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En mi primer acercamiento al análisis de la fiesta he pretendido reflexionar sobre tres puntos que considero actualmente vigentes incluso problemáticos en ocasiones, tanto para quienes viven como para quienes estudian el ámbito festivo de la vida.
Considero que corremos el riesgo de etiquetar y establecer límites académicos a la continua realidad que intentamos captar. Persigo pues en esta primera ocasión buscar un marco conceptual flexible que permita recoger y comprender día a día. He intentado en cada momento acercar el análisis intelectual a la gente, a la vivencia social y significación del objeto del estudio, procurando no distanciar más de lo necesario ambas realidades y ambos modos de mirar y de ver.
A través de cada uno de mis planteamientos busco incitar y provocar el imprescindible diálogo constructivo que permita abrir nuestra mente y nuestras convicciones al laberíntico abanico de circunstancias generales y particulares que la vida nos ofrece en cada momento. Estos tres puntos de reflexión me han parecido de lo más interesante:
-Dónde está el límite entre lo que consideramos fiesta y lo que no, basándonos en qué criterios y desde qué ámbitos, es el primer punto a analizar, tomando como ejemplo para ello el ambiente que la vuelta ciclista a España y su parafernalia generan en cada ciudad por la que atraviesan.
-El segundo punto a meditar será el cambio o permanencia de la espacio-temporalidad concreta de la celebración de la fiesta, con las luchas y problemas que su traslado o mantenimiento estricto provocan. La significación, significatividad e interpretación del proceso de decisión en cada caso particular me parecen interesantes de analizar.
-Por último, los actuales usos y abusos, un nuevo modo de ser, de hacer y de ver la fiesta como un espectáculo más a vender, parecen situarla en el plano de la comunicación hacia fuera más que una comunicación hacia dentro, en lo que para algunos constituye no sólo un cambio de función y significado, sino. fundamentalmente un doloroso e inminente peligro.
A- HACIA UN CONCEPTO AMPLIO DE FIESTA
El no aferrarnos al pasado como una añoranza irrecuperable, olvidando para ello el sugerente presente que nos rodea, me hace perseguir el quehacer festivo sobre el criterio de una concepción amplia del hecho. Considero fundamental no volver a caer en el reiterativo error de analizar las situaciones y los procesos que las engendraron cuando ya se hallan en vías de extinción, no habiéndoles dado la más mínima importancia cuando aun estaban vigentes.
Experimentábamos no hace mucho, si hemos sido capaces de observar y sentir a nuestro alrededor, cómo la llegada de la vuelta ciclista a cada ciudad originaba en ésta un ambiente festivo.
Si la fiesta se define como "regocijo público para que el pueblo se recree; alegría, júbilo, chanza"*, parece evidente que el ejemplo puesto se debe Considerar como una fiesta.
He de reconocer mi provocación al poner por reto defender la llegada de la vuelta a Segovia, cuna de Perico Delgado, como un ejemplo doblemente significativo y para algunos límites academicistas supuestamente heterodoxo.
Si intentamos analizar bajo una interpretación comunicativa, viendo el hecho como fenómeno relacional, como estructura mental y como contexto o marco sociológico y antropológico, nos dará tanto juego como si lo enfocamos desde la perspectiva simbólica e intentamos conocer e interpretar lo que la figura de Perico representa y simboliza.
Al pretender descubrir el ambiente festivo y su carácter de sociabilidad y colectividad existentes, vemos cómo toda Segovia desde niños a mayores sale a la calle ese día de manera especial, siendo así imposible eludir esa particular magia de convocatoria y participación receptiva que en dicho día se vive.
La llegada de la vuelta ciclista a Segovia rompe el ritmo de la cotidianeidad para convertirse vivencialmente en una fiesta oficiosa más que oficial, llegando a ser un claro hecho festivo y fenómeno neurálgico de la vida colectiva.
Sería de este modo un buen ejemplo a analizar en profundidad, y cuya leve presentación aquí no sirve sino para prestar atención a una idea que defiende ir directamente a las motivaciones y significaciones del pueblo que lo realiza, comunica y vive, pretendiendo no idealizar lo arcaico en detrimento y desdeño de lo actual, ni ensalzar lo antiguo frente a lo reciente, lo recóndito sobre lo cercano y lo más curioso frente a lo generalizado y recurrente.
B.-CONFLICTOS EN TORNO A LA MOVILIDAD DE LA FIESTA
Cuándo se celebran las fiestas, por qué, y las luchas que se generan en torno a este proceso decisorio es, en mi opinión, otro tema sugerente sobre el que reflexionar.
