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La atmósfera a menudo opresora de las ciudades impulsa a muchos jóvenes a escapar de los núcleos urbanos buscando zonas poco "contaminadas"; por otras causas, asimismo loables, asociaciones juveniles programan acampadas o viajes al medio rural, como recurso para desarrollar la convivencia, la solidaridad o, simplemente, la relación social fuera del trabajo cotidiano. En cualquiera de los casos se continúa la tradición muy interesante de las Sociedades de Amigos del País o las de Excursionistas que, ya desde el siglo XVIII, veían el ámbito rústico como un terreno abonado principalmente para el fomento de las ciencias humanas al considerar a la población rural como "incontaminada", además de provista de un atractivo exotismo.
Del mismo modo que estos tipos de asociaciones llevaron a cabo en otras épocas estudios muy positivos en el campo del Arte, de la Historia, de la Botánica, etc., nuestros días permiten que muchos jóvenes de extracción urbana "descubran" por primera vez los pueblos y sus gentes bajo una distinta luz. El trato natural, lejano de las rígidas formalidades y protocolos de otros tiempos, contribuye a que una pequeña pero importante élite siga encontrándose con retazos de una Tradición, de forma espontánea y sin prejuicios.