, 59, 86, 216, 258 y 370; María Nieves Beltrán Miñana, Folklore toledano: canciones y danzas (Toledo, 1982) ps. 68, 154 y 17l; José Manuel Fraile Gil (editor), Estampa de Castilla y León: selección de los artículos etnográficos y costumbristas publicados entre 1928 y 1936 (Salamanca, 1986) p. 215; Antonio Vallejo Cisneros, Música y tradiciones populares (Ciudad Real, 1988) p. 118.

(26) Carrizo, Cancionero popular de La Rioja, 3 vols. (Buenos Aires, 1942) n.º 948 y 1632; del mismo autor, Antiguos cantos populares argentinos (Cancionero de Catamarca) (Buenos Aires, 1926) n.º 1149; vis. También Juan Draghi Lucero, Cancionero popular cuyano (Mendoza, 1938) p. 206; y Carlos H. Magis, La lírica popular contemporánea: España, México, Argentina (México, 1969) ps. 123, 206 y 355.
(27) Furt, Cancionero popular rioplatense: lírica gauchesca, 2 vols. (Buenos Aires, 1923), I n.º 248, 978 y 1312.

(28) Sabio, Corridos y coplas: Llanos orientales de Colombia (Cali, 1963) ps. 23, 69, 227 y 232.

(29) Abadía, Coplerío... (Bogotá, 1971) p. 101. Otras versiones colombianas han sido publicadas en Poesía popular andina: Venezuela, Colombia, Panamá. (Quito, 1982) ps. 111 y 121; Luis Alberto Acuña, "Folklore del departamento de Santander", Revista de Folklore V (Bogotá, abril 1949) ps. 97-143;p. 113; y Efraín Gómez Leal, "Divagaciones sobre el folklore", Revista de Folklore V (Bogotá, abril 1949) ps. 145-151; p. 149.

(30) Domínguez, "El polo coriano y sus variedades" Archivos venezolanos de Folklore II (Caracas, 1952) ps. 137-152 y 408-411; y III (Caracas, 1953-1954) ps. 194-198: n.º 83; otra versión venezolana fue publicada en Luis Arturo Domínguez y Adolfo Salazar, Fiestas y danzas folklóricas de Venezuela (Caracas, 1969).

(31) Poesía popular andina... ps. 371 y 377.

(32) Para otro ejemplo de la repercusión en el folklore español y sefardí de la implantación del vocablo esquina en lugar del más antiguo Cantón, vid. mi trabajo "Derivados judeo-españoles de la oración de Las cuatro esquinas", en Fuentes hispánicas del cancionero sefardí de Oriente (tesis inédita: Madrid, 1991)

(33) Vid. acerca de este romance la bibliografía que citan Samuel G. Armistead y Joseh H. Silverman en Tres calas en el romancero sefardí (Rodas, Jerusalén, Estados Unidos) (Madrid, 1979) A/5; y Armistead et al. en Catálogo-índice... (Madrid, 1978).

(34) Danon vs. 20-24; y Bassán estr. 7.

(35) I. J. Levy, estr. 1 y 3.



LA CANCION DE RONDA DE LAS CALLES DEL AMOR ENTRE LOS SEFARDIES DE ORIENTE (I)

PEDROSA, José Manuel

Publicado en el año 1992 en la Revista de Folklore número 134.

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