Parece que últimamente nos enfrentamos en este campo, como en otros muchos, a la defensa desde distintas legitimaciones de un purismo a ultranza que nunca existió en nuestros pueblos y cultura.
Una cierta y coherente línea purista no es del todo inadecuada, ciertamente la considero necesaria para que no se convierta esto en un saco roto y sin fondo; pero no podemos olvidar que todo extremismo es imprudente y que hemos de intentar alcanzar siempre el equilibrio definitorio ideal.
La lucha, a mi entender, se plantea en el campo de tres autoridades: la social, la política y la religiosa. La movilidad o mantenimiento de las fiestas grandes del pueblo encubre una trascendental dialéctica entre diversos sectores de emigrantes o residentes, de jóvenes o mayores, de conservadores o renovadores, mostrando claramente en el proceso decisorio, la autoridad social de cada caso concreto.
El calendario civil oficial, no oficioso, pero por lo mismo tal vez carente de significatividad e importancia, es una muestra más de la autoridad política y su poder. Las fiestas mayoritariamente impuestas, no elegidas, como las de la Constitución, la de la Comunidad Autónoma y alguna más, muestran con la búsqueda de participación que desde arriba se persigue, la carencia de algún tipo de emotividad y vivencia popular hacia ellas.
La imperiosa necesidad de nuestras autoridades de publicitar la fiesta para inculcar el sentimiento de propiedad hacia ellas, nos podría imbuir de nuevo en la reflexión del concepto de festividad, ortodoxamente defendido desde las élites y heterodoxamente planteado aquí.
Por último sirva como ejemplo la autoridad religiosa y su representatividad en mayor o menor grado, en la movilidad del último de aquellos jueves anuales de antaño que lucían más que el sol: ni la Ascensión, ni Jueves Santo, ni El Corpus Christi como el último mito-rito decadente, gozan ya de exclusividad festiva.
Lo que éste último cambio y sus justificaciones pueden significar en ruptura de su ritmo de cotidianeidad y emotividad para una gran parte del pueblo que tenía en esta fecha un punto álgido de experiencia festiva, es digno de tratarse más amplia y profundamente, constituyendo posiblemente el objeto de mi próxima intromisión seudocientífica en el campo de la festividad.
C.-EL PROCESO DE CONVERSION EN ESPECTACULO
Por último, tan solo atraer la atención sobre un proceso de transformación tan fuerte y utilitarista que no puede pasar inadvertido para los sensibles ojos del curioso admirador.
Valga como ejemplo de nuevos usos y abusos de la fiesta, la celebración de Santa Agueda en el Segoviano pueblo de Zamarramala, ahora desconocido por la parafernalia consumista y desfiguradora que en él y en torno a él se monta.
Aquello que alguien escribiera de que el grupo se celebra a sí mismo en sus fiestas, se mantiene, autodefine y autoidentifica, queda ya más en la conjetura que en la constatación. Si el pueblo y sus motivaciones festivas se personalizan o se difuminan entre la generalidad deforme que ensalza como único, el tan sólo uno más de los ejemplos Aguederos que salpican nuestro rico territorio festivo, es una cuestión que para bien o para mal, nos debería hacer replantear numerosos principios academicistas y vivenciales sobre la fiesta.
Cuándo la fiesta posee todo su color y su razón de ser, o cuándo se convierte en espectáculo de consumo de esta Cultura de Fachada en la que nos hallamos inmersos, es un motivo más de reflexión entre los que aquí he intentado apuntar.
No podemos romper ni eludir el proceso dinámico intrínseco a la vida misma, pero si el llevar el cambio rápido y transformador al extremo, acaba destruyendo la base primordial y definitoria de lo que artificialmente intentamos mantener y perpetuar, hemos de plantearnos, ya posiblemente en el plano ético, hasta qué punto tenemos derecho y cuál es el límite en el que debemos parar.
Queden simplemente estas primerizas reflexiones como puntos que considero importantes para profundizar, por lo que representan para quienes lo viven y sienten, y por el reto superador que pueden constituir para quienes desde una óptica científica se aproximan a ellos, siempre que se acerquen con una mente abierta, clara y cuestionadora que supere los límites castradores de un conocimiento estereotipado para ahondar más y mejor en la comprensión del "ser humano".
Tomado del Diccionario Ideológico de Julio Casares.